provinciales
Torrealday admitió que internaron a NN en la clínica
El médico y ex funcionario provincial dijo que el archivo del Instituto Privado de Pediatría se estropeó. Allí estuvieron internados los hijos de Raquel Negro. Los jueces le reclamaron más memoria y colaboración para encontrar al mellizo de Sabrina Gullino.
Jorge Riani para EL DIARIO
Ésa es la pregunta del millón”, concluyó el médico Miguel Alberto Torrealday cuando escuchó por enésima vez, cada vez formulada de diferente manera, la interrogante: quién fue el médico que atendió a los mellizos hijos de Raquel Negro en 1978 y quién firmó el alta médica en el Instituto Privado de Pediatría (IPP) del que él es cofundador, ex directivo y ex integrante de la planta médica.
El nombre del médico Torrealday estuvo en varios testimonios escuchados en lo que va del juicio oral y público que se desarrolla en Paraná para establecer responsabilidades en el secuestro y sustracción de identidad de los hijos de los militantes desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela.
Fue, precisamente, uno de los cuatro profesionales señalados como los responsables del instituto médico adonde fueron derivados los mellizos nacidos en el Hospital Militar. Incluso una de las enfermeras que prestó declaración en la audiencia de ayer no dudó en señalar que los niños pudieron haber sido atendidos por el propio Torrealday, Jorge Rossi o Ángel Luis Schroeder. “El que menos estaba era (David) Vainstub”, precisó. Esos cuatros profesionales eran los responsables del IPP en el año en que ocurrió la internación de los niños NN.
“Tuve la oportunidad de ver el libro de ingresos, y había allí un NN”, comenzó diciendo Miguel Torrealday. Relató que en oportunidad de prestar declaración en el juicio que se desarrolló en Rosario por el secuestro y desaparición de Negro y Valenzuela, se encontró con la fundadora y principal referente de la asociación Abuelas de Mayo, Estela de Carlotto, con quien –dijo– analizó el libro de administración en el que estaban consignados los ingresos y egresos de pacientes y que repararon en los mellizos.
Allí consta el ingreso de la nena como “López, Soledad” –hoy llamada Sabrina Gullino que sigue todas las jornadas con atención e interés de querellante– el 4 de marzo de 1978 y el varón como “López, NN” el 10 de marzo, procedentes del Hospital Militar, y el egreso de ambos el 27 de marzo e inclusive se dejó registrado que el costo de atención sería afrontado por la institución de la cual procedían.
“Nos llamó la atención que teniendo el mismo apellido fueran ingresados en fechas distintas y dados de alta el mismo día”, dijo Torrealday ante los jueces del Tribunal Oral Federal de Paraná.
En todo momento el médico y ex funcionario provincial del área de Salud en distintos gobiernos justicialistas intentó dejar claro su interés por aportar datos a la causa. Sin embargo, el tribunal le recriminó que no estaba brindando la información necesaria para poder dar con el paradero del mellizo.
Reprimenda. “Estamos comprometidos con la causa y queremos saber quién fue el médico que atendió a los niños. Nosotros tenemos 9.400 internaciones hechas al día de la fecha y esto es una cuestión de confianza. Lo que queremos, por nuestra historia y por nuestra militancia, es recuperar a esos chicos”, afirmó. Torrealday. Fue entonces cuando la jueza Lilia Carnero le dijo: “Usted dice que quiere encontrar al niño, pero son ustedes (por los médicos directivos del IPP) los que tienen la clave para saber la verdad, pero tienen que hacer memoria”, sostuvo. “Llama la atención que las enfermeras supieran y los médicos no”, le dijo más adelante el presidente del tribunal, Roberto López Arango, en referencia a la internación en el IPP de niños nacidos durante el cautiverio de su madre.
El recurrente olvido ante las preguntas de las partes terminó por generar una nueva intervención de la jueza Carnero:
“Creo que usted sabe lo que pasó y omite información; quién recibió, quién atendió y quién dio de alta a los niños”, apuntó.
“Ésa es la pregunta del millón”, apuntó sin contestar Torrealday. “No quiero ser parte de lo que consideran la corporación médica; si supiera lo diría”, agregó para mencionar finalmente un conjunto de médicos que prestaban servicio en neonatología del IPP.
Respecto del bebé que estaba registrado en el libro de ingreso como NN, consideró que “la identidad figuraba en la historia clínica”, pero luego precisó que esos documentos estaban archivados en un sótano que se inundó y, por lo tanto, se destruyeron.
El médico Miguel Alberto Torrealday estuvo ante el tribunal, confirmó que los niños nacidos en cautiverio bajo poder de la dictadura militar pasaron por el instituto privado, pero no aportó mayores datos y dejó la sensación en organismos de derechos humanos de que fue reticente con la información brindada.
“Dentro de un rato se va a morir”
La jornada de ayer sumó otros dos nuevos testimonios de empleadas del Hospital Militar. Una de ellas –de la que se omite publicar el nombre por recomendación de la Mesa de Juicio y Castigo acogida por este medio– dijo que prestó función en Laboratorio y Hemoterapia y que clasificaba sangre de NN, “por orden de la Dirección” del Hospital Militar.
Sostuvo que “de oído” sabía que las sangres que llegaban anotadas como de NN eran de detenidos políticos alojados en los batallones de Ingenieros y Comunicaciones.
Señaló puntualmente a uno de los empleados, del que dijo su nombre, como la persona que “seguramente extraía la sangre” de los detenidos, aunque éste –al momento de declarar– lo negó.
La mujer que prestó declaración se mostró muy emocionada al relatar otro episodio con una persona no identificada, registrada como NN. “Tuve oportunidad de atender una cirugía a un NN”, dijo la testigo. Contó que buscó los elementos para extraer sangre y establecer el RH y grupo y que el médico le dijo que “no hay necesidad de eso porque dentro de un rato se muere”, narró en alusión a la expresión que le dio el médico en el quirófano. Aseguró que igual lo hizo porque era su función y ante una pregunta sobre quién fue el profesional que le dio esa instrucción apuntó: “El doctor Juan Antonio Zaccaría”. A unos metros de allí, el galeno procesado no hizo gesto alguno ni movimiento.
Aseguró que estaban además en el quirófano los tenientes primero Mario Crocce y “otro de apellido” Zuino.
“Esa situación me provocó tanta angustia que pensé: ‘qué vida desperdiciada’. Llegué a la sala 1 y tenía tanta angustia que tomé el teléfono para hablar con una amiga, a pesar de que no se podían hacer llamadas, y cuando mi amiga me atendió no pude hablar. Nunca más conté nada sobre el asunto, ni siquiera a mi familia”, dijo tras tomar agua para atemperar el llanto.
El aire de la sala se tornó pesado con el testimonio. Y quedó la convicción de que se trataba de otro caso, ajeno a la causa, de víctima de la dictadura militar.
9 Sep
Los sonidos del silencio
Tras las declaraciones de los represores, llegaron los testimonios de los civiles. Médicos y enfermeras del Hospital Militar de Paraná dejaron al descubierto la densa trama de complicidad civil que envolvió los hechos investigados: aquéllos, por su silencio; éstas, por sus valiosos relatos. Detalles inéditos sobre el nacimiento de los hijos de Raquel Negro y su estadía en el nosocomio castrense de la capital provincial marcaron las últimas audiencias del juicio.
por Martín Gerlo
“Llegó Raquel Negro y la pusieron en la habitación donde estaba la guardia. Me contó que venía del cautiverio de (La quinta de) Funes y de su nenito. El suboficial (Juan) Vergara me mandó a que la atendiera. Me dijo: ‘no hablés con ella’”, señaló en la introducción a su declaración una de las enfermeras, anticipando un relato valiosísimo.
El último de los cinco testimonios brindados al Tribunal este jueves 1 de septiembre fue certero, revelador, emocionante y de una valentía admirable. El contraste con la desmemoria de los médicos de guardia del nosocomio, Alfredo Berduc y Juan Ferrarotti, hizo que vierta aún más luz de la que la declaración en sí misma contenía sobre los hechos que se investigan.
“Los bebés nacieron. Ella los vistió, los tocó y los abrazó. Después se los llevaron. Me dijeron que el niño no estaba bien. Ella me preguntaba: ¿qué será de mi chico? Después nació la nena”, contó entre lágrimas la enfermera, quien masticó esas palabras durante más de treinta años y ya no estaba dispuesta a callar. “Estuve en el parto nomás. Al otro día me dijeron que se los llevaron, y no supe nada hasta 2008”, señaló en referencia al momento en que Sabrina Gullino recuperó su identidad y ella pudo atar cabos con la historia que le tocó vivir tres décadas atrás: “Creí todos esos años que los chicos estaban con la madre”, remarcó.
La mujer calculó, consultada por una de las partes, que el plazo en el cual Negro estuvo en el nosocomio fue de 15 días: “Yo iba de a ratos. Los que estaban con ella eran civiles. Yo veía que hablaba con los muchachos; del hospital no eran”, reveló, aportando un dato valiosísimo que no pasó desapercibido: quienes llegaron junto a la detenida y permanecieron con ella hasta el momento de su egreso eran ajenos al lugar. “Partera o médico no eran. Eran de afuera, varones, y sacaron al chico. No estuvieron cuando nació. No eran personal del Hospital Militar” respondió concisa pero contundentemente a cada una de las preguntas que se le hacían.
“Ahí yo no vi que el chico tuviera algo. No noté nada. Si se descompensó después no lo sé. Yo no lo vi más”, manifestó, contrariando las versiones que argumentan que el hermano mellizo de Sabrina habría fallecido.
“Ella venía con los estudios hechos en Rosario”, precisó, a la vez que se excusó por no saber en qué medio había sido trasladada hasta el lugar. “La habían maltratado; eso me dijo, que la habían arrastrado”, indicó.
La enfermera reprodujo parte de sus diálogos con la madre de Sabrina, y certificó una serie de datos que se encontraban en el Requerimiento de Elevación a Juicio y en varios testimonios: era la primera vez que Raquel llegaba al lugar, estaba embarazada de mellizos y se encontraba constantemente custodiada: “En la misma habitación que ella dormía un muchacho; (no era el mismo) iban rotando”, explicó.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
9 Sep
Las evasivas de un militar no permitieron sumar precisiones
Un ex sargento que sacaba sangre a los pacientes del Hospital Militar dijo haberse enterado por terceros del nacimiento de los bebés de Raquel Negro. Dijo no recordar porque “fue hace 33 años”
Alfredo Hoffman De la Redacción de UNO
ahoffman@unoentrerios.com.ar
http://edimpresa.unoentrerios.com.ar/v2/noticias/?id=56366&impresa=1
8 Sep
El pasado como coartada
Es inútil: ninguna amplificación mediática volverá tema de interés masivo el juicio por sustracción de menores y sustitución de identidad que se sustancia en los tribunales federales de Paraná. No será motivo de conversación familiar o de tertulias de café. El atento seguimiento del proceso permanecerá reducido a círculos politizados, a quienes fueron actores en la década de los 70 y a grupos comprometidos con los derechos humanos. Será decepcionante, penoso, lo que se quiera. Pero es irremediable y en modo alguno sorprendente.
Antonio Tardelli
Hay razones añejas y recientes que explican una apatía que extraña, extrañamente, a ciertos observadores. Pero es que la causa de los derechos humanos, concebida como pretensión de verdad y exigencia de enjuiciamiento a los sujetos que fueron engranajes del Terrorismo de Estado, nunca fue socialmente masiva por más que en determinado momento haya aglutinado a la militancia política en, por caso, las movilizaciones de los 24 de Marzo, ocasión susceptible de alumbrar acuerdos por sobre las naturales diferencias. Pero una cuestión de urgencias, contrapuesta a la distancia temporal que media con los hechos que se investigan, y una inocultable especulación política que anida en el kirchnerismo, se asocian para mofarse de la necesidad de reparación integral que reclaman los crímenes de la dictadura. Ajustar cuentas con el pasado, exigencia histórica si las hay, puede ser un camino relativamente solitario.
Allí radica, precisamente, el mérito de los Kirchner. Retomaron la revisión de la represión ilegal a sabiendas de que no era una demanda mayoritaria de la sociedad pero sí concientes de que una política decidida en tal sentido comportaba una necesidad ligada a sucesos más cercanos. El intolerable espectáculo de las Madres de Plaza de Mayo siendo reprimidas durante los instantes finales del gobierno de la Alianza llevó incluso a Adolfo Rodríguez Saá, si se recuerda, a recibir a Hebe de Bonafini en el despacho presidencial que por pocos días lo albergó. Si hasta Adolfo el Breve, que según los cánones oficiales integra hoy el detestable tren fantasma de la oposición, pudo advertir lo que el momento pedía, cómo no iba a hacerlo un gobierno que alardea de mantener con los 70 un estrecho vínculo. El gobierno adquirió así un capital valioso. No es novedad que los Kirchner, de nula relación con las organizaciones de derechos humanos hasta 2003, se legitimaron con la causa más indiscutible de la democracia argentina. Desde ese lugar, como enamorados de un juguete nuevo, pasaron a una sobreactuación incalificable pero efectiva, tanto como que sedujo a prestigiosos exponentes del sector. El pañuelo de las Madres sobre el féretro de Néstor Kirchner, expresión máxima de adhesión a la política estatal, fue la shockeante estampa del nuevo tiempo.
Convertida nuevamente en política de Estado, recuperando la jerarquía alcanzada con la decisión inaugural de Raúl Alfonsín, la defensa de los derechos humanos y el impulso a los juicios contra los represores perdió el componente de rebeldía y de denuncia que arrastró durante los 90, cuando el partido entonces en el poder, el mismo que gobierna hoy, llevó adelante, con otras complicidades sociales y políticas –de las que no son ajenos algunos de los hombres más encumbrados de esta era políticamente correcta–, la más impactante operación de absolución del pasado. Tiempo de contrasentidos: el avance institucional que supone un Estado que no perdona las atrocidades cometidas por ese mismo Estado en tiempos de facto le pasa la cuenta, en términos de imagen pública, a algunas emblemáticas organizaciones del sector, desdibujadas en un seguidismo innecesario cuando no, se sabe, en concretas sospechas de corrupción. Los recién llegados se cuelgan las medallas. Los de siempre –algunos, por lo menos– se sumen en el descrédito.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
8 Sep
Piden investigar si un militar se apropió del hijo varón de la desaparecida Raquel Negro
Los fiscales solicitaron al juez Gustavo Zonis que siga la hipótesis planteada por el represor Guerrieri, quien dijo que Paul Alberto Navone, que se suicidó en 2008, se quedó con el bebé de la detenida desaparecida que dio a luz en el Hospital Militar.
Alfredo Hoffman / Redacción de UNO
ahoffman@unoentrerios.com.ar
El juez federal de Paraná, Gustavo Zonis, evalúa por estas horas si sigue la pista arrojada por uno de los represores que es juzgado en la causa Hospital Militar, quien dijo en el tercer día del juicio que el militar suicidado Paúl Alberto Navone se habría quedado con el mellizo varón de la desaparecida Raquel Negro.
Desde la semana pasada, Zonis tiene en sus manos dos escritos presentados por los fiscales Mario Silva y José Ignacio Candioti, quienes le pidieron que investigue si esa versión tiene sustento o no, sobre todo porque Navone tiene un hijo nacido el 3 de noviembre de 1977. La fecha no coincide con el nacimiento de Sabrina Gullino y su hermano en el nosocomio de avenida Ejército, pero se sabe que en los casos de robo de bebés las fechas pueden ser adulteradas. Además, sí coincide con la fecha probable de parto de Graciela Susana Capocetti, también desaparecida.
El viernes 26, Pascual Oscar Guerrieri y Juan Daniel Amelong responsabilizaron a Paúl Navone del robo de los hijos de Raquel Negro. Navone es el militar de Inteligencia del Ejército que se suicidó de un disparo en la cabeza en febrero de 2008, el mismo día que debía prestar declaración indagatoria en la instrucción de la causa.
Como ex segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121 del Segundo Cuerpo de Ejército, con sede en Rosario, Guerrieri buscó desligarse de los hechos adjudicando responsabilidad en el plan para la sustracción de los bebés al Destacamento 122 de Santa Fe –donde operaba Navone– con jurisdicción sobre Paraná. Y citó una presentación de abril de 2011 efectuada por un defensor oficial federal de Rosario, Germán Artola, relacionada con un supuesto correo electrónico en el cual el represor Eduardo Costanzo diría que Navone fue quien “ejecutó a Raquel Negro de un tiro en la cabeza” y quien “se habría quedado con el varoncito”.
Costanzo debe declarar como testigo en el juicio en las próximas semanas. Fue quien aportó a la Justicia el dato de que a la beba mujer la habían abandonado Amelong y Walter Pagano en la puerta de un convento de Rosario. Esa pista fue la que permitió encontrar a Sabrina Gullino a fines de 2008.
Luego de esa audiencia, los fiscales Silva y Candioti presentaron un escrito en la causa “NN López”, en la cual se investiga el destino del hermano de Sabrina y que tiene esa denominación porque así se lo registró en el Instituto Privado de Pediatría (IPP), adonde los niños fueron derivados desde el Hospital Militar. La presentación fue para que Zonis investigue la hipótesis y estuvo fundamentada en que en el legajo de Navone aparece que uno de sus hijos nació el 3 de noviembre de 1977, cuatro meses antes que los hijos de Negro. Le pidieron al juez la producción de prueba documental, como la partida de nacimiento.
Lo mismo solicitaron en la causa que investiga la apropiación del hijo de los desaparecidos Graciela Capocetti y Guillermo López Torres. Se estima que la mujer estaba embarazada de seis meses cuando fue secuestrada, en agosto de 1977, por lo cual el parto se habría producido en noviembre de ese año.
El momento
Graciela y Guillermo –junto a sus hijos Gustavo y Diego– fueron detenidos en el barrio Fisherton de Rosario en agosto de 1977 y desde entonces permanecen desaparecidos. Existen datos para suponer que Graciela fue trasladada al Hospital Militar de la capital entrerriana para dar a luz a un niño o niña que fue sustraído por los represores. Los hermanos, que tenían entonces 3 y 1 año, fueron devueltos a sus familiares y en 2009 se constituyeron como querellantes en Paraná.
6 Sep
El juicio de las revelaciones y las amnesias selectivas
Lo que dejaron hasta ahora las audiencias
Los testimonios de algunas enfermeras permitieron confirmar que Raquel Negro, secuestrada y desaparecida por la dictadura militar, dio a luz a mellizos en el Hospital Militar. Que la mujer fue trasladada de Rosario con los estudios previos ya realizados y que estuvo unos 15 días internada en el nosocomio castrense de la capital entrerriana. Los médicos civiles, en cambio, demostraron una sugerente amnesia al momento de hablar de nombres propios. Uno de ellos insistió en que el mellizo varón debe haber muerto.
Por Jorge Riani para El Diario
Los mellizos son el sujeto de una historia. De una historia negra, que como en toda tiene villanos, pero también héroes, algunos de ellos anónimas personas, sencillas personas, que se animaron a decir lo que otros quieren acallar. Los mellizos están en boca de todos los testigos. Que se los llevaron, que no se supo qué destino tuvieron, que uno de ellos estaba enfermo y quizás no haya sobrevivido, que a la madre a la mataron. La historia conmociona y más cuando con un simple giro de cabeza se puede ver a aquella niña nacida en cautiverio, hoy de 33 años, escuchando este relato, con la mirada en otro lugar, pero la atención bien puesta en lo que se dice y en lo que se calla.
En la semana que terminó, Sabrina Gullino, una de esos mellizos, habló de su historia: del modo en que se enteró de que sus padres biológicos son dos de las miles de personas que la dictadura militar hicieron desaparecer; del modo en que ella se convirtió en Gullino y cómo luchó por restituir su identidad de origen sin negar ni contradecir la identidad edificada a partir de su familia adoptiva.
La semana abrió con el testimonio de Sabrina y continuó con el de su hermano Sebastián Álvarez –primogénito de la detenida y desaparecida Raquel Negro–. En la siguiente jornada la nota fue puesta por una enfermera viejita, casi sorda, que con lenguaje familiero y desacartonado conmocionó con su relato, como se verá más adelante.
Quedará para los sociólogos, acaso para los epistemólogos, el intríngulis que se da –al menos en este juicio– entre la verdad, la mentira, la valentía, la cobardía, en vinculación con el status social, con el prestigio que otorga en su singular escala de valores una sociedad.
Dicho de otro modo, en este juicio son algunas enfermeras de las de antes, hoy viejitas jubiladas, las que hablan sin pelos en la lengua.
Quizás no entienden cuando el juez les pregunta si están “comprendidas en las generales de la ley” y hasta haya que traducirles al lenguaje cotidiano cada frase de rigor.
Pero no se pierden cuando les preguntan por datos concretos, nombres, fechas, hechos. No tienen detrás de sí una corporación que defender. No son militares, ni médicos de institutos privados. Son viejitas que acuden con sus nietos al Juzgado y que dicen sin tapujos que vieron a Raquel Negro, que llegó en un auto, que le hicieron los estudios en Rosario, que dio a luz en el Hospital Militar, que estaba golpeada y que un día se llevaron a madre e hijos.
PALABRAS Y SILENCIOS.
“Raquel Negro llegó y la pusieron en una sala de guardia médica. Me contó que venía de Funes, que tenía un nenito que estaba con los abuelos y que venían dos más”. El relato corresponde a la enfermera Natalia Krunn, que aportó datos certeros.
Otras frases textuales de la testigo que merecen ser subrayadas:
“El suboficial Vergara me mandó a que la atendiera (en referencia a Raquel Negro), le hiciera el aseo y cambiara la ropa de cama. Pero me dijo que no hablara con ella”.
“Cuando nació el varoncito se lo pusieron a la madre, lo abrazó, lo tocó, pero después se lo sacaron porque dijeron que no estaba muy bien”.
“Al chico no le vi ningún problema; ahora, si se descompensó después, yo no lo vi”.
La defensa de los procesados preguntó por qué sabía que la detenida se llamaba Raquel Negro. Sin titubear, la mujer respondió: “Porque me lo dijo ella misma”. Además reveló un dato que no quedó inadvertido: que la parturienta estuvo en el Hospital Militar unos 15 días antes del alumbramiento. ¿Puede estar más de dos semanas una detenida, con el movimiento extraordinario de custodia que implicaba, sin que los jefes de servicio, los médicos, los militares de alto rango supieran nada? No se trató de un caso aislado; reinó la conmoción por esos días en el Hospital Militar. ¿Pueden olvidarse de una atención tan atípica que se prolongó durante unos 15 días?
Los médicos Juan Luis Ferrarotti y Alfredo Berduc coincidieron en una frase repetida en no pocos pasajes de sus declaraciones: “No me acuerdo”. Muy atentos, despiertos, de buen léxico, pero de memoria endeble, los profesionales de la salud no aportaron datos de relevancia.
Pero quedó la sensación de que, en el caso de Berduc, primó un llamativo interés en dejar en claro que probablemente el mellizo varón –el hermano que nació junto con Sabrina Gullino y que nunca apareció– no haya podido sobrevivir.
El instancias anteriores el médico no recordaba ni el caso, hasta que se le refrescó la memoria en un careo, justamente con una enfermera. Por eso llegó hasta este juicio recordando el nacimiento de los mellizos, pero con una sugestiva desmemoria para aportar nombres. Y eso se patentizó en una de sus frases: “Me acuerdo del caso, no de los nombres”.
También resulta llamativo que después de no recordar el caso, en tiempos de la instrucción, esta semana sí haya podido precisar que el mellizo varón estaba cianótico y que por el cuadro que presentaba posiblemente haya padecido de una cardiopatía congénita severa.
Dio una clase magistral de cardiología, con léxico científico y notable capacidad para explicar el funcionamiento del sistema respiratorio y circulatorio. Aventuró que el mellizo de Sabrina habría muerto, pero –vale insistir– olvidó pasajes clave que podrían recrear la historia y saber el destino del niño perdido.
Por eso la advertencia que la jueza Lilia Carnero formuló tanto a Berduc, como antes a Ferrarotti, cobra importancia: “Le informamos que la búsqueda de ese menor prosigue. De modo que le pedimos que haga memoria”.
Algunos textuales del cardiólogo Alfredo Berduc:
“Dios quiera que (el mellizo) haya sobrevivido, pero creo que me dijeron que había muerto”.
“No recuerdo”, en alusión a quién le dijo que el niño había muerto.
“Tratamos de darle condiciones de vida para el traslado, pero con una cardiopatía de ese tipo (el paciente, para el caso el niño) no pasa los cuatro días”.
“No recuerdo”; en alusión a quién dio el alta a los mellizos y a la madre.
“Sí, pudo haber sobrevivido, pero con cirugía mediante. Esas cirugías se hacían en Buenos Aires y La Plata”.
“No recuerdo”; en alusión cómo estaban registrados los niños en las planillas de rigor.
“El doctor (Juan Antonio) Zaccaría cumplía funciones más bien administrativas” y “el doctor (Juan) Ferrarotti poco tuvo que ver con el caso”.
“No recuerdo”; en alusión a si los niños fueron trasladados al Hospital San Roque o al Instituto Privado de Pediatría.
¿Por qué tanto interés en dejar la sensación de que el niño de Raquel Negro y Tulio Valenzuela había muerto?
Queda por delante un mes y medio, quizás dos, de audiencias. Y a las esperanzas de que se haga justicia apuntando a las responsabilidades de quienes participaron de la obra macabra, se suman las de encontrar con vida al hijo de Raquel Negro. Porque sólo así la justicia será completa.
4 Sep
Memoria y justicia en las luchas del presente
por Silvio Méndez para El Diario
Colectivamente, las historias se pueden construir y desconstruir de distintos modos, con distintos “materiales” del sentido y el quehacer social a los que, precisamente, se eche mano. Es por esto que las interpelaciones a los hechos del pasado, no dejan de ser en cierto punto, interpelaciones a los acontecimientos y estado de la cuestión sobre el presente.
Los modos en que se narra la historia, las formas en que se elaboran los relatos, entonces, son también expresiones de las perspectivas sobre cómo encaramos el día a día.
Si hasta la memoria misma, este concepto que parece tan intangible, toma cuerpo en renovadas luchas y acciones de la vida cotidiana. Aunque la historia y los recuerdos no están exentos de quedar petrificados en evocaciones nostalgiosas y moralistas de un pasado mejor.
El juicio por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura que se lleva adelante en la ciudad, forma parte de este campo de tensiones y disputa de cómo se cuenta la historia, de cómo se recrea la memoria. Ya pudimos comprobarlo en los lúcidos testimonios de enfermeras que trabajaron en el Hospital Militar de Paraná que cuentan el sufrimiento de una parturienta secuestrada y la sustracción de sus mellizos, frente a médicos olvidadizos que sostienen todavía al día de la fecha esa antigua complicidad con las atrocidades cometidas por los represores.
Por eso este juicio, a su vez, da cuenta de qué valores y prácticas sostenemos socialmente. Porque siendo uno de los espacios institucionalmente más importantes, con él no sólo se dirimen los alcances que puede alcanzar la justicia en esta democracia luego del último genocidio cometido en Argentina. También se dirime una disputa de la indiferencia, el autoritarismo y el desprecio por la vida humana, frente a la solidaridad, el compañerismo y el compromiso con la libertad.
El desenvolvimiento de esta causa no debería ser dimensionado solamente por sus consecuencias jurídicas, sino cómo un posicionamiento ante una aparente indiferencia de una mayoría que observa la escena como ajena, como si no estuviera involucrada en algún vértice, como si fuera algo foráneo.
La consecución de este juicio —al que le preceden ricas experiencias de reivindicaciones y de luchas, junto a decididas medidas políticas—, constituye ya un “material” con el cual se pueden asentar mojones para narrar y reconocer nuestra historia. De alguna manera, casi en una dimensión pedagógica, el juicio por robo de bebés en la última dictadura en Paraná se inscribe contemporáneamente en una disputa persistente por sostener los derechos humanos y, sobre todo, en una herramienta que puede ser clave para dimensionar qué podemos esperar de nosotros mismos, colectivamente, de aquí hacia un mañana.
4 Sep
Hospital Militar: una testigo contó que Raquel Negro abrazó a los mellizos antes de que se los robaran
En la continuidad del juicio por delitos de lesa humanidad, enfermeras dieron detalles del parto de Raquel Negro y de la internción como NN de sus hijos mellizos en Terapia Intensiva.
Diario UNO Entre Ríos
Una enfermera jubilada de 86 años, que trabajaba en la sala de Maternidad del Hospital Militar de Paraná, contó este jueves ante el Tribunal Oral Federal que ella estuvo presente en el parto en el que nacieron los hijos mellizos de la militante desaparecida Raquel Negro, que vistió a los bebés y que la madre los abrazó antes de que se los sacaran los represores. Su testimonio resulta revelador de la metodología empleada por los apropiadores de niños que operaron en el nosocomio de avenida Ejército durante la última dictadura cívico-militar y fue la nota destacada de la quinta jornada del juicio por delitos de lesa humanidad que se desarrolla en la capital entrerriana.
Antes de esa declaración se habían escuchado los testimonios de otras tres trabajadoras del hospital y del médico Alfredo Berduc. Todos relataron fragmentos de la estadía de los bebés en el servicio de Terapia Intensiva en marzo de 1978 y de cómo fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría, a excepción de una obstetra que recordó haber instruido sobre los síntomas de trabajo de parto a una embarazada aparentemente detenida cuyas características no coinciden con las de Negro, dado que aseguró que gestaba un solo bebé en su vientre y que era madre primeriza. Esto avalaría la hipótesis de más embarazadas secuestradas llevadas a parir al hospital.
La enfermera de Maternidad –cuya identidad se preserva por razones de seguridad– aseguró que fue la propia Raquel Negro quien le dijo su nombre, que le contó que venía “del cautiverio de Funes” (por el centro clandestino de detención Quinta de Funes, en las afueras de Rosario), que tenía un hijo mayor de unos dos años y que había sido “maltratada” y “arrastrada” cuando la trasladaron a Paraná. “Y cuando la bañé, era cierto, tenía lesiones, en la cola”, certificó.
“Cuando nacieron los chicos, al varoncito yo lo vestí, se lo puse a la madre, lo tocó, lo abrazó”, contó la testigo entre lágrimas. “Después lo sacaron al chico, dos personas que yo no conocía, dijeron que no estaba bien. Y ella estaba muy preocupada, me preguntaba: ‘qué será de mi bebé, cómo estará’. Yo le decía que iba a tener que preguntarle al medico de niños, pero yo en ningún momento vi un médico de niños ahí. Después nació la nena, que se quedó con la madre. Al otro día, cuando fui, pregunté qué fue de la parturienta y me dijeron que la llevaron los familiares, y ahí nunca más supe nada hasta el año 2008. Nunca se habló de la chica”.
Por otra parte, dos enfermeras de Terapia Intensiva del Hospital Militar ratificaron la internación de bebés como NN en ese servicio. Además afirmaron que el jefe del área, el imputado Juan Antonio Zaccaría, tuvo un rol importante en ese hecho.
Una de esas enfermeras, la primera que declaró este jueves como testigo en el juicio por la causa Hospital Militar, ratificó la presencia de dos bebés mellizos en Terapia, que luego fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría. Dijo que los médicos Alfredo Berduc y Juan Ferraroti intervinieron en el traslado de los mellizos y que Zaccaría le informó que los niños serían entregados a los familiares, cuando en realidad fueron apropiados.
Esa trabajadora de la salud, que declaró durante una hora, dijo que ella estaba de guardia en el turno de la mañana –de 6 a 12– y que en ese momento Berduc entregó la guardia a Ferraroti, quien se encargó de derivar a los niños. El miércoles este médico dijo que no recordaba ese acontecimiento.
La testigo que delaró en segúndo término dijo que hacía guardia pasiva de 12 a 18 y que un día la llamaron del hospital porque había pacientes que atender. Cuando llegó, a las 16, estaba Zaccaría esperándola en el pasillo y le dijo que “había una parturienta que iba a tener mellizos y que iban a venir al servicio”. Ella recordó que atendió a un bebé que tenía problemas respiratorios, que no pudo identificar si era varón o mujer porque no lo desvistió. Y aseguró que fue Berduc quien estaba a cargo del tratamiento y trataba de comunicarse con el hospital San Roque y el IPP pidiendo cama.
Esta mujer detalló que en la Hoja de Enfermería que tenían en Terapia, donde debía estar el nombre del bebé, decía NN. “Eso seguramente lo ha escrito el doctor Zaccaría o no sé qué otra persona podría ser. Creería que era el doctor Zaccaría”, afirmó.
Por su parte, el médico Berduc recordó que asistió al mellizo varón con una cardiopatía congénita severa, y a la nena con «un poquito de arritmia». Dijo que como en Terapia no había elementos para atenderlos, habló con el director del establecimiento, Marcelo Beret, y lo persuadió para que se derivara a los niños a un centro apto, que en ese momento eran el hospital San Roque o el Instituto Pediatría. «A cuál de los dos los derivaron, no me acuerdo», indicó.
«De la mamá no supe nada. No averigüé, en ese momento no se podía averiguar mucho. Sabía que era una detenida y nada más. Esto me lo dijeron, no me acuerdo quién», manifestó.
Berduc dijo no saber quién dispuso la internación de los bebés en Terapia Intensiva y no tener «ni idea» dónde se produjo el parto, y en varias oportunidades se excusó de dar mayores detalles por no recordarlos.
Sin el represor Walter Pagano
Desde el inicio de la audiencia estuvo ausente el represor Walter Pagano, quien prefirió quedarse en la dependencia de Tribunales que se ha previsto para que permanezcan los acusados.
Por su parte, Pascual Guerrieri, otro de los reos, debe hacerse un control médico y tiene dolor de muela. La defensa propuso que lo atiendan en el Hospital Militar, ya que es el único lugar donde se le acepta la obra social Iose. El tribunal lo va a resolver oportunamente.
En el juicio por la causa Hospital Militar se juzga a los represores Juan Amelong, Jorge Fariña, Héctor González, Pascual Guerrieri y Walter Dionisio Pagano, y al médico anestesista Juan Antonio Zaccaría; por la sustracción y sustitución de identidad de los hijos de los detenidos desaparecidos Tulio Valenzuela y Rauqel Negro.
La mujer había dado a luz a dos mellizos en 1978, quienes fueron inscriptos como NN. Uno de ellos –Sabrina Gullino– fue abandonado en el Hospital del Huérfano de Rosario. Allí fue adoptada por la familia Gullino y en 2008 restituyó su identidad. El otro hijo de Negro sigue siendo buscado.
1 Sep
“Quizás estén arrepentidos de no haberme tirado al río”
Declaró la hija de Raquel Negro y Tulio Valenzuela. Sabrina Gullino reclamó que la corporación médica “rompa el silencio”. También declaró su hermano Sebastián Álvarez y un médico del Hospital Militar que fue reprendido por su falta de memoria. Eduardo Costanzo no se presentó por problemas de salud.
http://www.eldiario.com.ar/diario/interes-general/nota.php?id=18425
1 Sep
Gullino: “Quiero que quede claro que
no pudieron destruir a mi familia”
En la cuarta jornada del juicio a los represores por el robo de bebés en el Hospital Militar de Paraná durante la última dictadura se escucharon los conmovedores relatos de Sabrina Gullino y Sebastián Álvarez, hijos de la militante desaparecida Raquel Negro. Luego, el médico Ferraroti no aportó datos a la investigación y recibió una advertencia del Tribunal.
Fuente: Diario UNO Entre Ríos
En el inicio de la segunda semana del juicio a los represores por el robo de bebes en el Hospital Militar de Paraná durante la última dictadura militar declaró Sabrina Gullino, hija de la militante desaparecida Raquel Negro.
Gullino apuntó a la falta de memoria de los médicos del Instituto Privado de Pediatría que no recuerdan la situación irregular en la que se encontraban los bebés derivados desde el Hospital Militar. “Me llama la atención que no recuerden que ingresaron los bebés sin mamá ni papá, que nadie los iba a ver. Me resulta dudoso que no recuerden nada de lo que pasó con esos bebes”, afirmó.
En otra parte de su conmovedor relato la joven aludió a los represores: “Los veo a los que están sentados ahí atrás –en referencia a Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Dionisio Pagano, Jorge Alberto Fariña, Marino Hector González y Juan Antonio Zaccaría– que son los responsables del secuestro de mi mamá y de papá, y del secuestro de mi hermano Sebastián, y que quisieron destruir a nuestra familia, y quiero decirles que quede claro que no pudieron”.
Luego, dirigiéndose a Amelog y a Pagano, manifestó: “Son los que me llevaron en el auto y me dejaron abandonada en un convento, quiero decirles que seguramente no deben estar arrepentidos de haber secuestrado a mis viejos, pero sí deben estar arrepentidos de no haberme tirado al río, porque miren todo lo que está pasando: 33 años después se constituyó este tribunal que los está juzgando”.
Finalmente pidió a la sociedad paranense que si tienen algún dato de su hermano mellizo para aportar, que lo hagan. “Este tiempo es muy intenso y creemos que el melli está vivo y que los vamos a encontrar”, concluyó y se retiró aplaudida de la sala.
A su turno, Sebastián Álvarez apeló a la colaboración de los dueños del Instituto Privado de Pediatría (IPP) y a la gente que trabajaba en el Hospital Militar. «Que digan qué pasó, porque hay claras diferencias entre las enfermeras que todas recuerdan el caso y los doctores que no lo recuerdan. Con esto sacamos como conclusión que existió la complicidad civil de la dictadura, hay un silencio sobre lo que pasó con los chicos”.
“Hay esposas de médicos del IPP que iban a verlos, no sabemos si había un interés particular. Queremos que estos doctores que son tan conocidos en Paraná recuerden algo y puedan colaborar para que podamos encontrara a nuestro hermano”, apeló.
Tanto Sabrina como Sebastián recordaron especialmente al autor de la denuncia que dio origen a la investigación, el fallecido coordinador del Registro Único de la Verdad, Guillermo Germano.
Ferraroti dijo no recordar
En tercer turno declaró como testigo el médico Juan Ferratoti, quien se desempeñaba en Terapia Intensiva del Hospital Militar y, según relataron enfermeras, fue uno de los que intervino para trasladar a Sabrina y su hermano mellizo al IPP cuando los encontró en el servicio donde trabajaba, no acondicionado para recién nacidos. Este profesional dijo no recordar esos acontecimientos, aunque aclaró que los daba como ocurridos a partir de que se lo contó una de las enfermeras.
«No recuerdo específicamente la presencia de bebés en la sala de Terapia Intensiva. Cuando la doctora (Marina) Barbagelata (ex abogada querellante) me llamó, hablé con algunas enfermeras y me dijeron que una mañana que yo tomaba mi guardia, había dos bebes y pedí que los llevaran a otra clínica. Me dijo que a los chiquitos lo habían llevado a no sé dónde», sostuvo.
«¿El hecho lo da por ocurrido en base a lo que le refrescó la testigo?», le preguntó Roberto López Arango, presidente del Tribunal. «Imagino que sí, no recuerdo qué pasó pero la enferma con la que hablé me dijo que fue así y no tengo por qué dudar de que fue así», respondió.
Uno de los momentos de mayor tensión se podujo luego de que Ferraroti dijera que nunca había visto mayor movimiento de militares a lo habitual, en contradicción con lo afirmado por testigos respecto de los días en los cuales estuvo internada Raquel Negro. A partir de eso la jueza Lilia Carnero le preguntó si tenía «algún problema de vista», ya que le llamaba la atención esa contradicción, y le recordó que si omitía información podía incurrir en el delito de falso testimonio.
—No tengo ningún problema de vista –dijo el médico, y se defendió diciendo que había que ver cuándo y dónde se había notado esa cantidad inusual de militares.
—Se nota que las enfermeras tienen mejor memoria que los profesionales –acotó la magistrada.
—Puede ser –se limitó a contestar el testigo.
En tanto, Eduardo “Tucu” Costanzo, ex agente civil de Inteligencia, que debía declarar hoy no se presentó debido a problemas de salud que lo aquejan. Costanzo se encuentra cumpliendo condena con prisión domiciliaria en Rosario e iba a ser traído por la fuerza pública hasta la sede de la Cámara Federal de Apelaciones de calle 25 de Mayo, donde se constituye el Tribunal Oral desde el 24 de agosto. Ahora los jueces Roberto López Arango, Lilia Carnero y Juan Carlos Vallejo deberán reprogramar este testimonio para una nueva fecha.
El Tribunal Oral en lo Correccional Federal de Paraná juzga a Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Dionisio Pagano, Jorge Alberto Fariña, Marino Hector González y Juan Antonio Zaccaría.
Los cinco primeros integraban el Destacamento de Inteligencia 121, que organizó el operativo para el nacimiento y el robo de los bebés. Zaccaría era el jefe de Terapia Intensiva y se lo acusa de haber co-organizando el parto, conociendo la procedencia y la situación de Raquel Negro, y haber dispuesto medios materiales y humanos para garantizar el éxito del operativo.
31 Ago