Este martes se inicia el último tramo del juicio por robo de bebés
Se espera que el acusado Amelong se extienda durante gran parte de la mañana en su ampliación de indagatoria. No se descarta que declaren otros represores. Después, si hay tiempo, se presentarán los alegatos.

EN PRIMER FILA, DE IZQUIERDA A DERECHA: LOS IMPUTADOS GUERRIERI, AMELONG Y GONZÁLEZ. (FOTO: UNO/JUAN IGNACIO PEREIRA)
A las 9 de este martes se iniciará el tramo final del juicio por robo de bebés en Paraná, con la ampliación de la indagatoria de al menos uno de los acusados y los alegatos de las querellas y los fiscales, de acuerdo a las estimaciones iniciales del Tribunal Oral Federal. De ajustarse todo a los tiempos previstos, ya la semana que viene se conocería la sentencia, se indicó a UNO.
No obstante, Juan Daniel Amelong buscará convertirse en el protagonista de la jornada y su intervención –ya solicitada en la última audiencia– podría extenderse indefinidamente. El represor, que también es abogado y ejerce su propia defensa en conjunto en el defensor oficial Mario Franchi, se dedicaría a utilizar su ampliación de indagatoria para solicitar medidas probatorias de difícil cumplimiento. En el juicio que se desarrolló en Rosario por la causa Guerrieri, que le valió una condena de prisión perpetua, pidió más de 90 y todas le fueron rechazadas.
Esa situación, ya vivida por algunos de los abogados querellantes en Rosario, hacen suponer que la voz de Amelong se escuchará durante gran parte de la mañana y podría condicionar la presentación de los alegatos durante la misma jornada. Además, en el medio debe realizarse la introducción por lectura de las pruebas documentales y testimoniales que correspondan.
De todos modos, Amelong podría no ser el único en ampliar su indagatoria. En su momento el procesado Marino González también había solicitado hacer uso de la palabra, aunque luego su defensa dio marcha atrás. De la misma manera, es una incógnita si el médico militar Juan Antonio Zaccaría decidirá volver declarar.
En caso de que no puedan completarse los alegatos este martes, continuarían los días siguientes. El orden previsto es: las querellas (en forma unificada), la Fiscalía y las defensas. Luego será el momento de las réplicas y contrarréplicas y posteriormente las últimas palabras de los imputados. La idea original del Tribunal era dar a conocer su sentencia el jueves 13, pero esto podría variar.
Las penas
El juicio por la causa Hospital Militar tiene por finalidad determinar las responsabilidades penales por el robo y la supresión de identidad de los hijos mellizos de los detenidos-desparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela, nacidos en el nosocomio castrense paranaense entre febrero y marzo de 1978. Sabrina Gullino, uno de esos hijos, fue encontrada a fines de 2008 y se le restituyó su identidad biológica.
Uno de delitos investigados es el que está previsto en el artículo 139 inciso 2º del Código Penal, que prevé que se impondrá prisión de dos a seis años “al que, por un acto cualquiera, hiciere incierto, alterare o suprimiere la identidad de un menor de 10 años, y el que lo retuviere u ocultare”. El 139 bis establece que será reprimido con reclusión o prisión de 3 a 10 años “el que facilitare, promoviere o de cualquier modo intermediare en la perpetración de los delitos comprendidos en este Capítulo (Supresión y suposición del estado civil y de la Identidad), haya mediado o no precio o promesa remuneratoria o ejercido amenaza o abuso de autoridad”.
El otro delito está descripto en el artículo 146, que prescribe: “Será reprimido con prisión o reclusión de 5 a 15 años, el que sustrajere a un menor de 10 años del poder de sus padres, tutor o persona encargada de él, y el que lo retuviere u ocultare”. Además el 147 indica que “en la misma pena incurrirá el que, hallándose encargado de la persona de un menor de diez años, no lo presentara a los padres o guardadores que lo solicitaren o no diere razón satisfactoria de su desaparición”.
Por estos crímenes, cometidos en el marco del plan sistemático de represión ilegal que tuvo vigencia en el país entre 1976 y1983, son juzgados los militares de Inteligencia Juan Daniel Amelong, Pascual Oscar Guerrieri, Marino Héctor González y Jorge Alberto Fariña; el agente civil de Inteligencia Walter Salvador Dionisio Pagano y el médico militar Juan Antonio Zaccaría.
3 Oct
para el querellante Ciarniello Ibáñez, Amelong introducirá “falsas contradicciones” La nueva declaración del imputado se realizará el martes.
En el marco del juicio por la Causa Hospital Militar, el represor Juan Daniel Amelong realizará una ampliación indagatoria, tras el receso que culminará el martes. Según estimó la querella, su declaración se basará en “falsear los hechos e introducir falsas contradicciones” entre los testimonios que dieron cuenta del robo de bebés durante la última dictadura cívico militar. En ese sentido, Lucas Ciarniello Ibáñez, abogado de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, informó que luego de ese paso llegará la hora de los alegatos, que la querella y la fiscalía decidieron realizar en forma conjunta. “Luego del cuarto intermedio que tenemos hasta el martes 4 de octubre, se realizará la ampliación indagatoria que ya Amelong manifestó querer hacer. No sabemos cuánto tiempo se tomará el imputado. Luego, el presidente del Tribunal, (Roberto) López Arango, ya nos manifestó que se realizará todo el proceso de Introducción por Lectura de toda la prueba documental”, indicó Ciarniello Ibáñez.
Según aclaró el letrado, ese último paso significa que se leerá toda aquella prueba documental que forma parte del acerbo probatorio junto a las testimoniales que se produjeron durante el juicio.
“Luego se iniciaría la ronda de los alegatos, comenzando por los de la querella, que haremos de forma conjunta. La Secretaría de Derechos Humanos que yo represento; la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, representadas por Ana Oberlin y Álvaro Baella; Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio (HIJOS), representados por Florencia Amore y Álvaro Piérola, que también representan a Sebastián Álvarez y Sabrina Gullino, todos haremos un solo alegato acusatorio”, detalló.
A la vez, comentó a APF que si Amelong demora su declaración, es probable que los alegatos de la querella pasen al miércoles.
“Teniendo en cuenta la experiencia de Amelong como imputado en el juicio a (Pascual) Guerrieri en Rosario y habiendo estado yo también en ese juicio, es probable que dé una versión de los hechos totalmente falseada desde su punto de vista y tratará de introducir falsas contradicciones”, argumentó.
Por último, Ciarniello Ibáñez dijo que luego llegará el turno de “los alegatos de la defensa, que no sabemos qué día se producirán. Después todo queda por verse, porque tenemos el derecho a réplica de todas las cuestiones introducidas por la defensa en sus alegatos y que nosotros no hemos incluido en los nuestros. A la vez, ellos también tienen posibilidad de contrarréplica. Para concluir, llegarán las palabras finales de los acusados y finalmente vendrá la sentencia”.
http://www.analisisdigital.com.ar/noticias.php?ed=1&di=0&no=154250
3 Oct
«Los juicios tienen todo un valor social»
«Los juicios no sólo tienen una función de reivindicación desde el punto de vista de víctimas y familiares, sino que poseen todo un valor social, el de tener la posibilidad de reconstruir la verdad histórica, de hablar de las cosas que no se hablaban”, plantea Sabrina Gullino, nieta recuperada, hija de los militantes montoneros Raquel Negro y Tulio Valenzuela, ambos desaparecidos.
Por Jorge Kaplan para LA CAPITAL de Rosario

A partir de datos surgidos en el juicio, Sabrina Gullino tiene la certeza de que su hermano mellizo está vivo. (Foto: N. Juncos)
Nacida en el Hospital Militar de Paraná, a donde fue llevada su madre a dar a luz, prisionera de la dictadura en la Quinta de Funes, Sabrina hoy tiene la certeza de que su hermano mellizo se encuentra con vida, a partir de datos surgidos en el juicio oral que se desarrolla en el Tribunal Oral Federal de la capital entrerriana contra cuatro militares, un agente civil y un médico del Ejército.
—¿Cómo estás viviendo la experiencia de estar cara a cara con los acusados en el juicio?
—Desde que empezó tengo a los imputados ahí, y no hay separación. Hubo varios momentos para mí de mucha tensión, y el recorrido al Hospital Militar y el Instituto Privado de Pediatría (IPP) fue el más fuerte: lo tenía a Amelong al lado mío, a Guerrieri más atrás, Fariña. A veces los lugares eran muy pequeños y todos tenían que entrar: jueces, fiscales, las enfermeras que tenían que declarar. Yo quería escuchar porque era donde habíamos estado con mi mamá. Hay muchos sentimientos encontrados. Me dio mucha ternura el proceso que hicieron las enfermeras, porque al principio estaban indicando a sus jefes como responsables de algo que no hablaba nadie. En 2005 ellas hacían con mucho miedo las declaraciones. El día del recorrido vinieron sabiendo que habían sido protagonistas y cómo fueron cambiando para pasar a ser la voz de ese pasado.
—¿Qué sentiste cuando te enteraste que podías ser hija de desaparecidos?
—A mí me contaron desde muy chiquita que era adoptada. Mi familia es de Villa Ramallo y cuando vine a estudiar a Rosario empecé a tener contacto con los chicos de Hijos. Sabés que sos adoptado y empezás a pensar. Pero cuando veía quiénes eran los nietos recuperados y cómo estaban relacionados sus apropiadores con el poder militar o económico, a mí no me cerraba. Con mi familia Gullino tengo tan buena onda, que así como a otras personas los padres les cuentan el parto, a nosotras nos contaban cómo nos fueron a buscar.
—¿Y después del ADN?
—Cuando me enteré que tenía un hermano me dio una pena terrible no haber hecho el ADN antes. Yo decidí hacerme el ADN. Un viernes hablé con un amigo de Hijos que me contactó con Abuelas. El domingo estaba en mi casa de Ramallo con mi familia y a la tarde llegó una citación para mis papás en la causa Trimarco del Tribunal Federal de Paraná. No sabía quién era Trimarco. Buscamos en Internet y encontramos todo: que (el represor) Costanzo había declarado que a Raquel Negro la habían internado en el Hospital Militar como sobrina de Galtieri, que había dado a luz a mellizos y que a la bebé la habían dejado abandonada en un convento de Rosario. Yo no sabía que a la vez había una línea de investigación que me estaba alcanzando a mí.
—¿Qué dirías a quienes tienen dudas sobre su identidad?
—No es fácil. Cada uno tiene su proceso y sus tiempos, pero les diría que puede ser que tengan hermanos que los estén buscando. También siento que se me agrandó la familia en muchos aspectos. La nueva identidad no es algo terminado, que vos eras esto y ahora que estás biológicamente relacionada con estas personas no sos más lo que eras antes y sos otra cosa. No estoy de acuerdo con ese concepto de identidad estático y que cristaliza. Para mí la identidad la vamos construyendo todo el tiempo y se va nutriendo de los vínculos que vamos tejiendo.
—En tu caso todo se dio bastante rápido.
—Yo tuve la restitución de mi identidad (a fines de 2008) y en abril (de 2009) empezó el juicio a Guerrieri hasta 2010, y en 2011 la causa Hospital Militar. Agradezco poder participar de estos procesos de justicia pero a veces uno viene desarmado.
—¿Cómo te relacionabas antes con el tema de los DDHH?
—Eso sí fue un cambio porque en la facultad fui a uno que otro escrache, pero a acompañar, y no milité en ningún organismo de DDHH.
—¿Y en cuanto a la política de derechos humanos de los gobiernos kirchneristas?
—Es superpositiva la política de Estado de DDHH. Creo que los juicios no tienen una función sólo de reivindicación desde el punto de vista de las víctimas y los familiares, sino que tienen todo un valor social. De tener la posibilidad de reconstruir la verdad histórica, de hablar de las cosas que no se hablaban. Lo veo a nivel individual y a nivel colectivo. En Paraná mismo, con las enfermeras, esto de que hay una sociedad civil cómplice pero hay toda una solidaridad de otros actores sociales que en ese momento fueron ninguneados. De alguna manera se vuelve a hablar de otros valores que un poco en esta posmodernidad se estaban olvidando, de militancia, solidaridad, compromiso, de si hay una posibilidad de transformar el mundo.
—Críticos al gobierno hablan del “uso político” que hace el kirchnerismo de los derechos humanos. ¿Qué opinás?
—Digo que no estoy de acuerdo con esa opinión reaccionaria. Creo que ellos (los opositores) también están haciendo un uso político. Son discursos que construyen de alguna manera realidad. Me parece el kirchnerismo cuando apuesta a la política de DDHH, de alguna manera está apostando a la mayoría. Porque nos posiciona como un país superprogresista donde se puede juzgar a los genocidas, y después desde lo micro hasta lo macro está la oportunidad de reivindicación. Debe quedar al margen lo que siente en su fuero íntimo un político, lo que importa es que su accionar redunda en algo bueno. Creo que esa tesis de los opositores es un comentario superficial para desprestigiar a la presidente.
—¿Surgieron expectativas sobre tu hermano mellizo?
—Cuando empezó la causa en 2005, se planteó la hipótesis de que en el Hospital Militar hubo una maternidad clandestina. En 2006 el Tucu (Costanzo) da un reportaje y dan conmigo en 2008, pero en el medio van buscando el testimonio de las enfermeras, de otros testigos. Cuando eso empezó buscaban a la bebé porque el melli decían que había fallecido. Ahora, en la instancia del juicio oral cambió, a mí no me quedan dudas de que está vivo. Porque se fueron escuchando las voces que empiezan a aparecer: que en el Hospital Militar nació vivo, que la enfermera lo cambió de ropa, que teníamos un peso más o menos normal, que estaba bien. Después nos derivan al IPP donde nos ingresan como Soledad López y NN López, provenientes del Hospital Militar, y egresamos los dos el 27 de marzo de 1978. Y tenés que de los médicos ninguno se acuerda, y que para poder sostenerlo terminan hasta poniendo en riesgo la coherencia de su práctica profesional. Ante las preguntas se tienen que ir cubriendo, esa mentira, eso que no dicen. Pero lo más maravilloso que es que podemos encontrar a nuestro hermano y no solamente juzgar a los militares. Y eso es sumamente valioso y de alguna manera es poner de nuevo los valores y principios en orden. Veo a las enfermeras contra el silencio y la cobardía de los médicos.
Fuente: Diario La Capital, de Rosario
2 Oct
La tesis de Raquel Negro llega a manos de sus hijos
Sabrina y Sebastián recibirán el miércoles el trabajo final de Trabajo Social de su madre detenida-desaparecida. El acto se realizará en la sede de la FTS, en Paraná, en el marco del juicio por la causa Hospital Militar.
Durante un acto que se realizará el miércoles en Paraná, se hará entrega de la tesis elaborada por la trabajadora social detenida-desaparecida Raquel Negro, a sus hijos Sebastián Álvarez y Sabrina Gullino Valenzuela Negro. Las carreras de Licenciatura en Trabajo Social de la Facultad de Trabajo Social de la UNER y de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL convocaron a participar de esta actividad.
La ceremonia se realizará en el marco del juicio de lesa humanidad en trámite ante el Tribunal Oral Federal de Paraná, por la causa conocida como Hospital Militar, donde se juzga a seis represores acusados de la sustracción de los mellizos de Raquel Negro nacidos en cautiverio y de la supresión de sus identidades.
Sabrina Gullino Valenzuela Negro pudo recuperar su verdadera identidad hace casi tres años, mientras que la búsqueda de su hermano mellizo varón todavía continúa. Sebastián Álvarez es hijo de Raquel Negro y Marcelino Álvarez; estuvo secuestrado con su mamá cuando apenas tenía un año y medio, en el centro clandestino de detención Quinta de Funes.
El acto se llevará a cabo en el salón Ofelia Zaragozzi de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos, ubicada en La Rioja 6 de Paraná, el miércoles a las 18.
2 Oct
Los militares juzgados por robo de bebés permanecen en Paraná
Radiografía de los días en prisión de los genocidas
Cuatro represores se encuentran alojados en la unidad penal. Allí conviven en un pabellón especial con otros miembros de fuerzas de seguridad e imputados por violaciones a los derechos humanos. Solo Jorge Fariña, Marino González, Daniel Amelong y Walter Pagano son los que permanecen en la cárcel.
Por Juan Cruz Varela para EL DIARIO
El primer juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos en la provincia de Entre Ríos durante la última dictadura está pronto a ingresar en la etapa final y los seis represores imputados permanecen detenidos en la capital provincial, aunque solo cuatro de ellos se encuentran en prisión, uno está en su casa y otro en un geriátrico.
Los ex militares sometidos a juicio cumplieron hace pocos días un mes en los lugares de detención de la capital entrerriana. Jorge Alberto Fariña, Marino Héctor González, Juan Daniel Amelong y Walter Salvador Pagano permanecen en la Unidad Penal Nº 1; Pascual Oscar Guerrieri se encuentra en un geriátrico privado ubicado en las afueras de la ciudad, ya que goza del beneficio del arresto domiciliario; y el médico anestesista Juan Antonio Zaccaría se encuentra en su casa.
No están cómodos los militares alojados en la cárcel de Paraná. En el añejo edificio de calle Marcos Sastre conviven 291 internos y las condiciones de detención distan mucho de tener comodidades. En ese gran caserón antiguo, donde la privación de libertad es la herramienta punitiva para la reinserción de aquellos que cometen delitos, habitan en celdas pequeñas, frías, húmedas y superpobladas. Ese es el submundo carcelario.
Pabellón 5. Los represores fueron alojados en un pabellón al fondo de la unidad penal. Se trata de una construcción añeja, de techos muy altos, en la que se encuentran alojados exclusivamente ex agentes de las fuerzas de seguridad. Allí conviven 27 personas en ocho celdas y los cuatro imputados por la sustracción y sustitución de identidad de los hijos de Raquel Negro y Tulio Valenzuela comparten una habitación, junto con otros tres procesados en la causa Área Paraná.
Los ex militares detenidos usan un patio interno techado y tienen total libertad para moverse dentro del pabellón durante todo el día, pero por cuestiones de seguridad no tienen contacto con el resto de la población carcelaria.
El pabellón tiene las puertas cerradas con candados y cuenta con un espacio común en el centro. Allí hay un teléfono público, televisor, servicio de Cablevideo y un sistema de video. En la cárcel hay servicio de Internet, pero el acceso está restringido a los talleres y la escuela y es controlado por los docentes; pero los pabellones no tienen conexión ni computadoras y tampoco los reos pueden llevar las suyas. No está permitido que tengan heladeras propias ni estufas eléctricas por el riesgo de que se generen cortocircuitos en todo el antiguo sistema; tampoco hay cocinas pero sí un anafe. El baño es compartido y tiene cuatro mingitorios, tres inodoros y tres duchas.
Las habitaciones no tienen puertas, sino que la intimidad la obtienen a través de cortinas que cuelgan de las rejas; en el interior de las celdas, las camas son individuales y de una plaza y cada interno tiene su colchón, un juego de sábanas y tres frazadas.
Un día cualquiera. Fariña, González, Amelong y Pagano cumplen la misma rutina que el resto de la población carcelaria: desayunan a las 7, se higienizan y hacen el aseo de las celdas; pero luego no trabajan ni realizan tareas educativas. En rigor, ninguno tiene horarios ni tareas específicas, aunque sí realizan actividades recreativas en el campo de deportes de la cárcel durante una hora por día, a la tarde.
Juan Daniel Amelong es abogado y ejerce su propia defensa en el juicio. Por ese motivo, el tribunal lo autorizó para que dispusiera de su computadora personal dentro de la cárcel. El uso está restringido a la sala de computación y allí puede revisar las declaraciones de los testigos y preparar su defensa.
De hecho, hace unos días, un grupo de voluntarias que trabaja en la unidad penal se sorprendieron con el hombre de la cabellera teñida de rubio, peinado desprolijo y un par de anteojos delante de otro, ensimismado delante de su computadora portátil.
Todos los internos reciben visitas los miércoles y domingos. En el mes que llevan alojados en la cárcel de Paraná los represores han recibido esporádicamente a ex compañeros de armas, militares retirados del Ejército residentes en Paraná, que les brindan apoyo a sus “camaradas presos políticos” o “militares encarcelados a raíz de su actuación en el transcurso de la guerra interna”, como les dicen.
El único que puede salir de la prisión es Marino González. Su esposa está atravesando una enfermedad y una vez por semana un vehículo oficial lo traslada hasta su casa, en un coqueto barrio santafesino, donde permanece durante dos horas. Las salidas fueron autorizadas por el tribunal en las primeras audiencias del juicio y se concretan de acuerdo a la disponibilidad de personal que tenga el Servicio Penitenciario.
A estas condiciones pretendían escapar los represores. Por eso pidieron su traslado a unidades de otras fuerzas federales. “Cuando vieron las condiciones que había se querían morir”, dijo un agente penitenciario en absoluta reserva a EL DIARIO. Llegaron desde Campo de Mayo y se encontraron con otra realidad: la cárcel.
Dos en casa
Dos de los seis imputados por robo de bebés gozan del beneficio del arresto domiciliario: Pascual Oscar Guerrieri y Juan Antonio Zaccaría. Guerrieri tiene 76 años y dos condenas a cuestas por crímenes de lesa humanidad. “Cuánto me queda, no tengo salida por ningún lado, la única salida que tengo es la Chacarita”, dijo la primera de las tres veces que declaró ante el tribunal.
Para este juicio, Guerrieri abandonó su casa en el barrio porteño de Olivos y, después que le rechazaran alojarse en el Hospital Militar, recaló en un geriátrico privado. Luego de las testimoniales, planteó la posibilidad de regresar a su domicilio hasta la fecha de los alegatos, por cuestiones económicas. Pero no tuvo suerte. Así que permanece en Paraná. Sin embargo, tuvo algunas salidas para realizarse una serie de tratamientos médicos en el Hospital Militar, donde, dijo, lo atendieron “muy bien”.
El médico Zaccaría está próximo a cumplir 71 años y tiene arresto domiciliario desde fines de 2009, por lo que permanece en su casa de calle Tucumán de la capital entrerriana. A poco de haber sido detenido intentó quitarse la vida: colgó una sábana de un parante de la cama cucheta de su celda y se dejó caer, pero el travesaño cedió y el hombre cayó al piso pero no tuvo lesiones de consideración. Sin embargo, tuvo una recaída en su estado general y luego, mientras estaba internado en el Hospital San Martín con un cuadro cardíaco y de diabetes, sufrió un accidente cerebro-vascular, por lo que ya no volvió a la unidad penal.
http://www.eldiario.com.ar/diario/interes-general/nota.php?id=21551
29 Sep
“Quería sacarse un peso de encima”
ESTELA DE CARLOTTO DECLARO POR TELECONFERENCIA EN EL JUICIO POR ROBO DE BEBES EN PARANA
La titular de Abuelas de Plaza de Mayo contó que en el año 2000 un médico del Instituto Privado de Pediatría de Paraná la llamó para contarle que en 1978 habían atendido a dos bebés que serían los mellizos de Raquel Negro, quien sigue desaparecida.
Por Alejandra Dandan para Pagina|12
La imagen conectó durante una hora la sala del juicio por el Hospital Militar de Paraná con una pequeña sala del Consejo de la Magistratura de Buenos Aires. Ahí, Estela de Carlotto se sentó frente a una pantalla dispuesta a hablar sobre el encuentro que tuvo en el año 2000 con un médico del Instituto Privado de Pediatría de Paraná. El Instituto era una minúscula clínica privada que recibió durante la dictadura a hijos mellizos de Raquel Negro, a días del nacimiento. “Porque era uno de los médicos que estuvieron ahí, él suponía que la niña ingresó primero y como lloraba tanto trajeron a su mellizo para que la acompañara”, dijo la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. “Como parecía que el varoncito no estaba muy bien de salud, por eso su ingreso fue posterior a la niña, deciden poner a los dos hermanitos juntos para superar de alguna manera la soledad en la que se encontraron en el lugar de internación.”
El llanto, la soledad de esos dos bebés, y un cuadro que está cambiando con el avance de la causa: la enfermedad de aquel niño de la que hablan una y otra vez los testigos, que siempre puso en duda su supervivencia, es descartada por las querellas convencidas a esta altura del juicio que todos los testimonios aportan nuevas evidencias de que el niño vivió. El niño, que es el hermano de quien ahora es Sabrina Gullino, en tanto sigue desaparecido.
La reunión de Estela de Carlo-tto en el año 2000 fue con el médico Miguel Torrealday, uno de los cuatro dueños del Instituto Privado de Pediatría. Participaron él, una hija, Estela y entre otros la entonces abogada de Abuelas, Alcira Ríos. Mientras Estela declaró, los jueces, fiscales y querellas intentaban entender la fiabilidad del relato del doctor. Preguntaron por el libro de registros que él llegó a mostrarle. O desde cuánto tiempo antes tuvo esa información. No lo dijeron, pero: ¿por qué demoró tanto en contarlo? Estela, sin embargo, volvió a la vieja escena sin sospechas, se detuvo y explicó. “Yo lo que creo es que el médico estaba preocupado en dar a conocer ese dato para la búsqueda de identidad de estos chiquitos: lo que él quería, creo yo, era sacarse un peso de encima, decir que sabía algo que había pasado en un instituto al que él pertenecía y no podía obviar que el origen podía ser el de los niños buscados por las Abuelas.”
Estela juró por “mi honor, por la patria, por Dios, que voy a ser veraz”. Explicó que viajó a Paraná en 2000 porque se iba a exhibir una película de niños secuestrados durante la dictadura. “Y se me convocó a encontrarme con un médico pediatra”, dijo. “El médico me dijo tener información importante sobre nuestra búsqueda y eran datos necesarios para nuestra tarea. Fuimos al Instituto Privado de Pediatría, cuando me expone que en 1978 habían llegado en diferentes fechas dos criaturas recién nacidas y cuyo origen y responsables, que están acreditados en el libro de actas de ese Instituto, era de origen militar. Fueron registrados una niña y un varón con pocos días de diferencia, seis días de diferencia, en el mes de marzo de 1978.”
Después, los dos niños, dijo, “egresaron el mismo día”. “El pago por los gastos de esos bebés los hizo la persona que los retiró, cuyo nombre no figura en los libros y el médico me mostró y me dijo que esos nombres también él los ignoraba.” A Torrealday le llamó la atención la cobertura de los gastos porque “todos los demás recién nacidos eran asumidos por una obra social o tenían un origen claro –dijo Estela–, menos estos dos que eran provenientes del Ejército”. Enterado, “supongo de la actividad de las Abuelas, facilitó las fotocopias del libro de ingreso y egreso que nosotros estudiamos con posibilidades de que sean los hermanitos buscados por las Abuelas”. En diciembre de 2008, Sabrina recuperó su identidad. “Y estamos en búsqueda de su hermanito, su mellizo, que posiblemente nuevos datos ayuden a encontrarlo y devolverle sus derechos conculcados.”
Miguel Torrealday era socio del Instituto. Ya declaró en el juicio, y también lo hicieron sus socios. Ninguno dijo haber sabido nada de los niños, un dato extraño para las querellas. Ana Oberlin es querellante de la causa. “El lugar es muy pequeño, tenía una capacidad máxima para ocho bebés, no era enorme, la sala era muy pequeña: los niños estuvieron 23 días la nena y 17 días el varón, en modo alguno pueden haber desconocido esa presencia si ellos además eran quienes atendían a los bebés, como dijeron las enfermeras, e ingresaban constantemente.”
El juicio por los crímenes del Hospital Militar de Paraná, ahora centrado en la apropiación de los hijos de Raquel Negro y Tulio “Tucho” Valenzuela, suma nuevos datos cada día. El miércoles declaró bajo juramento Eduardo “Tucu” Constanzo, ex personal civil de inteligencia (PCI) del Segundo Cuerpo de Ejército, cuyo testimonio alguna vez fue clave para encontrar a la niña. Constanzo les pidió a los jueces que investiguen al oficial Paul Navone, que está muerto: “Háganle estudios de ADN al hijo y sobrino de Navone que vive en Casilda –explicó–, porque siempre se comentó que Navone tenía un hijo de desaparecidos o él o el hermano”.
Una parte de las sugerencias de Constanzo se investigan hace tiempo en una causa paralela: todas las hipótesis son importantes, dijeron, por más descabelladas que parezcan. Más allá de Constanzo, el juicio aportó otros datos. Durante la instrucción se habían recogido pruebas porque varios ex empleados del hospital y del instituto se animaron a decir algunas cosas pero no explicaron demasiado: “En el contexto de este juicio –aclara Oberlin–, al participar y hablar en un escenario más ritualizado, salieron detalles que no teníamos hasta ahora y sin duda se abre con más fuerza la certeza de que el mellizo vive”.
Hubo referencias precisas sobre cómo fueron esos primeros días de los niños. Quedó claro por los testimonios, por ejemplo, que si un niño moría, no se lo anotaba en los libros de egresos. Y una de las preguntas que se cree que los médicos del instituto deberían responder es qué paso con el niño, por ejemplo, desde el momento en que salió del Hospital Militar y entró al Instituto de Pediatría. Oberlin cree que durante esos seis días pudo haber sido operado por el problema de cardiopatía y cree que son los médicos quienes deberían saberlo. Otro de los datos que no cierran es un eje sobre los documentos. Una de las fiscales le preguntó a Estela de Carlotto si en aquel año 2000, el médico le dijo que habían perdido todas las historias clínicas en una inundación. Esa fue una de las explicaciones que él mismo dio durante la audiencia. “Es muy sospechoso –aceptó Estela– que desaparezcan datos que nos pueden llevar a perseguir a los depredadores.”
“Un acto totalmente injusto”
Después de Estela de Carlotto, declaró desde Buenos Aires para el juicio del Hospital Militar de Paraná Miguel Bonasso. El periodista, ex integrante de la organización Montoneros, estuvo con Tulio “Tucho” Valenzuela en México cuando Tucho llegó en una operación clandestina de los militares y denunció que lo habían llevado para ejecutar a los dirigentes de la organización. La denuncia puso en riesgo la vida de Raquel Negro, que seguía de rehén en un centro clandestino en Argentina. Pese a eso, Bonasso recordó que alguna vez supo que ella estaba orgullosa de su marido. “Si fue así, ¿por qué la organización sometió a Tulio a un juicio revolucionario? ¿Por qué lo degradó?”, preguntó, palabras más, palabras menos, de pronto el presidente del Tribunal Oral Federal, Roberto López Arango, para sorpresa de la sala.
“La razón por la que la cúpula lo sometió a juicio fue un acto totalmente injusto, que motivó mis críticas y fue uno de los factores que me llevaron a la ruptura”, dijo Bonasso. “Porque fue un acto stalinista, creo que Tucho tuvo un comportamiento heroico y tan heroico como cuando lo mandaron al país para una cita envenenada, y se tomó la pastilla de cianuro y murió porque era dable suponer lo que le habrían hecho estos asesinos si lo hubiesen podido capturar vivo. Lo eludió por la pastilla, esto muestra que la conducta coherente y congruente era una marca orgullosa de él y de lo que la degradación significó.”
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-177399-2011-09-23.html
25 Sep
El eslabón perdido de una historia escalofriante
El juicio por el robo de bebés nacidos en cautiverio durante la dictadura en el Hospital Militar de Paraná quedó a un paso de la instancia del pronunciamiento de los alegatos. Al cerrar la etapa de audiencias, quedaron registrados testimonios de la tarea macabra de los represores, contada en primera persona por alguien que participó. Pero la historia juzgada tiene un tramo que se interrumpe, el que habla del destino de uno de los niños robados.
por Jorge Riani para El Diario
jriani@eldiario.com.ar
En la cadena de testimonios, hay un eslabón que se pierde. Justo aquel que refiere al momento en que un niño recién nacido es retirado de un instituto privado de medicina y lo llevan hacia un lugar del que no se sabe, precisamente, por el extravío de ese eslabón. Se pierden los nombres propios y los lugares. Dónde está el niño; quién lo llevó.
El niño es uno de los hijos mellizos, el varón, que nació en cautiverio de Raquel Negro, su madre, y en su propio cautiverio y de su hermana melliza, Sabrina Gullino. Tras haber nacido en los primeros días de marzo de 1978 en el Hospital Militar de Paraná, fue retirado del lado de su mamá y lo trasladaron al Instituto Privado de Pediatría (IPP).
Si algo se sabe de la historia es porque en cada tramo hubo algún testigo que aportó datos. Y datos sobre datos, se conformó el relato. Se reestableció la historia.
El rol de los testigos en esta historia real, dramática y conmovedora, evoca al cautivo-testigo de “El Entenado”, aquel único sobreviviente de un barco asaltado al que los integrantes de una tribu antropófaga dejan vivo, precisamente, para que mire y cuente. Habían matado a todos los otros en forma sanguinaria y cruda. En la lógica creada por Juan José Saer, parecería que la tribu necesitaba ser observada para existir. Como sea, el relato, que se basa en una leyenda concreta de esta zona Litoral en años de la conquista española, trascendió por ese testigo. Pero eso es literatura.
En esta historia que se ventiló en Paraná, en lo que se conoce como el juicio por el Caso Hospital Militar, hay protagonistas vivos; es el drama contemporáneo, con la continuidad de un delito, como la desaparición forzada de personas y la sustitución de identidad aún en ejecución.
Y los testigos que aportaron las piezas para reconstruir la historia son enfermeras, empleados, administrativos, periodistas con la puntual excepción de militares y médicos.
Los militares y los médicos coincidieron en algunas frases: “no me acuerdo” y “yo no estuve”. El eslabón se pierde allí, aunque el trabajo que queda por delante es establecer si lo que dijo un testigo –un ex colaborador de la dictadura que reveló ya en un juicio previo por el cual fueron condenados cinco de los seis procesados– conduce hacia ese eslabón, hacia la respuesta adeudada: dónde está el mellizo varón, hijo de los militantes desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela.
El testigo es Eduardo Costanzo, un oscuro personaje que habló. Su relato constituyó una pieza de terror narrada en primera persona, y la veracidad de sus dichos fue remarcada por él mismo cuando dijo que la prueba de que no mentía era que Sabrina Gullino pudo ser hallada porque él denunció que tras ser robada fue abandonada en el Hogar del Huérfano de Rosario. “Me siento orgulloso de que Sabrina haya recuperado su identidad por mí”, se jactó en plena audiencia.
Costanzo aseguró ahora que al hermano de Sabrina lo robó un militar llamado Paul Navone. Se trata de un represor que se quitó la vida de un disparo en la sien el mismo día que debía venir a declarar por esta causa en la instancia de instrucción, ante la jueza Myriam Galizzi.
“Háganle un ADN al hijo de Navone, que el día que se mató lo mandaron a España, y al hijo del hermano de Navone, que vive en Casilda. Allí era vox populi que Navone tenía un hijo de desaparecidos, o él o el hermano”, dijo en la audiencia.
BRUTALIDAD
La declaración de Costanzo constituyó, quizás, la primera oportunidad en que se habló públicamente en Entre Ríos sobre la dictadura de una manera tan cruda, con detalles de la obra siniestra. Fue el relato de la dictadura vista en sus recodos más oscuros y descriptos para el mundo entero.
El robo de los mellizos Negro Valenzuela fue contextualizado en una obra criminal de gran envergadura, como fue la matanza de 16 militantes en la quinta personal de otro de los procesados, el militar Juan Daniel Amelong.
Costanzo habló de “la patota” al referirse al equipo represivo que integraron los procesados Amelong, Pascual Oscar Guerrieri, Jorge Alberto Fariña, Walter Salvador Pagano y Marino Héctor González. “Estos no eran combatientes; eran delincuentes, ladrones”, comenzó definiendo el colaboracionista al que el Ejército le puso el nombre de “Castro”.
Contó cómo mataban y robaban. El testimonio da cuenta de un perturbador nivel de cinismo generalizado entre los represores.
Las crónicas del día, las de los diarios de la jornada siguiente, no registraron todo lo que dijo porque Costanzo se explayó por fuera de los límites del hecho juzgado. Cómo síntesis, superada la inmediatez de la noticia, vale dejar registrado esa descripción del accionar represivo que hizo el testigo.
Dio cuenta que los represores eran los dueños de la vida y de la muerte. Pero también de los bienes que tomaban con la más descarada impunidad. “Uno le hizo hasta de ladrón a ellos”, dijo el personaje, en su rol ahora de testigo, con traje formal y corbata multicolor estampada de personajes de Walt Disney.
Ilustró su afirmación con una oscura anécdota. Dijo que cuando el procesado Fariña iba a ser trasladado a Posadas, sabía que necesitaría una lancha para disfrutar del Río Paraná, una camioneta y un auto nuevo. Entonces la patota robó las tres cosas y el militar se las llevó como propias.
Sobre la matanza de los militantes en la quinta de Amelong contó que simularon que iban a liberar una presa y entonces organizaron un almuerzo. En torno a la mesa había represores y presos políticos. Comieron, tomaron, brindaron, charlaron. Para coronar el almuerzo pusieron dos botellas de whisky. Una para los militares y otra para los presos. Ésta última estaba envenenada. Los presos fueron cayendo uno a uno y los que peleaban contra la muerte estallaban en llanto. La mujer que iba a ser liberada fue una de las que lloró. Lloró hasta caer muerta y su cuerpo, como los otros quince, recibió un tiro de gracia. Ese testimonio se escuchó esta semana en Paraná.
VUELOS DE LA MUERTE
Acusó puntualmente a Marino González de ser quien tiraba los cuerpos de los presos muertos o sedados al mar. “Sebastián y Sabrina –dijo hablando para los hijos de Raquel Negro, el primogénito y la melliza encontrada, que presenciaron todo el juicio– miren bien a este hombre porque es el último que toca a su madre. Él es el que tiraba la gente desde los aviones”. “Sebastián –agregó–, ese la mató a tu madre; la tiró al mar para que la coman los tiburones”. Y agregó que el acusado le contaba “cómo flameaban en el aire los cadáveres que tiraba desde el avión, y cómo se manchaba de sangre el agua cuando golpeaban”.
Según el testimonio, Raquel Negro fue asesinada y arrojada al mar, como los otros militantes. Los cadáveres de los 16 habían sido cargados en un camión Mercedes Benz y se sumó el cuerpo de la militante que fue llevado a la quinta de Amelong –también llamada La Intermedia, porque está entre Rosario y Santa Fe– en el baúl de un Peugeot 504, atado de pies y manos.
Pascual Guerrieri está considerado como el mandamás de la patota, que actuaba con el nombre castrense de “Jorge Roca”. De él Costanzo dijo que se quedó con la plata de un retroactivo que debía cobrar y que mató, que robó, que fue el que mandaba a la tropa de represores.
Por eso, al día siguiente, ya sobre el final de la semana, Guerrieri quiso hablar. Si bien desmintió que haya estado él en los operativos represivos, se mostró verdaderamente indignado porque no se quedó, dijo, con el dinero de Costanzo. No, eso no.
Pero confirmó que en el marco de la represión ilegal, los militares tuvieron campos de concentración para los prisioneros y agregó, quizás en un lapsus linguae: “Costanzo también conoció, participó y ejecutó”.
“Esto fue una guerra, y en toda guerra hay campos de concentración”. Pascual Oscar Guerrieri tiene una singular opinión sobre la tarea represiva por la que ya fue condenado en Rosario. Lo demostró en la última audiencia del juicio oral y público que ahora quedó en instancias próximas a los alegatos en los tribunales federales de Paraná.
Fuente: http://www.eldiario.com.ar/diario/interes-general/nota.php?id=21048
25 Sep
Sebastián Álvarez: «Queda claro que nuestro hermano no murió»
Culminó la etapa de testimoniales en el juicio oral y público de la causa Hospital Militar. Sebastián Álvarez, hijo de Raquel Negro y parte querellante, realizó un análisis de las 14 audiencias y las conclusiones. También se refirió a las responsabilidades de los médicos y socios del Instituto Privado de Pediatría (IPP). El Tribunal dispuso un cuarto intermedio hasta el 4 de octubre.
«Queda claro que nuestro hermano no murió, que alguien se lo llevó», dijo al móvil de LT14. También se refirió a las responsabilidades de los médicos y socios del Instituto Privado de Pediatría (IPP) en el destino del mellizo varón.
Un cuarto intermedio hasta el martes 4 de octubre fue dispuesto por el Tribunal en el primer juicio por delitos de lesa humanidad que se tramita en Paraná. Ese día, se espera la ampliación de la declaración indagatoria del imputado Juan Daniel Amelong, tras la solicitud realizada este jueves. Luego, comenzarán las etapas de alegatos. Además, se informó que el propietario del IPP Jorge Rossi ni está en condiciones de declarar, por lo que se introducirá por lectura su testimonio de la instrucción.
[audio:http://mesajuicioycastigo.com.ar/causahospitalmilitar/files/2011/09/sebastian-Álvarez-queda-claro-que-nuestro-hermano-no-murio.mp3|titles=sebastian-Álvarez-queda-claro-que-nuestro-hermano-no-murio]23 Sep
Baella dijo que Torrealday no puede explicar el ingreso de los mellizos al IPP
Tras desarrollarse en el Juzgado Federal de Paraná la 14º audiencia del juicio de la Causa Hospital Militar, Alvaro Baella, abogado querellante de Abuelas de Plaza de Mayo y de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación dialogó con LT14. Indicó que queda claro que hay una situación que el médico Miguel Torrealday no puede explicar y es cuando Estela de Carlotto le pregunta por qué «hay diferencia en el ingreso de los niños al Instituto Privado de Pediatría (IPP)».
En diálogo con el móvil de LT14, Baella se refirió a la declaración realizada este jueves a través de una videoconferencia de Estela de Carlotto y rescató que es evidente que hay una situación que Torrealday «no puede explicar que es cuando Estela le pregunta el por qué de la diferencia (de días) del ingreso de los dos niños (al IPP) e intenta una respuesta que no puede explicar. Dice que la niña lloraba y por eso le traen al mellizo. Ahí es donde se está encubriendo la responsabilidad del conocimiento de esta irregularidad y de estos ingresos», resaltó el letrado.
23 Sep
Carlotto y Bonasso declararon en la causa del Hospital Militar de Paraná
La titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y el diputado nacional Miguel Bonasso declararon ayer en el juicio.
La titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y el diputado nacional Miguel Bonasso declararon ayer en el juicio que investiga la supresión de identidad de los hijos mellizos de la militante desaparecida Raquel Negro, nacidos en el Hospital Militar de Paraná. Los jueces del tribunal oral federal de esa ciudad también completaron inspecciones al nosocomio castrense y al Instituto Privado de Pediatría (IPP), donde fueran derivados los bebés.
A través del sistema de videoconferencia, Carlotto contradijo a uno de los socios propietarios del IPP, Miguel Torrealday, quien declaró al tribunal que no recordaba el paso de los mellizos por el instituto. La titular de Abuelas aseguró que el médico, hace 11 años, le manifestó conocimiento sobre la internación de los bebés de Raquel Negro en esa clínica.
«El suponía que como la niña que había ingresado primero lloraba, trajeron su mellizo para que la acompañara, siendo que pareciera que el chiquito no estaba muy bien de salud, por eso su ingreso fue posterior al de la hermanita», relató Carlotto.
El encuentro entre Carlotto y Torrealday se produjo en el año 2000 y el médico se mostraba preocupado por haber supuestamente descubierto la anotación de bebés NN en el libro de ingresos del IPP.
«Torrealday me dijo que los retiraron unas personas pero que no las conocía. No recuerdo que haya dicho si él estaba presente», sostuvo la dirigente. «Simplemente dijo: «Los trajeron, está asentado el origen de quiénes los trajeron; los retiraron y está asentado el origen de quiénes los retiraron y el pago por parte de esas personas» que no dijo saber quiénes eran», declaró Carlotto.
Recuerdos. El diputado nacional ratificó lo publicado en su libro «Recuerdos de la muerte», en base a los testimonios del sobreviviente Jaime Dri y de la pareja de Raquel Negro, Tulio Valenzuela. Al igual que Dri la semana pasada, el legislador responsabilizó a los imputados por el cautiverio de Raquel Negro en los centros clandestinos de detención de Rosario y su traslado al Hospital Militar de Paraná para dar a luz.
El legislador relató el encuentro que tuvo durante la dictadura en México con Tulio Valenzuela: «Me dijo que había venido con un grupo de inteligencia militar de Rosario, enviado por (Leopoldo) Galtieri» y que «en la Quinta de Funes había quedado de rehén su compañera, que estaba embarazada de seis meses, y su pequeño hijo Sebastián». Valenzuela se fugó, luego regresó al país, pero finalmente fue apresado y sigue desaparecido.
Bonasso reveló que en la charla que mantuvo tiempo después con el sobreviviente de la Esma y de la Quinta de Funes, Jaime Dri, se enteró de que Raquel Negro «había tenido mellizos en el Hospital Militar y que después la mataron».
En la causa se investiga la responsabilidad de los represores Jorge Fariña, Marino González, Juan Daniel Amelong, Pascual Guerrieri y Walter Pagano y del médico Juan Zaccaría en la desaparición de Negro y el destino de sus hijos mellizos que dio a luz en 1978 en el Hospital Militar de la capital entrerriana. Una de esos mellizos es Sabrina Gullino, quien fue abandonada en un convento de Rosario y de donde fue adoptada legalmentee. La mujer restituyó su identidad en diciembre de 2008, mientras que su hermano continúa siendo buscado.
Recorrida. Posteriormente, el tribunal inspeccionó el Hospital Militar y el IPP, con la participación de testigos. La propia Sabrina Gullino pudo ingresar a la guardia médica del hospital, donde estuvo detenida su madre Raquel Negro; a la sala de partos donde nacieron ella y su hermano y a la sala de terapia intensiva, donde ambos estuvieron internados luego del nacimiento.
En el IPP, la comitiva judicial inspeccionó la sala de neonatología, donde los hijos de Negro permanecieron internados durante poco menos de un mes en marzo de 1978, y el guía fue uno de los propietarios de la clínica, Miguel Torrealday, quien volvió a ser cuestionado.
«En el IPP es muy pequeño el espacio para los bebés, y eso quiere decir que es imposible —como declararon ante el tribunal— que los cuatro médicos (que declararon, entre ellos Torrealday) no los vieran, sobre todo por las pequeñas dimensiones de la sala para las incubadoras y camitas», dijo la abogada de la Secretaría de Derechos Humanos Ana Oberlin.
De ambas medidas de prueba también participaron Guerrieri, Fariña y Amelong, este último, por su condición de abogado que ejerce su autodefensa, inclusive se permitió hacer preguntas a los testigos. Esta peculiar situación de Amelong volvió a ser cuestionada por los abogados de la querella, teniendo en cuenta que el Colegio de Abogados de Rosario lo expulsó de su matrícula.
“Hay esperanzas”
Sabrina Gullino, hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, expresó que este juicio permite “hacer la lectura de cómo son los procesos de construcción de verdad; pensábamos que mi hermano estaba muerto, pero luego comenzó a cobrar mucha fuerza que ese bebé está vivo. Tenemos esperanzas”.
Quien advirtió sobre esa posibilidad fue el represor Eduardo Costanzo, que en su declaración del miércoles dijo que el bebé podría haber sido apropiado por el ex oficial de inteligencia militar Paul Navone. “Conocíamos el testimonio de Costanzo desde hace tiempo, pero fue muy impresionante escuchar ese relato en vivo y en directo y escucharlo de su propia boca. El testimonio suena veraz por la cantidad de detalles que brindó”, señaló Sabrina. Añadió que “es muy importante que Costanzo declare, y la hipótesis que cobra fuerza es que mi hermano está vivo, pero —aclaró— nosotros somos conscientes de dónde proviene el testimonio, pero igual entendemos que es un testigo clave”.
Esa hipótesis también se apoya en “un acta de ingresos y egresos del Instituto de Pediatría del 27 de marzo en la cual nos dan de alta a mí y a mi hermano”.
http://www.lacapital.com.ar/politica/Carlotto-y-Bonasso-declararon-en-la-causa-del-Hospital-Militar-de-Parana-20110923-0006.
23 Sep