provinciales
La tesis de Raquel Negro llega a manos de sus hijos
Sabrina y Sebastián recibirán el miércoles el trabajo final de Trabajo Social de su madre detenida-desaparecida. El acto se realizará en la sede de la FTS, en Paraná, en el marco del juicio por la causa Hospital Militar.
Durante un acto que se realizará el miércoles en Paraná, se hará entrega de la tesis elaborada por la trabajadora social detenida-desaparecida Raquel Negro, a sus hijos Sebastián Álvarez y Sabrina Gullino Valenzuela Negro. Las carreras de Licenciatura en Trabajo Social de la Facultad de Trabajo Social de la UNER y de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL convocaron a participar de esta actividad.
La ceremonia se realizará en el marco del juicio de lesa humanidad en trámite ante el Tribunal Oral Federal de Paraná, por la causa conocida como Hospital Militar, donde se juzga a seis represores acusados de la sustracción de los mellizos de Raquel Negro nacidos en cautiverio y de la supresión de sus identidades.
Sabrina Gullino Valenzuela Negro pudo recuperar su verdadera identidad hace casi tres años, mientras que la búsqueda de su hermano mellizo varón todavía continúa. Sebastián Álvarez es hijo de Raquel Negro y Marcelino Álvarez; estuvo secuestrado con su mamá cuando apenas tenía un año y medio, en el centro clandestino de detención Quinta de Funes.
El acto se llevará a cabo en el salón Ofelia Zaragozzi de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos, ubicada en La Rioja 6 de Paraná, el miércoles a las 18.
2 Oct
Carlotto y Bonasso declararon en la causa del Hospital Militar de Paraná
La titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y el diputado nacional Miguel Bonasso declararon ayer en el juicio.
La titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y el diputado nacional Miguel Bonasso declararon ayer en el juicio que investiga la supresión de identidad de los hijos mellizos de la militante desaparecida Raquel Negro, nacidos en el Hospital Militar de Paraná. Los jueces del tribunal oral federal de esa ciudad también completaron inspecciones al nosocomio castrense y al Instituto Privado de Pediatría (IPP), donde fueran derivados los bebés.
A través del sistema de videoconferencia, Carlotto contradijo a uno de los socios propietarios del IPP, Miguel Torrealday, quien declaró al tribunal que no recordaba el paso de los mellizos por el instituto. La titular de Abuelas aseguró que el médico, hace 11 años, le manifestó conocimiento sobre la internación de los bebés de Raquel Negro en esa clínica.
«El suponía que como la niña que había ingresado primero lloraba, trajeron su mellizo para que la acompañara, siendo que pareciera que el chiquito no estaba muy bien de salud, por eso su ingreso fue posterior al de la hermanita», relató Carlotto.
El encuentro entre Carlotto y Torrealday se produjo en el año 2000 y el médico se mostraba preocupado por haber supuestamente descubierto la anotación de bebés NN en el libro de ingresos del IPP.
«Torrealday me dijo que los retiraron unas personas pero que no las conocía. No recuerdo que haya dicho si él estaba presente», sostuvo la dirigente. «Simplemente dijo: «Los trajeron, está asentado el origen de quiénes los trajeron; los retiraron y está asentado el origen de quiénes los retiraron y el pago por parte de esas personas» que no dijo saber quiénes eran», declaró Carlotto.
Recuerdos. El diputado nacional ratificó lo publicado en su libro «Recuerdos de la muerte», en base a los testimonios del sobreviviente Jaime Dri y de la pareja de Raquel Negro, Tulio Valenzuela. Al igual que Dri la semana pasada, el legislador responsabilizó a los imputados por el cautiverio de Raquel Negro en los centros clandestinos de detención de Rosario y su traslado al Hospital Militar de Paraná para dar a luz.
El legislador relató el encuentro que tuvo durante la dictadura en México con Tulio Valenzuela: «Me dijo que había venido con un grupo de inteligencia militar de Rosario, enviado por (Leopoldo) Galtieri» y que «en la Quinta de Funes había quedado de rehén su compañera, que estaba embarazada de seis meses, y su pequeño hijo Sebastián». Valenzuela se fugó, luego regresó al país, pero finalmente fue apresado y sigue desaparecido.
Bonasso reveló que en la charla que mantuvo tiempo después con el sobreviviente de la Esma y de la Quinta de Funes, Jaime Dri, se enteró de que Raquel Negro «había tenido mellizos en el Hospital Militar y que después la mataron».
En la causa se investiga la responsabilidad de los represores Jorge Fariña, Marino González, Juan Daniel Amelong, Pascual Guerrieri y Walter Pagano y del médico Juan Zaccaría en la desaparición de Negro y el destino de sus hijos mellizos que dio a luz en 1978 en el Hospital Militar de la capital entrerriana. Una de esos mellizos es Sabrina Gullino, quien fue abandonada en un convento de Rosario y de donde fue adoptada legalmentee. La mujer restituyó su identidad en diciembre de 2008, mientras que su hermano continúa siendo buscado.
Recorrida. Posteriormente, el tribunal inspeccionó el Hospital Militar y el IPP, con la participación de testigos. La propia Sabrina Gullino pudo ingresar a la guardia médica del hospital, donde estuvo detenida su madre Raquel Negro; a la sala de partos donde nacieron ella y su hermano y a la sala de terapia intensiva, donde ambos estuvieron internados luego del nacimiento.
En el IPP, la comitiva judicial inspeccionó la sala de neonatología, donde los hijos de Negro permanecieron internados durante poco menos de un mes en marzo de 1978, y el guía fue uno de los propietarios de la clínica, Miguel Torrealday, quien volvió a ser cuestionado.
«En el IPP es muy pequeño el espacio para los bebés, y eso quiere decir que es imposible —como declararon ante el tribunal— que los cuatro médicos (que declararon, entre ellos Torrealday) no los vieran, sobre todo por las pequeñas dimensiones de la sala para las incubadoras y camitas», dijo la abogada de la Secretaría de Derechos Humanos Ana Oberlin.
De ambas medidas de prueba también participaron Guerrieri, Fariña y Amelong, este último, por su condición de abogado que ejerce su autodefensa, inclusive se permitió hacer preguntas a los testigos. Esta peculiar situación de Amelong volvió a ser cuestionada por los abogados de la querella, teniendo en cuenta que el Colegio de Abogados de Rosario lo expulsó de su matrícula.
“Hay esperanzas”
Sabrina Gullino, hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, expresó que este juicio permite “hacer la lectura de cómo son los procesos de construcción de verdad; pensábamos que mi hermano estaba muerto, pero luego comenzó a cobrar mucha fuerza que ese bebé está vivo. Tenemos esperanzas”.
Quien advirtió sobre esa posibilidad fue el represor Eduardo Costanzo, que en su declaración del miércoles dijo que el bebé podría haber sido apropiado por el ex oficial de inteligencia militar Paul Navone. “Conocíamos el testimonio de Costanzo desde hace tiempo, pero fue muy impresionante escuchar ese relato en vivo y en directo y escucharlo de su propia boca. El testimonio suena veraz por la cantidad de detalles que brindó”, señaló Sabrina. Añadió que “es muy importante que Costanzo declare, y la hipótesis que cobra fuerza es que mi hermano está vivo, pero —aclaró— nosotros somos conscientes de dónde proviene el testimonio, pero igual entendemos que es un testigo clave”.
Esa hipótesis también se apoya en “un acta de ingresos y egresos del Instituto de Pediatría del 27 de marzo en la cual nos dan de alta a mí y a mi hermano”.
http://www.lacapital.com.ar/politica/Carlotto-y-Bonasso-declararon-en-la-causa-del-Hospital-Militar-de-Parana-20110923-0006.
23 Sep
Regreso al punto de partida
En el juicio por robo de bebés se hicieron inspecciones en el Hospital Militar y en el IPP. Después de 33 años, Sabrina conoció el lugar donde nacieron ella y su hermano desaparecido
Alfredo Hoffman De la Redacción de UNO
ahoffman@unoentrerios.com.ar
Sabrina Gullino volvió ayer al Hospital Militar y al Instituto Privado de Pediatría. Le llamó la atención las distancias y las dimensiones: las dependencias de la institución del Ejército le parecieron estar mucho más cerca entre sí de lo que se imaginaba y la sala de Neonatología del IPP le pareció muy pequeña. Pensó que los médicos pediatras no pudieron no haberse enterado de que ella y su hermano mellizo desaparecido estuvieron allí durante alrededor de 20 días. Justamente, casualidad o no, ayer había ahí dos hermanitos en una incubadora. Estaban con sus nombres, perfectamente identificados. No era así hace tres décadas.
“Fue bastante fuerte, porque tuve una vivencia más figurativa, más completa. No es lo mismo reconstruir la historia sin ver el lugar, que cuando uno lo ve”, expresó a UNO la hija de Raquel Negro. Ella fue sustraída por los represores y pudo recuperar su verdadera identidad. Ahora es querellante en el juicio por robo de bebés que se realiza en Paraná.
En el Hospital Militar y en el IPP se hicieron inspecciones oculares como cierre de la etapa de producción de pruebas. Sabrina y su hermano mayor, Sebastián Álvarez, jueces, fiscales, abogados querellantes, los imputados Jorge Fariña, Pascual Guerrieri y Juan Daniel Amelong y tres enfermeras recorrieron las dependencias donde Raquel pasó sus últimos días, embarazada y en cautiverio. En la Guardia médica, guiados por la trabajadora de Maternidad que la asistió antes y durante el parto, visitaron la habitación donde estuvo detenida, custodiada las 24 horas. Luego rodearon el edificio y observaron la ventana que hace 33 años estaba enrejada con tablas de cajón de manzanas.
De allí fueron a Maternidad, un pabellón de techos altos y habitaciones que hoy están desocupadas. Una de esas piezas era la sala de partos. La enfermera explicó que allí dentro nacieron Sabrina y su hermano. Que un hombre que estaba en esa puerta, vestido de civil, entró y retiró al varón, que había nacido primero, argumentando que estaba cianótico. “Pero yo no lo vi cianótico, para nada”, recordó la mujer. Sabrina nació después y se quedó ahí con su mamá cuando la empleada se fue. Ayer al mediodía esa sala se dejaba ver vacía, con las paredes descascaradas y apenas iluminada con un cuadrado de luz que ingresaba por la única ventana.
Antes la comitiva había pasado por la sala 1, donde están las habitaciones, y Terapia Intensiva, donde los bebés estuvieron internados ya con sus identidades suprimidas. En aquellos años allí mandaba el médico militar Juan Antonio Zaccaría, hoy procesado, quien prefirió no participar de la inspección. En la otra punta del pasillo pero a pocos metros estaba la habitación 5, donde estuvo Raquel después del parto, vigilada por varios militares armados.
La segunda inspección fue en el IPP, en España 312. El despliegue de vehículos y de gente en esa calle céntrica motivó que se cortara el tránsito. Todos ingresaron por un pasillo angosto. Al final estaba la entrada de Neonatología. El médico Miguel Torrealday ofició de guía. Cerca estaban dos de sus tres socios: David Vainstub y Ángel Schroeder. Torrealday dijo que estaba muy conmovido y que su intención era colaborar con la Justicia. Pero Sabrina, después de estar allí, manifestó sus dudas y su enojo porque “ninguno de los cuatro médicos pueda asumir la responsabilidad que tuvieron en su momento”.
“No queremos más que encontrar al melli. Cómo cambiaría la historia si tiraran una pista certera. Esto nos deja un sabor amargo. No hallo una explicación a que esta gente con mucha trayectoria en Paraná, los cuatro o alguno de los cuatro, no sepan lo que pasó. Con las dimensiones de la sala, las características, el vidriado, hoy me parece imposible que Torrealday no haya sabido qué pasaba en esa clínica. Ellos saben lo que pasó, ahora lo tienen que decir, y espero que cuando termine el juicio pueda ir a darles un saludo sincero”, reflexionó.
En el IPP también estuvieron presentes enfermeras que colaboraron con la investigación: “Cada una fue aportando datos muy importantes y ya hay una relación de afecto con ellas, porque son un sostén muy importante en toda esta historia. Quiero destacar su valentía y su inmensa humanidad. Estuvo muy bueno encontrarme con ellas”, añadió.
Con los testimonios de ayer de Estela de Carlotto y de Miguel Bonasso –el del médico Jorge Eduardo Rossi no se realizará por sus problemas de salud– finalizó esta etapa del juicio por la causa Hospital Militar. Se abrió un cuarto intermedio hasta el 4 de octubre, cuando el acusado Amelong ampliará su indagatoria, se introducirán declaraciones testimoniales por lectura y se dará inicio a los alegatos.
“Para mí el proceso del juicio fue muy dinámico, muy preciso. Me parecen muy interesantes todos los avances que se han tenido, cada testimonio fue brindando mucha más fuerza a la hipótesis del bebé vivo, que ahora ya no lo dudamos más. Creemos que el mellizo vive y que alguien se lo llevó”, finalizó Sabrina.
Guerrieri y los CCD
Ayer Guerrieri solicitó hablar por tercera vez en lo que va del juicio para contestar las acusaciones del testigo clave Eduardo Costanzo y para asegurar que no tiene “ningún pacto de silencio con nadie, excepto con Dios”, en contestación a la interpelación que le hicieran Sabrina y Jaime Dri.
Sobre el final de su intervención, terminó admitiendo la existencia de centros clandestinos de detención. Ante una pregunta de uno de los integrantes del tribunal, dijo: “A un ladrón común se lo pone en una cárcel común. En todas las guerras que hubo en el planeta siempre existieron los campos de concentración”. Aunque luego intentó desvincularse: “Aquí puede haber habido, yo no los conocí, no estaba en esa tarea. Estuve afectado al Mundial 78”.
Carlotto recordó que Torrealday sabía
La titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, recordó ayer la reunión que mantuvo hace 11 años con Miguel Torrealday, uno de los socios del IPP. Según relató, el médico le contó algunos detalles sobre la internación de bebés mellizos sin nombres provenientes del Hospital Militar –los hijos de Raquel Negro– en marzo de 1978. Esto entra en contradicción con lo dicho por el propio Torrealday en sus declaraciones: que no sabe nada o que no se acuerda.
Carlotto dijo que Torrealday le explicó porqué la niña ingresó el 4 de marzo y el niño el 10: “Él suponía que como la niña que había ingresado primero lloraba mucho, trajeron a su mellizo para que la acompañara, siendo que pareciera que el chiquito no estaba muy bien de salud”. Al declarar por videoconferencia, la titular de Abuelas dijo no recordar si Torrealday percibió esa circunstancia o si se la comentaron; pero sí es claro –de acuerdo con este testimonio– que estaba al tanto de los hechos. El encuentro entre Carlotto y Torrealday fue en 2000 y el médico se mostraba preocupado por haber supuestamente descubierto la anotación de bebés NN en el libro de ingresos del IPP. Sin embargo Torrealday declaró que detectó esas inscripciones mucho antes, en 1989.
Luego declaró el diputado nacional y periodista Miguel Bonasso, quien ratificó lo publicado en su libro Recuerdo de la muerte y responsabilizó a los imputados por el cautiverio de Raquel Negro y su traslado al Hospital Militar de Paraná para dar a luz.
23 Sep
“Navone fusiló a Negro y se llevó al mellizo”
Desde Barcelona, el militante peronista Oscar Kopaitich dijo que el oficial de Inteligencia del Ejército durante la última dictadura militar se llevó al hijo varón de la detenida desaparecida que dio a luz en el Hospital Militar de Paraná
El militante peronista Oscar Kopaitich dijo que el represor Paul Navone, quien se suicidara en 2008, mató a la detenida desaparecida Raquel Negro y que además se apropió del mellizo varón que la mujer había dado a luz en el Hospital Militar en 1978.
“El que sabe bien cómo fue que Paul Navone se llevó al mellizo de Raquel Negro del Hospital Militar de Paraná en 1978 es Oscar Kopaitich, que está en España”, había afirmado ayer ante el Tribuna Oral Federal de Paraná Eduardo Constanzo, ex integrante de las fuerzas civiles que prestaron servicios para la represión ilegal durante el último gobierno de facto, en el marco del juicio por el robo y susticución de identidad de los hijos de Negro, uno de los cuales, Sabrina Gullino, restituyó su identidad en diciembre de 2008.
En varias comunicaciones, vía telefónica y por mail, el militante de la Tendencia Revolucionaria del PJ en los turbulentos años ’70, en Rosario, Oscar Natalio Kopaitich, agregó más datos a la sugerencia que Costanzo dejó picando en la sala, según cita Notife.
Kopaitich compartió escuela primaria con Paul Navone en la ciudad de Casilda, próspera por su explotación agropecuaria, cenicienta entre las ciudades del sur santafesino.
“Efectivamente, Paul Navone compartió conmigo la escuela primaria, cuyos fondos daban a su casa. Él estaba un grado detrás de mí porque creo que tenía uno o dos años menos que yo”, dice desde Barcelona Kopaitich a este medio. “Para que tu tengas una perfecta idea de cómo era, te diré que muy de vez en cuando, porque sentía como todo niño la necesidad de compartir con otros esas vivencias que sólo se dan en esa época de nuestra vida, aparecía por mi barrio”, agrega.
“Pobre diablo –informa- siempre le faltaban cinco para el peso, ya que siempre el eje de cualquier joda o agresión propia de ésa época, eran los años ’50. Si no te acomodás a esa jodas te hacés milico a cura”, señala en sorna. “Este subnormal terminó en el Liceo Militar de Santa Fe», define.
-Y después, de grande, ¿cómo fue la relación?
– Solía volver a Casilda, vestido de blanco y dorado con un pequeño machete en la cintura. Y nosotros, los chicos, pasábamos en bicicleta y desde «milico puto» a cualquier otro improperio nos venía bien. No tenía un sólo amigo. El Ejército no logró hacerlo hombre como tal vez pretendieron él y sus padres. Porque cuando Raquel Negro hizo un parto perfectamente normal y tuvo a los mellizos, para llevarse el niño, que es lo que él quería, (Juan Daniel) Amelong y (Pascual) Guerrieri, lo obligaron a fusilar a La Negra, a quien también tuve la suerte de conocer personalmente. Y lo hizo.
-¿Cómo se enteró del suicidio de Navone? Justo un día antes de declarar en instrucción por la causa de los hijos de Negro.
-Para mí, lo suicidaron los mismos que nombro anteriormente, porque iba a vomitar hasta lo comido el año anterior. Porque no me cabe en la cabeza que fuese capaz ni de suicidarse. Este tema, y varios más, los traté cuando él vivía todavía. Yo me fui de la Argentina en 2002 sin que nadie conociera su paradero. Unos años antes, con mi mujer y mi hijito, éramos asiduos concurrentes a la pileta de natación del Club Gimnasia y Esgrima de Rosario, en esos tórridos veranos insoportables de nuestra zona. Allí vino a recalar el Coronel Oscar Flamini, ex amigo de la infancia también y de la promoción de Paul. Era el Jefe del Batallón 121, hasta que lo retiraron. Él no conocía a nadie y me saludaba con efusión aunque yo no le daba cinco de bola. Hasta que un día, molesto por esta situación, me arrimé a la sombrilla debajo de la cual estaba él con su familia y le dije directamente “Oscar, te invito una cerveza, quiero conversar contigo”. Me aceptó de inmediato y charlamos durante casi dos horas y entre las cosas que hablamos estaba el tema de Paul.
– El juicio ventilo que Amelong, Guerrieri y Marino González participaron del operativo de traslado de Negro a Paraná. ¿Conoce sobre algun otro militar o PCI que haya tenido intervención directa en el hecho?
– Sí, Walter Pagano que fue uno de los que llevó a la nena (hoy Sabrina) al Hospicio de Huérfanos, pero no mucho más. El coche lo condicía el mayor o capitán Marino González, que fue el mismo conductor que retiró a Raquel Negro de La Intermedia, que es un campo de propiedad de la Familia Amelong, que está ubicado exactamente frente a la estación de servicio de la Autopista a Santa Fe, en La Ribera, a pocos metros del Río Carcarañá. Este fue un tema manejado por el interés de Navone en apropiarse de una de las criaturas. Y la orden de matarla cuando diera a luz era directa de Galtieri. Aunque el movimiento de gente, la tortura y otras minucias, estaban ordenadas por el Coronel Juvenal Alcibíades Pozzi. De quien tengo para hablar un rato largo. Y es uno de los menos conocidos de estos criminales.
– ¿Navone se llevó el niño?
– La investigación sobre el niño robado por Navone es muy fácil de llevar a cabo, si en Casilda sigue viviendo el «Negro», hermano de Paul, casado con la «Chiqui», y un flor de tipo que creo no se hablaba con el hermano. Aquí todo lo que hay que hacer es encontrar a la viuda de Paul y preguntarle cuántos hijos tiene. Y cuál no nació de su vientre. Ya está.
Navone, el duro
Navone se suicidó el 25 de febrero de 2008 en Córdoba, en el parque de un Hotel cordobés de la Fuerza Aérea. La decisión parece haber estado planeada. El ex oficial de inteligencia del Destacamento 122 con asiento en Santa Fe dejó una carta explicando los motivos: “Tomo esta decisión en pleno uso de mi libertad y facultades. Nadie ,de mi entorno familiar ni de mi contexto, tiene conocimiento de lo que he dispuesto hacer. Lo hago solo sin participación de tercero alguno. Adopto esta conducta como el mejor camino para mí.”. Destinó las palabras al juez de la causa y luego se disparó en la localidad de La Granja, en Córdoba. “La distancia estimada entre la boca del arma y la piel ha sido menor de 50 centímetros”, informó el médico forense que hizo la necropsia. Los abogados le habían advertido que un procesamiento podía generar el embargo de los bienes en 800 mil pesos y ese dato le disparó los valores de glucemia.
Un día antes de declarar como imputado en Paraná, se disparó en la cabeza con una 9 mm alrededor de las 3 de la mañana del 25 de febrero de 2008 y el cuerpo fue encontrado cinco horas más tarde. Nadie lo custodiaba. Nadie lo cuidaba. Todo muy raro.
Formado en el Liceo de Santa Fe, Navone siguió su carrera como cursante en Campo de Mayo en 1967, saltó a Rosario un año más tarde y en diciembre de 1970 su destino fue Santa Fe, tres años más tarde lo enviaron a Córdoba y en el 1975 a un curso de Técnica en Buenos Aires. Fue oficial de inteligencia del DI 122 con destino en Paraná entre el 15 de diciembre de 1976 hasta el 31 de diciembre de 1977, según informa el legajo reservado al que tuvo acceso Notife.com
Como el resto de los oficiales que participaron de la represión ilegal, cumplió funciones en Formosa hasta el fin de la dictadura. Su carrera acabó como Jefe de División en Rosario en el año 1991 y el 31 de julio de 1993 se le declaró el retiro voluntario de la fuerza.
Navone tuvo un paso de perfeccionamiento de técnicas de inteligencia en el Batallón de Inteligencia 601, que operaba en Buenos Aires en la esquina de Viamonte y Callao.
Algunos textos históricos aseguran que Navone integró la patota que en 1979 asesinó al comandante montonero Horacio Mendizábal y que, como parte de ese “merito” se hacía llamar como el asesinado, que ingresó al país en la llamada Contraofensiva.
Todos los nombres de los oficiales que operaron en Paraná
El Destacamento de Inteligencia 122 que operó en Santa Fe tuvo una “Sección Paraná” que el Ejército desmenuzó en un informe reservado que, al momento de escribirse esta nota, no estaba agregado al expediente.
El Jefe que comandaba todas las operaciones en la capital entrerriana era el Mayor Rubén Ignacio Gaitán, que estuvo hasta noviembre de 1977, después lo siguieron en la jefatura de la Sección los Mayores Eduardo Andrés Álvarez, hasta noviembre de 1979 y Armando Enrique Zarabozo, hasta el 10 de octubre de 1982. Este último hizo viajes en Comisión a Colombia en 1978 y juntó 119 días para completar un curso de “Analistas e Interrogadores”. En esos cursos se estudio Inteligencia de combate en las unidades y las responsabilidades del Oficial de Inteligencia en las unidades, según detalla el Boletín Reservado del Ejército 4844.
Los capitanes afectados a la Sección Paraná fueron Carlos Gustavo Fontana, los Teniente Primero Raúl Méndez, Paul Navone, Juan Bautista Scartascini y Antonio Torres González.
Completaban el elenco del área Paraná el subprincipal de Infantería Hugo Morino, el Sargento Ricardo Fick, el Sargento de Infantería Julio Seguín, los Sargentos Ayudantes Raúl Sciascia y Nicolás Suárez y los ayudantes en Comunicaciones Carlos Martínez y Rolando Santana.
El jefe máximo del Destacamento de Inteligencia 122 en el momento más duro de la represión fue el coronel Domingo Manuel Marcellini, que falleció en 2010 sin que se lo pueda juzgar por delitos de lesa humanidad. Se había formado en la Escuela de las Amércias, en Panamá, donde egresó en 1973.
22 Sep
Motivos y sensaciones de los que presencian las audiencias
Las tres últimas filas de las dos hileras de bancos de la sala del Juzgado Federal de Paraná están reservadas para el público que desea presenciar las audiencias del primer juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Entre Ríos que se está llevando adelante en Paraná.
Las audiencias son de carácter público, aunque el ingreso está limitado por la capacidad de la pequeña sala. En cada jornada, una veintena de ciudadanos que no están vinculados en forma directa con el proceso se acerca al lugar, pasan el detector de metales, ingresan y toman asiento en uno de los seis bancos largos tapizados de cuero marrón en los que entran cómodas tres personas y algo ajustadas, cuatro.
Hay que apagar el celular a la entrada y no está permitido siquiera mirarlo. No se puede grabar, ni sacar fotos, hay que mantener silencio y, en lo posible, no salir de la sala hasta el cuarto intermedio.
PERVERSO. Elena Riegelhaupt es docente de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) y jubilada del Poder Judicial. Conversa con una amiga, ambas sentadas en los sillones antiguos que están contra las paredes de la amplia antesala del juicio, donde cada mañana se suceden comentarios, saludos y notas periodísticas. “¿Por qué vengo?, porque esto es un hecho absolutamente histórico. Antes teníamos los escraches, ahora tenemos los juicios. Y lo que nos interesa a todos es que digan dónde están los cuerpos y dónde están los nietos”, comentó Riegelhaupt EL DIARIO.
Lo que la impresionó de las jornadas “es la actitud de los jueces -no voy a mencionar a cuál me refiero ni el sexo- que se han puesto en el lugar en el que la sociedad quiere que ellos estén, exigiendo romper este absurdo y perverso pacto de silencio”. También “la actitud de algunos médicos, que merecería una sanción social, ya que aún para quien no tiene ningún tipo de formación queda claro que hay un pacto y que saben dónde está el hermano de Sabrina”.
“Es indignante que se callen la boca. Uno puede entender que en aquella época se hayan callado por miedo. La verdad es que todos tuvimos miedo. Pero hoy está la posibilidad de que la verdad salga a la luz y es indignante, inadmisible y perverso. Si no se los condena acá, se merecen la condena de toda la ciudad de Paraná”, aseveró.
PRIMERA VEZ. Pablo Charadía es estudiante de Trabajo Social y militante de derechos humanos. Llega casi a diario con su novia y ambos se instalan lo más adelante posible. “Es muy importante estar acá. Hay heridas que están abiertas hasta el día de hoy, como en este caso de los melli, y la única forma de cerrarlas es juzgando y condenando a los genocidas”, comenta a EL DIARIO, mientras tramita su acreditación en la mesa dispuesta en el ingreso.
“Es la primera vez que entro a un juicio. Me impacta estar al lado de los genocidas. Y sobre todo notar que no les importa nada”, añade.
Apurada, sobre la hora, llega Susana Nadalich, docente y coordinadora del programa Jóvenes por la memoria. El detector de metales suena a su paso, le hacen dejar su bolso a un costado, lo revisan, la demoran un par de minutos. Finalmente, logra acceder, apoya sus cosas en un sillón y contesta la consulta.
“Estoy viniendo porque me parece que es una instancia histórica y todos los que vivimos en esta ciudad debemos ser parte. Vale la pena estar acá, no sólo leer e informarnos a través de los medios, sino presenciar estos momentos y tomar contacto con lo que es la instancia de juicio, que es un logro histórico y debemos celebrar que se esté llevando a cabo. Presenciar los testimonios es una experiencia necesaria. Estoy viviendo esto con mucho entusiasmo y alegría”, concluyó Nadalich
http://www.eldiario.com.ar/diario/entre-rios/20429-motivos-y-sensaciones-de-los-que-presencian-las-audiencias.htm
19 Sep
La respuesta adeudada de un juicio que sumó ideología y revelaciones
La historia se completa mediante la suma de testimonios. El juicio por el robo de bebés en el Hospital Militar, durante la última dictadura, surge clara y precisa, pero todavía no se puede dar con el paradero del niño robado a la militante Raquel Negro. Historia de fusilamientos dialécticos y con plomos.
“Qué será de la vida de mi chiquito”, se preguntó Raquel Negro –recordó una testigo presencial–, tras dar a luz, y a horas, o quizás días, de que entregara un efímero calor de madre a su bebé. La respuesta no la tuvo Raquel Negro en 1978, ni la tienen sus hijos sobrevivientes, 33 años después. No tiene esa respuesta la sociedad argentina, no la tienen los organismos de derechos humanos, no la tienen los militantes, ni los jueces, pese a la búsqueda empecinada en cada pregunta a testigos. Hay que decirlo claramente: los actores de este juicio que se desarrolla en Paraná –camaristas, fiscales, querellantes– buscan esa respuesta en cada interrogatorio y a cada testigo que se sienta en la sala de audiencia. Hay una suerte de saludable obcecación que se teñirá de impotencia si el proceso oral y público se agota sin la respuesta final.
Si los militares procesados tienen conocimiento del destino del hijo de Raquel Negro y Tulio Valenzuela; si lo tienen los médicos del Hospital Militar donde nacieron los mellizos y los del Instituto Privado de Pediatría (IPP), donde fueron derivados, no lo dicen. Una de las peores manifestaciones de la mentira es el silencio.
RATIFICACIÓN. Por fuera de esa circunstancia, esta cuarta semana sumó una serie de testimonios que refuerzan lo que se había escuchado en semanas anteriores y algo más.
Dos enfermeras del IPP dieron mayor precisión sobre la presencia de los niños Valenzuela Negro en ese instituto. Y señalaron a Miguel Torrealday como el médico que atendía a las criaturas. Torrealday declaró en su momento que halló un libro de registro de niños NN en el instituto que él cofundó y dirigió, y que lo entregó a la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo. Y si sus colegas y socios lo señalaron, la semana anterior, como el experto en neonatología que más ingerencia tenía en la sala de los recién nacidos con atención especial por donde pasaron los niños, esta semana que terminó los dos testimonios de enfermeras no hacen más que ratificar esa idea.
Torrealday declaró y amplió luego su declaración. La segunda vez arribó a los tribunales federales de Paraná caminando los cien metros sobre calle 25 de Mayo que separa la sede judicial del Ministerio de Salud, donde el hombre cumple funciones políticas en la cartera que conduce el ministro Angel Giano.
¿Tiene algún significado especial esa circunstancia para un gobierno provincial que no omitió enviar a funcionarios de primer nivel a presenciar algunos tramos de las audiencias, acaso como equilibrado mensaje de apoyo a los juicios?
En el bagaje de elementos que sumó la causa esta semana están también los testimonios que ratifican la acción represiva, la participación de personas sentadas en el banquillo, el funcionamiento de lo que el periodismo troqueló como “la patota”, con escenario de acción en Rosario, Santa Fe y Paraná, para el caso que se juzga.
Esta semana que pasó aportó, no obstante, información sobre los roles de los procesados en la patota. En ese sentido fue el aporte novedoso del periodista rosarino Carlos Del Frade, quien relató lo que le dijo ese personaje llamado Eduardo Tucu Costanzo, que por despecho, enojo o vaya a saber por qué, le contó en entrevista periodística cómo funcionaba la patota. Guerrieri, Amelong, Fariña y Pagano fueron señalados como los responsables del centro clandestino y la detención de Raquel Negro.
Reynaldo Sietecase complementó lo que había declarado su colega y conciudadano Del Frade. Relató detalles de la cocina de un reportaje que realizó en 1992 a Constanzo, donde éste daba la primera información sobre el accionar represivo y precisaba que una vez le tocó envolver y trasladar unos 15 cadáveres de dirigentes políticos ejecutados por los represores.
Sietecase insistió en que se tome en cuenta el contexto histórico en que se realizó la entrevista, cuando los represores no consideraban aún la posibilidad de terminar sentados frente a un tribunal dando cuenta de secuestros, muertes, robos, torturas.
Los testimonios de Del Frade y Sietecase resultaron una referencia concreta a la actividad periodística que –a diferencia de la propaganda, motivada en difusión sectorial– la motoriza la búsqueda de la verdad, el aporte a la sociedad sin detenerse en quiénes se enojan y quiénes no.
A Del Frade lo amenazaron con “cortarle los huevos”; a Sietecase –pese a que no lo dijo en el juicio– le habrá generado algún dolor de cabeza cuestionar a un hombre duro del, por entonces, poderoso gobernador santafesino Carlos Reutemann: el subsecretario Rodolfo Riegé, mencionado por Costanzo como parte de la patota.
IDEOLOGÍA. Las testimoniales dejaron también una serie de declaraciones de con una fuerte carga ideológica. “Nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales. Las torturas, el latrocinio, las violaciones, el robo de bebés no tienen nada que ver con las funciones del Ejército”. La frase la dio un militar; un integrante del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida): Horacio Pantaleón Ballester. Para el caso, no sólo es ideología sino también legalidad.
Eso motivó la reacción del procesado Pascual Oscar Guerrieri, catalogado como el jefe de la patota. “Estaría contento de estar frente a un pelotón de fusilamiento, así sería posible que nos fusilen, como a Dorrego, porque entonces sería un héroe nacional; en cambio ahora soy un delincuente”, dijo.
Cuando fue depuesto por un golpe militar –148 años antes del golpe del que participaron los represores juzgados ahora en Paraná–, Manuel Dorrego era un valiente guerrero de la independencia que luchó contra un ejército imperial y no contra la población civil; fue uno de los padres del federalismo porteño; sólido en su ideología, su carácter, pero también en su intelecto. No secuestró, no torturó, no robó los hijos recién nacidos de nadie. Y murió con la serenidad de los grandes.
A Guerrieri le gusta hablar de fusilar. “Cómo le va Del Frade; no nos vaya a fusilar, eh”, le dijo al periodista antes de ingresar a la sala de audiencias.
El tercer testimonio con carga ideológica aportado esta semana, se escuchó por medio de una teleconferencia que desde Panamá brindó el testigo Jaime Dri, que compartió prisión con Raquel Negro y Tulio Valenzuela.
En general, fue un testimonio rico en datos y precisiones. En cuanto al mensaje político, el entrerriano Dri expresó, para cerrar su testimonio y dirigiéndose a los militares procesados por el nombre de guerra con que actuaron en la Quinta de Funes: “Los hechos son juzgados por la Historia y son evaluados. Los actores de años pasados, que participamos activamente en las luchas sociales y políticas, hemos producido hechos que hoy son parte de la Historia. Yo soy uno de los que habiendo hecho historia, les digo que hemos convivido en la Quinta de Funes, en la Escuela Magnasco y en La Intermedia, yo en calidad de prisionero y desaparecido. Habiendo sido actores de una etapa de la Historia argentina es que les solicito que tengan un acto histórico y digan dónde está el hermano de Sabrina y Sebastián. Rompan el pacto de silencio”.
Jorge Riani
http://www.eldiario.com.ar/diario/entre-rios/20359-la-respuesta-adeudada-de-un-juicio-que-sumo-ideologia-y-revelaciones.htm
18 Sep
Cáceres dijo que fue a “ratificar el compromiso con la memoria, verdad y justicia”
El titular de PJ entrerriano José Cáceres dijo que fue al juicio “a respaldar a los organismos que han llevado la lucha durante tantos años, y recordar al querido Mencho Germano, como uno de los impulsores de que se esté llevando adelante”.
El titular de PJ entrerriano, José Cáceres, concurrió esta mañana al Tribunal Federal de Paraná para presenciar la jornada de audiencias testimoniales del juicio por el robo de bebés durante la última dictadura militar.
“Como ciudadano entrerriano y peronista sentía la obligación de venir a dar el más claro y rotundo apoyo a la lucha por la memoria, verdad y justicia”, manifestó Cáceres, que destacó que “en esta fecha recordamos el golpe de 1955 y la Noche de los Lápices”.
Además, dijo confiar en que “seguramente habrá un fallo condenatorio y será un homenaje también para el Mencho”.
Cáceres expresó que, “para los entrerrianos esta causa es un hecho histórico, ya que es el primer juicio que se hace en la provincia por delitos de lesa humanidad. De ser condenados los procesados, como todo indica, sería un paso importantísimo para nuestra provincia en el esclarecimiento de los terribles crímenes de la última dictadura militar, que hoy se incluye en el concierto de provincias que llevan adelante los juicios por la verdad”.
A su vez, destacó que “justo en un día tan especial pude venir, porque el 16 de septiembre recordamos la Noche de los Lápices, ocurrida hace 35 años, y el golpe de la revolución fusiladora, como le decimos nosotros, contra el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón en 1955. Se me dio así en la agenda, y por eso quiero evocar lo que ocurrió en la Argentina, para que nunca más vuelva a suceder”.
El titular del PJ resaltó además que “los juicios a los genocidas tienen mucho que ver con las políticas desarrolladas desde el gobierno nacional a partir de 2003. La labor de Néstor y Cristina Kirchner fue fundamental. El apoyo político claro, la depuración de la Corte Suprema y la Justicia Federal, crear las garantías necesarias para avanzar en la búsqueda de la justicia son en buena medida logros del gobierno nacional”.
Tras presenciar la declaración de Jaime Drí, por teleconferencia, Cáceres dijo haberse sentido “conmovido por sus palabras, fue un testimonio claro y muy importante, en que en el último párrafo de sus declaraciones llamó a romper el pacto de silencio entre los represores para escribir una nueva historia en nuestro país. Su mención a los jóvenes que hoy vuelven a la política y su llamado a romper el círculo del terror fue muy importante porque el peronismo es el testimonio de estas luchas”.
“Desde el bombardeo a la Plaza de Mayo en junio del 55, el golpe de la Revolución Libertadora, los fusilamientos de Valle y los patriotas en León Suárez en el 56; pasando por la proscripción de nuestro movimiento, el Plan Conintes, la desaparición de Felipe Vallese en el 62, los muertos de Trelew en el 72; hasta los 30.000 compañeros desaparecidos; todos y cada uno de estos hechos son parte de un mismo ciclo de terror mediante el cual la oligarquía y el imperialismo sometieron al pueblo y pretendieron destruir el proyecto de justicia social forjado por el peronismo a mitad del siglo XX”, finalizó José Cáceres.
Fuente: ELOCE.COM
http://www.elonce.com/secciones/politicas/nota.php?id=230270
17 Sep
Jaime Dri involucró a Fariña, Guerrieri, Amelong y Pagano
En el juicio, el sobreviviente del terrorismo de Estado nombró a los cuatro represores como responsables del cautiverio de Raquel Negro y de organizar su traslado a Paraná para dar a luz.
Alfredo Hoffman De la Redacción de UNO ahoffman@unoentrerios.com.ar
Desde Panamá, mirando en un monitor a quienes lo tuvieron cautivo en los centros clandestinos de detención de Rosario hace 33 años, Jaime Dri cerró ayer su esclarecedor testimonio ante el Tribunal Oral Federal de Paraná con una exigencia contundente: “Les digo a Sebastián, Jorge, Daniel y Sergio II que hagan un acto histórico y digan dónde está el hermano de Sabrina y el Sebas. Rompan el pacto de silencio”.
El ex detenido-desaparecido, que pudo escapar de su secuestro durante la última dictadura, se dirigió de esa manera a cuatro de los acusados en el juicio por la causa Hospital Militar, donde se investiga el robo y la sustitución de la identidad de los hijos mellizos de sus ex compañeros de militancia y de cautiverio, Raquel Negro y Tulio Tucho Valenzuela. Sabrina es la joven que recuperó su identidad y Sebas es su hermano mayor, Sebastián Álvarez.
En los campos de concentración que funcionaban en la Quinta de Funes, en la escuela Magnasco y en La Intermedia, Sebastián era Jorge Alberto Fariña, Jorge era Pascual Oscar Guerrieri, Daniel era Juan Daniel Amelong y Sergio II era Walter Salvador Dionisio Pagano. Dri los volvió a reconocer por sistema de videoconferencia, a 5.000 kilómetros de distancia, sentados en el banquillo de los acusados junto a Juan Antonio Zaccaría y Marino Héctor González. Su testimonio sirvió para comprometerlos con los crímenes investigados. Hasta el jueves Guerrieri se reía porque los testigos no lo nombraban. Ahora la situación es otra.
El entrerriano Dri, con su declaración, responsabilizó a los cuatro represores por tener cautiva a la madre de los mellizos y organizar su traslado al Hospital Militar de Paraná para que aquí nacieran los niños que luego serían atendidos en el Instituto Privado de Pediatría y sustraídos. También fueron quienes participaron del asesinato y desaparición de Raquel, según quedó establecido en el juicio que se desarrolló en Rosario.
El ex diputado justicialista dijo que María –apodo con el que conoció a Raquel Negro– fue secuestrada en Mar del Plata el 1º de enero de 1978 junto a su hijo Sebastián, que tenía 1 año y medio, y su pareja Tucho Valenzuela. Al día siguiente los tres llegaron a la Quinta de Funes, donde él estaba desde fines de 1977. Cuando el fiscal José Ignacio Candioti le preguntó quién la tenía detenida a Raquel, dijo sin dudar que “el de mayor rango era Jorge”, por Guerrieri, y quien comandaba el grupo operativo era Sebastián, por Fariña.
Un domingo por la tarde, cuando Tucho acababa de aceptar participar de la llamada Operación México para asesinar a la cúpula de Montoneros, que luego desbarataría, Raquel salió de la Quinta de Funes acompañada de miembros de la patota. Fue a Santa Fe a dejar a su hijo mayor con los abuelos maternos. Luego de la fuga de Tucho y de su denuncia internacional de las violaciones a los derechos humanos, todos los detenidos fueron trasladados a la escuela Magnasco, en Rosario, y de allí a La Intermedia, en la autopista que une esa ciudad y Santa Fe. Desde ahí Raquel fue “sacada en dos oportunidades: la llevaron a Paraná a los efectos de un chequeo médico”. No la llevaban por la autopista, sino que la retiraban por un camino de tierra que pasaba por debajo de un puente, que Dri reconoció durante una inspección que se realizó en el marco del juicio en Rosario.
Cuando regresó del segundo chequeo, le comentó que quienes la atendieron le habían dicho que todavía faltaba un tiempo para el parto. Por eso sorprendió lo que sucedió algunos días después: “Jorge reunió a todos. A mí me dijo que si querían me mataban y a María le comunicaron que nuevamente la llevaban a Paraná. Era de suponer que pudiera haber un desenlace peor”.
“La llevaron una mañana temprano. Al poco tiempo llegó la noticia de que había tenido mellizos, que estaba bien y en pocos días la iban a traer a la Intermedia”, dijo Dri. Incluso recordó que alguien dijo: “Este hijo de puta de Tucho encima tuvo mellizos”. Era claro que ambos bebés estaban vivos, pese a que luego se echó a circular la versión de que el varón falleció. También que la habían llevado al Hospital Militar de la capital entrerriana. Luego a él lo trasladaron a la ESMA y ya no volvió a ver a Raquel, que hoy continúa desaparecida.
Una detenida en el hospital
Luego de Dri declaró un testigo que se desempeñaba como fisioterapeuta en el Hospital Militar mientras hacía la conscripción. Contó que en una oportunidad lo enviaron a realizar un refuerzo de guardia a la sala de Enfermería del nosocomio, donde se encontraba una mujer detenida, atada de pies y manos.
Esto sucedió entre abril de 1977 y abril de 1978, que fue el período durante el cual realizó la conscripción. Raquel Negro estuvo cautiva allí durante la parte final de ese lapso de tiempo. De todos modos, el hombre no supo precisar si esa mujer se encontraba embarazada o si había tenido familia.
Las primeras revelaciones de Costanzo
Reynaldo Sietecase expuso ante el tribunal sobre la entrevista que realizó al represor Eduardo Tucu Costanzo en junio de 1992. Durante las tres horas que duró aquel encuentro, el hombre que había llegado a la Redacción del diario Rosario 12 vistiendo un largo sobretodo negro, hizo una serie de revelaciones sobre la represión ilegal que el periodista rememoró ayer.
Sietecase recordó que Costanzo le habló de la “ejecución de 14 o 16 presos políticos” en lo que luego se confirmó que era el centro clandestino de detención La Intermedia. Entre esas víctimas el entrevistado nombró a María, pseudónimo de Raquel Negro.
Entre los represores que estuvieron a cargo de aquella matanza, el ex servicio de Inteligencia mencionó –entre otros– a Fariña y a Guerrieri, dos de los acusados en el juicio.
“Después no pudimos encontrar más a Costanzo. Tiempo más tarde habló con otros periodistas, con Carlos Del Frade y José Maggi”, comentó el periodista. Y destacó que en esas posteriores declaraciones fue “abundando en más detalles”.
Además remarcó que lo que había dicho El Tucu en 1992 “empezó a cerrar” y a demostrarse como cierto. “Nunca nadie desmintió la nota”, dijo Sietecase, con excepción de Rodolfo Rieggé, quien en aquel entonces era flamante subsecretario de Seguridad del ex gobernador santafesino Carlos Reutemann y en otro reportaje negó haber tenido la participación en aquellos hechos que le había adjudicado Costanzo.
“Debe ser mi nota más importante en cuanto a lo que significó para la sociedad”, reflexionó sobre el final de su testimonio.
El tribunal tendrá oportunidad de averiguar más sobre lo que sabe Costanzo cuando le tome declaración testimonial la semana que viene.
http://edimpresa.unoentrerios.com.ar/v2/noticias/?id=56675&impresa=1
17 Sep
Dri: “Tengan un gesto histórico y digan dónde está el mellizo”
Un entrerriano sobreviviente de los centros clandestinos de detención rosarinos les pidió a los represores imputados que rompan el pacto de silencio. Además, contó que Raquel Negro fue trasladada a Paraná unos días antes del parto para realizarse chequeos médicos. En tanto, el periodista Reynaldo Sietecase refirió sobre la entrevista que le realizó a Eduardo Costanzo en la que por primera vez habló sobre el accionar represivo.
Emocionó a todos Jaime Dri. Las lágrimas y el aplauso ininterrumpido del final coronaron una declaración con una gran contundencia y claridad. Durante cincuenta minutos fue armando un relato preciso sobre los días en los centros clandestinos de detención rosarinos y los padecimientos que debían enfrentar los secuestrados. Conmovió su relato sobre la estoicidad de Tulio Valenzuela y Raquel Negro y más que presentara a los imputados por sus nombres de guerra.
“Los hechos son juzgados por la Historia y son evaluados. Los actores de años pasados, que participamos activamente en las luchas sociales y políticas, hemos producido hechos que hoy son parte de la Historia. Yo soy uno de los que habiendo hecho historia, estoy en el presente nuevamente con mi actitud haciendo historia. Lo mismo les digo a Jorge, Sebastián, Daniel y Sergio II que están ahora escuchándome. Hemos convivido en la Quinta de Funes, en la Escuela Magnasco y en La Intermedia, yo en calidad de prisionero y desparecido. Habiendo sido actores de una etapa de la Historia argentina es que les solicito que tengan un acto histórico y digan dónde está el hermano de Sabrina y Sebastián, que les digan a los familiares dónde está. Ese sería un hecho histórico. Rompan el pacto de silencio. La sociedad lo va a valorar y así podremos empezar a transitar una nueva etapa”. Las palabras de Dri retumbaron en la sala.
Oriundo de la localidad entrerriana de Chajarí, Jaime Feliciano Dri fue detenido en diciembre de 1977 en Montevideo e inmediatamente fue trasladado a la Escuela de Mecánica de la Armada. Su derrotero lo llevó luego por los centros clandestinos de detención rosarinos: llegó a la Quinta de Funes el 27 de diciembre y estuvo hasta el 19 de enero de 1978, cuando lo trasladaron a la Escuela Magnasco, por veinte días, y después a La Intermedia, hasta los primeros días de marzo. Entonces volvió a la ESMA y de ahí se fugó en julio de 1978.
En su declaración por videoconferencia desde Panamá limitó su relato a sus días en Rosario. Dice la historia que Raquel Negro y Tucho Valenzuela fueron secuestrados el 2 de enero de 1978 en la tienda Los Gallegos, en el centro de Mar del Plata, por una patota del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario. Al día siguiente llegaron a la Quinta de Funes, donde estaba alojada casi toda la cúpula regional de Montoneros.
En realidad, Dri no habló de Raquel Negro sino de María. Así la conoció en los centros clandestinos de detención. También por nombres de guerra conoció a sus verdugos y entonces refirió que la persona de mayor rango era el Mayor Jorge (Pascual Oscar Guerrieri), el jefe operativo era el Comandante Sebastián (Jorge Alberto Fariña) y les seguía en la cadena de mando el Teniente Daniel (Amelong); e identificó también a Sergio II (Walter Salvador Pagano) como otro de los integrantes de la patota.
Dri explicó que “en la Quinta de Funes había un grupo estable a cargo de los detenidos y la circulación de los prisioneros era muy restringida para aparentar que no hubiera muchas personas en el lugar” y acotó que nunca vio “uniformados allí, a pesar de que se sabía que había sido alquilada como una casa de descanso para militares”.
Una vez vio en el lugar a los generales Luciano Adolfo Jáuregui y Leopoldo Fortunato Galtieri, que eran los jefes militares en Rosario, previo a la Operación México. Tucho Valenzuela debía viajar al Distrito Federal y facilitar el asesinato o encarcelamiento de la cúpula de Montoneros; pero a pesar de que su mujer permanecía como rehén, una vez allí, huyó y denunció públicamente las graves violaciones a los derechos humanos que se cometían en los centros clandestinos de detención rosarinos.
Eso motivó el traslado de los prisioneros, primero a la Escuela Magnasco y luego a La Intermedia, una amplia casona de la familia Amelong ubicada a la altura del kilómetro 24 de la autopista Rosario-Santa Fe. Dri explicó que “después de lo de México hubo algunos cambios momentáneos en las guardias a raíz de que se demoraba la vuelta de Sebastián, según decían, porque estaba enfermo”. En rigor, Fariña y Amelong permanecieron varios días detenidos en México a raíz de la denuncia efectuada por Valenzuela, que reveló la presencia de agentes de inteligencia en una operación que no había sido comunicada a las autoridades de ese país, lo que produjo un incidente internacional.
Salidas. Dri contó que Raquel Negro fue trasladada tres veces durante su cautiverio. “La primera vez salió de la Quinta de Funes con un grupo de tareas, un domingo a la tarde. Fueron hasta Santa Fe para entregar al Sebas”, recordó en referencia a Sebastián Álvarez, el primer hijo de Raquel, que entonces tenía un año y ocho meses, y había sido secuestrado con ellos. El chico fue entregado a su familia por otra mujer, que lo dejó con una valija con ropa, fotos y una carta en la que Raquel les pide que lo cuiden, tal como manifestara el jueves su hermano Jorge.
La segunda vez que Raquel salió ya no estaba en la Quinta de Funes sino en La Intermedia y su destino fue el Hospital Militar. “En esa ocasión, viajó a Paraná a los efectos de un chequeo médico. Salió a la mañana y regresó ese mismo día a la tardecita o a la noche. A la vuelta me contó que estaba todo bien, pero que todavía faltaban unos días para el parto”, recordó Dri.
El hombre refirió, en ese marco, que a pesar de su condición, Raquel Negro no tenía trato preferencial en los centros clandestinos de detención e inclusive recibía la misma alimentación que el resto de los secuestrados.
“Pero a los pocos días hubo varios movimientos, nos reunieron a todos los detenidos y a María le comunicaron que sería nuevamente trasladada a Paraná. Ella me dijo, preocupada, que le parecía raro porque le habían dicho que todavía no estaba a tiempo para el parto y yo traté de tranquilizarla. Se la llevaron una mañana muy temprano y al poco tiempo uno de los represores me dijo: ‘Podés creer, este hijo de puta de Tucho tuvo mellizos’. Dijeron también que todo estaba bien y que en unos días la devolverían a La Intermedia”, continuó. Inclusive, ante una pregunta de los fiscales, agregó: “Si dicen que había tenido mellizos y que en pocos días los traerían junto a María, se presume que los dos estaban vivos”, echando nuevamente por tierra la versión de que el varón hubiera fallecido, como han querido instalar algunos médicos en este juicio.
“Nosotros tuvimos algunos momentos en los que pudimos hablar. Los dos teníamos la idea de fugarnos y ella me dijo que la espere a que diera a luz para fugarnos juntos”, recordó Dri. “La última vez que vi a María fue la noche anterior a que la lleven a Paraná”, sentenció. Pero fue devuelto a la ESMA antes de que Raquel Negro regresara.
Una mujer atada
En la décimo segunda jornada del juicio declaró también un fisioterapeuta que mientras realizaba la conscripción en los cuarteles del Ejército debió custodiar a una mujer que se encontraba en una sala de enfermeras, atada de pies y manos, para la que se había dispuesto de una guardia reforzada. El episodio ocurrió en una fecha que no pudo precisar entre abril de 1977 y marzo de 1978. El hombre dijo que permaneció durante toda una noche en la puerta de la sala y que en ese lapso no vio a nadie que acompañara a la mujer ni a médicos que se acercaran a constatar su estado general.
La primera vez de Costanzo
El periodista Reynaldo Sietecase se sentó frente al tribunal y contó que el 25 de junio de 1992 Eduardo Rodolfo Costanzo se presentó en la redacción de Rosario/12 para contar “algo muy importante vinculado con la represión ilegal”. Por primera vez un integrante de los grupos de tareas contó detalles de su accionar durante el terrorismo de Estado.
“El hecho generó una gran conmoción”, recordó Sietecase. Es que la nota se publicó en un contexto de plena vigencia de las leyes de obediencia debida y punto final y apenas un año después de los indultos menemistas que pusieron el cerrojo de la impunidad.
Costanzo se presentó como un agente inorgánico de inteligencia y contó sobre un operativo en el que habían sido ejecutados 14 o 16 presos políticos en una casa-quinta ubicada sobre la autopista Rosario-Santa Fe y dio los nombres de las víctimas –algunos solo por sus apodos– y de quienes habían cometido los asesinatos. Según dijo, “entonces no habló específicamente de Raquel Negro sino que la nombró como María. También mencionó a Tucho Valenzuela y la Operación México”.
Entre los perpetradores, mencionó a Luciano Adolfo Jáuregui, Alcides Juvenal Pozzi, Pascual Oscar Guerrieri y Jorge Alberto Fariña, que eran los responsables del Destacamento de Inteligencia 121. “Hasta ese momento, nadie los había involucrado directamente en el accionar represivo”, remarcó el periodista rosarino.
Asimismo, recordó que “Costanzo se autoexculpó diciendo que él no había matado a nadie, sino que envolvió los cuerpos con frazadas y los ató con alambres y que luego fueron arrojados al mar” y acotó que “todo lo que dijo en aquel momento, después empezó a cerrar; fue como una primera andanada de cuestiones sobre las que abundó unos años después”, recordó.
Sobre las motivaciones que llevaron a Costanzo a hacer esas declaraciones en un contexto en el que los derechos humanos no estaban en la agenda de los medios ni de los partidos políticos, Sietecase consideró que “no estaba arrepentido sino más bien enojado”.
Cinco años más tarde Costanzo dio más detalles del accionar represivo y en 2007 declaró en el Juzgado Federal de Paraná específicamente sobre el caso de Raquel Negro y los mellizos nacidos en el Hospital Militar. Tal vez el miércoles, cuando se presente en este juicio, pueda abundar sobre ello.
Juan Cruz Varela
http://www.eldiario.com.ar/diario/entre-rios/20260-dri-tengan-un-gesto-historico-y-digan-donde-esta-el-mellizo.htm
17 Sep
Raúl Gullino contó cómo fue la adopción de Sabrina luego de haber sido abandonada por los represores
El padre adoptivo de la hija de los desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela declaró en el juicio por la causa Hospital Militar. También lo hizo el hermano de Raquel, Jorge Rogelio Negro; el titular del Cemida, Horacio Ballester; y la directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, María Belén Rodríguez Cardozo.
“Nunca nos imaginamos que Sabrina era hija de desaparecidos. Siempre pensamos que el mecanismo era otro: que los militares se quedaban con los hijos de los desaparecidos o que se los entregaban a los conocidos”, contó este jueves ante el Tribunal Oral Federal el bioquímico jubilado Raúl Francisco Gullino, padre adoptivo de la hija de los desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela. En su declaración en el juicio por la causa Hospital Militar, confirmó que los primeros días de abril fue con su esposa a retirar a la beba por orden de la Justicia de Menores al Hogar del Huérfano de Rosario, donde había sido abandonada por los represores en el marco del plan para la sustracción de Sabrina y su hermano mellizo por el cual se juzga a Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Jorge Fariña, Walter Pagano, Marino González y Juan Antonio Zaccaría.
“Con mi esposa nos casamos en marzo de 1973 y la intención era tener un bebé. Lo estuvimos buscando un tiempo prolongado y el bebé no aparecía. Entonces decidimos empezar a hacer tratamientos de fertilidad, que en ese momento no eran como hoy en día en cuanto a la eficacia; y estuvimos tres años aproximadamente y no conseguimos el embarazo. En ese momento decidimos adoptar un bebé”, relató Gullino.
“Nos anotamos en un listado del Juzgado de Menores de los Tribunales de Rosario; tuvimos un periodo de espera en el cual nos hicieron entrevistas. Quedamos a mal espera de recibir noticias y un día estábamos almorzando con mi señora y en Canal de 3 de Rosario aparece un movilero que va a hacer una nota al Hogar del Huérfano, porque habían dejado abandonado un bebé. Hicimos el comentario: ‘A ver si es para nosotros esta beba’”, continuó.
Tres o cuatro días después, el matrimonio recibió un llamado de la Justicia avisándoles que había una niña que le correspondía a ellos por el orden del listado. Una vez en Tribunales, les confirmaron que se trataba de la misma criatura que había sido abandonada; les dieron la opción de ir a retirarla ellos al hogar y aceptaron.
“En el Hogar del Huérfano nos hicieron pasar, la madre superiora nos mostró a Sabrina y nos dijo que la habían dejado abandonada en la puerta; pero no vieron nada, no escucharon nada. Alguien que salía o que entraba se encontró con la bebé y la tuvieron a su cuidado. Estuvimos un rato con Sabrina, hicimos la parte legal y ya la llevamos”, recordó. Eso fue el 3 de abril del 78, una semana después del abandono.
En el juzgado les dijeron que la niña podía tener en ese momento entre 35 y 40 días. En base a ese dato sacaron como fecha probable de nacimiento el 27 de febrero. Después un médico les dijo que podía tener menos días, 30, y ese cálculo coincide con la fecha real de nacimiento en el Hospital Militar de Paraná, que sería el 3 o 4 de marzo. “El estado de salud era bueno. La misma tarde que la retiramos la llevamos a un pediatra, pesaba 2,400 kilos y lo único que tenía era la cola muy paspada, pero en dos o tres días se solucionó el problema”. Nunca tuvieron conocimiento ni sospecharon que fuera melliza.
Sabrina nunca desconoció su condición de adoptada, ya que sus padres se lo fueron haciendo saber desde muy chica. Pero nunca se imaginaban ellos que era hija de desaparecidos: “Siempre pensábamos que el mecanismo era otro”, acotó.
Emocionado, Gullino dijo que lo único que le ocultaron a su hija fue que había sido abandonada, como forma de protegerla. Recién se lo contaron días antes de que se realizara el análisis de ADN, cuando ya los habían llamado desde el Juzgado Federal de Paraná y tenían la firme sospecha, por la información que habían leído en la prensa, de que era la hija melliza de Raquel Negro y Tulio Valenzuela.
Finalmente, Francisco hizo un agradecimiento a “todos los que han ayudado a Sabrina en todo este proceso, llámese la organización HIJOS, Abuelas de Plaza de Mayo, Secretaría de Derechos Humanos, a sus hermano Sebastián y Matías, a toda la gente que nos ha tocado conocer acá en el Juzgado Federal de Paraná que nos han tratado en forma tan amable”.
El mensaje del hermano de Raquel
«Quisiera hacer un pedido y un deseo: que con todo esto haya alguna persona que se mueva, que le llegue, que le toque, y que diga algo sobre mi sobrino; que dé una noticia», dijo Jorge Rogelio Negro, hermano de la desaparecida Raquel Negro, al declarar en el juicio por la apropiación de niños en el Hospital Militar de Paraná. “Porque sería bárbaro, como fue hermoso encontrar a Sabrina, llegar a concretar esto con la llegada de mi sobrino. Por eso pido a quien sea que aporte algún dato para poder llegar al final de todo esto”, agregó ante el Tribunal.
“Y también quiero decir que yo a Tulio Valenzuela, el papá de Sabrina, lo vi una sola vez en mi vida, no puedo decir que lo conocí, pero si conocí bien a Marcelino Álvarez y a Raquel Negro: estoy seguro que los tres relamente estarían orgullosos de sus hijos, muy orgullosos, de haber llevado adelante todo esto y también el haberse conocido, haberse querido tanto y llevarse tan bien”, remarcó.
Jorge Rogelio Negro recordó que en enero de 1978 una persona dejó a Sebastián –el hijo mayor de Raquel– en su casa, con una carta de la madre que decía que se iba a tener que quedar allí por un tiempo prolongado.
En ese momento Raquel estaba detenida en la Quinta de Funes. Luego, un mes y medio después, él y su familia recibieron una carta de Tulio Valenzuela donde les contaba que los tres habían sido secuestrados en Mar del Plata el 2 de enero y detallaba la Operación México, de la cual él participó simulando complicidad con los represores para luego denunciarlos internacionalmente.
El testigo también remarcó que, luego de enterarse por esa carta del secuestro de Raquel, él y su padre fueron en reiteradas oportunidades a Rosario a intentar obtener información, pero nunca los recibieron. “Nos hacían quedar afuera sentados en un banco tipo plaza y nunca nos atendían. No recuerdo dónde era”, mencionó. También presentaron recursos de hábeas córpus que no tuvieron eco.
“Después, particularmente yo concurrí a muchas reuniones de familiares de desaparecidos, en casas particulares, tratando de saber algo, tratando de averiguar. Terminaban en siendo reuniones para sufrir, porque terminábamos todos mal. Entonces nos fuimos dejando de ver”, dijo.
La búsqueda llevó a la familia a realizar la denuncia ante la Conadep y luego a dar sus muestras de sangre para un eventual cotejo de ADN, que terminó sirviendo para la restitución de la identidad de Sabrina Gullino.
“Nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales»
El coronel retirado Horacio Ballester, titular del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida), aseguró que “nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales”, contradiciendo así la habitual estrategia defensiva de los represores de que cumplían órdenes de sus superiores. “El bien de servicio no es la tortura, ni la violación, ni el robo de bebés ni todas esas cosas que hemos visto”, aseguró.
Además manifestó que todo aquel que tenía una postura contraria al terrorismo de Estado, como en su caso, eran expulsados de las Fuerzas Armadas, detenidos o asesinados.
En cuanto al robo de bebés, dijo que la dictadura argentina siguió “el ejemplo de (Francisco) Franco en España, en la post guerra civil”, cuando “también se apropiaron de los hijos de los comunistas”.
Luego arrojó una hipótesis sobre el destino de los niños robados: “Las Abuelas de Plaza de Mayo están haciendo una tarea muy meritoria localizando gente. Creo que van a encontrar los chicos que les entregaron a los represores o a los que dejaron en algún orfanato, pero se deben haber vendido algunos o bastantes al comercio de bebés. A los rubios de ojos claros creo que no los van a encontrar nunca, estarán viviendo en Alemania, en Estados Unidos y no tienen la más mínima idea de quiénes son. Esta es una opinión muy personal”.
En un momento de esta testimonial, el imputado Amelong comenzó a realizar preguntas a Ballester en ejercicio de su autodefensa. Sus interrogaciones apuntaban a artículos de reglamentos militares, en lo que se parecía más a un examen que a un juicio. La situación irritó a la querella, que objetó la intervención del represor, porque en vez de preguntar estaba «alegando».
Sin embargo, el presidente del Tribunal, Roberto López Arango, permitió que el militar ya condenado por gravísimos delitos de lesa humanidad continuara con sus disresiones que nada tenían que ver con los delitos investigados, mientras que amenazó con hacer retirar de la sala al abogado de Abuelas de Plaza de Mayo, Álvaro Baella, por manifestar su disconformidad con la decisión del magistrado.
El militar democrático puso énfasis en la posibilidad de desobedecer las órdenes ilegales: “El militar no es un cumplidor de órdenes robótico, si cumple o no es un problema de conciencia”, afirmó. En otro pasaje citó ejemplos de órdenes a todas luces ilegales que se impartían durante la dictadura: “Un día asaltar una estación de servicio, otro día ir a violar a las detenidas en Ezieza”. La respuesta mereció un extenso aplauso de la sala y provocó la ira de los represores.
Finalmente, María Belén Rodríguez Cardozo, directora del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) con sede en el Hospital Durand, confirmó en el juicio el correcto procedimiento que se llevó a cabo para confirmar la pertenencia de Sabrina Gullino al grupo familiar Valenzuela-Negro. Dijo que “se arribó a lo que se llama probabilidad de parentalidad” con un 99,9999% de precisión, y aclaró que “el 100% nunca se puede obtener matemáticamente”.
15 Sep