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Dia 9: Según sus propios dueños, el IPP era un descontrol
Los socios del Instituto de Pediatría siguen manifestando su desconocimiento sobre quién atendió y dio de alta a los hijos de Raquel Negro. Admitieron que “cualquiera podía retirar” a un paciente sin acreditar que era familiar. Luego de un careo entre Vainstub y Schroeder, y de una ampliación testimonial de Torrealday, quedó claro que éste último cumplía el rol de encargado de Neonatología.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
En la novena jornada del juicio por el robo de los hijos de la detenida-desaparecida Raquel Negro, los socios del Instituto Privado de Peditaría (IPP) hicieron hincapié en la falta de control sobre lo que hacía cada médico que internaba niños en la sala de Neonatología e incluso sobre la entrega de los bebés dados de alta.
Los pediatras David Vainstub y Ángel Schroeder no aportaron datos sobre la internación en el IPP de los niños, registrados como NN López y Soledad López en marzo de 1978, sino que se mantuvieron firmes en su postura de que no vieron ni escucharon lo que sí conocieron enfermeras del lugar: la internación de hijos de una “guerrillera” a los que nadie iba a visitar y que estaban en cunas rotuladas con carteles donde se leía “NN”.
La audiencia tuvo como particularidad el careo al que sometieron a Vainstub y Schroeder, a pedido de las querellas y con la adhesión de los fiscales. El objetivo era dilucidar si Miguel Torrealday era o no el jefe del servicio de Neonatología, como había mencionado el primero y rechazado el segundo. Finalmente, luego de un intercambio, se pusieron de acuerdo en que cumplía ese rol en la práctica durante la época de los hechos. Entonces, el Tribunal dispuso que fueran a buscar a ese profesional a su domicilio para que ampliara su testimonial. Media hora después, Torrealday dijo que si bien «no había una figura de encargado», sus colegas lo consultaban porque era quien «tenía más experiencia y más conocimiento».
El interés radicaba en conocer quién tomaba las decisiones en la unidad del IPP donde estuvieron internados los niños y desde donde fueron entregados a una pareja que supuestamente se los llevaba en adopción, según el relato de una enfermera de la clínica. Se supone que el encargado pudo haber tenido contacto con los niños y haber tenido conocimiento del alta, pero Torrealday insistió con que no sabe nada.
“Cuando se inició, el IPP era una institución abierta, los médicos de todo Paraná venían con el chico, lo internaban, lo seguían, los medicaban y hasta le daban el alta. Cualquier médico de la ciudad podía internar sin que nosotros intervengamos. Era el médico de cabecera, al que se le daba mucha importancia. El IPP no hacía ningún seguimiento”, sostuvo Vainstub, argumentando su ignorancia sobre lo que pasó en la clínica con los niños, de lo cual “se desayunó” cuando vio los libros con los registros de NN, muchos años después.
Además de no controlar a los profesionales, tampoco lo hacían con los registros de ingreso y egreso a Neonatología: “Los hacían en la enfermería y la chica administradora que había en ese momento (ya fallecida). Yo nunca intervine en el asentamiento de ningún dato en ningún libro. No me consta si alguno de los socios efectuaba un control sobre los libros”, dijo el mismo testigo.
El caos puesto de manifiesto era tal que “el alta lo ordenaba el médico de cabecera” y “no había control de quién retiraba el bebé, cualquier persona podía ir y decir que iba a retirar el bebé”.
Schroeder, por su parte, señaló que a los niños internados “los controlaba el médico de cabecera, que podía ser cualquier médico de Paraná” y los dueños no ejercían control sobre eso “salvo urgencias”. Además en la parte administrativa ni él ni sus socios “veían los registros que ahí se llevaban” y “el alta se hacía (en la oficina) donde estaban las enfermeras” de modo informal: “No se le pedía ninguna documentación a quien retiraba los niños, nada, desgraciadamente no. Podía ir cualquiera”.
Torrealday, en la ampliación de su testimonial, insistió con ese concepto: “Modificarle la conducta de los colegas era dificílisimo y se enojaban cuando uno les revisaba las historias clínicas”.
Quién era el jefe
Entre Vainstub y Schoreder surgió una contradicción referida a quién era el jefe o encargado del servicio de Neonatología en 1978. El primero señaló que Torrealday era “el encargado” de la unidad y “posiblemente” cumplía el rol de médico de cabecera cuando un paciente no lo tenía, como habría sido el caso de los mellizos. Precisó que tenía la función de “entrar a la institución a ver que todo funcionara, que no faltaran elementos, si los pacientes estaban atendidos, con medicación, si iban los médicos de cabecera”.
En tanto, Schroeder afirmó que “no había jefe del servicio de Neonatología”, pero “generalmente Torrealday era el que comandaba”. Luego se rectificó y dijo que sólo atendía a sus pacientes, pero igualmente admitió que “controlaba los honorarios, lo que le correspondía a cada uno”, compraba los materiales y los medicamentos, y fue quien “organizó” el servicio.
Cuando los carearon, Schroeder aceptó que, si bien no existía la figura de jefe, Torrealday cumplía ese rol en la práctica. Vainstub, en tanto, se corrigió y dijo que el control del servicio que hacía ese médico era sobre los insumos y no sobre los pacientes.
Finalmente le preguntaron a Torrealday y dijo que él “no se sentía el encargado” pero por ser el jefe de Neonatología del hospital San Roque “tenía más experiencia y más conocimiento” y lo consultaban cuando había algún problema. Además dijo que fue él quien “ideó” el servicio en el IPP.
La ambulancia y la discordancia
Vainstub manifestó que en 1978 el IPP no tenía ambulancia, sino que recién adquirieron una –marca Rambler– después de ese año. La jueza Lilia Carnero le llamó la atención: “Usted dice taxativamente que en esa época no tenían ambulancia pero no se acuerda de otra situación más importante como la internación de dos chicos durante 20 días”. Y le remarcó “las discordancias de su memoria, sobre hechos nimios y hechos importantes”.
“Lo que estoy diciendo es la verdad que tengo y mi verdad es bastante limitada porque en Neonatología yo prácticamente no participaba. Pueden haber hecho el traslado en un vehículo particular, era muy precarios los traslados, con una incubadora y un tubito de oxígeno”, respondió.
Schroeder también afirmó que “a ambulancia se compró “después del 78”. Sin embargo, durante la jornada también se escuchó el testimonio de una ex empleada de administración de los consultorios externos del IPP, quien aseguró que en 1978 la clínica tenía una ambulancia que “buscaba a los prematuros”, la cual “era como ranchera que la habían adaptado”. Allí iba el médico de guardia de Neonatología, que era el mismo que estaba de guardia en los consultorios.
El dato resulta clave para determinar quién era el médico que estaba de guardia cuando fueron a buscar los hijos de Raquel Negro en el Hospital Militar, según una enfermera de este nosocomio, en una ambulancia del IPP con un pediatra de la misma institución.
“Descabellado”
Vainstub contradijo a una enfermera que había manifestado que su esposa iba a ver por curiosidad a un bebé que “era hijo de una extremista”. Lo explicó así: “Es una cosa inverosímil. Yo personalmente trabajaba todo el día y vivo a una cuadra del Instituto; mi mujer iba con los chicos para que jugara un ratito. Eso sí, puede ser. Pero que vaya directamente a ver un chico, me parece una cosa descabellada”.
10 Sep
Día 8: El médico al que el Tribunal acusa de omitir información
Declaró Torrealday, uno de los socios del IPP, dijo desconocer quién atendió a los bebés de Raquel Negro y lo entregó a los apropiadores. Además, una empleada del Hospital Militar aportó a la investigación y habló sobre la relación entre el nosocomio y el terrorismo de Estado.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
La octava jornada del juicio oral y público por la causa Hospital Militar estuvo centrada en lo sucedido en el Instituto Privado de Pediatría (IPP). Uno de sus titulares, Miguel Torrealday, evitó dar precisiones sobre quién pudo anteder a los hijos de Raquel Negro y el Tribunal le reprochó estar “omitiendo información”. Dos enfermeras de esa clínica corroboraron que allí estuvieron internados los mellizos y una de ellas contó inclusive cómo fue el instante en que una pareja los retiró en una aparente adopción. Además, una empleada de laboratorio del nosocomio castrense dijo que tuvo conocimiento del caso por comentarios y contó detalles de la relación entre la institución y la represión ilegal, involucrando a Zaccaría.
El socio del IPP aseguró desconocer qué profesional atendió en esa institución a los hijos de la detenida-desaparecida Raquel Negro, en marzo de 1978, y quién los otorgó en una supuesta adopción que en realidad era parte del plan de sustracción de los represores.
Torrealday declaró este jueves como testigo. Visiblemente nervioso, respondió durante más de una hora a las preguntas tendientes a establecer precisiones sobre la derivación de los niños a la clínica que dirigía, desde la Terapia Intensiva del nosocomio castrense, y sobre cómo se produjo el robo de los mismos.
El testigo, quien juró por Dios y los Santos Evangelios, dijo estar “comprometido con la búsqueda de la verdad”, pero aseguró que no se acuerda de la internación de los bebés, sino que se enteró mucho tiempo después revisando los libros junto a la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carloto, donde aparecían registrados como NN López y Soledad López: “Yo no estaba en conocimiento de esto, para mí fue una sorpresa. Quienes participamos de esta sociedad (por los socios del IPP), estamos comprometidos y queremos saber quién fue el médico que atendió a estos pacientes. Si ingresaron por la guardia tienen que haber sido médicos diferentes, porque hacíamos guardia cada siete u ocho días; pero si fueron orientados hacia un médico en especial, él pudo haber tenido oportunidad de haberlos visto. Queremos saber quién fue el médico porque nos puede aportar la información para recuperar el niño perdido”.
—Usted no puede decirle al Tribunal “queremos saber”. Ustedes deben saber. Ustedes tienen la clave para saber, por eso tienen que hacer memoria –le advirtió la jueza Lilia Carnero.
—Trabajábamos muchos médicos, no sólo nosotros cuatro (por él y sus socios Vainstub, Schroeder y Rossi). La internacion era abierta y cada uno venía e internaba sus pacientes –respondió Torrealday.
Más adelante, el presidente del Tirbunal, Roberto López Arango, aseguró: “Me extraña que ninguno de los cuatro médicos supiera lo que sabían todas las enfermeras”. El testigo insistió en que no tenía conocimiento.
—Creo fervientemente que usted omite información. Yo creo que usted sabe –le increpó luego Carnero.
—En mi caso personal no es así –respondió.
Torrealday sostuvo durante su testimonio que durante aquellos años el IPP era una clínica “abierta”, en la cual cualquier médico de Paraná podía ingresar a su paciente cuando necesitaba los servicios de Neonatología. Ése es uno de los motivos por los cuales dijo desconocer quién estuvo a cargo de la atención y alta de los hijos de Raquel Negro. “Para nosotros es un problema de confianza. No quisiéramos que se repita esta situación”, señaló. Argumentó que “no había control de los profesionales”, que no los “chequeban”, porque se conocían.
Cuando le preguntaron qué profesional pudo haber tenido contacto con los niños, dijo: “Es la pregunta del millón. Ésa es una de las cosas que nos venimos preguntando permanentemente”.
Los datos verdaderos de los mellizos y del médico que los atendió, se debieron haber inscripto en las historias clínicas. Pero esta documentación, según manifestó, ya no existe: “En el año 80 se hizo el Sanatorio de Niño, ampliamos la sociedad y se unificó la administración. Las historias clínicas se depositaron en un sótano que se inundó y se inutilizaron”.
Tampoco existen las planillas de guardia, que permitirían saber quién los atendió. “No las tenemos a esas planillas. Me duele decirlo porque no quiero ser parte de lo que se dice, la corporación médica”.
Además de Torrealday, también declararon otros tres testigos vinculados al Instituto de Pediatría. Se trata de enfermeras de Neonatología, dos de las cuales aportaron datos de interés para la investigación.
Una de ellas aseguró que vio a un par de mellizos rotulados como NN en incubadoras. Sus expresiones permiten suponer con alto grado de certeza que se trata de los niños de Negro: dijo que eran un varón y una mujer, que «la nena era más gordita y el nene era más chiquito» y que nunca vio a los padres.
«Como no iban a visitarlos, a veces nosotros los agarrábamos como hijos y los teníamos de un lado y para el otro», explicó, haciendo el gesto de alzar un bebé y mecerlo.
La mujer dijo no saber qué pasó con los bebés, aunque supuso que «le habrán dado el alta». Esto echaría por tierra la versión de que el bebé varón falleció.
La otra enfermera del IPP que aportó datos habló de un bebé –no recordaba el sexo– que había sido derivado del Hospital Militar y estaba en una incubadora. Dijo que no era visitado por familiares, pero se decía que era «hijo de una extremista» y que lo «dieron en adopción».
La mujer relató un hecho que le llamó la atención: Lo que vi fue a la esposa del doctor Vainstub, con amigas o familiares, que fueron a verlo a través del vidrio. Tenían curiosidad porque era el bebé de una extremista».
Dijo no recordar comentarios de quién se llevó el bebé, pero sí que vio cuando lo sacó un médico y «se cerró la puerta y ya…» No recordó qué médico era, pero aseguró que era uno de los cuatro médicos.
Sobre los presuntos adoptantes, indicó: «Eran un hombre y una mujer, nosotros los veíamos del otro lado de la puerta, pero no sé exactamemente si eran ellos los que iban a adoptar al bebé».
«Yo siempre tuve deseos de hacer esta declaración porque si yo tenía conocimiento y no lo decía no me sentía bien. Entonces, para mí fue lo mejor», acotó.
Vox pópuli en el hospital
Este jueves declaró también una ex empleada de laboratorio del Hospital Militar, quien dijo que escuchó por comentarios el caso de Raquel Negro y el nacimiento de sus hijos.
La mujer dijo ante el Tribunal: «Yo me enteré después, de oídas, que habían nacidos mellizos de una persona NN que habían traído de Rosario y que los habían llevado a Terapia porque eran varón y mujer y el varón estaba con problemas. Después no supe más nada qué pasó. No puedo precisar de quién eran los comentarios, eran las enfermeras, eran comentarios que andaban ahí».
«Creo que también comentaron que los habían derivado porque en Terapia no había elementos necesarios para atender a los bebés y en Maternidad tampoco. Creería que el parto se produjo en Maternidad del Hospital Militar porque la trajeron para eso precisamente a esa señora. No fue mediante cesárea porque hubiera yo ido a hacerle transfusión si es que la pedían. Los habían derivado al Instituto de Pediatría, que en esa época que estaba en calle España», añadió.
«No sé cuál fue el destino de la mamá, ni el nombre ni si quedó internada ahí», explicó. Luego agregó: «Los nombres de los bebés no se sabían porque iban como NN. No creo que los hayan identificado con nombre a los bebés».
Sobre Raquel Negro, dijo que «los comentarios es que la habían traído detenida desde Rosario. No sé quién ni de qué manera llegó ni qué día la trajeron ni si la derivaron directamente a Maternidad».
“Dentro de un rato se va a morir”
La misma testigo expresó que durante la dictadura se hacían análisis de sangre a personas identificadas como NN que estaban detenidas en el Batallón de Comunicaciones, donde funcionaba un Centro Clandestino de Detención.
También dijo que en una oportunidad tuvo que asistir a quirófano a realizarle una transfusión a un hombre herido de gravedad, que «perdía mucha sangre».
Según la mujer el anestisista, que era el imputado Juan Antonio Zaccaría, le dijo que no era necesario que clasificara grupo y factor porque «dentro de un rato se va a morir». Ella le contestó que era su trabajo y lo tenía que hacer.
«Esa persona falleció en la cirujía», señaló, y añadió que luego escuchó por comentarios que la persona en cuestión había sido traída en el baúl de un auto hasta el Hospital Militar.
Además, en ese episodio dijo que tres cirujanos participaron de la intervención quirúrjica: los médicos militares Carlos Bautista Suino, Mario Sergio Crocce y un tercero que no pudo precisar quién era.
“Esa situación me provocó tanta angustia que pensé ‘¡qué vida desperdiciada¡’. Y salí del quirófano, pasé por la sala 1 y tomé el teléfono de la sala, aunque no se podían hacer llamadas al exterior, disqué el número de una amiga y cuando me contestó no podía hablar porque estaba muy angustiada. Después nunca más lo conté ni lo dije a nadie hasta que hice la declaración. Nunca lo mencioné, ni siqueira con mi familia”, sostuvo.
Luego declaró otro técnico de laboratorio, quien si bien no escuchó sobre el caso de Raquel Negro, avaló la posibilidad de que haya estado internada en la guardia médica, como declaró días pasados otra testigo, ya que las instalaciones del lugar lo permitían.
Además dijo creer en los testimonios que han brindado las enfermeras, de los cuales dijo estar al tanto a través de los medios, porque «eran muy buen personal».
8 Sep
Día 7: Los que no vieron, los que no saben
y los que no quieren recordar
En el inicio de la tercera semana del juicio por el robo de los bebés de Raquel Negro, un técnico de laboratorio del Hospital Militar recibió una advertencia por sus respuestas poco convincentes y su falta de memoria. Otros testigos reconocieron haber escuchado los comentarios sobre el caso. Otros dijeron no haberse enterado de nada. Un médico del IPP describió detalles del funcionamiento de la Institución adonde fueron derivados los niños.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
En la séptima jornada del juicio por robo de bebés que se desarrolla en Paraná, este miércoles declararon seis testigos que no aportaron datos precisos sobre los delitos que se investigan: la sustracción y sustitución de identidad de los hijos mellizos de los detenidos-desparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela, nacidos en el Hospital Militar de esta ciudad en marzo de 1978. Uno de esos testigos fue un militar que durante la dictadura se desempeñaba como preparador de laboratorio en el nosocomio de avenida Ejército, quien reconoció haber escuchado el comentario sobre aquellos acontecimientos, pero dijo no haber visto nada. Su insistencia en remarcar su desconocimiento de los hechos, su alusión a la falta de memoria y sus respuestas evasivas y poco convincentes, motivaron que la abogada querellante Ana Oberlin –representante de Abuelas de Plaza de Mayo– le preguntara si fue amenazado antes de la audiencia. Su respuesta fue negativa. Además, le llamaron la atención porque podría estar incurriendo en el delito de falso testimonio.
Además, otros dos testigos dijeron que escucharon comentarios sobre el parto de una mujer detenida que había tenido mellizos en el Hospital Militar; mientras que otros tres aseguraron que desconocían por completo esos hechos, salvo por lo que se enteraron ahora por los medios.
La primera en declarar fue una instrumentadora quirúrgica del Hospital Militar, quien aseguró que sigue el caso “por televisión” y que le da “mucha lástima esa chica que anda buscando al hermanito”. Sin embargo dijo que no tiene conocimiento del nacimiento de los bebés en ese nosocomio ni de su internación en Terapia Intensiva.
Además declaró un médico pediatra que detalló cómo era el funcionamiento del área de Neonatología del Instituto Privado de Pediatría (IPP), donde se desempeñó desde mayo de 1978. Dijo desconocer la internación de los hijos de Raquel Negro en esa institución –derivados del Hospital Militar– en marzo de ese año.
Luego fue el turno de una empleada –los nombres se preservan por razones de seguridad– que se desempeñaba en el consultorio externo de Ginecología del hospital y que negó haberse enterado del parto de Raquel Negro, ni directamente ni por intermedio de terceros. La mujer defendió a la institución del Ejército: «Nunca vi nada, ningún movimiento raro de custodia, nunca», dijo. Y agregó: «Todos los internados, que yo sepa, estaban bien registrados, bien atendidos, tenían una atención muy buena».
Le siguió una enfermera de Terapia Intensiva del nosocomio, que aseguró no haber tenido contacto con los bebés cuando fueron internados en ese servicio, pero sí que algunos de sus compañeros le contaron sobre lo sucedido: «Recuerdo por comentarios que habían dicho que nacieron dos mellizos que estaban delicados de salud y que estuvieron unas horas y que fueron derivados al Sanatorio del Niño. Eran un varón y una mujer, todo por comentarios». No supo decir quiénes los atendieron, ni quién los recibió, ni quién los derivó.
Finalmente, otra ex empleada que al momento de los hechos trabajaba en consultorios externos del noscomio, también manifestó escuetamente haberse enterado, sólo por lo dicho de boca en boca, de una mujer detenida que tuvo familia en marzo de 1978.
“No sabía si eran embarazadas u obesas”
El militar retirado que declaró como testigo relató que se desempeñó en el laboratorio del Hospital Militar en 1978 y que sacar sangre a los pacientes internados era una de sus funciones. Aseguró que nunca tomó conocimiento de que estuvieran internadas personas a las que la dictadura llamaba “subversivas” y que tampoco tuvo contacto con embarazadas. “Nunca supe si la paciente era embarazada u obesa. A mí no se me notificaba si era un embarazo, era la paciente o el paciente”, indicó.
Afirmó que no se enteró ni se acuerda de un operativo militar de custodia de un paciente que le haya llamado la atención por involucrar a un personal de tropa más numeroso que lo habitual y se cuidó de no dar a entender que le pudo haber sacado sangre a alguien que estuviera secuestrado: aseguró que nunca vio a una persona encapuchada, atada o esposada; que “los pacientes se tapaban la cara porque le tenían miedo a la aguja”; que “estaban tapados con la frazada” y que él “únicamente descubría el brazo para la extracción”.
Sin embargo, reconoció que se enteró por lo que se decía “de boca en boca” del caso de los bebés: “No lo puedo negar. Escuché que habían nacido unos mellizos, nada más (…) Fue un hecho novedoso por ser mellizos. Que había fallecido uno de ellos, eso también llamó la atención, también de boca en boca. Era algo fuera de lugar, digamos, para un Hospital Militar”. Dijo no recordar qué se decía acerca de cómo había sido la supuesta muerte de ese niño, que no sabe qué pasó con el cuerpo, ni con el niño que quedó vivo, ni con la madre; ni qué nombre le pusieron las enfermeras a los recién nacidos por carecer de identidad. Sólo admitió que aquello “fue como un shock a nivel hospitalario”.
Fue entonces cuando, ante tantas respuestas negativas, la abogada Ana Oberlin –representante de la querella de Abuelas de Plaza de Mayo– le preguntó si había recibido amenazas antes de la audiencia. La respuesta fue negativa. A pedido de la letrada, el Tribunal le recordó que estaba declarando bajo juramento de decir la verdad. “Son muchos años, son 33 años”, se defendió.
El IPP
Un pediatra que se desempeñó en Neonatología del IPP pero, según dijo, a partir de dos meses después de la internación de los hijos de Raquel, dejó en claro que aquellos acontecimientos debieron ser lo suficientemente extraordinarios como para que sean recordados por quienes los vivieron.
El profesional dijo que los registros de pacientes sin identidad o con identidad ficticia era algo completamente anormal, y consideró “raro” que estuvieran internados pacientes que no recibieran la visita de sus familiares.
Por otra parte, aseguró que una cardiopatía congénita severa, como la que supuestamente padecía el varón –según dijo el médico que lo atendió en el Hospital Militar, Alfredo Berduc– generalmente merecía una derivación al hospital Gutiérrez de Buenos Aires o algún otro de alta complejidad que en esa época existían en La Plata y en Córdoba, no al IPP.
Volverán a revisar a Constanzo
El Tribunal dispuso que el médico del fuero federal de Rosario corrobore nuevamente el estado de salud del represor Eduardo Costanzo, a fin de determinar si está en condiciones de prestar declaración testimonial. De ser así, se fijará una nueva fecha.
Ex integrante de la patota de Rosario, Costano dio detalles sobre el operativo de traslado de Raquel Negro hasta el Hospital Militar de Paraná, y señaló a los imputados Walter Pagano y Juan Amelong como los encargados de dejar a Sabrina en la puerta del Hogar del Huérfano en Rosario.
Costanzo tiene una diverticulitis aguda que le impidió declarar en la segunda semana del juicio.
7 Sep
Día 6: Dos enfermeras ratificaron la sustitución de la identidad de los mellizos y un militar se desligó de los hechos
Este viernes declararon tres testigos: dos enfermeras de Terapia Intensiva del nosocomio de avenida Ejército y un militar retirado. Las dos primeras ratificaron que los bebés de Raquel Negro fueron registrados como NN y aseguraron que Zaccaría tenía pleno dominio sobre lo que pasaba en su servicio. El restante buscó desligarse de los hechos diciendo que cuando ocurrieron estaba destinado en Concordia.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
En la sexta jornada del juicio oral y público por la causa Hospital Militar, dos enfermeras de Terapia Intensiva ratificaron –por lo que les contaron sus compañeras de trabajo– que los bebés de Raquel Negro fueron registrados como NN y aseguraron que el imputado Juan Antonio Zaccaría tenía pleno dominio sobre lo que pasaba en su servicio. Además, un militar retirado buscó desligarse de los hechos diciendo que cuando ocurrieron estaba destinado en Concordia, pese a que no había dicho lo mismo durante la etapa instructoria.
La audiencia se desarrolló nuevamente sin la presencia en la sala del represor Walter Pagano, quien prefiere permanecer en otra dependencia del edificio de los Tribunales Federales de calle 25 de Mayo. Además de Pagano y Zaccaría son el Tribunal Oral Federal de Paraná juzga a Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Marino González y Jorge Fariña, por los delitos de sustracción de menores y sustitución de identidad.
La primera en declarar fue una enfermera de Terapia Intensiva que comenzó a desempeñarse en esa unidad en 1975 y lo continúa haciendo en la actualidad. En aquella época su jefe era Zaccaría.
“En realidad, yo no vi nada, sí senti comentarios, porque en esa época trabajábamos tres semanas y teníamos una de franco y si eso aconteció fue cuando yo no estaba o estaba de vacaciones”, dijo la trabajadora. “Cuando me reintegré escuché los comentarios. Yo era muy jovencita, no me llamó la atención. En esa época era toda getne relacionada con el Ejército la que se atendía”. Mencionó que los turnos eran rotativos y que no recuerda quién la reemplazó esa semana.
De todas maneras, consideró que “no era normal” la internación de bebés en Terapia Intensiva. “Había partos pero nunca iban a Terapia. Escuché que había una incubadora con dos bebés. No escuché quién era la mamá”.
Dijo que comentarios sobre los bebés “los hicieron las chicas” en referencia a las enfermeras que los atendieron. “Me dijeron que los llevaron, no sé adónde, a un lugar especializado”, indicó. Dijo que al menos tres enfermeras le hicieron esos comentarios.
“Nunca hubo bebés en Terapia, salvo esa vez. El comentario era que eran un varoncito y una nena”, acotó.
“Entre los comentarios que se escuchaban me dijeron las chicas que estaban anotados como NN en la planilla y que como les daba mucha lástima les pusieron Soledad y Facundo”, contó emocionada.
“Zaccaría supervisaba todo. Cada una se hacía responsable de sus cosas, pero él era el que ordenaba, era nuestro jefe”, dijo sobre el rol del imputado. “Zaccaría tenía conocimiento de los ingresos y egresos de la sala, por supuesto, era su función”, insistió.
Aunque dijo que en esa unidad “cada paciente tenía su ficha” y “venía derivado con su historia clínica”, aseguró que no pudo ver las fichas de esos bebés.
En otro pasaje relató cómo era trabajar en el hospital durante la dictadura: “No se podía hablar mucho. Yo entraba a las 12 de la noche. Al llegar a calle Alvarado, te identificaban, te acompañaban, tenías que entrar y no moverte de tu lugar, todo medio a oscuras. A la noche salíamos y había muchos soldados haciendo la conscripción”.
“A veces me quedaba sola a la madrugada y sentía mucho movimiento de autos, algunos gritos al fondo, donde había unos galpones. Los gritos era como que los castigaban. No nos llamaba la atención, yo no sabía que pasaba”, agregó.
Sobre los médicos Alfredo Berduc y Juan Ferraroti, dijo que “hacían guardias de 24 horas” y que siempre “estaban persentes en Terapia”.
Fariña, Pagano y Zaccaria. Fotos: Gustavo Vaccalluzo
«Nunca pudo ingresar alguien sin conocimiento de Zaccaría»
Otra enfermera de Terapia, que también ratificó que Zaccaría era su jefe, dijo que en esa época estaba con parte de enferma, pero cuando volvió, en marzo de 1978, escuchó que habían nacido los mellizos, un varón y una mujer.
“Lo único que escuché fue que habían nacido y lo habían llevado al Instituto del Niño. Con respecto a la madre nunca escuché nada”, dijo.
Luego precisó que escuchó que el varón tenía problemas de salud, pero no que los habían llevado a Terapia Intensiva. De todas maneras, confirmó que las enfermeras de ese servicio tuviero contacto con los niños. Creyó recordar que “uno había muerto”.
“Zaccaría era el que nos dorigía a todos nosotros, era el jefe, el que decidía qué medicación había que hacer. Nunca pudo ingresar alguien a Terapia sin conocimiento del doctor Zaccaría, porque había una historia clínica de cada paciente, donde decía la evolución del paciente, identificado con nombre, apellido, edad, fecha de nacimiento y el diagnóstico y qué médico lo había derivado a terapia intensiva”, recordó la mujer.
Pese a esas reglas, esos bebés no tenían identidad: “Las chicas les habían puesto nombres, porque no tenían nombre: a la nena Soledad y al nene me parece que Facundo”.
Versión cambiada
El testigo Hugo José Gutiérrez, militar retirado, declaró en último término. Primero dijo que en 1978 era encargado de la sala 1, donde tenía bajo su órbita seis de las ocho habitaciones, ya que la 1 y la 2 dependían directamente de la sala de operación y de Terapia Intensiva.
Sin embargo, a los pocos minutos dijo que no estaba en el noscomio al momento de los hechos. “En el 77, si mal no recuerdo fui comisionado a Concordia para integrar la formación de un regimiento por el caso Chile, hasta el 79. No sé quién se hizo cargo de la Sala 1 en ese periodo”.
Esto no lo había dicho en su declaración en la instrucción, lo cual fue marcado por la querella. En aquella oportunidad no había mencionado su ausencia durante los hechos investigados. “Ahora lo recuerdo, antes no”, se defendió.
El Tribunal le advirtió que podía ser imputado del delito falso testimonio, ya que resultaba “extraño que no lo haya dicho antes y que se acuerde ahora”, le dijo el presidente, Roberto López Arango. Luego insistieron los jueces en preguntarle si estuvo o no en el Hospital Paraná ese año, pero Gutiérrez se mantuvo en su nueva versión.
El fiscal José Ignacio Candioti pidió que el Tribunal remitiera un oficio a los efectos de corroborar efectivamente en el legajo del testigo, si prestaba funciones en Concordia en 1978. El Tribunal no hizo lugar al pedido de la Fiscalía.
2 Sep
Día 5: El último abrazo de Raquel, los métodos de los apropiadores de bebés y la memoria débil de los médicos
El testimonio de una ex enfermera del Hospital Militar de Paraná reveló detalles del nacimiento de los hijos de Raquel Negro y de la intervención en el parto de médicos traídos de otro lugar para ejecutar el plan de robo de los bebés. Otros testigos recordaron la estadía de los mellizos en la Terapia Intensiva donde mandaba Zaccaría, inscriptos como NN. Berduc admitió que intervino en la atención de los niños, pero cuando le pidieron detalles adujo no recordar.
por Alfredo Hoffmann (especial para Mesa Juicio y Castigo)
Una ex enfermera de Maternidad, que hoy porta con ternura sus 86 años y su lento andar, vivió desde adentro el parto clandestino al que sometieron a Raquel Negro en el Hospital Militar de Paraná, una día del final del verano de 1978. Recibió a los mellizos: primero al varón, lo vistió y lo puso en los brazos de Raquel. Los hombres que estaban en la sala de partos, desconocidos, seguramente traídos desde otro lugar, se llevaron al niño. Dijeron que no estaba bien de salud y lo arrancaron de los brazos maternos. Después nació la nena, que quedó allí, acurrucada junto a su mamá secuestrada, secuestrada con ella durante algunas horas, o tal vez sólo algunos minutos. Al día siguiente ya no estaban.
Con tranquilidad y por momentos emocionada hasta las lágrimas, esa enfermera jubilada, que trabajó 25 años en el Hospital Militar de Paraná, aportó este jueves ante el Tribunal Oral Federal un testimonio revelador de la metodología empleada por los apropiadores de niños que operaron en el la capital entrerriana durante la última dictadura cívico-militar, en la quinta jornada del juicio por delitos de lesa humanidad. Rememoró con facilidad los momentos que pasó junto a Raquel en una celda improvisada en la guardia médica, lo que conversó con ella, las heridas que le dejaron los genocidas por el maltrato que le ejercieron durante el traslado desde la Quinta de Funes, sin importarles su embarazo avanzado. “La chica es igual a ella”, murmuró. Todos entendieron que hablaba de Sabrina, la beba que conoció su verdara identidad hace dos años y medio.
Antes de esa declaración se habían escuchado los testimonios de otras tres trabajadoras del hospital y del médico Alfredo Berduc. Casi relataron fragmentos de la estadía de los bebés en el servicio de Terapia Intensiva en marzo de 1978 y de cómo fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría; aunque a Berduc –como el miércoles al doctor Juan Ferraroti– le resultó casi imposible contestar a muchas de las preguntas, con el argumento de que no podía recordar.
Además, una obstetra que recordó haber instruido sobre los síntomas de trabajo de parto a una embarazada aparentemente detenida cuyas características no coinciden con las de Raquel, dado que aseguró que gestaba un solo bebé en su vientre y que era madre primeriza. Esto avalaría la hipótesis de más embarazadas secuestradas llevadas a parir al hospital, es decir, la teoría de una maternidad clandestina sostenida por los organismos de derechos humanos.
En el juicio por la causa Hospital Militar se juzga a los represores Juan Amelong, Jorge Fariña, Héctor González, Pascual Guerrieri y Walter Dionisio Pagano, y al médico anestesista Juan Antonio Zaccaría; por la sustracción y sustitución de identidad de los hijos de los detenidos desaparecidos Tulio Valenzuela y Raquel Negro.
El parto desde adentro
La enfermera de Maternidad –cuya identidad se preserva por razones de seguridad– aseguró que fue la propia Raquel Negro quien le dijo su nombre, que le contó que venía “del cautiverio de Funes” (por el centro clandestino de detención Quinta de Funes, en las afueras de Rosario), que tenía un hijo mayor de unos dos años y que había sido “maltratada” y “arrastrada” cuando la trasladaron a Paraná. “Y cuando la bañé, era cierto, tenía lesiones, en la cola”, certificó.
“Cuando nacieron los chicos, al varoncito yo lo vestí, se lo puse a la madre, lo tocó, lo abrazó”, contó la testigo entre lágrimas. “Después lo sacaron al chico, dos personas que yo no conocía, dijeron que no estaba bien. Y ella estaba muy preocupada, me preguntaba: ‘qué será de mi bebé, cómo estará’. Yo le decía que iba a tener que preguntarle al médico de niños, pero yo en ningún momento vi un médico de niños ahí. Después nació la nena, que se quedó con la madre. Al otro día, cuando fui, pregunté qué fue de la parturienta y me dijeron que la llevaron los familiares”. Nunca más supo del caso hasta que fue contactada para atestiguar en la causa y se enteró de que aquella joven había sido asesinada y desaparecida y los niños sustraídos.
También aportó que el parto fue realizado por médicos que no eran del nosocomio: “Personal de la sala de partos no eran, eran de afuera. Había dos que estaban en la puerta y uno sacó al chico”. Según lo que pudo observar, no se hizo ningún registro del nacimiento en la sala de partos.
Dijo también que “a veces llegaba al hospital de mañana y encontraba que habían usado la sala de partos” y en una ocasión le comentaron que “había sido un aborto en curso”. Deslizó que esos casos tampoco eran atendidos por personal del nosocomio, sino por profesionales que “eran de afuera”. En este punto, la hipótesis de la maternidad clandestina volvió a tomar forma, aunque no se profundizó sobre el tema.
Además de estar en el parto, ella asistió a Raquel Negro durante alrededor de 15 días, cuando estuvo alojada en una habitación de la guardia médica, con un custodio permanente en la cama de al lado y con una “reja precaria” en la ventana.
“A la chica Raquel Negro la pusieron en una habitación que estaba en la guardia medica y entonces ella me contó que venía del cautiverio de Funes y que tenía un nenito de dos años que lo habían llevado con la buela. Tenía mucha preocupación porque venía sabiendo que iba a tener mellizos. Venía con los estudios hechos de Rosario. Me mandó el suboficial Juan Vergara a que la atendiera, le hiciera el aseo, la llevara al baño. Pero lo único que me llamó la atención fue que Vergara me dijo no hablara con ella”, rememoró. “Ella estaba bien, era una chica linda, muy bien arreglada, buena ropa. Traía ropa para sus mellizos. Dijo que era la primera vez que estaba en el Hospital Militar.
Internación y derivación
Dos enfermeras de Terapia Intensiva del hospital ratificaron la internación de bebés como NN en ese servicio. Además afirmaron que el jefe del área, el imputado Zaccaría, tuvo participación en ese hecho.
Una de esas enfermeras, la primera que declaró este jueves como testigo en el juicio, ratificó la presencia de dos bebés mellizos en Terapia, a quienes llamaron Soledad y Facundo, que luego fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría. Dijo que los médicos Alfredo Berduc y Juan Ferraroti intervinieron en el traslado de los mellizos y que Zaccaría le informó que los niños serían entregados a los familiares, cuando en realidad fueron apropiados.
Esa trabajadora de la salud, que declaró durante una hora, dijo que ella estaba de guardia en el turno de la mañana –de 6 a 12– y que al llegar, la mañana posterior al nacimiento, se encontró con los dos niños en una misma incubadora. “Yo no sabía qué hacer, porque no era un lugar adecuado para atender esos bebés”, aseguró, y agregó que en ese momento Berduc entregó la guardia a Ferraroti, quien se encargó de derivar a los niños. El miércoles este médico dijo que no recordaba ese acontecimiento.
Además aseveró que la Planilla de Enfermería que le entregó su compañera los chicos estaban registrados como NN y que quien controlaba la confección de esa planilla era el jefe del servicio, o sea Zaccaría.
La testigo que delaró en segundo término relató lo sucedido en Terapia la tarde del nacimiento. Dijo que hacía guardia pasiva de 12 a 18 y que un día la llamaron del hospital porque había pacientes que atender. Cuando llegó, a las 16, estaba Zaccaría esperándola en el pasillo y le dijo que “había una parturienta que iba a tener mellizos y que iban a venir al servicio”. Ella recordó que atendió a un bebé que tenía problemas respiratorios, que no pudo identificar si era varón o mujer porque no lo desvistió. Aseguró que fue Berduc quien estaba a cargo del tratamiento y le daba las indicaciones sobre cómo antender a la criatura, al tiempo que trataba de comunicarse con el hospital San Roque y el IPP pidiendo cama.
Esta mujer detalló que en la Hoja de Enfermería que tenían en Terapia, donde debía estar el nombre del bebé ya decía NN. “Eso seguramente lo ha escrito el doctor Zaccaría o no sé qué otra persona podría ser. Creería que era el doctor Zaccaría”, afirmó.
Cuando salió de Terapia para ir a su casa, a las 18, pasó por delante de la habitación 5, donde se decía que estaba internada la madre. Se encontró con una gran cantidad de efectivos del Ejército, mucho mayor a la habitual, armados y vestidos de uniforme. Eran unos 20, cuando lo común era que no hubiera nadie, para no molestar a los pacientes. Entonces intentó “pasar ligero” por ese pasillo.
Berduc: “Ojalá pudiera recordar”
El médico Alfredo Berduc recordó que asistió al mellizo varón con una cardiopatía congénita severa, y a la nena con «un poquito de arritmia». Dijo que como en Terapia no había elementos para atenderlos, habló con el director del establecimiento, Marcelo Beret, y lo persuadió para que se derivara a los niños a un centro apto, que en ese momento eran el hospital San Roque o el Instituto Pediatría. «A cuál de los dos los derivaron, no me acuerdo», indicó.
«De la mamá no supe nada. No averigüé, en ese momento no se podía averiguar mucho. Sabía que era una detenida y nada más. Esto me lo dijeron, no me acuerdo quién», manifestó.
Berduc dijo no saber quién dispuso la internación de los bebés en Terapia Intensiva y no tener «ni idea» dónde se produjo el parto, y en varias oportunidades se excusó de dar mayores detalles por no recordarlos dado que “pasaron ya 30 años”. Por ejemplo, dijo no acordarse si los niños estaban registrados como NN, si su intervención fue por la mañana o por la tarde y si había custodia militar mayor a la habitual. “No recuerdo, lamentablemente. Ojalá pudiera recordar y ayudarlos”, señaló.
Sobre el estado de salud del varón, indicó que “se estaba muriendo” y que sólo hubiera evolucionado favorablemente con una cirugía en un centro asistencial de mayor complejidad que en aquel momento sólo existía en Buenos Aires y La Plata. Le preguntaron, entonces, por qué lo derivaron a una clínica de Paraná. Respondió que se debió a que primero debían estabilizar el paciente y precisar el diagnóstico, algo que no podía hacerse en el Hospital Militar por carecer de Neonatología.
Berduc dijo que creía haber escuchado que el nene murió en el IPP y se sorprendió cuando le informaron que la búsqueda prosigue y que hay documentos que indican que fue dado de alta de ese instituto el 27 de marzo de 1978.
Finalmente, admitió que no se consultó la historia clínica de la madre ni se pidió su consentimiento para la derivación de sus hijos. “Cuando hablé con Beret me dijo que no se podía hacer mucho hincapié. Estábamos muy coartados en estas cosas. No era una situación normal y no se podía interrogar, decían que no podían tener contacto con esas personas (por los secuestrados), por lo que estas personas podrían decirle a uno. Esas cosas en ese momento no se permitían”, se justificó.
El imputado que interroga a los testigos

Amelong, de espaldas, despeinado y mal teñido, junto a Guerrieri conversan con el defensor oficial. Foto: Gustavo Vaccalluzzo
La querella se opuso categóricamente a que el imputado Juan Daniel Amelong realizara preguntas a los testigos, ya que por la calidad de los delitos que se investigan esa acción puede ser una forma de presión. “No estamos pidiendo que no se autodefienda, eso ya ha sido resuelto por el Tribunal, sino que las preguntas las haga a través de su representante”, expuso la abogada de Abuelas de Plaza de Mayo, Ana Oberlin. Agregó que si una persona acusada de crímenes de lesa humanidad interroga a uno de los testigos, eso implica una revictimización, y citó jurisprudencia para fundamentar su pedido. “Cualquier tipo de presión va a ir en detrimento del desarrollo de este proceso”, añadió.
Sin embargo, el Tribunal decidió admitir que el represor formule preguntas, con la salvedad de valorar en cada caso si la interrogación es apropiada o no.
Pagano ausente y Guerrieri con dolor de muela
Desde el inicio de la audiencia estuvo ausente el represor Walter Pagano, quien prefirió quedarse en la dependencia de Tribunales que se ha previsto para que permanezcan los acusados.
Por su parte, Pascual Guerrieri, otro de los reos, debe hacerse un control médico y tiene dolor de muela. La defensa propuso que lo atiendan en el Hospital Militar, ya que es el único lugar donde se le acepta la obra social Iose. El tribunal lo va a resolver oportunamente.
1 Sep
Día 4: conmovedores relatos de Sabrina y Sebastián y una advertencia para el médico Ferraroti
El juicio por robo de bebés en el Hospital Militar de Paraná continuó con la palabra de los hijos de la militante desaparecida Raquel Negro. Sabrina interpeló a los represores para que “rompan el pacto de silencio” y aporten datos para dar con el paradero del mellizo varón. El médico Ferraroti dijo no recordar su intervención en el traslado de los bebés al IPP, salvo por lo que le contó una enfermera. El Tribunal le advirtió que el delito de falso testimonio también comprende a la omisión de decir lo que se sabe.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)

El Dr. Lopez Arango (centro) y la Dra. Lilia Carnero, integrantes del Tribunal. Foto: Pablo Churruarín
La cuarta audiencia del juicio por la causa Hospital Militar contó con los conmovedores relatos de los hijos de la detenida desaparecida Raquel Negro, Sabrina Gullino y Sebastián Álvarez, quienes dieron testimonio de los sufrimientos que les produjeron y todavía les producen los delitos de sustracción de menores y sustitución de identidad por el que son juzgados en Paraná Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Dionisio Pagano, Jorge Alberto Fariña, Marino Hector González y Juan Antonio Zaccaría.
En la segunda parte del debate declaró el testigo Juan Ferraroti, todavía hoy médico del Hospital Militar, y no aportó datos a la investigación. Según relataron trabajadores del nosocomio, él fue uno de los que intervinieron para trasladar a Sabrina y su hermano mellizo al IPP cuando los encontró en el servicio de Terapia Intensiva, un lugar no apto para recién nacidos. Este profesional dijo no recordar esos acontecimientos, aunque aclaró que los daba como ocurridos a partir de lo que le contó una de las enfermeras. Ferraroti se ligó un reto de uno de los miembros del Tribunal, que le advirtió que el delito de falso testimonio comprende a la omisión de decir todo lo que sabe.
La jornada comenzó con la lectura del informe sobre el estado de salud del represor Eduardo Costanzo, quien debía declarar como testigo pero se excusó por problemas de salud. El médico forense del Tribunal Oral Federal de Rosario –Costanzo se encuentra en esa ciudad con prisión domiciliaria– constató que tiene un cuadro de diverticulitis aguda, que le produce diarrea, dolor abdominal, pérdida del apetito y mal estado general. Este ex agente civil de Inteligencia, que ya dio detalles de la internación de Raquel y del robo de los bebés, podría declarar la semana que viene.
Luego el Tribunal rechazó el planteo de nulidad de Amelong contra la decisión de que se retirara de la sala cuando Guerrieri realizó su declaración indagatoria, por considerar que eso no le impidió ejercer su defensa material.
La interpelación de Sabrina
“Conozco personalmente a cuatro de los imputados: Guerrieri, Amelong, Pagano y Fariña. Los conozco de la causa Guerrieri, donde se los juzgó por los secuestros y tormentos de mis papás biológicos y de mi hermano Sebastián. Eso no me va a impedir decir la verdad”. Así comenzó su testimonio Sabrina Gullino, ante una sala repleta de familiares, amigos y miembros de organismos de derechos humanos que se acercaron para brindarle su apoyo.
Primero hizo el relato del proceso de la restitución de su identidad: “Tomo conocimiento de que Edgar Tulio Valenzuela y Raquel Ángela Carolina Negro son mis padres biológicos en noviembre de 2008. Soy hija adoptiva de Raúl y Susana Gullino y hermana de Carla Gullino.Siempre supe que era hija adoptada, en noviembre de 2008 tengo la decisión de hacerme el ADN, y esa misma semana me comunico con el responsable de Abuelas y a los tres o cuatro días viajo a Ramallo, mi pueblo. Eso fue así como una casualidad, porque mi mamá, que estaba probando el celular, me mandó un mensaje que decía ‘qué hacés el domingo’ y me voy a almorzar con ellos. Mi mamá dice que no me estaba invitando, que estaba probando el celular. Ese día a las cinco o seis de la tarde suena el timbre en mi casa, era un cabo de la Policía Federal en una motito, con un papelito que decía que Susana y Raúl estaban citados a declarar en la causa ‘Trimarco y otros’. Me dijo que era algo que tenía que ver con narcotráfico y secuestro de personas. Le digo: ‘vos tenés una novia acá en Ramallo, por eso estás acá un domingo’. Me dice que no, que era algo serio. Me niego a firmar y entro con el papel a mi casa. Le dije a mi papá: ‘Es algo serio, es federal’. Y me dijo: ‘Debe ser que con tu mamá hace 20 años chocamos en Paraná y debe ser Trimarco una aseguradora’. Le digo que no, que esto es serio. Carla dice: ‘vamos a buscarlo en internet’. Ponemos en internet y empiezan a salir un montón de noticias que decían que el represor Trimarco tenía Alzheimer, y otra que decía que el Tucu Costanzo había declarado en el 2006 que a Raquel Negro la habían llevado a dar a luz al Hospital Militar de Paraná, ingresada como sobrina de Galtieri, y había dado a luz a mellizos, que el varón nació muerto o falleció poco después de nacer, y la fue beba abandonada en un convento de Rosario. Fue la primera vez que escuché hablar de Raquel y Tulio”.
“Le pregunté a mi papá si la adopcion era legal y dijo que sí, que me quedara tranquila. Les dije: ‘si me tienen que decir algo que me lo digan ahora, yo los voy a acompañar a Paraná, pero si me están mintiendo no los hablo nunca más’. Ese domingo volví a Rosario, busqué fotos en internet, a ver si era parecida. No sabía que había una línea de investigación en Paraná, pensaba que estaban citando a muchos chicos de una franja de edad. Ese lunes llamé a Paraná, cuando dije ‘hola, habla Sabrina Gullino’ me empezaron a pasar con el superior, y digo ‘bueno, sonamos’. Me atiende la secretaria de la jueza Galizzi, me dice que yo también estaba citada. Le digo: ‘si es por el ADN, yo ya me lo iba a hacer, así que si quieren tengan un bioquímico que me saque sangre’”.
“El martes me pasan a buscar mis viejos por mi casa, entraron por el pasillo y mi papá que es siempre muy optimista, me hace un chiste, entran se sientan y me dicen: ‘te queremos decir algo’. Cuando ellos se casaron se fueron a vigir a Ramallo y estuvieron cinco años sin poder terner hijos y se inscribieron en el juzgado. Y había pasado un año y un día vieron por televisión, en el noticiero de Rosario, que habían dejado una bebé abandonada en el Hogar del Huérfano y mi papá le dijo a mi mamá: ‘¿No nos darán esa bebé a nosotros?’ Estaba la madre superiora y se veía la cunita. A los dos o tres días dicen del Juzgado que había una bebé. El juez le dice que está en el Hogar del Huérfano. Me van a buscar ahí, las monjas me habían puesto María Andrea. Mis papás me piden perdón, porque ellos nunca pensaron que podía ser hija de desaparecidos. No me dijeron la parte del hogar para evitar la figura de la nena abandonada. Ahí entendí que la investigación era dirigida a mí”.
“Ese día viajamos los cuatro, porque mi hermana se había pedido el día en el trabajo. Llegamos a Paraná. Pensaba que los chicos de HIJOS iban a estar tirándonos huevos; después los conocí y nada que ver. No sabía con qué me iba a encontrar. Cuando llegué acá nos atendieron muy bien. Me hicieron el ADN, entré a declarar y me mostraron fotos de mi mamá Raquel. Quería ver si era parecida. Me acuerdo que cuando salí estaba mi mamá Susana, mi papá y mi hermana mirando la carpeta con las fotos y mi mamá me dice: ‘sos igual a tu mamá’. Me pareció supertierno que mi vieja diga así”.
“Ahí empezó la espera del resultado del ADN, ahí me explicaron a qué se debía la causa. Me enteré que había sido iniciada por el Mencho Germano, en el 2005, que se llamaba ‘Guillermo Germano s/su denuncia’ al principio; que en un primer momento era una idea tirada de los pelos pensar que en el Hospital Militar existía una maternidad clandestina. Y me enteré de que podía tener un hermano un año y medio más grande que yo, que me estaba buscando”.
“Ese día, que era el 25 de noviembre de 2008 me contaron de Tucho y de Raquel, de mi hermano Seba, de mis tíos. Y esperamos veintipico de días el resultado del ADN. Mi hermano trabaja en la Secretaría de Derechos Humanos (de Santa Fe) y tengo una amiga que también trabaja ahí, que me dijo: ‘vos podés ser la hermana de Seba, él trabaja conmigo’. Me había conseguido una foto del Seba y todos los días –pensando que se había filtrado la información– salía de mi casa, me paraba en la puerta y miraba si había un chico espiándome. Y no estaba, porque no se había filtrado la información”.
“Cuando me dan el resultado, me dicen que mi sangre en un 99,9999% pertenecía al grupo familiar Valenzuela-Negro, lo llamo para hablar con él y había salido a hacer un trámite. Al ratito me llama Nadia Schujman y me da el teléfono y me dice: ‘recién le están diciendo, llamalo’. Lo llamé y me dice: ‘¿qué hacés negrita?’ ‘Nada, te llamo, ¿que hacés?’, le contesté. ‘Estoy encerrado en el baño llorando. Esta tarde tengo que ir a Rosario’. ‘Bueno, venite a mi casa, pero vení solo’. Ese día estuve encerrada esperando que llegara y cuando suena el timbre y voy caminanmdo por el pasillo digo ‘bueno, es la primera vez que voy a ver a alguien de mi sangre’. Ese fue un momento importante de mi vida”.
“Los reos que están sentados ahí atrás –me enteré que se les puede decir reos y no es un insulto–, esos señores, reos, son los responsables del secuestro de mi mamá y mi papá y del secuestro de mi hermano Sebay quisieron destruir a nuestra familia. Quiero que quede claro que no pudieron. Que seguramente a mi hermano le debe haber costado un montón su infancia y que a mí me cuesta un poco no haberlo podido acompañar y no haberme hecho antes el ADN”.
“También tengo mi otro hermano Matías, hijo de Tucho con una pareja anterior. Los tengo acá presentes porque están implicados en esta historia. Y quiero decirles a estos imputados que no han podido, y acá hablo en nombre mío y de mi hermano mellizo, que está desparecido, que mientras él no esté se sigue cometiendo el delito; les digo a los señores que están atrás, que si se atreven a romper un poco su pacto de silencio, como hizo Zaccaría la semana pasada y dijo que sí tenía conocimiento de que había habido otros partos en el Hospital Militar, y eso da cuenta de que la hipótesis inicial del Mencho que al principio parecía traída de otra dimensión, ahora cobra fuerza; les quiero decir que seguramente saben qué paso con mi hermano mellizo, la condena la van a tener, pero podrán participar de otra manera en la historia”.
El fiscal José Ignacio Candioti le hizo una pregunta formal: “¿Usted la conoció a su madre bologica?”, que la hizo reconstruir lo sucedido hace 34 años en el Hospital Militar: “Yo la debo haber conocido pero no me acuerdo. Cuando leí la noticia del represor Costanzo y cuando tomo contacto con la gente que me rodea, a partir de 2008 que estoy con mi hermano, tomo conocimento de que mi mamá Raquel fue secuestrada el 2 de enero de 1978 junto a Tucho y Seba por la patota de Rosario. Fueron llevados a la Quinta de Funes y se plantea la situación de que Tucho tenía que realizar la Operación México y tenía que viajar a marcar a la cúpula de Montoneros. Y mi mamá quedaba como rehén con la panza con los mellis. Eso también lo leo en el libro de Bonasso Recuerdo de la muerte. Piden estar una noche juntos y acuerdan que van a simular. Negocian que el Seba iba a estar con los abuelos maternos. Tucho va a México, a mi mamá la llevan a la escuela Magnasco y después a La Intermedia y de ahí la llevan a hacer unos controles al Hospital Militar de Paraná. Eso también me lo cuenta Jaime Dri, a quien visité en Panamá, que mi mamá le dice ‘esperame, Jaime, que nos fugamos juntos. Después le adelantan el parto. Eso me cuenta Jaime. La llevan a Paraná y después ya no vuelve. Pero Jaime me cuenta que él ya estaba en la ESMA, que viene un soldado, no sé, le dice ‘podés creer que el hijo de puta de Tucho encima tuvo mellizos’. No le dijeron que murió uno de los bebés”.
“Tomé conocimiento de que la ingresan los primeros días de marzo a dar a luz en Paraná. Algunas enfermeras nos atendieron y nos contaron que tenía siempre dos camitas en la sala 1, creo, que estaba siempre custodiada, que afuera estaba muy custodiado el hospital, tenía movimientos muy distintos a lo habitual, que ellos sabían que había una subversiva –lo digo entre comillas–, que había moviminetos raros, que ella da a luz a mellizos entre el 3 y el 4 de marzo. Una enfermera nos dijo que nos atendió, nos vistió. Yo le pregunté si se acordaba si el melli estaba en malas condiciones de salud. Dijo que no lo recuerda, que se acordaba que teníamos buen peso, que nos habían dejado solos, que a las enfermeras les daba pena que estuviéramos solos en Terapia Intensiva y que nos habían puesto de nombre Facundo y Soledad, que al otro día cuando volvió ya no estábamos más”.
“Me gustaría darles mi reconocimiento en nombre mío y de mi familia a las enfermeras, porque ellas se la jugaron cuando empezó esta causa. Era difícil porque cumplían órdenes y ellas se pusieron al hombro la verdad y aportaron datos a la Justicia y fueron dando mucha fuerza a la causa. Muchas gracias por la colaboración”.
Luego le preguntaron si tenía algún dato sobre el paradero de su hermano mellizo.
“Desde abril de 2009 que me constituí como querellante en esta causa, viajamos seguido a Paraná y vamos entrevistándonos con posibles testigos y siguiendo pistas, abriendo puertas para ver si lo encontramos. Hay dos hipótesis: la del bebé muerto y la del bebé vivo. De la primera, está el testigo de identidad reservada que dice que a un bebe la habían enterrado, se hizo la excavación en el hospital y el antropólogo me aseguró que donde él excavó –incluso que agrandó el perímetro a ocho metros más de lo que dijo el testigo– no había ningún elemento que pudiera dar cuenta de un bebé, ni siquiera una mantita. Esta hipótesis fue perdiendo fuerza, porque ninguna de las enfermeras y del personal vio al bebé muerto, al contrario. Como habíamos nacido en la clandestinidad, en condiciones que no eran las mejores, mi mamá estaba estresada y le habían adelantado el parto, el bebé tenía problemas respiratorios y nos derivaron al Instituto privado de Pediatría. En el acta de ingresos y egresos aparezco como Soledad López y el melli seis días después, el 10 de marzo, como NN López .Y lo más importante acá es que los dos tenemos fecha de egreso, tenemos el alta médica, el 27 de marzo de 1978. Me llama mucho la atención que los médicos dueños del IPP, Ángel Schroeder, David Vainstub, Jorge Eduardo Rossi y Miguel Torrealday, no se acuerden, siendo que esa institución tenía cierta jerarquía, era privada, no es un hospital público donde no importa si nadie lo va a pagar. Están ingresados dos bebés, sin tutor, sin obra social, con un costo, porque al lado hay un costo: cómo puede ser que los médicos –esa institución hacía poco que había abierto– no recuerden que había dos bebés en esa situación que ingresaron y egresaron, no tenían ni mamá ni papá que los iba a ver. Hay enfermeras que atestiguaron que las mujeres de los médicos venían a ver a uno de los bebés porque tenían estas características de ser hijo de subversivos, lo digo entrecomillas. Me resulta dudoso que no recuerden nada de qué pasó con esos dos bebés”.
El abogado querellante Álvaro Piérola le preguntó cómo es su vida a partir de que conoce su origen biológico y cómo repercute la búsqueda de su hermano mellizo. Pensó durante varios segundos la respuesta: “Acá se los está acusando a ellos de la sustracción de menores y sustitiución de identidad. Yo fui criada en una familia que son unos amores totales, yo los adoro, son una masa mis viejos y mi hermana. Pero lo cierto es que cuando uno se pone a ver cómo es la identidad, que es algo que se va constituyendo todo el tiempo, lo cierto es que soy el resultado de dos imposibilidades. La primera, que yo tendría que haberme criado, crecido con mi hermano mellizo, con Sebastián, con Tulio y con Raquel. Quizás no me llamaría Sabrina. La segunda es que yo tendría que haberme criado con Sebastián, me tendrían que haber devuelto con mis abuelos biológicos, con mi tío, y con mi hermano mellizo. Cuando pienso en esto veo cómo me cambia la vida. Como si en un libro te dieran el primer capítulo que faltaba; cambia todo el libro. Si bien la obra era más o menos buena, cambia”.
“También me parece interesante esto que sucede hoy: que estemos acá. Me parece alucinante tener a todos los chicos, al equipo jurídico, y decirle también a Amelong y a Pagano (los miraba a los ojos a los dos represores), que son los que me llevaron en el auto y me dejaron abandonada en el convento, que seguramente no se deben arrepentir de haber secuestrado a mis viejos, pero seguramente deben estar arrepentidos de que no me tiraron al río, porque miren todo lo que está pasando, porque 33 años después se los está juzgando, porque para la historia de un país 33 años no es nada. Aunque para la vida de una persona sí es mucho tiempo, porque yo no pude conocer a mis abuelos, a mi familia”.
Al finalizar, hizo la última interpelación: “Quiero decirle a la sociedad paranaense que si tiene algún dato para aportar, que lo haga, que este tiempo es muy intenso y que creemos que el melli está vivo y que lo vamos a encontrar”.
Se retiró con efusivos aplausos en las dos salas, en la que es sede del juicio y en la que está destinada para la prensa. En ambas, el relato había sido seguido con atención, con emoción y en absoluto silencio.
La palabra de Sebastián
Luego de Sabrina fue el turno del testimonio de Sebastián Álvarez, el hermano mayor, hijo de Raquel y su primer marido, Marcelino Álvarez. Dijo que conocía a los imputados de vista, del juicio que los condenó en Rosario y donde también declaró. Ante las preguntas introductorias de los fiscales recordó que vivió un año y ocho meses con su mamá y repasó cómo fue incorporando esa ausencia a medida que fue creciendo: “Fuimos secuestrados en Mar del Plata el 2 de enero, fuimos llevados a la Quinta de Funes, permanecí una semana detenido y después fui trasladado a la casa de mis abuelos maternos. Mi madre sigue detenida ahí y luego fue trasladada a la escuela Magnasco, después a La Intermedia hasta ser trasladada a Paraná a dar a luz en el Hospital Militar”.
“Primero mis abuelos maternos empezaron con la búsqueda de los bebés, a reunirse con gente de Abuelas. Estela de Carloto había ido a la casa de mis tíos cuando yo era adolescente, tenía 14, 15 años. Yo en ese momento no intervine directamente en la búsqueda. Con el correr de los años comencé a tener contacto con compañeros de la agrupación HIJOS, con la comisión Hermanos, y la asociación Arhista, que trabajan con ellos. Fuimos a dejar la sangre mía al Banco de Datos Genéticos, me acompañaron hasta allá. Empezamos a hilar y a investigar, tuvimos una reunión con Estela de Carloto en Santa Fe; vino luego ella a Paraná y se entrevistó con Torrealday del IPP y a partir de ahí comenzamos a tener conocimiento de que los chicos habían sido trasladados a ese instituto por una planilla que le entrega Torrealday a Estela, donde dice que mi hermana ‘Soledad López’ ingresa el 4 de marzo del 78, mi hermano seis días después, como NN López, los dos provenientes del Hospital Militar. Hay seis días que no sabemos dónde está nuestro hermano. Están ahí hasta el 27 de marzo y son de nuevo sacados, sin ninguna firma de ningún responsable. Los retiran a los chicos del Instituto y no sabemos adónde llevan a nuestro hermano. Sabemos que a Sabri la llevan al Hogar del Huérfano y posteriormente la dan en adopción. Creo que la fecha que egresan de acá de Paraná, es la misma que aparece en el hogar, el 27 de marzo. Nuestro hermano no sabemos dónde está y a Sabrina pudimos encontrarla”.
“Los médicos Berduc y Ferraroti los vieron a los chicos. Esto lo sabemos por declaraciones que nos prestaron valientemente las enfermeras del Hospital Militar y del IPP. Prácticamente todas recordaron el caso bastante bien, lo tenían presente. Hay comentarios de que nuestro hermano tenía algunos problemas al nacer, había un comentario de que había fallecido. Quedó claro que por lo menos en esos días no falleció, porque egresan los dos juntos del IPP y no hay partida de defunción ni nada que acredite que haya fallecido”.
“Apelamos a que los dueños del IPP y la gente que trabajaba en el Hospital Militar colaboren y digan qué pasó, porque hay claras diferencias entre las enfermeras que todas recuerdan el caso y los doctores que no lo recuerdan. Con esto sacamos como conclusión que existió la complicidad civil de la dictadura, hay un silencio sobre lo que pasó con los chicos”.
“Hay esposas de médicos del IPP que iban a verlos, no sabemos si había un interés particular. Queremos que estos doctores que son tan conocidos en Paraná recuerden algo y puedan colaborar para que podamos encontrar a nuestro hermano”.
Luego recordó las cartas que Tulio envió desde Amsterdam –luego de desbaratar la Operación México–, una dirigida a sus abuelos y tíos y otra dirigida a él, donde contaba las circunstancias del secuestro y decía que tenía esperanzas de que los bebés se pudieran criar con él y los familiares y “no que se las agarraran con niños recién nacidos, lo cual habla de lo macabro que fue la dictadura”. Y agregó: “Sabían dónde vivíamos, tranquilamente podían haber dejado a los chicos con nosotros”.
“No tengo precisión exacta de cuándo tomé conocimiento de que tenía hermanos, pero fue un tema que me lo contaron cuando tenía 12 o 13 años. Creyeron mis familiares que ya podía entender. Mi reacción fue decir ‘vamos a buscarlos, ¿dónde están?’. Me dijeron que no se sabía, que había que hacer una investigación. Recién pude afrontar el tema unos años posteriores, cuando empecé a tener contacto con compañeros que tenían más o menos la misma historia que yo. Ahí pude empezar a armar este rompecabezas”.
“A Sabrina la conocí el 23 de diciembre de 2008. Nos conocimos y nos quedamos todo el día hablando, toda la noche. Yo contando lo que había sido la historia de su familia, que no había conocido durante esos 30 años que había estado con otra identidad. Fue una alegría enorme poder encontrarla y me sirve de apoyo y me da mucha fuerza para encontrar al otro hermano. Uno es pesimista y piensa que todo es muy difícil y desde que la encontré a ella cambió mi manera de ver las cosas y surgió la confianza para poder encontrar al otro hermano”.
“Después que nos dieron el ADN fuimos a buscar al Mencho Germano, que había sido el que denunció y creó esta causa ,y a través de Alicia Dasso se contactó conmigo y creamos una relación y pudimos avanzar para que hoy podamos estar acá. Fuimos con Sabri a conocerlo; lastimosamente ya no está con nosotros, pero nos dejó el juicio, nos dejó a mi hermana, que para él fue lo más importante que había logrado”.
“Sabrina es mi hermana y es mi apoyo, es la fuerza que necesitaba para poder seguir con esta historia”.
Finalmente, antes de retirarse también aplaudido por las dos salas, Sebastián también intentó hacer un llamado para despertar la conciencia de aquellos que tienen datos y todavía no los han aportado a la Justicia. “Quería pedir por favor a toda la gente que era responsable del Hospital Militar y del IPP y del hospital San Roque, porque pensamos que los seis días que el mellizo no estuvo en el IPP pudo haber ido al San Roque, si recuerda el caso que se acerque, que nos ayude. A la gente responsable del IPP, del Sanatorio del Niño, administrativos, enfermeras, médicos, pediatras, que colaboren con esto, que necesitamos que se sepa. Creemos que puede haber otros papeles que indiquen la historia clínica del chico, si tenía problemas. Nos comentaron que se grababa la historia clínica de cada chico de Neonatología, se podría aportar como prueba. Alguna otra anotación, la gente que pagó por la internación de los chicos en el IPP, que recobren la memoria, que necesitamos saber qué fue de nuestro hermano”.
Desmemoria y problemas en la vista
En tercer turno declaró como testigo el médico Juan Ferratoti, quien se desempeñaba en Terapia Intensiva del Hospital Militar –todavía sigue trabajando allí– y, según relataron enfermeras, fue uno de los que intervino para trasladar a Sabrina y su hermano mellizo al IPP cuando los encontró en el servicio donde trabajaba, no acondicionado para recién nacidos. Este profesional dijo no recordar esos acontecimientos, aunque aclaró que los daba como ocurridos a partir de que lo contó una de las enfermeras.
«No recuerdo específicamente la presencia de bebés en la sala de Terapia Intensiva. Cuando la doctora (Marina) Barbagelata (ex abogada querellante) me llamó, hablé con algunas enfermeras y me dijeron que una mañana que yo tomaba mi guardia, había dos bebes y pedí que los llevaran a otra clínica. Me dijo que a los chiquitos lo habían llevado a no sé dónde», sostuvo.
«¿El hecho lo da por ocurrido en base a lo que le refrescó la testigo?», le preguntó Roberto López Arango, presidente del Tribunal, buscando precisiones. «Imagino que sí, no recuerdo qué pasó pero la enferma con la que hablé me dijo que fue así y no tengo por qué dudar de que fue así», respondió.
Uno de los momentos de mayor tensión se podujo luego de que Ferraroti dijera que nunca había visto mayor movimiento de militares de lo habitual, en contradicción con lo afirmado por testigos respecto de los días en los cuales estuvo internada Raquel Negro. A partir de eso la jueza Lilia Carnero le preguntó si tenía «algún problema de vista», ya que le llamaba la atención esa contradicción, y le recordó que si omitía información podía incurrir en el delito de falso testimonio.
—No tengo ningún problema de vista –dijo el médico, y se defendió diciendo que había que ver cuándo y dónde se había notado esa cantidad inusual de militares.
—Se nota que las enfermeras tienen mejor memoria que los profesionales –acotó la magistrada.
—Puede ser –se limitó a contestar el testigo.
Por otra parte, Ferrarotti dijo que su jefe en Terapia Intensiva era el imputado Zaccaría, quien manejaba la faz organizativa de ese servicio. Aseguró que no se acuerda quiénes eran los directores del nosocomio, mencionó los nombres de algunos compañeros de trabajo y de enfermeras.
Según indicó, cumplía guardia pasiva de 24 horas, es decir que iba sólo cuando había pacientes que requerían sus servicios. Le exhibieron un plano del hospital y ubicó la sala donde trabajaba y otras dependencias, con algo de dificultad.
Luego dijo no recordar que por algún asunto particular hayan acudido a terapia más de un médico, que eso no ocurría, salvo que se pidiera una interconsulta. Entonces lo interrogaron por la versión de las enfermeras según la cual gestionó el traslado de los bebés junto con el doctor Alfredo Berduc. “Imagino que sí, pero no recuerdo cuándo. Puede ser un pasaje de guardia, pero no juntos en una sola guardia. Se contaban las novedades de los pacientes”.
Además, negó haber visto nunca ningún registro donde figuren pacientes como NN. Tampoco recordó haber visto a Zaccaría en las circunstancias indicadas por los testigos, aunque dijo que el jefe de Terapia era el encargado de la inscripción de los pacientes .
Más adelante, Ferraroti admitió que sigue siendo médico del Hospital Militar, pero dijo no haberse enterado de los allanamientos que se hicieron allí en el marco de la investigación en los últimos años. Tampoco tuvo la inquietud de ir por su propia voluntad a revisar los archivos del nosocomio para corroborar si efectivamente estuvo en el momento de los hechos como relatan los testigos.
31 Ago
Dia 3: Los represores mantienen la estrategia de responsabilizar a los muertos por el robo de bebés
Guerrieri y Amelong, dos de los imputados por la sustracción de niños en Paraná durante la última dictadura cívico militar, declararon este viernes ante el Tribunal Oral Federal. Responsabilizaron al ex teniente Paul Navone, quien se suicidó en 2008, y al represor Costanzo, que es testigo en la causa. El juicio continúa el miércoles a las 10.
Por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)

El represor Amelong ejerce su defensa aunque en Rosario le hayan retirado su matricula de abogado. Foto Gustavo Vaccalluzzo
En el tercer día del juicio por robo de bebés durante la última dictadura, los represores Juan Daniel Amelong y Pascual Oscar Guerrieri responsabilizaron a Paul Navone de los delitos que se investigan. Navone es el hombre de Inteligencia del Ejército que se suicidó de un disparo en la cabeza en en febrero de 2008, el mismo día que debía prestar declaración indagatoria en la instrucción de la causa. Ambos también buscaron involucrar y desacreditar a Eduardo Costanzo, personal civil de Inteligencia que les adjudicó responsabilidad a ellos en el robo de los hijos mellizos de Raquel Negro y que debe comparecer como testigo el miércoles.
El resto de los acusados, Marino González, Jorge Fariña y Walter Pagano, prefirieron no hacer uso de la palabra, por lo cual el Tribunal Oral Federal de Paraná –que integran Roberto López Arango, Lilia Carnero y Juan Carlos Vallejos– decidió leer sus declaraciones indagatorias realizadas durante la etapa de instrucción. La audiencia pasó a un cuarto intermedio hasta el miércoles a las 10.
El médico Juan Antonio Zaccaría, ex jefe de Terapia Intensiva del Hospital Militar de Paraná, en su sorpresiva declaración del jueves, había dado nombres de médicos fallecidos al mencionar a los probables responsables de la internación y parto de la hoy desaparecida Raquel Negro: los ginecólogos Jorge Mario Cantaberta y Miguel Bottero Brollo. Además, había dicho que cumplía órdenes de sus superiores, de quienes dijo no recodar los apellidos. Se habría referido así a quienes en 1978, al momento de los hechos, eran director y subdirector del nosocomio, los tenientes coronoles médicos Luis Levin y Marcelo Jesús Beret, también fallecidos. Ayer, Guerrieri y Amelong siguieron la misma línea al adjudicar responsabilidad sobre los hechos al suicidado Navone.
Guerrieri, quien fuera segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121 del Segundo Cuerpo de Ejército, citó una presentación del 13 de abril de 2011 efectuada por un defensor oficial del fuero federal de Rosario, Germán Artola, relacionada con un supuesto correo electrónico en el cual Costanzo diría que Navone fue quien “ejecutó a Raquel Negro de un tiro en la cabeza” y quien “se habría quedado con el varoncito”.
“Esto lo pide el defensor del señor Costanzo, que tenía conexión con el señor Navone, para apartarlo a Costanzo de la causa”, acotó. Como no aceptó responder preguntas, no agregó ningún dato más al respecto.
Dibujando en una pizarra lo que pretendía ser un esquema del Segundo Cuerpo de Ejército, también basó su estrategia defensiva en intentar demostrar que el DI 121 al que pertenecía no tenía injerencia sobre Paraná, ciudad que correspondía a la órbita del DI 122 de Santa Fe, donde se desempeñaba el militar que apareció muerto en la localidad cordobesa de Ascochinga, Córdoba, el 25 de febrero de 2008, en lo que judicialmente se consideró un suicidio.
Sin embargo, en las acusaciones de las querellas y la Fiscalía se remarca que el operativo que se ejecutó con Raquel Negro y sus bebés fue coordinado por ambos destacamentos, ya que el traslado de la detenida desde uno de los centros clandestinos de detención de la zona de Rosario lo efectuaron hombres del 121, que organizó conjuntamente con el 122 la custodia en el Hospital Militar. A esto hay que sumar que Guerrieri, Amelong, Pagano y Fariña ya fueron condenados por sus actuaciones en la Quinta de Funes, donde estuvo secuestrada Raquel junto a su marido Tulio Valenzuela –también desaparecido– y su hijo de un año y medio, Sebastián Álvarez, y en La Intermedia, donde Raquel llegó ya sin vida en el baúl de un Peugeot 504, según relató Costanzo.
En su momento, Eduardo Costanzo también acusó a Amelong y Pagano de haber sido los encargados de dejar a uno de los bebés –Sabrina Gullino, hoy con su identidad restituida y querellante en la causa– en la puerta de un orfanato rosarino.
En su declaración, además de proclamar “absolutamente” su inocencia, Amelong acusó a Navone y Costanzo de los delitos que se abordan en el juicio, e insistió con la estrategia de desacreditar las afirmaciones que se espera que reitere el segundo el miércoles, diciendo que tiene “animosidad” contra los imputados. Al igual que Guerrieri, habló de la “relación” que existiría entre ese testigo y Navone y para demostrarlo solicitó que se investigue el entrecruzamiento de llamadas entre los domicilios de ambos desde hace muchos años atrás, algo que parecería de difícil cumplimiento, entre otras medidas de prueba.
Reivindicación
En la primera parte de la audiencia, ayudado con papeles que tenía sobre el pupitre, Pascual Guerrieri hizo una reivindicación de la tarea que efectuaron las fuerzas armadas durante el terrorismo de Estado, al tiempo que se defendió diciendo que debía cumplir órdenes. En varias oportunidades les habló directamente a los abogados querellantes, hasta que López Arango le ordenó que declarara dirigiéndose al Tribunal.
“Quiero hacer esta declaración con respeto hacia los que no están, tanto de la parte de ellos como de la parte de nosotros. Yo también soy un ferviente admirador del ‘nunca más’”, sostuvo. Como se esperaba, estaba reflotando el argumento de la alegada guerra contra la subversión para referirse a los crímenes de lesa humanidad.
“Nos tocó vivir en esa época, nacimos en esa época y esas cosas pasaron en esa época. La Argentina vivió una agresión terrorista y nosotros estábamos al servicio de la Nación como soldados profesionales y tuvimos que cumplir”, añadió. “Aspiro a un juicio justo. La otra parte no está, no existe, está desaparecida. Existimos nosotros solos, cuando no fue así”, dijo.
Por otra parte, dijo que cumplía órdenes del jefe del Segundo Cuerpo, aunque desvinculándose del robo de bebés: “Hay un precepto de Inteligencia que es la necesidad de saber: como el área es técnica y es reservada no todo el mundo debe conocer lo que pasa. Dicen los reglamentos nuestros: si usted no lo tiene que saber, no se lo van a decir, porque atenta contra la misión que usted tiene que cumplir. Yo no le di ninguna orden a nadie, ni me acuerdo de este hecho, para nada, estoy seguro de esto. Esto fue una orden directamente impartida por el señor general (Leopoldo) Galtieri. Yo como teniente coronel, ¿qué le digo al general?¿No lo hago, me voy, me escapo? No existe esto, usted cumple órdenes, usted no puede evadir. Yo tenía que cumplir las órdenes, aunque esto no me tocó, entonces no acepto ninguna de las cosas referentes a mí. Inclusive me parece que en el legajo figura que yo estaba de licencia”.
Otros fragmentos de su declaración reivindicativa del terrorismo de Estado, que exime de mayores comentarios, fueron los siguientes:
«En la época democrática tuve una satisfacción personal, fui elegido por mérito, no por ninguna bandera partidaria –mi única bandera es la verde oliva del Ejercito argentino– director de planeamiento de la SIDE y duré 10 años. También tengo en mi haber cinco años de oficial instructor y profesor del Colegio Militar de la Nación. Vengo hoy acá después de 10 años que llevo preso, casi una condena, aquejado de algunos males que produce esto y la edad, males silenciosos que no se ven, como la presión, el colesterol y otros más que no voy a decir acá. Nosotros también estamos sufriendo mucho, nuestras familias también. Quiero que esto se termine».
«Se habla de la patota, yo nunca instruí patotas ni fui preparado para instruir patotas, patota puede ser la barra brava en la cancha, patota puede haber sido la triple A. El Ejército argentino no fue una patota».
«Hay otra confusión muy grande. El flagelo terrorista es de los años 60, ahí empezó la guerrilla en el país. Es un contexto grande pero hay una conexidad en todos estos aspectos. Eso da una respuesta de por qué estamos acá, porque biológicamente nos tocó vivir esa época. Si hubiéramos nacido ahora, estaríamos libres de cargo y culpa. Es lo mismo que decir que los curas preparan monjas para ser prostitutas».
«Aspiro a un juicio justo. La otra parte no está, no existe, está desaparecida. Existimos nosotros solos, cuando no fue así».
«¿Se acuerdan cuando decían la única salida es Ezeiza? La única salida que tengo yo, disculpen la grosería, es Chacarita, tengo 77 años, ¿cuánto me queda de vida? No puedo salir por ningún lado, ni voy a salir, no me dejan. Tengo cinco hijos y ocho nietos».
«Nosotros no somos el ejercito del Proceso de Reorganización Nacional. Yo entré en el Liceo Militar en 1948 y al Colegio Militar en 1952, soy soldado del Ejercito del general San Martín, no soldado del Che Guevara. Mi bandera es la que usted tiene ahí, la única que enarbolé y que voy a defender toda mi vida. Nosotros mismos conseguimos la democracia que hoy gozan ustedes. Sino hoy hubiera estado ante un tribunal popular».
«¿Qué saben ustedes si nosotros queríamos el proceso? Nos pedían por la calle que viniera la revolución porque el gobierno de Isabelita no caminaba. La memoria uno la acomoda a las condiciones que uno la quiere acomodar. De manera que eso de la memoria, sí, tengamos memoria todos. No fue un problema de la Argentina sola, fue en Uruguay, Paraguay, fue una consecuencia de la guerra fría este-oeste».
«Somos personas de bien, yo no soy un asesino o una persona dedicada al mal, al contrario. Y ahí se confunde otra cosa, que en Rosario no le gustó a una abogada. Lo voy a repetir: el termino represión, nosotros somos represores, somos soldados del orden. Cuando hay un desorden siempre se manda a las fuerzas del orden a ordenar a los desordenados. Todos los gobiernos acuden a la fuerza cuando se desordena la cosa. Actualmente, pasa ahora en Plaza de Mayo cuando se descubrió este asunto de las beneméritas madres de Plaza de Mayo, que no le pagan los sueldos a los empleados y con eso no pasa nada y nosotros estamos acá poniendo la cabeza todos los días. Por eso yo también quiero nunca más para nosotros. Déjenme morir en paz, con mi familia a mi lado y con mis camaradas que me reconocen».
«La guerra es un acto inhumano de por sí y nosotros participamos porque el Ejército se prepara para la guerra. No creo que ningún Ejército se prepare para ser derrotado por nadie».
«El Ejército argentino que ustedes vieron en el desfile es el de campaña. Cuando viene la agresión terrorista nos encontramos que esta gente estaba muchísimo mejor preparada que los nuestros, porque eran ideológicamente más poderosos, estaban convencidos, venían con otra idea que en la venimos educados nosotros. Pero lo que me molesta es que no venían con los libros en la mano, venían con las armas para imponer un nuevo sistema. Eso es lo que pasó y ahora llegamos a esto. Por eso yo añoro de verdad el nunca más, pero nunca más también para nosotros».
«No estoy en contra de lo que dicen los señores (los querellantes), ojala los pueda abrazar un día. Normalmente siempre somos criticados, como a la Policía o a Gendarmería cuando dicen fue a reprimir, se excedieron, bueno».
Indagatorias
Los imputados Fariña, González y Pagano se abstuvieron de declarar, por lo cual se leyó lo que dijeron en oportunidad de sus indagatorias durante la instrucción.
Jorge Alberto Fariña declaró el 9 de mayo de 2008 pero no aceptó contestar preguntas. Dijo desconocer absolutamente todos los hechos mencionados. Sostuvo que se le imputaba ser el tercero en jerarquía de una unidad de inteligencia, la cual no tenía responsabilidad en tareas ejecutivas. Aseguró que no sabía todo, que sabía muy poco, que su grado de capitán era de oficial subalterno. Que no se puede comparar con la jerarquía de Trimarco o Galtieri. Se quejó porque se lo ponía en tercer lugar de una unidad muy pequeña a la vez que la relación entre un general y un capitán es infinita. “Ser tercero en el destacamento 121 de inteligencia no significa que debía conocer todo lo que pasaba en Rosario ni mucho menos en Paraná”, subrayo y se declaró “absolutamente inocente”.
Pagano declaró el 12 de marzo de 2008. Se declaró inocente. Dijo que anteriormente sólo había estado una vez en Paraná, “en 1984 o 1985 acompañando al doctor Ítalo Argentino Lúder como custodio, en el marco de la campaña como candidato a senador nacional”. Aclaró que “lo hacía como militante o activista peronista y no como integrante de una fuerza”. Después apuntó contra Costanzo, de quien dijo que “es un gran fabulador”, y lo responsabilizó de “apretar a algunos dirigentes políticos, también involucrados en distintos hechos” y de “vender el producto de esa fábula a los distintos medios de comunicación”. Otra de sus explicaciones fue que en la segunda mitad de 1978 realizó durante cinco meses un curso en Buenos Aires, pero confirmó que antes de eso, en el momento de los hechos, prestó servicios en el Destacamento de Inteligencia 121 como “agente de calle”.
González prestó declaración indagatoria el 10 de abril del mismo año. Negó los hechos que se le atribuían. Dijo que no lo que hacía Costanzo era “fabular” a partir del libro “Recuerdo de la muerte”, de Miguel Bonasso. Negó haber conocido a una mujer de apellido Negro, detenida y embarazada y haber coordinado aspecto alguno del operativo de su internación en Paraná.
27 Ago
Día 2: Zaccaría demostró que no está demente y reveló detalles del robo de bebés
El médico militar, que según su defensa no podía ser juzgado por incapacidad mental, sorprendió con su declaración en el juicio por la causa Hospital Militar. Dijo que vio y atendió a la desaparecida Raquel Negro y que a los bebés los “hicieron desaparecer”. Pero buscó desligare de su responsabilidad en los hechos. En la primera parte de la audiencia, el Tribunal rechazó todos los planteos de los represores.
por Alfredo Hoffman (especial para la Mesa Juicio y Castigo)
Fotos: Gustavo Vaccalluzzo
En el segundo día del juicio por la causa Hospital Militar, el Tribunal Oral Federal de Paraná rechazó los planteos de las defensas de los represores, que pretendían suspender el debate por recursos pendientes de resolución y por supuesta incompetencia del organismo judicial. Además, resolvió que el imputado Juan Antonio Zaccaría, jefe de Terapia Intensiva del nosocomio castrense durante la dictadura, continúe siendo juzgado, a pesar de que su abogado pidió la suspensión del proceso penal en su contra por problemas de salud físicos y psíquicos. Y Zaccaría no sólo continuó en el juicio, sino que aceptó declarar y, contradiciendo a su propio abogado, reveló sin mucho esfuerzo mental los detalles del entramado del robo de bebés: dijo que atendió a la hoy desaparecida Raquel Negro en 1978, que estaba custodiada por militares, y que a sus niños los “hicieron desaparecer”, entre otras revelaciones.
El primer juicio oral y público por delitos de lesa humanidad en Entre Ríos, en el que se juzga a los responsables de sustracción de menores durante la dictadura, continuó así este jueves con más planteos de los imputados que fueron rechazados por el Tribunal que integran Roberto López Arango, Lilia Carnero y Juan Carlos Vallejos. El miércoles tampoco habían sido tenido en cuenta los pedidos de unificación de las querellas y de traslado de los detenidos en la cárcel de Paraná a dependencias de fuerzas federales.
Pascual Oscar Guerrieri, Jorge Alberto Fariña, Juan Daniel Amelong, Waltar Salvador Pagano, Marino González (integrantes del Destacamento de Inteligencia 121, dependiente del Segundo Cuerpo de Ejército) y Juan Antonio Zaccaría, médico militar, están acusados de los delitos de sustracción y sustitución de identidad de los hijos mellizos de los detenidos-desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela, nacidos en marzo de 1978 en la maternidad clandestina del Hospital Militar. La beba mujer fue abandonada en un orfanato rosarino y dada en adopción legalmente a una familia que la llamó Sabrina Gullino. Recuperó su verdadera identidad en diciembre de 2008. El bebé varón todavía continúa desaparecido.
Al inicio de la audiencia, un detalle hacía prever la estrategia de Humberto Franchi, el defensor de Zaccaría: el acusado ingresó a la sala en silla de ruedas, acompañado de su esposa, a pesar de que el miércoles lo había hecho por sus propios medios y había permanecido sin problemas aparentes en su silla durante las casi ocho horas que duró esa primera jornada. Franchi insistió con su planteo de los últimos meses de que el anestesista posee una incapacidad que lo convierte en inimputable. Sin embargo, después de analizar los argumentos de las partes, el Tribunal decidió que Zaccaría está en condiciones de ser juzgado y de estar presente en el debate.
“El Tribunal entiende que, por el cocimiento ‘de visu’ durante el desarrollo de la audiencia de ayer (por el miércoles) y hoy (por el jueves), se encuentra apto, en condiciones para estar presente y ejercer su defensa material en las presentes audiencias”, sostuvo Roberto López Arango, presidente del organismo judicia, sin perjuicio de las medidas que se puedan adoptar oportunamente.
Cuando los jueces le consultaron sus datos personales, Zaccaría no tuvo problemas en responder la mayoría de las preguntas. “¿Entiende usted por qué está en esta audiencia?, interrogó López Arango: “Supongo que sí”, contestó. Sólo manifestó cierta confusión sobre su ciudad de residencia –primero dijo Buenos Aires y luego, correctamente, Paraná– y no recordó su número de documento.
De la misma manera se rechazaron los planteos de incompetencia territorial, de nulidad de la audiencia de debate por pruebas y recursos pendientes y de nulidad de la resolución de Cámara que declaró desiertos los recursos de apelación de González y Fariña a los autos de procesamiento.
También se rechazó el planteo de Amelong –ejerciendo su autodefensa– por “incompetencia material”. El represor pretendía que lo juzgara un Tribunal Militar. Sin embargo, no se tuvo en cuenta el pedido de la querella para que se oficie al Colegio de Abogados de Rosario a fin de que confirme si se le anuló la matrícula. Se argumentó que no necesita ser profesional del Derecho para ejercer una autodefensa.
Planteos Preliminares
En las cuestiones preliminares, al inicio de la jornada, el defensor oficial Mario Franchi pidió la suspensión del juicio. En primer lugar, hizo un planteo de incompetencia, por entender que se trata de delitos que ya fueron tratados y juzgados en la causa Guerrieri. “Se están superponiendo hechos que han sido objetos de valoración por el Tribunal Oral Federal de Rosario. Además en ese juicio prestaron declaración médicos, parteras, testigos que parecieron exceder el objeto procesal de aquella causa”, sostuvo, antes de afirmar que la competencia no le corresponde al Tribunal de Paraná sino al de la ciudad santafesina.
Franchi pidió también la nulidad de la apertura del debate porque existen pruebas y recursos pendientes de resolución, hay medidas que no han sido completadas y no se cuenta con todos los elementos probatorios, aseguró. Asimismo anticipó que asesoraría a sus defendidos para que no declaren hasta poder contar todas las pruebas, porque “el ejercicio de defensa se ve claramente limitado”.
Dijo que hay un recurso de casación de Amelong pendiente, que fue rechazado por el Tribunal y que el imputado insistió con recurso extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia recusando a uno de sus miembros. En ese sentido, el defensor pidió que se anulara la apertura del debate a la espera de la resolución del recurso ante la Corte.
En representación de González y Fariña, en tanto, hizo un planteo porque la Cámara los tuvo por desistidos del recurso de apelación del auto de procesamiento y prisión preventiva por un error judicial de notificación, según afirmó, cuando los dos represores habían revocado a sus defensores particulares.
La fiscal Marina Herbel contestó el planteo de incompetencia diciendo que es improcedente su determinación en esta etapa y pidió que se lo rechace. Aseguró además que el Tribunal paranaense tiene la competencia territorial por el lugar donde se cometió el delito. Aceptar este planteo “implicaría un grave retardo del juicio” en perjuicio de las víctimas, sostuvo. Argumentó también que por la procedencia de la mayoría de los testigos claves es conveniente que el juicio se realice en la capital entrerriana.
El fiscal José Ignacio Candioti rechazó la solicitud de nulidad por los recursos y pruebas pendientes. De éstas últimas dijo que se trata de los legajos militares de los imputados, los cuales están reservados en secretaría, y demás pruebas que en todo caso su falta afectaría a las partes acusadoras y por ende no se violaría el derecho de defensa. Acotó también que no es imperativo suspender el debate ante esas circunstancias, sino que es facultativo del Tribunal.
Asimismo indicó que el recurso pendiente de Amelong es de prescripción de la acción, que ya fue resuelto en forma negativa en esta jurisdicción y por la Corte Suprema, que ya tiene una postura fijada al respecto, como así también por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Finalmente, Herbel adherió a lo resuelto por la Cámara sobre los desestimientos de las apelaciones de González y Fariña, en cuanto fueron debidamente notificados.
Alvaro Baella, representante de la querella de Abuelas de Plaza de Mayo, adhirió en todos sus términos a lo planteado por el Ministerio Público Fiscal. Sobre la cuestión de la competencia agregó que el defensor no dijo qué testigos que declararon en Rosario no eran pertinentes ni precisó cuál es el perjuicio que se le ocasionaría a los imputados, y remarcó que son delitos distintos los que se cometieron y juzgaron en Rosario y en Paraná.
Abogado sin matrícula
En un tramo de las cuestiones preliminares tomó la palabra Amelong, en ejercicio de su autodefensa como abogado. Lo hizo para introducir un planteo de incompetencia en razon de la materia y reclamar que se lo juzgue con el Código de Justicia Militar. Además, criticó la aplicación del articulo 118 de las Constitución. Acto seguido pretendió hablar sobre la prescripción, pero el presidente del Tribunal lo reprendió porque no le estaba permitido exponer sobre planteos ya realizados. López Arango también lo retó diciéndole que no entendía por dónde iba su planteo.
Una vez que habló Amelong, Baella pidió al Tribunal que oficie al Colegio de Abogados de Rosario para que informe sobre la clausura de la matrícula de abogado del represor, lo que se conoció por los medios recientemente. “Hasta tanto el Colegio responda este oficio entendemos que Amelong ya no goza más de la matrícula de abogado”, sostuvo. El fiscal Candioti no puso objeciones a la medida solicitada, y el propio Amelong se defendió diciendo que el Colegio no lo había notificado de la medida y que “ni siquiera hace falta ser abogado para defenderse”.
Antes de que el Tribunal pasara a un cuarto intermedio de una hora para para resolver los planteos preliminares, Herbel rechazó la solicitud de Amelong de que lo juzgue un tribunal militar. “La Corte en 2007 resolvió la inconstitucionalidad de la aplicación del Código de Justicia Militiar para los militares que cometieron delitos en el ejercicio de su cargo”, señaló, al tiempo que distinguió el derecho disciplinario y el derecho penal militar. “Los tribunales militares se integran con funcionarios con dependencias jerárquicas correspondientes al Poder Ejecutivo, por lo tanto tienen prohibido el ejercicio de funciones judiciales”, dijo la fiscal.
La estrategia del defensor de Zaccaría
Humberto Franchi, al insistir con su planteo de suspensión del proceso respecto a Zaccaría, sostuvo que lo hacía “por cuestiones que ya anteriormente solicitara, que impiden el desarrollo del proceso respecto de su persona, ya que no se encuentra en condiciones físicas y psíquicas de participar de este debate”.
“Los estudios determinaron sus problemas piscológicos, psiquiátricos y físicos. El 2 de junio se hizo el último examen médico con profesionales del Cuerpo Médico Forense, quienes concluyeron que Zaccaría presenta hipertensión arterial, diabetes tipo 2, enfermedad cerebro vascular y deterioro cognitivo en niveles de demencia. La realización de actos procesales pueden llevar a un nivel de estrés que se hace evidente para cualquier persona y más en el caso de gerontes, que puede llevar perjuicios y complicaciones cardio o cerebrovascular”, acotó.
Recordó que en base a ese dictamen el tribunal decidió no hacer lugar “por el momento”, o sea que a su entender no se resolvió la cuestión, y disponer antes de la audiencia de debate la realización de una nueva evaluación. Luego, el 20 de julio se decidió que no era imprescindible una nueva pericia, sin perjuicio que una vez iniciada la audiencia se resuelvan las medidas pertinentes.
Argumentando “inimputabilidad sobreviniente”, Franchi solicitó que, en caso de ser necesario, se realice un nuevo estudio a través de los mismos peritos de la Corte.
Tanto la Fiscalía como la parte querellante desestimaron lo pedido por el abogado de Zaccaría. Herbel remarcó que el médico represor aceptó acudir ante el Tribunal, a pesar de que se le ofreció participar por videoconferencia, y consideró que se lo veía en condiciones de asistir al debate. Sostuvo asimismo que el dictamen de los peritos no era determinante para el Tribunal y que además los profesionales propuestos por la querella no opinaron los mismo que los forenses de la Corte.
“Hemos observado que desde ayer Zaccaría está presente en la sala. Está en condiciones físicas y psíquicas; las físicas las pudimos observar todas las partes, las psíquicas ya las resolvió el Tribunal. Sabemos que la demencia senil no se presenta con actitudes como las presentes”, subrayó.
Candioti acotó que “no es la postura del Ministerio Público Fiscal que una persona esté sometida a proceso por el simple hecho de estarlo” y citó el ejemplo de Juan Carlos Ricardo Trimarco, a quien se le corroboró su deterioro cognitivo y se lo declaró inimputable. “Acá, con Zaccaría, el MPF estima que las circunstancias establecidas para la suspensión del proceso no se encuentran comprobadas y por ende el juicio debe continuar”, dijo.
Florencia Amore, abogada de HIJOS Paraná, apuntó que los problemas de salud no son relevantes como para suspender el proceso y marcó la posibilidad de que el imputado esté simulando sus problemas de salud, dado que es un profesional de la Medicina. “En este momento es interesante analizar que la incapacidad debe ser de una entidad tal que excluya la actitud defensiva de querer no entender. Esta querella entiende que el imputado padece un deterioro cognitivo mínimo y esto ha quedado demostrado en la etapa de instrucción y en la reciente audiencia oral”, dijo.
En cuanto a la última evaluación mencionó que “existieron dos dictámenes periciales contradictorios”, uno de los integrantes del Cuerpo Médico Forense y otro de los profesionales propuestos por las querellas, y destacó que una, vez designados, los peritos tienen la característica de ser imparciales, independientemente de ser ofrecidos por la parte o ser el perito oficial. “La valoración debe hacerse respetando las reglas de las sana crítica. Deben considerarse otros elementos de prueba, como el antecedente de la conducta de Zaccaría en el desarrollo de este proceso”, dijo en referencia a que en su momento se autoprovocó una hiperglucemia. “Debemos tener en cuenta que es médico y sumar la magnitud de los delitos que se le imputan. Esto hace posible pensar que está pretendiendo algún beneficio excarcelatorio”, indicó.
“Advertimos que Zaccaría pudo presenciar la audiencia y ha aceptado venir y estar, por lo cual no nos cabe ninguna duda de que sabe y de que comprende que está siendo sometido a un proceso penal y cuales son las consecuencias de ello”, finalizó Amore.
Después de analizar los argumentos de las partes, el Tribunal decidió que Zaccaría está en condiciones de ser juzgado y de estar presente en el debate.
“El Tribunal entiende que, por el cocimiento ‘de visu’ durante el desarrollo de la audiencia ayer (por el miércoles) y hoy (por el jueves), se encuentra apto, en condiciones para estar presente y ejercer su defensa material en las presentes audiencias”, sostuvo López Arango, sin perjuicio de las medidas que se puedan adoptar oportunamente.
De la misma manera se rechazaron los planteos de incompetencia territorial, de nulidad de la audiencia de debate por pruebas y recursos pendientes y de nulidad de la resolución de Cámara Federal de Apelaciones que declaró desiertos los recursos de apelación de González y Fariña a los autos de procesamiento.
También se rechazó el planteo de Amelong –ejerciendo su autodefensa– por “incompetencia material”. El represor pretendía que lo juzgara un Tribunal Militar. Sin embargo, no se tuvo en cuenta el pedido de la querella para que se oficie al Colegio de Abogados de Rosario a fin de que confirme si se le anuló la matrícula. Se argumentó que no necesita ser profesional del derecho para ejercer su autodefensa.
El robo de bebés en boca de un imputado
En el tramo final de la audiencia, Juan Antonio Zaccaría, el imputado que según su defensor sufría una incapacidad mental que le imposibilitaba ser juzgado, terminó aportando datos claves sobre el robo de bebés durante la última dictadura: no sólo reconoció los hechos que se investigan, sino que al relatarlos utilizó la misma terminología que las partes acusatorias al hablar de situaciones “irregulares” en el alojamiento de parturientas y recién nacidos en el Hospital Militar de Paraná y hasta afirmar que a los bebés “los hicieron desaparecer”.
El anestesista, comprendiendo plenamente lo que sucedía a su alrededor, contestó las preguntas que en su mayoría provinieron del fiscal José Ignacio Candioti y admitió la internación de Negro custodiada por militares, el nacimiento de un niño con complicaciones de salud y una niña en buenas condiciones, la inscripción “irregular” de los bebés y la posterior “desaparición” de los mismos. Fue lo suficientemente cuidadoso como para desligarse de las responsabilidades y decir que sólo “recibía órdenes” de sus superiores, los jefes de la guarnición y del hospital, de quienes dijo no recordar sus apellidos, y mencionar a colegas suyos ya fallecidos como quienes tenían poder de decisión en el caso, como los encargados de Ginecología Jorge Mario Cantaberta y Miguel Bottero Brollo. También nombró a los médicos civiles terapistas Juan Alfredo Berduc y Juan Ferrarotti.
En cierto momento, cuando lo interrogaban por la secuestrada embarazada, utilizó el plural. Quedó flotando en el aire la posibilidad de que se estuviera refiriendo a más de una mujer en esas condiciones, lo que avalaría la teoría de que el establecimiento sanitario funcionaba como una maternidad clandestina durante la dictadura.
Zaccaría recordó claramente que en 1978 era jefe de Terapia Intensiva del hospital y el nombre de una de sus enfermeras. Sobre los bebés dijo que llegaron a su área luego del alumbramiento, según dijo creer, al día siguiente, y manifestó desconocer si habían nacido en el mismo nosocomio. Sobre el hecho de que estuvieran en terapia dijo que era algo “excepcional”, pero sostuvo que no pudo hacer nada al respecto porque “no era obstetra, ni pediatra ni nada por el estilo” y que nadie le contestaba a sus preguntas por esa situación.
“Los niños estaban en una incubadora o una cuna chica, no recuerdo bien”, dijo. Y agregó: “Los hicieron desaparecer. Se los llevaron a otra parte, no recuerda quién (…) Fui a dar la novedad a la jefatura, la mar en coche, y cuando volví no estaban más. Después me enteré que se los habían llevado a un sanatorio (…) Se los llevaron porque estaban en forma irregular depositados en el servicio. No procedieron correctamente”.
Cuando le preguntaron qué pasó con la madre, indicó que la vio en terapia, que estaba acostada y que su aspecto era bueno. Incluso dijo que conversó con ella “en forma muy parcial, superficial”, que había militares custodiándola y que no sabe qué pasó con ella.
Le consultaron si tenía contacto con militares de Rosario y respondió: “Muy poco, venían a veces a controlar, a mirar y nada más; quién estaba y si se cumplían las ordenes impartidas”. Y sobre cómo fueron registrados los bebés acotó: “No sé si estaban inscriptos en el libro de registro, supongo que había cosas que no registraban correctamente. Supongo que estaban internados en forma ilegal, no correcta, en una palabra”.
25 Ago
Dia 1: Empezó el juicio por la causa Hospital Militar con dos planteos rechazados a los represores
En un día histórico para Entre Ríos, se inició el primer juicio por delitos de lesa humanidad. Las defensas reclamaron la unificación de las querellas y dejar la cárcel de Paraná, pero el Tribunal rechazó los dos planteos. Se leyeron las requisitorias de elevación a juicio.
Por: Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
Fotos: Gustavo Vaccaluzzo
Entre Ríos vivió este miércoles 24 de agosto un día histórico, por el inicio del primer juicio oral y público por delitos de lesa humanidad. Organismos de derechos humanos, militantes políticos y sindicales y la comunidad en general se movilizaron para acompañar a las víctimas y familiares en las inmediaciones de la sede de la Cámara Federal de Apelaciones de Paraná, donde se constituyó el Tribunal Oral Federal. Por la tarde se desarrolló el Festival del Juicio calle 25 de Mayo, con la presencia de los payasos Autoconvocados de Rosario, la murga «La Memoriosa», el trío Martinez-Centurión-Calvi, el Cuarteto Furtivo y Murga «La Malparida».
En esa primera audiencia del juicio por la causa Hospital Militar, el que se juzga el robo de bebés durante la última dictadura cívico-militar, las defensas de los genocidas Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Dionisio Pagano, Jorge Alberto Fariña y Marino Héctor González, quienes integraban el Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario; y del jefe de Terapia Intensiva del hospital, Juan Antonio Zaccaría; pidieron la unificación de las querellas, lo cual fue rechazado por los jueces.
Además, uno de los defensores pidió que los cuatro represores que se encuentran detenidos en la cárcel de Paraná sean alojados en otras dependencias, disconformes con la condiciones de la reclusión. Pero los magistrados Roberto López Arango, Lilia Carnero y Juan Carlos Vallejos anticiparon su oposición también a este planteo.
Los seis imputados están acusados de los delitos de sus “Sustracción, retención y ocultamiento de menores de 10 años” y la “Alteración y supresión del estado civil de menores de 10 años”, por el robo de los hijos mellizos de los desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela. Uno de esos mellizos, Sabrina Gullino, recuperó su identidad en diciembre de 2008, pero aún se busca su hermano varón.
El defensor oficial Mario Franchi criticó la “multiplicidad de querellas” que a su juicio impide que el juicio se realice con “igualdad para las partes”. Pero el fiscal José Ignacio Candioti y los querellantes –la agrupación Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (HIJOS), Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Abuelas de Plaza de Mayo, Sabrina y su hermano mayor, Sebastián Álvarez– rechazaron el planteo de unificación argumentando que era un pedido fuera de término y que existen multiplicidad de intereses las diferencian entre sí.
“Esta cuestión está expresamente regulada. Cada ofendido tiene derecho a constituirse como parte”, dijo Candioti, y citó precedentes de la Corte Suprema y el precepto constitucional del artículo 18. “Acá no se puede decir que hay identidad de intereses entre los querellantes, esto es obvio y así se dejó establecido en la etapa de instrucción”, remarcó el fiscal.
Los abogados Ana Oberlin, de Abuelas; Lucas Ciarnello, de la Secretaría de Derechos Humanos; y Álvaro Piérola (HIJOS Paraná, Sabrina Gullino y Sebastián Álvarez) mantuvieron la misma posición y plantearon que el pedido estaba realizado fuera de término. Ciarnello, puntualmente, criticó el argumento de la defensa de que la querella del organismo que representa se superpone con la Fiscalía. “Eso es desconocer la Ley del Ministerio Público Fiscal”, remarcó.
Tras un breve cuarto intermedio el Tribunal resolvió denegar el pedido por considerar que “los defensores no han planteado cuál es el perjuicio concreto”. En tanto se agregó que “el planteo se debió realizar oportunamente, ya que resulta extemporáneo”. De todas maneras, por una cuestión de orden y de «igualdad de armas», se resolvió que actúen sólo dos representantes por cada parte querellante.
Ante este revés, la defensa dejó planteada la reserva de recurrir en casación, del caso federal, y de recurrir ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
En otro tramo de la audiencia, el defensor oficial Mario Franchi transmitió la queja de cuatro de sus representados, Pagano, Amelong, González y Fariña, quienes aseguran que no poseen ideales condiciones de detención en la Unidad Penal Nº 1. Los otros dos imputados poseen prisión domiciliaria.
Franchi dijo que «no poseen calefacción» y que son hombres de avanzada edad. Ante esto pidió que sean alojados en dependencias de fuerzas federales o bien que se mejoren las condiciones de detención. El Tribunal rechazó en principio el primer pedido, ya que va contra las disposiciones legales vigentes, y se comprometió a verificar cómo se encuentran en la cárcel, a fin de solucionar las deficiencias, si las hubieran.
Requerimientos
La mayor parte de la primera jornada estuvo ocupada por la lectura de las requisitorias de elevación a juicio, tanto de la Fiscalía como de las querellas. Todas tienen puntos de coincidencia en la descripción de los los hechos, desde la internación de la hoy desaparecida Raquel Negro en el Hospital Militar de Paraná, el parto, el alojamiento de los bebés mellizos en terapia intensiva, su traslado al Instituto Privado de Pediatría, hasta el posterior abandono de la niña en la puerta del Hogar del Huérfano de Rosario, desde donde fue otorgada en adopción a la familia Gullino. Se destacó también que no existen datos del paradero del otro mellizo.
Asimismo en los escrito se remarcó la intervención de cada imputado en los delitos investigados, dejando en claro que el traslado y el parto clandestino de Negro fue planeado por la “patota” que integraban los imputados, como así también la sustracción de los bebés y la sustitución de sus identidades.
En este marco, adjudicaron a Zaccaría, «haber prestado colaboración y participación directa en los hechos», ya que ordenó anotar a los bebés como NN y no como hijos de la detenida Raquel Negro.
Las únicas diferencias estuvieron en la determinación de las autorías, ya que para la Secretaría de Derechos Humanos y Abuelas de Plaza de Mayo Pagano, Amelong y Zaccaría fueron autores directos de los crímenes, y el resto fue coautor mediato; mientras que para el resto de las querellas y para la Fiscalía todos fueron coautores mediatos.
En medio de la audiencia el imputado Jorge Alberto Fariña se retiró de la sala por una indisposición. Fue atendido por un servicio médico y retornó a la sala una hora y media después. Por su parte, el médico Zaccaría, quien había argumentado problemas de salud para no comparecer ante el Tribunal, se mostró en óptimas condiciones, y ubicado en espacio y tiempo.
Para el jueves
Para este jueves se espera que las defensas efectúen planteos preliminares sobre cuestiones que deben ser resueltas antes del inicio del debate. No se descarta , que el representante de Zaccaría, Humberto Franchi, renueve su pedido de suspensión del proceso penal por problemas de salud. También pueden hacer planteos las querellas.
En lo sucesivo, jueves o viernes, se abrirá la instancia de declaración de los imputados, o bien la lectura de las indagatorias en caso de que resuelvan abstenerse. La semana próxima comenzarán los testimonios, con Sabrina, Sebastián y el represor Eduardo Costanzo.
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Por Juan Cruz Varela desde Paraná
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-175279-2011-08-25.html
TELAM – POLITICA
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http://www.telam.com.ar/vernota.php?tipo=N&idPub=235032&id=443888&dis=1&sec=2
24 Ago