Notas en medios

Motivos y sensaciones de los que presencian las audiencias

 

Las tres últimas filas de las dos hileras de bancos de la sala del Juzgado Federal de Paraná están reservadas para el público que desea presenciar las audiencias del primer juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Entre Ríos que se está llevando adelante en Paraná.
Las audiencias son de carácter público, aunque el ingreso está limitado por la capacidad de la pequeña sala. En cada jornada, una veintena de ciudadanos que no están vinculados en forma directa con el proceso se acerca al lugar, pasan el detector de metales, ingresan y toman asiento en uno de los seis bancos largos tapizados de cuero marrón en los que entran cómodas tres personas y algo ajustadas, cuatro.
Hay que apagar el celular a la entrada y no está permitido siquiera mirarlo. No se puede grabar, ni sacar fotos, hay que mantener silencio y, en lo posible, no salir de la sala hasta el cuarto intermedio.

PERVERSO. Elena Riegelhaupt es docente de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) y jubilada del Poder Judicial. Conversa con una amiga, ambas sentadas en los sillones antiguos que están contra las paredes de la amplia antesala del juicio, donde cada mañana se suceden comentarios, saludos y notas periodísticas. “¿Por qué vengo?, porque esto es un hecho absolutamente histórico. Antes teníamos los escraches, ahora tenemos los juicios. Y lo que nos interesa a todos es que digan dónde están los cuerpos y dónde están los nietos”, comentó Riegelhaupt EL DIARIO.
Lo que la impresionó de las jornadas “es la actitud de los jueces -no voy a mencionar a cuál me refiero ni el sexo- que se han puesto en el lugar en el que la sociedad quiere que ellos estén, exigiendo romper este absurdo y perverso pacto de silencio”. También “la actitud de algunos médicos, que merecería una sanción social, ya que aún para quien no tiene ningún tipo de formación queda claro que hay un pacto y que saben dónde está el hermano de Sabrina”.
“Es indignante que se callen la boca. Uno puede entender que en aquella época se hayan callado por miedo. La verdad es que todos tuvimos miedo. Pero hoy está la posibilidad de que la verdad salga a la luz y es indignante, inadmisible y perverso. Si no se los condena acá, se merecen la condena de toda la ciudad de Paraná”, aseveró.

 

PRIMERA VEZ. Pablo Charadía es estudiante de Trabajo Social y militante de derechos humanos. Llega casi a diario con su novia y ambos se instalan lo más adelante posible. “Es muy importante estar acá. Hay heridas que están abiertas hasta el día de hoy, como en este caso de los melli, y la única forma de cerrarlas es juzgando y condenando a los genocidas”, comenta a EL DIARIO, mientras tramita su acreditación en la mesa dispuesta en el ingreso.
“Es la primera vez que entro a un juicio. Me impacta estar al lado de los genocidas. Y sobre todo notar que no les importa nada”, añade.

 

Apurada, sobre la hora, llega Susana Nadalich, docente y coordinadora del programa Jóvenes por la memoria. El detector de metales suena a su paso, le hacen dejar su bolso a un costado, lo revisan, la demoran un par de minutos. Finalmente, logra acceder, apoya sus cosas en un sillón y contesta la consulta.
“Estoy viniendo porque me parece que es una instancia histórica y todos los que vivimos en esta ciudad debemos ser parte. Vale la pena estar acá, no sólo leer e informarnos a través de los medios, sino presenciar estos momentos y tomar contacto con lo que es la instancia de juicio, que es un logro histórico y debemos celebrar que se esté llevando a cabo. Presenciar los testimonios es una experiencia necesaria. Estoy viviendo esto con mucho entusiasmo y alegría”, concluyó Nadalich

 

http://www.eldiario.com.ar/diario/entre-rios/20429-motivos-y-sensaciones-de-los-que-presencian-las-audiencias.htm

 

La respuesta adeudada de un juicio que sumó ideología y revelaciones

La historia se completa mediante la suma de testimonios. El juicio por el robo de bebés en el Hospital Militar, durante la última dictadura, surge clara y precisa, pero todavía no se puede dar con el paradero del niño robado a la militante Raquel Negro. Historia de fusilamientos dialécticos y con plomos.

 

La cuarta semana del juicio se fue sin la respuesta esperada: dónde está el hermano mellizo de Sabrina Gullino. Dónde está el segundo hijo varón de la militante Raquel Negro, desaparecida luego de que diera a luz en cautiverio militar en marzo de 1978.
“Qué será de la vida de mi chiquito”, se preguntó Raquel Negro –recordó una testigo presencial–, tras dar a luz, y a horas, o quizás días, de que entregara un efímero calor de madre a su bebé. La respuesta no la tuvo Raquel Negro en 1978, ni la tienen sus hijos sobrevivientes, 33 años después. No tiene esa respuesta la sociedad argentina, no la tienen los organismos de derechos humanos, no la tienen los militantes, ni los jueces, pese a la búsqueda empecinada en cada pregunta a testigos. Hay que decirlo claramente: los actores de este juicio que se desarrolla en Paraná –camaristas, fiscales, querellantes– buscan esa respuesta en cada interrogatorio y a cada testigo que se sienta en la sala de audiencia. Hay una suerte de saludable obcecación que se teñirá de impotencia si el proceso oral y público se agota sin la respuesta final.
Si los militares procesados tienen conocimiento del destino del hijo de Raquel Negro y Tulio Valenzuela; si lo tienen los médicos del Hospital Militar donde nacieron los mellizos y los del Instituto Privado de Pediatría (IPP), donde fueron derivados, no lo dicen. Una de las peores manifestaciones de la mentira es el silencio.

RATIFICACIÓN. Por fuera de esa circunstancia, esta cuarta semana sumó una serie de testimonios que refuerzan lo que se había escuchado en semanas anteriores y algo más.
Dos enfermeras del IPP dieron mayor precisión sobre la presencia de los niños Valenzuela Negro en ese instituto. Y señalaron a Miguel Torrealday como el médico que atendía a las criaturas. Torrealday declaró en su momento que halló un libro de registro de niños NN en el instituto que él cofundó y dirigió, y que lo entregó a la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo. Y si sus colegas y socios lo señalaron, la semana anterior, como el experto en neonatología que más ingerencia tenía en la sala de los recién nacidos con atención especial por donde pasaron los niños, esta semana que terminó los dos testimonios de enfermeras no hacen más que ratificar esa idea.
Torrealday declaró y amplió luego su declaración. La segunda vez arribó a los tribunales federales de Paraná caminando los cien metros sobre calle 25 de Mayo que separa la sede judicial del Ministerio de Salud, donde el hombre cumple funciones políticas en la cartera que conduce el ministro Angel Giano.
¿Tiene algún significado especial esa circunstancia para un gobierno provincial que no omitió enviar a funcionarios de primer nivel a presenciar algunos tramos de las audiencias, acaso como equilibrado mensaje de apoyo a los juicios?
En el bagaje de elementos que sumó la causa esta semana están también los testimonios que ratifican la acción represiva, la participación de personas sentadas en el banquillo, el funcionamiento de lo que el periodismo troqueló como “la patota”, con escenario de acción en Rosario, Santa Fe y Paraná, para el caso que se juzga.
Esta semana que pasó aportó, no obstante, información sobre los roles de los procesados en la patota. En ese sentido fue el aporte novedoso del periodista rosarino Carlos Del Frade, quien relató lo que le dijo ese personaje llamado Eduardo Tucu Costanzo, que por despecho, enojo o vaya a saber por qué, le contó en entrevista periodística cómo funcionaba la patota. Guerrieri, Amelong, Fariña y Pagano fueron señalados como los responsables del centro clandestino y la detención de Raquel Negro.
Reynaldo Sietecase complementó lo que había declarado su colega y conciudadano Del Frade. Relató detalles de la cocina de un reportaje que realizó en 1992 a Constanzo, donde éste daba la primera información sobre el accionar represivo y precisaba que una vez le tocó envolver y trasladar unos 15 cadáveres de dirigentes políticos ejecutados por los represores.
Sietecase insistió en que se tome en cuenta el contexto histórico en que se realizó la entrevista, cuando los represores no consideraban aún la posibilidad de terminar sentados frente a un tribunal dando cuenta de secuestros, muertes, robos, torturas.
Los testimonios de Del Frade y Sietecase resultaron una referencia concreta a la actividad periodística que –a diferencia de la propaganda, motivada en difusión sectorial– la motoriza la búsqueda de la verdad, el aporte a la sociedad sin detenerse en quiénes se enojan y quiénes no.
A Del Frade lo amenazaron con “cortarle los huevos”; a Sietecase –pese a que no lo dijo en el juicio– le habrá generado algún dolor de cabeza cuestionar a un hombre duro del, por entonces, poderoso gobernador santafesino Carlos Reutemann: el subsecretario Rodolfo Riegé, mencionado por Costanzo como parte de la patota.

IDEOLOGÍA. Las testimoniales dejaron también una serie de declaraciones de con una fuerte carga ideológica. “Nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales. Las torturas, el latrocinio, las violaciones, el robo de bebés no tienen nada que ver con las funciones del Ejército”. La frase la dio un militar; un integrante del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida): Horacio Pantaleón Ballester. Para el caso, no sólo es ideología sino también legalidad.
Eso motivó la reacción del procesado Pascual Oscar Guerrieri, catalogado como el jefe de la patota. “Estaría contento de estar frente a un pelotón de fusilamiento, así sería posible que nos fusilen, como a Dorrego, porque entonces sería un héroe nacional; en cambio ahora soy un delincuente”, dijo.
Cuando fue depuesto por un golpe militar –148 años antes del golpe del que participaron los represores juzgados ahora en Paraná–, Manuel Dorrego era un valiente guerrero de la independencia que luchó contra un ejército imperial y no contra la población civil; fue uno de los padres del federalismo porteño; sólido en su ideología, su carácter, pero también en su intelecto. No secuestró, no torturó, no robó los hijos recién nacidos de nadie. Y murió con la serenidad de los grandes.
A Guerrieri le gusta hablar de fusilar. “Cómo le va Del Frade; no nos vaya a fusilar, eh”, le dijo al periodista antes de ingresar a la sala de audiencias.
El tercer testimonio con carga ideológica aportado esta semana, se escuchó por medio de una teleconferencia que desde Panamá brindó el testigo Jaime Dri, que compartió prisión con Raquel Negro y Tulio Valenzuela.
En general, fue un testimonio rico en datos y precisiones. En cuanto al mensaje político, el entrerriano Dri expresó, para cerrar su testimonio y dirigiéndose a los militares procesados por el nombre de guerra con que actuaron en la Quinta de Funes: “Los hechos son juzgados por la Historia y son evaluados. Los actores de años pasados, que participamos activamente en las luchas sociales y políticas, hemos producido hechos que hoy son parte de la Historia. Yo soy uno de los que habiendo hecho historia, les digo que hemos convivido en la Quinta de Funes, en la Escuela Magnasco y en La Intermedia, yo en calidad de prisionero y desaparecido. Habiendo sido actores de una etapa de la Historia argentina es que les solicito que tengan un acto histórico y digan dónde está el hermano de Sabrina y Sebastián. Rompan el pacto de silencio”.

Jorge Riani

http://www.eldiario.com.ar/diario/entre-rios/20359-la-respuesta-adeudada-de-un-juicio-que-sumo-ideologia-y-revelaciones.htm


Cáceres dijo que fue a “ratificar el compromiso con la memoria, verdad y justicia”

El titular de PJ entrerriano José Cáceres dijo que fue al juicio “a respaldar a los organismos que han llevado la lucha durante tantos años, y recordar al querido Mencho Germano, como uno de los impulsores de que se esté llevando adelante”.


El titular de PJ entrerriano, José Cáceres, concurrió esta mañana al Tribunal Federal de Paraná para presenciar la jornada de audiencias testimoniales del juicio por el robo de bebés durante la última dictadura militar.

“Como ciudadano entrerriano y peronista sentía la obligación de venir a dar el más claro y rotundo apoyo a la lucha por la memoria, verdad y justicia”, manifestó Cáceres, que destacó que “en esta fecha recordamos el golpe de 1955 y la Noche de los Lápices”.

Además, dijo confiar en que “seguramente habrá un fallo condenatorio y será un homenaje también para el Mencho”.

Cáceres expresó que, “para los entrerrianos esta causa es un hecho histórico, ya que es el primer juicio que se hace en la provincia por delitos de lesa humanidad. De ser condenados los procesados, como todo indica, sería un paso importantísimo para nuestra provincia en el esclarecimiento de los terribles crímenes de la última dictadura militar, que hoy se incluye en el concierto de provincias que llevan adelante los juicios por la verdad”.

A su vez, destacó que “justo en un día tan especial pude venir, porque el 16 de septiembre recordamos la Noche de los Lápices, ocurrida hace 35 años, y el golpe de la revolución fusiladora, como le decimos nosotros, contra el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón en 1955. Se me dio así en la agenda, y por eso quiero evocar lo que ocurrió en la Argentina, para que nunca más vuelva a suceder”.

El titular del PJ resaltó además que “los juicios a los genocidas tienen mucho que ver con las políticas desarrolladas desde el gobierno nacional a partir de 2003. La labor de Néstor y Cristina Kirchner fue fundamental. El apoyo político claro, la depuración de la Corte Suprema y la Justicia Federal, crear las garantías necesarias para avanzar en la búsqueda de la justicia son en buena medida logros del gobierno nacional”.

Tras presenciar la declaración de Jaime Drí, por teleconferencia, Cáceres dijo haberse sentido “conmovido por sus palabras, fue un testimonio claro y muy importante, en que en el último párrafo de sus declaraciones llamó a romper el pacto de silencio entre los represores para escribir una nueva historia en nuestro país. Su mención a los jóvenes que hoy vuelven a la política y su llamado a romper el círculo del terror fue muy importante porque el peronismo es el testimonio de estas luchas”.

“Desde el bombardeo a la Plaza de Mayo en junio del 55, el golpe de la Revolución Libertadora, los fusilamientos de Valle y los patriotas en León Suárez en el 56; pasando por la proscripción de nuestro movimiento, el Plan Conintes, la desaparición de Felipe Vallese en el 62, los muertos de Trelew en el 72; hasta los 30.000 compañeros desaparecidos; todos y cada uno de estos hechos son parte de un mismo ciclo de terror mediante el cual la oligarquía y el imperialismo sometieron al pueblo y pretendieron destruir el proyecto de justicia social forjado por el peronismo a mitad del siglo XX”, finalizó José Cáceres.

Fuente: ELOCE.COM

http://www.elonce.com/secciones/politicas/nota.php?id=230270

Jaime Dri involucró a Fariña, Guerrieri, Amelong y Pagano

En el juicio, el sobreviviente del terrorismo de Estado nombró a los cuatro represores como responsables del cautiverio de Raquel Negro y de organizar su traslado a Paraná para dar a luz.

Alfredo Hoffman De la Redacción de UNO ahoffman@unoentrerios.com.ar

 

 

Desde Panamá, mirando en un monitor a quienes lo tuvieron cautivo en los centros clandestinos de detención de Rosario hace 33 años, Jaime Dri cerró ayer su esclarecedor testimonio ante el Tribunal Oral Federal de Paraná con una exigencia contundente: “Les digo a Sebastián, Jorge, Daniel y Sergio II que hagan un acto histórico y digan dónde está el hermano de Sabrina y el Sebas. Rompan el pacto de silencio”.

El ex detenido-desaparecido, que pudo escapar de su secuestro durante la última dictadura, se dirigió de esa manera a cuatro de los acusados en el juicio por la causa Hospital Militar, donde se investiga el robo y la sustitución de la identidad de los hijos mellizos de sus ex compañeros de militancia y de cautiverio, Raquel Negro y Tulio Tucho Valenzuela. Sabrina es la joven que recuperó su identidad y Sebas es su hermano mayor, Sebastián Álvarez.
En los campos de concentración que funcionaban en la Quinta de Funes, en la escuela Magnasco y en La Intermedia, Sebastián era Jorge Alberto Fariña, Jorge era Pascual Oscar Guerrieri, Daniel era Juan Daniel Amelong y Sergio II era Walter Salvador Dionisio Pagano. Dri los volvió a reconocer por sistema de videoconferencia, a 5.000 kilómetros de distancia, sentados en el banquillo de los acusados junto a Juan Antonio Zaccaría y Marino Héctor González. Su testimonio sirvió para comprometerlos con los crímenes investigados. Hasta el jueves Guerrieri se reía porque los testigos no lo nombraban. Ahora la situación es otra.
El entrerriano Dri, con su declaración, responsabilizó a los cuatro represores por tener cautiva a la madre de los mellizos y organizar su traslado al Hospital Militar de Paraná para que aquí nacieran los niños que luego serían atendidos en el Instituto Privado de Pediatría y sustraídos. También fueron quienes participaron del asesinato y desaparición de Raquel, según quedó establecido en el juicio que se desarrolló en Rosario.
El ex diputado justicialista dijo que María –apodo con el que conoció a Raquel Negro– fue secuestrada en Mar del Plata el 1º de enero de 1978 junto a su hijo Sebastián, que tenía 1 año y medio, y su pareja Tucho Valenzuela. Al día siguiente los tres llegaron a la Quinta de Funes, donde él estaba desde fines de 1977. Cuando el fiscal José Ignacio Candioti le preguntó quién la tenía detenida a Raquel, dijo sin dudar que “el de mayor rango era Jorge”, por Guerrieri, y quien comandaba el grupo operativo era Sebastián, por Fariña.
Un domingo por la tarde, cuando Tucho acababa de aceptar participar de la llamada Operación México para asesinar a la cúpula de Montoneros, que luego desbarataría, Raquel salió de la Quinta de Funes acompañada de miembros de la patota. Fue a Santa Fe a dejar a su hijo mayor con los abuelos maternos. Luego de la fuga de Tucho y de su denuncia internacional de las violaciones a los derechos humanos, todos los detenidos fueron trasladados a la escuela Magnasco, en Rosario, y de allí a La Intermedia, en la autopista que une esa ciudad y Santa Fe. Desde ahí Raquel fue “sacada en dos oportunidades: la llevaron a Paraná a los efectos de un chequeo médico”. No la llevaban por la autopista, sino que la retiraban por un camino de tierra que pasaba por debajo de un puente, que Dri reconoció durante una inspección que se realizó en el marco del juicio en Rosario.
Cuando regresó del segundo chequeo, le comentó que quienes la atendieron le habían dicho que todavía faltaba un tiempo para el parto. Por eso sorprendió lo que sucedió algunos días después: “Jorge reunió a todos. A mí me dijo que si querían me mataban y a María le comunicaron que nuevamente la llevaban a Paraná. Era de suponer que pudiera haber un desenlace peor”.
“La llevaron una mañana temprano. Al poco tiempo llegó la noticia de que había tenido mellizos, que estaba bien y en pocos días la iban a traer a la Intermedia”, dijo Dri. Incluso recordó que alguien dijo: “Este hijo de puta de Tucho encima tuvo mellizos”. Era claro que ambos bebés estaban vivos, pese a que luego se echó a circular la versión de que el varón falleció. También que la habían llevado al Hospital Militar de la capital entrerriana. Luego a él lo trasladaron a la ESMA y ya no volvió a ver a Raquel, que hoy continúa desaparecida.

Una detenida en el hospital
Luego de Dri declaró un testigo que se desempeñaba como fisioterapeuta en el Hospital Militar mientras hacía la conscripción. Contó que en una oportunidad lo enviaron a realizar un refuerzo de guardia a la sala de Enfermería del nosocomio, donde se encontraba una mujer detenida, atada de pies y manos.
Esto sucedió entre abril de 1977 y abril de 1978, que fue el período durante el cual realizó la conscripción. Raquel Negro estuvo cautiva allí durante la parte final de ese lapso de tiempo. De todos modos, el hombre no supo precisar si esa mujer se encontraba embarazada o si había tenido familia.

Las primeras revelaciones de Costanzo
Reynaldo Sietecase expuso ante el tribunal sobre la entrevista que realizó al represor Eduardo Tucu Costanzo en junio de 1992. Durante las tres horas que duró aquel encuentro, el hombre que había llegado a la Redacción del diario Rosario 12 vistiendo un largo sobretodo negro, hizo una serie de revelaciones sobre la represión ilegal que el periodista rememoró ayer.
Sietecase recordó que Costanzo le habló de la “ejecución de 14 o 16 presos políticos” en lo que luego se confirmó que era el centro clandestino de detención La Intermedia. Entre esas víctimas el entrevistado nombró a María, pseudónimo de Raquel Negro.
Entre los represores que estuvieron a cargo de aquella matanza, el ex servicio de Inteligencia mencionó –entre otros– a Fariña y a Guerrieri, dos de los acusados en el juicio.
“Después no pudimos encontrar más a Costanzo. Tiempo más tarde habló con otros periodistas, con Carlos Del Frade y José Maggi”, comentó el periodista. Y destacó que en esas posteriores declaraciones fue “abundando en más detalles”.
Además remarcó que lo que había dicho El Tucu en 1992 “empezó a cerrar” y a demostrarse como cierto. “Nunca nadie desmintió la nota”, dijo Sietecase, con excepción de Rodolfo Rieggé, quien en aquel entonces era flamante subsecretario de Seguridad del ex gobernador santafesino Carlos Reutemann y en otro reportaje negó haber tenido la participación en aquellos hechos que le había adjudicado Costanzo.
“Debe ser mi nota más importante en cuanto a lo que significó para la sociedad”, reflexionó sobre el final de su testimonio.
El tribunal tendrá oportunidad de averiguar más sobre lo que sabe Costanzo cuando le tome declaración testimonial la semana que viene.

http://edimpresa.unoentrerios.com.ar/v2/noticias/?id=56675&impresa=1

 

Dri: “Tengan un gesto histórico y digan dónde está el mellizo”

Un entrerriano sobreviviente de los centros clandestinos de detención rosarinos les pidió a los represores imputados que rompan el pacto de silencio. Además, contó que Raquel Negro fue trasladada a Paraná unos días antes del parto para realizarse chequeos médicos. En tanto, el periodista Reynaldo Sietecase refirió sobre la entrevista que le realizó a Eduardo Costanzo en la que por primera vez habló sobre el accionar represivo.

 

Emocionó a todos Jaime Dri. Las lágrimas y el aplauso ininterrumpido del final coronaron una declaración con una gran contundencia y claridad. Durante cincuenta minutos fue armando un relato preciso sobre los días en los centros clandestinos de detención rosarinos y los padecimientos que debían enfrentar los secuestrados. Conmovió su relato sobre la estoicidad de Tulio Valenzuela y Raquel Negro y más que presentara a los imputados por sus nombres de guerra.
“Los hechos son juzgados por la Historia y son evaluados. Los actores de años pasados, que participamos activamente en las luchas sociales y políticas, hemos producido hechos que hoy son parte de la Historia. Yo soy uno de los que habiendo hecho historia, estoy en el presente nuevamente con mi actitud haciendo historia. Lo mismo les digo a Jorge, Sebastián, Daniel y Sergio II que están ahora escuchándome. Hemos convivido en la Quinta de Funes, en la Escuela Magnasco y en La Intermedia, yo en calidad de prisionero y desparecido. Habiendo sido actores de una etapa de la Historia argentina es que les solicito que tengan un acto histórico y digan dónde está el hermano de Sabrina y Sebastián, que les digan a los familiares dónde está. Ese sería un hecho histórico. Rompan el pacto de silencio. La sociedad lo va a valorar y así podremos empezar a transitar una nueva etapa”. Las palabras de Dri retumbaron en la sala.
Oriundo de la localidad entrerriana de Chajarí, Jaime Feliciano Dri fue detenido en diciembre de 1977 en Montevideo e inmediatamente fue trasladado a la Escuela de Mecánica de la Armada. Su derrotero lo llevó luego por los centros clandestinos de detención rosarinos: llegó a la Quinta de Funes el 27 de diciembre y estuvo hasta el 19 de enero de 1978, cuando lo trasladaron a la Escuela Magnasco, por veinte días, y después a La Intermedia, hasta los primeros días de marzo. Entonces volvió a la ESMA y de ahí se fugó en julio de 1978.
En su declaración por videoconferencia desde Panamá limitó su relato a sus días en Rosario. Dice la historia que Raquel Negro y Tucho Valenzuela fueron secuestrados el 2 de enero de 1978 en la tienda Los Gallegos, en el centro de Mar del Plata, por una patota del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario. Al día siguiente llegaron a la Quinta de Funes, donde estaba alojada casi toda la cúpula regional de Montoneros.
En realidad, Dri no habló de Raquel Negro sino de María. Así la conoció en los centros clandestinos de detención. También por nombres de guerra conoció a sus verdugos y entonces refirió que la persona de mayor rango era el Mayor Jorge (Pascual Oscar Guerrieri), el jefe operativo era el Comandante Sebastián (Jorge Alberto Fariña) y les seguía en la cadena de mando el Teniente Daniel (Amelong); e identificó también a Sergio II (Walter Salvador Pagano) como otro de los integrantes de la patota.
Dri explicó que “en la Quinta de Funes había un grupo estable a cargo de los detenidos y la circulación de los prisioneros era muy restringida para aparentar que no hubiera muchas personas en el lugar” y acotó que nunca vio “uniformados allí, a pesar de que se sabía que había sido alquilada como una casa de descanso para militares”.
Una vez vio en el lugar a los generales Luciano Adolfo Jáuregui y Leopoldo Fortunato Galtieri, que eran los jefes militares en Rosario, previo a la Operación México. Tucho Valenzuela debía viajar al Distrito Federal y facilitar el asesinato o encarcelamiento de la cúpula de Montoneros; pero a pesar de que su mujer permanecía como rehén, una vez allí, huyó y denunció públicamente las graves violaciones a los derechos humanos que se cometían en los centros clandestinos de detención rosarinos.
Eso motivó el traslado de los prisioneros, primero a la Escuela Magnasco y luego a La Intermedia, una amplia casona de la familia Amelong ubicada a la altura del kilómetro 24 de la autopista Rosario-Santa Fe. Dri explicó que “después de lo de México hubo algunos cambios momentáneos en las guardias a raíz de que se demoraba la vuelta de Sebastián, según decían, porque estaba enfermo”. En rigor, Fariña y Amelong permanecieron varios días detenidos en México a raíz de la denuncia efectuada por Valenzuela, que reveló la presencia de agentes de inteligencia en una operación que no había sido comunicada a las autoridades de ese país, lo que produjo un incidente internacional.

Salidas. Dri contó que Raquel Negro fue trasladada tres veces durante su cautiverio. “La primera vez salió de la Quinta de Funes con un grupo de tareas, un domingo a la tarde. Fueron hasta Santa Fe para entregar al Sebas”, recordó en referencia a Sebastián Álvarez, el primer hijo de Raquel, que entonces tenía un año y ocho meses, y había sido secuestrado con ellos. El chico fue entregado a su familia por otra mujer, que lo dejó con una valija con ropa, fotos y una carta en la que Raquel les pide que lo cuiden, tal como manifestara el jueves su hermano Jorge.
La segunda vez que Raquel salió ya no estaba en la Quinta de Funes sino en La Intermedia y su destino fue el Hospital Militar. “En esa ocasión, viajó a Paraná a los efectos de un chequeo médico. Salió a la mañana y regresó ese mismo día a la tardecita o a la noche. A la vuelta me contó que estaba todo bien, pero que todavía faltaban unos días para el parto”, recordó Dri.
El hombre refirió, en ese marco, que a pesar de su condición, Raquel Negro no tenía trato preferencial en los centros clandestinos de detención e inclusive recibía la misma alimentación que el resto de los secuestrados.
“Pero a los pocos días hubo varios movimientos, nos reunieron a todos los detenidos y a María le comunicaron que sería nuevamente trasladada a Paraná. Ella me dijo, preocupada, que le parecía raro porque le habían dicho que todavía no estaba a tiempo para el parto y yo traté de tranquilizarla. Se la llevaron una mañana muy temprano y al poco tiempo uno de los represores me dijo: ‘Podés creer, este hijo de puta de Tucho tuvo mellizos’. Dijeron también que todo estaba bien y que en unos días la devolverían a La Intermedia”, continuó. Inclusive, ante una pregunta de los fiscales, agregó: “Si dicen que había tenido mellizos y que en pocos días los traerían junto a María, se presume que los dos estaban vivos”, echando nuevamente por tierra la versión de que el varón hubiera fallecido, como han querido instalar algunos médicos en este juicio.
“Nosotros tuvimos algunos momentos en los que pudimos hablar. Los dos teníamos la idea de fugarnos y ella me dijo que la espere a que diera a luz para fugarnos juntos”, recordó Dri. “La última vez que vi a María fue la noche anterior a que la lleven a Paraná”, sentenció. Pero fue devuelto a la ESMA antes de que Raquel Negro regresara.

Una mujer atada
En la décimo segunda jornada del juicio declaró también un fisioterapeuta que mientras realizaba la conscripción en los cuarteles del Ejército debió custodiar a una mujer que se encontraba en una sala de enfermeras, atada de pies y manos, para la que se había dispuesto de una guardia reforzada. El episodio ocurrió en una fecha que no pudo precisar entre abril de 1977 y marzo de 1978. El hombre dijo que permaneció durante toda una noche en la puerta de la sala y que en ese lapso no vio a nadie que acompañara a la mujer ni a médicos que se acercaran a constatar su estado general.

La primera vez de Costanzo
El periodista Reynaldo Sietecase se sentó frente al tribunal y contó que el 25 de junio de 1992 Eduardo Rodolfo Costanzo se presentó en la redacción de Rosario/12 para contar “algo muy importante vinculado con la represión ilegal”. Por primera vez un integrante de los grupos de tareas contó detalles de su accionar durante el terrorismo de Estado.
“El hecho generó una gran conmoción”, recordó Sietecase. Es que la nota se publicó en un contexto de plena vigencia de las leyes de obediencia debida y punto final y apenas un año después de los indultos menemistas que pusieron el cerrojo de la impunidad.
Costanzo se presentó como un agente inorgánico de inteligencia y contó sobre un operativo en el que habían sido ejecutados 14 o 16 presos políticos en una casa-quinta ubicada sobre la autopista Rosario-Santa Fe y dio los nombres de las víctimas –algunos solo por sus apodos– y de quienes habían cometido los asesinatos. Según dijo, “entonces no habló específicamente de Raquel Negro sino que la nombró como María. También mencionó a Tucho Valenzuela y la Operación México”.
Entre los perpetradores, mencionó a Luciano Adolfo Jáuregui, Alcides Juvenal Pozzi, Pascual Oscar Guerrieri y Jorge Alberto Fariña, que eran los responsables del Destacamento de Inteligencia 121. “Hasta ese momento, nadie los había involucrado directamente en el accionar represivo”, remarcó el periodista rosarino.
Asimismo, recordó que “Costanzo se autoexculpó diciendo que él no había matado a nadie, sino que envolvió los cuerpos con frazadas y los ató con alambres y que luego fueron arrojados al mar” y acotó que “todo lo que dijo en aquel momento, después empezó a cerrar; fue como una primera andanada de cuestiones sobre las que abundó unos años después”, recordó.

Sobre las motivaciones que llevaron a Costanzo a hacer esas declaraciones en un contexto en el que los derechos humanos no estaban en la agenda de los medios ni de los partidos políticos, Sietecase consideró que “no estaba arrepentido sino más bien enojado”.
Cinco años más tarde Costanzo dio más detalles del accionar represivo y en 2007 declaró en el Juzgado Federal de Paraná específicamente sobre el caso de Raquel Negro y los mellizos nacidos en el Hospital Militar. Tal vez el miércoles, cuando se presente en este juicio, pueda abundar sobre ello.

 

Juan Cruz Varela

http://www.eldiario.com.ar/diario/entre-rios/20260-dri-tengan-un-gesto-historico-y-digan-donde-esta-el-mellizo.htm

 

Raúl Gullino contó cómo fue la adopción de Sabrina luego de haber sido abandonada por los represores

El padre adoptivo de la hija de los desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela declaró en el juicio por la causa Hospital Militar. También lo hizo el hermano de Raquel, Jorge Rogelio Negro; el titular del Cemida, Horacio Ballester; y la directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, María Belén Rodríguez Cardozo.


“Nunca nos imaginamos que Sabrina era hija de desaparecidos. Siempre pensamos que el mecanismo era otro: que los militares se quedaban con los hijos de los desaparecidos o que se los entregaban a los conocidos”, contó este jueves ante el Tribunal Oral Federal el bioquímico jubilado Raúl Francisco Gullino, padre adoptivo de la hija de los desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela. En su declaración en el juicio por la causa Hospital Militar, confirmó que los primeros días de abril fue con su esposa a retirar a la beba por orden de la Justicia de Menores al Hogar del Huérfano de Rosario, donde había sido abandonada por los represores en el marco del plan para la sustracción de Sabrina y su hermano mellizo por el cual se juzga a Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Jorge Fariña, Walter Pagano, Marino González y Juan Antonio Zaccaría.

“Con mi esposa nos casamos en marzo de 1973 y la intención era tener un bebé. Lo estuvimos buscando un tiempo prolongado y el bebé no aparecía. Entonces decidimos empezar a hacer tratamientos de fertilidad, que en ese momento no eran como hoy en día en cuanto a la eficacia; y estuvimos tres años aproximadamente y no conseguimos el embarazo. En ese momento decidimos adoptar un bebé”, relató Gullino.

“Nos anotamos en un listado del Juzgado de Menores de los Tribunales de Rosario; tuvimos un periodo de espera en el cual nos hicieron entrevistas. Quedamos a mal espera de recibir noticias y un día estábamos almorzando con mi señora y en Canal de 3 de Rosario aparece un movilero que va a hacer una nota al Hogar del Huérfano, porque habían dejado abandonado un bebé. Hicimos el comentario: ‘A ver si es para nosotros esta beba’”, continuó.

Tres o cuatro días después, el matrimonio recibió un llamado de la Justicia avisándoles que había una niña que le correspondía a ellos por el orden del listado. Una vez en Tribunales, les confirmaron que se trataba de la misma criatura que había sido abandonada; les dieron la opción de ir a retirarla ellos al hogar y aceptaron.

“En el Hogar del Huérfano nos hicieron pasar, la madre superiora nos mostró a Sabrina y nos dijo que la habían dejado abandonada en la puerta; pero no vieron nada, no escucharon nada. Alguien que salía o que entraba se encontró con la bebé y la tuvieron a su cuidado. Estuvimos un rato con Sabrina, hicimos la parte legal y ya la llevamos”, recordó. Eso fue el 3 de abril del 78, una semana después del abandono.

En el juzgado les dijeron que la niña podía tener en ese momento entre 35 y 40 días. En base a ese dato sacaron como fecha probable de nacimiento el 27 de febrero. Después un médico les dijo que podía tener menos días, 30, y ese cálculo coincide con la fecha real de nacimiento en el Hospital Militar de Paraná, que sería el 3 o 4 de marzo. “El estado de salud era bueno. La misma tarde que la retiramos la llevamos a un pediatra, pesaba 2,400 kilos y lo único que tenía era la cola muy paspada, pero en dos o tres días se solucionó el problema”. Nunca tuvieron conocimiento ni sospecharon que fuera melliza.

Sabrina nunca desconoció su condición de adoptada, ya que sus padres se lo fueron haciendo saber desde muy chica. Pero nunca se imaginaban ellos que era hija de desaparecidos: “Siempre pensábamos que el mecanismo era otro”, acotó.

Emocionado, Gullino dijo que lo único que le ocultaron a su hija fue que había sido abandonada, como forma de protegerla. Recién se lo contaron días antes de que se realizara el análisis de ADN, cuando ya los habían llamado desde el Juzgado Federal de Paraná y tenían la firme sospecha, por la información que habían leído en la prensa, de que era la hija melliza de Raquel Negro y Tulio Valenzuela.

Finalmente, Francisco hizo un agradecimiento a “todos los que han ayudado a Sabrina en todo este proceso, llámese la organización HIJOS, Abuelas de Plaza de Mayo, Secretaría de Derechos Humanos, a sus hermano Sebastián y Matías, a toda la gente que nos ha tocado conocer acá en el Juzgado Federal de Paraná que nos han tratado en forma tan amable”.

 

El mensaje del hermano de Raquel

«Quisiera hacer un pedido y un deseo: que con todo esto haya alguna persona que se mueva, que le llegue, que le toque, y que diga algo sobre mi sobrino; que dé una noticia», dijo Jorge Rogelio Negro, hermano de la desaparecida Raquel Negro, al declarar en el juicio por la apropiación de niños en el Hospital Militar de Paraná. “Porque sería bárbaro, como fue hermoso encontrar a Sabrina, llegar a concretar esto con la llegada de mi sobrino. Por eso pido a quien sea que aporte algún dato para poder llegar al final de todo esto”, agregó ante el Tribunal.

“Y también quiero decir que yo a Tulio Valenzuela, el papá de Sabrina, lo vi una sola vez en mi vida, no puedo decir que lo conocí, pero si conocí bien a Marcelino Álvarez y a Raquel Negro: estoy seguro que los tres relamente estarían orgullosos de sus hijos, muy orgullosos, de haber llevado adelante todo esto y también el haberse conocido, haberse querido tanto y llevarse tan bien”, remarcó.

Jorge Rogelio Negro recordó que en enero de 1978 una persona dejó a Sebastián –el hijo mayor de Raquel– en su casa, con una carta de la madre que decía que se iba a tener que quedar allí por un tiempo prolongado.

En ese momento Raquel estaba detenida en la Quinta de Funes. Luego, un mes y medio después, él y su familia recibieron una carta de Tulio Valenzuela donde les contaba que los tres habían sido secuestrados en Mar del Plata el 2 de enero y detallaba la Operación México, de la cual él participó simulando complicidad con los represores para luego denunciarlos internacionalmente.

El testigo también remarcó que, luego de enterarse por esa carta del secuestro de Raquel, él y su padre fueron en reiteradas oportunidades a Rosario a intentar obtener información, pero nunca los recibieron. “Nos hacían quedar afuera sentados en un banco tipo plaza y nunca nos atendían. No recuerdo dónde era”, mencionó. También presentaron recursos de hábeas córpus que no tuvieron eco.

“Después, particularmente yo concurrí a muchas reuniones de familiares de desaparecidos, en casas particulares, tratando de saber algo, tratando de averiguar. Terminaban en siendo reuniones para sufrir, porque terminábamos todos mal. Entonces nos fuimos dejando de ver”, dijo.

La búsqueda llevó a la familia a realizar la denuncia ante la Conadep y luego a dar sus muestras de sangre para un eventual cotejo de ADN, que terminó sirviendo para la restitución de la identidad de Sabrina Gullino.

 

“Nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales»

El coronel retirado Horacio Ballester, titular del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida), aseguró que “nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales”, contradiciendo así la habitual estrategia defensiva de los represores de que cumplían órdenes de sus superiores. “El bien de servicio no es la tortura, ni la violación, ni el robo de bebés ni todas esas cosas que hemos visto”, aseguró.

Además manifestó que todo aquel que tenía una postura contraria al terrorismo de Estado, como en su caso, eran expulsados de las Fuerzas Armadas, detenidos o asesinados.

En cuanto al robo de bebés, dijo que la dictadura argentina siguió “el ejemplo de (Francisco) Franco en España, en la post guerra civil”, cuando “también se apropiaron de los hijos de los comunistas”.

Luego arrojó una hipótesis sobre el destino de los niños robados: “Las Abuelas de Plaza de Mayo están haciendo una tarea muy meritoria localizando gente. Creo que van a encontrar los chicos que les entregaron a los represores o a los que dejaron en algún orfanato, pero se deben haber vendido algunos o bastantes al comercio de bebés. A los rubios de ojos claros creo que no los van a encontrar nunca, estarán viviendo en Alemania, en Estados Unidos y no tienen la más mínima idea de quiénes son. Esta es una opinión muy personal”.

En un momento de esta testimonial, el imputado Amelong comenzó a realizar preguntas a Ballester en ejercicio de su autodefensa. Sus interrogaciones apuntaban a artículos de reglamentos militares, en lo que se parecía más a un examen que a un juicio. La situación irritó a la querella, que objetó la intervención del represor, porque en vez de preguntar estaba «alegando».

Sin embargo, el presidente del Tribunal, Roberto López Arango, permitió que el militar ya condenado por gravísimos delitos de lesa humanidad continuara con sus disresiones que nada tenían que ver con los delitos investigados, mientras que amenazó con hacer retirar de la sala al abogado de Abuelas de Plaza de Mayo, Álvaro Baella, por manifestar su disconformidad con la decisión del magistrado.

El militar democrático puso énfasis en la posibilidad de desobedecer las órdenes ilegales: “El militar no es un cumplidor de órdenes robótico, si cumple o no es un problema de conciencia”, afirmó. En otro pasaje citó ejemplos de órdenes a todas luces ilegales que se impartían durante la dictadura: “Un día asaltar una estación de servicio, otro día ir a violar a las detenidas en Ezieza”. La respuesta mereció un extenso aplauso de la sala y provocó la ira de los represores.

Finalmente, María Belén Rodríguez Cardozo, directora del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) con sede en el Hospital Durand, confirmó en el juicio el correcto procedimiento que se llevó a cabo para confirmar la pertenencia de Sabrina Gullino al grupo familiar Valenzuela-Negro. Dijo que “se arribó a lo que se llama probabilidad de parentalidad” con un 99,9999% de precisión, y aclaró que “el 100% nunca se puede obtener matemáticamente”.

 

http://www.unoentrerios.com.ar/laprovincia/Raul-Gullino-conto-como-fue-la-adopcion-de-Sabrina-luego-de-haber-sido-abandonada-por-los-represores-20110915-0018.html

Una enfermera del IPP complicó a Torrealday

Una trabajadora del instituto privado contó que allí estuvo internado como NN un recién nacido que había sido derivado del Hospital Militar y dijo que su atención estuvo a cargo de uno de los directores de la institución. Si bien no dio precisiones, se presume que sería el mellizo varón de Raquel Negro y Tulio Valenzuela. Además, un militar retirado afirmó que otras mujeres detenidas fueron trasladadas a dar a luz en Paraná.
Fue una jornada de importantes revelaciones, desde la firmeza y contundencia del testimonio un periodista rosarino, hasta el sorpresivo relato de una enfermera del Instituto Privado de Pediatría y la estremecedora historia de un militar con un hermano desaparecido que fue amenazado por el dueño de la vida y de la muerte en esos años en la provincia para que deje de buscarlo. Fue, en resumen, una jornada intensa.

En el banquillo de los acusados, casi como una postal, estaban cinco de los imputados: Pascual Oscar Guerrieri, recostado contra la pared, en primera fila; detrás suyo, Jorge Alberto Fariña; al medio, adelante, Juan Daniel Amelong, siempre con dos pares de anteojos colgados de la nariz; a la izquierda, adelante, Marino Héctor González, con rostro malhumorado e inflando los cachetes; y más atrás el médico Juan Antonio Zaccaría, inmóvil, sin siquiera realizar un gesto. Walter Salvador Pagano sigue, como desde hace dos semanas, recluido en una sala del fondo y solo apareció por un momento, convocado por el tribunal para un reconocimiento que se le formuló a un testigo. La misma foto incluye a la esposa de Zaccaría, inquieta y charlatana.

La de ayer se presumía una audiencia sin mayores sorpresas, ya casi en el final de la etapa de testimoniales en el juicio por sustracción y sustitución de identidad de los hijos mellizos de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, nacidos en el Hospital Militar de Paraná, durante el cautiverio de su madre, en una fecha imprecisa de marzo de 1978.

Pero dos enfermeras del Instituto Privado de Pediatría (IPP), al que fueron derivados los mellizos al día siguiente de su nacimiento, quebraron esa expectativa con importantes revelaciones sobre lo que pudo haber sido la estadía del mellizo varón en la institución

Por ese entonces, a principios de 1978, la flamante sala de neonatología del IPP estaba dividida en dos espacios, uno para incubadoras y otro para cunas, pero también tenía un codo en el que había una incubadora sin caparazón, separada del resto, cerca de la sala de enfermeras, donde se ubicaba a recién nacidos “con alguna situación especial o de mayor gravedad”, según explicó una de ellas, mientras que la otra agregó que allí se colocaba a los bebés “prematuros o de bajo peso”.

Sin embargo, la primera recordó el caso de un chico proveniente del Hospital Militar. “Al niño lo tenían separado, estaba aislado en otro sector de la sala de neonatología, en una incubadora de emergencia que se utilizaba para chicos en riesgo; eso me quedó grabado”, afirmó la mujer. Dos cosas le llamaron la atención a la enfermera: por un lado, que el nene “estaba bien, normal”; y, por el otro, que en la tarjeta de identificación que tenía la incubadora decía NN, en lugar del nombre, como era lo corriente.

La mujer dijo que mientras duró la internación de ese bebé “el que le daba atención era el doctor (Miguel Alberto) Torrealday”. Así, volvió a aparecer en escena el nombre de uno de los directores del instituto al que fueron derivados los hijos de Raquel Negro, a quien sus socios sindicaron como el que estaba a cargo de la sala de neonatología, y que la semana pasada, durante su declaración en el juicio, no pudo sino admitir la presencia de bebés internados como NN en el nosocomio privado.

Cuando preguntó al médico por qué la tarjeta del bebé decía NN, Torrealday “primero no quiso contestar y después dijo que la familia estaba viendo qué hacer con el bebé”. Luego de varias repreguntas –y hasta una intimación del tribunal, a pedido del fiscal José Ignacio Candioti, para que contestara–, la enfermera señaló que el médico le refirió que “los familiares del chico no sabían si le pondrían el apellido del padre o de la madre”, aunque ella entendió que fue “una respuesta medio confusa con la que me quiso conformar”, sentenció.

 

La maternidad. En la décima audiencia del juicio declaró también Joe Víctor Manuel Erbetta, un ex militar que se desempeñaba en el predio donde funcionaban los batallones de comunicaciones e ingenieros y el Hospital Militar de Paraná.

Joe es hermano de Victorio Coco Erbetta, que se encuentra desaparecido desde el 16 de agosto de 1976. Coco era militante peronista y fue secuestrado del edificio de la Facultad de Ciencias Económicas por efectivos de la Policía Federal que estaban vestidos de civil. Se sabe que estuvo un día en la delegación policial y luego fue trasladado a los calabozos del Escuadrón de Comunicaciones del Ejército. Un ex preso político declaró en sede judicial que una noche lo llevaron hasta la residencia del entonces arzobispo de Paraná, Adolfo Tortolo, y nunca más volvieron a verlo.
Joe dijo que el 10 de septiembre, menos de un mes después del secuestro de Coco, fue convocado por Juan Carlos Trimarco a su oficina. Allí el entonces jefe de la represión en la provincia lo amenazó apuntándole a la cabeza con un arma para que no busque más a su hermano; y a partir de ese momento tuvo limitados sus movimientos dentro del predio militar en el que cumplía funciones.

Sin embargo, el hombre supo, por comentarios de quien era entonces jefe del distrito militar y superior suyo, el coronel Ulises Schor, de la presencia de mujeres que eran trasladadas desde otros centros clandestinos de detención a dar a luz en Paraná. “Entraban mujeres embarazadas a parir en el Hospital Militar”, dijo sin poder precisar cuántas ni con qué frecuencia. “Schor tenía reuniones permanentes con Trimarco y a veces me comentaba que estaban pasando cosas raras, que ingresaban mujeres a tener familia y que luego esas mujeres desaparecían y los hijos tenían destino desconocido. Incluso en ese momento se mencionó mucho un parto de mellizos”, remarcó.

Asimismo, Erbetta contó que parte de sus tareas consistían en atender la guardia en la barrera de entrada al predio y que “en los primeros años (de la dictadura) ingresaban muchos agentes de inteligencia, pertenecientes a lo que en esa época se llamaban grupos de tareas. Llegaban desde Rosario, Santa Fe y Paraná y, por lo general, estaban vestidos de civil”, lo que da cuenta de una presencia constante de personal del Destacamento de Inteligencia 121 del Ejército en la capital provincial. De hecho, a pedido de los fiscales, Erbetta reconoció a Juan Daniel Amelong como uno de esos agentes.

 

Del Frade habló del rol de los procesados en el equipo represor
Jorge Riani
jriani@eldiario.com.ar

–¡Qué tal, cómo le va Del Frade! No nos vaya a fusilar, eh!

–No, yo no fusilo, Guerrieri.

La charla en un encuentro casual en el pasillo principal del edificio de la Justicia Federal en Paraná, sorprendió a los pocos testigos que escucharon el singular pedido del represor procesado al periodista rosarino que investigó los hechos de represión en el Litoral argentino.

Una agente de Gendarmería expresó su sorpresa en el gesto. Así, con ese encuentro informal, el periodista Carlos Del Frade comenzó su jornada en la sede judicial de Paraná, donde se desarrolla el juicio por el robo y sustitución de identidades de bebés recién nacido en el Hospital Militar, durante la última dictadura militar.

 

Investigación. Ya ante el tribunal, Del Frade abrió la jornada de audiencias, contando sobre las entrevistas periodísticas que realizó a Eduardo Tucu Costanzo, quien reveló datos precisos sobre el nacimiento de los hijos mellizos de Raquel Negro, la militante que estuvo detenida en la Quinta de Funes, en las afueras de Rosario y fue trasladada al Hospital Militar de Paraná para dar a luz.

El aporte central del periodista rosarino estuvo dado en que habló de los roles que tuvieron los procesados en el grupo represivo y secuestrador de los niños. En ese sentido, basándose en los diálogos con que mantuvo con Costanzo señaló a Jorge Fariña, Pascual Guerrieri y Juan Amelong como los principales responsables.

Los tres comparten condición de procesados en este juicio con Marino González, Walter Pagano y el médico Juan Antonio Zaccaría.

Tras indicar que las entrevistas con Costanzo se sucedieron entre 1997 y 2000 dijo que una de los reportajes los recuerda especialmente y volcó las revelaciones en el libro Matar para robar, luchar para vivir, de 2004, y en el libro El Rosario de Galtieri y Feced, de 2000. “Esa entrevista fue en la casa de Constanzo, en Rosario, muy cerca de la tristemente célebre Casita de los ciegos, donde se produjo un hecho de secuestro y usurpación de personas”.

“En esa oportunidad me ratificaba lo que había pasado en la Quinta de Funes. Constanzo hizo hincapié en las figuras de Guerrieri, Amelong y especialmente Fariña, como los principales responsables de lo que sucedió en la Quinta y en la Intermedia. Allí hablamos de los mellizos nacidos en Paraná y que a Raquel Negro la habían sacado para parir. Me habló de una nena y un nene, pero él había creído que uno de ellos había nacido muerto, estrangulado por el cordón umbilical”, declaró. Una serie de preguntas dejaron como respuesta que el colaborador de la represión no reveló ningún lugar específico donde se produjo el parto, e incluso que no se habló del Hospital Militar.

 

Manos con sangre. En su relato, Del Frade dijo que Costanzo le entregó una fotocopia de una carta que le envió al ex vicegobernador de Tucumán, Vicente Topa, donde le decía que tenía las manos manchadas de sangre por defender la Patria y que necesitaba plata”. La información brindada por el colaboracionista de la represión, según dijo el periodista rosarino, era que tenga repercusión nacional, cosa que se logró mediante una publicación en el diario Página/12, con un nota firmada por Miguel Bonasso.

“Después de esa publicación se produjo el encuentro más desagradable que tuve (con Costanzo). Frenó el remis en el que trabajaba, se bajó y me dijo: ‘te voy a cortar los huevos por lo que hiciste’. Se mostró molesto por la publicación”, relató Del Frade, a pesar de que su interés inicial era, precisamente, que tenga repercusión nacional su historia.
Motivado por una pregunta del presidente del tribunal, Roberto López Arango, el testigo afirmó que las declaraciones de su entrevistado, Costanzo, coincidieron con la verdad expresada por otras fuentes.

Carlos Del Frade sugirió que se incorpore un documento de 1976 del coronel Alfredo Sotera, donde alude a “los procedimiento por izquierda” que hacía el Ejército Argentino en la jurisdicción del Segundo Cuerpo.

“Allí se habla de procedimientos altamente irregulares, entre los cuales también se habla de menores, y de lo que llamaban BDTS, Bandas de Delincuentes Terroristas Subversivos. Todo eso estaba con el sello de secreto”.

“Cuando secuestran al hijito de la familia Ayastuey, de Gualeguaychú, cuando lo van a recuperar en una casa de menores en Buenos Aires, las llaves del auto del matrimonio se las entrega (Juan Carlos) Trimarco en Paraná a la familia de la mamá. Con esto quiero decir que estos hechos tienen una conexión y que Trimarco estaba al tanto de lo que se conocía como ‘botín de guerra’, es decir, dar al chico como objeto de intercambio”, agregó.

Desde su lugar, el defensor oficial Mario Franchi preguntó, e insistió, sobre los motivos que movilizaba a Costanzo para acceder a la entrevista. Si bien confirmó Del Frade que su entrevistado mostró interés por recibir dinero, afirmó que él se negó a pagarle pero igualmente las entrevistas se hicieron.

“Creo que se veía venir que se terminaba la impunidad de la cual gozaba en ese momento. Tenía una gran necesidad de blanquearse él y deslindar responsabilidades”, dijo. Fue allí cuando reveló que Costanzo fue asesor rentado del ex senador justicialista santafesino Luis Rubeo, pero que luego quedó cesante y desde entonces su situación económica no era buena.

Juan Cruz Varela

http://www.eldiario.com.ar/diario/entre-rios/19984-una-enfermera-del-ipp-complico-a-torrealday.htm

Guerreri se quebró ante el Tribunal y lamentó ser “como un delincuente”

“Con todo el calor de un soldado, me pregunto por qué no pusieron la ley de fusilamiento, porque sería como (Manuel) Dorrego un héroe nacional, y ahora soy un delincuente”, arremetió este jueves el represor Pascual Guerreri.

 

 

En una nueva jornada de testimoniales en el juicio oral por la Causa Hospital Militar de Paraná, el imputado amplió su declaración. Emocionalmente quebrado, negó la existencia de la Doctrina de Seguridad Nacional. Por otro lado, el hermano de Raquel Negro, Jorge, narró la llegada de Sebastián Álvarez a la familia. “En enero del ‘78 una persona lo dejó a Sebastián” en su casa de Santa Fe, “lo dejó con una valija que tenía ropa, fotos y una carta” de la detenida-desaparecida Raquel Negro. En el mensaje, la madre pedía que lo cuiden por “un tiempo prolongado”, relató entre recuerdos, conmovido hasta las lágrimas Jorge, el tío de Sabrina y Sebastián. Ante el Tribunal Federal de Paraná, el hombre agregó que semanas más tarde, recibió una misiva “de Tulio (Valenzuela, el padre de los niños) contando lo de la Operación México y lo que pasó en la Quinta de Funes”. También, testimonió el militar retirado, Horacio Ballester, miembro del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida). “Un país dependiente pone al enemigo en su propia población”, definió el hombre de la fuerza, quien fue expulsado por oponerse a la Doctrina de Seguridad Nacional. Luego de un cuarto intermedio, se encuentra aportando información Raúl Gullino, padre adoptivo de Sabrina. De ANALISIS DIGITAL

Por otro lado, se informó que Eduardo Rossi está internado en Terapia Intensiva de la Clínica España, con un cuadro de endocarditis. La familia del médico ratificó que “quiere declarar pero la salud no se lo permite”. En tanto, este viernes testificará a las 10.30 Jaime Dri desde teleconferencia ya que se encuentra en Panamá; por lo cual la audiencia de mañana comenzará a esa hora. También comparecerá el periodista Reynaldo Sietecase, quien entrevistó a algunos de los represores imputados.

Negro: “Sería bárbaro, como fue hermoso encontrar a Sabrina, llegar a encontrar a mi sobrino”

El hermano de Raquel relató que “en enero del ’78 una persona lo dejó a Sebastián” en su casa de Santa Fe, “lo dejó con una valija que tenía ropa, fotos y una carta” de la detenida-desaparecida de que debían “cuidarlo un tiempo prolongado”. Semanas más tarde, recibió “una carta de Tulio (Valenzuela) contando lo de la Operación México y lo que pasó en la Quinta de Funes”, y decía que “estaba todo a cargo de (Leopoldo Fortunato) Galtieri”.

Consultado por el fiscal José Ignacio Candioti, indicó que en la misiva que Valenzuela les envió desde Holanda les comentaba que Raquel “iba a tener familia en marzo del ‘78”. En cuanto si supo dónde fue el nacimiento, aclaró que tomó conocimiento de que el parto se produjo en Paraná con el inicio de las investigaciones. “Nos enteramos que habían sido mellizos por el libro de (Migual) Bonasso Recuerdo de la muerte”, confió.

Luego, se refirió a una carta que remitieron a la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep): “Hicimos la denuncia y explicamos un poco el caso de mi hermana. También hicimos referencia a Marcelino Álvarez, el papá de Sebastián”, precisó.

Por su parte, la abogada querellante Florencia Amore solicitó al testigo que se explaye sobre el proceso de búsqueda: “Enviamos la carta a la Conadep, hicimos una habeas corpus, fuimos varias veces a Rosario, pero nunca nos atendían en los tribunales. Después concurrí a muchas reuniones de familiares de desaparecidos, que nos encontrábamos en casas particulares tratando de encontrar algo, de averiguar. Lo que pasa es que esas reuniones terminaban como reuniones para sufrir, entonces nos fuimos dejando de ver. También dimos sangre en Santa Fe, mi madre y yo. Mis padres luego viajaron a Buenos Aires a reunirse con Abuelas y Madres de Plaza de Mayo”, detalló.

Paso seguido, mencionó: “En una época vivimos en Formosa, pero siempre que veníamos nos reuníamos con gente. Siempre hubo un comentario de que a mi hermana la habían visto en tal lado, por lo general afuera del país. Yo me juntaba con esa gente y en definitiva no se llegaba a nada. En ese momento había muchas versiones, que al final no fueron ciertas”.

“Después empezó todo esto, que lo tomó Sebastián. Y cuando apareció Sabrina siguieron ellos. Es todo mérito de ellos”, subrayó, al tiempo que narró que fue Sebastián quien se trasladó a su casa para informarlos sobre el hallazgo.

Por último, muy conmovido, Negro pidió expresar unas palabras: “Quisiera hacer un reconocimiento o una especie de homenaje a dos personas, que son mis padres. Que al haber empezado esto con todo su sufrimiento, porque yo en ese momento lo sufrí como hermano o por ahí no lo dimensionaba, ahora tal vez sí porque soy padre. Nunca vi que mis padres bajaran los brazos, por más que el sufrimiento sea mucho, porque se notaba. Nunca me desmoronaron que ellos estaban destruidos, como estuvieron”.

“Siempre trataron de salir adelante y si por ahí hubo cosas que se podrían haber hecho, no puedo reclamarles nada, al contrario. Todo mi amor hacia mis padres, que han llevado esto de la mejor manera que han podido”, continuó.

Además, expresó: “Desearía que con todo esto haya alguna persona que se mueva, que le llegue, le toque, que hable y diga algo, porque sería bárbaro como fue hermoso encontrar a Sabrina, llegar a encontrara a mi sobrino”. Por ello, pidió que “quien sepa algo aporte para llegar a la verdad de todo esto”.

“También quiero decir que a Tulio lo vi una sola vez en mi vida, entonces no puedo decir que lo conocí. Pero sí a Marcelino y a Raquel. Y estoy seguro de que los tres estarían muy orgullosos de sus hijos, de haber llevado adelante todo esto y de quererse como se quieren. Y creo que es el mejor homenaje que le pueden hacer a sus padres”, finalizó emocionado, tras lo cual fue aplaudido por los presentes en la sala.

http://www.analisisdigital.com.ar/noticias.php?ed=1&di=0&no=15327

 

El periodista Del Frade contó sus entrevistas a Costanzo y Amelong

El periodista santafesino Carlos Del Frade, autor de varios libros sobre hechos sucedidos en la dictadura en su provincia, declaró por casi una hora en la décima jornada del primer juicio por delitos de lesa humanidad ocurridos en la provincia de Entre Ríos.

Consultado si conocía a los imputados, Del Frade explicó que, en el marco de su trabajo periodístico entrevistó a Juan Amelong, y también mencionó que reporteó a Eduardo Costanzo, testigo en la causa.

«Trabajo de periodista desde hace 25 años. Con Costanzo hablé en tres o cuatro oportunidades, algunas veces sin grabar. Las primeras entrevistas se dieron en 1997. Las otras se sucedieron en 1998 y los contactos informales a posteriori. Hay una charla que recuerdo especialmente porque la escribí en el libro Matar para robar, luchar para vivir, del año 2004, y también en el libro El Rosario de Galtieri y de Feced, del año 2000. La entrevista es del 15 de diciembre de 1997. La recuerdo particularmente porque fue en el domicilio de Costanzo en calle Pueyrredon al 2900 en Rosario. Fue al mediodía. Constanzo vestía un traje marrón y exhibía una corbata con dibujos de Pluto, Mickey, Tribilín y personajes de Walt Disney. Era contrastante», indicó.

 

«Me ratificó su necesidad de hablar de lo ocurrido en la Quinta de Funés. Antes, en entrevistas en bares o lugares cercanos a las radios donde yo trabajaba me había dicho que quería contar mucho más que lo que había contado Bonasso en Recuerdo de la muerte. Me decía si podía conseguir dinero y yo le decía que no, pero siguió hablando conmigo», continuó Del Frade.

«En esa entrevista hizo especial hincapié en las figuras de Guerrieri, Amelong y más especialmente Fariña, como principales responsables de lo que sucedió en la Quinta de Funés y en la intermedia. Allí hablamos de los mellizos nacidos en Paraná, de Raquel Negro. No me precisó lugar, me dijo que la habían sacado para parir, y me habló de dos: una nena y un nene. Él había creído que uno de ellos había nacido muerto, estrangulado por el cordón umbilical. Profundizó en la idea de que los responsables eran Amelong, pero especialmente Fariña, de quien además me decía que había hecho mucho dinero con una agencia de seguridad que tenía oficina enfrente del diario La Capital, en Rosario, en Sarmiento entre Santa Fe y Córdoba. Me dijo que nos íbamos a volver a ver después de las fiestas, que me iba a dar un documento que quería que lo hiciera público en la prensa nacional. Después de Navidad, me entregó la fotocopia de una carta documento que le había enviado al vicegobernador de Tucumán, diciéndole que ellos tenían las manos manchadas de sangre por defender la patria y que necesitaba ayuda económica. A eso lo publiqué como un facsímil en el libro y se lo envié a Miguel Bonasso para que lo publicara en Página/12, cosa que ocurrió en los primeros meses de 1998. Es allí cuando tuve el encuentro más desagradable con Constanzo luego de la publicación, nos encontramos en la calle Dorrego y Montevideo, de Rosario. Él paró el auto -trabajaba como remisero- y me dijo «te voy a cortar los huevos por lo que hiciste». Se fue con la promesa de que iban a seguir las charlas. Ese documento me permitió a mí acreditar la existencia de las entrevistas», expuso el testigo.

«La mayoría de los hechos denunciados por Constanzo, a la larga se fue demostrando que sucedieron. Se fue demostrando cuando uno empezaba a revisar testimonios sobre aquel presente de Fariña y Amelong. Las investigaciones posteriores nos llevaron a un documento que sugiero que se tenga muy en cuenta, elaborado por el entonces coronel Alfredo Sotera, que en la causa original «Agustín Feced y otros» habla de procedimientos por izquierda que hacía el Ejército en el área del II Cuerpo. Allí se habla BDTS, Bandas de Delincuentes Terroristas Subversivos, en 1976, y de irregularidades graves cometidas. Hay que recordar que el 12/10/1976 hubo cambio de comandante. Se había ido Ramón Genaro Díaz Bessone y había asumido Leopoldo Fortunato Galtieri y aquí asumí en Entre Ríos Trimarco. Digo esto no por excederme, sino por un detalle de una investigación a posteriori. Cuando secuestran al hijito de la familia Ayastuy, de Gualeguaychú, cuando lo van a recuperar se encuentran con que estaba en una casa de menores de Capital Federal, pero las llaves del auto del matrimonio se las entregó Trimarco en Paraná a la familia de la mamá. Con esto quiero decir que estos hechos tienen una conexión que vincula a Trimarco, que sabía perfectamente qué pasaba con el botín de guerra, sea tanto un chico como un auto», añadió.

Se le preguntó si Constanzo le dijo quién se había quedado con los bebés y Del Frade dijo que «hizo especial hincapié en la figura de Fariña e inmediatamente, por el tono de voz, lo ubicada en un menor relieve a Amelong».

– ¿Le dijo Constanzo qué funciones desempeñaba Fariña en 1978?

– Si, en realidad, lo que Constanzo relataba es lo que comenzó a ocurrir en 1977, cuando se alquila la propiedad de la Quinta de Funes. Comienza a funcionar entoncea y Fariña era uno de los principales responsables. Y dijo que habitualmente llegaban oficiales de más alto rango, como Guerrieri o Galtieri, como está en el libro de Bonasso.

– ¿De las personas que trabajaban junto a Fariña refirió algo Constanzo?

– Al que más mencionaba era a Amelong.

– ¿Le mencionó si lo conocía a Paul Navone?

– No.

– ¿Sobre Paraná no le dijo nada en especial?

– No me consignó lugar preciso, pero me dijo que habían nacido en Paraná. Luego con la publicación de Página/12 se cortó el diálogo y no tuve mayores precisiones.

– ¿Le mencionó el Hospital Militar?

– No.

– ¿Cuál fue para usted la motivación de Constanzo?

– Creo que se veía venir la impunidad. Él fue asesor rentado en el Senado nacional de Luis Rubeo. A mediados de la década del ’90, Rubeo lo dejó cesante. Y comenzó a buscar un sustento económico. Me contó que traía verdura de Tucumán, puso remises. Antes habló con los periodistas Acosta y Sietecase. Tenía necesidad de hablar. A mí se me acercó por cuestionamientos a un primer libro, en donde yo no hacía mención específica a Fariña y Amelong. Y él me preguntó si yo había arreglado con ellos.

– ¿Le aportó algún dato sobre Raquel Negro?

– No, me dijo que tuvo mellizos y nada más. Mi búsqueda era sobre el destino de los cuerpos de los desaparecidos y de los chicos secuestrados. Y hasta el día de hoy sigo con esos objetivos.

– ¿Sabe quiénes integraban el grupo de tareas de Funes?

– A la cabeza Fariña, Amelong, Walter Pagano, los hermanos Isach, Constanzo como uno de los guardias, un policía de apellido Torres, esos serían los más conocidos. Ese grupo de tareas, con el tiempo, percibí que formaba parte de Inteligencia del II Cuerpo. Otros grupos dependían de Informaciones de la Policía Federal.

– ¿No investigó si Fariña se quedó con uno de los bebés?

– Hice dos cosas. Constanzo me había dicho que la empresa de seguridad de Fariña trabajaba en la Bolsa de Comercio de Rosario. Fui allí a pedir los números, pero ya no trabajaba allí. También fue enfrente de La Capital, pero tampoco lo encontré. Lo que sí puedo agregar de Fariña es que tuvo mucha relación con Agustín Feced.

«Él decía: ‘A los chicos de Raquel Negro se los llevó Fariña. Ya te voy a contar. Y eso nunca llegó’. Los tiempos en las entrevistas son manejados por los entrevistados. Yo le preguntaba cada tanto, pero ese día nunca llegó», contó el periodista.

Amelong, en su carácter de defensor de sí mismo, intervino:

– Niego que hayan sido dos entrevistas, sino una. Que ratifique o rectifique y que diga el motivo.

– La primera fue telefónica Amelong, y la segunda personalmente en Tribunales.

– Eso fue la misma cuestión. Y la que refiere en segundo término fue un careo en el juicio por la causa Guerrieri y no una entrevista.

– Acabo de decir eso: que la segunda entrevista fue en Tribunales.

El intercambio y la insistencia de Amelong motivaron rumores entre el público y se dio por aclarada la cuestión.

– De acuerdo a sus investigaciones, ¿da crédito a que uno de los chicos nació muerto?

– Tengo claro que el nacimiento de los mellizos ocurrió. Y que el primero que lo dijo fue Constanzo. Es probable que haya tenido esa información de que nació muerto. Y después dijo que Fariña «se la llevó», aludiendo a la nena.

http://www.lt14.com.ar/noticias/23454-el-periodista-del-frade-conto-sus-entrevistas-a-costanzo-y-amelong.html