Notas en medios
Carlos Del Frade: “Costanzo estaba dolido porque lo dejaron afuera de muchos negocios”
El periodista dio hoy testimonio en el marco del juicio por la causa Hospital Militar, en el que se investiga el robo de bebés en Paraná durante la última dictadura cívico militar. Del Frade señaló que cree que el represor Eduardo Costanzo declarará. “Él tiene la necesidad de hablar”, dijo
El periodista Carlos Del Frade, declaró hoy en el marco del juicio por la causa Hospital Militar, en el que se investiga el robo de bebés y la existencia de una maternidad clandestina en Paraná. Por su parte, el periodista Miguel Bonasso también estaba citado para declarar hoy, pero posiblemente lo haga por videoconferencia el 22 de setiembre, junto con la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
Antes de ingresar a la sala del Tribunal Oral Federal de Paraná, Del Frade hizo declaraciones a UNO y otros medios de prensa, e indicó que su citación como testigo tiene que ver con una serie de entrevistas que le hizo al represor Eduardo Costanzo, después de la dictadura.
“La verdad es que (hablar con los represores) fue algo muy especial, porque estaban todos libres, y la cuestión no era tan sencilla. Fue interesante separar la paja del trigo en lo que decían e ir armando el rompecabezas que siempre supone la investigación periodística”, dijo.
Consultado sobre si cree que que Costanzo -quien también está citado como testigo- va a declarar en el juicio, Del Frade señaló: “Creo que no va a tener ningún problema en declarar porque tiene la necesidad de hablar, de separar las aguas, ya que él está convencido de que no tiene una relación tan directa con estos hechos como sí la tienen Amelong, Guerrieri y Fariña. Es difícil creerle, pero lo cierto es que está diciendo eso y está aportando muchos datos; y esos datos hay que investigarlos”.
Cabe recordar que en la etapa de instrucción, Eduardo Costanzo había declarado que los militares Juan Amelong y Walter Pagano fueron quienes abandonaron a Sabrina Guillino -uno de los dos bebés de la detenida desaparecida Raquel Negro y recuperada en 2008- en un convento de Rosario. Se espera que declare el miércoles 21.
“Costanzo sentía que se daba cuenta de que se terminaba la impunidad, aunque en ese momento estaba todavía la Ley de Obediencia Debida y Punto Final. Cuando yo lo entrevisté, él estaba trabajando como remisero y en el corretaje de verduras que traía de su provincia, Tucumán. Estaba muy dolido porque lo habían dejado afuera de muchos negocios. Decía que (Jorge) Fariña había hecho mucha plata con el tema de la seguridad privada en Rosario y a mí me daba la sensación que eso era lo que más le molestaba. Con el paso del tiempo, todo lo que decía Costanzo más o menos se fue comprobando. Es un testigo muy interesante a la hora de dilucidar lo que pasó”, destacó Del Frade.
Por otra parte, añadió que “así como hay médicos del Hospital Militar, hay médicos de la Policía de las seis provincias que componían el Segundo Cuerpo del Ejército -Santa Fe, Chaco, Formosa, Misiones, Corrientes y Entre Ríos- que ahora están trabajando en el ámbito civil, se han reciclado. No digo que sean responsables, pero sí deben conocer cosas y por lo menos hay que tomarles una declaración testimonial. Hay muchos civiles vinculados a esto, sino no se explica la permanencia durante siete años de la dictadura”.
Consultado sobre los posibles motivos por los que algunos testigos de la causa adujeron no recordar lo sucedido en torno al robo de bebés en el nosocomio castrense, Del Frade explicó que “hay dos cuestiones por las que todos dicen no recordar lo que pasó: primero, el miedo a perder la libertad, y segundo, el miedo a que se descubran los vínculos económicos que se movieron en la dictadura. Tanto militares, como la Policía y otras fuerzas armadas eran títeres macabros. El tema grande son los titiriteros, delincuentes de guante blanco, el poder económico de cada provincia, que es el mismo que permanece en la actualidad. Si estos muchachos hablan, va a empezar a verse la responsabilidad de los que están hoy en el poder económico de cada provincia de lo que fuera el Segundo Cuerpo del Ejército”.
En la causa están imputados los ex militares Juan Amelong, Marino González, Walter Pagano, Pascual Guerrieri y Jorge Alberto Fariña; y el médico anestesista Juan Antonio Zaccaría.
14 Sep
Un testigo aportó más datos sobre la maternidad clandestina del Hospital Militar
El hermano de un militante desaparecido habló sobre la internación de detenidas embarazadas para dar a luz. Además una enfermera del IPP dijo que vio a un bebé NN derivado del nosocomio, al que atendió Torrealday. Del Frade contó que Costanzo le dijo que Fariña se había llevado a la hija mujer de Raquel Negro.
En la décima jornada de debate del juicio oral y público por robo de bebés durante la dictadura se escucharon tres testimonios de peso: el del hermano del desaparecido Victorio Erbetta y militar retirado, que dio cuenta de la internación de embarazadas detenidas para dar a luz en el Hospital Militar de Paraná, lo que refuerza la hipótesis del funcionamiento de una maternidad clandestina; el de una enfermera del Instituto Privado de Pediatría (IPP) que declaró haber atendido a un bebé NN proveniente del nosocomio castrense al que atendía el médico Miguel Torrealday; y el del periodista rosarino Carlos Del Frade, quien aseguró que, durante una entrevista, el represor Eduardo Costanzo le dijo que el imputado Jorge Fariña se había llevado a la hija mujer de Raquel Negro después del parto.
Por el robo de los mellizos de Negro –nacidos en el Hospital Militar entre febrero y marzo de 1978– y la sustitución de sus identidades, el Tribunal Oral Federal de Paraná juzga a seis represores: Fariña, Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Marino Héctor González, Walter Salvador Pagano y Juan Antonio Zaccaría.
Joe Erbetta declaró que quien era su jefe en el Distrito Militar Entre Ríos, Ulises Chort, le reveló sobre le traslado de detenidas al hospital para dar a luz. “Hizo referencia a que las mujeres desaparecían y los hijos tenían un destino desconocido”, agregó. Incluso señaló que “se mencionó mucho un parto de mellizos en ese momento”, en probable alusión a los hijos de Negro.
Erbetta también dijo que cuando realizaba guardias en el ingreso a los cuarteles constató la entrada de hombres que pertenecían a los grupos de tareas, que se dirigían a los centros clandestinos de detención del Batallón de Comunicaciones y de La Escuelita, donde se vienen realizando excavaciones en busca de restos de desaparecidos.
Torrealday y los NN
Una enfermera de Neonatología del Instituto Privado de Pediatría, que también declaró en esta décima jornada, admitió la internación de un bebé como NN en la sala de Neonatología, proveniente del Hospital Militar, en 1978. Dijo que estaba bien bien de salud, aunque estaba “aislado” en una incubadora reservada para casos especiales.
El relato de la mujer involucró al médico socio del IPP Miguel Torrealday. En primer lugar porque dijo que él era su jefe en Neonatología. En segundo lugar, porque dijo que fue el profesional que atendió a aquel bebé y le dio una respuesta confusa sobre el motivo por el cual estaba el niño internado como NN.
“Me dijo que estaba la familia viendo lo que hacían con el niñito. No sabía bien el apellido, si iba a llevar el apellido de la mamá o del papá. Y el nombre todavía no lo habían confirmado”, trató de explicar la enfermera. Luego agregó: “Fue algo medio confuso, como que me quiso conformar y bueno, me dijo… Como queriendo decir eso”.
“Después no se le puso nombre a ese chico. No sé quién lo llevó ni cuando”, añadió. Según le dijeron sus compañeras de trabajo “se fue de alta”.
Carlos del Frade brindó un testimonio basado en las revelaciones que le hiciera Costanzo –miembro de uno de los grupos de tareas rosarinos– acerca del parto de Raquel Negro. Durante entrevistas periodísticas, el ex servicio de inteligencia que es testigo en la causa le contó que la detenida había tenido mellizos en Paraná, un varón y una mujer, y que el varón murió en el parto por estrangulamiento con el cordón umbilical. Esto se lo dijo Costanzo durante las entrevistas realizadas en la década del 90, cuando sólo se sabía que Raquel había sido traída a la capital entrerriana para el parto –por el libro de Miguel Bonasso, “Recuerdo de la muerte”– pero no se sabía nada sobre los niños. También Costanzo le dijo que “Fariña se la llevó” a la bebé mujer.
Asimismo, Del Frade dijo que entrevistó en dos ocasiones a Amelong en Rosario y en ninguna de las dos oportunidades el imputado quiso hablar sobre el caso de los hijos de Negro
14 Sep
El juicio por robo de bebés ingresa en el tramo final
El viernes concluirá la etapa de testimoniales en el primer debate oral y público por crímenes de lesa humanidad cometidos en la provincia de Entre Ríos. Se espera la declaración de Eduardo Costanzo, el ex integrante de la patota que rompió el pacto de silencio militar y reveló datos clave para restituir la identidad a Sabrina Gullino
El juicio contra seis represores por el robo de bebés nacidos en el Hospital Militar de Paraná ingresa esta semana en las instancias decisivas, con la declaración de la última tanda de testigos. Diecisiete personas deben comparecer entre miércoles, jueves y viernes ante el Tribunal Oral de Paraná, aunque el número podría verse reducido.
En el banquillo de los acusados están los ex militares Pascual Oscar Guerrieri, Jorge Alberto Fariña, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Pagano y Marino Héctor González; y el médico anestesista Juan Antonio Zaccaría, quien se desempeñaba como jefe de terapia intensiva del Hospital Militar. Los seis represores están acusados por los delitos de sustracción de menores y sustitución de identidad en el caso de los mellizos que Raquel Negro dio a luz en marzo de 1978 en el Hospital Militar de Paraná.
En esta cuarta semana del juicio, que se inició el 24 de agosto pasado, concluirá el desfile de testigos. Para estos días se espera con expectativa la decisión del tribunal respecto de Eduardo Rodolfo Costanzo, el ex agente de inteligencia e integrante de la patota rosarina que rompió el pacto de silencio militar y dio los primeros datos que permitieron la restitución de identidad de Sabrina Gullino. En su caso debía declarar en el inicio del juicio pero no pudo hacerlo a raíz de una indisposición médica que le impidió viajar a Paraná, por lo que se debe fijar una nueva fecha.
También debió reprogramarse la declaración de Jorge Eduardo Rossi, el cuarto socio del Instituto Privado de Pediatría (IPP), al que fueron derivados los mellizos que dio a luz Raquel Negro en el Hospital Militar. Su testimonio y el del médico Lorenzo Torrealday podrían ser importantes luego de las declaraciones de sus socios Miguel Torrealday, David Vainstub y Luis Schroeder, que si bien dijeron desconocer el paso de los bebés por la sala de neonatología del centro asistencial incurrieron una serie de contrapuntos y olvidos claramente selectivos que podrían tener consecuencias penales.
Lo que viene. Casi con seguridad, Estela de Carlotto, que es querellante en la causa, no prestará declaración en este juicio, ya que se encuentra en Francia, donde hoy recibirá un premio de la Unesco por el fomento de la paz a través de la tarea que vienen desarrollando desde hace años las Abuelas de Plaza de Mayo
También es incierta la presencia ante el Tribunal Oral Federal de Paraná de Jaime Dri, aunque en su caso declararía por un sistema de videoconferencia desde Panamá, donde reside. Dri, oriundo de Chajarí, es sobreviviente de los centros clandestinos de detención rosarinos y uno de los primeros en revelar cómo operaba la patota, ya que en julio de 1978 logró escapar a Paraguay y luego se exilió en Francia, donde denunció públicamente el genocidio. La importancia de su testimonio es el relato directo de lo ocurrido, ya que Raquel Negro le contó que sería trasladada a Paraná para dar a luz.
En el cierre de esta instancia del debate oral y público están citadas, además, dos empleadas del IPP; los periodistas Miguel Bonasso –como diputado nacional podría declarar por escrito–, Reynaldo Sietecase y Carlos Del Frade; el padre adoptivo de Sabrina Gullino; el hermano de Raquel Negro; la directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, María Belén Rodríguez Cardozo; la nieta recuperada Victoria Torres Ruiz; y el militar retirado Horacio Pantaleón Ballester, integrante del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida), entre otros testigos.
Inspecciones
Dentro de las instancias judiciales, están pendientes las inspecciones judiciales del Hospital Militar y del IPP, algo que podría concretarse la semana próxima, según indicaron fuentes judiciales a EL DIARIO. Luego de ello se realizarán los alegatos de los fiscales, querellantes y defensores y los imputados tendrán la posibilidad de decir sus últimas palabras, previo a la sentencia que deberá dictar tribunal integrado Roberto López Arango, Lilia Carnero, Juan Carlos Vallejos y María Ivón Vella.
Juan Cruz Varela
14 Sep
La desmemoria que atenta contra la verdad y un relato estremecedor
Pese a la existencia de un registro administrativo donde se consigna la atención de NN, los médicos fundadores del Instituto Privado de Pediatría siguen mostrándose con una desmemoria que atenta contra la posibilidad de conocer el destino final de uno de los mellizos de la militante desaparecida Raquel Negro. Además, en el juicio por el robo de bebés durante la dictadura en Paraná, esta semana se escuchó el desgarrador testimonio de una muerte en el Hospital Militar, pero referido a otro caso que no se juzga en esta oportunidad.
Jorge Riani para EL DIARIO
Enhebrando testimonios, datos sueltos, coincidencias, se conforma un relato. La memoria y la desmemoria, pero también el compromiso y el desinterés modelan el resultado de ese relato: hay cosas que se toman y otras que se descartan. Igualmente queda un relato.
Si hay una instancia de la vida en sociedad donde la mentira muestra su rostro más cínico, esa instancia son los juicios orales y públicos donde desfilan muchos testigos. Algunos para hacer una afirmación y otros para hacer exactamente la contraria o desmentirla.
El juicio por el robo de bebés en el Hospital Militar de Paraná y la sustitución de sus identidades es un caso de esos. Y allí también se va conformando un relato que los jueces, fiscales, querellantes –menos obligadamente los defensores que no tienen el imperativo de imparcialidad de las otras partes– van armando esa historia. Con los jirones que dejan la memoria y la buena voluntad de un puñado de personas.
Y ese relato, con todo lo escuchado esta semana de audiencias, puede sintetizarse así: unos mellizos recién nacidos son internados en una clínica privada. En un establecimiento donde la atención se paga. En todas las incubadoras –ocho o nueve– hay tarjetas de identificación de niños con el nombre y algún otro dato. En las que ocupan los hermanitos en cuestión –una nena y un nene– también había tarjetas de identificación. En una de ellas, en lugar de nombre había una doble inicial: NN.
Las enfermeras sabían que venían derivados del Hospital Militar y que su madre era una detenida política, una “subversiva” o “terrorista”, como parte de la sociedad llamaba entonces a los militantes perseguidos por la dictadura.
Como todos los niños, estos mellizos son registrados al ingresar y egresar del centro asistencial privado. La nena fue anotada como “López, Soledad” el 4 de marzo de 1978 y el varón como “López, NN” el 10 de marzo de ese mismo año. El 27 de marzo fueron dados de alta.
Tienen apenas días de nacidos y alguien, entonces, se encargó de llevarlos de allí. La clínica se llama Instituto Privado de Pediatría (IPP). Las enfermeras saben muy bien todo esto que se cuenta aquí; de hecho, son ellas –las únicas– las que aportan los datos esenciales para arribar al relato.
Enfermeras que se jubilaron del Hospital Militar y colegas del instituto privado son las que saben de esta historia. Pero increíblemente los cuatro médicos dueños del instituto privado no conocen la historia –eso dicen ellos– o no la recuerdan.
ESO DICEN ELLOS.
En sus testimonios, los médicos no han podido ponerse de acuerdo, ni siquiera, en decir quiénes eran los responsables de dar de alta a los niños. “El médico de cabecera”, dicen. ¿Qué médico de cabecera? No saben –eso dicen ellos– puntualmente cuál de los que actuaban en la Paraná de 1978.
Frente a la elocuencia del libro administrativo, secuestrado en la clínica, donde precisamente se registraron los mellizos, hubo una aceptación por parte del médico Miguel Torrealday de que en su clínica había NN. En cambio, sus colegas y socios, David Vainstub y Ángel Schroeder, dijeron desconocer el libro y que estuvieran dando atención a hijos de una mujer detenida en el Hospital Militar. En cualquier caso, estos dos últimos se pusieron de acuerdo en señalar a Torrealday, actual funcionario del gobierno provincial en materia de Salud, como el responsable de Neonatología y por tanto el que más preeminencia tenía en el lugar.
Todos coincidieron en algo: las respuestas a los interrogantes están en las historias clínicas, pero como el depósito de esos documentos se inundó –eso dicen ellos– las pruebas que aportarían nombres y acortaría el camino hacia el verdadero destino del mellizo con paradero aún desconocido sencillamente desaparecieron.
Una periodista de la televisión abierta entrerriana que cubre el juicio hizo, entre salidas y salidas, una observación aguda: los tres médicos que declararon utilizaron expresiones calcadas para abrir el universo de médicos que pudo haber actuado en la atención y alta de los niños. Así el círculo no se limita a los apellidos Torrealday, Vainstub, Rossi y Schroeder.
La clínica “era una institución abierta” y al ampliar señalaron que –aquí sí, palabras más, palabras menos– cualquier médico podía internar a sus pacientes ahí y hacer el seguimiento.
Casi con la agudeza de un análisis de discurso, la periodista advirtió que la explicación sobre la destrucción accidental –eso dicen ellos– de las historias clínicas se dio con frases exactamente iguales por parte de los tres médicos que declararon. “Se mojaron y se estropearon”.
Hay que agregar que en el libro que sí rescató la Justicia, pese a que no apunta nombre de médico alguno, sí está la procedencia de los chicos: “Hospital Militar”. No dice IOSE, que es la obra social que corresponde al personal del Ejército, sino directamente Hospital Militar.
Se dijo ya la semana anterior que los médicos del nosocomio castrense sí admitieron que derivaron hacia el IPP a dos mellizos, hijos de una mujer detenida en el Hospital Militar.
En efecto, Juan Luis Ferrarotti y Alfredo Berduc hablaron de los niños NN. Pero nadie puede decir quiénes atendieron a esos chicos en el IPP y quién autorizó el alta.
A propósito del cardiólogo Berduc, que durante la segunda semana del juicio se mostró muy olvidadizo con nombres y circunstancias, pero no con el cuadro de salud que afectaba a uno de los niños, hay que decir que los testimonios de esta semana contradijeron severamente su afirmación respecto a que el mellizo varón habría muerto.
La enfermera del laboratorio del Hospital Militar que más datos aportó dijo taxativamente que el niño no estaba cianótico, como había afirmado Berduc, que estaba en buenas condiciones y que mucho menos parecía tener una cardiopatía congénita severa.
Pero el principal mazazo que recibió el testimonio de Berduc lo aplicó uno de los médicos del IPP, este viernes, ante una oportuna pregunta del fiscal José Ignacio Candioti. El médico Vainstub terminó aceptando que si hay una fecha de egreso de los mellizos es porque deben haber salido con vida.
El juicio contra los ex militares Pascual Oscar Guerrieri, Jorge Alberto Fariña, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Pagano, Marino Héctor González y Juan Antonio Zaccaría, éste último además médico del Hospital Militar, sigue su curso.
El Tribunal Oral Federal de Paraná apunta dato sobre dato de esta historia, sin desconocer –a juzgar por las preguntas que formulan sus cuatro integrantes– el objetivo de hallar el destino del hijo mellizo que dio a luz Raquel Negro en cautiverio militar.
La niña aquella, la melliza, es Sabrina Gullino, y junto con su hermano mayor Sebastián Alvarez con el que se encontró en 2008 cuando recuperó su identidad, siguen de cerca el desarrollo de la historia, que es su historia.
Espeluznante
Hay muchos elementos que podrían apuntarse como saldo de lo que dejó la tercera semana del juicio. Pero no se puede omitir la alusión al testimonio que aportó la empleada del área de Laboratorio y Hemoterapia del Hospital Militar, que deja muy mal parado a uno de los procesados: el médico Juan Antonio Zaccaría, aunque no para el caso que se juzga en esta oportunidad.
Dijo la mujer –de la que se ha omitido publicar el nombre por una recomendación de la Mesa de Juicio y Castigo acogida por este medio– que “por orden de la Dirección” del Hospital Militar debió clasificar sangre extraída a detenidos políticos que llegaban con el rótulo de NN.
También dijo que los comentarios daban cuenta de que esos detenidos estaban encerrados en los batallones de Ingenieros y Comunicaciones, donde, hoy se sabe, funcionó el mayor centro clandestino de detención que hubo en la provincia de Entre Ríos.
“Tuve oportunidad de atender una cirugía a un NN”, dijo la testigo. Contó que buscó los elementos para extraer sangre y establecer el RH y grupo y que el médico le dijo que “no hay necesidad de eso porque dentro de un rato se muere”.
Ella igual hizo su trabajo. Cuando el juez Roberto López Arango le preguntó el nombre del médico, la mujer no dudó: “El doctor Juan Antonio Zaccaría”.
“Llegué a la Sala I –dijo en medio del llanto renovado– y tenía tanta angustia que tomé el teléfono para hablar con una amiga, a pesar de que no se podían hacer llamadas, y cuando mi amiga me atendió no pude hablar. Nunca más conté nada sobre el asunto, ni siquiera a mi familia”.
11 Sep
Sus socios señalaron a Torrealday como jefe de neonatología del IPP
Los médicos Vainstub y Schroeder no aportaron datos de relevancia para la investigación sobre el paradero del hijo varón que dio a luz Raquel Negro en el Hospital Militar en marzo de 1978. Sin embargo, apuntaron a que la preeminencia en las decisiones las tomaba Miguel Alberto Torrealday, otro de los socios del instituto privado.
por Juan Cruz Varela para EL DIARIO
Los códigos de silencio no se rompen. A veces aparecen hendijas por las cuales se cuelan responsabilidades. Pero la actitud corporativa se mantiene. Se escuchan frases hechas, algunas dudas, ambigüedades, raras amnesias, olvidos selectivos.
Dos médicos pasaron y otro fue traído nuevamente al debate. Se trata de David Vainstub, Ángel Luis Schroeder y Miguel Alberto Torrealday, los socios del Instituto Privado de Pediatría (IPP) –junto con Jorge Eduardo Rossi, quien no concurrió sino que presentó un certificado argumentando que se encuentra bajo tratamiento médico–.
Ninguno aportó datos de relevancia para tratar de establecer el paradero del mellizo varón que dio a luz Raquel Negro en el Hospital Militar, y fue necesario un careo entre Vainstub y Schroeder luego de que surgieran algunas contradicciones entre las declaraciones de ambos; pero lo más trascendente fue que los dos señalaron a otro de los socios como responsable del área de neonatología del IPP, a pesar de que no existía tal cargo en la estructura de organización. “El que tenía el rol de autoridad era Torrealday”, coincidieron en el careo que ordenó el tribunal. Antes, Schroeder había manifestado que “las decisiones se tomaban entre los cuatro, pero generalmente Torrealday era el que tenía más preeminencia”.
Sin embargo, no se pudo evacuar la duda de quién atendió a los mellizos hijos de Raquel Negro y quién firmó el alta del IPP, el 27 de marzo de 1978. De todas maneras, el médico Vainstub afirmó que si en los registros figura una fecha de egreso es porque el bebé fue retirado con vida del instituto.
Vainstub afirmó, como antes lo había hecho Torrealday y luego lo reafirmaría Schroeder, que el IPP era “una institución abierta”, es decir, “cualquier médico podía internar a sus pacientes ahí y hacer el seguimiento” sin intervención del instituto. En esos casos, el médico de cabecera era quien dejaba las instrucciones a las enfermeras, pero en el caso de pacientes que llegaran sin médico de cabecera “se hacía cargo el encargado de la sala de neonatología”, es decir, Torrealday.
JUSTIFICACIONES.
Vainstub y Schroeder dijeron no recordar el caso de los mellizos ni el ingreso de pacientes como NN. “Los chicos se identificaban con el nombre o con el apellido”, dijo el primero. Tampoco reconocieron que hubieran sido internados hijos de personas denominadas “guerrilleras” o “extremistas” y Vainstub rechazó la presencia de familiares o allegados de los médicos en la sala de neonatología, aunque admitió que a veces su esposa iba a visitarlo con sus hijos al instituto.
El médico Vainstub explicó que “cuando llegaban chicos con una derivación, traían una identificación” y en los casos de urgencia en los que no figuraran esos datos, se completaban luego. De todas maneras, aclaró que “en las historias clínicas constaban el ingreso, la procedencia, el nombre de los padres y el diagnóstico” y ante otra pregunta admitió que desde el punto de vista terapéutico era importante conocer si se trataba de mellizos y los antecedentes de los padres.
Sobre ese punto, Schroeder señaló que “en la sala de neonatología, a veces, había bebés que no tenían nombre; pero no podía ser que un chico estuviera sin nombre durante 17 días”, en referencia al varón, que tiene fecha de ingreso el 10 de marzo y egreso el 27 de marzo y en el libro de registros quedó anotado como “López, NN”, procedente del Hospital Militar. Sobre eso no pudo dar ninguna explicación y ensayó una excusa en la que pretendió apuntar contra la persona que elaboraba los registros: “Era un desastre”, dijo. Esa manifestación le valió una reprimenda del tribunal porque no pudo sostenerla.
En otro tramo de su declaración, Vainstub dudó sobre el momento en que el IPP adquirió una ambulancia. Si bien dijo que en marzo de 1978 no tenía vehículo de traslado, luego apuntó que “después de eso se adquirió una Rambler”, en un comentario que generó dudas sobre la referencia a la que aludía. Sobre eso, Schroeder acotó que “a veces los médicos buscaban chicos en sus autos particulares”.
OTRA VEZ.
El médico Torrealday fue nuevamente citado a comparecer ayer, a raíz de una serie de contradicciones que surgieron entre su declaración y la que brindaron sus socios. El profesional aclaró que “no era encargado” de la sala de neonatología, pero admitió que “era el más consultado porque tenía más experiencia”.
“Yo no cumplía en el IPP la función de jefe, no me sentía jefe, me sentía uno más, dispuesto a colaborar en lo que hiciera falta”, acotó el médico.
El juicio contra los ex militares Pascual Oscar Guerrieri, Jorge Alberto Fariña, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Pagano y Marino Héctor González; y quien fuera jefe de terapia intensiva del Hospital Militar, Juan Antonio Zaccaría, continuará el próximo miércoles, ante el Tribunal Oral Federal de Paraná.
No reconocen libros de registro
En la jornada de ayer declaró también una secretaria administrativa de los consultorios externos del IPP. La mujer explicó que los dueños del instituto se rotaban en las tareas de mando y la relación con el personal administrativo y enfermeras.
Asimismo, apuntó que los médicos de guardia, que según dijo era el mismo que estaba a cargo de neonatología, confeccionaban las planillas de ingreso de pacientes, ya que era el mismo que iba en la ambulancia cuando se producía el traslado de un paciente.
Sin embargo, la mujer no reconoció el libro de registros en el que estaban anotados los hijos de Raquel Negro como “López, Soledad” y “López, NN”.
10 Sep
Un miembro del Tribunal cree que el director del IPP “omite información” vinculada con el robo de bebés
Así le increpó la jueza Carnero a Miguel Torrealday, quien declaró este jueves en el juicio por la causa Hospital Militar. El médico dijo desconocer lo sucedido con los hijos de Raquel Negro.
El médico Miguel Torrealday, socio del Instituto Privado de Pediatría (IPP), aseguró desconocer qué profesional atendió en esa institución a los hijos de la detenida-desaparecida Raquel Negro, en marzo de 1978, y quién los otorgó en una supuesta adopción que en realidad era parte del plan de sustracción de los represores. Uno de los integrantes del Tribunal le advirtió: “Creo fervientemente que usted está omitiendo información”.
9 Sep
Torrealday admitió que internaron a NN en la clínica
El médico y ex funcionario provincial dijo que el archivo del Instituto Privado de Pediatría se estropeó. Allí estuvieron internados los hijos de Raquel Negro. Los jueces le reclamaron más memoria y colaboración para encontrar al mellizo de Sabrina Gullino.
Jorge Riani para EL DIARIO
Ésa es la pregunta del millón”, concluyó el médico Miguel Alberto Torrealday cuando escuchó por enésima vez, cada vez formulada de diferente manera, la interrogante: quién fue el médico que atendió a los mellizos hijos de Raquel Negro en 1978 y quién firmó el alta médica en el Instituto Privado de Pediatría (IPP) del que él es cofundador, ex directivo y ex integrante de la planta médica.
El nombre del médico Torrealday estuvo en varios testimonios escuchados en lo que va del juicio oral y público que se desarrolla en Paraná para establecer responsabilidades en el secuestro y sustracción de identidad de los hijos de los militantes desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela.
Fue, precisamente, uno de los cuatro profesionales señalados como los responsables del instituto médico adonde fueron derivados los mellizos nacidos en el Hospital Militar. Incluso una de las enfermeras que prestó declaración en la audiencia de ayer no dudó en señalar que los niños pudieron haber sido atendidos por el propio Torrealday, Jorge Rossi o Ángel Luis Schroeder. “El que menos estaba era (David) Vainstub”, precisó. Esos cuatros profesionales eran los responsables del IPP en el año en que ocurrió la internación de los niños NN.
“Tuve la oportunidad de ver el libro de ingresos, y había allí un NN”, comenzó diciendo Miguel Torrealday. Relató que en oportunidad de prestar declaración en el juicio que se desarrolló en Rosario por el secuestro y desaparición de Negro y Valenzuela, se encontró con la fundadora y principal referente de la asociación Abuelas de Mayo, Estela de Carlotto, con quien –dijo– analizó el libro de administración en el que estaban consignados los ingresos y egresos de pacientes y que repararon en los mellizos.
Allí consta el ingreso de la nena como “López, Soledad” –hoy llamada Sabrina Gullino que sigue todas las jornadas con atención e interés de querellante– el 4 de marzo de 1978 y el varón como “López, NN” el 10 de marzo, procedentes del Hospital Militar, y el egreso de ambos el 27 de marzo e inclusive se dejó registrado que el costo de atención sería afrontado por la institución de la cual procedían.
“Nos llamó la atención que teniendo el mismo apellido fueran ingresados en fechas distintas y dados de alta el mismo día”, dijo Torrealday ante los jueces del Tribunal Oral Federal de Paraná.
En todo momento el médico y ex funcionario provincial del área de Salud en distintos gobiernos justicialistas intentó dejar claro su interés por aportar datos a la causa. Sin embargo, el tribunal le recriminó que no estaba brindando la información necesaria para poder dar con el paradero del mellizo.
Reprimenda. “Estamos comprometidos con la causa y queremos saber quién fue el médico que atendió a los niños. Nosotros tenemos 9.400 internaciones hechas al día de la fecha y esto es una cuestión de confianza. Lo que queremos, por nuestra historia y por nuestra militancia, es recuperar a esos chicos”, afirmó. Torrealday. Fue entonces cuando la jueza Lilia Carnero le dijo: “Usted dice que quiere encontrar al niño, pero son ustedes (por los médicos directivos del IPP) los que tienen la clave para saber la verdad, pero tienen que hacer memoria”, sostuvo. “Llama la atención que las enfermeras supieran y los médicos no”, le dijo más adelante el presidente del tribunal, Roberto López Arango, en referencia a la internación en el IPP de niños nacidos durante el cautiverio de su madre.
El recurrente olvido ante las preguntas de las partes terminó por generar una nueva intervención de la jueza Carnero:
“Creo que usted sabe lo que pasó y omite información; quién recibió, quién atendió y quién dio de alta a los niños”, apuntó.
“Ésa es la pregunta del millón”, apuntó sin contestar Torrealday. “No quiero ser parte de lo que consideran la corporación médica; si supiera lo diría”, agregó para mencionar finalmente un conjunto de médicos que prestaban servicio en neonatología del IPP.
Respecto del bebé que estaba registrado en el libro de ingreso como NN, consideró que “la identidad figuraba en la historia clínica”, pero luego precisó que esos documentos estaban archivados en un sótano que se inundó y, por lo tanto, se destruyeron.
El médico Miguel Alberto Torrealday estuvo ante el tribunal, confirmó que los niños nacidos en cautiverio bajo poder de la dictadura militar pasaron por el instituto privado, pero no aportó mayores datos y dejó la sensación en organismos de derechos humanos de que fue reticente con la información brindada.
“Dentro de un rato se va a morir”
La jornada de ayer sumó otros dos nuevos testimonios de empleadas del Hospital Militar. Una de ellas –de la que se omite publicar el nombre por recomendación de la Mesa de Juicio y Castigo acogida por este medio– dijo que prestó función en Laboratorio y Hemoterapia y que clasificaba sangre de NN, “por orden de la Dirección” del Hospital Militar.
Sostuvo que “de oído” sabía que las sangres que llegaban anotadas como de NN eran de detenidos políticos alojados en los batallones de Ingenieros y Comunicaciones.
Señaló puntualmente a uno de los empleados, del que dijo su nombre, como la persona que “seguramente extraía la sangre” de los detenidos, aunque éste –al momento de declarar– lo negó.
La mujer que prestó declaración se mostró muy emocionada al relatar otro episodio con una persona no identificada, registrada como NN. “Tuve oportunidad de atender una cirugía a un NN”, dijo la testigo. Contó que buscó los elementos para extraer sangre y establecer el RH y grupo y que el médico le dijo que “no hay necesidad de eso porque dentro de un rato se muere”, narró en alusión a la expresión que le dio el médico en el quirófano. Aseguró que igual lo hizo porque era su función y ante una pregunta sobre quién fue el profesional que le dio esa instrucción apuntó: “El doctor Juan Antonio Zaccaría”. A unos metros de allí, el galeno procesado no hizo gesto alguno ni movimiento.
Aseguró que estaban además en el quirófano los tenientes primero Mario Crocce y “otro de apellido” Zuino.
“Esa situación me provocó tanta angustia que pensé: ‘qué vida desperdiciada’. Llegué a la sala 1 y tenía tanta angustia que tomé el teléfono para hablar con una amiga, a pesar de que no se podían hacer llamadas, y cuando mi amiga me atendió no pude hablar. Nunca más conté nada sobre el asunto, ni siquiera a mi familia”, dijo tras tomar agua para atemperar el llanto.
El aire de la sala se tornó pesado con el testimonio. Y quedó la convicción de que se trataba de otro caso, ajeno a la causa, de víctima de la dictadura militar.
9 Sep
Los sonidos del silencio
Tras las declaraciones de los represores, llegaron los testimonios de los civiles. Médicos y enfermeras del Hospital Militar de Paraná dejaron al descubierto la densa trama de complicidad civil que envolvió los hechos investigados: aquéllos, por su silencio; éstas, por sus valiosos relatos. Detalles inéditos sobre el nacimiento de los hijos de Raquel Negro y su estadía en el nosocomio castrense de la capital provincial marcaron las últimas audiencias del juicio.
por Martín Gerlo
“Llegó Raquel Negro y la pusieron en la habitación donde estaba la guardia. Me contó que venía del cautiverio de (La quinta de) Funes y de su nenito. El suboficial (Juan) Vergara me mandó a que la atendiera. Me dijo: ‘no hablés con ella’”, señaló en la introducción a su declaración una de las enfermeras, anticipando un relato valiosísimo.
El último de los cinco testimonios brindados al Tribunal este jueves 1 de septiembre fue certero, revelador, emocionante y de una valentía admirable. El contraste con la desmemoria de los médicos de guardia del nosocomio, Alfredo Berduc y Juan Ferrarotti, hizo que vierta aún más luz de la que la declaración en sí misma contenía sobre los hechos que se investigan.
“Los bebés nacieron. Ella los vistió, los tocó y los abrazó. Después se los llevaron. Me dijeron que el niño no estaba bien. Ella me preguntaba: ¿qué será de mi chico? Después nació la nena”, contó entre lágrimas la enfermera, quien masticó esas palabras durante más de treinta años y ya no estaba dispuesta a callar. “Estuve en el parto nomás. Al otro día me dijeron que se los llevaron, y no supe nada hasta 2008”, señaló en referencia al momento en que Sabrina Gullino recuperó su identidad y ella pudo atar cabos con la historia que le tocó vivir tres décadas atrás: “Creí todos esos años que los chicos estaban con la madre”, remarcó.
La mujer calculó, consultada por una de las partes, que el plazo en el cual Negro estuvo en el nosocomio fue de 15 días: “Yo iba de a ratos. Los que estaban con ella eran civiles. Yo veía que hablaba con los muchachos; del hospital no eran”, reveló, aportando un dato valiosísimo que no pasó desapercibido: quienes llegaron junto a la detenida y permanecieron con ella hasta el momento de su egreso eran ajenos al lugar. “Partera o médico no eran. Eran de afuera, varones, y sacaron al chico. No estuvieron cuando nació. No eran personal del Hospital Militar” respondió concisa pero contundentemente a cada una de las preguntas que se le hacían.
“Ahí yo no vi que el chico tuviera algo. No noté nada. Si se descompensó después no lo sé. Yo no lo vi más”, manifestó, contrariando las versiones que argumentan que el hermano mellizo de Sabrina habría fallecido.
“Ella venía con los estudios hechos en Rosario”, precisó, a la vez que se excusó por no saber en qué medio había sido trasladada hasta el lugar. “La habían maltratado; eso me dijo, que la habían arrastrado”, indicó.
La enfermera reprodujo parte de sus diálogos con la madre de Sabrina, y certificó una serie de datos que se encontraban en el Requerimiento de Elevación a Juicio y en varios testimonios: era la primera vez que Raquel llegaba al lugar, estaba embarazada de mellizos y se encontraba constantemente custodiada: “En la misma habitación que ella dormía un muchacho; (no era el mismo) iban rotando”, explicó.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
9 Sep
Las evasivas de un militar no permitieron sumar precisiones
Un ex sargento que sacaba sangre a los pacientes del Hospital Militar dijo haberse enterado por terceros del nacimiento de los bebés de Raquel Negro. Dijo no recordar porque “fue hace 33 años”
Alfredo Hoffman De la Redacción de UNO
ahoffman@unoentrerios.com.ar
http://edimpresa.unoentrerios.com.ar/v2/noticias/?id=56366&impresa=1
8 Sep
El pasado como coartada
Es inútil: ninguna amplificación mediática volverá tema de interés masivo el juicio por sustracción de menores y sustitución de identidad que se sustancia en los tribunales federales de Paraná. No será motivo de conversación familiar o de tertulias de café. El atento seguimiento del proceso permanecerá reducido a círculos politizados, a quienes fueron actores en la década de los 70 y a grupos comprometidos con los derechos humanos. Será decepcionante, penoso, lo que se quiera. Pero es irremediable y en modo alguno sorprendente.
Antonio Tardelli
Hay razones añejas y recientes que explican una apatía que extraña, extrañamente, a ciertos observadores. Pero es que la causa de los derechos humanos, concebida como pretensión de verdad y exigencia de enjuiciamiento a los sujetos que fueron engranajes del Terrorismo de Estado, nunca fue socialmente masiva por más que en determinado momento haya aglutinado a la militancia política en, por caso, las movilizaciones de los 24 de Marzo, ocasión susceptible de alumbrar acuerdos por sobre las naturales diferencias. Pero una cuestión de urgencias, contrapuesta a la distancia temporal que media con los hechos que se investigan, y una inocultable especulación política que anida en el kirchnerismo, se asocian para mofarse de la necesidad de reparación integral que reclaman los crímenes de la dictadura. Ajustar cuentas con el pasado, exigencia histórica si las hay, puede ser un camino relativamente solitario.
Allí radica, precisamente, el mérito de los Kirchner. Retomaron la revisión de la represión ilegal a sabiendas de que no era una demanda mayoritaria de la sociedad pero sí concientes de que una política decidida en tal sentido comportaba una necesidad ligada a sucesos más cercanos. El intolerable espectáculo de las Madres de Plaza de Mayo siendo reprimidas durante los instantes finales del gobierno de la Alianza llevó incluso a Adolfo Rodríguez Saá, si se recuerda, a recibir a Hebe de Bonafini en el despacho presidencial que por pocos días lo albergó. Si hasta Adolfo el Breve, que según los cánones oficiales integra hoy el detestable tren fantasma de la oposición, pudo advertir lo que el momento pedía, cómo no iba a hacerlo un gobierno que alardea de mantener con los 70 un estrecho vínculo. El gobierno adquirió así un capital valioso. No es novedad que los Kirchner, de nula relación con las organizaciones de derechos humanos hasta 2003, se legitimaron con la causa más indiscutible de la democracia argentina. Desde ese lugar, como enamorados de un juguete nuevo, pasaron a una sobreactuación incalificable pero efectiva, tanto como que sedujo a prestigiosos exponentes del sector. El pañuelo de las Madres sobre el féretro de Néstor Kirchner, expresión máxima de adhesión a la política estatal, fue la shockeante estampa del nuevo tiempo.
Convertida nuevamente en política de Estado, recuperando la jerarquía alcanzada con la decisión inaugural de Raúl Alfonsín, la defensa de los derechos humanos y el impulso a los juicios contra los represores perdió el componente de rebeldía y de denuncia que arrastró durante los 90, cuando el partido entonces en el poder, el mismo que gobierna hoy, llevó adelante, con otras complicidades sociales y políticas –de las que no son ajenos algunos de los hombres más encumbrados de esta era políticamente correcta–, la más impactante operación de absolución del pasado. Tiempo de contrasentidos: el avance institucional que supone un Estado que no perdona las atrocidades cometidas por ese mismo Estado en tiempos de facto le pasa la cuenta, en términos de imagen pública, a algunas emblemáticas organizaciones del sector, desdibujadas en un seguidismo innecesario cuando no, se sabe, en concretas sospechas de corrupción. Los recién llegados se cuelgan las medallas. Los de siempre –algunos, por lo menos– se sumen en el descrédito.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
8 Sep