nacionales

Cinco condenas por el robo de dos bebés

SE DICTO LA PRIMERA SENTENCIA POR CRIMENES DE LA DICTADURA EN ENTRE RIOS
Cuatro militares y un médico recibieron penas de entre cinco y catorce años por robar a los mellizos que dio a luz Raquel Negro en marzo del ’78. Otro de los imputados fue absuelto.

 

Por Juan Cruz Varela
Desde Paraná

Tres minutos insumió la lectura de la sentencia. Ese tiempo le llevó al Tribunal Oral Federal de Paraná anunciar la condena a cinco represores por dos hechos de sustracción de menores y supresión de identidad, cometidos en el marco de un plan sistemático que dio lugar a la tortura, desaparición forzada de personas y robo de bebés. Los jueces Roberto López Arango, Lilia Carnero y Juan Carlos Vallejos condenaron a Pascual Oscar Guerrieri a catorce años de prisión, a Jorge Alberto Fariña y Juan Daniel Amelong a trece años, a Walter Salvador Pagano a once años y al médico anestesista Juan Antonio Zaccaría a cinco años de cárcel. En tanto, Marino Héctor González fue absuelto.

El fallo dejó una doble sensación: por un lado, la satisfacción de haber logrado una condena, pero por el otro la amargura por el monto de las penas impuestas, sobre todo en el caso del médico Zaccaría, y por la absolución de González. Los querellantes habían reclamado la prisión perpetua para los seis imputados al invocar la figura de la desaparición forzada de personas en virtud de que todavía se desconoce el paradero de uno de los mellizos que dio a luz Raquel Negro en el Hospital Militar de Paraná, en marzo de 1978, mientras estaba privada de su libertad.
Cincuenta y ocho días duró el juicio. Dieciocho audiencias de debate. Cuarenta y un testigos pasaron ante el tribunal. Cinco condenados, un absuelto, una identidad restituida y un ausente. El juicio cambió la presunción de muerte por una certeza de vida respecto del mellizo. Pero sigue habiendo alguien que falta. NN Facundo dirá la investigación que corre paralelamente en el Juzgado Federal.

A las 17.18 la voz entre ronca y severa del presidente del tribunal rompió el silencio. Sabrina se aferró más que nunca a Sebastián. No lloraron, pero se los notaba emocionados. Nunca lloran. “No se llora frente a los hijos de puta”, dijo ella un día.

Sin embargo, en pocos minutos una sensación de desazón ganó la escena. No hubo aplausos ni gritos ni llantos en la sala. El retrato de Raquel se elevó en el aire y estalló un canto tibio, ese que reza “como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”. Sabrina y Sebastián, los hijos de Raquel Negro y Tucho Valenzuela, se abrazaron con fuerza y ternura a la vez. Enseguida se sumó a ellos Matías, hijo de Tucho. También afuera, en la calle, acompañaron el canto de los de adentro con un poco más de fuerza que convicción. Era un grito contenido durante treinta años.

Hubo coincidencias en que la sentencia fue histórica, pero no cubrió las expectativas, ni por los montos de pena impuestos ni por la absolución que se dictó contra uno de los acusados. “No era lo que esperábamos, pero estamos contentos porque se cierra una etapa y se abre otra. Este juicio sirvió para comprobar que el melli está vivo, así que ahora hay que apostar a encontrarlo, y estamos cada vez más cerca”, afirmó Sabrina tras la lectura de la sentencia. La joven, que hoy tiene 33 años, recuperó su identidad en diciembre de 2008, a partir de una investigación iniciada desde el Registro Unico de la Verdad, un organismo del gobierno entrerriano.

“Los abogados querellantes habían pedido prisión perpetua, pero es la sentencia que hay, y la absolución es la parte más dolorosa que tiene; pero apostamos a una instancia de justicia en la que se les dieron a los imputados todas las garantías, tal como nos enseñaron las Madres y las Abuelas, no apelando a la venganza, sino a la reconstrucción de la historia a través de la Justicia y en el marco de las instituciones democráticas. Eso es lo que se les dio y lo que hay que defender siempre”, acotó Sabrina.

Entonces la condena dio paso al festival popular convocado por los organismos de derechos humanos para festejar la alegría, para seguir sembrando memoria, verdad y justicia, que es algo más que una consigna. La guitarra de Mazinatra acompañó a Sabrina en su “Canción del Melli”. Luego siguieron los espectáculos. Payasos autoconvocados por la memoria, la murga rosarina La Memoriosa, las chicas paranaenses de Tamvos, Muzingas, Alejandra Mansur y el grupo de rock Actitud María Marta le pusieron color y voz a ese canto a la justicia, en un espectáculo que se extendió por varias horas, desde un escenario montado sobre la calle, hasta que la noche fue cubriendo a la ciudad y esos rostros jóvenes en blanco y negro, sus imágenes, bailaban en las cuerdas que los sostenían frente al edificio de los tribunales federales.

© 2000-2011 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Todos los Derechos Reservados

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-179463-2011-10-22.html#formu_mail

El crimen de la apropiación

Difícilmente haya causas que muestren de forma más explícita la presencia actual de las consecuencias del terrorismo de Estado que las que investigan y juzgan casos de apropiación de niños y niñas secuestrados con sus madres o que nacieron durante el cautiverio de éstas, en la última dictadura militar. Esta siniestra práctica represiva no estaba configurada con claridad antes de producirse el golpe de Estado, pero rápidamente fue absorbida como parte del proceso de aniquilamiento de las personas sindicadas como enemigos por los represores. Sus aristas diferenciales se delinearon de inmediato.Uno de sus propósitos fue que los niños no crecieran con las familias tildadas de subversivas, en forma similar al tratamiento que impuso el franquismo a los hijos de los republicanos que eran asesinados o apresados. Durante la dictadura franquista, esos niños fueron llevados a reformatorios y separados de sus familias, para evitar que los criaran de acuerdo con valores contrarios a los que buscaba imponer el régimen. En nuestro país, tuvieron diferentes destinos: algunos fueron apropiados por integrantes de las fuerzas armadas o de seguridad o personas vinculadas con éstos; otros fueron asesinados junto a sus padres; y unos pocos fueron adoptados por familias que de buena fe los educaron. Pero el objetivo de quienes pergeñaron el terrorismo de Estado fue el traspaso violento de los menores desde el grupo en el que habían nacido hacia otro, para evitar que estuvieran con sus familias verdaderas.

Otra de sus finalidades fue aplicar un castigo adicional a las familias de quienes osaron trasgredir el orden que imponía la dictadura. Como en el seno de esas familias habían nacido “extremistas”, esta práctica represiva fue una forma más de represalia por haberlos engendrado. El plus lo configuró –y lamentablemente lo sigue configurando– la angustia desgarradora de sumarle a la incertidumbre sobre lo ocurrido con las y los de-saparecidos no conocer el destino de sus hijos, quienes también pasaron a integrar la ominosa lista de desaparecidos. En algunos casos, incluso, ni siquiera se ha podido determinar si mujeres que fueron secuestradas embarazadas llegaron a dar a luz o si los niños que nacieron en esas condiciones sobrevivieron al horror. Este castigo se sigue infringiendo y el dolor que provocan estas ausencias se renueva cotidianamente para las familias que aún siguen buscando.

El tercer objetivo fue aportar al disciplinamiento que la dictadura pretendía aplicar a la sociedad: a quienes se oponían al régimen saliendo del ámbito privado en el que debían estar recluidos y desafiando el orden establecido, no sólo se los secuestraba, se los de-saparecía, se los torturaba o se los apresaba, sino que también se les arrancaban sus hijos. En Paraná, desde el mes de agosto se está juzgando a seis de los responsables de la apropiación de los hijos mellizos de la desa-parecida Raquel Negro, cuya hija, su familia y las Abuelas tuvieron la enorme alegría de encontrar hace tres años. En cambio, a su hermano aún lo estamos buscando.

Los testigos principales de este juicio fueron médicos y enfermeras del Hospital Militar en donde fue obligada a parir Raquel y de un instituto médico al que fueron llevados los bebés. La diferencia entre el relato de unos y otras fue abismal: los médicos dijeron no recordar absolutamente nada o admitieron a regañadientes lo ocurrido. Las enfermeras se sentaron frente a los jueces y, pese a que estaban declarando contra militares y médicos, contaron la verdad con una valentía inusitada. Estas mujeres, en su mayoría de edad avanzada y trabajadoras, marcaron una línea ética que está en sintonía con lo que ha sido la pelea denodada de las Abuelas, y el coraje que exhibieron brilló frente a la cobardía o la connivencia repugnante de los médicos.

En nuestro alegato, pedimos que los acusados sean condenados a prisión perpetua. Para hacerlo, tuvimos que recurrir a un planteo novedoso pidiendo que se aplique la recientemente incorporada figura de desaparición forzada respecto de lo ocurrido con el hijo varón. Lo hicimos con el convencimiento de que es lo correcto, no sólo por los sólidos argumentos jurídicos que tenemos, sino porque consideramos que el mensaje simbólico de la sentencia tiene que estar muy claro: en Argentina de ninguna forma se toleran crímenes tan aberrantes como la apropiación. Esperamos que los jueces estén a la altura de las circunstancias y lo demuestren hoy dictando una resolución acorde con la gravedad de los hechos juzgados. Y ojalá esta sentencia también anime a más personas a aportar elementos para que podamos saber qué pasó con el mellizo y pronto festejemos su encuentro.

Ana Oberlin. Abogada representante de la querella.

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-179400-2011-10-21.html

«Los juicios tienen todo un valor social»

«Los juicios no sólo tienen una función de reivindicación desde el punto de vista de víctimas y familiares, sino que poseen todo un valor social, el de tener la posibilidad de reconstruir la verdad histórica, de hablar de las cosas que no se hablaban”, plantea Sabrina Gullino, nieta recuperada, hija de los militantes montoneros Raquel Negro y Tulio Valenzuela, ambos desaparecidos.

Por Jorge Kaplan para LA CAPITAL de Rosario

 

A partir de datos surgidos en el juicio, Sabrina Gullino tiene la certeza de que su hermano mellizo está vivo. (Foto: N. Juncos)

Nacida en el Hospital Militar de Paraná, a donde fue llevada su madre a dar a luz, prisionera de la dictadura en la Quinta de Funes, Sabrina hoy tiene la certeza de que su hermano mellizo se encuentra con vida, a partir de datos surgidos en el juicio oral que se desarrolla en el Tribunal Oral Federal de la capital entrerriana contra cuatro militares, un agente civil y un médico del Ejército.

 

—¿Cómo estás viviendo la experiencia de estar cara a cara con los acusados en el juicio?

—Desde que empezó tengo a los imputados ahí, y no hay separación. Hubo varios momentos para mí de mucha tensión, y el recorrido al Hospital Militar y el Instituto Privado de Pediatría (IPP) fue el más fuerte: lo tenía a Amelong al lado mío, a Guerrieri más atrás, Fariña. A veces los lugares eran muy pequeños y todos tenían que entrar: jueces, fiscales, las enfermeras que tenían que declarar. Yo quería escuchar porque era donde habíamos estado con mi mamá. Hay muchos sentimientos encontrados. Me dio mucha ternura el proceso que hicieron las enfermeras, porque al principio estaban indicando a sus jefes como responsables de algo que no hablaba nadie. En 2005 ellas hacían con mucho miedo las declaraciones. El día del recorrido vinieron sabiendo que habían sido protagonistas y cómo fueron cambiando para pasar a ser la voz de ese pasado.

—¿Qué sentiste cuando te enteraste que podías ser hija de desaparecidos?

—A mí me contaron desde muy chiquita que era adoptada. Mi familia es de Villa Ramallo y cuando vine a estudiar a Rosario empecé a tener contacto con los chicos de Hijos. Sabés que sos adoptado y empezás a pensar. Pero cuando veía quiénes eran los nietos recuperados y cómo estaban relacionados sus apropiadores con el poder militar o económico, a mí no me cerraba. Con mi familia Gullino tengo tan buena onda, que así como a otras personas los padres les cuentan el parto, a nosotras nos contaban cómo nos fueron a buscar.

—¿Y después del ADN?

—Cuando me enteré que tenía un hermano me dio una pena terrible no haber hecho el ADN antes. Yo decidí hacerme el ADN. Un viernes hablé con un amigo de Hijos que me contactó con Abuelas. El domingo estaba en mi casa de Ramallo con mi familia y a la tarde llegó una citación para mis papás en la causa Trimarco del Tribunal Federal de Paraná. No sabía quién era Trimarco. Buscamos en Internet y encontramos todo: que (el represor) Costanzo había declarado que a Raquel Negro la habían internado en el Hospital Militar como sobrina de Galtieri, que había dado a luz a mellizos y que a la bebé la habían dejado abandonada en un convento de Rosario. Yo no sabía que a la vez había una línea de investigación que me estaba alcanzando a mí.

—¿Qué dirías a quienes tienen dudas sobre su identidad?

—No es fácil. Cada uno tiene su proceso y sus tiempos, pero les diría que puede ser que tengan hermanos que los estén buscando. También siento que se me agrandó la familia en muchos aspectos. La nueva identidad no es algo terminado, que vos eras esto y ahora que estás biológicamente relacionada con estas personas no sos más lo que eras antes y sos otra cosa. No estoy de acuerdo con ese concepto de identidad estático y que cristaliza. Para mí la identidad la vamos construyendo todo el tiempo y se va nutriendo de los vínculos que vamos tejiendo.

—En tu caso todo se dio bastante rápido.

—Yo tuve la restitución de mi identidad (a fines de 2008) y en abril (de 2009) empezó el juicio a Guerrieri hasta 2010, y en 2011 la causa Hospital Militar. Agradezco poder participar de estos procesos de justicia pero a veces uno viene desarmado.

—¿Cómo te relacionabas antes con el tema de los DDHH?

—Eso sí fue un cambio porque en la facultad fui a uno que otro escrache, pero a acompañar, y no milité en ningún organismo de DDHH.

—¿Y en cuanto a la política de derechos humanos de los gobiernos kirchneristas?

—Es superpositiva la política de Estado de DDHH. Creo que los juicios no tienen una función sólo de reivindicación desde el punto de vista de las víctimas y los familiares, sino que tienen todo un valor social. De tener la posibilidad de reconstruir la verdad histórica, de hablar de las cosas que no se hablaban. Lo veo a nivel individual y a nivel colectivo. En Paraná mismo, con las enfermeras, esto de que hay una sociedad civil cómplice pero hay toda una solidaridad de otros actores sociales que en ese momento fueron ninguneados. De alguna manera se vuelve a hablar de otros valores que un poco en esta posmodernidad se estaban olvidando, de militancia, solidaridad, compromiso, de si hay una posibilidad de transformar el mundo.

—Críticos al gobierno hablan del “uso político” que hace el kirchnerismo de los derechos humanos. ¿Qué opinás?

—Digo que no estoy de acuerdo con esa opinión reaccionaria. Creo que ellos (los opositores) también están haciendo un uso político. Son discursos que construyen de alguna manera realidad. Me parece el kirchnerismo cuando apuesta a la política de DDHH, de alguna manera está apostando a la mayoría. Porque nos posiciona como un país superprogresista donde se puede juzgar a los genocidas, y después desde lo micro hasta lo macro está la oportunidad de reivindicación. Debe quedar al margen lo que siente en su fuero íntimo un político, lo que importa es que su accionar redunda en algo bueno. Creo que esa tesis de los opositores es un comentario superficial para desprestigiar a la presidente.

—¿Surgieron expectativas sobre tu hermano mellizo?

—Cuando empezó la causa en 2005, se planteó la hipótesis de que en el Hospital Militar hubo una maternidad clandestina. En 2006 el Tucu (Costanzo) da un reportaje y dan conmigo en 2008, pero en el medio van buscando el testimonio de las enfermeras, de otros testigos. Cuando eso empezó buscaban a la bebé porque el melli decían que había fallecido. Ahora, en la instancia del juicio oral cambió, a mí no me quedan dudas de que está vivo. Porque se fueron escuchando las voces que empiezan a aparecer: que en el Hospital Militar nació vivo, que la enfermera lo cambió de ropa, que teníamos un peso más o menos normal, que estaba bien. Después nos derivan al IPP donde nos ingresan como Soledad López y NN López, provenientes del Hospital Militar, y egresamos los dos el 27 de marzo de 1978. Y tenés que de los médicos ninguno se acuerda, y que para poder sostenerlo terminan hasta poniendo en riesgo la coherencia de su práctica profesional. Ante las preguntas se tienen que ir cubriendo, esa mentira, eso que no dicen. Pero lo más maravilloso que es que podemos encontrar a nuestro hermano y no solamente juzgar a los militares. Y eso es sumamente valioso y de alguna manera es poner de nuevo los valores y principios en orden. Veo a las enfermeras contra el silencio y la cobardía de los médicos.

Fuente: Diario La Capital, de Rosario

“Quería sacarse un peso de encima”

ESTELA DE CARLOTTO DECLARO POR TELECONFERENCIA EN EL JUICIO POR ROBO DE BEBES EN PARANA
La titular de Abuelas de Plaza de Mayo contó que en el año 2000 un médico del Instituto Privado de Pediatría de Paraná la llamó para contarle que en 1978 habían atendido a dos bebés que serían los mellizos de Raquel Negro, quien sigue desaparecida.

Por Alejandra Dandan para Pagina|12

 

La imagen conectó durante una hora la sala del juicio por el Hospital Militar de Paraná con una pequeña sala del Consejo de la Magistratura de Buenos Aires. Ahí, Estela de Carlotto se sentó frente a una pantalla dispuesta a hablar sobre el encuentro que tuvo en el año 2000 con un médico del Instituto Privado de Pediatría de Paraná. El Instituto era una minúscula clínica privada que recibió durante la dictadura a hijos mellizos de Raquel Negro, a días del nacimiento. “Porque era uno de los médicos que estuvieron ahí, él suponía que la niña ingresó primero y como lloraba tanto trajeron a su mellizo para que la acompañara”, dijo la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. “Como parecía que el varoncito no estaba muy bien de salud, por eso su ingreso fue posterior a la niña, deciden poner a los dos hermanitos juntos para superar de alguna manera la soledad en la que se encontraron en el lugar de internación.”

El llanto, la soledad de esos dos bebés, y un cuadro que está cambiando con el avance de la causa: la enfermedad de aquel niño de la que hablan una y otra vez los testigos, que siempre puso en duda su supervivencia, es descartada por las querellas convencidas a esta altura del juicio que todos los testimonios aportan nuevas evidencias de que el niño vivió. El niño, que es el hermano de quien ahora es Sabrina Gullino, en tanto sigue desaparecido.

La reunión de Estela de Carlo-tto en el año 2000 fue con el médico Miguel Torrealday, uno de los cuatro dueños del Instituto Privado de Pediatría. Participaron él, una hija, Estela y entre otros la entonces abogada de Abuelas, Alcira Ríos. Mientras Estela declaró, los jueces, fiscales y querellas intentaban entender la fiabilidad del relato del doctor. Preguntaron por el libro de registros que él llegó a mostrarle. O desde cuánto tiempo antes tuvo esa información. No lo dijeron, pero: ¿por qué demoró tanto en contarlo? Estela, sin embargo, volvió a la vieja escena sin sospechas, se detuvo y explicó. “Yo lo que creo es que el médico estaba preocupado en dar a conocer ese dato para la búsqueda de identidad de estos chiquitos: lo que él quería, creo yo, era sacarse un peso de encima, decir que sabía algo que había pasado en un instituto al que él pertenecía y no podía obviar que el origen podía ser el de los niños buscados por las Abuelas.”

Estela juró por “mi honor, por la patria, por Dios, que voy a ser veraz”. Explicó que viajó a Paraná en 2000 porque se iba a exhibir una película de niños secuestrados durante la dictadura. “Y se me convocó a encontrarme con un médico pediatra”, dijo. “El médico me dijo tener información importante sobre nuestra búsqueda y eran datos necesarios para nuestra tarea. Fuimos al Instituto Privado de Pediatría, cuando me expone que en 1978 habían llegado en diferentes fechas dos criaturas recién nacidas y cuyo origen y responsables, que están acreditados en el libro de actas de ese Instituto, era de origen militar. Fueron registrados una niña y un varón con pocos días de diferencia, seis días de diferencia, en el mes de marzo de 1978.”

Después, los dos niños, dijo, “egresaron el mismo día”. “El pago por los gastos de esos bebés los hizo la persona que los retiró, cuyo nombre no figura en los libros y el médico me mostró y me dijo que esos nombres también él los ignoraba.” A Torrealday le llamó la atención la cobertura de los gastos porque “todos los demás recién nacidos eran asumidos por una obra social o tenían un origen claro –dijo Estela–, menos estos dos que eran provenientes del Ejército”. Enterado, “supongo de la actividad de las Abuelas, facilitó las fotocopias del libro de ingreso y egreso que nosotros estudiamos con posibilidades de que sean los hermanitos buscados por las Abuelas”. En diciembre de 2008, Sabrina recuperó su identidad. “Y estamos en búsqueda de su hermanito, su mellizo, que posiblemente nuevos datos ayuden a encontrarlo y devolverle sus derechos conculcados.”

Miguel Torrealday era socio del Instituto. Ya declaró en el juicio, y también lo hicieron sus socios. Ninguno dijo haber sabido nada de los niños, un dato extraño para las querellas. Ana Oberlin es querellante de la causa. “El lugar es muy pequeño, tenía una capacidad máxima para ocho bebés, no era enorme, la sala era muy pequeña: los niños estuvieron 23 días la nena y 17 días el varón, en modo alguno pueden haber desconocido esa presencia si ellos además eran quienes atendían a los bebés, como dijeron las enfermeras, e ingresaban constantemente.”

El juicio por los crímenes del Hospital Militar de Paraná, ahora centrado en la apropiación de los hijos de Raquel Negro y Tulio “Tucho” Valenzuela, suma nuevos datos cada día. El miércoles declaró bajo juramento Eduardo “Tucu” Constanzo, ex personal civil de inteligencia (PCI) del Segundo Cuerpo de Ejército, cuyo testimonio alguna vez fue clave para encontrar a la niña. Constanzo les pidió a los jueces que investiguen al oficial Paul Navone, que está muerto: “Háganle estudios de ADN al hijo y sobrino de Navone que vive en Casilda –explicó–, porque siempre se comentó que Navone tenía un hijo de desaparecidos o él o el hermano”.

Una parte de las sugerencias de Constanzo se investigan hace tiempo en una causa paralela: todas las hipótesis son importantes, dijeron, por más descabelladas que parezcan. Más allá de Constanzo, el juicio aportó otros datos. Durante la instrucción se habían recogido pruebas porque varios ex empleados del hospital y del instituto se animaron a decir algunas cosas pero no explicaron demasiado: “En el contexto de este juicio –aclara Oberlin–, al participar y hablar en un escenario más ritualizado, salieron detalles que no teníamos hasta ahora y sin duda se abre con más fuerza la certeza de que el mellizo vive”.

Hubo referencias precisas sobre cómo fueron esos primeros días de los niños. Quedó claro por los testimonios, por ejemplo, que si un niño moría, no se lo anotaba en los libros de egresos. Y una de las preguntas que se cree que los médicos del instituto deberían responder es qué paso con el niño, por ejemplo, desde el momento en que salió del Hospital Militar y entró al Instituto de Pediatría. Oberlin cree que durante esos seis días pudo haber sido operado por el problema de cardiopatía y cree que son los médicos quienes deberían saberlo. Otro de los datos que no cierran es un eje sobre los documentos. Una de las fiscales le preguntó a Estela de Carlotto si en aquel año 2000, el médico le dijo que habían perdido todas las historias clínicas en una inundación. Esa fue una de las explicaciones que él mismo dio durante la audiencia. “Es muy sospechoso –aceptó Estela– que desaparezcan datos que nos pueden llevar a perseguir a los depredadores.”

 

“Un acto totalmente injusto”

 

Después de Estela de Carlotto, declaró desde Buenos Aires para el juicio del Hospital Militar de Paraná Miguel Bonasso. El periodista, ex integrante de la organización Montoneros, estuvo con Tulio “Tucho” Valenzuela en México cuando Tucho llegó en una operación clandestina de los militares y denunció que lo habían llevado para ejecutar a los dirigentes de la organización. La denuncia puso en riesgo la vida de Raquel Negro, que seguía de rehén en un centro clandestino en Argentina. Pese a eso, Bonasso recordó que alguna vez supo que ella estaba orgullosa de su marido. “Si fue así, ¿por qué la organización sometió a Tulio a un juicio revolucionario? ¿Por qué lo degradó?”, preguntó, palabras más, palabras menos, de pronto el presidente del Tribunal Oral Federal, Roberto López Arango, para sorpresa de la sala.

“La razón por la que la cúpula lo sometió a juicio fue un acto totalmente injusto, que motivó mis críticas y fue uno de los factores que me llevaron a la ruptura”, dijo Bonasso. “Porque fue un acto stalinista, creo que Tucho tuvo un comportamiento heroico y tan heroico como cuando lo mandaron al país para una cita envenenada, y se tomó la pastilla de cianuro y murió porque era dable suponer lo que le habrían hecho estos asesinos si lo hubiesen podido capturar vivo. Lo eludió por la pastilla, esto muestra que la conducta coherente y congruente era una marca orgullosa de él y de lo que la degradación significó.”

 

 

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-177399-2011-09-23.html

 

Historias del más acá: De tinieblas que se disipan

De tinieblas que se disipan, anuncia Hernán López Echagüe. Y continúa:

“Los militares latinoamericanos le brindaron a la palabra desaparición una magnitud desmesurada en nuestro vocabulario. Acaso ignoraban que, por sencilla derivación o consecuencia semántica, le estaban otorgando idéntico poder y tamaño a la palabra búsqueda. Desaparición remite a sombras, encierro y quietud; búsqueda, en cambio, a movimiento, intemperie, acción, y, como factible y lógica culminación, hallazgo”

* Fragmentos de “Palabras profanas”, por Hernán López Echagüe.

De senderos que se abren, arrojando algo de luz al fin. Algo. Entonces aparece. Aparecen. Como asomándose, en ese movimiento incesante así inevitable, reminiscencias que apenas uno puede percibir, se hacen carne. En movimiento. Y entonces una energía recorre el cuerpo, alguna sensación conocida, otra vez, permanece y escapa al mismo tiempo de cada recoveco. Y ahí el encuentro.

“La búsqueda y la evocación no tienen fecha de caducidad. El hallazgo tampoco”, otra vez resuena López Echagüe. Y así Sabrina, puede evocar en cada palabra, en cada pensamiento, en cada sensación, algo de ese movimiento, de esa energía que la hizo emerger. Que la hace emerger. Infinita. Hoy en Historias del más acá, la escuchamos.

 

[audio:http://mesajuicioycastigo.com.ar/audio/historias-del-mas-aca.mp3|titles=Historias del más acá]

Micro emitido (17/04/2011) en Bárbaros 2011 por Radio Universidad Rosario, 103.3 mhz.

 

Sabrina me apareció, sí. Como de repente, asomando, en uno de esos momentos que uno casi nunca imagina, ni espera. Una sensación conocida, otra vez, recorriendo mis entrañas y el recuerdo de eso que dicen “al azar de los encuentros”.  Y de los cuerpos. De la sincronicidades y de las intensidades que uno deja pasar sólo en ese preciso instante, justo, nada más ni nada menos, así tan breve, y al fin conecta. Con algo. Haciéndose carne.

Podría decir, que algo parecido resultó mi encuentro con Sabrina. Aunque debo admitir que a esa altura ya no se trataba de una simple aparición, no lo creo.  A esa altura, ya había más cosas en juego, intentando hallarnos. Eso. Entonces nos hallamos. Las sincronicidades, otra vez.

Lejana su voz por teléfono, esta vez sabía que sería distinta. Cómo imaginar sus gestos, sus movimientos, las expresiones que irían mutando su rostro deviniendo en una emoción nueva a cada momento. Con cada palabra. Con cada fragmento relatado. Cómo. Pero uno nunca sabe.

Lentamente, decidí acomodarme en la silla del escritorio, cerré las puertas para que nadie se entrometiera en la ocasión y la llamé. Así nomás.
Sabrina parecería sonreír todo el tiempo, o al menos es lo que voy percibiendo lentamente, después de cada oración, de cada susurro intentando esquivar la distancia a través del tubo del teléfono. Su tono suave, de a poco se anima a ir soltando las primeras palabras, aunque aún se la presiente movediza, como de no saber qué es lo que va a suceder: “¿Las preguntas van a salir grabadas?”, me pregunta ansiosa y con algo de incertidumbre. Es que yo tampoco sé muy bien que va a ocurrir. “No, no” le respondo, apaciguándola, así ella “Entonces me presento”, firme y segura y se anuncia al fin.

“Mi nombre es Sabrina Gullino Valenzuela Negro, yo recuperé mi identidad en diciembre del 2008, vivo en Rosario, soy hija de Tulio Valenzuela y Raquel Negro”,  esas son sus palabras exactas, claras, las que bastan para dar cuenta de ese pequeño e inmenso al mismo tiempo, fragmento de historia que le ha sido arrebatado alguna vez. Fresca se la escucha, mientras comienza a contarme un poco más acerca de todo ese descubrimiento que no hacía mucho había comenzado: “A mí me adoptaron mis papas Gullino, me crié en Villa Ramallo, y siempre supe que era adoptada. Era una familia muy sencilla, por ahí cuando tenía dudas sobre de dónde venía, pensaba en toda las historia de los nietos restituidos y no daba el perfil de mis viejos como apropiadores, entonces fui como pateando siempre para delante esa duda hasta que a fines del 2008 decido llamar a Abuelas, me comunico con Iván Fina para que me de la entrevista para hacerme un ADN. Resulta que paralelo a eso, hacía cinco años, en la provincia de Entre Ríos, en Paraná, se estaba llevando a cabo una investigación, la causa Hospital Militar de Paraná, que es una causa que se eleva a juicio oral y público este año. Y en ese cruce de casualidades y causalidades, justo la misma semana que yo había llamado a Iván para hacerme el ADN, es que me llega una citación y bueno, viajo a Paraná para hacerme el ADN y resulta que sí, después de esperar 20 días los resultados, era hija biológica de Tulio Valenzuela y Raquel Negro, dos militantes montoneros que fueron secuestrados el 2 de enero de 1978, en Mar del Plata, cuando mi mamá estaba embarazada de mellizos, o sea estaba yo en la panza y un hermano varón que ahora nosotros estamos buscando. Y en ese lugar en Mar del Plata también estaba mi hermano Sebastián.”

donde está el sol,
luz vertical,
arde la tierra
preñada de sal

La historia que me cuenta Sabrina me resulta increíble, en cada partecita. Mientras avanza, con esa magia, como cautiva sólo puedo permanecer con el teléfono en la mano, asombrada, quieta y sin palabras. Mil pensamientos al mismo tiempo y emociones que no sé muy bien por dónde hacer escapar. Cómo, otra vez me pregunto por dentro, insistente vuelvo; cómo poder imaginarme, apenas algún gesto, su sonrisa, su serenidad con la que me relata de a poco esa importante parte de su vida.

Entonces retorno a su infancia y con ello, a los comienzos de la búsqueda. Es que quiero saber algo más acerca de cómo había sido ese proceso, esas primeras dudas que la habían arrojado a tomar la decisión. Ese tramo del camino que la fue arrimando hacia su historia, su identidad, sus raíces. “Yo crezco en Villa Ramallo, y tengo una vida en un pueblo, así con muchos amigos… cuando paso la secundaria, bueno, uno va teniendo así como más idea sobre el terrorismo de estado, sobre todo en la universidad. Estudié Comunicación Social en Rosario y estaban los chicos de H.I.J.O.S, el tema de la dictadura se hace más conocido cuando estudias y yo ahí me empiezo a preguntar si seré hija de desaparecidos…”

Naturalmente Sabrina me cuenta que así como cualquier niño pregunta a su madre sobre el momento del parto, ella preguntaba, casi inocentemente a sus padres adoptivos, cómo había sido el proceso de su adopción y cómo la había ido a buscar en ese entonces. Sus palabras me resuenan, intensas, otra vez. Esa fortaleza y esa convicción que respalda y acompaña cada evocación, a sus padres, a su infancia, a sus momentos de incertidumbre.

“Las dudas siempre están, pero por ahí, estar en una familia que te dio todo, que te trató con la verdad… También es como que todo se fue basando sobre la verdad, no hubo una cosa oscura con la adopción, con nuestra adopción y la de mi hermana. Siempre fue una familia unida y eso fue un tema charlado sobre la mesa, con chistes… Entonces cuando yo dije, esto es algo pendiente, lo voy a hacer porque no puede ser que no lo haga, ahí se cruzó la información, se cruzó mi deseo de hacerlo y una fuerza de todo un movimiento y una búsqueda que había empezado mi hermano en el 2005 en el registro único de la Verdad, ahí en Paraná”.

con su color,
de eternidad,
tejen la vida
y un viejo telar

Luego de idas y vueltas, reminiscencias que van brotando de a poco, Sabrina me comienza a narrar el encuentro con su hermano mayor, Sebastián. Evidentemente las acciones fueron perfectas, por cierto, cada vestigio fue encajando, fue componiéndose como piezas de rompecabezas y así uno piensa entonces que no le caben a la palabra hallazgo, a la palabra encuentro, todas estas cosas. Estos afectos. Uno nunca sabe.

“Qué haces negrita” ese fue el saludo de su hermano Sebastián, primer acercamiento, luego de tanta ida y vuelta. De tanta espera. Y entonces con gracia y esa sonrisa que parece entreverarse con su voz, Sabrina eternamente retorna a cada momento de aquél instante:

“Queres que nos conozcamos… venite a mi casa, pero vení vos solo, porque me imaginé que iba a venir con un montón de personas, imaginate…” me dice alborotada y sigue: “Cuando iba caminando por el pasillo, pensaba, es la primera vez que voy a ver a alguien de mi sangre, alguien que puede ser parecido a mí, eso no me lo voy a olvidar nunca, era la primera vez que lo veía… me trajo un montón de fotos y hablaba rápido, rápido y yo lo miraba porque no escuchaba lo que me decía…” otras vez su risa, que puedo notar en la distancia, me contagia aquella energía que anda el cuerpo cada vez que nombra a su querido hermano.
Encontrarse con esa historia, con sus orígenes, con su pasado significaba también encontrarse, hallarse con nuevas emociones, con su misma sangre, con otros apellidos, con otros nombres, otras palabras, por cierto, con otros recuerdos, mil anécdotas, mil sensaciones. Y así me relata cómo fue conectando con toda esa parte de la familia, que nunca había conocido. Que estaba, seguro, en alguna parte de la tierra, pero que recién ahora ella es consciente de que todo aquello existe.  En San Juan, en Santo Tome, los hermanos de sus viejos, los tíos, primos.

pueblo cantor,
donde el dolor,
del la vidala
desangra su voz

De la esperanza, de la convicción, de la fortaleza, de la ilusión inconmensurable que la acompaña día a día a Sabrina, en la búsqueda de su hermano mellizo. Y me cuenta de ese modo, el juicio oral que comienza este año en la causa del Hospital Militar de Paraná, y toda la investigación que comenzará sobre lo que respecta a maternidad clandestina. “Decir que lo estamos buscando y poder saber algo sobre el paradero del melli”, es lo único y principal que continua destacando Sabrina en el relato.

Me animo a preguntarle entonces que piensa sobre la palabra hallazgo, que significado contiene para ella, o qué cosas intervienen en semejante expresión. Ella no para de iluminarse, es que en verdad casi todas las personas hablan siempre de su “aparición” así, de repente.

“Esta buena esa palabra”, me dice sobre el hallazgo, como confortándose, confortándome. “Siempre dicen en realidad que yo les aparezco a los otros, y yo a veces siento que para mí es al revés, por todo lo que encontré. Es una energía, una vorágine de información, no es un proceso fácil… espero estar a la altura de todas las circunstancias que tienen que ver con reivindicar la lucha de mis viejos, de acompañar a mis hermanos en la búsqueda del otro melli. Estar a la altura de todos los otros compañeros que fui encontrando y que fui conociendo, que fui compartiendo este momento de mi vida, con los chicos de H.I.J.O.S, las personas del espacio de Juicio y Castigo, de APDH, de familiares… Para mí el hallazgo también es eso, todo lo que se me suma y también es el peso o las responsabilidades de acompañar… Yo pude participar de esa instancia de justicia porque durante 34 años hubo un montón de personas, las abuelas, las madres, que se pusieron esto al hombro y con un montón de fuerza y de valor y no en un momento propicio como el que estamos viviendo ahora nosotros, como es el tema de los derechos humanos; y ellos empezaron a luchar por saber donde estaban sus hijos”.

Creo que sus palabras son más que suficientes, claras, transparentes. Sabrina habla de un alivio, de la tranquilidad que hoy siente aunque aún le resulta difícil poder dar cuenta y visualizar todo esto que le sucedió, que le sucede: “Es como que te centra en el mundo tener toda la información, saber de dónde venis, porque te gustan tales cosas, o no te gustan tales otras… es completar un capítulo fundante que me faltaba, ahora lo tengo y eso modifica todo el devenir de mi historia personal”.

“Alivio” otra vez, desacoplan sus labios. Y continúan diciendo que no importa si son pequeñas o grandes las dudas que pueda tener uno, sino que hay que jugarse, animarse y tomar la decisión para alcanzar la verdad. La verdad. Como lo hizo ella: “A veces resulta un  camino doloroso, pero a la larga siempre hace bien…”.
Nuestra conversación va terminando, creo que está todo dicho. Cómo imaginar sus gestos, sus movimientos, sus emociones. Otra vez. Cómo poder transmitir apenas algo, de lo que siente, de lo que voy sintiendo yo al mismo tiempo. La palabra hallazgo, definitivamente no le cabe. Imposible abrazar todos los encuentros, los recuerdos, las emociones, los afectos, las pequeñas historias con las que fue conectando Sabrina. Sólo espero, puedan percibir apenas un atisbo, algo, de lo que siente, de lo que voy sintiendo.

 

«No pudieron destruir a la familia»

DECLARARON LOS HIJOS DE RAQUEL NEGRO EN EL JUICIO A REPRESORES EN PARANA

Sabrina ofreció un testimonio contundente y emotivo, y pidió a la sociedad paranaense colaboración para localizar a su hermano mellizo. Otro hermano, Sebastián, hizo hincapié en la desmemoria de los médicos que atendieron el parto de su madre.

Por Juan Cruz Varela
Desde Paraná

Fueron cuarenta minutos intensos, llenos de nerviosismo y con una profunda carga emotiva. Hasta una jueza y la esposa de uno de los imputados dejaron escapar alguna lágrima. Sabrina Gullino contó detalladamente cómo ha ido armando su historia y reconstruyendo su identidad desde que en diciembre de 2008 se enteró que es hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela y que nació en el Hospital Militar de Paraná.

Se la notaba nerviosa, a pesar de que se mostraba sonriente, pero eligió cada palabra. Por momentos el silencio se adueñó de la sala, pero su testimonio fue seguro y contundente. Y no dudó en hablarle directamente a los imputados: «Los reos, me dijeron que les puedo decir así y que eso no es un insulto, son los responsables del secuestro de mi mamá, mi papá y mi hermano Sebastián; intentaron destruir a mi familia. Pero quiero que quede claro que no pudieron. Yo estoy acá y hablo también en nombre de mi hermano mellizo, que está desaparecido», les dijo mirándolos a la cara. «Ojalá se atrevan a romper el pacto de silencio y decir dónde está mi hermano. A la condena la tendrán igual, pero quizá quieran participar de otra manera en la Historia», agregó. También declaró su hermano,

Sebastián Alvarez, hijo de Raquel.

Las palabras de Sabrina sorprendieron y descolocaron a los imputados. Pascual Oscar Guerrieri, Jorge Alberto Fariña, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Dionisio Pagano, Marino Héctor González y Juan Antonio Zaccaría quedaron en silencio.

-¿Conoció usted a su madre biológica? -le preguntó el fiscal Candioti.

Sabrina lo miró a los ojos y le respondió con un silencio cargado de tensión que pareció interminable. Le sostuvo la mirada durante unos cuantos segundos hasta que el fiscal retomó la palabra.

-Yo le voy a hacer algunas preguntas que tal vez sean dolorosas pero es necesario para llegar a la verdad de lo que estamos investigando -insistió el fiscal.

-Debo haberla conocido, pero no me acuerdo. Era muy chiquita -respondió entonces Sabrina, ya con una sonrisa.

En otro tramo, la hija de Raquel Negro y Tucho Valenzuela reconoció también el aporte de las enfermeras que brindaron datos para la restitución de su identidad porque «se pusieron al hombro la verdad y expusieron lo que sabían ante la justicia», pero pidió que los médicos y a la sociedad paranaense colaboren para localizar a su hermano mellizo.

«Yo fui criada en una familia a la cual adoro; pero la verdad es que soy el resultado de dos imposibilidades: la primera es que yo debí haber crecido con mi mamá Raquel, mi papá Tucho y mis hermanos y quizás ni me llamaría Sabrina; y la segunda es que tendría que haberme criado con Sebastián, mis abuelos biológicos y mis tíos. Cómo cambia la vida», reflexionó sobre el final de su declaración.

Luego declaró Sebastián Alvarez, el hijo de Raquel Negro y hermano de Sabrina, que estuvo unos días en la Quinta de Funes cuando tenía un año y ocho meses. Su testimonio hizo hincapié en la desmemoria de los médicos que atendieron el parto de su madre. «Hay una clara diferencia entre las enfermeras que recuerdan el caso y los doctores que no recuerdan nada. A esto nos referimos cuando hablamos de las complicidades civiles con la dictadura. Hay un silencio sobre lo que pasó con los chicos», afirmó. Y en ese marco, aprovechó para reclamar a la sociedad paranaense que aporte todo cuanto sepa para tratar de localizar al mellizo varón. «Apelamos a la buena voluntad de la gente y a la memoria de los médicos y enfermeras porque necesitamos encontrar a nuestro hermano», sentenció.

En tanto, el represor Eduardo Costanzo no se presentó y en cambio envió una serie de certificados médicos en los que se consigna que padece un cuadro de diverticulitis aguda, por lo que su declaración será reprogramada para cuando esté en condiciones de hacerlo.

 

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/18-30246-2011-09-01.html