Crónicas
Día 7: Los que no vieron, los que no saben
y los que no quieren recordar
En el inicio de la tercera semana del juicio por el robo de los bebés de Raquel Negro, un técnico de laboratorio del Hospital Militar recibió una advertencia por sus respuestas poco convincentes y su falta de memoria. Otros testigos reconocieron haber escuchado los comentarios sobre el caso. Otros dijeron no haberse enterado de nada. Un médico del IPP describió detalles del funcionamiento de la Institución adonde fueron derivados los niños.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
En la séptima jornada del juicio por robo de bebés que se desarrolla en Paraná, este miércoles declararon seis testigos que no aportaron datos precisos sobre los delitos que se investigan: la sustracción y sustitución de identidad de los hijos mellizos de los detenidos-desparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela, nacidos en el Hospital Militar de esta ciudad en marzo de 1978. Uno de esos testigos fue un militar que durante la dictadura se desempeñaba como preparador de laboratorio en el nosocomio de avenida Ejército, quien reconoció haber escuchado el comentario sobre aquellos acontecimientos, pero dijo no haber visto nada. Su insistencia en remarcar su desconocimiento de los hechos, su alusión a la falta de memoria y sus respuestas evasivas y poco convincentes, motivaron que la abogada querellante Ana Oberlin –representante de Abuelas de Plaza de Mayo– le preguntara si fue amenazado antes de la audiencia. Su respuesta fue negativa. Además, le llamaron la atención porque podría estar incurriendo en el delito de falso testimonio.
Además, otros dos testigos dijeron que escucharon comentarios sobre el parto de una mujer detenida que había tenido mellizos en el Hospital Militar; mientras que otros tres aseguraron que desconocían por completo esos hechos, salvo por lo que se enteraron ahora por los medios.
La primera en declarar fue una instrumentadora quirúrgica del Hospital Militar, quien aseguró que sigue el caso “por televisión” y que le da “mucha lástima esa chica que anda buscando al hermanito”. Sin embargo dijo que no tiene conocimiento del nacimiento de los bebés en ese nosocomio ni de su internación en Terapia Intensiva.
Además declaró un médico pediatra que detalló cómo era el funcionamiento del área de Neonatología del Instituto Privado de Pediatría (IPP), donde se desempeñó desde mayo de 1978. Dijo desconocer la internación de los hijos de Raquel Negro en esa institución –derivados del Hospital Militar– en marzo de ese año.
Luego fue el turno de una empleada –los nombres se preservan por razones de seguridad– que se desempeñaba en el consultorio externo de Ginecología del hospital y que negó haberse enterado del parto de Raquel Negro, ni directamente ni por intermedio de terceros. La mujer defendió a la institución del Ejército: «Nunca vi nada, ningún movimiento raro de custodia, nunca», dijo. Y agregó: «Todos los internados, que yo sepa, estaban bien registrados, bien atendidos, tenían una atención muy buena».
Le siguió una enfermera de Terapia Intensiva del nosocomio, que aseguró no haber tenido contacto con los bebés cuando fueron internados en ese servicio, pero sí que algunos de sus compañeros le contaron sobre lo sucedido: «Recuerdo por comentarios que habían dicho que nacieron dos mellizos que estaban delicados de salud y que estuvieron unas horas y que fueron derivados al Sanatorio del Niño. Eran un varón y una mujer, todo por comentarios». No supo decir quiénes los atendieron, ni quién los recibió, ni quién los derivó.
Finalmente, otra ex empleada que al momento de los hechos trabajaba en consultorios externos del noscomio, también manifestó escuetamente haberse enterado, sólo por lo dicho de boca en boca, de una mujer detenida que tuvo familia en marzo de 1978.
“No sabía si eran embarazadas u obesas”
El militar retirado que declaró como testigo relató que se desempeñó en el laboratorio del Hospital Militar en 1978 y que sacar sangre a los pacientes internados era una de sus funciones. Aseguró que nunca tomó conocimiento de que estuvieran internadas personas a las que la dictadura llamaba “subversivas” y que tampoco tuvo contacto con embarazadas. “Nunca supe si la paciente era embarazada u obesa. A mí no se me notificaba si era un embarazo, era la paciente o el paciente”, indicó.
Afirmó que no se enteró ni se acuerda de un operativo militar de custodia de un paciente que le haya llamado la atención por involucrar a un personal de tropa más numeroso que lo habitual y se cuidó de no dar a entender que le pudo haber sacado sangre a alguien que estuviera secuestrado: aseguró que nunca vio a una persona encapuchada, atada o esposada; que “los pacientes se tapaban la cara porque le tenían miedo a la aguja”; que “estaban tapados con la frazada” y que él “únicamente descubría el brazo para la extracción”.
Sin embargo, reconoció que se enteró por lo que se decía “de boca en boca” del caso de los bebés: “No lo puedo negar. Escuché que habían nacido unos mellizos, nada más (…) Fue un hecho novedoso por ser mellizos. Que había fallecido uno de ellos, eso también llamó la atención, también de boca en boca. Era algo fuera de lugar, digamos, para un Hospital Militar”. Dijo no recordar qué se decía acerca de cómo había sido la supuesta muerte de ese niño, que no sabe qué pasó con el cuerpo, ni con el niño que quedó vivo, ni con la madre; ni qué nombre le pusieron las enfermeras a los recién nacidos por carecer de identidad. Sólo admitió que aquello “fue como un shock a nivel hospitalario”.
Fue entonces cuando, ante tantas respuestas negativas, la abogada Ana Oberlin –representante de la querella de Abuelas de Plaza de Mayo– le preguntó si había recibido amenazas antes de la audiencia. La respuesta fue negativa. A pedido de la letrada, el Tribunal le recordó que estaba declarando bajo juramento de decir la verdad. “Son muchos años, son 33 años”, se defendió.
El IPP
Un pediatra que se desempeñó en Neonatología del IPP pero, según dijo, a partir de dos meses después de la internación de los hijos de Raquel, dejó en claro que aquellos acontecimientos debieron ser lo suficientemente extraordinarios como para que sean recordados por quienes los vivieron.
El profesional dijo que los registros de pacientes sin identidad o con identidad ficticia era algo completamente anormal, y consideró “raro” que estuvieran internados pacientes que no recibieran la visita de sus familiares.
Por otra parte, aseguró que una cardiopatía congénita severa, como la que supuestamente padecía el varón –según dijo el médico que lo atendió en el Hospital Militar, Alfredo Berduc– generalmente merecía una derivación al hospital Gutiérrez de Buenos Aires o algún otro de alta complejidad que en esa época existían en La Plata y en Córdoba, no al IPP.
Volverán a revisar a Constanzo
El Tribunal dispuso que el médico del fuero federal de Rosario corrobore nuevamente el estado de salud del represor Eduardo Costanzo, a fin de determinar si está en condiciones de prestar declaración testimonial. De ser así, se fijará una nueva fecha.
Ex integrante de la patota de Rosario, Costano dio detalles sobre el operativo de traslado de Raquel Negro hasta el Hospital Militar de Paraná, y señaló a los imputados Walter Pagano y Juan Amelong como los encargados de dejar a Sabrina en la puerta del Hogar del Huérfano en Rosario.
Costanzo tiene una diverticulitis aguda que le impidió declarar en la segunda semana del juicio.
7 Sep
Día 6: Dos enfermeras ratificaron la sustitución de la identidad de los mellizos y un militar se desligó de los hechos
Este viernes declararon tres testigos: dos enfermeras de Terapia Intensiva del nosocomio de avenida Ejército y un militar retirado. Las dos primeras ratificaron que los bebés de Raquel Negro fueron registrados como NN y aseguraron que Zaccaría tenía pleno dominio sobre lo que pasaba en su servicio. El restante buscó desligarse de los hechos diciendo que cuando ocurrieron estaba destinado en Concordia.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
En la sexta jornada del juicio oral y público por la causa Hospital Militar, dos enfermeras de Terapia Intensiva ratificaron –por lo que les contaron sus compañeras de trabajo– que los bebés de Raquel Negro fueron registrados como NN y aseguraron que el imputado Juan Antonio Zaccaría tenía pleno dominio sobre lo que pasaba en su servicio. Además, un militar retirado buscó desligarse de los hechos diciendo que cuando ocurrieron estaba destinado en Concordia, pese a que no había dicho lo mismo durante la etapa instructoria.
La audiencia se desarrolló nuevamente sin la presencia en la sala del represor Walter Pagano, quien prefiere permanecer en otra dependencia del edificio de los Tribunales Federales de calle 25 de Mayo. Además de Pagano y Zaccaría son el Tribunal Oral Federal de Paraná juzga a Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Marino González y Jorge Fariña, por los delitos de sustracción de menores y sustitución de identidad.
La primera en declarar fue una enfermera de Terapia Intensiva que comenzó a desempeñarse en esa unidad en 1975 y lo continúa haciendo en la actualidad. En aquella época su jefe era Zaccaría.
“En realidad, yo no vi nada, sí senti comentarios, porque en esa época trabajábamos tres semanas y teníamos una de franco y si eso aconteció fue cuando yo no estaba o estaba de vacaciones”, dijo la trabajadora. “Cuando me reintegré escuché los comentarios. Yo era muy jovencita, no me llamó la atención. En esa época era toda getne relacionada con el Ejército la que se atendía”. Mencionó que los turnos eran rotativos y que no recuerda quién la reemplazó esa semana.
De todas maneras, consideró que “no era normal” la internación de bebés en Terapia Intensiva. “Había partos pero nunca iban a Terapia. Escuché que había una incubadora con dos bebés. No escuché quién era la mamá”.
Dijo que comentarios sobre los bebés “los hicieron las chicas” en referencia a las enfermeras que los atendieron. “Me dijeron que los llevaron, no sé adónde, a un lugar especializado”, indicó. Dijo que al menos tres enfermeras le hicieron esos comentarios.
“Nunca hubo bebés en Terapia, salvo esa vez. El comentario era que eran un varoncito y una nena”, acotó.
“Entre los comentarios que se escuchaban me dijeron las chicas que estaban anotados como NN en la planilla y que como les daba mucha lástima les pusieron Soledad y Facundo”, contó emocionada.
“Zaccaría supervisaba todo. Cada una se hacía responsable de sus cosas, pero él era el que ordenaba, era nuestro jefe”, dijo sobre el rol del imputado. “Zaccaría tenía conocimiento de los ingresos y egresos de la sala, por supuesto, era su función”, insistió.
Aunque dijo que en esa unidad “cada paciente tenía su ficha” y “venía derivado con su historia clínica”, aseguró que no pudo ver las fichas de esos bebés.
En otro pasaje relató cómo era trabajar en el hospital durante la dictadura: “No se podía hablar mucho. Yo entraba a las 12 de la noche. Al llegar a calle Alvarado, te identificaban, te acompañaban, tenías que entrar y no moverte de tu lugar, todo medio a oscuras. A la noche salíamos y había muchos soldados haciendo la conscripción”.
“A veces me quedaba sola a la madrugada y sentía mucho movimiento de autos, algunos gritos al fondo, donde había unos galpones. Los gritos era como que los castigaban. No nos llamaba la atención, yo no sabía que pasaba”, agregó.
Sobre los médicos Alfredo Berduc y Juan Ferraroti, dijo que “hacían guardias de 24 horas” y que siempre “estaban persentes en Terapia”.
Fariña, Pagano y Zaccaria. Fotos: Gustavo Vaccalluzo
«Nunca pudo ingresar alguien sin conocimiento de Zaccaría»
Otra enfermera de Terapia, que también ratificó que Zaccaría era su jefe, dijo que en esa época estaba con parte de enferma, pero cuando volvió, en marzo de 1978, escuchó que habían nacido los mellizos, un varón y una mujer.
“Lo único que escuché fue que habían nacido y lo habían llevado al Instituto del Niño. Con respecto a la madre nunca escuché nada”, dijo.
Luego precisó que escuchó que el varón tenía problemas de salud, pero no que los habían llevado a Terapia Intensiva. De todas maneras, confirmó que las enfermeras de ese servicio tuviero contacto con los niños. Creyó recordar que “uno había muerto”.
“Zaccaría era el que nos dorigía a todos nosotros, era el jefe, el que decidía qué medicación había que hacer. Nunca pudo ingresar alguien a Terapia sin conocimiento del doctor Zaccaría, porque había una historia clínica de cada paciente, donde decía la evolución del paciente, identificado con nombre, apellido, edad, fecha de nacimiento y el diagnóstico y qué médico lo había derivado a terapia intensiva”, recordó la mujer.
Pese a esas reglas, esos bebés no tenían identidad: “Las chicas les habían puesto nombres, porque no tenían nombre: a la nena Soledad y al nene me parece que Facundo”.
Versión cambiada
El testigo Hugo José Gutiérrez, militar retirado, declaró en último término. Primero dijo que en 1978 era encargado de la sala 1, donde tenía bajo su órbita seis de las ocho habitaciones, ya que la 1 y la 2 dependían directamente de la sala de operación y de Terapia Intensiva.
Sin embargo, a los pocos minutos dijo que no estaba en el noscomio al momento de los hechos. “En el 77, si mal no recuerdo fui comisionado a Concordia para integrar la formación de un regimiento por el caso Chile, hasta el 79. No sé quién se hizo cargo de la Sala 1 en ese periodo”.
Esto no lo había dicho en su declaración en la instrucción, lo cual fue marcado por la querella. En aquella oportunidad no había mencionado su ausencia durante los hechos investigados. “Ahora lo recuerdo, antes no”, se defendió.
El Tribunal le advirtió que podía ser imputado del delito falso testimonio, ya que resultaba “extraño que no lo haya dicho antes y que se acuerde ahora”, le dijo el presidente, Roberto López Arango. Luego insistieron los jueces en preguntarle si estuvo o no en el Hospital Paraná ese año, pero Gutiérrez se mantuvo en su nueva versión.
El fiscal José Ignacio Candioti pidió que el Tribunal remitiera un oficio a los efectos de corroborar efectivamente en el legajo del testigo, si prestaba funciones en Concordia en 1978. El Tribunal no hizo lugar al pedido de la Fiscalía.
2 Sep
Día 5: El último abrazo de Raquel, los métodos de los apropiadores de bebés y la memoria débil de los médicos
El testimonio de una ex enfermera del Hospital Militar de Paraná reveló detalles del nacimiento de los hijos de Raquel Negro y de la intervención en el parto de médicos traídos de otro lugar para ejecutar el plan de robo de los bebés. Otros testigos recordaron la estadía de los mellizos en la Terapia Intensiva donde mandaba Zaccaría, inscriptos como NN. Berduc admitió que intervino en la atención de los niños, pero cuando le pidieron detalles adujo no recordar.
por Alfredo Hoffmann (especial para Mesa Juicio y Castigo)
Una ex enfermera de Maternidad, que hoy porta con ternura sus 86 años y su lento andar, vivió desde adentro el parto clandestino al que sometieron a Raquel Negro en el Hospital Militar de Paraná, una día del final del verano de 1978. Recibió a los mellizos: primero al varón, lo vistió y lo puso en los brazos de Raquel. Los hombres que estaban en la sala de partos, desconocidos, seguramente traídos desde otro lugar, se llevaron al niño. Dijeron que no estaba bien de salud y lo arrancaron de los brazos maternos. Después nació la nena, que quedó allí, acurrucada junto a su mamá secuestrada, secuestrada con ella durante algunas horas, o tal vez sólo algunos minutos. Al día siguiente ya no estaban.
Con tranquilidad y por momentos emocionada hasta las lágrimas, esa enfermera jubilada, que trabajó 25 años en el Hospital Militar de Paraná, aportó este jueves ante el Tribunal Oral Federal un testimonio revelador de la metodología empleada por los apropiadores de niños que operaron en el la capital entrerriana durante la última dictadura cívico-militar, en la quinta jornada del juicio por delitos de lesa humanidad. Rememoró con facilidad los momentos que pasó junto a Raquel en una celda improvisada en la guardia médica, lo que conversó con ella, las heridas que le dejaron los genocidas por el maltrato que le ejercieron durante el traslado desde la Quinta de Funes, sin importarles su embarazo avanzado. “La chica es igual a ella”, murmuró. Todos entendieron que hablaba de Sabrina, la beba que conoció su verdara identidad hace dos años y medio.
Antes de esa declaración se habían escuchado los testimonios de otras tres trabajadoras del hospital y del médico Alfredo Berduc. Casi relataron fragmentos de la estadía de los bebés en el servicio de Terapia Intensiva en marzo de 1978 y de cómo fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría; aunque a Berduc –como el miércoles al doctor Juan Ferraroti– le resultó casi imposible contestar a muchas de las preguntas, con el argumento de que no podía recordar.
Además, una obstetra que recordó haber instruido sobre los síntomas de trabajo de parto a una embarazada aparentemente detenida cuyas características no coinciden con las de Raquel, dado que aseguró que gestaba un solo bebé en su vientre y que era madre primeriza. Esto avalaría la hipótesis de más embarazadas secuestradas llevadas a parir al hospital, es decir, la teoría de una maternidad clandestina sostenida por los organismos de derechos humanos.
En el juicio por la causa Hospital Militar se juzga a los represores Juan Amelong, Jorge Fariña, Héctor González, Pascual Guerrieri y Walter Dionisio Pagano, y al médico anestesista Juan Antonio Zaccaría; por la sustracción y sustitución de identidad de los hijos de los detenidos desaparecidos Tulio Valenzuela y Raquel Negro.
El parto desde adentro
La enfermera de Maternidad –cuya identidad se preserva por razones de seguridad– aseguró que fue la propia Raquel Negro quien le dijo su nombre, que le contó que venía “del cautiverio de Funes” (por el centro clandestino de detención Quinta de Funes, en las afueras de Rosario), que tenía un hijo mayor de unos dos años y que había sido “maltratada” y “arrastrada” cuando la trasladaron a Paraná. “Y cuando la bañé, era cierto, tenía lesiones, en la cola”, certificó.
“Cuando nacieron los chicos, al varoncito yo lo vestí, se lo puse a la madre, lo tocó, lo abrazó”, contó la testigo entre lágrimas. “Después lo sacaron al chico, dos personas que yo no conocía, dijeron que no estaba bien. Y ella estaba muy preocupada, me preguntaba: ‘qué será de mi bebé, cómo estará’. Yo le decía que iba a tener que preguntarle al médico de niños, pero yo en ningún momento vi un médico de niños ahí. Después nació la nena, que se quedó con la madre. Al otro día, cuando fui, pregunté qué fue de la parturienta y me dijeron que la llevaron los familiares”. Nunca más supo del caso hasta que fue contactada para atestiguar en la causa y se enteró de que aquella joven había sido asesinada y desaparecida y los niños sustraídos.
También aportó que el parto fue realizado por médicos que no eran del nosocomio: “Personal de la sala de partos no eran, eran de afuera. Había dos que estaban en la puerta y uno sacó al chico”. Según lo que pudo observar, no se hizo ningún registro del nacimiento en la sala de partos.
Dijo también que “a veces llegaba al hospital de mañana y encontraba que habían usado la sala de partos” y en una ocasión le comentaron que “había sido un aborto en curso”. Deslizó que esos casos tampoco eran atendidos por personal del nosocomio, sino por profesionales que “eran de afuera”. En este punto, la hipótesis de la maternidad clandestina volvió a tomar forma, aunque no se profundizó sobre el tema.
Además de estar en el parto, ella asistió a Raquel Negro durante alrededor de 15 días, cuando estuvo alojada en una habitación de la guardia médica, con un custodio permanente en la cama de al lado y con una “reja precaria” en la ventana.
“A la chica Raquel Negro la pusieron en una habitación que estaba en la guardia medica y entonces ella me contó que venía del cautiverio de Funes y que tenía un nenito de dos años que lo habían llevado con la buela. Tenía mucha preocupación porque venía sabiendo que iba a tener mellizos. Venía con los estudios hechos de Rosario. Me mandó el suboficial Juan Vergara a que la atendiera, le hiciera el aseo, la llevara al baño. Pero lo único que me llamó la atención fue que Vergara me dijo no hablara con ella”, rememoró. “Ella estaba bien, era una chica linda, muy bien arreglada, buena ropa. Traía ropa para sus mellizos. Dijo que era la primera vez que estaba en el Hospital Militar.
Internación y derivación
Dos enfermeras de Terapia Intensiva del hospital ratificaron la internación de bebés como NN en ese servicio. Además afirmaron que el jefe del área, el imputado Zaccaría, tuvo participación en ese hecho.
Una de esas enfermeras, la primera que declaró este jueves como testigo en el juicio, ratificó la presencia de dos bebés mellizos en Terapia, a quienes llamaron Soledad y Facundo, que luego fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría. Dijo que los médicos Alfredo Berduc y Juan Ferraroti intervinieron en el traslado de los mellizos y que Zaccaría le informó que los niños serían entregados a los familiares, cuando en realidad fueron apropiados.
Esa trabajadora de la salud, que declaró durante una hora, dijo que ella estaba de guardia en el turno de la mañana –de 6 a 12– y que al llegar, la mañana posterior al nacimiento, se encontró con los dos niños en una misma incubadora. “Yo no sabía qué hacer, porque no era un lugar adecuado para atender esos bebés”, aseguró, y agregó que en ese momento Berduc entregó la guardia a Ferraroti, quien se encargó de derivar a los niños. El miércoles este médico dijo que no recordaba ese acontecimiento.
Además aseveró que la Planilla de Enfermería que le entregó su compañera los chicos estaban registrados como NN y que quien controlaba la confección de esa planilla era el jefe del servicio, o sea Zaccaría.
La testigo que delaró en segundo término relató lo sucedido en Terapia la tarde del nacimiento. Dijo que hacía guardia pasiva de 12 a 18 y que un día la llamaron del hospital porque había pacientes que atender. Cuando llegó, a las 16, estaba Zaccaría esperándola en el pasillo y le dijo que “había una parturienta que iba a tener mellizos y que iban a venir al servicio”. Ella recordó que atendió a un bebé que tenía problemas respiratorios, que no pudo identificar si era varón o mujer porque no lo desvistió. Aseguró que fue Berduc quien estaba a cargo del tratamiento y le daba las indicaciones sobre cómo antender a la criatura, al tiempo que trataba de comunicarse con el hospital San Roque y el IPP pidiendo cama.
Esta mujer detalló que en la Hoja de Enfermería que tenían en Terapia, donde debía estar el nombre del bebé ya decía NN. “Eso seguramente lo ha escrito el doctor Zaccaría o no sé qué otra persona podría ser. Creería que era el doctor Zaccaría”, afirmó.
Cuando salió de Terapia para ir a su casa, a las 18, pasó por delante de la habitación 5, donde se decía que estaba internada la madre. Se encontró con una gran cantidad de efectivos del Ejército, mucho mayor a la habitual, armados y vestidos de uniforme. Eran unos 20, cuando lo común era que no hubiera nadie, para no molestar a los pacientes. Entonces intentó “pasar ligero” por ese pasillo.
Berduc: “Ojalá pudiera recordar”
El médico Alfredo Berduc recordó que asistió al mellizo varón con una cardiopatía congénita severa, y a la nena con «un poquito de arritmia». Dijo que como en Terapia no había elementos para atenderlos, habló con el director del establecimiento, Marcelo Beret, y lo persuadió para que se derivara a los niños a un centro apto, que en ese momento eran el hospital San Roque o el Instituto Pediatría. «A cuál de los dos los derivaron, no me acuerdo», indicó.
«De la mamá no supe nada. No averigüé, en ese momento no se podía averiguar mucho. Sabía que era una detenida y nada más. Esto me lo dijeron, no me acuerdo quién», manifestó.
Berduc dijo no saber quién dispuso la internación de los bebés en Terapia Intensiva y no tener «ni idea» dónde se produjo el parto, y en varias oportunidades se excusó de dar mayores detalles por no recordarlos dado que “pasaron ya 30 años”. Por ejemplo, dijo no acordarse si los niños estaban registrados como NN, si su intervención fue por la mañana o por la tarde y si había custodia militar mayor a la habitual. “No recuerdo, lamentablemente. Ojalá pudiera recordar y ayudarlos”, señaló.
Sobre el estado de salud del varón, indicó que “se estaba muriendo” y que sólo hubiera evolucionado favorablemente con una cirugía en un centro asistencial de mayor complejidad que en aquel momento sólo existía en Buenos Aires y La Plata. Le preguntaron, entonces, por qué lo derivaron a una clínica de Paraná. Respondió que se debió a que primero debían estabilizar el paciente y precisar el diagnóstico, algo que no podía hacerse en el Hospital Militar por carecer de Neonatología.
Berduc dijo que creía haber escuchado que el nene murió en el IPP y se sorprendió cuando le informaron que la búsqueda prosigue y que hay documentos que indican que fue dado de alta de ese instituto el 27 de marzo de 1978.
Finalmente, admitió que no se consultó la historia clínica de la madre ni se pidió su consentimiento para la derivación de sus hijos. “Cuando hablé con Beret me dijo que no se podía hacer mucho hincapié. Estábamos muy coartados en estas cosas. No era una situación normal y no se podía interrogar, decían que no podían tener contacto con esas personas (por los secuestrados), por lo que estas personas podrían decirle a uno. Esas cosas en ese momento no se permitían”, se justificó.
El imputado que interroga a los testigos

Amelong, de espaldas, despeinado y mal teñido, junto a Guerrieri conversan con el defensor oficial. Foto: Gustavo Vaccalluzzo
La querella se opuso categóricamente a que el imputado Juan Daniel Amelong realizara preguntas a los testigos, ya que por la calidad de los delitos que se investigan esa acción puede ser una forma de presión. “No estamos pidiendo que no se autodefienda, eso ya ha sido resuelto por el Tribunal, sino que las preguntas las haga a través de su representante”, expuso la abogada de Abuelas de Plaza de Mayo, Ana Oberlin. Agregó que si una persona acusada de crímenes de lesa humanidad interroga a uno de los testigos, eso implica una revictimización, y citó jurisprudencia para fundamentar su pedido. “Cualquier tipo de presión va a ir en detrimento del desarrollo de este proceso”, añadió.
Sin embargo, el Tribunal decidió admitir que el represor formule preguntas, con la salvedad de valorar en cada caso si la interrogación es apropiada o no.
Pagano ausente y Guerrieri con dolor de muela
Desde el inicio de la audiencia estuvo ausente el represor Walter Pagano, quien prefirió quedarse en la dependencia de Tribunales que se ha previsto para que permanezcan los acusados.
Por su parte, Pascual Guerrieri, otro de los reos, debe hacerse un control médico y tiene dolor de muela. La defensa propuso que lo atiendan en el Hospital Militar, ya que es el único lugar donde se le acepta la obra social Iose. El tribunal lo va a resolver oportunamente.
1 Sep
Hospital Militar: una testigo contó que Raquel Negro abrazó a los mellizos antes de que se los robaran
En la continuidad del juicio por delitos de lesa humanidad, enfermeras dieron detalles del parto de Raquel Negro y de la internción como NN de sus hijos mellizos en Terapia Intensiva.
Diario UNO Entre Ríos
Una enfermera jubilada de 86 años, que trabajaba en la sala de Maternidad del Hospital Militar de Paraná, contó este jueves ante el Tribunal Oral Federal que ella estuvo presente en el parto en el que nacieron los hijos mellizos de la militante desaparecida Raquel Negro, que vistió a los bebés y que la madre los abrazó antes de que se los sacaran los represores. Su testimonio resulta revelador de la metodología empleada por los apropiadores de niños que operaron en el nosocomio de avenida Ejército durante la última dictadura cívico-militar y fue la nota destacada de la quinta jornada del juicio por delitos de lesa humanidad que se desarrolla en la capital entrerriana.
Antes de esa declaración se habían escuchado los testimonios de otras tres trabajadoras del hospital y del médico Alfredo Berduc. Todos relataron fragmentos de la estadía de los bebés en el servicio de Terapia Intensiva en marzo de 1978 y de cómo fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría, a excepción de una obstetra que recordó haber instruido sobre los síntomas de trabajo de parto a una embarazada aparentemente detenida cuyas características no coinciden con las de Negro, dado que aseguró que gestaba un solo bebé en su vientre y que era madre primeriza. Esto avalaría la hipótesis de más embarazadas secuestradas llevadas a parir al hospital.
La enfermera de Maternidad –cuya identidad se preserva por razones de seguridad– aseguró que fue la propia Raquel Negro quien le dijo su nombre, que le contó que venía “del cautiverio de Funes” (por el centro clandestino de detención Quinta de Funes, en las afueras de Rosario), que tenía un hijo mayor de unos dos años y que había sido “maltratada” y “arrastrada” cuando la trasladaron a Paraná. “Y cuando la bañé, era cierto, tenía lesiones, en la cola”, certificó.
“Cuando nacieron los chicos, al varoncito yo lo vestí, se lo puse a la madre, lo tocó, lo abrazó”, contó la testigo entre lágrimas. “Después lo sacaron al chico, dos personas que yo no conocía, dijeron que no estaba bien. Y ella estaba muy preocupada, me preguntaba: ‘qué será de mi bebé, cómo estará’. Yo le decía que iba a tener que preguntarle al medico de niños, pero yo en ningún momento vi un médico de niños ahí. Después nació la nena, que se quedó con la madre. Al otro día, cuando fui, pregunté qué fue de la parturienta y me dijeron que la llevaron los familiares, y ahí nunca más supe nada hasta el año 2008. Nunca se habló de la chica”.
Por otra parte, dos enfermeras de Terapia Intensiva del Hospital Militar ratificaron la internación de bebés como NN en ese servicio. Además afirmaron que el jefe del área, el imputado Juan Antonio Zaccaría, tuvo un rol importante en ese hecho.
Una de esas enfermeras, la primera que declaró este jueves como testigo en el juicio por la causa Hospital Militar, ratificó la presencia de dos bebés mellizos en Terapia, que luego fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría. Dijo que los médicos Alfredo Berduc y Juan Ferraroti intervinieron en el traslado de los mellizos y que Zaccaría le informó que los niños serían entregados a los familiares, cuando en realidad fueron apropiados.
Esa trabajadora de la salud, que declaró durante una hora, dijo que ella estaba de guardia en el turno de la mañana –de 6 a 12– y que en ese momento Berduc entregó la guardia a Ferraroti, quien se encargó de derivar a los niños. El miércoles este médico dijo que no recordaba ese acontecimiento.
La testigo que delaró en segúndo término dijo que hacía guardia pasiva de 12 a 18 y que un día la llamaron del hospital porque había pacientes que atender. Cuando llegó, a las 16, estaba Zaccaría esperándola en el pasillo y le dijo que “había una parturienta que iba a tener mellizos y que iban a venir al servicio”. Ella recordó que atendió a un bebé que tenía problemas respiratorios, que no pudo identificar si era varón o mujer porque no lo desvistió. Y aseguró que fue Berduc quien estaba a cargo del tratamiento y trataba de comunicarse con el hospital San Roque y el IPP pidiendo cama.
Esta mujer detalló que en la Hoja de Enfermería que tenían en Terapia, donde debía estar el nombre del bebé, decía NN. “Eso seguramente lo ha escrito el doctor Zaccaría o no sé qué otra persona podría ser. Creería que era el doctor Zaccaría”, afirmó.
Por su parte, el médico Berduc recordó que asistió al mellizo varón con una cardiopatía congénita severa, y a la nena con «un poquito de arritmia». Dijo que como en Terapia no había elementos para atenderlos, habló con el director del establecimiento, Marcelo Beret, y lo persuadió para que se derivara a los niños a un centro apto, que en ese momento eran el hospital San Roque o el Instituto Pediatría. «A cuál de los dos los derivaron, no me acuerdo», indicó.
«De la mamá no supe nada. No averigüé, en ese momento no se podía averiguar mucho. Sabía que era una detenida y nada más. Esto me lo dijeron, no me acuerdo quién», manifestó.
Berduc dijo no saber quién dispuso la internación de los bebés en Terapia Intensiva y no tener «ni idea» dónde se produjo el parto, y en varias oportunidades se excusó de dar mayores detalles por no recordarlos.
Sin el represor Walter Pagano
Desde el inicio de la audiencia estuvo ausente el represor Walter Pagano, quien prefirió quedarse en la dependencia de Tribunales que se ha previsto para que permanezcan los acusados.
Por su parte, Pascual Guerrieri, otro de los reos, debe hacerse un control médico y tiene dolor de muela. La defensa propuso que lo atiendan en el Hospital Militar, ya que es el único lugar donde se le acepta la obra social Iose. El tribunal lo va a resolver oportunamente.
En el juicio por la causa Hospital Militar se juzga a los represores Juan Amelong, Jorge Fariña, Héctor González, Pascual Guerrieri y Walter Dionisio Pagano, y al médico anestesista Juan Antonio Zaccaría; por la sustracción y sustitución de identidad de los hijos de los detenidos desaparecidos Tulio Valenzuela y Rauqel Negro.
La mujer había dado a luz a dos mellizos en 1978, quienes fueron inscriptos como NN. Uno de ellos –Sabrina Gullino– fue abandonado en el Hospital del Huérfano de Rosario. Allí fue adoptada por la familia Gullino y en 2008 restituyó su identidad. El otro hijo de Negro sigue siendo buscado.
1 Sep
«No pudieron destruir a la familia»
DECLARARON LOS HIJOS DE RAQUEL NEGRO EN EL JUICIO A REPRESORES EN PARANA
Sabrina ofreció un testimonio contundente y emotivo, y pidió a la sociedad paranaense colaboración para localizar a su hermano mellizo. Otro hermano, Sebastián, hizo hincapié en la desmemoria de los médicos que atendieron el parto de su madre.
Por Juan Cruz Varela
Desde Paraná
Fueron cuarenta minutos intensos, llenos de nerviosismo y con una profunda carga emotiva. Hasta una jueza y la esposa de uno de los imputados dejaron escapar alguna lágrima. Sabrina Gullino contó detalladamente cómo ha ido armando su historia y reconstruyendo su identidad desde que en diciembre de 2008 se enteró que es hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela y que nació en el Hospital Militar de Paraná.
Se la notaba nerviosa, a pesar de que se mostraba sonriente, pero eligió cada palabra. Por momentos el silencio se adueñó de la sala, pero su testimonio fue seguro y contundente. Y no dudó en hablarle directamente a los imputados: «Los reos, me dijeron que les puedo decir así y que eso no es un insulto, son los responsables del secuestro de mi mamá, mi papá y mi hermano Sebastián; intentaron destruir a mi familia. Pero quiero que quede claro que no pudieron. Yo estoy acá y hablo también en nombre de mi hermano mellizo, que está desaparecido», les dijo mirándolos a la cara. «Ojalá se atrevan a romper el pacto de silencio y decir dónde está mi hermano. A la condena la tendrán igual, pero quizá quieran participar de otra manera en la Historia», agregó. También declaró su hermano,
Sebastián Alvarez, hijo de Raquel.
Las palabras de Sabrina sorprendieron y descolocaron a los imputados. Pascual Oscar Guerrieri, Jorge Alberto Fariña, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Dionisio Pagano, Marino Héctor González y Juan Antonio Zaccaría quedaron en silencio.
-¿Conoció usted a su madre biológica? -le preguntó el fiscal Candioti.
Sabrina lo miró a los ojos y le respondió con un silencio cargado de tensión que pareció interminable. Le sostuvo la mirada durante unos cuantos segundos hasta que el fiscal retomó la palabra.
-Yo le voy a hacer algunas preguntas que tal vez sean dolorosas pero es necesario para llegar a la verdad de lo que estamos investigando -insistió el fiscal.
-Debo haberla conocido, pero no me acuerdo. Era muy chiquita -respondió entonces Sabrina, ya con una sonrisa.
En otro tramo, la hija de Raquel Negro y Tucho Valenzuela reconoció también el aporte de las enfermeras que brindaron datos para la restitución de su identidad porque «se pusieron al hombro la verdad y expusieron lo que sabían ante la justicia», pero pidió que los médicos y a la sociedad paranaense colaboren para localizar a su hermano mellizo.
«Yo fui criada en una familia a la cual adoro; pero la verdad es que soy el resultado de dos imposibilidades: la primera es que yo debí haber crecido con mi mamá Raquel, mi papá Tucho y mis hermanos y quizás ni me llamaría Sabrina; y la segunda es que tendría que haberme criado con Sebastián, mis abuelos biológicos y mis tíos. Cómo cambia la vida», reflexionó sobre el final de su declaración.
Luego declaró Sebastián Alvarez, el hijo de Raquel Negro y hermano de Sabrina, que estuvo unos días en la Quinta de Funes cuando tenía un año y ocho meses. Su testimonio hizo hincapié en la desmemoria de los médicos que atendieron el parto de su madre. «Hay una clara diferencia entre las enfermeras que recuerdan el caso y los doctores que no recuerdan nada. A esto nos referimos cuando hablamos de las complicidades civiles con la dictadura. Hay un silencio sobre lo que pasó con los chicos», afirmó. Y en ese marco, aprovechó para reclamar a la sociedad paranaense que aporte todo cuanto sepa para tratar de localizar al mellizo varón. «Apelamos a la buena voluntad de la gente y a la memoria de los médicos y enfermeras porque necesitamos encontrar a nuestro hermano», sentenció.
En tanto, el represor Eduardo Costanzo no se presentó y en cambio envió una serie de certificados médicos en los que se consigna que padece un cuadro de diverticulitis aguda, por lo que su declaración será reprogramada para cuando esté en condiciones de hacerlo.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/18-30246-2011-09-01.html
1 Sep
Día 4: conmovedores relatos de Sabrina y Sebastián y una advertencia para el médico Ferraroti
El juicio por robo de bebés en el Hospital Militar de Paraná continuó con la palabra de los hijos de la militante desaparecida Raquel Negro. Sabrina interpeló a los represores para que “rompan el pacto de silencio” y aporten datos para dar con el paradero del mellizo varón. El médico Ferraroti dijo no recordar su intervención en el traslado de los bebés al IPP, salvo por lo que le contó una enfermera. El Tribunal le advirtió que el delito de falso testimonio también comprende a la omisión de decir lo que se sabe.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)

El Dr. Lopez Arango (centro) y la Dra. Lilia Carnero, integrantes del Tribunal. Foto: Pablo Churruarín
La cuarta audiencia del juicio por la causa Hospital Militar contó con los conmovedores relatos de los hijos de la detenida desaparecida Raquel Negro, Sabrina Gullino y Sebastián Álvarez, quienes dieron testimonio de los sufrimientos que les produjeron y todavía les producen los delitos de sustracción de menores y sustitución de identidad por el que son juzgados en Paraná Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Dionisio Pagano, Jorge Alberto Fariña, Marino Hector González y Juan Antonio Zaccaría.
En la segunda parte del debate declaró el testigo Juan Ferraroti, todavía hoy médico del Hospital Militar, y no aportó datos a la investigación. Según relataron trabajadores del nosocomio, él fue uno de los que intervinieron para trasladar a Sabrina y su hermano mellizo al IPP cuando los encontró en el servicio de Terapia Intensiva, un lugar no apto para recién nacidos. Este profesional dijo no recordar esos acontecimientos, aunque aclaró que los daba como ocurridos a partir de lo que le contó una de las enfermeras. Ferraroti se ligó un reto de uno de los miembros del Tribunal, que le advirtió que el delito de falso testimonio comprende a la omisión de decir todo lo que sabe.
La jornada comenzó con la lectura del informe sobre el estado de salud del represor Eduardo Costanzo, quien debía declarar como testigo pero se excusó por problemas de salud. El médico forense del Tribunal Oral Federal de Rosario –Costanzo se encuentra en esa ciudad con prisión domiciliaria– constató que tiene un cuadro de diverticulitis aguda, que le produce diarrea, dolor abdominal, pérdida del apetito y mal estado general. Este ex agente civil de Inteligencia, que ya dio detalles de la internación de Raquel y del robo de los bebés, podría declarar la semana que viene.
Luego el Tribunal rechazó el planteo de nulidad de Amelong contra la decisión de que se retirara de la sala cuando Guerrieri realizó su declaración indagatoria, por considerar que eso no le impidió ejercer su defensa material.
La interpelación de Sabrina
“Conozco personalmente a cuatro de los imputados: Guerrieri, Amelong, Pagano y Fariña. Los conozco de la causa Guerrieri, donde se los juzgó por los secuestros y tormentos de mis papás biológicos y de mi hermano Sebastián. Eso no me va a impedir decir la verdad”. Así comenzó su testimonio Sabrina Gullino, ante una sala repleta de familiares, amigos y miembros de organismos de derechos humanos que se acercaron para brindarle su apoyo.
Primero hizo el relato del proceso de la restitución de su identidad: “Tomo conocimiento de que Edgar Tulio Valenzuela y Raquel Ángela Carolina Negro son mis padres biológicos en noviembre de 2008. Soy hija adoptiva de Raúl y Susana Gullino y hermana de Carla Gullino.Siempre supe que era hija adoptada, en noviembre de 2008 tengo la decisión de hacerme el ADN, y esa misma semana me comunico con el responsable de Abuelas y a los tres o cuatro días viajo a Ramallo, mi pueblo. Eso fue así como una casualidad, porque mi mamá, que estaba probando el celular, me mandó un mensaje que decía ‘qué hacés el domingo’ y me voy a almorzar con ellos. Mi mamá dice que no me estaba invitando, que estaba probando el celular. Ese día a las cinco o seis de la tarde suena el timbre en mi casa, era un cabo de la Policía Federal en una motito, con un papelito que decía que Susana y Raúl estaban citados a declarar en la causa ‘Trimarco y otros’. Me dijo que era algo que tenía que ver con narcotráfico y secuestro de personas. Le digo: ‘vos tenés una novia acá en Ramallo, por eso estás acá un domingo’. Me dice que no, que era algo serio. Me niego a firmar y entro con el papel a mi casa. Le dije a mi papá: ‘Es algo serio, es federal’. Y me dijo: ‘Debe ser que con tu mamá hace 20 años chocamos en Paraná y debe ser Trimarco una aseguradora’. Le digo que no, que esto es serio. Carla dice: ‘vamos a buscarlo en internet’. Ponemos en internet y empiezan a salir un montón de noticias que decían que el represor Trimarco tenía Alzheimer, y otra que decía que el Tucu Costanzo había declarado en el 2006 que a Raquel Negro la habían llevado a dar a luz al Hospital Militar de Paraná, ingresada como sobrina de Galtieri, y había dado a luz a mellizos, que el varón nació muerto o falleció poco después de nacer, y la fue beba abandonada en un convento de Rosario. Fue la primera vez que escuché hablar de Raquel y Tulio”.
“Le pregunté a mi papá si la adopcion era legal y dijo que sí, que me quedara tranquila. Les dije: ‘si me tienen que decir algo que me lo digan ahora, yo los voy a acompañar a Paraná, pero si me están mintiendo no los hablo nunca más’. Ese domingo volví a Rosario, busqué fotos en internet, a ver si era parecida. No sabía que había una línea de investigación en Paraná, pensaba que estaban citando a muchos chicos de una franja de edad. Ese lunes llamé a Paraná, cuando dije ‘hola, habla Sabrina Gullino’ me empezaron a pasar con el superior, y digo ‘bueno, sonamos’. Me atiende la secretaria de la jueza Galizzi, me dice que yo también estaba citada. Le digo: ‘si es por el ADN, yo ya me lo iba a hacer, así que si quieren tengan un bioquímico que me saque sangre’”.
“El martes me pasan a buscar mis viejos por mi casa, entraron por el pasillo y mi papá que es siempre muy optimista, me hace un chiste, entran se sientan y me dicen: ‘te queremos decir algo’. Cuando ellos se casaron se fueron a vigir a Ramallo y estuvieron cinco años sin poder terner hijos y se inscribieron en el juzgado. Y había pasado un año y un día vieron por televisión, en el noticiero de Rosario, que habían dejado una bebé abandonada en el Hogar del Huérfano y mi papá le dijo a mi mamá: ‘¿No nos darán esa bebé a nosotros?’ Estaba la madre superiora y se veía la cunita. A los dos o tres días dicen del Juzgado que había una bebé. El juez le dice que está en el Hogar del Huérfano. Me van a buscar ahí, las monjas me habían puesto María Andrea. Mis papás me piden perdón, porque ellos nunca pensaron que podía ser hija de desaparecidos. No me dijeron la parte del hogar para evitar la figura de la nena abandonada. Ahí entendí que la investigación era dirigida a mí”.
“Ese día viajamos los cuatro, porque mi hermana se había pedido el día en el trabajo. Llegamos a Paraná. Pensaba que los chicos de HIJOS iban a estar tirándonos huevos; después los conocí y nada que ver. No sabía con qué me iba a encontrar. Cuando llegué acá nos atendieron muy bien. Me hicieron el ADN, entré a declarar y me mostraron fotos de mi mamá Raquel. Quería ver si era parecida. Me acuerdo que cuando salí estaba mi mamá Susana, mi papá y mi hermana mirando la carpeta con las fotos y mi mamá me dice: ‘sos igual a tu mamá’. Me pareció supertierno que mi vieja diga así”.
“Ahí empezó la espera del resultado del ADN, ahí me explicaron a qué se debía la causa. Me enteré que había sido iniciada por el Mencho Germano, en el 2005, que se llamaba ‘Guillermo Germano s/su denuncia’ al principio; que en un primer momento era una idea tirada de los pelos pensar que en el Hospital Militar existía una maternidad clandestina. Y me enteré de que podía tener un hermano un año y medio más grande que yo, que me estaba buscando”.
“Ese día, que era el 25 de noviembre de 2008 me contaron de Tucho y de Raquel, de mi hermano Seba, de mis tíos. Y esperamos veintipico de días el resultado del ADN. Mi hermano trabaja en la Secretaría de Derechos Humanos (de Santa Fe) y tengo una amiga que también trabaja ahí, que me dijo: ‘vos podés ser la hermana de Seba, él trabaja conmigo’. Me había conseguido una foto del Seba y todos los días –pensando que se había filtrado la información– salía de mi casa, me paraba en la puerta y miraba si había un chico espiándome. Y no estaba, porque no se había filtrado la información”.
“Cuando me dan el resultado, me dicen que mi sangre en un 99,9999% pertenecía al grupo familiar Valenzuela-Negro, lo llamo para hablar con él y había salido a hacer un trámite. Al ratito me llama Nadia Schujman y me da el teléfono y me dice: ‘recién le están diciendo, llamalo’. Lo llamé y me dice: ‘¿qué hacés negrita?’ ‘Nada, te llamo, ¿que hacés?’, le contesté. ‘Estoy encerrado en el baño llorando. Esta tarde tengo que ir a Rosario’. ‘Bueno, venite a mi casa, pero vení solo’. Ese día estuve encerrada esperando que llegara y cuando suena el timbre y voy caminanmdo por el pasillo digo ‘bueno, es la primera vez que voy a ver a alguien de mi sangre’. Ese fue un momento importante de mi vida”.
“Los reos que están sentados ahí atrás –me enteré que se les puede decir reos y no es un insulto–, esos señores, reos, son los responsables del secuestro de mi mamá y mi papá y del secuestro de mi hermano Sebay quisieron destruir a nuestra familia. Quiero que quede claro que no pudieron. Que seguramente a mi hermano le debe haber costado un montón su infancia y que a mí me cuesta un poco no haberlo podido acompañar y no haberme hecho antes el ADN”.
“También tengo mi otro hermano Matías, hijo de Tucho con una pareja anterior. Los tengo acá presentes porque están implicados en esta historia. Y quiero decirles a estos imputados que no han podido, y acá hablo en nombre mío y de mi hermano mellizo, que está desparecido, que mientras él no esté se sigue cometiendo el delito; les digo a los señores que están atrás, que si se atreven a romper un poco su pacto de silencio, como hizo Zaccaría la semana pasada y dijo que sí tenía conocimiento de que había habido otros partos en el Hospital Militar, y eso da cuenta de que la hipótesis inicial del Mencho que al principio parecía traída de otra dimensión, ahora cobra fuerza; les quiero decir que seguramente saben qué paso con mi hermano mellizo, la condena la van a tener, pero podrán participar de otra manera en la historia”.
El fiscal José Ignacio Candioti le hizo una pregunta formal: “¿Usted la conoció a su madre bologica?”, que la hizo reconstruir lo sucedido hace 34 años en el Hospital Militar: “Yo la debo haber conocido pero no me acuerdo. Cuando leí la noticia del represor Costanzo y cuando tomo contacto con la gente que me rodea, a partir de 2008 que estoy con mi hermano, tomo conocimento de que mi mamá Raquel fue secuestrada el 2 de enero de 1978 junto a Tucho y Seba por la patota de Rosario. Fueron llevados a la Quinta de Funes y se plantea la situación de que Tucho tenía que realizar la Operación México y tenía que viajar a marcar a la cúpula de Montoneros. Y mi mamá quedaba como rehén con la panza con los mellis. Eso también lo leo en el libro de Bonasso Recuerdo de la muerte. Piden estar una noche juntos y acuerdan que van a simular. Negocian que el Seba iba a estar con los abuelos maternos. Tucho va a México, a mi mamá la llevan a la escuela Magnasco y después a La Intermedia y de ahí la llevan a hacer unos controles al Hospital Militar de Paraná. Eso también me lo cuenta Jaime Dri, a quien visité en Panamá, que mi mamá le dice ‘esperame, Jaime, que nos fugamos juntos. Después le adelantan el parto. Eso me cuenta Jaime. La llevan a Paraná y después ya no vuelve. Pero Jaime me cuenta que él ya estaba en la ESMA, que viene un soldado, no sé, le dice ‘podés creer que el hijo de puta de Tucho encima tuvo mellizos’. No le dijeron que murió uno de los bebés”.
“Tomé conocimiento de que la ingresan los primeros días de marzo a dar a luz en Paraná. Algunas enfermeras nos atendieron y nos contaron que tenía siempre dos camitas en la sala 1, creo, que estaba siempre custodiada, que afuera estaba muy custodiado el hospital, tenía movimientos muy distintos a lo habitual, que ellos sabían que había una subversiva –lo digo entre comillas–, que había moviminetos raros, que ella da a luz a mellizos entre el 3 y el 4 de marzo. Una enfermera nos dijo que nos atendió, nos vistió. Yo le pregunté si se acordaba si el melli estaba en malas condiciones de salud. Dijo que no lo recuerda, que se acordaba que teníamos buen peso, que nos habían dejado solos, que a las enfermeras les daba pena que estuviéramos solos en Terapia Intensiva y que nos habían puesto de nombre Facundo y Soledad, que al otro día cuando volvió ya no estábamos más”.
“Me gustaría darles mi reconocimiento en nombre mío y de mi familia a las enfermeras, porque ellas se la jugaron cuando empezó esta causa. Era difícil porque cumplían órdenes y ellas se pusieron al hombro la verdad y aportaron datos a la Justicia y fueron dando mucha fuerza a la causa. Muchas gracias por la colaboración”.
Luego le preguntaron si tenía algún dato sobre el paradero de su hermano mellizo.
“Desde abril de 2009 que me constituí como querellante en esta causa, viajamos seguido a Paraná y vamos entrevistándonos con posibles testigos y siguiendo pistas, abriendo puertas para ver si lo encontramos. Hay dos hipótesis: la del bebé muerto y la del bebé vivo. De la primera, está el testigo de identidad reservada que dice que a un bebe la habían enterrado, se hizo la excavación en el hospital y el antropólogo me aseguró que donde él excavó –incluso que agrandó el perímetro a ocho metros más de lo que dijo el testigo– no había ningún elemento que pudiera dar cuenta de un bebé, ni siquiera una mantita. Esta hipótesis fue perdiendo fuerza, porque ninguna de las enfermeras y del personal vio al bebé muerto, al contrario. Como habíamos nacido en la clandestinidad, en condiciones que no eran las mejores, mi mamá estaba estresada y le habían adelantado el parto, el bebé tenía problemas respiratorios y nos derivaron al Instituto privado de Pediatría. En el acta de ingresos y egresos aparezco como Soledad López y el melli seis días después, el 10 de marzo, como NN López .Y lo más importante acá es que los dos tenemos fecha de egreso, tenemos el alta médica, el 27 de marzo de 1978. Me llama mucho la atención que los médicos dueños del IPP, Ángel Schroeder, David Vainstub, Jorge Eduardo Rossi y Miguel Torrealday, no se acuerden, siendo que esa institución tenía cierta jerarquía, era privada, no es un hospital público donde no importa si nadie lo va a pagar. Están ingresados dos bebés, sin tutor, sin obra social, con un costo, porque al lado hay un costo: cómo puede ser que los médicos –esa institución hacía poco que había abierto– no recuerden que había dos bebés en esa situación que ingresaron y egresaron, no tenían ni mamá ni papá que los iba a ver. Hay enfermeras que atestiguaron que las mujeres de los médicos venían a ver a uno de los bebés porque tenían estas características de ser hijo de subversivos, lo digo entrecomillas. Me resulta dudoso que no recuerden nada de qué pasó con esos dos bebés”.
El abogado querellante Álvaro Piérola le preguntó cómo es su vida a partir de que conoce su origen biológico y cómo repercute la búsqueda de su hermano mellizo. Pensó durante varios segundos la respuesta: “Acá se los está acusando a ellos de la sustracción de menores y sustitiución de identidad. Yo fui criada en una familia que son unos amores totales, yo los adoro, son una masa mis viejos y mi hermana. Pero lo cierto es que cuando uno se pone a ver cómo es la identidad, que es algo que se va constituyendo todo el tiempo, lo cierto es que soy el resultado de dos imposibilidades. La primera, que yo tendría que haberme criado, crecido con mi hermano mellizo, con Sebastián, con Tulio y con Raquel. Quizás no me llamaría Sabrina. La segunda es que yo tendría que haberme criado con Sebastián, me tendrían que haber devuelto con mis abuelos biológicos, con mi tío, y con mi hermano mellizo. Cuando pienso en esto veo cómo me cambia la vida. Como si en un libro te dieran el primer capítulo que faltaba; cambia todo el libro. Si bien la obra era más o menos buena, cambia”.
“También me parece interesante esto que sucede hoy: que estemos acá. Me parece alucinante tener a todos los chicos, al equipo jurídico, y decirle también a Amelong y a Pagano (los miraba a los ojos a los dos represores), que son los que me llevaron en el auto y me dejaron abandonada en el convento, que seguramente no se deben arrepentir de haber secuestrado a mis viejos, pero seguramente deben estar arrepentidos de que no me tiraron al río, porque miren todo lo que está pasando, porque 33 años después se los está juzgando, porque para la historia de un país 33 años no es nada. Aunque para la vida de una persona sí es mucho tiempo, porque yo no pude conocer a mis abuelos, a mi familia”.
Al finalizar, hizo la última interpelación: “Quiero decirle a la sociedad paranaense que si tiene algún dato para aportar, que lo haga, que este tiempo es muy intenso y que creemos que el melli está vivo y que lo vamos a encontrar”.
Se retiró con efusivos aplausos en las dos salas, en la que es sede del juicio y en la que está destinada para la prensa. En ambas, el relato había sido seguido con atención, con emoción y en absoluto silencio.
La palabra de Sebastián
Luego de Sabrina fue el turno del testimonio de Sebastián Álvarez, el hermano mayor, hijo de Raquel y su primer marido, Marcelino Álvarez. Dijo que conocía a los imputados de vista, del juicio que los condenó en Rosario y donde también declaró. Ante las preguntas introductorias de los fiscales recordó que vivió un año y ocho meses con su mamá y repasó cómo fue incorporando esa ausencia a medida que fue creciendo: “Fuimos secuestrados en Mar del Plata el 2 de enero, fuimos llevados a la Quinta de Funes, permanecí una semana detenido y después fui trasladado a la casa de mis abuelos maternos. Mi madre sigue detenida ahí y luego fue trasladada a la escuela Magnasco, después a La Intermedia hasta ser trasladada a Paraná a dar a luz en el Hospital Militar”.
“Primero mis abuelos maternos empezaron con la búsqueda de los bebés, a reunirse con gente de Abuelas. Estela de Carloto había ido a la casa de mis tíos cuando yo era adolescente, tenía 14, 15 años. Yo en ese momento no intervine directamente en la búsqueda. Con el correr de los años comencé a tener contacto con compañeros de la agrupación HIJOS, con la comisión Hermanos, y la asociación Arhista, que trabajan con ellos. Fuimos a dejar la sangre mía al Banco de Datos Genéticos, me acompañaron hasta allá. Empezamos a hilar y a investigar, tuvimos una reunión con Estela de Carloto en Santa Fe; vino luego ella a Paraná y se entrevistó con Torrealday del IPP y a partir de ahí comenzamos a tener conocimiento de que los chicos habían sido trasladados a ese instituto por una planilla que le entrega Torrealday a Estela, donde dice que mi hermana ‘Soledad López’ ingresa el 4 de marzo del 78, mi hermano seis días después, como NN López, los dos provenientes del Hospital Militar. Hay seis días que no sabemos dónde está nuestro hermano. Están ahí hasta el 27 de marzo y son de nuevo sacados, sin ninguna firma de ningún responsable. Los retiran a los chicos del Instituto y no sabemos adónde llevan a nuestro hermano. Sabemos que a Sabri la llevan al Hogar del Huérfano y posteriormente la dan en adopción. Creo que la fecha que egresan de acá de Paraná, es la misma que aparece en el hogar, el 27 de marzo. Nuestro hermano no sabemos dónde está y a Sabrina pudimos encontrarla”.
“Los médicos Berduc y Ferraroti los vieron a los chicos. Esto lo sabemos por declaraciones que nos prestaron valientemente las enfermeras del Hospital Militar y del IPP. Prácticamente todas recordaron el caso bastante bien, lo tenían presente. Hay comentarios de que nuestro hermano tenía algunos problemas al nacer, había un comentario de que había fallecido. Quedó claro que por lo menos en esos días no falleció, porque egresan los dos juntos del IPP y no hay partida de defunción ni nada que acredite que haya fallecido”.
“Apelamos a que los dueños del IPP y la gente que trabajaba en el Hospital Militar colaboren y digan qué pasó, porque hay claras diferencias entre las enfermeras que todas recuerdan el caso y los doctores que no lo recuerdan. Con esto sacamos como conclusión que existió la complicidad civil de la dictadura, hay un silencio sobre lo que pasó con los chicos”.
“Hay esposas de médicos del IPP que iban a verlos, no sabemos si había un interés particular. Queremos que estos doctores que son tan conocidos en Paraná recuerden algo y puedan colaborar para que podamos encontrar a nuestro hermano”.
Luego recordó las cartas que Tulio envió desde Amsterdam –luego de desbaratar la Operación México–, una dirigida a sus abuelos y tíos y otra dirigida a él, donde contaba las circunstancias del secuestro y decía que tenía esperanzas de que los bebés se pudieran criar con él y los familiares y “no que se las agarraran con niños recién nacidos, lo cual habla de lo macabro que fue la dictadura”. Y agregó: “Sabían dónde vivíamos, tranquilamente podían haber dejado a los chicos con nosotros”.
“No tengo precisión exacta de cuándo tomé conocimiento de que tenía hermanos, pero fue un tema que me lo contaron cuando tenía 12 o 13 años. Creyeron mis familiares que ya podía entender. Mi reacción fue decir ‘vamos a buscarlos, ¿dónde están?’. Me dijeron que no se sabía, que había que hacer una investigación. Recién pude afrontar el tema unos años posteriores, cuando empecé a tener contacto con compañeros que tenían más o menos la misma historia que yo. Ahí pude empezar a armar este rompecabezas”.
“A Sabrina la conocí el 23 de diciembre de 2008. Nos conocimos y nos quedamos todo el día hablando, toda la noche. Yo contando lo que había sido la historia de su familia, que no había conocido durante esos 30 años que había estado con otra identidad. Fue una alegría enorme poder encontrarla y me sirve de apoyo y me da mucha fuerza para encontrar al otro hermano. Uno es pesimista y piensa que todo es muy difícil y desde que la encontré a ella cambió mi manera de ver las cosas y surgió la confianza para poder encontrar al otro hermano”.
“Después que nos dieron el ADN fuimos a buscar al Mencho Germano, que había sido el que denunció y creó esta causa ,y a través de Alicia Dasso se contactó conmigo y creamos una relación y pudimos avanzar para que hoy podamos estar acá. Fuimos con Sabri a conocerlo; lastimosamente ya no está con nosotros, pero nos dejó el juicio, nos dejó a mi hermana, que para él fue lo más importante que había logrado”.
“Sabrina es mi hermana y es mi apoyo, es la fuerza que necesitaba para poder seguir con esta historia”.
Finalmente, antes de retirarse también aplaudido por las dos salas, Sebastián también intentó hacer un llamado para despertar la conciencia de aquellos que tienen datos y todavía no los han aportado a la Justicia. “Quería pedir por favor a toda la gente que era responsable del Hospital Militar y del IPP y del hospital San Roque, porque pensamos que los seis días que el mellizo no estuvo en el IPP pudo haber ido al San Roque, si recuerda el caso que se acerque, que nos ayude. A la gente responsable del IPP, del Sanatorio del Niño, administrativos, enfermeras, médicos, pediatras, que colaboren con esto, que necesitamos que se sepa. Creemos que puede haber otros papeles que indiquen la historia clínica del chico, si tenía problemas. Nos comentaron que se grababa la historia clínica de cada chico de Neonatología, se podría aportar como prueba. Alguna otra anotación, la gente que pagó por la internación de los chicos en el IPP, que recobren la memoria, que necesitamos saber qué fue de nuestro hermano”.
Desmemoria y problemas en la vista
En tercer turno declaró como testigo el médico Juan Ferratoti, quien se desempeñaba en Terapia Intensiva del Hospital Militar –todavía sigue trabajando allí– y, según relataron enfermeras, fue uno de los que intervino para trasladar a Sabrina y su hermano mellizo al IPP cuando los encontró en el servicio donde trabajaba, no acondicionado para recién nacidos. Este profesional dijo no recordar esos acontecimientos, aunque aclaró que los daba como ocurridos a partir de que lo contó una de las enfermeras.
«No recuerdo específicamente la presencia de bebés en la sala de Terapia Intensiva. Cuando la doctora (Marina) Barbagelata (ex abogada querellante) me llamó, hablé con algunas enfermeras y me dijeron que una mañana que yo tomaba mi guardia, había dos bebes y pedí que los llevaran a otra clínica. Me dijo que a los chiquitos lo habían llevado a no sé dónde», sostuvo.
«¿El hecho lo da por ocurrido en base a lo que le refrescó la testigo?», le preguntó Roberto López Arango, presidente del Tribunal, buscando precisiones. «Imagino que sí, no recuerdo qué pasó pero la enferma con la que hablé me dijo que fue así y no tengo por qué dudar de que fue así», respondió.
Uno de los momentos de mayor tensión se podujo luego de que Ferraroti dijera que nunca había visto mayor movimiento de militares de lo habitual, en contradicción con lo afirmado por testigos respecto de los días en los cuales estuvo internada Raquel Negro. A partir de eso la jueza Lilia Carnero le preguntó si tenía «algún problema de vista», ya que le llamaba la atención esa contradicción, y le recordó que si omitía información podía incurrir en el delito de falso testimonio.
—No tengo ningún problema de vista –dijo el médico, y se defendió diciendo que había que ver cuándo y dónde se había notado esa cantidad inusual de militares.
—Se nota que las enfermeras tienen mejor memoria que los profesionales –acotó la magistrada.
—Puede ser –se limitó a contestar el testigo.
Por otra parte, Ferrarotti dijo que su jefe en Terapia Intensiva era el imputado Zaccaría, quien manejaba la faz organizativa de ese servicio. Aseguró que no se acuerda quiénes eran los directores del nosocomio, mencionó los nombres de algunos compañeros de trabajo y de enfermeras.
Según indicó, cumplía guardia pasiva de 24 horas, es decir que iba sólo cuando había pacientes que requerían sus servicios. Le exhibieron un plano del hospital y ubicó la sala donde trabajaba y otras dependencias, con algo de dificultad.
Luego dijo no recordar que por algún asunto particular hayan acudido a terapia más de un médico, que eso no ocurría, salvo que se pidiera una interconsulta. Entonces lo interrogaron por la versión de las enfermeras según la cual gestionó el traslado de los bebés junto con el doctor Alfredo Berduc. “Imagino que sí, pero no recuerdo cuándo. Puede ser un pasaje de guardia, pero no juntos en una sola guardia. Se contaban las novedades de los pacientes”.
Además, negó haber visto nunca ningún registro donde figuren pacientes como NN. Tampoco recordó haber visto a Zaccaría en las circunstancias indicadas por los testigos, aunque dijo que el jefe de Terapia era el encargado de la inscripción de los pacientes .
Más adelante, Ferraroti admitió que sigue siendo médico del Hospital Militar, pero dijo no haberse enterado de los allanamientos que se hicieron allí en el marco de la investigación en los últimos años. Tampoco tuvo la inquietud de ir por su propia voluntad a revisar los archivos del nosocomio para corroborar si efectivamente estuvo en el momento de los hechos como relatan los testigos.
31 Ago
Gullino: “Quiero que quede claro que
no pudieron destruir a mi familia”
En la cuarta jornada del juicio a los represores por el robo de bebés en el Hospital Militar de Paraná durante la última dictadura se escucharon los conmovedores relatos de Sabrina Gullino y Sebastián Álvarez, hijos de la militante desaparecida Raquel Negro. Luego, el médico Ferraroti no aportó datos a la investigación y recibió una advertencia del Tribunal.
Fuente: Diario UNO Entre Ríos
En el inicio de la segunda semana del juicio a los represores por el robo de bebes en el Hospital Militar de Paraná durante la última dictadura militar declaró Sabrina Gullino, hija de la militante desaparecida Raquel Negro.
Gullino apuntó a la falta de memoria de los médicos del Instituto Privado de Pediatría que no recuerdan la situación irregular en la que se encontraban los bebés derivados desde el Hospital Militar. “Me llama la atención que no recuerden que ingresaron los bebés sin mamá ni papá, que nadie los iba a ver. Me resulta dudoso que no recuerden nada de lo que pasó con esos bebes”, afirmó.
En otra parte de su conmovedor relato la joven aludió a los represores: “Los veo a los que están sentados ahí atrás –en referencia a Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Dionisio Pagano, Jorge Alberto Fariña, Marino Hector González y Juan Antonio Zaccaría– que son los responsables del secuestro de mi mamá y de papá, y del secuestro de mi hermano Sebastián, y que quisieron destruir a nuestra familia, y quiero decirles que quede claro que no pudieron”.
Luego, dirigiéndose a Amelog y a Pagano, manifestó: “Son los que me llevaron en el auto y me dejaron abandonada en un convento, quiero decirles que seguramente no deben estar arrepentidos de haber secuestrado a mis viejos, pero sí deben estar arrepentidos de no haberme tirado al río, porque miren todo lo que está pasando: 33 años después se constituyó este tribunal que los está juzgando”.
Finalmente pidió a la sociedad paranense que si tienen algún dato de su hermano mellizo para aportar, que lo hagan. “Este tiempo es muy intenso y creemos que el melli está vivo y que los vamos a encontrar”, concluyó y se retiró aplaudida de la sala.
A su turno, Sebastián Álvarez apeló a la colaboración de los dueños del Instituto Privado de Pediatría (IPP) y a la gente que trabajaba en el Hospital Militar. «Que digan qué pasó, porque hay claras diferencias entre las enfermeras que todas recuerdan el caso y los doctores que no lo recuerdan. Con esto sacamos como conclusión que existió la complicidad civil de la dictadura, hay un silencio sobre lo que pasó con los chicos”.
“Hay esposas de médicos del IPP que iban a verlos, no sabemos si había un interés particular. Queremos que estos doctores que son tan conocidos en Paraná recuerden algo y puedan colaborar para que podamos encontrara a nuestro hermano”, apeló.
Tanto Sabrina como Sebastián recordaron especialmente al autor de la denuncia que dio origen a la investigación, el fallecido coordinador del Registro Único de la Verdad, Guillermo Germano.
Ferraroti dijo no recordar
En tercer turno declaró como testigo el médico Juan Ferratoti, quien se desempeñaba en Terapia Intensiva del Hospital Militar y, según relataron enfermeras, fue uno de los que intervino para trasladar a Sabrina y su hermano mellizo al IPP cuando los encontró en el servicio donde trabajaba, no acondicionado para recién nacidos. Este profesional dijo no recordar esos acontecimientos, aunque aclaró que los daba como ocurridos a partir de que se lo contó una de las enfermeras.
«No recuerdo específicamente la presencia de bebés en la sala de Terapia Intensiva. Cuando la doctora (Marina) Barbagelata (ex abogada querellante) me llamó, hablé con algunas enfermeras y me dijeron que una mañana que yo tomaba mi guardia, había dos bebes y pedí que los llevaran a otra clínica. Me dijo que a los chiquitos lo habían llevado a no sé dónde», sostuvo.
«¿El hecho lo da por ocurrido en base a lo que le refrescó la testigo?», le preguntó Roberto López Arango, presidente del Tribunal. «Imagino que sí, no recuerdo qué pasó pero la enferma con la que hablé me dijo que fue así y no tengo por qué dudar de que fue así», respondió.
Uno de los momentos de mayor tensión se podujo luego de que Ferraroti dijera que nunca había visto mayor movimiento de militares a lo habitual, en contradicción con lo afirmado por testigos respecto de los días en los cuales estuvo internada Raquel Negro. A partir de eso la jueza Lilia Carnero le preguntó si tenía «algún problema de vista», ya que le llamaba la atención esa contradicción, y le recordó que si omitía información podía incurrir en el delito de falso testimonio.
—No tengo ningún problema de vista –dijo el médico, y se defendió diciendo que había que ver cuándo y dónde se había notado esa cantidad inusual de militares.
—Se nota que las enfermeras tienen mejor memoria que los profesionales –acotó la magistrada.
—Puede ser –se limitó a contestar el testigo.
En tanto, Eduardo “Tucu” Costanzo, ex agente civil de Inteligencia, que debía declarar hoy no se presentó debido a problemas de salud que lo aquejan. Costanzo se encuentra cumpliendo condena con prisión domiciliaria en Rosario e iba a ser traído por la fuerza pública hasta la sede de la Cámara Federal de Apelaciones de calle 25 de Mayo, donde se constituye el Tribunal Oral desde el 24 de agosto. Ahora los jueces Roberto López Arango, Lilia Carnero y Juan Carlos Vallejo deberán reprogramar este testimonio para una nueva fecha.
El Tribunal Oral en lo Correccional Federal de Paraná juzga a Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Dionisio Pagano, Jorge Alberto Fariña, Marino Hector González y Juan Antonio Zaccaría.
Los cinco primeros integraban el Destacamento de Inteligencia 121, que organizó el operativo para el nacimiento y el robo de los bebés. Zaccaría era el jefe de Terapia Intensiva y se lo acusa de haber co-organizando el parto, conociendo la procedencia y la situación de Raquel Negro, y haber dispuesto medios materiales y humanos para garantizar el éxito del operativo.
31 Ago
Sabrina Gullino pidió a la sociedad que acerque datos sobre la causa e interpeló a los represores: “Que quede claro que no pudieron destruir a mi familia”
En tanto, Sebastián Álvarez remarcó “las complicidades civiles con la dictadura”

Comenzó la etapa de producción de prueba, en el debate por el funcionamiento de una maternidad clandestina en Paraná.
Emocionada pero con entereza, Sabrina Gullino detalló cómo fue reconstruyendo su historia, desde que sus padres adoptivos fueron citados en los Tribunales de Paraná a fines de 2008, fecha en la que recuperó su identidad. “Me conmovió mucho saber que podía tener un hermano que me estaba buscando”, confió. Además, relató la forma en que fue buscando indicios, y subrayó que continúa la búsqueda de su hermano mellizo nacido en el Hospital Militar de Paraná. En un momento, la hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela se dirigió a “los reos sentados ahí atrás”, en alusión a los imputados: “Ustedes son los responsables del secuestro de mi papá, mi mamá y mi hermano Seba, intentaron destruir a mi familia, pero quiero que quede claro que no pudieron”, sentenció. También prestó testimonio Sebastián Álvarez quien puso el acento en “las complicidades civiles con la dictadura”. Ambos interpelaron a la sociedad a que brinden datos sobre la causa por robo de bebés y sustitución de identidad. Tras un cuarto intermedio declaró el médico Juan Ferraroti, quien aseguró recordar los hechos “por una charla posterior con enfermeras” y se desligó de cualquier responsabilidad. Ante esto, el Tribunal le advirtió que podía caer en la figura de falso testimonio.
Por Betiana Spadillero Gaioli, de ANALISIS DIGITAL
En la cuarta jornada del debate por el funcionamiento de una maternidad clandestina en la capital provincial, comenzó la etapa de producción de prueba. Previamente, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Paraná -integrado por Roberto López Arango, Lilia Carnero y Juan Carlos Vallejos-leyó el informe sobre la salud de Constanzo, quien debía comparecer este miércoles.
El represor fue examinado en su casa, donde cumple prisión domiciliaria, y se constató que durante la última semana empeoró “su estado general”. Según precisó el médico forense de la Cámara de Apelaciones de Rosario, el ex integrante del Grupo de Tareas presenta un cuadro de hipertensión, problemas intestinales y dolores abdominales; aunque no tiene trastornos cardíacos ni respiratorios.
La conclusión a la que arribó el especialista fue que Constanzo “no está en condiciones de viajar a Paraná a realizar testimoniales, pero que la situación podría modificarse la semana entrante”.
El debate contra los militares retirados Juan Amelong, Jorge Fariña, Héctor González, Pascual Guerrieri y Walter Dionisio Pagano, y el médico anestesista Juan Antonio Zaccaría, continuará este jueves a las 10.
Cabe señalar que los ex militares son representados por el defensor Oficial Mario Franchi, y el médico anestesista por el abogado Humberto Franchi. En tanto, por el Ministerio Público Fiscal están José Ignacio Candioti y Marina Herbel. Por las querellas Álvaro Baella y Ana Oberlin –Abuelas de Plaza de Mayo-, Florencia Amore y Álvaro Piérola –Sabrina y Sebastián, e Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio- y Lucas Ciarnela –Secretaría de Derechos Humanos de la provincia.
«Quiero que quede claro que no pudieron destruir a mi familia»
Sabrina atestiguó durante unos 40 minutos, en los que detalló cómo fue reconstruyendo su historia. En primer lugar, contó cómo tomó conocimiento sobre quiénes son sus padres biológicos. “Soy hija adoptiva de Raúl y Susana Gullino, siempre lo supe, ellos me lo contaron. En noviembre de 2008 tomo la decisión de hacerme el ADN y luego de comunicarme con Abuelas, viajo a un domingo a Ramallo. Esa tarde suena el timbre de mi casa y era un cabo de la Policía con un papelito que decía que mis padres estaban citados a declarar en la Causa Trimarco”, asentó.
“Le pregunté al cabo sobre qué se trataba y me dijo que era serio, que tenía que ser sobre secuestro de personas o narcotráficos. Entonces le pregunté a mi papá y me dijo que debía ser porque hace 20 años chocaron en Paraná y Trimarco debe ser una aseguradora. Lo buscamos en Internet y ahí empiezan a salir un montón de noticias”, continuó.
“Esa fue la primera vez que leí los nombres de Raquel y Tulio”, expresó. Paso seguido, indicó que interpeló a sus padres adoptivos: “Si me tienen que decir algo, me lo dicen ahora, pero si me están mintiendo no les hablo nunca más”. Sin embargo, Raúl le aseguró que su adopción fue legal, aunque fue recién en esas circunstancias en las que le precisaron que “ellos intentaron tener hijos durante cinco años, se inscribieron y luego vieron la noticia de que dejaron a una bebé en el Hospital del Huérfano de Rosario, y que a los pocos días los llamaron”.
“Me pidieron perdón porque no sospechaban que era hija de desaparecidos. No me querían contar que había sido abandonada”, agregó, conteniendo las lágrimas.
“Cuando llegué a Paraná no sabía con qué me iba a encontrar, pero cuando llegué a acá nos trataron muy bien. Me hicieron el ADN y me mostraron fotos de Raquel, porque quería saber si era parecida. Cuando salí estaban todos mirando las fotos y mi vieja dijo ‘sos igual a tu mamá’, eso me pareció muy dulce”, prosiguió.
Sabrina narró las vivencias que se desataron en la espera de los resultados del cotejo genético: “Me conmovió mucho saber que podía tener un hermano que me estaba buscando”, confió, y señaló que consiguió una foto de Sebastián para “ver si era parecido”.
Una vez que se confirmó su lazo sanguíneo, lo llamó al trabajo en la Secretaría de Derechos Humanos. “Me querían poner un intermediario, una psicóloga, pero les dije que a mi hermano lo iba a conocer yo sola. Cuando me pude comunicar, me dijo ‘qué haces negrita, yo estoy encerrado en el baño llorando’”, compartió. Esa misma tarde se encontraron en Rosario. “Estuve encerrada esperando que llegara, cuando toca el timbre y voy caminando a atender la puerta pienso que es la primera vez que voy a ver a alguien de mi sangre, nunca me voy a olvidar de ese momento”.
Luego se dirigió a “los reos sentados ahí atrás”, en alusión a los imputados. “Ustedes son los responsables del secuestro de mi papá, mi mamá y mi hermano Seba, intentaron destruir a mi familia, pero quiero que quede claro que no pudieron. Yo también hablo en nombre de mi hermano mellizo, que mientras no esté se sigue cometiendo el delito”, sentenció.
“Hoy están mis hermanos Seba y Matías –hijo de Valenzuela con una pareja anterior- acompañándome. Y les digo a los señores reos que si se atreven a romper su pacto de silencio como hizo Zaccaría la semana pasada –que admitió que hubo otros partos en el Hospital Militar-, seguramente saben qué pasó con mi hermano y quizás podrían participar de otra manera en la historia”.
Más adelante, mencionó que conoce sobre la Operación México, en la que Valenzuela tenía que viajar a marcar a la cúpula de Montoneros. Tulio y Negro negociaron que Seba vuelva con los abuelos maternos, y Raquel queda de rehén, con un embarazo ya avanzado. Sabrina también manifestó que visitó a Jaime Dri, para interiorizarse sobre lo que le sucedió a sus padres. “Una va recogiendo lo que le van contando, lo que está escrito”, remarcó.
“En el hospital nos habían puesto de nombre Facundo y Soledad. Yo quiero hacer un reconocimiento porque las enfermeras se la jugaron, aunque cumplían órdenes se pusieron al hombro la verdad y le dieron mucha fuerza a la causa, que inició el (Guillermo) Mencho Germano y que al principio parecía tirada de los pelos”, subrayó.
A continuación, contó que en 2009 se constituyó como querellante y desde entonces ha investigado diferentes pistas. “Tenemos dos hipótesis. La del bebé muerto, sobre la cual un testigo de identidad reservada dijo que fue enterrado, pero los restos no fueron encontrados por los forenses. Sobre la del bebé vivo, hay una prueba muy importante que es el ingreso en el Instituto de Pediatría y el egreso fechado el 27 de marzo de 1978”, explicó. A su vez, llamó la atención sobre los médicos que aseguran no recordar los hechos.
A su turno, el representante de la querella particular Álvaro Piérola le preguntó a la hija de Raquel Negro respecto a “cómo es su vida a partir de que conoció su origen biológico”.
“Quisiera ser una salvedad, porque acá estamos ante un juicio por sustracción y sustitución de identidad”, sentenció Sabrina tras un silencio, y manifestó: Fui criada en una familia que son unos amores, son una masa mis viejos, pero lo cierto es que cuando una se pone a ver lo que es la identidad, soy el resultado de dos imposibilidades. La primera es que tenía que haber crecido con mi familia biológica, quizás ni me llamaría Sabrina. La segunda es que debería haberme criado con Sebastián, con mis abuelos biológicos, tendrían que haberme devuelto con ellos”.
De inmediato, destacó la importancia del proceso judicial. “Quiero decirle a Amelong y Pagano, que son los que me llevaron en el auto, que seguramente no se deben arrepentir, pero deben haberse arrepentido de no haberme tirado al río, porque miren lo que está pasando ahora”, acentuó.
Por último, se dirigió a la sociedad paranaense: “Si alguien tiene algún dato para aportar que lo haga, que nosotros creemos que el melli está vivo y que lo vamos a encontrar”, aseveró, ante el aplauso emocionado de los presentes en la sala de 25 de Mayo y de quienes seguían la audiencia desde calle Urquiza.
«Mi hermana es la fuerza que necesitaba para seguir con esta historia»
La declaración de Sebastián fue igualmente contundente: “Estamos esperando saber un poco más de lo que pasó con nuestro hermano”, asentó ante el Tribunal. Además, indicó que conoció a su madre pero no tiene recuerdos porque vivió un año y ocho meses con ella. “Fuimos secuestrados en Mar del Plata y trasladados a la Quinta de Funes, donde permanecí una semana detenido, después fui llevado a la casa de mis abuelos”, detalló.
Consultado por el Ministerio Público Fiscal, señaló que la búsqueda la empezaron sus abuelos, quienes incluso se reunieron con la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. “Yo era adolescente y en ese momento no intervine. Puede ir armando este rompecabezas años más tarde, cuando pude afrontar lo que había pasado. Con el correr de los años tomé contacto con HIJOS. Dejé mi sangre en el banco de datos y empezamos a investigar”, puntualizó.
También refirió a las diferentes líneas que ha seguido estos años, y mencionó las planillas de ingreso al Instituto de Pediatría, “que no llevaban firmas ni nombres de responsables”. En esa línea, nombró a los médicos Alfredo Berduc y Ferraroti, y destacó el testimonio de las enfermeras, que “tenían bastante presente el caso de los mellizos que habían llegado del Hospital Militar”.
“Acá quedan en evidencia las complicidades civiles con la dictadura, hay un silencio de no decir qué pasó con los chicos, sabemos que había esposas de los médicos que iban a verlos. Estos médicos siguen en funciones en Paraná y pueden saber algo”, advirtió.
Respecto a Sabrina, detalló que su vínculo se confirmó el 23 de diciembre de 2008. “Fue una alegría enorme haberla encontrado y me sirve de mucho apoyo para buscar a nuestro hermano, porque uno crece con un pesimismo. Cambió mi perspectiva y mi forma de ver las cosas. Es la fuerza que necesitaba para poder seguir con esta historia”, compartió.
Asimismo, relató que cuando vinieron a Paraná lo primero que hicieron fue buscar a Mencho Germano. “Lamentablemente, ya no está con nosotros, pero nos dejó el juicio, y mi hermana, que para él fue lo más importante de todo esto”, enfatizó.
Sobre el final de su declaración pidió a las personas “que sepan algo del caso, que se acerquen a aportar datos” al Juzgado. “Que recobren la memoria o vamos a creer que esta era una práctica habitual, esto de que ingresen chicos sin papás y que no se sepa qué pasaba con ellos”, deslizó.
La falta de memoria de Ferrarotti
El testimonio de Ferrarotti estuvo plagado de imprecisiones. De hecho, sólo reconoció haber trabajado en Terapia Intensiva del Hospital Militar y que su jefe era Zaccaría. Según el profesional, no recordaba sobre el nacimiento de mellizos en el nosocomio hasta que dialogó con algunas enfermeras: “Me dijeron que una mañana había dos bebés y que yo pedí que se los traslade a un lugar donde se los pueda atender”, indicó, y supuso que fueron llevados al San Roque o al Sanatorio del Niño.
Afirmó que tampoco estuvo al tanto de que llegaran pacientes de Rosario, aunque lo desestimó “porque no era el distrito”, ni haber tomado conocimiento sobre ingresos de pacientes registrados como NN –decisión que atribuyó al médico tratante. De la misma manera, negó conocerlo a Paul Navone, jefe del Destacamento 122.
En tanto, cuando le mostraron un plano del hospital, pudo identificar las salas donde estuvo Raquel Negro y los bebés, pero descartó haber visto algún movimiento extraño en relación a su traslado, la permanente custodia que mencionaron otros testigos, o que alguien más lo haya percibido.
Ante lo cual fue advertido por la magistrada Carnero, quien le apuntó que podría caer en la figura de falso testimonio: “¿Usted tiene problemas de vista? Porque a un profesional no le puede haber pasado desapercibido semejante situación. Parece que las enfermeras tienen mejor memoria que los especialistas médicos”, arremetió
En cuanto a quienes realizaban tareas en esa época, nombró a Berduc, Miguel Bottero Brolio y Jorge Cantaberta; mientras que entre las enfermeras que se desempañaban en el centro de salud mencionó a Alicia Baratero y Neli Kramer, entre otras.
El hombre señalado por los imputados
En su declaración ante el Tribunal Federal, Amelong se declaró inocente y apuntó contra Constanzo, incluso solicitó que se investiguen los cruces telefónicos del ex integrante del GT con Navone. También deslizó que un problema de dinero que hubo entre el Tucu y Guerrieri es la causa de la “animosidad” con la que éste es tratado.
De todos modos, Constanzo se excusó de responder a estas acusaciones, así como confirmar los detalles del operativo de traslado de Negro desde el centro clandestino de detención, donde estaba secuestrada en Santa Fe, hasta el Hospital Militar y de la suerte que corrieron sus hijos mellizos.
Según precisó Franchi, el represor envió “una notificación que por cuestiones médicas no estaría en condiciones de presentarse”. En ese marco, se pidió “una serie de medidas, como la constatación de la salud y la imposibilidad de concurrir”.
Los hechos que se investigan en la causa
La causa tuvo su inicio en la denuncia realizada el 18 de mayo de 2005 por el entonces coordinador del Registro Único de la Verdad, Guillermo Germano. En la presentación hizo referencia a dos clases de hechos: la internación de mujeres en estado de gravidez en el Hospital Militar de Paraná, quienes se hallaban privadas ilegítimamente de su libertad; y el asesinato y entierro clandestinos de personas en el Escuadrón Comunicaciones
En ese contexto, se investiga la apropiación de los hijos de la desaparecida Raquel Negro, quien fue detenida ilegalmente al igual que su pareja Edgar Tulio Valenzuela y su hijo menor Sebastián Álvarez, el 2 de enero de 1978 en Mar del Plata. La mujer fue trasladada desde laQuinta de Funes en Rosario hasta el nosocomio castrense, donde dio a luz a los mellizos, uno de los cuales, Sabrina Gullino, recuperó su identidad en diciembre de 2008.
La joven fue abandonada el 27 de marzo de 1978 en la puerta del Hogar Huérfano de Rosario, desde donde fue dada en adopción por Raúl Gullino y Susana Scola. De su hermano mellizo no se ha logrado aún determinar su destino.
Fuente: http://www.analisisdigital.com.ar/noticias.php?ed=1&di=0&no=152425
31 Ago
Un claro día de justicia
El primer juicio por crímenes de lesa humanidad de la historia de la Provincia de Entre Ríos comenzó este miércoles. Después de muchos años de impunidad se sentaron en el banquillo de los acusados: Zaccaría, Guerrieri, Fariña, Amelong, Pagano y Gonzales.
La causa conocida como Hospital Militar fue iniciada por Guillermo Antonio Germano, quien fuera coordinador del Registro Único de la Verdad desde el año 2005 hasta el 9 de diciembre de 2009, fecha en que falleció después de pelear contra una gran enfermedad.
Sabrina Gullino Valenzuela Negro y su hermano Sebastián Álvarez estuvieron presentes en una jornada histórica, que arrancó desde muy temprano con el armado del escenario sobre calle 25 de mayo nº 256, donde se colgaron banderines de colores y el logo de juicio y castigo.
Las distintas organizaciones fueron congregándose frente a los tribunales federales de la capital provincial para festejar una nueva construcción de justicia.
En el interior de la sala de audiencias la secretaria del Tribunal Oral Federal Nº1 de Paraná comenzó a leer los requerimientos de elevación a juicio.
Zaccaría habló haciendo caer la estrategia de su defensa
El segundo día del juicio comenzó con las “Cuestiones preliminares” que establece el Código Procesal Penal de la Nación. En esa instancia la defensa de los genocidas volvió a plantear nuevas medidas dilatorias. Planteos que fueron contestados por el Ministerio Público Fiscal, citando jurisprudencia y casos.
La querella de H.I.J.O.S. Regional Paraná, representada por la Dra. Florencia Amore adhirió a los planteos de la fiscalía y agregó en contestación que Zaccaría padece un deterioro cognitivo mínimo, y la presencia del procesado en la sala de audiencias hace insostenible el planteo de la suspensión del juicio en contra de quien fuera Jefe de Terapia Intensiva del Hospital Militar cuando ocurrieron los hechos.
Por la tarde, después del cuarto intermedio, el TOF resolvió rechazar todos los planteos de la defensa por considerarlos extemporaneos. Luego dio lectura de los hechos y las pruebas que hay en contra de los genocidas. Están imputados de la diagramación del secuestro como autores mediatos: Amelong; Guerrieri, Fariña y Pagano. Como nexo se lo acusa a Gonzalez y a Zaccaría se le imputa la autorización de la internación.
Inesperadamente Zaccaría mostró una gran lucidez al sentarse, declarar y responder preguntas ante el tribunal. La fiscalía comenzó a preguntar sobre el caso de los mellizos que estaban en la sala de terapia intensiva, lugar que estaba bajo la responsabilidad de Zaccaría, a lo que éste contestaba que solo recibía órdenes. Que los mellizos ya habían nacido cuando los vio en ese lugar. Que fue un caso excepcional y que los hicieron desaparecer en 15 minutos. Que él dio la novedad a la superioridad. Después de ahí lo llevaron a un sanatorio. Dijo que la madre estaba acostada, su aspecto era bueno, y que habló con ella. Siempre había militares alrededor de ella.
Las palabras de Zaccaría carcomieron su defensa que había comenzado el pasado 2 de junio donde se había realizado una pericia, y posterior audiencia, en la que integrantes del Cuerpo Médico de la CSJN intentaron argumentar que Zaccaría no podía afrontar el juicio oral y público.
Guerrieri y Amelong le tiraron la pelota a Constanzo y al fallecido Navone

GUERRIERI, AMELONG, COSTANZO, PAGANO Y FARIÑA. Acusaciones cruzadas entre los represores (FOTOS: HIJOS ROSARIO)
Con una arenga a la bandera verde oliva, haciendo alusión al ejército, Guerrieri abrió el tercer día de debate. En varias oportunidades realizó divagaciones dirigidas a la querella.
Uno de los momentos de mayor interés fue cuando leyó una cédula de notificación con fecha 13-04-2011 proveniente de un juzgado de Rosario; donde según el testimonio de Constanzo a Raquel Negro la ejecutó Navone, y fue éste, quien se quedó con el varoncito.
La declaración indagatoria de Amelong apuntó a la relación de Constanzo y Navone. El reo solicitó al tribunal el cruce de los llamados telefónicos y libros de guardias entre Constanzo (que declara como testigo el próximo miércoles) y Paul Navone, quien en febrero de 2008 tenía que arribar a la Ciudad de Paraná para prestar declaración y apareció muerto en la localidad de Azcochinga, provincia de Córdoba.
La transmisión recibida en la sala de calle Urquiza fue lamentable, con largas interrupciones de imágenes y sonidos.
Prensa H.I.J.O.S. Regional Paraná
27 Ago
Dia 3: Los represores mantienen la estrategia de responsabilizar a los muertos por el robo de bebés
Guerrieri y Amelong, dos de los imputados por la sustracción de niños en Paraná durante la última dictadura cívico militar, declararon este viernes ante el Tribunal Oral Federal. Responsabilizaron al ex teniente Paul Navone, quien se suicidó en 2008, y al represor Costanzo, que es testigo en la causa. El juicio continúa el miércoles a las 10.
Por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)

El represor Amelong ejerce su defensa aunque en Rosario le hayan retirado su matricula de abogado. Foto Gustavo Vaccalluzzo
En el tercer día del juicio por robo de bebés durante la última dictadura, los represores Juan Daniel Amelong y Pascual Oscar Guerrieri responsabilizaron a Paul Navone de los delitos que se investigan. Navone es el hombre de Inteligencia del Ejército que se suicidó de un disparo en la cabeza en en febrero de 2008, el mismo día que debía prestar declaración indagatoria en la instrucción de la causa. Ambos también buscaron involucrar y desacreditar a Eduardo Costanzo, personal civil de Inteligencia que les adjudicó responsabilidad a ellos en el robo de los hijos mellizos de Raquel Negro y que debe comparecer como testigo el miércoles.
El resto de los acusados, Marino González, Jorge Fariña y Walter Pagano, prefirieron no hacer uso de la palabra, por lo cual el Tribunal Oral Federal de Paraná –que integran Roberto López Arango, Lilia Carnero y Juan Carlos Vallejos– decidió leer sus declaraciones indagatorias realizadas durante la etapa de instrucción. La audiencia pasó a un cuarto intermedio hasta el miércoles a las 10.
El médico Juan Antonio Zaccaría, ex jefe de Terapia Intensiva del Hospital Militar de Paraná, en su sorpresiva declaración del jueves, había dado nombres de médicos fallecidos al mencionar a los probables responsables de la internación y parto de la hoy desaparecida Raquel Negro: los ginecólogos Jorge Mario Cantaberta y Miguel Bottero Brollo. Además, había dicho que cumplía órdenes de sus superiores, de quienes dijo no recodar los apellidos. Se habría referido así a quienes en 1978, al momento de los hechos, eran director y subdirector del nosocomio, los tenientes coronoles médicos Luis Levin y Marcelo Jesús Beret, también fallecidos. Ayer, Guerrieri y Amelong siguieron la misma línea al adjudicar responsabilidad sobre los hechos al suicidado Navone.
Guerrieri, quien fuera segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121 del Segundo Cuerpo de Ejército, citó una presentación del 13 de abril de 2011 efectuada por un defensor oficial del fuero federal de Rosario, Germán Artola, relacionada con un supuesto correo electrónico en el cual Costanzo diría que Navone fue quien “ejecutó a Raquel Negro de un tiro en la cabeza” y quien “se habría quedado con el varoncito”.
“Esto lo pide el defensor del señor Costanzo, que tenía conexión con el señor Navone, para apartarlo a Costanzo de la causa”, acotó. Como no aceptó responder preguntas, no agregó ningún dato más al respecto.
Dibujando en una pizarra lo que pretendía ser un esquema del Segundo Cuerpo de Ejército, también basó su estrategia defensiva en intentar demostrar que el DI 121 al que pertenecía no tenía injerencia sobre Paraná, ciudad que correspondía a la órbita del DI 122 de Santa Fe, donde se desempeñaba el militar que apareció muerto en la localidad cordobesa de Ascochinga, Córdoba, el 25 de febrero de 2008, en lo que judicialmente se consideró un suicidio.
Sin embargo, en las acusaciones de las querellas y la Fiscalía se remarca que el operativo que se ejecutó con Raquel Negro y sus bebés fue coordinado por ambos destacamentos, ya que el traslado de la detenida desde uno de los centros clandestinos de detención de la zona de Rosario lo efectuaron hombres del 121, que organizó conjuntamente con el 122 la custodia en el Hospital Militar. A esto hay que sumar que Guerrieri, Amelong, Pagano y Fariña ya fueron condenados por sus actuaciones en la Quinta de Funes, donde estuvo secuestrada Raquel junto a su marido Tulio Valenzuela –también desaparecido– y su hijo de un año y medio, Sebastián Álvarez, y en La Intermedia, donde Raquel llegó ya sin vida en el baúl de un Peugeot 504, según relató Costanzo.
En su momento, Eduardo Costanzo también acusó a Amelong y Pagano de haber sido los encargados de dejar a uno de los bebés –Sabrina Gullino, hoy con su identidad restituida y querellante en la causa– en la puerta de un orfanato rosarino.
En su declaración, además de proclamar “absolutamente” su inocencia, Amelong acusó a Navone y Costanzo de los delitos que se abordan en el juicio, e insistió con la estrategia de desacreditar las afirmaciones que se espera que reitere el segundo el miércoles, diciendo que tiene “animosidad” contra los imputados. Al igual que Guerrieri, habló de la “relación” que existiría entre ese testigo y Navone y para demostrarlo solicitó que se investigue el entrecruzamiento de llamadas entre los domicilios de ambos desde hace muchos años atrás, algo que parecería de difícil cumplimiento, entre otras medidas de prueba.
Reivindicación
En la primera parte de la audiencia, ayudado con papeles que tenía sobre el pupitre, Pascual Guerrieri hizo una reivindicación de la tarea que efectuaron las fuerzas armadas durante el terrorismo de Estado, al tiempo que se defendió diciendo que debía cumplir órdenes. En varias oportunidades les habló directamente a los abogados querellantes, hasta que López Arango le ordenó que declarara dirigiéndose al Tribunal.
“Quiero hacer esta declaración con respeto hacia los que no están, tanto de la parte de ellos como de la parte de nosotros. Yo también soy un ferviente admirador del ‘nunca más’”, sostuvo. Como se esperaba, estaba reflotando el argumento de la alegada guerra contra la subversión para referirse a los crímenes de lesa humanidad.
“Nos tocó vivir en esa época, nacimos en esa época y esas cosas pasaron en esa época. La Argentina vivió una agresión terrorista y nosotros estábamos al servicio de la Nación como soldados profesionales y tuvimos que cumplir”, añadió. “Aspiro a un juicio justo. La otra parte no está, no existe, está desaparecida. Existimos nosotros solos, cuando no fue así”, dijo.
Por otra parte, dijo que cumplía órdenes del jefe del Segundo Cuerpo, aunque desvinculándose del robo de bebés: “Hay un precepto de Inteligencia que es la necesidad de saber: como el área es técnica y es reservada no todo el mundo debe conocer lo que pasa. Dicen los reglamentos nuestros: si usted no lo tiene que saber, no se lo van a decir, porque atenta contra la misión que usted tiene que cumplir. Yo no le di ninguna orden a nadie, ni me acuerdo de este hecho, para nada, estoy seguro de esto. Esto fue una orden directamente impartida por el señor general (Leopoldo) Galtieri. Yo como teniente coronel, ¿qué le digo al general?¿No lo hago, me voy, me escapo? No existe esto, usted cumple órdenes, usted no puede evadir. Yo tenía que cumplir las órdenes, aunque esto no me tocó, entonces no acepto ninguna de las cosas referentes a mí. Inclusive me parece que en el legajo figura que yo estaba de licencia”.
Otros fragmentos de su declaración reivindicativa del terrorismo de Estado, que exime de mayores comentarios, fueron los siguientes:
«En la época democrática tuve una satisfacción personal, fui elegido por mérito, no por ninguna bandera partidaria –mi única bandera es la verde oliva del Ejercito argentino– director de planeamiento de la SIDE y duré 10 años. También tengo en mi haber cinco años de oficial instructor y profesor del Colegio Militar de la Nación. Vengo hoy acá después de 10 años que llevo preso, casi una condena, aquejado de algunos males que produce esto y la edad, males silenciosos que no se ven, como la presión, el colesterol y otros más que no voy a decir acá. Nosotros también estamos sufriendo mucho, nuestras familias también. Quiero que esto se termine».
«Se habla de la patota, yo nunca instruí patotas ni fui preparado para instruir patotas, patota puede ser la barra brava en la cancha, patota puede haber sido la triple A. El Ejército argentino no fue una patota».
«Hay otra confusión muy grande. El flagelo terrorista es de los años 60, ahí empezó la guerrilla en el país. Es un contexto grande pero hay una conexidad en todos estos aspectos. Eso da una respuesta de por qué estamos acá, porque biológicamente nos tocó vivir esa época. Si hubiéramos nacido ahora, estaríamos libres de cargo y culpa. Es lo mismo que decir que los curas preparan monjas para ser prostitutas».
«Aspiro a un juicio justo. La otra parte no está, no existe, está desaparecida. Existimos nosotros solos, cuando no fue así».
«¿Se acuerdan cuando decían la única salida es Ezeiza? La única salida que tengo yo, disculpen la grosería, es Chacarita, tengo 77 años, ¿cuánto me queda de vida? No puedo salir por ningún lado, ni voy a salir, no me dejan. Tengo cinco hijos y ocho nietos».
«Nosotros no somos el ejercito del Proceso de Reorganización Nacional. Yo entré en el Liceo Militar en 1948 y al Colegio Militar en 1952, soy soldado del Ejercito del general San Martín, no soldado del Che Guevara. Mi bandera es la que usted tiene ahí, la única que enarbolé y que voy a defender toda mi vida. Nosotros mismos conseguimos la democracia que hoy gozan ustedes. Sino hoy hubiera estado ante un tribunal popular».
«¿Qué saben ustedes si nosotros queríamos el proceso? Nos pedían por la calle que viniera la revolución porque el gobierno de Isabelita no caminaba. La memoria uno la acomoda a las condiciones que uno la quiere acomodar. De manera que eso de la memoria, sí, tengamos memoria todos. No fue un problema de la Argentina sola, fue en Uruguay, Paraguay, fue una consecuencia de la guerra fría este-oeste».
«Somos personas de bien, yo no soy un asesino o una persona dedicada al mal, al contrario. Y ahí se confunde otra cosa, que en Rosario no le gustó a una abogada. Lo voy a repetir: el termino represión, nosotros somos represores, somos soldados del orden. Cuando hay un desorden siempre se manda a las fuerzas del orden a ordenar a los desordenados. Todos los gobiernos acuden a la fuerza cuando se desordena la cosa. Actualmente, pasa ahora en Plaza de Mayo cuando se descubrió este asunto de las beneméritas madres de Plaza de Mayo, que no le pagan los sueldos a los empleados y con eso no pasa nada y nosotros estamos acá poniendo la cabeza todos los días. Por eso yo también quiero nunca más para nosotros. Déjenme morir en paz, con mi familia a mi lado y con mis camaradas que me reconocen».
«La guerra es un acto inhumano de por sí y nosotros participamos porque el Ejército se prepara para la guerra. No creo que ningún Ejército se prepare para ser derrotado por nadie».
«El Ejército argentino que ustedes vieron en el desfile es el de campaña. Cuando viene la agresión terrorista nos encontramos que esta gente estaba muchísimo mejor preparada que los nuestros, porque eran ideológicamente más poderosos, estaban convencidos, venían con otra idea que en la venimos educados nosotros. Pero lo que me molesta es que no venían con los libros en la mano, venían con las armas para imponer un nuevo sistema. Eso es lo que pasó y ahora llegamos a esto. Por eso yo añoro de verdad el nunca más, pero nunca más también para nosotros».
«No estoy en contra de lo que dicen los señores (los querellantes), ojala los pueda abrazar un día. Normalmente siempre somos criticados, como a la Policía o a Gendarmería cuando dicen fue a reprimir, se excedieron, bueno».
Indagatorias
Los imputados Fariña, González y Pagano se abstuvieron de declarar, por lo cual se leyó lo que dijeron en oportunidad de sus indagatorias durante la instrucción.
Jorge Alberto Fariña declaró el 9 de mayo de 2008 pero no aceptó contestar preguntas. Dijo desconocer absolutamente todos los hechos mencionados. Sostuvo que se le imputaba ser el tercero en jerarquía de una unidad de inteligencia, la cual no tenía responsabilidad en tareas ejecutivas. Aseguró que no sabía todo, que sabía muy poco, que su grado de capitán era de oficial subalterno. Que no se puede comparar con la jerarquía de Trimarco o Galtieri. Se quejó porque se lo ponía en tercer lugar de una unidad muy pequeña a la vez que la relación entre un general y un capitán es infinita. “Ser tercero en el destacamento 121 de inteligencia no significa que debía conocer todo lo que pasaba en Rosario ni mucho menos en Paraná”, subrayo y se declaró “absolutamente inocente”.
Pagano declaró el 12 de marzo de 2008. Se declaró inocente. Dijo que anteriormente sólo había estado una vez en Paraná, “en 1984 o 1985 acompañando al doctor Ítalo Argentino Lúder como custodio, en el marco de la campaña como candidato a senador nacional”. Aclaró que “lo hacía como militante o activista peronista y no como integrante de una fuerza”. Después apuntó contra Costanzo, de quien dijo que “es un gran fabulador”, y lo responsabilizó de “apretar a algunos dirigentes políticos, también involucrados en distintos hechos” y de “vender el producto de esa fábula a los distintos medios de comunicación”. Otra de sus explicaciones fue que en la segunda mitad de 1978 realizó durante cinco meses un curso en Buenos Aires, pero confirmó que antes de eso, en el momento de los hechos, prestó servicios en el Destacamento de Inteligencia 121 como “agente de calle”.
González prestó declaración indagatoria el 10 de abril del mismo año. Negó los hechos que se le atribuían. Dijo que no lo que hacía Costanzo era “fabular” a partir del libro “Recuerdo de la muerte”, de Miguel Bonasso. Negó haber conocido a una mujer de apellido Negro, detenida y embarazada y haber coordinado aspecto alguno del operativo de su internación en Paraná.
27 Ago