provinciales
Una enfermera del IPP complicó a Torrealday
Una trabajadora del instituto privado contó que allí estuvo internado como NN un recién nacido que había sido derivado del Hospital Militar y dijo que su atención estuvo a cargo de uno de los directores de la institución. Si bien no dio precisiones, se presume que sería el mellizo varón de Raquel Negro y Tulio Valenzuela. Además, un militar retirado afirmó que otras mujeres detenidas fueron trasladadas a dar a luz en Paraná.
Fue una jornada de importantes revelaciones, desde la firmeza y contundencia del testimonio un periodista rosarino, hasta el sorpresivo relato de una enfermera del Instituto Privado de Pediatría y la estremecedora historia de un militar con un hermano desaparecido que fue amenazado por el dueño de la vida y de la muerte en esos años en la provincia para que deje de buscarlo. Fue, en resumen, una jornada intensa.
En el banquillo de los acusados, casi como una postal, estaban cinco de los imputados: Pascual Oscar Guerrieri, recostado contra la pared, en primera fila; detrás suyo, Jorge Alberto Fariña; al medio, adelante, Juan Daniel Amelong, siempre con dos pares de anteojos colgados de la nariz; a la izquierda, adelante, Marino Héctor González, con rostro malhumorado e inflando los cachetes; y más atrás el médico Juan Antonio Zaccaría, inmóvil, sin siquiera realizar un gesto. Walter Salvador Pagano sigue, como desde hace dos semanas, recluido en una sala del fondo y solo apareció por un momento, convocado por el tribunal para un reconocimiento que se le formuló a un testigo. La misma foto incluye a la esposa de Zaccaría, inquieta y charlatana.
La de ayer se presumía una audiencia sin mayores sorpresas, ya casi en el final de la etapa de testimoniales en el juicio por sustracción y sustitución de identidad de los hijos mellizos de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, nacidos en el Hospital Militar de Paraná, durante el cautiverio de su madre, en una fecha imprecisa de marzo de 1978.
Pero dos enfermeras del Instituto Privado de Pediatría (IPP), al que fueron derivados los mellizos al día siguiente de su nacimiento, quebraron esa expectativa con importantes revelaciones sobre lo que pudo haber sido la estadía del mellizo varón en la institución
Por ese entonces, a principios de 1978, la flamante sala de neonatología del IPP estaba dividida en dos espacios, uno para incubadoras y otro para cunas, pero también tenía un codo en el que había una incubadora sin caparazón, separada del resto, cerca de la sala de enfermeras, donde se ubicaba a recién nacidos “con alguna situación especial o de mayor gravedad”, según explicó una de ellas, mientras que la otra agregó que allí se colocaba a los bebés “prematuros o de bajo peso”.
Sin embargo, la primera recordó el caso de un chico proveniente del Hospital Militar. “Al niño lo tenían separado, estaba aislado en otro sector de la sala de neonatología, en una incubadora de emergencia que se utilizaba para chicos en riesgo; eso me quedó grabado”, afirmó la mujer. Dos cosas le llamaron la atención a la enfermera: por un lado, que el nene “estaba bien, normal”; y, por el otro, que en la tarjeta de identificación que tenía la incubadora decía NN, en lugar del nombre, como era lo corriente.
La mujer dijo que mientras duró la internación de ese bebé “el que le daba atención era el doctor (Miguel Alberto) Torrealday”. Así, volvió a aparecer en escena el nombre de uno de los directores del instituto al que fueron derivados los hijos de Raquel Negro, a quien sus socios sindicaron como el que estaba a cargo de la sala de neonatología, y que la semana pasada, durante su declaración en el juicio, no pudo sino admitir la presencia de bebés internados como NN en el nosocomio privado.
Cuando preguntó al médico por qué la tarjeta del bebé decía NN, Torrealday “primero no quiso contestar y después dijo que la familia estaba viendo qué hacer con el bebé”. Luego de varias repreguntas –y hasta una intimación del tribunal, a pedido del fiscal José Ignacio Candioti, para que contestara–, la enfermera señaló que el médico le refirió que “los familiares del chico no sabían si le pondrían el apellido del padre o de la madre”, aunque ella entendió que fue “una respuesta medio confusa con la que me quiso conformar”, sentenció.
La maternidad. En la décima audiencia del juicio declaró también Joe Víctor Manuel Erbetta, un ex militar que se desempeñaba en el predio donde funcionaban los batallones de comunicaciones e ingenieros y el Hospital Militar de Paraná.
Joe es hermano de Victorio Coco Erbetta, que se encuentra desaparecido desde el 16 de agosto de 1976. Coco era militante peronista y fue secuestrado del edificio de la Facultad de Ciencias Económicas por efectivos de la Policía Federal que estaban vestidos de civil. Se sabe que estuvo un día en la delegación policial y luego fue trasladado a los calabozos del Escuadrón de Comunicaciones del Ejército. Un ex preso político declaró en sede judicial que una noche lo llevaron hasta la residencia del entonces arzobispo de Paraná, Adolfo Tortolo, y nunca más volvieron a verlo.
Joe dijo que el 10 de septiembre, menos de un mes después del secuestro de Coco, fue convocado por Juan Carlos Trimarco a su oficina. Allí el entonces jefe de la represión en la provincia lo amenazó apuntándole a la cabeza con un arma para que no busque más a su hermano; y a partir de ese momento tuvo limitados sus movimientos dentro del predio militar en el que cumplía funciones.
Sin embargo, el hombre supo, por comentarios de quien era entonces jefe del distrito militar y superior suyo, el coronel Ulises Schor, de la presencia de mujeres que eran trasladadas desde otros centros clandestinos de detención a dar a luz en Paraná. “Entraban mujeres embarazadas a parir en el Hospital Militar”, dijo sin poder precisar cuántas ni con qué frecuencia. “Schor tenía reuniones permanentes con Trimarco y a veces me comentaba que estaban pasando cosas raras, que ingresaban mujeres a tener familia y que luego esas mujeres desaparecían y los hijos tenían destino desconocido. Incluso en ese momento se mencionó mucho un parto de mellizos”, remarcó.
Asimismo, Erbetta contó que parte de sus tareas consistían en atender la guardia en la barrera de entrada al predio y que “en los primeros años (de la dictadura) ingresaban muchos agentes de inteligencia, pertenecientes a lo que en esa época se llamaban grupos de tareas. Llegaban desde Rosario, Santa Fe y Paraná y, por lo general, estaban vestidos de civil”, lo que da cuenta de una presencia constante de personal del Destacamento de Inteligencia 121 del Ejército en la capital provincial. De hecho, a pedido de los fiscales, Erbetta reconoció a Juan Daniel Amelong como uno de esos agentes.
Del Frade habló del rol de los procesados en el equipo represor
Jorge Riani
jriani@eldiario.com.ar
–¡Qué tal, cómo le va Del Frade! No nos vaya a fusilar, eh!
–No, yo no fusilo, Guerrieri.
La charla en un encuentro casual en el pasillo principal del edificio de la Justicia Federal en Paraná, sorprendió a los pocos testigos que escucharon el singular pedido del represor procesado al periodista rosarino que investigó los hechos de represión en el Litoral argentino.
Una agente de Gendarmería expresó su sorpresa en el gesto. Así, con ese encuentro informal, el periodista Carlos Del Frade comenzó su jornada en la sede judicial de Paraná, donde se desarrolla el juicio por el robo y sustitución de identidades de bebés recién nacido en el Hospital Militar, durante la última dictadura militar.
Investigación. Ya ante el tribunal, Del Frade abrió la jornada de audiencias, contando sobre las entrevistas periodísticas que realizó a Eduardo Tucu Costanzo, quien reveló datos precisos sobre el nacimiento de los hijos mellizos de Raquel Negro, la militante que estuvo detenida en la Quinta de Funes, en las afueras de Rosario y fue trasladada al Hospital Militar de Paraná para dar a luz.
El aporte central del periodista rosarino estuvo dado en que habló de los roles que tuvieron los procesados en el grupo represivo y secuestrador de los niños. En ese sentido, basándose en los diálogos con que mantuvo con Costanzo señaló a Jorge Fariña, Pascual Guerrieri y Juan Amelong como los principales responsables.
Los tres comparten condición de procesados en este juicio con Marino González, Walter Pagano y el médico Juan Antonio Zaccaría.
Tras indicar que las entrevistas con Costanzo se sucedieron entre 1997 y 2000 dijo que una de los reportajes los recuerda especialmente y volcó las revelaciones en el libro Matar para robar, luchar para vivir, de 2004, y en el libro El Rosario de Galtieri y Feced, de 2000. “Esa entrevista fue en la casa de Constanzo, en Rosario, muy cerca de la tristemente célebre Casita de los ciegos, donde se produjo un hecho de secuestro y usurpación de personas”.
“En esa oportunidad me ratificaba lo que había pasado en la Quinta de Funes. Constanzo hizo hincapié en las figuras de Guerrieri, Amelong y especialmente Fariña, como los principales responsables de lo que sucedió en la Quinta y en la Intermedia. Allí hablamos de los mellizos nacidos en Paraná y que a Raquel Negro la habían sacado para parir. Me habló de una nena y un nene, pero él había creído que uno de ellos había nacido muerto, estrangulado por el cordón umbilical”, declaró. Una serie de preguntas dejaron como respuesta que el colaborador de la represión no reveló ningún lugar específico donde se produjo el parto, e incluso que no se habló del Hospital Militar.
Manos con sangre. En su relato, Del Frade dijo que Costanzo le entregó una fotocopia de una carta que le envió al ex vicegobernador de Tucumán, Vicente Topa, donde le decía que tenía las manos manchadas de sangre por defender la Patria y que necesitaba plata”. La información brindada por el colaboracionista de la represión, según dijo el periodista rosarino, era que tenga repercusión nacional, cosa que se logró mediante una publicación en el diario Página/12, con un nota firmada por Miguel Bonasso.
“Después de esa publicación se produjo el encuentro más desagradable que tuve (con Costanzo). Frenó el remis en el que trabajaba, se bajó y me dijo: ‘te voy a cortar los huevos por lo que hiciste’. Se mostró molesto por la publicación”, relató Del Frade, a pesar de que su interés inicial era, precisamente, que tenga repercusión nacional su historia.
Motivado por una pregunta del presidente del tribunal, Roberto López Arango, el testigo afirmó que las declaraciones de su entrevistado, Costanzo, coincidieron con la verdad expresada por otras fuentes.
Carlos Del Frade sugirió que se incorpore un documento de 1976 del coronel Alfredo Sotera, donde alude a “los procedimiento por izquierda” que hacía el Ejército Argentino en la jurisdicción del Segundo Cuerpo.
“Allí se habla de procedimientos altamente irregulares, entre los cuales también se habla de menores, y de lo que llamaban BDTS, Bandas de Delincuentes Terroristas Subversivos. Todo eso estaba con el sello de secreto”.
“Cuando secuestran al hijito de la familia Ayastuey, de Gualeguaychú, cuando lo van a recuperar en una casa de menores en Buenos Aires, las llaves del auto del matrimonio se las entrega (Juan Carlos) Trimarco en Paraná a la familia de la mamá. Con esto quiero decir que estos hechos tienen una conexión y que Trimarco estaba al tanto de lo que se conocía como ‘botín de guerra’, es decir, dar al chico como objeto de intercambio”, agregó.
Desde su lugar, el defensor oficial Mario Franchi preguntó, e insistió, sobre los motivos que movilizaba a Costanzo para acceder a la entrevista. Si bien confirmó Del Frade que su entrevistado mostró interés por recibir dinero, afirmó que él se negó a pagarle pero igualmente las entrevistas se hicieron.
“Creo que se veía venir que se terminaba la impunidad de la cual gozaba en ese momento. Tenía una gran necesidad de blanquearse él y deslindar responsabilidades”, dijo. Fue allí cuando reveló que Costanzo fue asesor rentado del ex senador justicialista santafesino Luis Rubeo, pero que luego quedó cesante y desde entonces su situación económica no era buena.
Juan Cruz Varela
http://www.eldiario.com.ar/diario/entre-rios/19984-una-enfermera-del-ipp-complico-a-torrealday.htm
15 Sep
Guerreri se quebró ante el Tribunal y lamentó ser “como un delincuente”
“Con todo el calor de un soldado, me pregunto por qué no pusieron la ley de fusilamiento, porque sería como (Manuel) Dorrego un héroe nacional, y ahora soy un delincuente”, arremetió este jueves el represor Pascual Guerreri.
En una nueva jornada de testimoniales en el juicio oral por la Causa Hospital Militar de Paraná, el imputado amplió su declaración. Emocionalmente quebrado, negó la existencia de la Doctrina de Seguridad Nacional. Por otro lado, el hermano de Raquel Negro, Jorge, narró la llegada de Sebastián Álvarez a la familia. “En enero del ‘78 una persona lo dejó a Sebastián” en su casa de Santa Fe, “lo dejó con una valija que tenía ropa, fotos y una carta” de la detenida-desaparecida Raquel Negro. En el mensaje, la madre pedía que lo cuiden por “un tiempo prolongado”, relató entre recuerdos, conmovido hasta las lágrimas Jorge, el tío de Sabrina y Sebastián. Ante el Tribunal Federal de Paraná, el hombre agregó que semanas más tarde, recibió una misiva “de Tulio (Valenzuela, el padre de los niños) contando lo de la Operación México y lo que pasó en la Quinta de Funes”. También, testimonió el militar retirado, Horacio Ballester, miembro del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida). “Un país dependiente pone al enemigo en su propia población”, definió el hombre de la fuerza, quien fue expulsado por oponerse a la Doctrina de Seguridad Nacional. Luego de un cuarto intermedio, se encuentra aportando información Raúl Gullino, padre adoptivo de Sabrina. De ANALISIS DIGITAL
Por otro lado, se informó que Eduardo Rossi está internado en Terapia Intensiva de la Clínica España, con un cuadro de endocarditis. La familia del médico ratificó que “quiere declarar pero la salud no se lo permite”. En tanto, este viernes testificará a las 10.30 Jaime Dri desde teleconferencia ya que se encuentra en Panamá; por lo cual la audiencia de mañana comenzará a esa hora. También comparecerá el periodista Reynaldo Sietecase, quien entrevistó a algunos de los represores imputados.
Negro: “Sería bárbaro, como fue hermoso encontrar a Sabrina, llegar a encontrar a mi sobrino”
El hermano de Raquel relató que “en enero del ’78 una persona lo dejó a Sebastián” en su casa de Santa Fe, “lo dejó con una valija que tenía ropa, fotos y una carta” de la detenida-desaparecida de que debían “cuidarlo un tiempo prolongado”. Semanas más tarde, recibió “una carta de Tulio (Valenzuela) contando lo de la Operación México y lo que pasó en la Quinta de Funes”, y decía que “estaba todo a cargo de (Leopoldo Fortunato) Galtieri”.
Consultado por el fiscal José Ignacio Candioti, indicó que en la misiva que Valenzuela les envió desde Holanda les comentaba que Raquel “iba a tener familia en marzo del ‘78”. En cuanto si supo dónde fue el nacimiento, aclaró que tomó conocimiento de que el parto se produjo en Paraná con el inicio de las investigaciones. “Nos enteramos que habían sido mellizos por el libro de (Migual) Bonasso Recuerdo de la muerte”, confió.
Luego, se refirió a una carta que remitieron a la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep): “Hicimos la denuncia y explicamos un poco el caso de mi hermana. También hicimos referencia a Marcelino Álvarez, el papá de Sebastián”, precisó.
Por su parte, la abogada querellante Florencia Amore solicitó al testigo que se explaye sobre el proceso de búsqueda: “Enviamos la carta a la Conadep, hicimos una habeas corpus, fuimos varias veces a Rosario, pero nunca nos atendían en los tribunales. Después concurrí a muchas reuniones de familiares de desaparecidos, que nos encontrábamos en casas particulares tratando de encontrar algo, de averiguar. Lo que pasa es que esas reuniones terminaban como reuniones para sufrir, entonces nos fuimos dejando de ver. También dimos sangre en Santa Fe, mi madre y yo. Mis padres luego viajaron a Buenos Aires a reunirse con Abuelas y Madres de Plaza de Mayo”, detalló.
Paso seguido, mencionó: “En una época vivimos en Formosa, pero siempre que veníamos nos reuníamos con gente. Siempre hubo un comentario de que a mi hermana la habían visto en tal lado, por lo general afuera del país. Yo me juntaba con esa gente y en definitiva no se llegaba a nada. En ese momento había muchas versiones, que al final no fueron ciertas”.
“Después empezó todo esto, que lo tomó Sebastián. Y cuando apareció Sabrina siguieron ellos. Es todo mérito de ellos”, subrayó, al tiempo que narró que fue Sebastián quien se trasladó a su casa para informarlos sobre el hallazgo.
Por último, muy conmovido, Negro pidió expresar unas palabras: “Quisiera hacer un reconocimiento o una especie de homenaje a dos personas, que son mis padres. Que al haber empezado esto con todo su sufrimiento, porque yo en ese momento lo sufrí como hermano o por ahí no lo dimensionaba, ahora tal vez sí porque soy padre. Nunca vi que mis padres bajaran los brazos, por más que el sufrimiento sea mucho, porque se notaba. Nunca me desmoronaron que ellos estaban destruidos, como estuvieron”.
“Siempre trataron de salir adelante y si por ahí hubo cosas que se podrían haber hecho, no puedo reclamarles nada, al contrario. Todo mi amor hacia mis padres, que han llevado esto de la mejor manera que han podido”, continuó.
Además, expresó: “Desearía que con todo esto haya alguna persona que se mueva, que le llegue, le toque, que hable y diga algo, porque sería bárbaro como fue hermoso encontrar a Sabrina, llegar a encontrara a mi sobrino”. Por ello, pidió que “quien sepa algo aporte para llegar a la verdad de todo esto”.
“También quiero decir que a Tulio lo vi una sola vez en mi vida, entonces no puedo decir que lo conocí. Pero sí a Marcelino y a Raquel. Y estoy seguro de que los tres estarían muy orgullosos de sus hijos, de haber llevado adelante todo esto y de quererse como se quieren. Y creo que es el mejor homenaje que le pueden hacer a sus padres”, finalizó emocionado, tras lo cual fue aplaudido por los presentes en la sala.
http://www.analisisdigital.com.ar/noticias.php?ed=1&di=0&no=15327
15 Sep
El periodista Del Frade contó sus entrevistas a Costanzo y Amelong
El periodista santafesino Carlos Del Frade, autor de varios libros sobre hechos sucedidos en la dictadura en su provincia, declaró por casi una hora en la décima jornada del primer juicio por delitos de lesa humanidad ocurridos en la provincia de Entre Ríos.
Consultado si conocía a los imputados, Del Frade explicó que, en el marco de su trabajo periodístico entrevistó a Juan Amelong, y también mencionó que reporteó a Eduardo Costanzo, testigo en la causa.
«Trabajo de periodista desde hace 25 años. Con Costanzo hablé en tres o cuatro oportunidades, algunas veces sin grabar. Las primeras entrevistas se dieron en 1997. Las otras se sucedieron en 1998 y los contactos informales a posteriori. Hay una charla que recuerdo especialmente porque la escribí en el libro Matar para robar, luchar para vivir, del año 2004, y también en el libro El Rosario de Galtieri y de Feced, del año 2000. La entrevista es del 15 de diciembre de 1997. La recuerdo particularmente porque fue en el domicilio de Costanzo en calle Pueyrredon al 2900 en Rosario. Fue al mediodía. Constanzo vestía un traje marrón y exhibía una corbata con dibujos de Pluto, Mickey, Tribilín y personajes de Walt Disney. Era contrastante», indicó.
«Me ratificó su necesidad de hablar de lo ocurrido en la Quinta de Funés. Antes, en entrevistas en bares o lugares cercanos a las radios donde yo trabajaba me había dicho que quería contar mucho más que lo que había contado Bonasso en Recuerdo de la muerte. Me decía si podía conseguir dinero y yo le decía que no, pero siguió hablando conmigo», continuó Del Frade.
«En esa entrevista hizo especial hincapié en las figuras de Guerrieri, Amelong y más especialmente Fariña, como principales responsables de lo que sucedió en la Quinta de Funés y en la intermedia. Allí hablamos de los mellizos nacidos en Paraná, de Raquel Negro. No me precisó lugar, me dijo que la habían sacado para parir, y me habló de dos: una nena y un nene. Él había creído que uno de ellos había nacido muerto, estrangulado por el cordón umbilical. Profundizó en la idea de que los responsables eran Amelong, pero especialmente Fariña, de quien además me decía que había hecho mucho dinero con una agencia de seguridad que tenía oficina enfrente del diario La Capital, en Rosario, en Sarmiento entre Santa Fe y Córdoba. Me dijo que nos íbamos a volver a ver después de las fiestas, que me iba a dar un documento que quería que lo hiciera público en la prensa nacional. Después de Navidad, me entregó la fotocopia de una carta documento que le había enviado al vicegobernador de Tucumán, diciéndole que ellos tenían las manos manchadas de sangre por defender la patria y que necesitaba ayuda económica. A eso lo publiqué como un facsímil en el libro y se lo envié a Miguel Bonasso para que lo publicara en Página/12, cosa que ocurrió en los primeros meses de 1998. Es allí cuando tuve el encuentro más desagradable con Constanzo luego de la publicación, nos encontramos en la calle Dorrego y Montevideo, de Rosario. Él paró el auto -trabajaba como remisero- y me dijo «te voy a cortar los huevos por lo que hiciste». Se fue con la promesa de que iban a seguir las charlas. Ese documento me permitió a mí acreditar la existencia de las entrevistas», expuso el testigo.
«La mayoría de los hechos denunciados por Constanzo, a la larga se fue demostrando que sucedieron. Se fue demostrando cuando uno empezaba a revisar testimonios sobre aquel presente de Fariña y Amelong. Las investigaciones posteriores nos llevaron a un documento que sugiero que se tenga muy en cuenta, elaborado por el entonces coronel Alfredo Sotera, que en la causa original «Agustín Feced y otros» habla de procedimientos por izquierda que hacía el Ejército en el área del II Cuerpo. Allí se habla BDTS, Bandas de Delincuentes Terroristas Subversivos, en 1976, y de irregularidades graves cometidas. Hay que recordar que el 12/10/1976 hubo cambio de comandante. Se había ido Ramón Genaro Díaz Bessone y había asumido Leopoldo Fortunato Galtieri y aquí asumí en Entre Ríos Trimarco. Digo esto no por excederme, sino por un detalle de una investigación a posteriori. Cuando secuestran al hijito de la familia Ayastuy, de Gualeguaychú, cuando lo van a recuperar se encuentran con que estaba en una casa de menores de Capital Federal, pero las llaves del auto del matrimonio se las entregó Trimarco en Paraná a la familia de la mamá. Con esto quiero decir que estos hechos tienen una conexión que vincula a Trimarco, que sabía perfectamente qué pasaba con el botín de guerra, sea tanto un chico como un auto», añadió.
Se le preguntó si Constanzo le dijo quién se había quedado con los bebés y Del Frade dijo que «hizo especial hincapié en la figura de Fariña e inmediatamente, por el tono de voz, lo ubicada en un menor relieve a Amelong».
– ¿Le dijo Constanzo qué funciones desempeñaba Fariña en 1978?
– Si, en realidad, lo que Constanzo relataba es lo que comenzó a ocurrir en 1977, cuando se alquila la propiedad de la Quinta de Funes. Comienza a funcionar entoncea y Fariña era uno de los principales responsables. Y dijo que habitualmente llegaban oficiales de más alto rango, como Guerrieri o Galtieri, como está en el libro de Bonasso.
– ¿De las personas que trabajaban junto a Fariña refirió algo Constanzo?
– Al que más mencionaba era a Amelong.
– ¿Le mencionó si lo conocía a Paul Navone?
– No.
– ¿Sobre Paraná no le dijo nada en especial?
– No me consignó lugar preciso, pero me dijo que habían nacido en Paraná. Luego con la publicación de Página/12 se cortó el diálogo y no tuve mayores precisiones.
– ¿Le mencionó el Hospital Militar?
– No.
– ¿Cuál fue para usted la motivación de Constanzo?
– Creo que se veía venir la impunidad. Él fue asesor rentado en el Senado nacional de Luis Rubeo. A mediados de la década del ’90, Rubeo lo dejó cesante. Y comenzó a buscar un sustento económico. Me contó que traía verdura de Tucumán, puso remises. Antes habló con los periodistas Acosta y Sietecase. Tenía necesidad de hablar. A mí se me acercó por cuestionamientos a un primer libro, en donde yo no hacía mención específica a Fariña y Amelong. Y él me preguntó si yo había arreglado con ellos.
– ¿Le aportó algún dato sobre Raquel Negro?
– No, me dijo que tuvo mellizos y nada más. Mi búsqueda era sobre el destino de los cuerpos de los desaparecidos y de los chicos secuestrados. Y hasta el día de hoy sigo con esos objetivos.
– ¿Sabe quiénes integraban el grupo de tareas de Funes?
– A la cabeza Fariña, Amelong, Walter Pagano, los hermanos Isach, Constanzo como uno de los guardias, un policía de apellido Torres, esos serían los más conocidos. Ese grupo de tareas, con el tiempo, percibí que formaba parte de Inteligencia del II Cuerpo. Otros grupos dependían de Informaciones de la Policía Federal.
– ¿No investigó si Fariña se quedó con uno de los bebés?
– Hice dos cosas. Constanzo me había dicho que la empresa de seguridad de Fariña trabajaba en la Bolsa de Comercio de Rosario. Fui allí a pedir los números, pero ya no trabajaba allí. También fue enfrente de La Capital, pero tampoco lo encontré. Lo que sí puedo agregar de Fariña es que tuvo mucha relación con Agustín Feced.
«Él decía: ‘A los chicos de Raquel Negro se los llevó Fariña. Ya te voy a contar. Y eso nunca llegó’. Los tiempos en las entrevistas son manejados por los entrevistados. Yo le preguntaba cada tanto, pero ese día nunca llegó», contó el periodista.
Amelong, en su carácter de defensor de sí mismo, intervino:
– Niego que hayan sido dos entrevistas, sino una. Que ratifique o rectifique y que diga el motivo.
– La primera fue telefónica Amelong, y la segunda personalmente en Tribunales.
– Eso fue la misma cuestión. Y la que refiere en segundo término fue un careo en el juicio por la causa Guerrieri y no una entrevista.
– Acabo de decir eso: que la segunda entrevista fue en Tribunales.
El intercambio y la insistencia de Amelong motivaron rumores entre el público y se dio por aclarada la cuestión.
– De acuerdo a sus investigaciones, ¿da crédito a que uno de los chicos nació muerto?
– Tengo claro que el nacimiento de los mellizos ocurrió. Y que el primero que lo dijo fue Constanzo. Es probable que haya tenido esa información de que nació muerto. Y después dijo que Fariña «se la llevó», aludiendo a la nena.
http://www.lt14.com.ar/noticias/23454-el-periodista-del-frade-conto-sus-entrevistas-a-costanzo-y-amelong.html
14 Sep
En la Noche y la Niebla
En las últimas audiencias declararon tres de los cuatro socios propietarios del Instituto Privado de Pediatría. Al igual que en el Hospital Militar, algunas enfermeras aportaron datos relevantes sobre la estadía de Sabrina y su hermano en aquel sitio, confirmando la atención a un paciente que provenía del nosocomio castrense e inscripto como NN. Las contradicciones en los testimonios llevaron a un careo entre Vainstub y Schroeder.
Martín Gerlo
La hipótesis de que el hijo varón de Raquel Negro sufría una cardiopatía congénita severa que le habría costado la vida fue seriamente cuestionada por las personas que tuvieron contacto con él en marzo de 1978: las profesionales del Instituto Privado de Pediatría (IPP) ratificaron que el niño estuvo en una de las “seis u ocho” incubadoras que poseía el lugar –número escaso como para no percatarse de la presencia de un paciente, como argumentaron los médicos- y que su estado de salud distaba mucho de ser el sospechado hasta el momento. Una enfermera negó taxativamente que el chico haya tenido esa patología: “No, para nada” respondió consultada por el Tribunal, sosteniendo que de haber sido así hubiese estado “encima de la criatura», cuando en realidad se le dio una atención normal. A su vez, de todos los testimonios no surge un solo indicio de que el hermano se Sabrina haya sido sometido a una cirugía, la cual –según Alfredo Berduc, quien habló con lujo de detalles sobre el cuadro clínico del niño- es indispensable para evitar su prematura muerte. Por si fuera poco, los mismos socios propietarios del IPP –que poco y nada aportaron a la investigación- afirmaron que si el niño egresó del Instituto, tiene que haberlo hecho con vida. En medio de la confusión, van surgiendo algunos elementos esclarecedores: el silencio, la omisión, el ocultamiento, las contradicciones y la lisa y llana mentira. Todos ellos también quieren decir algo.
El dueño de la vida y la muerte
La mujer trabajaba en el laboratorio del nosocomio castrense de la capital provincial hacía casi dos décadas, pero ese no sería un día más: iba a ver algo que la marcó de por vida. Fue llamada desde el quirófano, donde operaban de urgencia a un paciente NN.
Cumpliendo con su deber, comenzó a buscar un frasco con sangre 0+ y los demás elementos para clasificar a esa persona que se hallaba tendida en una camilla, y de la cual no se olvidaría jamás. Había llegado al hospital con muchas heridas y bañado en sangre, síntomas inconfundibles de un deliberado ataque. Mientras se disponía a consignar los datos del paciente, escuchó detrás suyo una voz que la dejó helada: “No es necesario, si ya se va a morir…”, le dijeron. “No importa, es mi trabajo”, alcanzó a responderle.
“¿Puede decirme quién es la persona que le dijo eso”? le preguntó el presidente del Tribunal, Roberto López Arango. “Sí -respondió nerviosa-: el último que Ud. nombró hoy”, afirmó, moviendo la cabeza hacia su derecha. “¿A quién se refiere?”, insistieron, para que no quedaran dudas. “Al doctor (Juan Antonio) Zaccaría”, manifestó al fin.
“Esa persona murió antes de finalizar la cirugía; lo habían traído como de urgencia. Esa situación me provocó tanta angustia que pensé: ‘¡qué vida desperdiciada!’”, confesó.
Luego de la traumática escena se dirigió a la Sala I del nosocomio castrense. Tomó el teléfono, pero fue inútil: no podía hablar. Nunca más pudo contarlo. Hasta el momento en que le tocó declarar…
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
14 Sep
Carlos Del Frade: “Costanzo estaba dolido porque lo dejaron afuera de muchos negocios”
El periodista dio hoy testimonio en el marco del juicio por la causa Hospital Militar, en el que se investiga el robo de bebés en Paraná durante la última dictadura cívico militar. Del Frade señaló que cree que el represor Eduardo Costanzo declarará. “Él tiene la necesidad de hablar”, dijo
El periodista Carlos Del Frade, declaró hoy en el marco del juicio por la causa Hospital Militar, en el que se investiga el robo de bebés y la existencia de una maternidad clandestina en Paraná. Por su parte, el periodista Miguel Bonasso también estaba citado para declarar hoy, pero posiblemente lo haga por videoconferencia el 22 de setiembre, junto con la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
Antes de ingresar a la sala del Tribunal Oral Federal de Paraná, Del Frade hizo declaraciones a UNO y otros medios de prensa, e indicó que su citación como testigo tiene que ver con una serie de entrevistas que le hizo al represor Eduardo Costanzo, después de la dictadura.
“La verdad es que (hablar con los represores) fue algo muy especial, porque estaban todos libres, y la cuestión no era tan sencilla. Fue interesante separar la paja del trigo en lo que decían e ir armando el rompecabezas que siempre supone la investigación periodística”, dijo.
Consultado sobre si cree que que Costanzo -quien también está citado como testigo- va a declarar en el juicio, Del Frade señaló: “Creo que no va a tener ningún problema en declarar porque tiene la necesidad de hablar, de separar las aguas, ya que él está convencido de que no tiene una relación tan directa con estos hechos como sí la tienen Amelong, Guerrieri y Fariña. Es difícil creerle, pero lo cierto es que está diciendo eso y está aportando muchos datos; y esos datos hay que investigarlos”.
Cabe recordar que en la etapa de instrucción, Eduardo Costanzo había declarado que los militares Juan Amelong y Walter Pagano fueron quienes abandonaron a Sabrina Guillino -uno de los dos bebés de la detenida desaparecida Raquel Negro y recuperada en 2008- en un convento de Rosario. Se espera que declare el miércoles 21.
“Costanzo sentía que se daba cuenta de que se terminaba la impunidad, aunque en ese momento estaba todavía la Ley de Obediencia Debida y Punto Final. Cuando yo lo entrevisté, él estaba trabajando como remisero y en el corretaje de verduras que traía de su provincia, Tucumán. Estaba muy dolido porque lo habían dejado afuera de muchos negocios. Decía que (Jorge) Fariña había hecho mucha plata con el tema de la seguridad privada en Rosario y a mí me daba la sensación que eso era lo que más le molestaba. Con el paso del tiempo, todo lo que decía Costanzo más o menos se fue comprobando. Es un testigo muy interesante a la hora de dilucidar lo que pasó”, destacó Del Frade.
Por otra parte, añadió que “así como hay médicos del Hospital Militar, hay médicos de la Policía de las seis provincias que componían el Segundo Cuerpo del Ejército -Santa Fe, Chaco, Formosa, Misiones, Corrientes y Entre Ríos- que ahora están trabajando en el ámbito civil, se han reciclado. No digo que sean responsables, pero sí deben conocer cosas y por lo menos hay que tomarles una declaración testimonial. Hay muchos civiles vinculados a esto, sino no se explica la permanencia durante siete años de la dictadura”.
Consultado sobre los posibles motivos por los que algunos testigos de la causa adujeron no recordar lo sucedido en torno al robo de bebés en el nosocomio castrense, Del Frade explicó que “hay dos cuestiones por las que todos dicen no recordar lo que pasó: primero, el miedo a perder la libertad, y segundo, el miedo a que se descubran los vínculos económicos que se movieron en la dictadura. Tanto militares, como la Policía y otras fuerzas armadas eran títeres macabros. El tema grande son los titiriteros, delincuentes de guante blanco, el poder económico de cada provincia, que es el mismo que permanece en la actualidad. Si estos muchachos hablan, va a empezar a verse la responsabilidad de los que están hoy en el poder económico de cada provincia de lo que fuera el Segundo Cuerpo del Ejército”.
En la causa están imputados los ex militares Juan Amelong, Marino González, Walter Pagano, Pascual Guerrieri y Jorge Alberto Fariña; y el médico anestesista Juan Antonio Zaccaría.
14 Sep
Un testigo aportó más datos sobre la maternidad clandestina del Hospital Militar
El hermano de un militante desaparecido habló sobre la internación de detenidas embarazadas para dar a luz. Además una enfermera del IPP dijo que vio a un bebé NN derivado del nosocomio, al que atendió Torrealday. Del Frade contó que Costanzo le dijo que Fariña se había llevado a la hija mujer de Raquel Negro.
En la décima jornada de debate del juicio oral y público por robo de bebés durante la dictadura se escucharon tres testimonios de peso: el del hermano del desaparecido Victorio Erbetta y militar retirado, que dio cuenta de la internación de embarazadas detenidas para dar a luz en el Hospital Militar de Paraná, lo que refuerza la hipótesis del funcionamiento de una maternidad clandestina; el de una enfermera del Instituto Privado de Pediatría (IPP) que declaró haber atendido a un bebé NN proveniente del nosocomio castrense al que atendía el médico Miguel Torrealday; y el del periodista rosarino Carlos Del Frade, quien aseguró que, durante una entrevista, el represor Eduardo Costanzo le dijo que el imputado Jorge Fariña se había llevado a la hija mujer de Raquel Negro después del parto.
Por el robo de los mellizos de Negro –nacidos en el Hospital Militar entre febrero y marzo de 1978– y la sustitución de sus identidades, el Tribunal Oral Federal de Paraná juzga a seis represores: Fariña, Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Marino Héctor González, Walter Salvador Pagano y Juan Antonio Zaccaría.
Joe Erbetta declaró que quien era su jefe en el Distrito Militar Entre Ríos, Ulises Chort, le reveló sobre le traslado de detenidas al hospital para dar a luz. “Hizo referencia a que las mujeres desaparecían y los hijos tenían un destino desconocido”, agregó. Incluso señaló que “se mencionó mucho un parto de mellizos en ese momento”, en probable alusión a los hijos de Negro.
Erbetta también dijo que cuando realizaba guardias en el ingreso a los cuarteles constató la entrada de hombres que pertenecían a los grupos de tareas, que se dirigían a los centros clandestinos de detención del Batallón de Comunicaciones y de La Escuelita, donde se vienen realizando excavaciones en busca de restos de desaparecidos.
Torrealday y los NN
Una enfermera de Neonatología del Instituto Privado de Pediatría, que también declaró en esta décima jornada, admitió la internación de un bebé como NN en la sala de Neonatología, proveniente del Hospital Militar, en 1978. Dijo que estaba bien bien de salud, aunque estaba “aislado” en una incubadora reservada para casos especiales.
El relato de la mujer involucró al médico socio del IPP Miguel Torrealday. En primer lugar porque dijo que él era su jefe en Neonatología. En segundo lugar, porque dijo que fue el profesional que atendió a aquel bebé y le dio una respuesta confusa sobre el motivo por el cual estaba el niño internado como NN.
“Me dijo que estaba la familia viendo lo que hacían con el niñito. No sabía bien el apellido, si iba a llevar el apellido de la mamá o del papá. Y el nombre todavía no lo habían confirmado”, trató de explicar la enfermera. Luego agregó: “Fue algo medio confuso, como que me quiso conformar y bueno, me dijo… Como queriendo decir eso”.
“Después no se le puso nombre a ese chico. No sé quién lo llevó ni cuando”, añadió. Según le dijeron sus compañeras de trabajo “se fue de alta”.
Carlos del Frade brindó un testimonio basado en las revelaciones que le hiciera Costanzo –miembro de uno de los grupos de tareas rosarinos– acerca del parto de Raquel Negro. Durante entrevistas periodísticas, el ex servicio de inteligencia que es testigo en la causa le contó que la detenida había tenido mellizos en Paraná, un varón y una mujer, y que el varón murió en el parto por estrangulamiento con el cordón umbilical. Esto se lo dijo Costanzo durante las entrevistas realizadas en la década del 90, cuando sólo se sabía que Raquel había sido traída a la capital entrerriana para el parto –por el libro de Miguel Bonasso, “Recuerdo de la muerte”– pero no se sabía nada sobre los niños. También Costanzo le dijo que “Fariña se la llevó” a la bebé mujer.
Asimismo, Del Frade dijo que entrevistó en dos ocasiones a Amelong en Rosario y en ninguna de las dos oportunidades el imputado quiso hablar sobre el caso de los hijos de Negro
14 Sep
El juicio por robo de bebés ingresa en el tramo final
El viernes concluirá la etapa de testimoniales en el primer debate oral y público por crímenes de lesa humanidad cometidos en la provincia de Entre Ríos. Se espera la declaración de Eduardo Costanzo, el ex integrante de la patota que rompió el pacto de silencio militar y reveló datos clave para restituir la identidad a Sabrina Gullino
El juicio contra seis represores por el robo de bebés nacidos en el Hospital Militar de Paraná ingresa esta semana en las instancias decisivas, con la declaración de la última tanda de testigos. Diecisiete personas deben comparecer entre miércoles, jueves y viernes ante el Tribunal Oral de Paraná, aunque el número podría verse reducido.
En el banquillo de los acusados están los ex militares Pascual Oscar Guerrieri, Jorge Alberto Fariña, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Pagano y Marino Héctor González; y el médico anestesista Juan Antonio Zaccaría, quien se desempeñaba como jefe de terapia intensiva del Hospital Militar. Los seis represores están acusados por los delitos de sustracción de menores y sustitución de identidad en el caso de los mellizos que Raquel Negro dio a luz en marzo de 1978 en el Hospital Militar de Paraná.
En esta cuarta semana del juicio, que se inició el 24 de agosto pasado, concluirá el desfile de testigos. Para estos días se espera con expectativa la decisión del tribunal respecto de Eduardo Rodolfo Costanzo, el ex agente de inteligencia e integrante de la patota rosarina que rompió el pacto de silencio militar y dio los primeros datos que permitieron la restitución de identidad de Sabrina Gullino. En su caso debía declarar en el inicio del juicio pero no pudo hacerlo a raíz de una indisposición médica que le impidió viajar a Paraná, por lo que se debe fijar una nueva fecha.
También debió reprogramarse la declaración de Jorge Eduardo Rossi, el cuarto socio del Instituto Privado de Pediatría (IPP), al que fueron derivados los mellizos que dio a luz Raquel Negro en el Hospital Militar. Su testimonio y el del médico Lorenzo Torrealday podrían ser importantes luego de las declaraciones de sus socios Miguel Torrealday, David Vainstub y Luis Schroeder, que si bien dijeron desconocer el paso de los bebés por la sala de neonatología del centro asistencial incurrieron una serie de contrapuntos y olvidos claramente selectivos que podrían tener consecuencias penales.
Lo que viene. Casi con seguridad, Estela de Carlotto, que es querellante en la causa, no prestará declaración en este juicio, ya que se encuentra en Francia, donde hoy recibirá un premio de la Unesco por el fomento de la paz a través de la tarea que vienen desarrollando desde hace años las Abuelas de Plaza de Mayo
También es incierta la presencia ante el Tribunal Oral Federal de Paraná de Jaime Dri, aunque en su caso declararía por un sistema de videoconferencia desde Panamá, donde reside. Dri, oriundo de Chajarí, es sobreviviente de los centros clandestinos de detención rosarinos y uno de los primeros en revelar cómo operaba la patota, ya que en julio de 1978 logró escapar a Paraguay y luego se exilió en Francia, donde denunció públicamente el genocidio. La importancia de su testimonio es el relato directo de lo ocurrido, ya que Raquel Negro le contó que sería trasladada a Paraná para dar a luz.
En el cierre de esta instancia del debate oral y público están citadas, además, dos empleadas del IPP; los periodistas Miguel Bonasso –como diputado nacional podría declarar por escrito–, Reynaldo Sietecase y Carlos Del Frade; el padre adoptivo de Sabrina Gullino; el hermano de Raquel Negro; la directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, María Belén Rodríguez Cardozo; la nieta recuperada Victoria Torres Ruiz; y el militar retirado Horacio Pantaleón Ballester, integrante del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida), entre otros testigos.
Inspecciones
Dentro de las instancias judiciales, están pendientes las inspecciones judiciales del Hospital Militar y del IPP, algo que podría concretarse la semana próxima, según indicaron fuentes judiciales a EL DIARIO. Luego de ello se realizarán los alegatos de los fiscales, querellantes y defensores y los imputados tendrán la posibilidad de decir sus últimas palabras, previo a la sentencia que deberá dictar tribunal integrado Roberto López Arango, Lilia Carnero, Juan Carlos Vallejos y María Ivón Vella.
Juan Cruz Varela
14 Sep
La desmemoria que atenta contra la verdad y un relato estremecedor
Pese a la existencia de un registro administrativo donde se consigna la atención de NN, los médicos fundadores del Instituto Privado de Pediatría siguen mostrándose con una desmemoria que atenta contra la posibilidad de conocer el destino final de uno de los mellizos de la militante desaparecida Raquel Negro. Además, en el juicio por el robo de bebés durante la dictadura en Paraná, esta semana se escuchó el desgarrador testimonio de una muerte en el Hospital Militar, pero referido a otro caso que no se juzga en esta oportunidad.
Jorge Riani para EL DIARIO
Enhebrando testimonios, datos sueltos, coincidencias, se conforma un relato. La memoria y la desmemoria, pero también el compromiso y el desinterés modelan el resultado de ese relato: hay cosas que se toman y otras que se descartan. Igualmente queda un relato.
Si hay una instancia de la vida en sociedad donde la mentira muestra su rostro más cínico, esa instancia son los juicios orales y públicos donde desfilan muchos testigos. Algunos para hacer una afirmación y otros para hacer exactamente la contraria o desmentirla.
El juicio por el robo de bebés en el Hospital Militar de Paraná y la sustitución de sus identidades es un caso de esos. Y allí también se va conformando un relato que los jueces, fiscales, querellantes –menos obligadamente los defensores que no tienen el imperativo de imparcialidad de las otras partes– van armando esa historia. Con los jirones que dejan la memoria y la buena voluntad de un puñado de personas.
Y ese relato, con todo lo escuchado esta semana de audiencias, puede sintetizarse así: unos mellizos recién nacidos son internados en una clínica privada. En un establecimiento donde la atención se paga. En todas las incubadoras –ocho o nueve– hay tarjetas de identificación de niños con el nombre y algún otro dato. En las que ocupan los hermanitos en cuestión –una nena y un nene– también había tarjetas de identificación. En una de ellas, en lugar de nombre había una doble inicial: NN.
Las enfermeras sabían que venían derivados del Hospital Militar y que su madre era una detenida política, una “subversiva” o “terrorista”, como parte de la sociedad llamaba entonces a los militantes perseguidos por la dictadura.
Como todos los niños, estos mellizos son registrados al ingresar y egresar del centro asistencial privado. La nena fue anotada como “López, Soledad” el 4 de marzo de 1978 y el varón como “López, NN” el 10 de marzo de ese mismo año. El 27 de marzo fueron dados de alta.
Tienen apenas días de nacidos y alguien, entonces, se encargó de llevarlos de allí. La clínica se llama Instituto Privado de Pediatría (IPP). Las enfermeras saben muy bien todo esto que se cuenta aquí; de hecho, son ellas –las únicas– las que aportan los datos esenciales para arribar al relato.
Enfermeras que se jubilaron del Hospital Militar y colegas del instituto privado son las que saben de esta historia. Pero increíblemente los cuatro médicos dueños del instituto privado no conocen la historia –eso dicen ellos– o no la recuerdan.
ESO DICEN ELLOS.
En sus testimonios, los médicos no han podido ponerse de acuerdo, ni siquiera, en decir quiénes eran los responsables de dar de alta a los niños. “El médico de cabecera”, dicen. ¿Qué médico de cabecera? No saben –eso dicen ellos– puntualmente cuál de los que actuaban en la Paraná de 1978.
Frente a la elocuencia del libro administrativo, secuestrado en la clínica, donde precisamente se registraron los mellizos, hubo una aceptación por parte del médico Miguel Torrealday de que en su clínica había NN. En cambio, sus colegas y socios, David Vainstub y Ángel Schroeder, dijeron desconocer el libro y que estuvieran dando atención a hijos de una mujer detenida en el Hospital Militar. En cualquier caso, estos dos últimos se pusieron de acuerdo en señalar a Torrealday, actual funcionario del gobierno provincial en materia de Salud, como el responsable de Neonatología y por tanto el que más preeminencia tenía en el lugar.
Todos coincidieron en algo: las respuestas a los interrogantes están en las historias clínicas, pero como el depósito de esos documentos se inundó –eso dicen ellos– las pruebas que aportarían nombres y acortaría el camino hacia el verdadero destino del mellizo con paradero aún desconocido sencillamente desaparecieron.
Una periodista de la televisión abierta entrerriana que cubre el juicio hizo, entre salidas y salidas, una observación aguda: los tres médicos que declararon utilizaron expresiones calcadas para abrir el universo de médicos que pudo haber actuado en la atención y alta de los niños. Así el círculo no se limita a los apellidos Torrealday, Vainstub, Rossi y Schroeder.
La clínica “era una institución abierta” y al ampliar señalaron que –aquí sí, palabras más, palabras menos– cualquier médico podía internar a sus pacientes ahí y hacer el seguimiento.
Casi con la agudeza de un análisis de discurso, la periodista advirtió que la explicación sobre la destrucción accidental –eso dicen ellos– de las historias clínicas se dio con frases exactamente iguales por parte de los tres médicos que declararon. “Se mojaron y se estropearon”.
Hay que agregar que en el libro que sí rescató la Justicia, pese a que no apunta nombre de médico alguno, sí está la procedencia de los chicos: “Hospital Militar”. No dice IOSE, que es la obra social que corresponde al personal del Ejército, sino directamente Hospital Militar.
Se dijo ya la semana anterior que los médicos del nosocomio castrense sí admitieron que derivaron hacia el IPP a dos mellizos, hijos de una mujer detenida en el Hospital Militar.
En efecto, Juan Luis Ferrarotti y Alfredo Berduc hablaron de los niños NN. Pero nadie puede decir quiénes atendieron a esos chicos en el IPP y quién autorizó el alta.
A propósito del cardiólogo Berduc, que durante la segunda semana del juicio se mostró muy olvidadizo con nombres y circunstancias, pero no con el cuadro de salud que afectaba a uno de los niños, hay que decir que los testimonios de esta semana contradijeron severamente su afirmación respecto a que el mellizo varón habría muerto.
La enfermera del laboratorio del Hospital Militar que más datos aportó dijo taxativamente que el niño no estaba cianótico, como había afirmado Berduc, que estaba en buenas condiciones y que mucho menos parecía tener una cardiopatía congénita severa.
Pero el principal mazazo que recibió el testimonio de Berduc lo aplicó uno de los médicos del IPP, este viernes, ante una oportuna pregunta del fiscal José Ignacio Candioti. El médico Vainstub terminó aceptando que si hay una fecha de egreso de los mellizos es porque deben haber salido con vida.
El juicio contra los ex militares Pascual Oscar Guerrieri, Jorge Alberto Fariña, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Pagano, Marino Héctor González y Juan Antonio Zaccaría, éste último además médico del Hospital Militar, sigue su curso.
El Tribunal Oral Federal de Paraná apunta dato sobre dato de esta historia, sin desconocer –a juzgar por las preguntas que formulan sus cuatro integrantes– el objetivo de hallar el destino del hijo mellizo que dio a luz Raquel Negro en cautiverio militar.
La niña aquella, la melliza, es Sabrina Gullino, y junto con su hermano mayor Sebastián Alvarez con el que se encontró en 2008 cuando recuperó su identidad, siguen de cerca el desarrollo de la historia, que es su historia.
Espeluznante
Hay muchos elementos que podrían apuntarse como saldo de lo que dejó la tercera semana del juicio. Pero no se puede omitir la alusión al testimonio que aportó la empleada del área de Laboratorio y Hemoterapia del Hospital Militar, que deja muy mal parado a uno de los procesados: el médico Juan Antonio Zaccaría, aunque no para el caso que se juzga en esta oportunidad.
Dijo la mujer –de la que se ha omitido publicar el nombre por una recomendación de la Mesa de Juicio y Castigo acogida por este medio– que “por orden de la Dirección” del Hospital Militar debió clasificar sangre extraída a detenidos políticos que llegaban con el rótulo de NN.
También dijo que los comentarios daban cuenta de que esos detenidos estaban encerrados en los batallones de Ingenieros y Comunicaciones, donde, hoy se sabe, funcionó el mayor centro clandestino de detención que hubo en la provincia de Entre Ríos.
“Tuve oportunidad de atender una cirugía a un NN”, dijo la testigo. Contó que buscó los elementos para extraer sangre y establecer el RH y grupo y que el médico le dijo que “no hay necesidad de eso porque dentro de un rato se muere”.
Ella igual hizo su trabajo. Cuando el juez Roberto López Arango le preguntó el nombre del médico, la mujer no dudó: “El doctor Juan Antonio Zaccaría”.
“Llegué a la Sala I –dijo en medio del llanto renovado– y tenía tanta angustia que tomé el teléfono para hablar con una amiga, a pesar de que no se podían hacer llamadas, y cuando mi amiga me atendió no pude hablar. Nunca más conté nada sobre el asunto, ni siquiera a mi familia”.
11 Sep
Sus socios señalaron a Torrealday como jefe de neonatología del IPP
Los médicos Vainstub y Schroeder no aportaron datos de relevancia para la investigación sobre el paradero del hijo varón que dio a luz Raquel Negro en el Hospital Militar en marzo de 1978. Sin embargo, apuntaron a que la preeminencia en las decisiones las tomaba Miguel Alberto Torrealday, otro de los socios del instituto privado.
por Juan Cruz Varela para EL DIARIO
Los códigos de silencio no se rompen. A veces aparecen hendijas por las cuales se cuelan responsabilidades. Pero la actitud corporativa se mantiene. Se escuchan frases hechas, algunas dudas, ambigüedades, raras amnesias, olvidos selectivos.
Dos médicos pasaron y otro fue traído nuevamente al debate. Se trata de David Vainstub, Ángel Luis Schroeder y Miguel Alberto Torrealday, los socios del Instituto Privado de Pediatría (IPP) –junto con Jorge Eduardo Rossi, quien no concurrió sino que presentó un certificado argumentando que se encuentra bajo tratamiento médico–.
Ninguno aportó datos de relevancia para tratar de establecer el paradero del mellizo varón que dio a luz Raquel Negro en el Hospital Militar, y fue necesario un careo entre Vainstub y Schroeder luego de que surgieran algunas contradicciones entre las declaraciones de ambos; pero lo más trascendente fue que los dos señalaron a otro de los socios como responsable del área de neonatología del IPP, a pesar de que no existía tal cargo en la estructura de organización. “El que tenía el rol de autoridad era Torrealday”, coincidieron en el careo que ordenó el tribunal. Antes, Schroeder había manifestado que “las decisiones se tomaban entre los cuatro, pero generalmente Torrealday era el que tenía más preeminencia”.
Sin embargo, no se pudo evacuar la duda de quién atendió a los mellizos hijos de Raquel Negro y quién firmó el alta del IPP, el 27 de marzo de 1978. De todas maneras, el médico Vainstub afirmó que si en los registros figura una fecha de egreso es porque el bebé fue retirado con vida del instituto.
Vainstub afirmó, como antes lo había hecho Torrealday y luego lo reafirmaría Schroeder, que el IPP era “una institución abierta”, es decir, “cualquier médico podía internar a sus pacientes ahí y hacer el seguimiento” sin intervención del instituto. En esos casos, el médico de cabecera era quien dejaba las instrucciones a las enfermeras, pero en el caso de pacientes que llegaran sin médico de cabecera “se hacía cargo el encargado de la sala de neonatología”, es decir, Torrealday.
JUSTIFICACIONES.
Vainstub y Schroeder dijeron no recordar el caso de los mellizos ni el ingreso de pacientes como NN. “Los chicos se identificaban con el nombre o con el apellido”, dijo el primero. Tampoco reconocieron que hubieran sido internados hijos de personas denominadas “guerrilleras” o “extremistas” y Vainstub rechazó la presencia de familiares o allegados de los médicos en la sala de neonatología, aunque admitió que a veces su esposa iba a visitarlo con sus hijos al instituto.
El médico Vainstub explicó que “cuando llegaban chicos con una derivación, traían una identificación” y en los casos de urgencia en los que no figuraran esos datos, se completaban luego. De todas maneras, aclaró que “en las historias clínicas constaban el ingreso, la procedencia, el nombre de los padres y el diagnóstico” y ante otra pregunta admitió que desde el punto de vista terapéutico era importante conocer si se trataba de mellizos y los antecedentes de los padres.
Sobre ese punto, Schroeder señaló que “en la sala de neonatología, a veces, había bebés que no tenían nombre; pero no podía ser que un chico estuviera sin nombre durante 17 días”, en referencia al varón, que tiene fecha de ingreso el 10 de marzo y egreso el 27 de marzo y en el libro de registros quedó anotado como “López, NN”, procedente del Hospital Militar. Sobre eso no pudo dar ninguna explicación y ensayó una excusa en la que pretendió apuntar contra la persona que elaboraba los registros: “Era un desastre”, dijo. Esa manifestación le valió una reprimenda del tribunal porque no pudo sostenerla.
En otro tramo de su declaración, Vainstub dudó sobre el momento en que el IPP adquirió una ambulancia. Si bien dijo que en marzo de 1978 no tenía vehículo de traslado, luego apuntó que “después de eso se adquirió una Rambler”, en un comentario que generó dudas sobre la referencia a la que aludía. Sobre eso, Schroeder acotó que “a veces los médicos buscaban chicos en sus autos particulares”.
OTRA VEZ.
El médico Torrealday fue nuevamente citado a comparecer ayer, a raíz de una serie de contradicciones que surgieron entre su declaración y la que brindaron sus socios. El profesional aclaró que “no era encargado” de la sala de neonatología, pero admitió que “era el más consultado porque tenía más experiencia”.
“Yo no cumplía en el IPP la función de jefe, no me sentía jefe, me sentía uno más, dispuesto a colaborar en lo que hiciera falta”, acotó el médico.
El juicio contra los ex militares Pascual Oscar Guerrieri, Jorge Alberto Fariña, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Pagano y Marino Héctor González; y quien fuera jefe de terapia intensiva del Hospital Militar, Juan Antonio Zaccaría, continuará el próximo miércoles, ante el Tribunal Oral Federal de Paraná.
No reconocen libros de registro
En la jornada de ayer declaró también una secretaria administrativa de los consultorios externos del IPP. La mujer explicó que los dueños del instituto se rotaban en las tareas de mando y la relación con el personal administrativo y enfermeras.
Asimismo, apuntó que los médicos de guardia, que según dijo era el mismo que estaba a cargo de neonatología, confeccionaban las planillas de ingreso de pacientes, ya que era el mismo que iba en la ambulancia cuando se producía el traslado de un paciente.
Sin embargo, la mujer no reconoció el libro de registros en el que estaban anotados los hijos de Raquel Negro como “López, Soledad” y “López, NN”.
10 Sep
Un miembro del Tribunal cree que el director del IPP “omite información” vinculada con el robo de bebés
Así le increpó la jueza Carnero a Miguel Torrealday, quien declaró este jueves en el juicio por la causa Hospital Militar. El médico dijo desconocer lo sucedido con los hijos de Raquel Negro.
El médico Miguel Torrealday, socio del Instituto Privado de Pediatría (IPP), aseguró desconocer qué profesional atendió en esa institución a los hijos de la detenida-desaparecida Raquel Negro, en marzo de 1978, y quién los otorgó en una supuesta adopción que en realidad era parte del plan de sustracción de los represores. Uno de los integrantes del Tribunal le advirtió: “Creo fervientemente que usted está omitiendo información”.
9 Sep