del recinto
Dia 12 : Dri exigió a sus secuestradores que digan “dónde está el hermano de Sabrina y Sebastián”
El sobreviviente de la dictadura reconoció a los represores por sus nombres de guerra y los señaló como los encargados de los centros clandestinos de detención de Rosario. Confirmó que Raquel fue traída al Hospital Militar de Paraná para dar a luz y que los dos bebés estaban vivos.
por Alfredo Hoffmann (especial para Mesa Juicio y Castigo)
Desde Panamá, por videoconferencia, Jaime Dri declaró este viernes ante el Tribunal Oral Federal de Paraná e involucró a los acusados Pascual Guerrieri, Jorge Fariña, Juan Daniel Amelong y Walter Salvador Dionisio Pagano con el cautiverio de Raquel Negro embarazada y su traslado al Hospital Militar de Paraná para dar a luz. Además, un ex fisioterapeuta del nosocomio castrense declaró haber visto allí a una mujer detenida y custodiada entre 1977 y 1978; mientras que el periodista Reynaldo Sietecase recordó las revelaciones que le hiciera el represor Eduardo Costanzo durante una entrevista.
Dri les hizo una exigencia a los imputados que fue en la misma línea que la lanzada por los hermanos Sabrina Gullino y Sebastián Álvarez cuando les tocó dar su testimonio: “Les digo a Sebastián, Jorge, Daniel y Sergio II que hagan un acto histórico y digan dónde está el hermano de Sabrina y el Sebas. Rompan el pacto de silencio”. Sebastián era el apodo de Jorge Alberto Fariña, Jorge era Pascual Oscar Guerrieri, Daniel era Juan Daniel Amelong y Sergio II era Walter Salvador Dionisio Pagano. Dri los volvió a reconocer este viernes sentados junto a los otros dos acusados Juan Antonio Zaccaría y Marino Héctor González.
También hizo una reflexión: “Después de San Martín y Bolivar, siguen los mismos que detentan el poder contra los que levantan las banderas para dejar de ser esclavos y ser un pueblo libre y justo. La clase dominante argentina decidió mediante un método salvaje desaparecer a toda una generación. A 35 años, esos compañeros míos que fueron tirados al fondo del mar son esa juventud que no se resigna a ser esclavos y a que haya miles en la pobreza. Pongamos todos nuestro esfuerzo para construir una sociedad donde no nos enfrentemos más”.
El ex diputado justicialista dijo que María –apodo con el que conoció a Raquel Negro– fue secuestrada en Mar del Plata el 1 de enero de 1978 junto a su hijo Sebastián, que tenía un año y medio, y su pareja Tucho Valenzuela. Al día siguiente los tres llegaron a la Quinta de Funes, donde él estaba desde fines de 1977. Cuando el fiscal José Ignacio Candioti le preguntó, quién la tenía detenida a Raquel, dijo que “el de mayor rango era Jorge”, por Guerrieri, y quien comandaba el grupo operativo era Sebastián, por Fariña.
Un domingo por la tarde, cuando Tucho acababa de aceptar participar de la llamada Operación México para asesinar a la cúpula de Montoneros, que luego desbarataría, Raquel salió de la Quinta de Funes acompañada de miembros de la patota. Fue a Santa Fe a dejar a su hijo mayor con los abuelos maternos. Luego de la fuga de Tucho y de su denuncia internacional de las violaciones a los derechos humanos, todos los detenidos fueron trasladados a la escuela Magnasco, en Rosario, y de allí a La Intermedia, en la autopista que une esa ciudad y Santa Fe. Desde ahí Raquel fue “sacada en dos oportunidades: la llevaron a Paraná a los efectos de un chequeo médico”. No la llevaban por la autopista, sino que la retiraban por un camino de tierra que pasaba por debajo de un puente, que Dri reconoció durante una inspección que se realizó en el marco del juicio en Rosario.
Sobre la Operación México, el militante nacido en Chajarí relató: “A partir de la detención y secuestro, Tucho aceptó colaborar. Se redactaron informes en la oficina central de la Quinta de Funes, porque él supuestamente iba a una reunión de la conducción nacional de la organización. Se fue a las dos de la tarde, lo abracé y le dije ‘¡fuerza Tucho!’. Yo tenía mucha esperanza de que se iba a fugar”. A México iban, junto con Valenzuela, Amelong, Fariña, Jorge Cabrera y el montonero arrepentido Carlos Laluf. Luego agregó que “María sabía que Tucho se iba a fugar”, que ambos lo había acordado así.
Cuando regresó del segundo chequeo, Raquel le comentó que quienes la atendieron le habían dicho que todavía faltaba un tiempo para el parto. Por eso sorprendió lo que sucedió algunos días después: “Jorge reunió a todos. A mí me dijo que si querían me mataban y a María le comunicaron que nuevamente la llevaban a Paraná. Era de suponer que pudiera haber un desenlace peor”.
“La llevaron una mañana temprano. Al poco tiempo llegó la noticia de que había tenido mellizos, que estaba bien y en pocos días la iban a traer a la Intermedia”, dijo Dri. Inclusive recordó que alguien dijo: “Este hijo de puta de Tucho encima tuvo mellizos”. Era claro que ambos bebés estaban vivos, pese a que luego se echó a circular la versión de que el varón falleció. También que la habían llevado al Hospital Militar de la capital entrerriana. Luego a él lo trasladaron a la ESMA y ya no volvió a ver a Raquel, que hoy continúa desaparecida.
Dri describió aspectos de cómo funcionaban los centros clandestinos de detención: “Nunca vi personal uniformado en la Quinta de Funes y en La Intermedia. En Funes, para el vecindario se trataba de una quinta de descanso de los militares, por eso estaban siempre de civil y también los gendarmes que hacían la custodia, con los fusiles Fal escondidos para que no los vieran”. Pese a eso, internamente los militares se llamaban entre ellos por sus rangos: el mayor Jorge, el capitánSebastián y el teniente Daniel.
Todos los secuestradores tenían un compromiso ideológico con la llamada lucha antisubversiva. El testigo recordó especialmente que Sergio II (Pagano) era “un cuadro”, que incluso le regaló libros.
También recordó que al despedirse en una de las oportunidades que traían a Raquel a Paraná se abrazaron y ella le dijo: “Esperame, que después del parto nos fugamos juntos”.
Una detenida en el Hospital Militar
Luego de Dri declaró un testigo que se desempeñaba como fisioterapeuta en el Hospital Militar mientras hacía la conscripción. Contó que en una oportunidad lo enviaron a realizar una refuerzo de guardia a la sala de Enfermería del nosocomio, donde se encontraba una mujer detenida, atada de pies y manos.
Esto sucedió entre abril de 1977 y abril de 1978, que fue el periodo durante el cual realizó la conscripción. Raquel Negro estuvo cautiva allí durante la parte final de ese lapso de tiempo. De todos modos, el hombre no supo precisar si esa mujer se encontraba embarazada o si había tenido familia.
En esa habitación se realizaban tareas de enfermería. Había entre cuatro y seis camas y no tenía ningún cerramiento especial. Esa mujer no fue atendida por nadie durante el tiempo que el testigo estuvo de custodia.
Las revelaciones de Costanzo
Reynaldo Sietecase expuso ante el Tribunal sobre la entrevista que realizó al represor Eduardo Tucu Costanzo en junio de 1992. Durante las tres horas que duró aquel encuentro, el hombre que había llegado a la redacción del diario Rosario 12vistiendo un largo sobretodo negro, hizo una serie de revelaciones sobre la represión ilegal que el periodista rememoró ayer.
Sietecase recordó que Costanzo le habló de la “ejecución de 14 o 16 presos políticos” en lo que luego se confirmó que era el centro clandestino de detención La Intermedia. Entre esas víctimas el entrevistado nombró a María, seudónimo de Raquel Negro.
Entre los represores que estuvieron a cargo de aquella matanza, el ex servicio de inteligencia mencionó –entre otros– a Fariña y a Guerrieri, dos de los acusados en el juicio. En tanto, Costanzo aseguró que no intervino en los asesinatos, pero sí en la preparación de los cuerpos, a los que envolvieron con frazadas y ataron con alambres antes de que se los llevaran para ser arrojados desde un avión al mar.
“Después no pudimos encontrar más a Costanzo. Tiempo más tarde habló con otros periodistas, con Carlos Del Frade y José Maggi”, comentó el periodista. Y destacó que en esas posteriores declaraciones fue “abundando en más detalles”.
Además remarcó que lo que había dicho El Tucu en 1992 “empezó a cerrar” y a demostrarse como cierto. “Nunca nadie desmintió la nota”, dijo Sietecase, con excepción de Rodolfo Rieggé, quien en aquel entonces era flamante subsecretario de Seguridad del gobernador santafesino Carlos Reutemann y en otro reportaje negó haber tenido la participación en aquellos hechos que le había adjudicado Costanzo.
“Debe ser mi nota más importante en cuanto a lo que significó para la sociedad”, reflexionó sobre el final de su testimonio.
El Tribunal tendrá oportunidad de averiguar más sobre lo que sabe Constanzo cuando le tome declaración testimonial la semana que viene.
16 Sep
Día 11: La emoción por la restitución de Sabrina y la defensa de Guerrieri del terrorismo de Estado
En la causa por robo de bebés, Francisco Gullino contó cómo fue la adopción de la hija de Raquel Negro. Jorge Negro contó sobre la búsqueda de Raquel y de los mellizos. Guerrieri se burló de las víctimas del genocidio.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
La undécima audiencia del juicio por la causa Hospital Militar contó con los conmovedores testimonios de Raúl Francisco Gullino, el padre adoptivo de Sabrina; y del hermano de Raquel Negro, Jorge Rogelio. También se destacaron las declaraciones de el coronel retirado Horacio Pantaleón Ballester, del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida), y de la directora del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), María Belén Rodríguez Cardozo. La reivindicación del genocidio tuvo su capítulo con la sobreactuada intervención del acusado Pascual Oscar Guerrieri, quien llegó a bromear con el Tribunal y a burlarse del dolor de las víctimas y familiares.
En otra parte de la audiencia de este jueves el presidente del Tribunal no admitió las quejas de los querellantes por las preguntas del represor Juan Daniel Amelong al testigo Ballester. A entender de los abogados, el acusado que ejerce su autodefensa estaba “alegando” en lugar de hacer preguntas. No sólo que no se hizo lugar al planteo, sino que el presidente del Tribunal, Roberto López Arango, amenazó con expulsar de la sala al representante de Abuelas de Plaza de Mayo, Álvaro Baella. Cuando al final de la audiencia Baella quiso manifestar su oposición a esa advertencia, porque expulsarlo no es facultad del presidente solo sino del Tribunal, se la rechazó por extemporánea.
“Creíamos que era otro el mecanismo”
“Nunca nos imaginamos que Sabrina era hija de desaparecidos. Siempre pensamos que el mecanismo era otro: que los militares se quedaban con los hijos de los desaparecidos o que se los entregaban a los conocidos”, contó este jueves ante el Tribunal Oral Federal el bioquímico jubilado Raúl Francisco Gullino, padre adoptivo de la hija de los desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela. En su declaración en el juicio por la causa Hospital Militar, confirmó que los primeros días de abril fue con su esposa a retirar a la beba por orden de la Justicia de Menores al Hogar del Huérfano de Rosario, donde había sido abandonada por los represores en el marco del plan para la sustracción de Sabrina y su hermano mellizo por el cual se juzga a Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Jorge Fariña, Walter Pagano, Marino González y Juan Antonio Zaccaría.
“Con mi esposa nos casamos en marzo de 1973 y la intención era tener un bebé. Lo estuvimos buscando un tiempo prolongado y el bebé no aparecía. Entonces decidimos empezar a hacer tratamientos de fertilidad, que en ese momento no eran como hoy en día en cuanto a la eficacia; y estuvimos tres años aproximadamente y no conseguimos el embarazo. En ese momento decidimos adoptar un bebé”, relató Gullino.
«Nos anotamos en un listado del Juzgado de Menores de los Tribunales de Rosario; tuvimos un periodo de espera en el cual nos hicieron entrevistas. Quedamos a mal espera de recibir noticias y un día estábamos almorzando con mi señora y en Canal de 3 de Rosario aparece un movilero que va a hacer una nota al Hogar del Huérfano, porque habían dejado abandonado un bebé. Hicimos el comentario: ‘A ver si es para nosotros esta beba’”, continuó.
Tres o cuatro días después, el matrimonio recibió un llamado de la Justicia avisándoles que había una niña que le correspondía a ellos por el orden del listado. Una vez en Tribunales, les confirmaron que se trataba de la misma criatura que había sido abandonada; les dieron la opción de ir a retirarla ellos al hogar y aceptaron.
“En el Hogar del Huérfano nos hicieron pasar, la madre superiora nos mostró a Sabrina y nos dijo que la habían dejado abandonada en la puerta; pero no vieron nada, no escucharon nada. Alguien que salía o que entraba se encontró con la bebé y la tuvieron a su cuidado. Estuvimos un rato con Sabrina, hicimos la parte legal y ya la llevamos”, recordó. Eso fue el 3 de abril del 78, una semana después del abandono.
En el juzgado les dijeron que la niña podía tener en ese momento entre 35 y 40 días. En base a ese dato sacaron como fecha probable de nacimiento el 27 de febrero. Después un médico les dijo que podía tener menos días, 30, y ese cálculo coincide con la fecha real de nacimiento en el Hospital Militar de Paraná, que sería el 3 o 4 de marzo. “El estado de salud era bueno. La misma tarde que la retiramos la llevamos a un pediatra, pesaba 2,400 kilos y lo único que tenía era la cola muy paspada, pero en dos o tres días se solucionó el problema”. Nunca tuvieron conocimiento ni sospecharon que fuera melliza.
Sabrina nunca desconoció su condición de adoptada, ya que sus padres se lo fueron haciendo saber desde muy chica. Pero nunca se imaginaban ellos que era hija de desaparecidos: “Siempre pensábamos que el mecanismo era otro”, acotó.
Emocionado, Gullino dijo que lo único que le ocultaron a su hija fue que había sido abandonada, como forma de protegerla. Recién se lo contaron días antes de que se realizara el análisis de ADN, cuando ya los habían llamado desde el Juzgado Federal de Paraná y tenían la firme sospecha, por la información que habían leído en la prensa, de que era la hija melliza de Raquel Negro y Tulio Valenzuela.
Finalmente, Francisco hizo un agradecimiento a “todos los que han ayudado a Sabrina en todo este proceso, llámese la organización HIJOS, Abuelas de Plaza de Mayo, Secretaría de Derechos Humanos, a sus hermano Sebastián y Matías, a toda la gente que nos ha tocado conocer acá en el Juzgado Federal de Paraná que nos han tratado en forma tan amable”.
El mensaje del hermano de Raquel
«Quisiera hacer un pedido y un deseo: que con todo esto haya alguna persona que se mueva, que le llegue, que le toque, y que diga algo sobre mi sobrino; que dé una noticia», dijo Jorge Rogelio Negro, hermano de la desaparecida Raquel Negro, al declarar en el juicio por la apropiación de niños en el Hospital Militar de Paraná. “Porque sería bárbaro, como fue hermoso encontrar a Sabrina, llegar a concretar esto con la llegada de mi sobrino. Por eso pido a quien sea que aporte algún dato para poder llegar al final de todo esto”, agregó ante el Tribunal.
“Y también quiero decir que yo a Tulio Valenzuela, el papá de Sabrina, lo vi una sola vez en mi vida, no puedo decir que lo conocí, pero si conocí bien a Marcelino Álvarez y a Raquel Negro: estoy seguro que los tres relamente estarían orgullosos de sus hijos, muy orgullosos, de haber llevado adelante todo esto y también el haberse conocido, haberse querido tanto y llevarse tan bien”, remarcó.
Jorge Rogelio Negro recordó que en enero de 1978 una persona dejó a Sebastián –el hijo mayor de Raquel– en su casa, con una carta de la madre que decía que se iba a tener que quedar allí por un tiempo prolongado.
En ese momento Raquel estaba detenida en la Quinta de Funes. Luego, un mes y medio después, él y su familia recibieron una carta de Tulio Valenzuela donde les contaba que los tres habían sido secuestrados en Mar del Plata el 2 de enero y detallaba la Operación México, de la cual él participó simulando complicidad con los represores para luego denunciarlos internacionalmente.
El testigo también remarcó que, luego de enterarse por esa carta del secuestro de Raquel, él y su padre fueron en reiteradas oportunidades a Rosario a intentar obtener información, pero nunca los recibieron. “Nos hacían quedar afuera sentados en un banco tipo plaza y nunca nos atendían. No recuerdo dónde era”, mencionó. También presentaron recursos de hábeas córpus que no tuvieron eco.
“Después, particularmente yo concurrí a muchas reuniones de familiares de desaparecidos, en casas particulares, tratando de saber algo, tratando de averiguar. Terminaban en siendo reuniones para sufrir, porque terminábamos todos mal. Entonces nos fuimos dejando de ver”, dijo.
La búsqueda llevó a la familia a realizar la denuncia ante la Conadep y luego a dar sus muestras de sangre para un eventual cotejo de ADN, que terminó sirviendo para la restitución de la identidad de Sabrina Gullino.
“Yo quisiera hacer un reconocimiento o una especie de homenaje a Emelina Paoletti y Jorge Negro, son mis padres, que al haberles pasado esto con todo su sufrimiento –yo en ese momento lo sufrí como hermano y por ahí no dimensionaba, o sí, pero no como ahora que soy padre, el sufrimiento que pueden haber tenido ellos– nunca vi que bajaran los brazos”,destacó, emocionado.
“Por más que el sufrimiento fue mucho, porque se notaba, nunca los vi dejar de luchar y tratar de salir siempre adelante.Nunca me demostraron que estaban destruidos como estuvieron, siempre trataron de salir adelante. Si por ahí hubo cosas que se podían haber hecho y no se hicieron, no puedo reclamarles nada, al contrario. Todo mi reconocimiento y amor hacia mis padres que han llevado esto de la mejor manera que han podido”, concluyó.
“Nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales»
El coronel retirado Horacio Ballester, titular del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida), aseguró que “nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales”, contradiciendo así la habitual estrategia defensiva de los represores de que cumplían órdenes de sus superiores. “El bien de servicio no es la tortura, ni la violación, ni el robo de bebés ni todas esas cosas que hemos visto”, aseguró.
Además manifestó que todo aquel que tenía una postura contraria al terrorismo de Estado, como en su caso, eran expulsados de las Fuerzas Armadas, detenidos o asesinados.
En cuanto al robo de bebés, dijo que la dictadura argentina siguió “el ejemplo de (Francisco) Franco en España, en la post guerra civil”, cuando “también se apropiaron de los hijos de los comunistas”.
Luego arrojó una hipótesis sobre el destino de los niños robados: “Las Abuelas de Plaza de Mayo están haciendo una tarea muy meritoria localizando gente. Creo que van a encontrar los chicos que les entregaron a los represores o a los que dejaron en algún orfanato, pero se deben haber vendido algunos o bastantes al comercio de bebés. A los rubios de ojos claros creo que no los van a encontrar nunca, estarán viviendo en Alemania, en Estados Unidos y no tienen la más mínima idea de quiénes son. Esta es una opinión muy personal”.
En un momento de esta testimonial, el imputado Amelong comenzó a realizar preguntas a Ballester en ejercicio de su autodefensa. Sus interrogaciones apuntaban a artículos de reglamentos militares, en lo que se parecía más a un examen que a un juicio. La situación irritó a la querella, que objetó la intervención del represor, porque en vez de preguntar estaba «alegando».
Sin embargo, el presidente del Tribunal, Roberto López Arango, permitió que el militar ya condenado por gravísimos delitos de lesa humanidad continuara con sus disresiones que nada tenían que ver con los delitos investigados, mientras que amenazó con hacer retirar de la sala al abogado de Abuelas de Plaza de Mayo, Álvaro Baella, por manifestar su disconformidad con la decisión del magistrado.
El militar democrático puso énfasis en la posibilidad de desobedecer las órdenes ilegales: “El militar no es un cumplidor de órdenes robótico, si cumple o no es un problema de conciencia”, afirmó. En otro pasaje citó ejemplos de órdenes a todas luces ilegales que se impartían durante la dictadura: “Un día asaltar una estación de servicio, otro día ir a violar a las detenidas en Ezieza”. La respuesta mereció un extenso aplauso de la sala y provocó la ira de los represores.
Finalmente, María Belén Rodríguez Cardozo, directora del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) con sede en el Hospital Durand, confirmó en el juicio el correcto procedimiento que se llevó a cabo para confirmar la pertenencia de Sabrina Gullino al grupo familiar Valenzuela-Negro. Dijo que “se arribó a lo que se llama probabilidad de parentalidad” con un 99,9999% de precisión, y aclaró que “el 100% nunca se puede obtener matemáticamente”.
La furia de Guerrieri
Pascual Oscar Guerrieri, el militar retirado de más alto rango de los enjuiciados por robo de bebés en Paraná, pidió ampliar su declaración indagatoria este jueves, irritado por las expresiones de su camarada democrático Horacio Ballester.
La furia de Guerrieri –ex segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario– alcanzó su clímax cuando, con una alta dosis de teatralidad, pidió al Tribunal que lo fusile. “Hoy todavía sigue la guerra contra nosotros, ha tomado el camino jurídico. En todos lados están juzgando militares por esto. En primera línea de la guerra jurídica están los jueces federales. Cuando cambiaron la ley de Obediencia Debida, ¿por qué no pusieron la ley de fusilamiento? Estaría contento de estar frente a un pelotón de fusilamiento. Si es posible que nos fusilen, le peticiono a las autoridades”.
En algunos pasajes de su declaración jugueteó con el dolor de las víctimas y familiares. Por ejemplo cuando dijo: “Jamás me hubiera puesto a ordenar robo de bebés. No lo hubiera aceptado nunca por formación moral. Tengo cinco hijos y ocho nietos, ¿para qué quiero un bebé más?¿Para venderlo a Alemania?”.
El represor intentó desligarse de la Doctrina de la Seguridad Nacional –sobre la que se había explayado Ballester– diciendo que como “soldado” no era “responsable de la política nacional que adoptan los gobiernos de turno”. Y agregó: “¿Qué podíamos hacer nosotros cuando el país adoptó una posición ideológica, política, en el bloque de naciones al que se adhirió?”.
Sin embargo, más adelante se refirió a esa Doctrina como una “mentira” y dijo: “Jamás he tenido en la mano ningún manual de la Doctrina de Seguridad Nacional, ni ningún norteamericano me vino a decir que hiciera esto. Lo hicimos en Argentina o lo hicieron los que lo tenían que hacer” .
15 Sep
Día 10: Las confesiones de Costanzo, la intervención de Torrealday y la impunidad de los asesinos
En el juicio por la causa Hospital Militar, Del Frade contó la versión de Costanzo de que Fariña se llevó a la hija mujer de Raquel Negro. El hermano de Coco Erbetta dio detalles de la impunidad de que gozaban los represores. Una testigo dijo que Miguel Torrealday le dio una explicación “medio confusa” cuando le preguntó por qué había un niño sin identidad en el IPP, proveniente del Hospital Militar, en 1978.
Por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
En la décima jornada de debate del juicio oral y público por robo de bebés durante la dictadura se escucharon tres testimonios de peso: el del hermano del desaparecido Victorio Erbetta y militar retirado, que dio cuenta de la internación de embarazadas detenidas para dar a luz en el Hospital Militar de Paraná, lo que refuerza la hipótesis del funcionamiento de una maternidad clandestina; el de una enfermera del Instituto Privado de Pediatría que declaró haber atendido a un bebé NN proveniente del nosocomio castrense al que atendía el médico Miguel Torrealday; y el del periodista rosarino Carlos Del Frade, quien aseguró que durante, una entrevista, el represor Eduardo Costanzo le dijo que el imputado Jorge Fariña se había llevado a la hija mujer de Raquel Negro después del parto.
Por el robo de los mellizos de Negro –nacidos en el Hospital Militar entre febrero y marzo de 1978– y la sustitución de sus identidades, el Tribunal Oral Federal de Paraná juzga a seis represores: Fariña, Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Marino Héctor González, Walter Salvador Pagano y Juan Antonio Zaccaría.
Del Frade brindó un testimonio basado en las revelaciones que le hiciera Costanzo –miembro de uno de los grupos de tareas rosarinos– acerca del parto de Raquel Negro. Durante entrevistas periodísticas, el ex servicio de inteligencia que es testigo en la causa le contó que la detenida había tenido mellizos en Paraná, un varón y una mujer, y que el varón murió en el parto por estrangulamiento con el cordón umbilical. Esto se lo dijo Costanzo durante las entrevistas realizadas en la década del 90, cuando sólo se sabía que Raquel había sido traída a la capital entrerriana para el parto –por el libro de Miguel Bonasso, “Recuerdo de la muerte”– pero no se sabía nada sobre los niños. También Costanzo le dijo que “Fariña se la llevó” a la bebé mujer.
Asimismo, Del Frade dijo que entrevistó en dos ocasiones a Amelong en Rosario y en ninguna de las dos oportunidades el imputado quiso hablar sobre el caso de los hijos de Negro.
“He realizado entrevistas a Costanzo, en tres o cuatro oportunidades, sin grabación de por medio. Y he hablado con él sobre el tema de Raquel Negro. Las primeras entrevistas se dieron en 1997, las otras en 1998 y contactos informales a posteriori, probablemente en 1999 y 2000”, recordó.
“Recuerdo especialmente una nota con Costanzo porque la escribí en el libro ‘Matar para robar, luchar para vivir’, de 2004, y también en ‘El Rosario de Galtieri y de Feced’, del año 2000. Esa entrevista fue el 15 de diciembre de 1997. Particularmente la recuerdo porque fue en el domicilio del propio Costanzo en Pueyrredon al 2900 de Rosario; muy cerca de un lugar tristemente célebre que fue la Casita de los Ciegos, que fue un hecho de secuestro de personas de 1977. La entrevista fue al mediodía, Costanzo estaba con un traje marrón y exhibía una corbata con dibujos de Pluto, Mickey, Tribilín, esos dibujos clásicos de Walt Disney. Era contrastante la figura”, rememoró Del Frade ante el Tribunal.
“Costanzo me ratificaba la necesidad que tenía de hablar de lo que había pasado en la Quinta de Funes, porque en las entrevistas en la calle o en los bares cercanos a las radios donde yo trabajaba ya me había dicho su intención de contar mucho más que lo que había contado Bonasso en ‘Recuerdo de la muerte’. Siempre me decía si podía conseguir dinero de por medio y le dije que no. Después se dio cuenta de que dinero no tenía pero sí ganas de contar su versión”, continuó.
Durante aquella conversación el represor “hizo especial hincapié en las figuras de Guerrieri, Amelong y especialmente Fariña como los principales responsables de lo que sucedió en la Quinta de Funes y en La Intermedia”. Añadió que allí hablaron de los mellizos nacidos en Paraná y Costanzo le reveló que habían nacido un nene y una nena. “Pero él había creído, o por lo menos recordó y lo escribí así en los dos libros, que uno de ellos había nacido muerto como estrangulado por el cordón umbilical. Allí profundizó en la idea de que los responsables eran Amelong pero especialmente Fariña, de quien además me decía que había hecho mucho dinero con una agencia de seguridad que trabajaba o que tenía su oficina en frente del diario La Capital, en Sarmiento entre Santa Fe y Córdoba”.
«En aquel momento me dijo que nos íbamos a volver a ver después de las fiestas, que me iba a entregar un documento que quería que hiciera público en la prensa nacional. Después de navidad me entrega la fotocopia de una carta documento que le había enviado al entonces vicegobernador de Tucumán Vicente Topa, diciéndole que tenía las manos manchadas de sangre por defender la patria y que necesitaba ayuda económica. Eso lo publiqué en ‘El Rosario de Galtieri y de Feced’ con un facsímil y se lo envié a Miguel Bonasso para que lo publicara en Pagina 12, en los primeros meses de 1998. Es allí cuando tengo el encuentro más desagradable con Costanzo, después de la publicación, en Dorrego y Montevideo de Rosario: para el auto, porque trabajaba como remisero, se baja y me dice ‘te voy a cortar los huevos por lo que hiciste’. Le respondo: ‘querías que se publicara nacionalmente y se publicó’. Después sigue en el auto con la promesa de que iban a seguir las charlas”, relató.
El periodista subrayó que la mayoría de los hechos denunciados por Costanzo “a la larga se demostraba que si no eran químicamente precisos, terminaban siendo cercanos a la verdad” que expresaban sus fuentes. “Y eso se demostraba cuando uno comenzaba a revisar por distintos testimonios sobre el presente de Fariña, en aquel momento, de Amelong”, agregó.
“Las investigaciones nos llevaron a un documento que sugiero que se tenga muy en cuenta, que es el elaborado por el entonces coronel Alfredo Sotera, que en noviembre de 1976, según la causa ‘Agustín Feced y Otros’, habla de los procedimientos por izquierda que hacia el Ejército argentino en el área de jurisdicción del Segundo Cuerpo. En aquel momento Sotera era el jefe del Destacamento de Inteligencia del Segundo Cuerpo del Ejército y allí se habla de procedimientos altamente irregulares, entre los cuales se habla de lo que se hacían con los menores de los BDTS (Banda de Delincuentes Terroristas Subversivos). Tiene un sello que es estrictamente secreto y confidencial”, aportó.
También habló de la intervención en la represión ilegal del ex comandante del Ejército en Entre Ríos, Juan Carlos Ricardo Trimarco, declarado inimputable en la causa Hospital Militar: “El 12 de octubre del 76 hubo cambio de comandante, se había ido el que había organizado todo esto, Ramón Genaro Díaz Bessone, y había asumido Leopoldo Fortunato Galtieri; y aquí asumía Trimarco. Digo esto por un detalle de una investigación a posteriori, cuando secuestran al hijito de la familia Ayastuy, de Gualeguaychú, en Buenos Aires; cuando van a recuperar al chiquito se encuentran que está en una casa de menores en Capital Federal, pero las llaves del auto del matrimonio se la entrega Trimarco en Paraná a la familia de la mamá. Con esto quiero decir que estos hechos tienen una conexión, que sabía Trimarco perfectamente qué pasaba con lo que se llamaba el botín de guerra, tanto un chico como bienes materiales”.
Ante una pregunta de Fiscalía sobre el destino de alguno de los bebés de Negro, sostuvo: “Costanzo hacía especial hincapié en la figura de Fariña y, por el tono de la voz, lo ubicaba al lado de Fariña a Amelong”. Además recalcó que Costnazo dijo “se la llevó Fariña” en referencia a la nena Raquel, o sea Sabrina Gullino.
También el represor le contó sobre quiénes integraban el grupo de tareas: “A la cabeza Fariña; Amelong, Walter Pagano, los hermanos Isach, Costanzo como uno de los guardias, otro policía de apellido Torres. Con el tiempo percibí que formaban parte directamente del área de Inteligencia del Segundo Cuerpo. Le dijo también que Fariña era “uno de los principales responsables” de la Quinta de Funes, pero “habitualmente llegaban oficiales de más alto rango, como Guerrieri o en algún momento Galtieri”.
“A mí no me cabía duda de que Costanzo tenía vinculación con los hechos que manifestaba”, dijo, pero agregó: “Lo que aportaba tenía verosimilitud. Veníamos de haber leído la obra de Bonasso, donde lo ubicaba a Costanzo como uno de los guardias de la Quinta de Funes y también tenía conocimiento de La Intermedia, de la escuela Magnasco. Incluso me dice que jugaban al fútbol con los que estaban detenidos. A mí me producía una sensación muy perversa”.
“Sobre Raquel Negro dijo que tuvo mellizos y nada más. Porque en aquel momento mi búsqueda era que me dijeran el destino de los cuerpos de los desaparecidos y de los chicos secuestrados. Y hasta el día de hoy sigo con esos dos objetivos”, destacó. “A mí me dio la sensación que Costanzo sabía perfectamente lo que había ocurrido, en ningún momento me daba la sensación que fabulaba”, agregó.
Amelong, en cambio, no quiso hablar sobre los bebés de Raquel Negro: “Me dijo que había hecho lo que había hecho porque lo que él entendía como la subversión había matado al padre. No se abundó más”.
“Y… era el doctor Torrealday”.
Una enfermera que declaró este miércoles mencionó el nombre de Torrealday ante preguntas relacionadas con quién era su jefe y quién atendía a un niño derivado del nosocomio de avenida Ejército que ella vio en el servicio en 1978. “Me parece que sí, que había un bebé derivado del Hospital Militar, un niño, que estuvo internado un día y medio o dos”, dijo la testigo ante una de las primeras preguntas. Sobre quién le prestaba atención, indicó: “Y… era el doctor Torrealday”.
La mujer habló de un varón y no de mellizos, y según sus cálculos pesaba alrededor de 3 kilos, por lo cual no pensaba que hubiera nacido en un parto múltiple. Estaba bien de salud, pero de todos modos estaba alojado un sector reservado para casos complicados. “Lo recuerdo porque lo habían separado, lo tenían aislado en otro sector de neonatología, no sé por qué. Es como que me quedó grabado eso”.
El Tribunal insistió en preguntarle por qué recordaba el caso. “A mí me llamó la atención porque lo tenían separado”, sostuvo. Pero un poco más adelante, ante otra interrogación, surgió otra explicación: dijo que había visto en algunas ocasiones que en la tarjeta donde se identificaba a los pacientes decía “NN”, y deslizó: “Ese niñito tenía NN”.
“Se le ponía NN porque no habían dado con la familia, no había ningún familiar. En esa época no se podía preguntar mucho tampoco, porque no le informaban demasiado. Si una preguntaba no le informaban”, continuó. “¿A quién le preguntó?”, inquirió el presidente del Tribunal, Roberto López Arango. “Al doctor Torrealday, y me respondió que la familia, que iban a ver… que estaba la familia viendo lo que hacían con el niñito. No sabía bien el apellido, si iba a llevar el apellido de la mamá o del papá. Y el nombre todavía no lo habían confirmado”, dijo desordendamente. “Fue algo medio confuso, como que me quiso conformar y bueno, me dijo… Como queriendo decir eso”, siguió.
De todas maneras, ese niño permaneció identificado como NN hasta que abandonó la clínica: “No sé quién lo llevó ni cuándo. Se fue de alta, según me dijeron”. Esta afirmación se contrapone con el testimonio del neonatólogo paranaense, quien aseguró que tomó conocimiento de la internación de criaturas sin identidad recién en 1989, mientras revisaba el libro administrativo y leyó los registros de dos NN en julio de 1978 y de Soledad López y NN López en marzo.
Otra enfermera de neonatología que declaró ayer no aportó datos. Mientras tanto, el testimonio del socio del IPP que aún no compareció por problemas de salud, Jorge Eduardo Rossi, se fijó para el miércoles 21 a las 10.
La maternidad clandestina
Joe Erbetta declaró que quien era su jefe en el Distrito Militar Entre Ríos, Ulises Chort, le reveló sobre le traslado de detenidas al hospital para dar a luz. “Hizo referencia a que las mujeres desaparecían y los hijos tenían un destino desconocido”, agregó. Incluso señaló que “se mencionó mucho un parto de mellizos en ese momento”, en probable alusión a los hijos de Negro.
Erbetta también dijo que cuando realizaba guardias en el ingreso a los cuarteles constató la entrada de hombres que pertenecían a los grupos de tarea, que se dirigían a los centros clandestinos de detención del Batallón de Comunicaciones y de La Escuelita, donde se vienen realizando excavaciones en busca de restos de desaparecidos.
Joe tiene un hermano desaparecido, Victorio ‘Coco’ Erbetta, que fue secuestrado el 16 de agosto de 1976 cuando era estudiante de Ingeniería de la UCA. “Estuvo detenido en el Batallón de Comunicaciones Blindado II”, afirmó.
En su testimonio, relató los detalles que averiguó sobre el terrorismo de Estado: “Los hombres que estaban detenidos allí no eran asistidos, las mujeres sí, según mi jefe en ese entonces, el teniente coronel Chort. Sobre todo las mujeres que ingresaban detenidas embarazadas en el Hospital Militar.
Con el teniente coronel Chort teníamos una afinidad dado que también había sido jefe de mi padre, ambos eran del arma de Comunicaciones. La vedad que era un hombre que detestaba lo que se estaba viviendo”.
En otro pasaje describió cómo Trimarco lo amenazó de muerte: “El 10 de setiembre de 1976 el general Trimarco me hace llamar a sus despacho a los efectos de que no buscara más a mi hermano, que no intentara averiguar dónde estaba detenido y qué pasaba con él. Me hace saber que era un subversivo, que no lo buscáramos más ni yo ni mi familia. Y me amenaza con un arma apuntándome a la cabeza. Cuando regreso al Distrito Militar a los pocos días, Chort me llama al despacho y me dice que a partir de ese momento no me retirara a ningún otro sitio de la zona cuartes o al comando sin su conocimiento, que todo movimiento que hiciera lo hiciera bajo su conocimiento”.
Su jefe tenía reuniones semanales en la Brigada con el general Trimarco y el resto de los jefes a los efectos de recibir órdenes o transmitir novedades. “En esos momentos se comentaba estos temas de las detenciones. Estaba el director del hospital también. Y estos casos de embarazadas se divulgaba y él me lo contaba cuando tenía ganas de decírmelo; que estaban pasando cosas muy raras”, subrayó.
Chort también hizo referencia a que “las mujeres desaparecían y los hijos tenían un destino desconocido”. Agregó que las mujeres las traían de centros clandestinos de detención de todo el litoral, donde el Segundo Cuerpo tenía jurisdicción. Sobre el caso de Raquel Negro, indicó: “Se mencionó mucho un parto de mellizos en ese momento. Los nombres no los disponía”.
“Yo hacía guardia en la barrera, en el ingreso a la zona de cuarteles. Reforzaban todo el cordón del ingreso a distintas unidades con personal, un suboficial con 12 soldados. Esa gente a la noche, por lo general los suboficiales, comentaban lo que estaba pasando principalmente en Comunicaciones y en el hospital”, rememoró.
Cuando hacía guardia en la barrera, constataba el ingreso de “los servicios de Inteligencia, que se llamaba en ese momento grupos de tarea; se identificaban como personal de Inteligencia, de Rosario, Santa fe y Paraná, por lo general de civil”.
En ese momento la Fiscalía, con adhesión de la querella, propuso que mirara a los imputados y dijera si reconocía a alguno. Luego de la oposición de la defensa, el Tribunal hizo lugar y mandó a llamara a Pagano, quien viene estando ausente en la sala. El represor ingresó riéndose y haciendo bromas con sus ex camaradas. Erbetta miró fijamente uno a uno a los acusados y reconoció a Zaccaría como “médico del Hospital Militar” y dijo tener dudas sobre Amelong.
14 Sep
Dia 9: Según sus propios dueños, el IPP era un descontrol
Los socios del Instituto de Pediatría siguen manifestando su desconocimiento sobre quién atendió y dio de alta a los hijos de Raquel Negro. Admitieron que “cualquiera podía retirar” a un paciente sin acreditar que era familiar. Luego de un careo entre Vainstub y Schroeder, y de una ampliación testimonial de Torrealday, quedó claro que éste último cumplía el rol de encargado de Neonatología.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
En la novena jornada del juicio por el robo de los hijos de la detenida-desaparecida Raquel Negro, los socios del Instituto Privado de Peditaría (IPP) hicieron hincapié en la falta de control sobre lo que hacía cada médico que internaba niños en la sala de Neonatología e incluso sobre la entrega de los bebés dados de alta.
Los pediatras David Vainstub y Ángel Schroeder no aportaron datos sobre la internación en el IPP de los niños, registrados como NN López y Soledad López en marzo de 1978, sino que se mantuvieron firmes en su postura de que no vieron ni escucharon lo que sí conocieron enfermeras del lugar: la internación de hijos de una “guerrillera” a los que nadie iba a visitar y que estaban en cunas rotuladas con carteles donde se leía “NN”.
La audiencia tuvo como particularidad el careo al que sometieron a Vainstub y Schroeder, a pedido de las querellas y con la adhesión de los fiscales. El objetivo era dilucidar si Miguel Torrealday era o no el jefe del servicio de Neonatología, como había mencionado el primero y rechazado el segundo. Finalmente, luego de un intercambio, se pusieron de acuerdo en que cumplía ese rol en la práctica durante la época de los hechos. Entonces, el Tribunal dispuso que fueran a buscar a ese profesional a su domicilio para que ampliara su testimonial. Media hora después, Torrealday dijo que si bien «no había una figura de encargado», sus colegas lo consultaban porque era quien «tenía más experiencia y más conocimiento».
El interés radicaba en conocer quién tomaba las decisiones en la unidad del IPP donde estuvieron internados los niños y desde donde fueron entregados a una pareja que supuestamente se los llevaba en adopción, según el relato de una enfermera de la clínica. Se supone que el encargado pudo haber tenido contacto con los niños y haber tenido conocimiento del alta, pero Torrealday insistió con que no sabe nada.
“Cuando se inició, el IPP era una institución abierta, los médicos de todo Paraná venían con el chico, lo internaban, lo seguían, los medicaban y hasta le daban el alta. Cualquier médico de la ciudad podía internar sin que nosotros intervengamos. Era el médico de cabecera, al que se le daba mucha importancia. El IPP no hacía ningún seguimiento”, sostuvo Vainstub, argumentando su ignorancia sobre lo que pasó en la clínica con los niños, de lo cual “se desayunó” cuando vio los libros con los registros de NN, muchos años después.
Además de no controlar a los profesionales, tampoco lo hacían con los registros de ingreso y egreso a Neonatología: “Los hacían en la enfermería y la chica administradora que había en ese momento (ya fallecida). Yo nunca intervine en el asentamiento de ningún dato en ningún libro. No me consta si alguno de los socios efectuaba un control sobre los libros”, dijo el mismo testigo.
El caos puesto de manifiesto era tal que “el alta lo ordenaba el médico de cabecera” y “no había control de quién retiraba el bebé, cualquier persona podía ir y decir que iba a retirar el bebé”.
Schroeder, por su parte, señaló que a los niños internados “los controlaba el médico de cabecera, que podía ser cualquier médico de Paraná” y los dueños no ejercían control sobre eso “salvo urgencias”. Además en la parte administrativa ni él ni sus socios “veían los registros que ahí se llevaban” y “el alta se hacía (en la oficina) donde estaban las enfermeras” de modo informal: “No se le pedía ninguna documentación a quien retiraba los niños, nada, desgraciadamente no. Podía ir cualquiera”.
Torrealday, en la ampliación de su testimonial, insistió con ese concepto: “Modificarle la conducta de los colegas era dificílisimo y se enojaban cuando uno les revisaba las historias clínicas”.
Quién era el jefe
Entre Vainstub y Schoreder surgió una contradicción referida a quién era el jefe o encargado del servicio de Neonatología en 1978. El primero señaló que Torrealday era “el encargado” de la unidad y “posiblemente” cumplía el rol de médico de cabecera cuando un paciente no lo tenía, como habría sido el caso de los mellizos. Precisó que tenía la función de “entrar a la institución a ver que todo funcionara, que no faltaran elementos, si los pacientes estaban atendidos, con medicación, si iban los médicos de cabecera”.
En tanto, Schroeder afirmó que “no había jefe del servicio de Neonatología”, pero “generalmente Torrealday era el que comandaba”. Luego se rectificó y dijo que sólo atendía a sus pacientes, pero igualmente admitió que “controlaba los honorarios, lo que le correspondía a cada uno”, compraba los materiales y los medicamentos, y fue quien “organizó” el servicio.
Cuando los carearon, Schroeder aceptó que, si bien no existía la figura de jefe, Torrealday cumplía ese rol en la práctica. Vainstub, en tanto, se corrigió y dijo que el control del servicio que hacía ese médico era sobre los insumos y no sobre los pacientes.
Finalmente le preguntaron a Torrealday y dijo que él “no se sentía el encargado” pero por ser el jefe de Neonatología del hospital San Roque “tenía más experiencia y más conocimiento” y lo consultaban cuando había algún problema. Además dijo que fue él quien “ideó” el servicio en el IPP.
La ambulancia y la discordancia
Vainstub manifestó que en 1978 el IPP no tenía ambulancia, sino que recién adquirieron una –marca Rambler– después de ese año. La jueza Lilia Carnero le llamó la atención: “Usted dice taxativamente que en esa época no tenían ambulancia pero no se acuerda de otra situación más importante como la internación de dos chicos durante 20 días”. Y le remarcó “las discordancias de su memoria, sobre hechos nimios y hechos importantes”.
“Lo que estoy diciendo es la verdad que tengo y mi verdad es bastante limitada porque en Neonatología yo prácticamente no participaba. Pueden haber hecho el traslado en un vehículo particular, era muy precarios los traslados, con una incubadora y un tubito de oxígeno”, respondió.
Schroeder también afirmó que “a ambulancia se compró “después del 78”. Sin embargo, durante la jornada también se escuchó el testimonio de una ex empleada de administración de los consultorios externos del IPP, quien aseguró que en 1978 la clínica tenía una ambulancia que “buscaba a los prematuros”, la cual “era como ranchera que la habían adaptado”. Allí iba el médico de guardia de Neonatología, que era el mismo que estaba de guardia en los consultorios.
El dato resulta clave para determinar quién era el médico que estaba de guardia cuando fueron a buscar los hijos de Raquel Negro en el Hospital Militar, según una enfermera de este nosocomio, en una ambulancia del IPP con un pediatra de la misma institución.
“Descabellado”
Vainstub contradijo a una enfermera que había manifestado que su esposa iba a ver por curiosidad a un bebé que “era hijo de una extremista”. Lo explicó así: “Es una cosa inverosímil. Yo personalmente trabajaba todo el día y vivo a una cuadra del Instituto; mi mujer iba con los chicos para que jugara un ratito. Eso sí, puede ser. Pero que vaya directamente a ver un chico, me parece una cosa descabellada”.
10 Sep
Un miembro del Tribunal cree que el director del IPP “omite información” vinculada con el robo de bebés
Así le increpó la jueza Carnero a Miguel Torrealday, quien declaró este jueves en el juicio por la causa Hospital Militar. El médico dijo desconocer lo sucedido con los hijos de Raquel Negro.
El médico Miguel Torrealday, socio del Instituto Privado de Pediatría (IPP), aseguró desconocer qué profesional atendió en esa institución a los hijos de la detenida-desaparecida Raquel Negro, en marzo de 1978, y quién los otorgó en una supuesta adopción que en realidad era parte del plan de sustracción de los represores. Uno de los integrantes del Tribunal le advirtió: “Creo fervientemente que usted está omitiendo información”.
9 Sep
Torrealday admitió que internaron a NN en la clínica
El médico y ex funcionario provincial dijo que el archivo del Instituto Privado de Pediatría se estropeó. Allí estuvieron internados los hijos de Raquel Negro. Los jueces le reclamaron más memoria y colaboración para encontrar al mellizo de Sabrina Gullino.
Jorge Riani para EL DIARIO
Ésa es la pregunta del millón”, concluyó el médico Miguel Alberto Torrealday cuando escuchó por enésima vez, cada vez formulada de diferente manera, la interrogante: quién fue el médico que atendió a los mellizos hijos de Raquel Negro en 1978 y quién firmó el alta médica en el Instituto Privado de Pediatría (IPP) del que él es cofundador, ex directivo y ex integrante de la planta médica.
El nombre del médico Torrealday estuvo en varios testimonios escuchados en lo que va del juicio oral y público que se desarrolla en Paraná para establecer responsabilidades en el secuestro y sustracción de identidad de los hijos de los militantes desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela.
Fue, precisamente, uno de los cuatro profesionales señalados como los responsables del instituto médico adonde fueron derivados los mellizos nacidos en el Hospital Militar. Incluso una de las enfermeras que prestó declaración en la audiencia de ayer no dudó en señalar que los niños pudieron haber sido atendidos por el propio Torrealday, Jorge Rossi o Ángel Luis Schroeder. “El que menos estaba era (David) Vainstub”, precisó. Esos cuatros profesionales eran los responsables del IPP en el año en que ocurrió la internación de los niños NN.
“Tuve la oportunidad de ver el libro de ingresos, y había allí un NN”, comenzó diciendo Miguel Torrealday. Relató que en oportunidad de prestar declaración en el juicio que se desarrolló en Rosario por el secuestro y desaparición de Negro y Valenzuela, se encontró con la fundadora y principal referente de la asociación Abuelas de Mayo, Estela de Carlotto, con quien –dijo– analizó el libro de administración en el que estaban consignados los ingresos y egresos de pacientes y que repararon en los mellizos.
Allí consta el ingreso de la nena como “López, Soledad” –hoy llamada Sabrina Gullino que sigue todas las jornadas con atención e interés de querellante– el 4 de marzo de 1978 y el varón como “López, NN” el 10 de marzo, procedentes del Hospital Militar, y el egreso de ambos el 27 de marzo e inclusive se dejó registrado que el costo de atención sería afrontado por la institución de la cual procedían.
“Nos llamó la atención que teniendo el mismo apellido fueran ingresados en fechas distintas y dados de alta el mismo día”, dijo Torrealday ante los jueces del Tribunal Oral Federal de Paraná.
En todo momento el médico y ex funcionario provincial del área de Salud en distintos gobiernos justicialistas intentó dejar claro su interés por aportar datos a la causa. Sin embargo, el tribunal le recriminó que no estaba brindando la información necesaria para poder dar con el paradero del mellizo.
Reprimenda. “Estamos comprometidos con la causa y queremos saber quién fue el médico que atendió a los niños. Nosotros tenemos 9.400 internaciones hechas al día de la fecha y esto es una cuestión de confianza. Lo que queremos, por nuestra historia y por nuestra militancia, es recuperar a esos chicos”, afirmó. Torrealday. Fue entonces cuando la jueza Lilia Carnero le dijo: “Usted dice que quiere encontrar al niño, pero son ustedes (por los médicos directivos del IPP) los que tienen la clave para saber la verdad, pero tienen que hacer memoria”, sostuvo. “Llama la atención que las enfermeras supieran y los médicos no”, le dijo más adelante el presidente del tribunal, Roberto López Arango, en referencia a la internación en el IPP de niños nacidos durante el cautiverio de su madre.
El recurrente olvido ante las preguntas de las partes terminó por generar una nueva intervención de la jueza Carnero:
“Creo que usted sabe lo que pasó y omite información; quién recibió, quién atendió y quién dio de alta a los niños”, apuntó.
“Ésa es la pregunta del millón”, apuntó sin contestar Torrealday. “No quiero ser parte de lo que consideran la corporación médica; si supiera lo diría”, agregó para mencionar finalmente un conjunto de médicos que prestaban servicio en neonatología del IPP.
Respecto del bebé que estaba registrado en el libro de ingreso como NN, consideró que “la identidad figuraba en la historia clínica”, pero luego precisó que esos documentos estaban archivados en un sótano que se inundó y, por lo tanto, se destruyeron.
El médico Miguel Alberto Torrealday estuvo ante el tribunal, confirmó que los niños nacidos en cautiverio bajo poder de la dictadura militar pasaron por el instituto privado, pero no aportó mayores datos y dejó la sensación en organismos de derechos humanos de que fue reticente con la información brindada.
“Dentro de un rato se va a morir”
La jornada de ayer sumó otros dos nuevos testimonios de empleadas del Hospital Militar. Una de ellas –de la que se omite publicar el nombre por recomendación de la Mesa de Juicio y Castigo acogida por este medio– dijo que prestó función en Laboratorio y Hemoterapia y que clasificaba sangre de NN, “por orden de la Dirección” del Hospital Militar.
Sostuvo que “de oído” sabía que las sangres que llegaban anotadas como de NN eran de detenidos políticos alojados en los batallones de Ingenieros y Comunicaciones.
Señaló puntualmente a uno de los empleados, del que dijo su nombre, como la persona que “seguramente extraía la sangre” de los detenidos, aunque éste –al momento de declarar– lo negó.
La mujer que prestó declaración se mostró muy emocionada al relatar otro episodio con una persona no identificada, registrada como NN. “Tuve oportunidad de atender una cirugía a un NN”, dijo la testigo. Contó que buscó los elementos para extraer sangre y establecer el RH y grupo y que el médico le dijo que “no hay necesidad de eso porque dentro de un rato se muere”, narró en alusión a la expresión que le dio el médico en el quirófano. Aseguró que igual lo hizo porque era su función y ante una pregunta sobre quién fue el profesional que le dio esa instrucción apuntó: “El doctor Juan Antonio Zaccaría”. A unos metros de allí, el galeno procesado no hizo gesto alguno ni movimiento.
Aseguró que estaban además en el quirófano los tenientes primero Mario Crocce y “otro de apellido” Zuino.
“Esa situación me provocó tanta angustia que pensé: ‘qué vida desperdiciada’. Llegué a la sala 1 y tenía tanta angustia que tomé el teléfono para hablar con una amiga, a pesar de que no se podían hacer llamadas, y cuando mi amiga me atendió no pude hablar. Nunca más conté nada sobre el asunto, ni siquiera a mi familia”, dijo tras tomar agua para atemperar el llanto.
El aire de la sala se tornó pesado con el testimonio. Y quedó la convicción de que se trataba de otro caso, ajeno a la causa, de víctima de la dictadura militar.
9 Sep
Día 8: El médico al que el Tribunal acusa de omitir información
Declaró Torrealday, uno de los socios del IPP, dijo desconocer quién atendió a los bebés de Raquel Negro y lo entregó a los apropiadores. Además, una empleada del Hospital Militar aportó a la investigación y habló sobre la relación entre el nosocomio y el terrorismo de Estado.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
La octava jornada del juicio oral y público por la causa Hospital Militar estuvo centrada en lo sucedido en el Instituto Privado de Pediatría (IPP). Uno de sus titulares, Miguel Torrealday, evitó dar precisiones sobre quién pudo anteder a los hijos de Raquel Negro y el Tribunal le reprochó estar “omitiendo información”. Dos enfermeras de esa clínica corroboraron que allí estuvieron internados los mellizos y una de ellas contó inclusive cómo fue el instante en que una pareja los retiró en una aparente adopción. Además, una empleada de laboratorio del nosocomio castrense dijo que tuvo conocimiento del caso por comentarios y contó detalles de la relación entre la institución y la represión ilegal, involucrando a Zaccaría.
El socio del IPP aseguró desconocer qué profesional atendió en esa institución a los hijos de la detenida-desaparecida Raquel Negro, en marzo de 1978, y quién los otorgó en una supuesta adopción que en realidad era parte del plan de sustracción de los represores.
Torrealday declaró este jueves como testigo. Visiblemente nervioso, respondió durante más de una hora a las preguntas tendientes a establecer precisiones sobre la derivación de los niños a la clínica que dirigía, desde la Terapia Intensiva del nosocomio castrense, y sobre cómo se produjo el robo de los mismos.
El testigo, quien juró por Dios y los Santos Evangelios, dijo estar “comprometido con la búsqueda de la verdad”, pero aseguró que no se acuerda de la internación de los bebés, sino que se enteró mucho tiempo después revisando los libros junto a la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carloto, donde aparecían registrados como NN López y Soledad López: “Yo no estaba en conocimiento de esto, para mí fue una sorpresa. Quienes participamos de esta sociedad (por los socios del IPP), estamos comprometidos y queremos saber quién fue el médico que atendió a estos pacientes. Si ingresaron por la guardia tienen que haber sido médicos diferentes, porque hacíamos guardia cada siete u ocho días; pero si fueron orientados hacia un médico en especial, él pudo haber tenido oportunidad de haberlos visto. Queremos saber quién fue el médico porque nos puede aportar la información para recuperar el niño perdido”.
—Usted no puede decirle al Tribunal “queremos saber”. Ustedes deben saber. Ustedes tienen la clave para saber, por eso tienen que hacer memoria –le advirtió la jueza Lilia Carnero.
—Trabajábamos muchos médicos, no sólo nosotros cuatro (por él y sus socios Vainstub, Schroeder y Rossi). La internacion era abierta y cada uno venía e internaba sus pacientes –respondió Torrealday.
Más adelante, el presidente del Tirbunal, Roberto López Arango, aseguró: “Me extraña que ninguno de los cuatro médicos supiera lo que sabían todas las enfermeras”. El testigo insistió en que no tenía conocimiento.
—Creo fervientemente que usted omite información. Yo creo que usted sabe –le increpó luego Carnero.
—En mi caso personal no es así –respondió.
Torrealday sostuvo durante su testimonio que durante aquellos años el IPP era una clínica “abierta”, en la cual cualquier médico de Paraná podía ingresar a su paciente cuando necesitaba los servicios de Neonatología. Ése es uno de los motivos por los cuales dijo desconocer quién estuvo a cargo de la atención y alta de los hijos de Raquel Negro. “Para nosotros es un problema de confianza. No quisiéramos que se repita esta situación”, señaló. Argumentó que “no había control de los profesionales”, que no los “chequeban”, porque se conocían.
Cuando le preguntaron qué profesional pudo haber tenido contacto con los niños, dijo: “Es la pregunta del millón. Ésa es una de las cosas que nos venimos preguntando permanentemente”.
Los datos verdaderos de los mellizos y del médico que los atendió, se debieron haber inscripto en las historias clínicas. Pero esta documentación, según manifestó, ya no existe: “En el año 80 se hizo el Sanatorio de Niño, ampliamos la sociedad y se unificó la administración. Las historias clínicas se depositaron en un sótano que se inundó y se inutilizaron”.
Tampoco existen las planillas de guardia, que permitirían saber quién los atendió. “No las tenemos a esas planillas. Me duele decirlo porque no quiero ser parte de lo que se dice, la corporación médica”.
Además de Torrealday, también declararon otros tres testigos vinculados al Instituto de Pediatría. Se trata de enfermeras de Neonatología, dos de las cuales aportaron datos de interés para la investigación.
Una de ellas aseguró que vio a un par de mellizos rotulados como NN en incubadoras. Sus expresiones permiten suponer con alto grado de certeza que se trata de los niños de Negro: dijo que eran un varón y una mujer, que «la nena era más gordita y el nene era más chiquito» y que nunca vio a los padres.
«Como no iban a visitarlos, a veces nosotros los agarrábamos como hijos y los teníamos de un lado y para el otro», explicó, haciendo el gesto de alzar un bebé y mecerlo.
La mujer dijo no saber qué pasó con los bebés, aunque supuso que «le habrán dado el alta». Esto echaría por tierra la versión de que el bebé varón falleció.
La otra enfermera del IPP que aportó datos habló de un bebé –no recordaba el sexo– que había sido derivado del Hospital Militar y estaba en una incubadora. Dijo que no era visitado por familiares, pero se decía que era «hijo de una extremista» y que lo «dieron en adopción».
La mujer relató un hecho que le llamó la atención: Lo que vi fue a la esposa del doctor Vainstub, con amigas o familiares, que fueron a verlo a través del vidrio. Tenían curiosidad porque era el bebé de una extremista».
Dijo no recordar comentarios de quién se llevó el bebé, pero sí que vio cuando lo sacó un médico y «se cerró la puerta y ya…» No recordó qué médico era, pero aseguró que era uno de los cuatro médicos.
Sobre los presuntos adoptantes, indicó: «Eran un hombre y una mujer, nosotros los veíamos del otro lado de la puerta, pero no sé exactamemente si eran ellos los que iban a adoptar al bebé».
«Yo siempre tuve deseos de hacer esta declaración porque si yo tenía conocimiento y no lo decía no me sentía bien. Entonces, para mí fue lo mejor», acotó.
Vox pópuli en el hospital
Este jueves declaró también una ex empleada de laboratorio del Hospital Militar, quien dijo que escuchó por comentarios el caso de Raquel Negro y el nacimiento de sus hijos.
La mujer dijo ante el Tribunal: «Yo me enteré después, de oídas, que habían nacidos mellizos de una persona NN que habían traído de Rosario y que los habían llevado a Terapia porque eran varón y mujer y el varón estaba con problemas. Después no supe más nada qué pasó. No puedo precisar de quién eran los comentarios, eran las enfermeras, eran comentarios que andaban ahí».
«Creo que también comentaron que los habían derivado porque en Terapia no había elementos necesarios para atender a los bebés y en Maternidad tampoco. Creería que el parto se produjo en Maternidad del Hospital Militar porque la trajeron para eso precisamente a esa señora. No fue mediante cesárea porque hubiera yo ido a hacerle transfusión si es que la pedían. Los habían derivado al Instituto de Pediatría, que en esa época que estaba en calle España», añadió.
«No sé cuál fue el destino de la mamá, ni el nombre ni si quedó internada ahí», explicó. Luego agregó: «Los nombres de los bebés no se sabían porque iban como NN. No creo que los hayan identificado con nombre a los bebés».
Sobre Raquel Negro, dijo que «los comentarios es que la habían traído detenida desde Rosario. No sé quién ni de qué manera llegó ni qué día la trajeron ni si la derivaron directamente a Maternidad».
“Dentro de un rato se va a morir”
La misma testigo expresó que durante la dictadura se hacían análisis de sangre a personas identificadas como NN que estaban detenidas en el Batallón de Comunicaciones, donde funcionaba un Centro Clandestino de Detención.
También dijo que en una oportunidad tuvo que asistir a quirófano a realizarle una transfusión a un hombre herido de gravedad, que «perdía mucha sangre».
Según la mujer el anestisista, que era el imputado Juan Antonio Zaccaría, le dijo que no era necesario que clasificara grupo y factor porque «dentro de un rato se va a morir». Ella le contestó que era su trabajo y lo tenía que hacer.
«Esa persona falleció en la cirujía», señaló, y añadió que luego escuchó por comentarios que la persona en cuestión había sido traída en el baúl de un auto hasta el Hospital Militar.
Además, en ese episodio dijo que tres cirujanos participaron de la intervención quirúrjica: los médicos militares Carlos Bautista Suino, Mario Sergio Crocce y un tercero que no pudo precisar quién era.
“Esa situación me provocó tanta angustia que pensé ‘¡qué vida desperdiciada¡’. Y salí del quirófano, pasé por la sala 1 y tomé el teléfono de la sala, aunque no se podían hacer llamadas al exterior, disqué el número de una amiga y cuando me contestó no podía hablar porque estaba muy angustiada. Después nunca más lo conté ni lo dije a nadie hasta que hice la declaración. Nunca lo mencioné, ni siqueira con mi familia”, sostuvo.
Luego declaró otro técnico de laboratorio, quien si bien no escuchó sobre el caso de Raquel Negro, avaló la posibilidad de que haya estado internada en la guardia médica, como declaró días pasados otra testigo, ya que las instalaciones del lugar lo permitían.
Además dijo creer en los testimonios que han brindado las enfermeras, de los cuales dijo estar al tanto a través de los medios, porque «eran muy buen personal».
8 Sep
Día 7: Los que no vieron, los que no saben
y los que no quieren recordar
En el inicio de la tercera semana del juicio por el robo de los bebés de Raquel Negro, un técnico de laboratorio del Hospital Militar recibió una advertencia por sus respuestas poco convincentes y su falta de memoria. Otros testigos reconocieron haber escuchado los comentarios sobre el caso. Otros dijeron no haberse enterado de nada. Un médico del IPP describió detalles del funcionamiento de la Institución adonde fueron derivados los niños.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
En la séptima jornada del juicio por robo de bebés que se desarrolla en Paraná, este miércoles declararon seis testigos que no aportaron datos precisos sobre los delitos que se investigan: la sustracción y sustitución de identidad de los hijos mellizos de los detenidos-desparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela, nacidos en el Hospital Militar de esta ciudad en marzo de 1978. Uno de esos testigos fue un militar que durante la dictadura se desempeñaba como preparador de laboratorio en el nosocomio de avenida Ejército, quien reconoció haber escuchado el comentario sobre aquellos acontecimientos, pero dijo no haber visto nada. Su insistencia en remarcar su desconocimiento de los hechos, su alusión a la falta de memoria y sus respuestas evasivas y poco convincentes, motivaron que la abogada querellante Ana Oberlin –representante de Abuelas de Plaza de Mayo– le preguntara si fue amenazado antes de la audiencia. Su respuesta fue negativa. Además, le llamaron la atención porque podría estar incurriendo en el delito de falso testimonio.
Además, otros dos testigos dijeron que escucharon comentarios sobre el parto de una mujer detenida que había tenido mellizos en el Hospital Militar; mientras que otros tres aseguraron que desconocían por completo esos hechos, salvo por lo que se enteraron ahora por los medios.
La primera en declarar fue una instrumentadora quirúrgica del Hospital Militar, quien aseguró que sigue el caso “por televisión” y que le da “mucha lástima esa chica que anda buscando al hermanito”. Sin embargo dijo que no tiene conocimiento del nacimiento de los bebés en ese nosocomio ni de su internación en Terapia Intensiva.
Además declaró un médico pediatra que detalló cómo era el funcionamiento del área de Neonatología del Instituto Privado de Pediatría (IPP), donde se desempeñó desde mayo de 1978. Dijo desconocer la internación de los hijos de Raquel Negro en esa institución –derivados del Hospital Militar– en marzo de ese año.
Luego fue el turno de una empleada –los nombres se preservan por razones de seguridad– que se desempeñaba en el consultorio externo de Ginecología del hospital y que negó haberse enterado del parto de Raquel Negro, ni directamente ni por intermedio de terceros. La mujer defendió a la institución del Ejército: «Nunca vi nada, ningún movimiento raro de custodia, nunca», dijo. Y agregó: «Todos los internados, que yo sepa, estaban bien registrados, bien atendidos, tenían una atención muy buena».
Le siguió una enfermera de Terapia Intensiva del nosocomio, que aseguró no haber tenido contacto con los bebés cuando fueron internados en ese servicio, pero sí que algunos de sus compañeros le contaron sobre lo sucedido: «Recuerdo por comentarios que habían dicho que nacieron dos mellizos que estaban delicados de salud y que estuvieron unas horas y que fueron derivados al Sanatorio del Niño. Eran un varón y una mujer, todo por comentarios». No supo decir quiénes los atendieron, ni quién los recibió, ni quién los derivó.
Finalmente, otra ex empleada que al momento de los hechos trabajaba en consultorios externos del noscomio, también manifestó escuetamente haberse enterado, sólo por lo dicho de boca en boca, de una mujer detenida que tuvo familia en marzo de 1978.
“No sabía si eran embarazadas u obesas”
El militar retirado que declaró como testigo relató que se desempeñó en el laboratorio del Hospital Militar en 1978 y que sacar sangre a los pacientes internados era una de sus funciones. Aseguró que nunca tomó conocimiento de que estuvieran internadas personas a las que la dictadura llamaba “subversivas” y que tampoco tuvo contacto con embarazadas. “Nunca supe si la paciente era embarazada u obesa. A mí no se me notificaba si era un embarazo, era la paciente o el paciente”, indicó.
Afirmó que no se enteró ni se acuerda de un operativo militar de custodia de un paciente que le haya llamado la atención por involucrar a un personal de tropa más numeroso que lo habitual y se cuidó de no dar a entender que le pudo haber sacado sangre a alguien que estuviera secuestrado: aseguró que nunca vio a una persona encapuchada, atada o esposada; que “los pacientes se tapaban la cara porque le tenían miedo a la aguja”; que “estaban tapados con la frazada” y que él “únicamente descubría el brazo para la extracción”.
Sin embargo, reconoció que se enteró por lo que se decía “de boca en boca” del caso de los bebés: “No lo puedo negar. Escuché que habían nacido unos mellizos, nada más (…) Fue un hecho novedoso por ser mellizos. Que había fallecido uno de ellos, eso también llamó la atención, también de boca en boca. Era algo fuera de lugar, digamos, para un Hospital Militar”. Dijo no recordar qué se decía acerca de cómo había sido la supuesta muerte de ese niño, que no sabe qué pasó con el cuerpo, ni con el niño que quedó vivo, ni con la madre; ni qué nombre le pusieron las enfermeras a los recién nacidos por carecer de identidad. Sólo admitió que aquello “fue como un shock a nivel hospitalario”.
Fue entonces cuando, ante tantas respuestas negativas, la abogada Ana Oberlin –representante de la querella de Abuelas de Plaza de Mayo– le preguntó si había recibido amenazas antes de la audiencia. La respuesta fue negativa. A pedido de la letrada, el Tribunal le recordó que estaba declarando bajo juramento de decir la verdad. “Son muchos años, son 33 años”, se defendió.
El IPP
Un pediatra que se desempeñó en Neonatología del IPP pero, según dijo, a partir de dos meses después de la internación de los hijos de Raquel, dejó en claro que aquellos acontecimientos debieron ser lo suficientemente extraordinarios como para que sean recordados por quienes los vivieron.
El profesional dijo que los registros de pacientes sin identidad o con identidad ficticia era algo completamente anormal, y consideró “raro” que estuvieran internados pacientes que no recibieran la visita de sus familiares.
Por otra parte, aseguró que una cardiopatía congénita severa, como la que supuestamente padecía el varón –según dijo el médico que lo atendió en el Hospital Militar, Alfredo Berduc– generalmente merecía una derivación al hospital Gutiérrez de Buenos Aires o algún otro de alta complejidad que en esa época existían en La Plata y en Córdoba, no al IPP.
Volverán a revisar a Constanzo
El Tribunal dispuso que el médico del fuero federal de Rosario corrobore nuevamente el estado de salud del represor Eduardo Costanzo, a fin de determinar si está en condiciones de prestar declaración testimonial. De ser así, se fijará una nueva fecha.
Ex integrante de la patota de Rosario, Costano dio detalles sobre el operativo de traslado de Raquel Negro hasta el Hospital Militar de Paraná, y señaló a los imputados Walter Pagano y Juan Amelong como los encargados de dejar a Sabrina en la puerta del Hogar del Huérfano en Rosario.
Costanzo tiene una diverticulitis aguda que le impidió declarar en la segunda semana del juicio.
7 Sep
Día 6: Dos enfermeras ratificaron la sustitución de la identidad de los mellizos y un militar se desligó de los hechos
Este viernes declararon tres testigos: dos enfermeras de Terapia Intensiva del nosocomio de avenida Ejército y un militar retirado. Las dos primeras ratificaron que los bebés de Raquel Negro fueron registrados como NN y aseguraron que Zaccaría tenía pleno dominio sobre lo que pasaba en su servicio. El restante buscó desligarse de los hechos diciendo que cuando ocurrieron estaba destinado en Concordia.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
En la sexta jornada del juicio oral y público por la causa Hospital Militar, dos enfermeras de Terapia Intensiva ratificaron –por lo que les contaron sus compañeras de trabajo– que los bebés de Raquel Negro fueron registrados como NN y aseguraron que el imputado Juan Antonio Zaccaría tenía pleno dominio sobre lo que pasaba en su servicio. Además, un militar retirado buscó desligarse de los hechos diciendo que cuando ocurrieron estaba destinado en Concordia, pese a que no había dicho lo mismo durante la etapa instructoria.
La audiencia se desarrolló nuevamente sin la presencia en la sala del represor Walter Pagano, quien prefiere permanecer en otra dependencia del edificio de los Tribunales Federales de calle 25 de Mayo. Además de Pagano y Zaccaría son el Tribunal Oral Federal de Paraná juzga a Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Marino González y Jorge Fariña, por los delitos de sustracción de menores y sustitución de identidad.
La primera en declarar fue una enfermera de Terapia Intensiva que comenzó a desempeñarse en esa unidad en 1975 y lo continúa haciendo en la actualidad. En aquella época su jefe era Zaccaría.
“En realidad, yo no vi nada, sí senti comentarios, porque en esa época trabajábamos tres semanas y teníamos una de franco y si eso aconteció fue cuando yo no estaba o estaba de vacaciones”, dijo la trabajadora. “Cuando me reintegré escuché los comentarios. Yo era muy jovencita, no me llamó la atención. En esa época era toda getne relacionada con el Ejército la que se atendía”. Mencionó que los turnos eran rotativos y que no recuerda quién la reemplazó esa semana.
De todas maneras, consideró que “no era normal” la internación de bebés en Terapia Intensiva. “Había partos pero nunca iban a Terapia. Escuché que había una incubadora con dos bebés. No escuché quién era la mamá”.
Dijo que comentarios sobre los bebés “los hicieron las chicas” en referencia a las enfermeras que los atendieron. “Me dijeron que los llevaron, no sé adónde, a un lugar especializado”, indicó. Dijo que al menos tres enfermeras le hicieron esos comentarios.
“Nunca hubo bebés en Terapia, salvo esa vez. El comentario era que eran un varoncito y una nena”, acotó.
“Entre los comentarios que se escuchaban me dijeron las chicas que estaban anotados como NN en la planilla y que como les daba mucha lástima les pusieron Soledad y Facundo”, contó emocionada.
“Zaccaría supervisaba todo. Cada una se hacía responsable de sus cosas, pero él era el que ordenaba, era nuestro jefe”, dijo sobre el rol del imputado. “Zaccaría tenía conocimiento de los ingresos y egresos de la sala, por supuesto, era su función”, insistió.
Aunque dijo que en esa unidad “cada paciente tenía su ficha” y “venía derivado con su historia clínica”, aseguró que no pudo ver las fichas de esos bebés.
En otro pasaje relató cómo era trabajar en el hospital durante la dictadura: “No se podía hablar mucho. Yo entraba a las 12 de la noche. Al llegar a calle Alvarado, te identificaban, te acompañaban, tenías que entrar y no moverte de tu lugar, todo medio a oscuras. A la noche salíamos y había muchos soldados haciendo la conscripción”.
“A veces me quedaba sola a la madrugada y sentía mucho movimiento de autos, algunos gritos al fondo, donde había unos galpones. Los gritos era como que los castigaban. No nos llamaba la atención, yo no sabía que pasaba”, agregó.
Sobre los médicos Alfredo Berduc y Juan Ferraroti, dijo que “hacían guardias de 24 horas” y que siempre “estaban persentes en Terapia”.
Fariña, Pagano y Zaccaria. Fotos: Gustavo Vaccalluzo
«Nunca pudo ingresar alguien sin conocimiento de Zaccaría»
Otra enfermera de Terapia, que también ratificó que Zaccaría era su jefe, dijo que en esa época estaba con parte de enferma, pero cuando volvió, en marzo de 1978, escuchó que habían nacido los mellizos, un varón y una mujer.
“Lo único que escuché fue que habían nacido y lo habían llevado al Instituto del Niño. Con respecto a la madre nunca escuché nada”, dijo.
Luego precisó que escuchó que el varón tenía problemas de salud, pero no que los habían llevado a Terapia Intensiva. De todas maneras, confirmó que las enfermeras de ese servicio tuviero contacto con los niños. Creyó recordar que “uno había muerto”.
“Zaccaría era el que nos dorigía a todos nosotros, era el jefe, el que decidía qué medicación había que hacer. Nunca pudo ingresar alguien a Terapia sin conocimiento del doctor Zaccaría, porque había una historia clínica de cada paciente, donde decía la evolución del paciente, identificado con nombre, apellido, edad, fecha de nacimiento y el diagnóstico y qué médico lo había derivado a terapia intensiva”, recordó la mujer.
Pese a esas reglas, esos bebés no tenían identidad: “Las chicas les habían puesto nombres, porque no tenían nombre: a la nena Soledad y al nene me parece que Facundo”.
Versión cambiada
El testigo Hugo José Gutiérrez, militar retirado, declaró en último término. Primero dijo que en 1978 era encargado de la sala 1, donde tenía bajo su órbita seis de las ocho habitaciones, ya que la 1 y la 2 dependían directamente de la sala de operación y de Terapia Intensiva.
Sin embargo, a los pocos minutos dijo que no estaba en el noscomio al momento de los hechos. “En el 77, si mal no recuerdo fui comisionado a Concordia para integrar la formación de un regimiento por el caso Chile, hasta el 79. No sé quién se hizo cargo de la Sala 1 en ese periodo”.
Esto no lo había dicho en su declaración en la instrucción, lo cual fue marcado por la querella. En aquella oportunidad no había mencionado su ausencia durante los hechos investigados. “Ahora lo recuerdo, antes no”, se defendió.
El Tribunal le advirtió que podía ser imputado del delito falso testimonio, ya que resultaba “extraño que no lo haya dicho antes y que se acuerde ahora”, le dijo el presidente, Roberto López Arango. Luego insistieron los jueces en preguntarle si estuvo o no en el Hospital Paraná ese año, pero Gutiérrez se mantuvo en su nueva versión.
El fiscal José Ignacio Candioti pidió que el Tribunal remitiera un oficio a los efectos de corroborar efectivamente en el legajo del testigo, si prestaba funciones en Concordia en 1978. El Tribunal no hizo lugar al pedido de la Fiscalía.
2 Sep
Día 5: El último abrazo de Raquel, los métodos de los apropiadores de bebés y la memoria débil de los médicos
El testimonio de una ex enfermera del Hospital Militar de Paraná reveló detalles del nacimiento de los hijos de Raquel Negro y de la intervención en el parto de médicos traídos de otro lugar para ejecutar el plan de robo de los bebés. Otros testigos recordaron la estadía de los mellizos en la Terapia Intensiva donde mandaba Zaccaría, inscriptos como NN. Berduc admitió que intervino en la atención de los niños, pero cuando le pidieron detalles adujo no recordar.
por Alfredo Hoffmann (especial para Mesa Juicio y Castigo)
Una ex enfermera de Maternidad, que hoy porta con ternura sus 86 años y su lento andar, vivió desde adentro el parto clandestino al que sometieron a Raquel Negro en el Hospital Militar de Paraná, una día del final del verano de 1978. Recibió a los mellizos: primero al varón, lo vistió y lo puso en los brazos de Raquel. Los hombres que estaban en la sala de partos, desconocidos, seguramente traídos desde otro lugar, se llevaron al niño. Dijeron que no estaba bien de salud y lo arrancaron de los brazos maternos. Después nació la nena, que quedó allí, acurrucada junto a su mamá secuestrada, secuestrada con ella durante algunas horas, o tal vez sólo algunos minutos. Al día siguiente ya no estaban.
Con tranquilidad y por momentos emocionada hasta las lágrimas, esa enfermera jubilada, que trabajó 25 años en el Hospital Militar de Paraná, aportó este jueves ante el Tribunal Oral Federal un testimonio revelador de la metodología empleada por los apropiadores de niños que operaron en el la capital entrerriana durante la última dictadura cívico-militar, en la quinta jornada del juicio por delitos de lesa humanidad. Rememoró con facilidad los momentos que pasó junto a Raquel en una celda improvisada en la guardia médica, lo que conversó con ella, las heridas que le dejaron los genocidas por el maltrato que le ejercieron durante el traslado desde la Quinta de Funes, sin importarles su embarazo avanzado. “La chica es igual a ella”, murmuró. Todos entendieron que hablaba de Sabrina, la beba que conoció su verdara identidad hace dos años y medio.
Antes de esa declaración se habían escuchado los testimonios de otras tres trabajadoras del hospital y del médico Alfredo Berduc. Casi relataron fragmentos de la estadía de los bebés en el servicio de Terapia Intensiva en marzo de 1978 y de cómo fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría; aunque a Berduc –como el miércoles al doctor Juan Ferraroti– le resultó casi imposible contestar a muchas de las preguntas, con el argumento de que no podía recordar.
Además, una obstetra que recordó haber instruido sobre los síntomas de trabajo de parto a una embarazada aparentemente detenida cuyas características no coinciden con las de Raquel, dado que aseguró que gestaba un solo bebé en su vientre y que era madre primeriza. Esto avalaría la hipótesis de más embarazadas secuestradas llevadas a parir al hospital, es decir, la teoría de una maternidad clandestina sostenida por los organismos de derechos humanos.
En el juicio por la causa Hospital Militar se juzga a los represores Juan Amelong, Jorge Fariña, Héctor González, Pascual Guerrieri y Walter Dionisio Pagano, y al médico anestesista Juan Antonio Zaccaría; por la sustracción y sustitución de identidad de los hijos de los detenidos desaparecidos Tulio Valenzuela y Raquel Negro.
El parto desde adentro
La enfermera de Maternidad –cuya identidad se preserva por razones de seguridad– aseguró que fue la propia Raquel Negro quien le dijo su nombre, que le contó que venía “del cautiverio de Funes” (por el centro clandestino de detención Quinta de Funes, en las afueras de Rosario), que tenía un hijo mayor de unos dos años y que había sido “maltratada” y “arrastrada” cuando la trasladaron a Paraná. “Y cuando la bañé, era cierto, tenía lesiones, en la cola”, certificó.
“Cuando nacieron los chicos, al varoncito yo lo vestí, se lo puse a la madre, lo tocó, lo abrazó”, contó la testigo entre lágrimas. “Después lo sacaron al chico, dos personas que yo no conocía, dijeron que no estaba bien. Y ella estaba muy preocupada, me preguntaba: ‘qué será de mi bebé, cómo estará’. Yo le decía que iba a tener que preguntarle al médico de niños, pero yo en ningún momento vi un médico de niños ahí. Después nació la nena, que se quedó con la madre. Al otro día, cuando fui, pregunté qué fue de la parturienta y me dijeron que la llevaron los familiares”. Nunca más supo del caso hasta que fue contactada para atestiguar en la causa y se enteró de que aquella joven había sido asesinada y desaparecida y los niños sustraídos.
También aportó que el parto fue realizado por médicos que no eran del nosocomio: “Personal de la sala de partos no eran, eran de afuera. Había dos que estaban en la puerta y uno sacó al chico”. Según lo que pudo observar, no se hizo ningún registro del nacimiento en la sala de partos.
Dijo también que “a veces llegaba al hospital de mañana y encontraba que habían usado la sala de partos” y en una ocasión le comentaron que “había sido un aborto en curso”. Deslizó que esos casos tampoco eran atendidos por personal del nosocomio, sino por profesionales que “eran de afuera”. En este punto, la hipótesis de la maternidad clandestina volvió a tomar forma, aunque no se profundizó sobre el tema.
Además de estar en el parto, ella asistió a Raquel Negro durante alrededor de 15 días, cuando estuvo alojada en una habitación de la guardia médica, con un custodio permanente en la cama de al lado y con una “reja precaria” en la ventana.
“A la chica Raquel Negro la pusieron en una habitación que estaba en la guardia medica y entonces ella me contó que venía del cautiverio de Funes y que tenía un nenito de dos años que lo habían llevado con la buela. Tenía mucha preocupación porque venía sabiendo que iba a tener mellizos. Venía con los estudios hechos de Rosario. Me mandó el suboficial Juan Vergara a que la atendiera, le hiciera el aseo, la llevara al baño. Pero lo único que me llamó la atención fue que Vergara me dijo no hablara con ella”, rememoró. “Ella estaba bien, era una chica linda, muy bien arreglada, buena ropa. Traía ropa para sus mellizos. Dijo que era la primera vez que estaba en el Hospital Militar.
Internación y derivación
Dos enfermeras de Terapia Intensiva del hospital ratificaron la internación de bebés como NN en ese servicio. Además afirmaron que el jefe del área, el imputado Zaccaría, tuvo participación en ese hecho.
Una de esas enfermeras, la primera que declaró este jueves como testigo en el juicio, ratificó la presencia de dos bebés mellizos en Terapia, a quienes llamaron Soledad y Facundo, que luego fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría. Dijo que los médicos Alfredo Berduc y Juan Ferraroti intervinieron en el traslado de los mellizos y que Zaccaría le informó que los niños serían entregados a los familiares, cuando en realidad fueron apropiados.
Esa trabajadora de la salud, que declaró durante una hora, dijo que ella estaba de guardia en el turno de la mañana –de 6 a 12– y que al llegar, la mañana posterior al nacimiento, se encontró con los dos niños en una misma incubadora. “Yo no sabía qué hacer, porque no era un lugar adecuado para atender esos bebés”, aseguró, y agregó que en ese momento Berduc entregó la guardia a Ferraroti, quien se encargó de derivar a los niños. El miércoles este médico dijo que no recordaba ese acontecimiento.
Además aseveró que la Planilla de Enfermería que le entregó su compañera los chicos estaban registrados como NN y que quien controlaba la confección de esa planilla era el jefe del servicio, o sea Zaccaría.
La testigo que delaró en segundo término relató lo sucedido en Terapia la tarde del nacimiento. Dijo que hacía guardia pasiva de 12 a 18 y que un día la llamaron del hospital porque había pacientes que atender. Cuando llegó, a las 16, estaba Zaccaría esperándola en el pasillo y le dijo que “había una parturienta que iba a tener mellizos y que iban a venir al servicio”. Ella recordó que atendió a un bebé que tenía problemas respiratorios, que no pudo identificar si era varón o mujer porque no lo desvistió. Aseguró que fue Berduc quien estaba a cargo del tratamiento y le daba las indicaciones sobre cómo antender a la criatura, al tiempo que trataba de comunicarse con el hospital San Roque y el IPP pidiendo cama.
Esta mujer detalló que en la Hoja de Enfermería que tenían en Terapia, donde debía estar el nombre del bebé ya decía NN. “Eso seguramente lo ha escrito el doctor Zaccaría o no sé qué otra persona podría ser. Creería que era el doctor Zaccaría”, afirmó.
Cuando salió de Terapia para ir a su casa, a las 18, pasó por delante de la habitación 5, donde se decía que estaba internada la madre. Se encontró con una gran cantidad de efectivos del Ejército, mucho mayor a la habitual, armados y vestidos de uniforme. Eran unos 20, cuando lo común era que no hubiera nadie, para no molestar a los pacientes. Entonces intentó “pasar ligero” por ese pasillo.
Berduc: “Ojalá pudiera recordar”
El médico Alfredo Berduc recordó que asistió al mellizo varón con una cardiopatía congénita severa, y a la nena con «un poquito de arritmia». Dijo que como en Terapia no había elementos para atenderlos, habló con el director del establecimiento, Marcelo Beret, y lo persuadió para que se derivara a los niños a un centro apto, que en ese momento eran el hospital San Roque o el Instituto Pediatría. «A cuál de los dos los derivaron, no me acuerdo», indicó.
«De la mamá no supe nada. No averigüé, en ese momento no se podía averiguar mucho. Sabía que era una detenida y nada más. Esto me lo dijeron, no me acuerdo quién», manifestó.
Berduc dijo no saber quién dispuso la internación de los bebés en Terapia Intensiva y no tener «ni idea» dónde se produjo el parto, y en varias oportunidades se excusó de dar mayores detalles por no recordarlos dado que “pasaron ya 30 años”. Por ejemplo, dijo no acordarse si los niños estaban registrados como NN, si su intervención fue por la mañana o por la tarde y si había custodia militar mayor a la habitual. “No recuerdo, lamentablemente. Ojalá pudiera recordar y ayudarlos”, señaló.
Sobre el estado de salud del varón, indicó que “se estaba muriendo” y que sólo hubiera evolucionado favorablemente con una cirugía en un centro asistencial de mayor complejidad que en aquel momento sólo existía en Buenos Aires y La Plata. Le preguntaron, entonces, por qué lo derivaron a una clínica de Paraná. Respondió que se debió a que primero debían estabilizar el paciente y precisar el diagnóstico, algo que no podía hacerse en el Hospital Militar por carecer de Neonatología.
Berduc dijo que creía haber escuchado que el nene murió en el IPP y se sorprendió cuando le informaron que la búsqueda prosigue y que hay documentos que indican que fue dado de alta de ese instituto el 27 de marzo de 1978.
Finalmente, admitió que no se consultó la historia clínica de la madre ni se pidió su consentimiento para la derivación de sus hijos. “Cuando hablé con Beret me dijo que no se podía hacer mucho hincapié. Estábamos muy coartados en estas cosas. No era una situación normal y no se podía interrogar, decían que no podían tener contacto con esas personas (por los secuestrados), por lo que estas personas podrían decirle a uno. Esas cosas en ese momento no se permitían”, se justificó.
El imputado que interroga a los testigos

Amelong, de espaldas, despeinado y mal teñido, junto a Guerrieri conversan con el defensor oficial. Foto: Gustavo Vaccalluzzo
La querella se opuso categóricamente a que el imputado Juan Daniel Amelong realizara preguntas a los testigos, ya que por la calidad de los delitos que se investigan esa acción puede ser una forma de presión. “No estamos pidiendo que no se autodefienda, eso ya ha sido resuelto por el Tribunal, sino que las preguntas las haga a través de su representante”, expuso la abogada de Abuelas de Plaza de Mayo, Ana Oberlin. Agregó que si una persona acusada de crímenes de lesa humanidad interroga a uno de los testigos, eso implica una revictimización, y citó jurisprudencia para fundamentar su pedido. “Cualquier tipo de presión va a ir en detrimento del desarrollo de este proceso”, añadió.
Sin embargo, el Tribunal decidió admitir que el represor formule preguntas, con la salvedad de valorar en cada caso si la interrogación es apropiada o no.
Pagano ausente y Guerrieri con dolor de muela
Desde el inicio de la audiencia estuvo ausente el represor Walter Pagano, quien prefirió quedarse en la dependencia de Tribunales que se ha previsto para que permanezcan los acusados.
Por su parte, Pascual Guerrieri, otro de los reos, debe hacerse un control médico y tiene dolor de muela. La defensa propuso que lo atiendan en el Hospital Militar, ya que es el único lugar donde se le acepta la obra social Iose. El tribunal lo va a resolver oportunamente.
1 Sep