Crónicas
Día 13: Las revelaciones de Costanzo sobre el robo de bebés y el accionar cotidiano de los represores
El ex agente de Inteligencia ratificó que Raquel Negro fue trasladada al Hospital Militar de Paraná para dar a luz e involucró a cinco de los seis imputados con la sustracción de sus hijos mellizos. Pidió al Tribunal que investigue si Paul Navone, el militar que se suicidó en 2008, se quedó con el bebé varón. Fariña intentó desacreditar su testimonio.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
El 13º día del juicio oral y público por delitos de lesa humanidad que se desarrolla en Paraná tuvo como principal protagonista a Eduardo Rodolfo Costanzo, ex personal civil de Inteligencia del Segundo Cuerpo del Ejército, quien dio detalles del plan para el robo de los hijos mellizos de Raquel Negro, nacidos en el Hospital Militar de Paraná entre febrero y marzo de 1978, y del accionar cotidiano de los represores involucrados en la causa. Además el imputado Jorge Alberto Fariña pidió prestar declaración indagatoria, para defenderse de las acusaciones que preveía que haría el testigo.
En su testimonio, Costanzo ratificó sus anteriores declaraciones acerca de que la detenida-desaparecida Raquel Negro fue trasladada embarazada al Hospital Militar de la capital entrerriana e involucró a cinco de los seis imputados con la sustracción de los hijos mellizos que nacieron en aquella oportunidad. Además pidió al Tribunal que investigue si Paul Navone, el militar que se suicidó en Ascochinga (Córdoba) en 2008, se quedó con el bebé varón.
El represor llegó sobre la hora de inicio de la audiencia desde Rosario, donde cumple condena de prisión perpetua en forma domiciliaria. Se hizo presente en la sala vistiendo una corbata estampada con personajes de Disney.
«Háganle un ADN al hijo de Navone, que el día que se mató lo mandaron a España, y al hijo del hermano de Navone, que vive en Casilda, porque siempre se comentaba que Navone tenía un hijo de desaparecidos, o él o el hermano», arremetió en un pasaje de su testimonio. Hasta ahora, Costanzo venía sosteniendo que el bebé varón había nacido muerto o había fallecido en el parto. Este miércoles dijo que ésa era una versión surgida de los comentarios de quienes estuvieron a cargo de la custodia de Raquel en el nosocomio de avenida Ejército, pero que ahora daba crédito a los comentarios que se escucharon en el juicio según los cuales no fue así, sino que los dos ingresaron al Instituto de Pediatría y de allí fueron dados de alta.
Además, recogió la versión que había lanzado el imputado Pascual Guerrieri al inicio del juicio, acerca de que Navone se habría quedado con la criatura. «Hace un año y medio que vengo luchando para que este atorrante del juez (federal de Rosario, Marcelo) Bailaque le tome declaración a Carlos Razetti, que tiene todo para decir de quiénes mataron a Raquel Negro y quién tiene el mellizo. Ahora el 1 de agosto presenté un pronto despacho», dijo el ex servicio de inteligencia. Razetti es hijo del dirigente justicialista asesinado por la Triple A en octubre de 1973, Constantino Razetti.
Además dijo que «hay un periodista que vive en Barcelona, Oscar Copaitich, que viene dando alaridos, diciendo quiénes mataron a Raquel Negro y quiénes tienen al hijo». Según indicó, este periodista «se crió con Navone en Casilda», donde «se comentaba que tenían un hijo de desparecidos, él o el hermano». Por eso pidió que le tomen declaración por videoconferencia a Copaitich y que se efectúen los análisis de ADN.
Por otra parte, ratificó lo que había expresado en otras oportunidades, acerca de que una noche, en el centro clandestino de detención La Intermedia, vio llegar a personas desconocidas en un Peugeot 504. Esos hombres se bajaron y abrieron el baúl y ahí pudo ver el cadáver de Raquel Negro, totalmente desnuda, atada y con una bolsa en la cabeza. «La sacaron y la llevaron con los otros muertos al camión, para llevarlos al aeropuerto y tirarlos al mar».
En un momento de la declaración, Costanzo se dirigió a los hijos de Raquel Negro: «Les digo a Sabrina y a Sebastián: mírenle bien el rostro a Marino González (uno de los imputados), porque él es el último que tocó a su madre, porque era él quien tiraba la gente de los aviones».
Sobre el operativo de traslado de Raquel Negro a Paraná, ratificó lo que ya declaró en sede instructoria: “Quién se encargó de todos los trámites fue Marino González, él organizaba las guardias, quién tenía que venir a cuidarla; me imagino que en comunicación con gente del hospital”, dijo. Específicamente mencionó que González debe haber tenido contacto con Navone en el nosocomio.
Aseguró también que la internaron “como la sobrina de Galtieri” y sus compañeros del Destacamento de Inteligencia 121 se turnaban para custodiarla en guardias de 24 horas, en una habitación con dos camas. Para eso venían desde Rosario en autos robados.
Sus pares del Destacamento le comentaron que nacieron un varón y una mujer y luego el imputado Walter Pagano le contó cómo dejaron Sabrina Gullino en el Hogar del Huérfano de Rosario. “Él y Amelong la tiraron a la nena en la puerta de un convento. Orgulloso estoy de que hoy Sabrina tenga su identidad gracias a mí. Lo que sé es que Amelong se quedó en el auto y Pagano la dejó en el hall. Contó que dejó un escarbadientes para que el timbre siguiera sonando y la monja de arriba preguntó ‘¿qué busca?’ y salió corriendo (…) Nos cagamos de risa (…) No sé quién la trajo a la bebé ni cuándo ni cómo llega a manos de ellos”.
A Raquel Negro la vio por últma vez ya sin vida, “la noche que mataron a los 16 detenidos en la quinta de Amelong”, en referencia a La Intermedia. “Después que los cargan a todos en un camión, un Merceditos Benz, para llevarlos al aeropuerto para tirarlos al mar, para un auto al lado mío, se bajan tres o cuatro tipos, abren el baúl, miro así y la veo totalmente desnuda, con una bolsa de plástico acá (en la cabeza) y atadas las manos. La sacaron y la cargaron junto con los otros muertos”.
Constanzo dijo suponer que la orden para trasladar a Raquel Negro embarazada al Hospital Militar de Paraná, desde su lugar de cautiverio en la zona de Rosario, la dio “la cúpula de arriba”, es decir el comandante del Segundo Cuerpo de Ejército, Leopoldo Fortunato Guerrieri, o su lugarteniente, Luciano Adolfo Jáuregui, o el mismo Guerrieri, segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121.
Además de ellos responsabilizó a los demás cabecillas de la patota: “Fariña como jefe de la sección Operaciones Especiales”, Amelong como segundo jefe de esa sección y González “en la sección calle”. Los cuatro “sabían vida y milagro” de todo lo que ocurría. La “patota” era la que “operaba, detenía, hacía los vuelos de la muerte”. Alcides Juvenal Pozzi, el jefe del Destacamento “no daba señales de vida”.
Guerrieri era quien estaba al mando de la Quinta de Funes. En ese sentido, el testigo recordó cuando estando él en ese centro clandestino de detención, atendió el llamado de un periodista mexicano que había participado de la conferencia de prensa que Tulio Valenzuela había dado para desbaratar la Operación México, lo que motivó que se levantara ese centro clandestino de detención. “Una mañana suena el teléfono y atiendo yo y dicen: ‘habla el periodista del diario Uno más uno de México’. Yo entendí que era joda y le digo: ‘Uno más uno es igual a dos’. ‘No, es en serio’. Entonces le paso a Guerrieri, que atiende y dice ‘no, esta es una casa de familia’, y le cortó. Entonces se levanta todo de la Quinta de Funes y se va a la escuela Magnasco y de ahí a la finca de Amelong, a La Intermedia”.
En otros pasajes recordó cuando Amelong y Guerrieri lo amenazaron de muerte mientras compartían detención, antes de que a Costanzo se le otorgara prisión domiciliaria. A Guerrieri también acusó de haber “robado plata” de su familia, cuando estuvo preso en Tucumán por haber matado a una persona en una riña.
Sobre Fariña dijo: “Uno hasta se ha prestado para hacer de ladrón para él. Cuando él se va de jefe a Posadas, nos encarga robar una lancha para que lleve, una cupé Taunus que sea negra y un 504, que se llevó robados desde Rosario. Me acuerdo toda la forma en que choreaba, en que delinquía. En una oportunidad allanaron dos armerías grandes de Rosario, aduciendo que le vendían armas a los montoneros. Las desvalijaron a las dos y a uno de los dueños lo mataron. En la casa deben tener todavía esos adornos de ciervos que tenían en las armerías”.
“A mí nadie me va a hacer callar, nadie ni nada. Si me cortan la lengua para que no hable voy a escribir con la mano y si me cortan la mano voy a escribir con los pies y si me cortan los pies voy a hacer señas como Bernardo el mudo de la película El Zorro”, aseguró.
Fariña amplió su indagatoria
El imputado por el robo de bebés durante la última dictadura cívico militar Jorge Fariña amplió su indagatoria ante el Tribunal Oral Federal este miércoles, previo al testimonio de Eduardo Costanzo.
Fariña dijo que Costanzo tiene «animosidad» contra él, que es un «fabulador, mentiroso, mitómano, estafador, un personaje perverso» y agregó: «A él (por Costanzo) se le cree todo y a mí no se me cree nada, que soy todo lo contrario y reconocido en todas las ciudades donde estuve. Soy una persona de bien».
Luego añadió: «Creo que la investigación debe dirigirse y profundizarse principalmente sobre Costanzo y Navone, y sobre el IPP (Instituto Privado de Pediatría). Yo no tengo absolutamente nada que ver, ojalá se llegue a buen término y ojalá se sepa qué es lo que sucedió con los mellizos de la señora Raquel Negro».
Fariña se sumó a otro imputado, Pascual Oscar Guerrieri, en el planteo que hizo días pasados de que Costanzo y Navone tenían una relación personal, pretendiendo involucrar a ambos con el caso investigado.
Por otra parte, intentó desvincularse con los hechos argumentando que en febrero y marzo de 1978 estaba de vacaciones con su familia en Mar del Plata o dedicado exclusivamente al Mundial 78, lo mismo que dijo Guerrieri para defenderse.
El imputado Fariña pidió declarar antes de Costanzo, por cuyo testimonio había una gran expectativa. De hecho las salas en las que se puede seguir el juicio estuvieron abarrotadas, a la espera de la declaración del testigo.
En la causa Hospital Militar, que juzga a los represores Juan Amelong, Walter Pagano, Marino González, Jorge Fariña, Pascual Guerrieri y Juan Antonio Zaccaría, el Tribuna Oral Federal investiga la sustracción y sustitución de identidad de los hijos de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, quien dió a luz a mellizos en el nosocomio castrense en 1978.
Uno de sus hijos, Sabrina Gullino, recuperó su identidad en 2008, gracias, entre otros datos, al relato del propio Costanzo, quien dijo de qué modo se realizó el operativo de traslado de Negro y el destino de su hija recién nacida, quien fue abandonada en un convento de Rosario. El hermano mellizo de Sabrina continúa siendo buscado.
21 Sep
Fariña amplió su declaración y buscó desacreditar a Costanzo
Fariña solicitó ampliar su declaración indagatoria y comenzó a hacerlo a las 10.35. Informó al inicio de su alocución que permitiría preguntas del Tribunal y de los abogados defensores. «Ratifico todo lo declarado en la Instrucción. Soy inocente de todo lo que se me imputa y quisiera saber qué ha pasado con los mellizos de la señora Raquel Negro. Al señor (Jaime) Dri le quisiera decir que no hecho ningún pacto de silencio. No puedo hacer un pacto sobre algo que desconozco absolutamente», comenzó.
21 Sep
Historias del más acá: De tinieblas que se disipan
De tinieblas que se disipan, anuncia Hernán López Echagüe. Y continúa:
“Los militares latinoamericanos le brindaron a la palabra desaparición una magnitud desmesurada en nuestro vocabulario. Acaso ignoraban que, por sencilla derivación o consecuencia semántica, le estaban otorgando idéntico poder y tamaño a la palabra búsqueda. Desaparición remite a sombras, encierro y quietud; búsqueda, en cambio, a movimiento, intemperie, acción, y, como factible y lógica culminación, hallazgo”
* Fragmentos de “Palabras profanas”, por Hernán López Echagüe.
De senderos que se abren, arrojando algo de luz al fin. Algo. Entonces aparece. Aparecen. Como asomándose, en ese movimiento incesante así inevitable, reminiscencias que apenas uno puede percibir, se hacen carne. En movimiento. Y entonces una energía recorre el cuerpo, alguna sensación conocida, otra vez, permanece y escapa al mismo tiempo de cada recoveco. Y ahí el encuentro.
“La búsqueda y la evocación no tienen fecha de caducidad. El hallazgo tampoco”, otra vez resuena López Echagüe. Y así Sabrina, puede evocar en cada palabra, en cada pensamiento, en cada sensación, algo de ese movimiento, de esa energía que la hizo emerger. Que la hace emerger. Infinita. Hoy en Historias del más acá, la escuchamos.
[audio:http://mesajuicioycastigo.com.ar/audio/historias-del-mas-aca.mp3|titles=Historias del más acá]
Micro emitido (17/04/2011) en Bárbaros 2011 por Radio Universidad Rosario, 103.3 mhz.
Sabrina me apareció, sí. Como de repente, asomando, en uno de esos momentos que uno casi nunca imagina, ni espera. Una sensación conocida, otra vez, recorriendo mis entrañas y el recuerdo de eso que dicen “al azar de los encuentros”. Y de los cuerpos. De la sincronicidades y de las intensidades que uno deja pasar sólo en ese preciso instante, justo, nada más ni nada menos, así tan breve, y al fin conecta. Con algo. Haciéndose carne.
Podría decir, que algo parecido resultó mi encuentro con Sabrina. Aunque debo admitir que a esa altura ya no se trataba de una simple aparición, no lo creo. A esa altura, ya había más cosas en juego, intentando hallarnos. Eso. Entonces nos hallamos. Las sincronicidades, otra vez.
Lejana su voz por teléfono, esta vez sabía que sería distinta. Cómo imaginar sus gestos, sus movimientos, las expresiones que irían mutando su rostro deviniendo en una emoción nueva a cada momento. Con cada palabra. Con cada fragmento relatado. Cómo. Pero uno nunca sabe.
Lentamente, decidí acomodarme en la silla del escritorio, cerré las puertas para que nadie se entrometiera en la ocasión y la llamé. Así nomás.
Sabrina parecería sonreír todo el tiempo, o al menos es lo que voy percibiendo lentamente, después de cada oración, de cada susurro intentando esquivar la distancia a través del tubo del teléfono. Su tono suave, de a poco se anima a ir soltando las primeras palabras, aunque aún se la presiente movediza, como de no saber qué es lo que va a suceder: “¿Las preguntas van a salir grabadas?”, me pregunta ansiosa y con algo de incertidumbre. Es que yo tampoco sé muy bien que va a ocurrir. “No, no” le respondo, apaciguándola, así ella “Entonces me presento”, firme y segura y se anuncia al fin.
“Mi nombre es Sabrina Gullino Valenzuela Negro, yo recuperé mi identidad en diciembre del 2008, vivo en Rosario, soy hija de Tulio Valenzuela y Raquel Negro”, esas son sus palabras exactas, claras, las que bastan para dar cuenta de ese pequeño e inmenso al mismo tiempo, fragmento de historia que le ha sido arrebatado alguna vez. Fresca se la escucha, mientras comienza a contarme un poco más acerca de todo ese descubrimiento que no hacía mucho había comenzado: “A mí me adoptaron mis papas Gullino, me crié en Villa Ramallo, y siempre supe que era adoptada. Era una familia muy sencilla, por ahí cuando tenía dudas sobre de dónde venía, pensaba en toda las historia de los nietos restituidos y no daba el perfil de mis viejos como apropiadores, entonces fui como pateando siempre para delante esa duda hasta que a fines del 2008 decido llamar a Abuelas, me comunico con Iván Fina para que me de la entrevista para hacerme un ADN. Resulta que paralelo a eso, hacía cinco años, en la provincia de Entre Ríos, en Paraná, se estaba llevando a cabo una investigación, la causa Hospital Militar de Paraná, que es una causa que se eleva a juicio oral y público este año. Y en ese cruce de casualidades y causalidades, justo la misma semana que yo había llamado a Iván para hacerme el ADN, es que me llega una citación y bueno, viajo a Paraná para hacerme el ADN y resulta que sí, después de esperar 20 días los resultados, era hija biológica de Tulio Valenzuela y Raquel Negro, dos militantes montoneros que fueron secuestrados el 2 de enero de 1978, en Mar del Plata, cuando mi mamá estaba embarazada de mellizos, o sea estaba yo en la panza y un hermano varón que ahora nosotros estamos buscando. Y en ese lugar en Mar del Plata también estaba mi hermano Sebastián.”
donde está el sol,
luz vertical,
arde la tierra
preñada de sal
La historia que me cuenta Sabrina me resulta increíble, en cada partecita. Mientras avanza, con esa magia, como cautiva sólo puedo permanecer con el teléfono en la mano, asombrada, quieta y sin palabras. Mil pensamientos al mismo tiempo y emociones que no sé muy bien por dónde hacer escapar. Cómo, otra vez me pregunto por dentro, insistente vuelvo; cómo poder imaginarme, apenas algún gesto, su sonrisa, su serenidad con la que me relata de a poco esa importante parte de su vida.
Entonces retorno a su infancia y con ello, a los comienzos de la búsqueda. Es que quiero saber algo más acerca de cómo había sido ese proceso, esas primeras dudas que la habían arrojado a tomar la decisión. Ese tramo del camino que la fue arrimando hacia su historia, su identidad, sus raíces. “Yo crezco en Villa Ramallo, y tengo una vida en un pueblo, así con muchos amigos… cuando paso la secundaria, bueno, uno va teniendo así como más idea sobre el terrorismo de estado, sobre todo en la universidad. Estudié Comunicación Social en Rosario y estaban los chicos de H.I.J.O.S, el tema de la dictadura se hace más conocido cuando estudias y yo ahí me empiezo a preguntar si seré hija de desaparecidos…”
Naturalmente Sabrina me cuenta que así como cualquier niño pregunta a su madre sobre el momento del parto, ella preguntaba, casi inocentemente a sus padres adoptivos, cómo había sido el proceso de su adopción y cómo la había ido a buscar en ese entonces. Sus palabras me resuenan, intensas, otra vez. Esa fortaleza y esa convicción que respalda y acompaña cada evocación, a sus padres, a su infancia, a sus momentos de incertidumbre.
“Las dudas siempre están, pero por ahí, estar en una familia que te dio todo, que te trató con la verdad… También es como que todo se fue basando sobre la verdad, no hubo una cosa oscura con la adopción, con nuestra adopción y la de mi hermana. Siempre fue una familia unida y eso fue un tema charlado sobre la mesa, con chistes… Entonces cuando yo dije, esto es algo pendiente, lo voy a hacer porque no puede ser que no lo haga, ahí se cruzó la información, se cruzó mi deseo de hacerlo y una fuerza de todo un movimiento y una búsqueda que había empezado mi hermano en el 2005 en el registro único de la Verdad, ahí en Paraná”.
con su color,
de eternidad,
tejen la vida
y un viejo telar
Luego de idas y vueltas, reminiscencias que van brotando de a poco, Sabrina me comienza a narrar el encuentro con su hermano mayor, Sebastián. Evidentemente las acciones fueron perfectas, por cierto, cada vestigio fue encajando, fue componiéndose como piezas de rompecabezas y así uno piensa entonces que no le caben a la palabra hallazgo, a la palabra encuentro, todas estas cosas. Estos afectos. Uno nunca sabe.
“Qué haces negrita” ese fue el saludo de su hermano Sebastián, primer acercamiento, luego de tanta ida y vuelta. De tanta espera. Y entonces con gracia y esa sonrisa que parece entreverarse con su voz, Sabrina eternamente retorna a cada momento de aquél instante:
“Queres que nos conozcamos… venite a mi casa, pero vení vos solo, porque me imaginé que iba a venir con un montón de personas, imaginate…” me dice alborotada y sigue: “Cuando iba caminando por el pasillo, pensaba, es la primera vez que voy a ver a alguien de mi sangre, alguien que puede ser parecido a mí, eso no me lo voy a olvidar nunca, era la primera vez que lo veía… me trajo un montón de fotos y hablaba rápido, rápido y yo lo miraba porque no escuchaba lo que me decía…” otras vez su risa, que puedo notar en la distancia, me contagia aquella energía que anda el cuerpo cada vez que nombra a su querido hermano.
Encontrarse con esa historia, con sus orígenes, con su pasado significaba también encontrarse, hallarse con nuevas emociones, con su misma sangre, con otros apellidos, con otros nombres, otras palabras, por cierto, con otros recuerdos, mil anécdotas, mil sensaciones. Y así me relata cómo fue conectando con toda esa parte de la familia, que nunca había conocido. Que estaba, seguro, en alguna parte de la tierra, pero que recién ahora ella es consciente de que todo aquello existe. En San Juan, en Santo Tome, los hermanos de sus viejos, los tíos, primos.
pueblo cantor,
donde el dolor,
del la vidala
desangra su voz
De la esperanza, de la convicción, de la fortaleza, de la ilusión inconmensurable que la acompaña día a día a Sabrina, en la búsqueda de su hermano mellizo. Y me cuenta de ese modo, el juicio oral que comienza este año en la causa del Hospital Militar de Paraná, y toda la investigación que comenzará sobre lo que respecta a maternidad clandestina. “Decir que lo estamos buscando y poder saber algo sobre el paradero del melli”, es lo único y principal que continua destacando Sabrina en el relato.
Me animo a preguntarle entonces que piensa sobre la palabra hallazgo, que significado contiene para ella, o qué cosas intervienen en semejante expresión. Ella no para de iluminarse, es que en verdad casi todas las personas hablan siempre de su “aparición” así, de repente.
“Esta buena esa palabra”, me dice sobre el hallazgo, como confortándose, confortándome. “Siempre dicen en realidad que yo les aparezco a los otros, y yo a veces siento que para mí es al revés, por todo lo que encontré. Es una energía, una vorágine de información, no es un proceso fácil… espero estar a la altura de todas las circunstancias que tienen que ver con reivindicar la lucha de mis viejos, de acompañar a mis hermanos en la búsqueda del otro melli. Estar a la altura de todos los otros compañeros que fui encontrando y que fui conociendo, que fui compartiendo este momento de mi vida, con los chicos de H.I.J.O.S, las personas del espacio de Juicio y Castigo, de APDH, de familiares… Para mí el hallazgo también es eso, todo lo que se me suma y también es el peso o las responsabilidades de acompañar… Yo pude participar de esa instancia de justicia porque durante 34 años hubo un montón de personas, las abuelas, las madres, que se pusieron esto al hombro y con un montón de fuerza y de valor y no en un momento propicio como el que estamos viviendo ahora nosotros, como es el tema de los derechos humanos; y ellos empezaron a luchar por saber donde estaban sus hijos”.
Creo que sus palabras son más que suficientes, claras, transparentes. Sabrina habla de un alivio, de la tranquilidad que hoy siente aunque aún le resulta difícil poder dar cuenta y visualizar todo esto que le sucedió, que le sucede: “Es como que te centra en el mundo tener toda la información, saber de dónde venis, porque te gustan tales cosas, o no te gustan tales otras… es completar un capítulo fundante que me faltaba, ahora lo tengo y eso modifica todo el devenir de mi historia personal”.
“Alivio” otra vez, desacoplan sus labios. Y continúan diciendo que no importa si son pequeñas o grandes las dudas que pueda tener uno, sino que hay que jugarse, animarse y tomar la decisión para alcanzar la verdad. La verdad. Como lo hizo ella: “A veces resulta un camino doloroso, pero a la larga siempre hace bien…”.
Nuestra conversación va terminando, creo que está todo dicho. Cómo imaginar sus gestos, sus movimientos, sus emociones. Otra vez. Cómo poder transmitir apenas algo, de lo que siente, de lo que voy sintiendo yo al mismo tiempo. La palabra hallazgo, definitivamente no le cabe. Imposible abrazar todos los encuentros, los recuerdos, las emociones, los afectos, las pequeñas historias con las que fue conectando Sabrina. Sólo espero, puedan percibir apenas un atisbo, algo, de lo que siente, de lo que voy sintiendo.
20 Sep
Dia 12 : Dri exigió a sus secuestradores que digan “dónde está el hermano de Sabrina y Sebastián”
El sobreviviente de la dictadura reconoció a los represores por sus nombres de guerra y los señaló como los encargados de los centros clandestinos de detención de Rosario. Confirmó que Raquel fue traída al Hospital Militar de Paraná para dar a luz y que los dos bebés estaban vivos.
por Alfredo Hoffmann (especial para Mesa Juicio y Castigo)
Desde Panamá, por videoconferencia, Jaime Dri declaró este viernes ante el Tribunal Oral Federal de Paraná e involucró a los acusados Pascual Guerrieri, Jorge Fariña, Juan Daniel Amelong y Walter Salvador Dionisio Pagano con el cautiverio de Raquel Negro embarazada y su traslado al Hospital Militar de Paraná para dar a luz. Además, un ex fisioterapeuta del nosocomio castrense declaró haber visto allí a una mujer detenida y custodiada entre 1977 y 1978; mientras que el periodista Reynaldo Sietecase recordó las revelaciones que le hiciera el represor Eduardo Costanzo durante una entrevista.
Dri les hizo una exigencia a los imputados que fue en la misma línea que la lanzada por los hermanos Sabrina Gullino y Sebastián Álvarez cuando les tocó dar su testimonio: “Les digo a Sebastián, Jorge, Daniel y Sergio II que hagan un acto histórico y digan dónde está el hermano de Sabrina y el Sebas. Rompan el pacto de silencio”. Sebastián era el apodo de Jorge Alberto Fariña, Jorge era Pascual Oscar Guerrieri, Daniel era Juan Daniel Amelong y Sergio II era Walter Salvador Dionisio Pagano. Dri los volvió a reconocer este viernes sentados junto a los otros dos acusados Juan Antonio Zaccaría y Marino Héctor González.
También hizo una reflexión: “Después de San Martín y Bolivar, siguen los mismos que detentan el poder contra los que levantan las banderas para dejar de ser esclavos y ser un pueblo libre y justo. La clase dominante argentina decidió mediante un método salvaje desaparecer a toda una generación. A 35 años, esos compañeros míos que fueron tirados al fondo del mar son esa juventud que no se resigna a ser esclavos y a que haya miles en la pobreza. Pongamos todos nuestro esfuerzo para construir una sociedad donde no nos enfrentemos más”.
El ex diputado justicialista dijo que María –apodo con el que conoció a Raquel Negro– fue secuestrada en Mar del Plata el 1 de enero de 1978 junto a su hijo Sebastián, que tenía un año y medio, y su pareja Tucho Valenzuela. Al día siguiente los tres llegaron a la Quinta de Funes, donde él estaba desde fines de 1977. Cuando el fiscal José Ignacio Candioti le preguntó, quién la tenía detenida a Raquel, dijo que “el de mayor rango era Jorge”, por Guerrieri, y quien comandaba el grupo operativo era Sebastián, por Fariña.
Un domingo por la tarde, cuando Tucho acababa de aceptar participar de la llamada Operación México para asesinar a la cúpula de Montoneros, que luego desbarataría, Raquel salió de la Quinta de Funes acompañada de miembros de la patota. Fue a Santa Fe a dejar a su hijo mayor con los abuelos maternos. Luego de la fuga de Tucho y de su denuncia internacional de las violaciones a los derechos humanos, todos los detenidos fueron trasladados a la escuela Magnasco, en Rosario, y de allí a La Intermedia, en la autopista que une esa ciudad y Santa Fe. Desde ahí Raquel fue “sacada en dos oportunidades: la llevaron a Paraná a los efectos de un chequeo médico”. No la llevaban por la autopista, sino que la retiraban por un camino de tierra que pasaba por debajo de un puente, que Dri reconoció durante una inspección que se realizó en el marco del juicio en Rosario.
Sobre la Operación México, el militante nacido en Chajarí relató: “A partir de la detención y secuestro, Tucho aceptó colaborar. Se redactaron informes en la oficina central de la Quinta de Funes, porque él supuestamente iba a una reunión de la conducción nacional de la organización. Se fue a las dos de la tarde, lo abracé y le dije ‘¡fuerza Tucho!’. Yo tenía mucha esperanza de que se iba a fugar”. A México iban, junto con Valenzuela, Amelong, Fariña, Jorge Cabrera y el montonero arrepentido Carlos Laluf. Luego agregó que “María sabía que Tucho se iba a fugar”, que ambos lo había acordado así.
Cuando regresó del segundo chequeo, Raquel le comentó que quienes la atendieron le habían dicho que todavía faltaba un tiempo para el parto. Por eso sorprendió lo que sucedió algunos días después: “Jorge reunió a todos. A mí me dijo que si querían me mataban y a María le comunicaron que nuevamente la llevaban a Paraná. Era de suponer que pudiera haber un desenlace peor”.
“La llevaron una mañana temprano. Al poco tiempo llegó la noticia de que había tenido mellizos, que estaba bien y en pocos días la iban a traer a la Intermedia”, dijo Dri. Inclusive recordó que alguien dijo: “Este hijo de puta de Tucho encima tuvo mellizos”. Era claro que ambos bebés estaban vivos, pese a que luego se echó a circular la versión de que el varón falleció. También que la habían llevado al Hospital Militar de la capital entrerriana. Luego a él lo trasladaron a la ESMA y ya no volvió a ver a Raquel, que hoy continúa desaparecida.
Dri describió aspectos de cómo funcionaban los centros clandestinos de detención: “Nunca vi personal uniformado en la Quinta de Funes y en La Intermedia. En Funes, para el vecindario se trataba de una quinta de descanso de los militares, por eso estaban siempre de civil y también los gendarmes que hacían la custodia, con los fusiles Fal escondidos para que no los vieran”. Pese a eso, internamente los militares se llamaban entre ellos por sus rangos: el mayor Jorge, el capitánSebastián y el teniente Daniel.
Todos los secuestradores tenían un compromiso ideológico con la llamada lucha antisubversiva. El testigo recordó especialmente que Sergio II (Pagano) era “un cuadro”, que incluso le regaló libros.
También recordó que al despedirse en una de las oportunidades que traían a Raquel a Paraná se abrazaron y ella le dijo: “Esperame, que después del parto nos fugamos juntos”.
Una detenida en el Hospital Militar
Luego de Dri declaró un testigo que se desempeñaba como fisioterapeuta en el Hospital Militar mientras hacía la conscripción. Contó que en una oportunidad lo enviaron a realizar una refuerzo de guardia a la sala de Enfermería del nosocomio, donde se encontraba una mujer detenida, atada de pies y manos.
Esto sucedió entre abril de 1977 y abril de 1978, que fue el periodo durante el cual realizó la conscripción. Raquel Negro estuvo cautiva allí durante la parte final de ese lapso de tiempo. De todos modos, el hombre no supo precisar si esa mujer se encontraba embarazada o si había tenido familia.
En esa habitación se realizaban tareas de enfermería. Había entre cuatro y seis camas y no tenía ningún cerramiento especial. Esa mujer no fue atendida por nadie durante el tiempo que el testigo estuvo de custodia.
Las revelaciones de Costanzo
Reynaldo Sietecase expuso ante el Tribunal sobre la entrevista que realizó al represor Eduardo Tucu Costanzo en junio de 1992. Durante las tres horas que duró aquel encuentro, el hombre que había llegado a la redacción del diario Rosario 12vistiendo un largo sobretodo negro, hizo una serie de revelaciones sobre la represión ilegal que el periodista rememoró ayer.
Sietecase recordó que Costanzo le habló de la “ejecución de 14 o 16 presos políticos” en lo que luego se confirmó que era el centro clandestino de detención La Intermedia. Entre esas víctimas el entrevistado nombró a María, seudónimo de Raquel Negro.
Entre los represores que estuvieron a cargo de aquella matanza, el ex servicio de inteligencia mencionó –entre otros– a Fariña y a Guerrieri, dos de los acusados en el juicio. En tanto, Costanzo aseguró que no intervino en los asesinatos, pero sí en la preparación de los cuerpos, a los que envolvieron con frazadas y ataron con alambres antes de que se los llevaran para ser arrojados desde un avión al mar.
“Después no pudimos encontrar más a Costanzo. Tiempo más tarde habló con otros periodistas, con Carlos Del Frade y José Maggi”, comentó el periodista. Y destacó que en esas posteriores declaraciones fue “abundando en más detalles”.
Además remarcó que lo que había dicho El Tucu en 1992 “empezó a cerrar” y a demostrarse como cierto. “Nunca nadie desmintió la nota”, dijo Sietecase, con excepción de Rodolfo Rieggé, quien en aquel entonces era flamante subsecretario de Seguridad del gobernador santafesino Carlos Reutemann y en otro reportaje negó haber tenido la participación en aquellos hechos que le había adjudicado Costanzo.
“Debe ser mi nota más importante en cuanto a lo que significó para la sociedad”, reflexionó sobre el final de su testimonio.
El Tribunal tendrá oportunidad de averiguar más sobre lo que sabe Constanzo cuando le tome declaración testimonial la semana que viene.
16 Sep
Día 11: La emoción por la restitución de Sabrina y la defensa de Guerrieri del terrorismo de Estado
En la causa por robo de bebés, Francisco Gullino contó cómo fue la adopción de la hija de Raquel Negro. Jorge Negro contó sobre la búsqueda de Raquel y de los mellizos. Guerrieri se burló de las víctimas del genocidio.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
La undécima audiencia del juicio por la causa Hospital Militar contó con los conmovedores testimonios de Raúl Francisco Gullino, el padre adoptivo de Sabrina; y del hermano de Raquel Negro, Jorge Rogelio. También se destacaron las declaraciones de el coronel retirado Horacio Pantaleón Ballester, del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida), y de la directora del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), María Belén Rodríguez Cardozo. La reivindicación del genocidio tuvo su capítulo con la sobreactuada intervención del acusado Pascual Oscar Guerrieri, quien llegó a bromear con el Tribunal y a burlarse del dolor de las víctimas y familiares.
En otra parte de la audiencia de este jueves el presidente del Tribunal no admitió las quejas de los querellantes por las preguntas del represor Juan Daniel Amelong al testigo Ballester. A entender de los abogados, el acusado que ejerce su autodefensa estaba “alegando” en lugar de hacer preguntas. No sólo que no se hizo lugar al planteo, sino que el presidente del Tribunal, Roberto López Arango, amenazó con expulsar de la sala al representante de Abuelas de Plaza de Mayo, Álvaro Baella. Cuando al final de la audiencia Baella quiso manifestar su oposición a esa advertencia, porque expulsarlo no es facultad del presidente solo sino del Tribunal, se la rechazó por extemporánea.
“Creíamos que era otro el mecanismo”
“Nunca nos imaginamos que Sabrina era hija de desaparecidos. Siempre pensamos que el mecanismo era otro: que los militares se quedaban con los hijos de los desaparecidos o que se los entregaban a los conocidos”, contó este jueves ante el Tribunal Oral Federal el bioquímico jubilado Raúl Francisco Gullino, padre adoptivo de la hija de los desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela. En su declaración en el juicio por la causa Hospital Militar, confirmó que los primeros días de abril fue con su esposa a retirar a la beba por orden de la Justicia de Menores al Hogar del Huérfano de Rosario, donde había sido abandonada por los represores en el marco del plan para la sustracción de Sabrina y su hermano mellizo por el cual se juzga a Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Jorge Fariña, Walter Pagano, Marino González y Juan Antonio Zaccaría.
“Con mi esposa nos casamos en marzo de 1973 y la intención era tener un bebé. Lo estuvimos buscando un tiempo prolongado y el bebé no aparecía. Entonces decidimos empezar a hacer tratamientos de fertilidad, que en ese momento no eran como hoy en día en cuanto a la eficacia; y estuvimos tres años aproximadamente y no conseguimos el embarazo. En ese momento decidimos adoptar un bebé”, relató Gullino.
«Nos anotamos en un listado del Juzgado de Menores de los Tribunales de Rosario; tuvimos un periodo de espera en el cual nos hicieron entrevistas. Quedamos a mal espera de recibir noticias y un día estábamos almorzando con mi señora y en Canal de 3 de Rosario aparece un movilero que va a hacer una nota al Hogar del Huérfano, porque habían dejado abandonado un bebé. Hicimos el comentario: ‘A ver si es para nosotros esta beba’”, continuó.
Tres o cuatro días después, el matrimonio recibió un llamado de la Justicia avisándoles que había una niña que le correspondía a ellos por el orden del listado. Una vez en Tribunales, les confirmaron que se trataba de la misma criatura que había sido abandonada; les dieron la opción de ir a retirarla ellos al hogar y aceptaron.
“En el Hogar del Huérfano nos hicieron pasar, la madre superiora nos mostró a Sabrina y nos dijo que la habían dejado abandonada en la puerta; pero no vieron nada, no escucharon nada. Alguien que salía o que entraba se encontró con la bebé y la tuvieron a su cuidado. Estuvimos un rato con Sabrina, hicimos la parte legal y ya la llevamos”, recordó. Eso fue el 3 de abril del 78, una semana después del abandono.
En el juzgado les dijeron que la niña podía tener en ese momento entre 35 y 40 días. En base a ese dato sacaron como fecha probable de nacimiento el 27 de febrero. Después un médico les dijo que podía tener menos días, 30, y ese cálculo coincide con la fecha real de nacimiento en el Hospital Militar de Paraná, que sería el 3 o 4 de marzo. “El estado de salud era bueno. La misma tarde que la retiramos la llevamos a un pediatra, pesaba 2,400 kilos y lo único que tenía era la cola muy paspada, pero en dos o tres días se solucionó el problema”. Nunca tuvieron conocimiento ni sospecharon que fuera melliza.
Sabrina nunca desconoció su condición de adoptada, ya que sus padres se lo fueron haciendo saber desde muy chica. Pero nunca se imaginaban ellos que era hija de desaparecidos: “Siempre pensábamos que el mecanismo era otro”, acotó.
Emocionado, Gullino dijo que lo único que le ocultaron a su hija fue que había sido abandonada, como forma de protegerla. Recién se lo contaron días antes de que se realizara el análisis de ADN, cuando ya los habían llamado desde el Juzgado Federal de Paraná y tenían la firme sospecha, por la información que habían leído en la prensa, de que era la hija melliza de Raquel Negro y Tulio Valenzuela.
Finalmente, Francisco hizo un agradecimiento a “todos los que han ayudado a Sabrina en todo este proceso, llámese la organización HIJOS, Abuelas de Plaza de Mayo, Secretaría de Derechos Humanos, a sus hermano Sebastián y Matías, a toda la gente que nos ha tocado conocer acá en el Juzgado Federal de Paraná que nos han tratado en forma tan amable”.
El mensaje del hermano de Raquel
«Quisiera hacer un pedido y un deseo: que con todo esto haya alguna persona que se mueva, que le llegue, que le toque, y que diga algo sobre mi sobrino; que dé una noticia», dijo Jorge Rogelio Negro, hermano de la desaparecida Raquel Negro, al declarar en el juicio por la apropiación de niños en el Hospital Militar de Paraná. “Porque sería bárbaro, como fue hermoso encontrar a Sabrina, llegar a concretar esto con la llegada de mi sobrino. Por eso pido a quien sea que aporte algún dato para poder llegar al final de todo esto”, agregó ante el Tribunal.
“Y también quiero decir que yo a Tulio Valenzuela, el papá de Sabrina, lo vi una sola vez en mi vida, no puedo decir que lo conocí, pero si conocí bien a Marcelino Álvarez y a Raquel Negro: estoy seguro que los tres relamente estarían orgullosos de sus hijos, muy orgullosos, de haber llevado adelante todo esto y también el haberse conocido, haberse querido tanto y llevarse tan bien”, remarcó.
Jorge Rogelio Negro recordó que en enero de 1978 una persona dejó a Sebastián –el hijo mayor de Raquel– en su casa, con una carta de la madre que decía que se iba a tener que quedar allí por un tiempo prolongado.
En ese momento Raquel estaba detenida en la Quinta de Funes. Luego, un mes y medio después, él y su familia recibieron una carta de Tulio Valenzuela donde les contaba que los tres habían sido secuestrados en Mar del Plata el 2 de enero y detallaba la Operación México, de la cual él participó simulando complicidad con los represores para luego denunciarlos internacionalmente.
El testigo también remarcó que, luego de enterarse por esa carta del secuestro de Raquel, él y su padre fueron en reiteradas oportunidades a Rosario a intentar obtener información, pero nunca los recibieron. “Nos hacían quedar afuera sentados en un banco tipo plaza y nunca nos atendían. No recuerdo dónde era”, mencionó. También presentaron recursos de hábeas córpus que no tuvieron eco.
“Después, particularmente yo concurrí a muchas reuniones de familiares de desaparecidos, en casas particulares, tratando de saber algo, tratando de averiguar. Terminaban en siendo reuniones para sufrir, porque terminábamos todos mal. Entonces nos fuimos dejando de ver”, dijo.
La búsqueda llevó a la familia a realizar la denuncia ante la Conadep y luego a dar sus muestras de sangre para un eventual cotejo de ADN, que terminó sirviendo para la restitución de la identidad de Sabrina Gullino.
“Yo quisiera hacer un reconocimiento o una especie de homenaje a Emelina Paoletti y Jorge Negro, son mis padres, que al haberles pasado esto con todo su sufrimiento –yo en ese momento lo sufrí como hermano y por ahí no dimensionaba, o sí, pero no como ahora que soy padre, el sufrimiento que pueden haber tenido ellos– nunca vi que bajaran los brazos”,destacó, emocionado.
“Por más que el sufrimiento fue mucho, porque se notaba, nunca los vi dejar de luchar y tratar de salir siempre adelante.Nunca me demostraron que estaban destruidos como estuvieron, siempre trataron de salir adelante. Si por ahí hubo cosas que se podían haber hecho y no se hicieron, no puedo reclamarles nada, al contrario. Todo mi reconocimiento y amor hacia mis padres que han llevado esto de la mejor manera que han podido”, concluyó.
“Nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales»
El coronel retirado Horacio Ballester, titular del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida), aseguró que “nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales”, contradiciendo así la habitual estrategia defensiva de los represores de que cumplían órdenes de sus superiores. “El bien de servicio no es la tortura, ni la violación, ni el robo de bebés ni todas esas cosas que hemos visto”, aseguró.
Además manifestó que todo aquel que tenía una postura contraria al terrorismo de Estado, como en su caso, eran expulsados de las Fuerzas Armadas, detenidos o asesinados.
En cuanto al robo de bebés, dijo que la dictadura argentina siguió “el ejemplo de (Francisco) Franco en España, en la post guerra civil”, cuando “también se apropiaron de los hijos de los comunistas”.
Luego arrojó una hipótesis sobre el destino de los niños robados: “Las Abuelas de Plaza de Mayo están haciendo una tarea muy meritoria localizando gente. Creo que van a encontrar los chicos que les entregaron a los represores o a los que dejaron en algún orfanato, pero se deben haber vendido algunos o bastantes al comercio de bebés. A los rubios de ojos claros creo que no los van a encontrar nunca, estarán viviendo en Alemania, en Estados Unidos y no tienen la más mínima idea de quiénes son. Esta es una opinión muy personal”.
En un momento de esta testimonial, el imputado Amelong comenzó a realizar preguntas a Ballester en ejercicio de su autodefensa. Sus interrogaciones apuntaban a artículos de reglamentos militares, en lo que se parecía más a un examen que a un juicio. La situación irritó a la querella, que objetó la intervención del represor, porque en vez de preguntar estaba «alegando».
Sin embargo, el presidente del Tribunal, Roberto López Arango, permitió que el militar ya condenado por gravísimos delitos de lesa humanidad continuara con sus disresiones que nada tenían que ver con los delitos investigados, mientras que amenazó con hacer retirar de la sala al abogado de Abuelas de Plaza de Mayo, Álvaro Baella, por manifestar su disconformidad con la decisión del magistrado.
El militar democrático puso énfasis en la posibilidad de desobedecer las órdenes ilegales: “El militar no es un cumplidor de órdenes robótico, si cumple o no es un problema de conciencia”, afirmó. En otro pasaje citó ejemplos de órdenes a todas luces ilegales que se impartían durante la dictadura: “Un día asaltar una estación de servicio, otro día ir a violar a las detenidas en Ezieza”. La respuesta mereció un extenso aplauso de la sala y provocó la ira de los represores.
Finalmente, María Belén Rodríguez Cardozo, directora del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) con sede en el Hospital Durand, confirmó en el juicio el correcto procedimiento que se llevó a cabo para confirmar la pertenencia de Sabrina Gullino al grupo familiar Valenzuela-Negro. Dijo que “se arribó a lo que se llama probabilidad de parentalidad” con un 99,9999% de precisión, y aclaró que “el 100% nunca se puede obtener matemáticamente”.
La furia de Guerrieri
Pascual Oscar Guerrieri, el militar retirado de más alto rango de los enjuiciados por robo de bebés en Paraná, pidió ampliar su declaración indagatoria este jueves, irritado por las expresiones de su camarada democrático Horacio Ballester.
La furia de Guerrieri –ex segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario– alcanzó su clímax cuando, con una alta dosis de teatralidad, pidió al Tribunal que lo fusile. “Hoy todavía sigue la guerra contra nosotros, ha tomado el camino jurídico. En todos lados están juzgando militares por esto. En primera línea de la guerra jurídica están los jueces federales. Cuando cambiaron la ley de Obediencia Debida, ¿por qué no pusieron la ley de fusilamiento? Estaría contento de estar frente a un pelotón de fusilamiento. Si es posible que nos fusilen, le peticiono a las autoridades”.
En algunos pasajes de su declaración jugueteó con el dolor de las víctimas y familiares. Por ejemplo cuando dijo: “Jamás me hubiera puesto a ordenar robo de bebés. No lo hubiera aceptado nunca por formación moral. Tengo cinco hijos y ocho nietos, ¿para qué quiero un bebé más?¿Para venderlo a Alemania?”.
El represor intentó desligarse de la Doctrina de la Seguridad Nacional –sobre la que se había explayado Ballester– diciendo que como “soldado” no era “responsable de la política nacional que adoptan los gobiernos de turno”. Y agregó: “¿Qué podíamos hacer nosotros cuando el país adoptó una posición ideológica, política, en el bloque de naciones al que se adhirió?”.
Sin embargo, más adelante se refirió a esa Doctrina como una “mentira” y dijo: “Jamás he tenido en la mano ningún manual de la Doctrina de Seguridad Nacional, ni ningún norteamericano me vino a decir que hiciera esto. Lo hicimos en Argentina o lo hicieron los que lo tenían que hacer” .
15 Sep
Día 10: Las confesiones de Costanzo, la intervención de Torrealday y la impunidad de los asesinos
En el juicio por la causa Hospital Militar, Del Frade contó la versión de Costanzo de que Fariña se llevó a la hija mujer de Raquel Negro. El hermano de Coco Erbetta dio detalles de la impunidad de que gozaban los represores. Una testigo dijo que Miguel Torrealday le dio una explicación “medio confusa” cuando le preguntó por qué había un niño sin identidad en el IPP, proveniente del Hospital Militar, en 1978.
Por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
En la décima jornada de debate del juicio oral y público por robo de bebés durante la dictadura se escucharon tres testimonios de peso: el del hermano del desaparecido Victorio Erbetta y militar retirado, que dio cuenta de la internación de embarazadas detenidas para dar a luz en el Hospital Militar de Paraná, lo que refuerza la hipótesis del funcionamiento de una maternidad clandestina; el de una enfermera del Instituto Privado de Pediatría que declaró haber atendido a un bebé NN proveniente del nosocomio castrense al que atendía el médico Miguel Torrealday; y el del periodista rosarino Carlos Del Frade, quien aseguró que durante, una entrevista, el represor Eduardo Costanzo le dijo que el imputado Jorge Fariña se había llevado a la hija mujer de Raquel Negro después del parto.
Por el robo de los mellizos de Negro –nacidos en el Hospital Militar entre febrero y marzo de 1978– y la sustitución de sus identidades, el Tribunal Oral Federal de Paraná juzga a seis represores: Fariña, Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Marino Héctor González, Walter Salvador Pagano y Juan Antonio Zaccaría.
Del Frade brindó un testimonio basado en las revelaciones que le hiciera Costanzo –miembro de uno de los grupos de tareas rosarinos– acerca del parto de Raquel Negro. Durante entrevistas periodísticas, el ex servicio de inteligencia que es testigo en la causa le contó que la detenida había tenido mellizos en Paraná, un varón y una mujer, y que el varón murió en el parto por estrangulamiento con el cordón umbilical. Esto se lo dijo Costanzo durante las entrevistas realizadas en la década del 90, cuando sólo se sabía que Raquel había sido traída a la capital entrerriana para el parto –por el libro de Miguel Bonasso, “Recuerdo de la muerte”– pero no se sabía nada sobre los niños. También Costanzo le dijo que “Fariña se la llevó” a la bebé mujer.
Asimismo, Del Frade dijo que entrevistó en dos ocasiones a Amelong en Rosario y en ninguna de las dos oportunidades el imputado quiso hablar sobre el caso de los hijos de Negro.
“He realizado entrevistas a Costanzo, en tres o cuatro oportunidades, sin grabación de por medio. Y he hablado con él sobre el tema de Raquel Negro. Las primeras entrevistas se dieron en 1997, las otras en 1998 y contactos informales a posteriori, probablemente en 1999 y 2000”, recordó.
“Recuerdo especialmente una nota con Costanzo porque la escribí en el libro ‘Matar para robar, luchar para vivir’, de 2004, y también en ‘El Rosario de Galtieri y de Feced’, del año 2000. Esa entrevista fue el 15 de diciembre de 1997. Particularmente la recuerdo porque fue en el domicilio del propio Costanzo en Pueyrredon al 2900 de Rosario; muy cerca de un lugar tristemente célebre que fue la Casita de los Ciegos, que fue un hecho de secuestro de personas de 1977. La entrevista fue al mediodía, Costanzo estaba con un traje marrón y exhibía una corbata con dibujos de Pluto, Mickey, Tribilín, esos dibujos clásicos de Walt Disney. Era contrastante la figura”, rememoró Del Frade ante el Tribunal.
“Costanzo me ratificaba la necesidad que tenía de hablar de lo que había pasado en la Quinta de Funes, porque en las entrevistas en la calle o en los bares cercanos a las radios donde yo trabajaba ya me había dicho su intención de contar mucho más que lo que había contado Bonasso en ‘Recuerdo de la muerte’. Siempre me decía si podía conseguir dinero de por medio y le dije que no. Después se dio cuenta de que dinero no tenía pero sí ganas de contar su versión”, continuó.
Durante aquella conversación el represor “hizo especial hincapié en las figuras de Guerrieri, Amelong y especialmente Fariña como los principales responsables de lo que sucedió en la Quinta de Funes y en La Intermedia”. Añadió que allí hablaron de los mellizos nacidos en Paraná y Costanzo le reveló que habían nacido un nene y una nena. “Pero él había creído, o por lo menos recordó y lo escribí así en los dos libros, que uno de ellos había nacido muerto como estrangulado por el cordón umbilical. Allí profundizó en la idea de que los responsables eran Amelong pero especialmente Fariña, de quien además me decía que había hecho mucho dinero con una agencia de seguridad que trabajaba o que tenía su oficina en frente del diario La Capital, en Sarmiento entre Santa Fe y Córdoba”.
«En aquel momento me dijo que nos íbamos a volver a ver después de las fiestas, que me iba a entregar un documento que quería que hiciera público en la prensa nacional. Después de navidad me entrega la fotocopia de una carta documento que le había enviado al entonces vicegobernador de Tucumán Vicente Topa, diciéndole que tenía las manos manchadas de sangre por defender la patria y que necesitaba ayuda económica. Eso lo publiqué en ‘El Rosario de Galtieri y de Feced’ con un facsímil y se lo envié a Miguel Bonasso para que lo publicara en Pagina 12, en los primeros meses de 1998. Es allí cuando tengo el encuentro más desagradable con Costanzo, después de la publicación, en Dorrego y Montevideo de Rosario: para el auto, porque trabajaba como remisero, se baja y me dice ‘te voy a cortar los huevos por lo que hiciste’. Le respondo: ‘querías que se publicara nacionalmente y se publicó’. Después sigue en el auto con la promesa de que iban a seguir las charlas”, relató.
El periodista subrayó que la mayoría de los hechos denunciados por Costanzo “a la larga se demostraba que si no eran químicamente precisos, terminaban siendo cercanos a la verdad” que expresaban sus fuentes. “Y eso se demostraba cuando uno comenzaba a revisar por distintos testimonios sobre el presente de Fariña, en aquel momento, de Amelong”, agregó.
“Las investigaciones nos llevaron a un documento que sugiero que se tenga muy en cuenta, que es el elaborado por el entonces coronel Alfredo Sotera, que en noviembre de 1976, según la causa ‘Agustín Feced y Otros’, habla de los procedimientos por izquierda que hacia el Ejército argentino en el área de jurisdicción del Segundo Cuerpo. En aquel momento Sotera era el jefe del Destacamento de Inteligencia del Segundo Cuerpo del Ejército y allí se habla de procedimientos altamente irregulares, entre los cuales se habla de lo que se hacían con los menores de los BDTS (Banda de Delincuentes Terroristas Subversivos). Tiene un sello que es estrictamente secreto y confidencial”, aportó.
También habló de la intervención en la represión ilegal del ex comandante del Ejército en Entre Ríos, Juan Carlos Ricardo Trimarco, declarado inimputable en la causa Hospital Militar: “El 12 de octubre del 76 hubo cambio de comandante, se había ido el que había organizado todo esto, Ramón Genaro Díaz Bessone, y había asumido Leopoldo Fortunato Galtieri; y aquí asumía Trimarco. Digo esto por un detalle de una investigación a posteriori, cuando secuestran al hijito de la familia Ayastuy, de Gualeguaychú, en Buenos Aires; cuando van a recuperar al chiquito se encuentran que está en una casa de menores en Capital Federal, pero las llaves del auto del matrimonio se la entrega Trimarco en Paraná a la familia de la mamá. Con esto quiero decir que estos hechos tienen una conexión, que sabía Trimarco perfectamente qué pasaba con lo que se llamaba el botín de guerra, tanto un chico como bienes materiales”.
Ante una pregunta de Fiscalía sobre el destino de alguno de los bebés de Negro, sostuvo: “Costanzo hacía especial hincapié en la figura de Fariña y, por el tono de la voz, lo ubicaba al lado de Fariña a Amelong”. Además recalcó que Costnazo dijo “se la llevó Fariña” en referencia a la nena Raquel, o sea Sabrina Gullino.
También el represor le contó sobre quiénes integraban el grupo de tareas: “A la cabeza Fariña; Amelong, Walter Pagano, los hermanos Isach, Costanzo como uno de los guardias, otro policía de apellido Torres. Con el tiempo percibí que formaban parte directamente del área de Inteligencia del Segundo Cuerpo. Le dijo también que Fariña era “uno de los principales responsables” de la Quinta de Funes, pero “habitualmente llegaban oficiales de más alto rango, como Guerrieri o en algún momento Galtieri”.
“A mí no me cabía duda de que Costanzo tenía vinculación con los hechos que manifestaba”, dijo, pero agregó: “Lo que aportaba tenía verosimilitud. Veníamos de haber leído la obra de Bonasso, donde lo ubicaba a Costanzo como uno de los guardias de la Quinta de Funes y también tenía conocimiento de La Intermedia, de la escuela Magnasco. Incluso me dice que jugaban al fútbol con los que estaban detenidos. A mí me producía una sensación muy perversa”.
“Sobre Raquel Negro dijo que tuvo mellizos y nada más. Porque en aquel momento mi búsqueda era que me dijeran el destino de los cuerpos de los desaparecidos y de los chicos secuestrados. Y hasta el día de hoy sigo con esos dos objetivos”, destacó. “A mí me dio la sensación que Costanzo sabía perfectamente lo que había ocurrido, en ningún momento me daba la sensación que fabulaba”, agregó.
Amelong, en cambio, no quiso hablar sobre los bebés de Raquel Negro: “Me dijo que había hecho lo que había hecho porque lo que él entendía como la subversión había matado al padre. No se abundó más”.
“Y… era el doctor Torrealday”.
Una enfermera que declaró este miércoles mencionó el nombre de Torrealday ante preguntas relacionadas con quién era su jefe y quién atendía a un niño derivado del nosocomio de avenida Ejército que ella vio en el servicio en 1978. “Me parece que sí, que había un bebé derivado del Hospital Militar, un niño, que estuvo internado un día y medio o dos”, dijo la testigo ante una de las primeras preguntas. Sobre quién le prestaba atención, indicó: “Y… era el doctor Torrealday”.
La mujer habló de un varón y no de mellizos, y según sus cálculos pesaba alrededor de 3 kilos, por lo cual no pensaba que hubiera nacido en un parto múltiple. Estaba bien de salud, pero de todos modos estaba alojado un sector reservado para casos complicados. “Lo recuerdo porque lo habían separado, lo tenían aislado en otro sector de neonatología, no sé por qué. Es como que me quedó grabado eso”.
El Tribunal insistió en preguntarle por qué recordaba el caso. “A mí me llamó la atención porque lo tenían separado”, sostuvo. Pero un poco más adelante, ante otra interrogación, surgió otra explicación: dijo que había visto en algunas ocasiones que en la tarjeta donde se identificaba a los pacientes decía “NN”, y deslizó: “Ese niñito tenía NN”.
“Se le ponía NN porque no habían dado con la familia, no había ningún familiar. En esa época no se podía preguntar mucho tampoco, porque no le informaban demasiado. Si una preguntaba no le informaban”, continuó. “¿A quién le preguntó?”, inquirió el presidente del Tribunal, Roberto López Arango. “Al doctor Torrealday, y me respondió que la familia, que iban a ver… que estaba la familia viendo lo que hacían con el niñito. No sabía bien el apellido, si iba a llevar el apellido de la mamá o del papá. Y el nombre todavía no lo habían confirmado”, dijo desordendamente. “Fue algo medio confuso, como que me quiso conformar y bueno, me dijo… Como queriendo decir eso”, siguió.
De todas maneras, ese niño permaneció identificado como NN hasta que abandonó la clínica: “No sé quién lo llevó ni cuándo. Se fue de alta, según me dijeron”. Esta afirmación se contrapone con el testimonio del neonatólogo paranaense, quien aseguró que tomó conocimiento de la internación de criaturas sin identidad recién en 1989, mientras revisaba el libro administrativo y leyó los registros de dos NN en julio de 1978 y de Soledad López y NN López en marzo.
Otra enfermera de neonatología que declaró ayer no aportó datos. Mientras tanto, el testimonio del socio del IPP que aún no compareció por problemas de salud, Jorge Eduardo Rossi, se fijó para el miércoles 21 a las 10.
La maternidad clandestina
Joe Erbetta declaró que quien era su jefe en el Distrito Militar Entre Ríos, Ulises Chort, le reveló sobre le traslado de detenidas al hospital para dar a luz. “Hizo referencia a que las mujeres desaparecían y los hijos tenían un destino desconocido”, agregó. Incluso señaló que “se mencionó mucho un parto de mellizos en ese momento”, en probable alusión a los hijos de Negro.
Erbetta también dijo que cuando realizaba guardias en el ingreso a los cuarteles constató la entrada de hombres que pertenecían a los grupos de tarea, que se dirigían a los centros clandestinos de detención del Batallón de Comunicaciones y de La Escuelita, donde se vienen realizando excavaciones en busca de restos de desaparecidos.
Joe tiene un hermano desaparecido, Victorio ‘Coco’ Erbetta, que fue secuestrado el 16 de agosto de 1976 cuando era estudiante de Ingeniería de la UCA. “Estuvo detenido en el Batallón de Comunicaciones Blindado II”, afirmó.
En su testimonio, relató los detalles que averiguó sobre el terrorismo de Estado: “Los hombres que estaban detenidos allí no eran asistidos, las mujeres sí, según mi jefe en ese entonces, el teniente coronel Chort. Sobre todo las mujeres que ingresaban detenidas embarazadas en el Hospital Militar.
Con el teniente coronel Chort teníamos una afinidad dado que también había sido jefe de mi padre, ambos eran del arma de Comunicaciones. La vedad que era un hombre que detestaba lo que se estaba viviendo”.
En otro pasaje describió cómo Trimarco lo amenazó de muerte: “El 10 de setiembre de 1976 el general Trimarco me hace llamar a sus despacho a los efectos de que no buscara más a mi hermano, que no intentara averiguar dónde estaba detenido y qué pasaba con él. Me hace saber que era un subversivo, que no lo buscáramos más ni yo ni mi familia. Y me amenaza con un arma apuntándome a la cabeza. Cuando regreso al Distrito Militar a los pocos días, Chort me llama al despacho y me dice que a partir de ese momento no me retirara a ningún otro sitio de la zona cuartes o al comando sin su conocimiento, que todo movimiento que hiciera lo hiciera bajo su conocimiento”.
Su jefe tenía reuniones semanales en la Brigada con el general Trimarco y el resto de los jefes a los efectos de recibir órdenes o transmitir novedades. “En esos momentos se comentaba estos temas de las detenciones. Estaba el director del hospital también. Y estos casos de embarazadas se divulgaba y él me lo contaba cuando tenía ganas de decírmelo; que estaban pasando cosas muy raras”, subrayó.
Chort también hizo referencia a que “las mujeres desaparecían y los hijos tenían un destino desconocido”. Agregó que las mujeres las traían de centros clandestinos de detención de todo el litoral, donde el Segundo Cuerpo tenía jurisdicción. Sobre el caso de Raquel Negro, indicó: “Se mencionó mucho un parto de mellizos en ese momento. Los nombres no los disponía”.
“Yo hacía guardia en la barrera, en el ingreso a la zona de cuarteles. Reforzaban todo el cordón del ingreso a distintas unidades con personal, un suboficial con 12 soldados. Esa gente a la noche, por lo general los suboficiales, comentaban lo que estaba pasando principalmente en Comunicaciones y en el hospital”, rememoró.
Cuando hacía guardia en la barrera, constataba el ingreso de “los servicios de Inteligencia, que se llamaba en ese momento grupos de tarea; se identificaban como personal de Inteligencia, de Rosario, Santa fe y Paraná, por lo general de civil”.
En ese momento la Fiscalía, con adhesión de la querella, propuso que mirara a los imputados y dijera si reconocía a alguno. Luego de la oposición de la defensa, el Tribunal hizo lugar y mandó a llamara a Pagano, quien viene estando ausente en la sala. El represor ingresó riéndose y haciendo bromas con sus ex camaradas. Erbetta miró fijamente uno a uno a los acusados y reconoció a Zaccaría como “médico del Hospital Militar” y dijo tener dudas sobre Amelong.
14 Sep
Dia 9: Según sus propios dueños, el IPP era un descontrol
Los socios del Instituto de Pediatría siguen manifestando su desconocimiento sobre quién atendió y dio de alta a los hijos de Raquel Negro. Admitieron que “cualquiera podía retirar” a un paciente sin acreditar que era familiar. Luego de un careo entre Vainstub y Schroeder, y de una ampliación testimonial de Torrealday, quedó claro que éste último cumplía el rol de encargado de Neonatología.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
En la novena jornada del juicio por el robo de los hijos de la detenida-desaparecida Raquel Negro, los socios del Instituto Privado de Peditaría (IPP) hicieron hincapié en la falta de control sobre lo que hacía cada médico que internaba niños en la sala de Neonatología e incluso sobre la entrega de los bebés dados de alta.
Los pediatras David Vainstub y Ángel Schroeder no aportaron datos sobre la internación en el IPP de los niños, registrados como NN López y Soledad López en marzo de 1978, sino que se mantuvieron firmes en su postura de que no vieron ni escucharon lo que sí conocieron enfermeras del lugar: la internación de hijos de una “guerrillera” a los que nadie iba a visitar y que estaban en cunas rotuladas con carteles donde se leía “NN”.
La audiencia tuvo como particularidad el careo al que sometieron a Vainstub y Schroeder, a pedido de las querellas y con la adhesión de los fiscales. El objetivo era dilucidar si Miguel Torrealday era o no el jefe del servicio de Neonatología, como había mencionado el primero y rechazado el segundo. Finalmente, luego de un intercambio, se pusieron de acuerdo en que cumplía ese rol en la práctica durante la época de los hechos. Entonces, el Tribunal dispuso que fueran a buscar a ese profesional a su domicilio para que ampliara su testimonial. Media hora después, Torrealday dijo que si bien «no había una figura de encargado», sus colegas lo consultaban porque era quien «tenía más experiencia y más conocimiento».
El interés radicaba en conocer quién tomaba las decisiones en la unidad del IPP donde estuvieron internados los niños y desde donde fueron entregados a una pareja que supuestamente se los llevaba en adopción, según el relato de una enfermera de la clínica. Se supone que el encargado pudo haber tenido contacto con los niños y haber tenido conocimiento del alta, pero Torrealday insistió con que no sabe nada.
“Cuando se inició, el IPP era una institución abierta, los médicos de todo Paraná venían con el chico, lo internaban, lo seguían, los medicaban y hasta le daban el alta. Cualquier médico de la ciudad podía internar sin que nosotros intervengamos. Era el médico de cabecera, al que se le daba mucha importancia. El IPP no hacía ningún seguimiento”, sostuvo Vainstub, argumentando su ignorancia sobre lo que pasó en la clínica con los niños, de lo cual “se desayunó” cuando vio los libros con los registros de NN, muchos años después.
Además de no controlar a los profesionales, tampoco lo hacían con los registros de ingreso y egreso a Neonatología: “Los hacían en la enfermería y la chica administradora que había en ese momento (ya fallecida). Yo nunca intervine en el asentamiento de ningún dato en ningún libro. No me consta si alguno de los socios efectuaba un control sobre los libros”, dijo el mismo testigo.
El caos puesto de manifiesto era tal que “el alta lo ordenaba el médico de cabecera” y “no había control de quién retiraba el bebé, cualquier persona podía ir y decir que iba a retirar el bebé”.
Schroeder, por su parte, señaló que a los niños internados “los controlaba el médico de cabecera, que podía ser cualquier médico de Paraná” y los dueños no ejercían control sobre eso “salvo urgencias”. Además en la parte administrativa ni él ni sus socios “veían los registros que ahí se llevaban” y “el alta se hacía (en la oficina) donde estaban las enfermeras” de modo informal: “No se le pedía ninguna documentación a quien retiraba los niños, nada, desgraciadamente no. Podía ir cualquiera”.
Torrealday, en la ampliación de su testimonial, insistió con ese concepto: “Modificarle la conducta de los colegas era dificílisimo y se enojaban cuando uno les revisaba las historias clínicas”.
Quién era el jefe
Entre Vainstub y Schoreder surgió una contradicción referida a quién era el jefe o encargado del servicio de Neonatología en 1978. El primero señaló que Torrealday era “el encargado” de la unidad y “posiblemente” cumplía el rol de médico de cabecera cuando un paciente no lo tenía, como habría sido el caso de los mellizos. Precisó que tenía la función de “entrar a la institución a ver que todo funcionara, que no faltaran elementos, si los pacientes estaban atendidos, con medicación, si iban los médicos de cabecera”.
En tanto, Schroeder afirmó que “no había jefe del servicio de Neonatología”, pero “generalmente Torrealday era el que comandaba”. Luego se rectificó y dijo que sólo atendía a sus pacientes, pero igualmente admitió que “controlaba los honorarios, lo que le correspondía a cada uno”, compraba los materiales y los medicamentos, y fue quien “organizó” el servicio.
Cuando los carearon, Schroeder aceptó que, si bien no existía la figura de jefe, Torrealday cumplía ese rol en la práctica. Vainstub, en tanto, se corrigió y dijo que el control del servicio que hacía ese médico era sobre los insumos y no sobre los pacientes.
Finalmente le preguntaron a Torrealday y dijo que él “no se sentía el encargado” pero por ser el jefe de Neonatología del hospital San Roque “tenía más experiencia y más conocimiento” y lo consultaban cuando había algún problema. Además dijo que fue él quien “ideó” el servicio en el IPP.
La ambulancia y la discordancia
Vainstub manifestó que en 1978 el IPP no tenía ambulancia, sino que recién adquirieron una –marca Rambler– después de ese año. La jueza Lilia Carnero le llamó la atención: “Usted dice taxativamente que en esa época no tenían ambulancia pero no se acuerda de otra situación más importante como la internación de dos chicos durante 20 días”. Y le remarcó “las discordancias de su memoria, sobre hechos nimios y hechos importantes”.
“Lo que estoy diciendo es la verdad que tengo y mi verdad es bastante limitada porque en Neonatología yo prácticamente no participaba. Pueden haber hecho el traslado en un vehículo particular, era muy precarios los traslados, con una incubadora y un tubito de oxígeno”, respondió.
Schroeder también afirmó que “a ambulancia se compró “después del 78”. Sin embargo, durante la jornada también se escuchó el testimonio de una ex empleada de administración de los consultorios externos del IPP, quien aseguró que en 1978 la clínica tenía una ambulancia que “buscaba a los prematuros”, la cual “era como ranchera que la habían adaptado”. Allí iba el médico de guardia de Neonatología, que era el mismo que estaba de guardia en los consultorios.
El dato resulta clave para determinar quién era el médico que estaba de guardia cuando fueron a buscar los hijos de Raquel Negro en el Hospital Militar, según una enfermera de este nosocomio, en una ambulancia del IPP con un pediatra de la misma institución.
“Descabellado”
Vainstub contradijo a una enfermera que había manifestado que su esposa iba a ver por curiosidad a un bebé que “era hijo de una extremista”. Lo explicó así: “Es una cosa inverosímil. Yo personalmente trabajaba todo el día y vivo a una cuadra del Instituto; mi mujer iba con los chicos para que jugara un ratito. Eso sí, puede ser. Pero que vaya directamente a ver un chico, me parece una cosa descabellada”.
10 Sep
Un miembro del Tribunal cree que el director del IPP “omite información” vinculada con el robo de bebés
Así le increpó la jueza Carnero a Miguel Torrealday, quien declaró este jueves en el juicio por la causa Hospital Militar. El médico dijo desconocer lo sucedido con los hijos de Raquel Negro.
El médico Miguel Torrealday, socio del Instituto Privado de Pediatría (IPP), aseguró desconocer qué profesional atendió en esa institución a los hijos de la detenida-desaparecida Raquel Negro, en marzo de 1978, y quién los otorgó en una supuesta adopción que en realidad era parte del plan de sustracción de los represores. Uno de los integrantes del Tribunal le advirtió: “Creo fervientemente que usted está omitiendo información”.
9 Sep
Torrealday admitió que internaron a NN en la clínica
El médico y ex funcionario provincial dijo que el archivo del Instituto Privado de Pediatría se estropeó. Allí estuvieron internados los hijos de Raquel Negro. Los jueces le reclamaron más memoria y colaboración para encontrar al mellizo de Sabrina Gullino.
Jorge Riani para EL DIARIO
Ésa es la pregunta del millón”, concluyó el médico Miguel Alberto Torrealday cuando escuchó por enésima vez, cada vez formulada de diferente manera, la interrogante: quién fue el médico que atendió a los mellizos hijos de Raquel Negro en 1978 y quién firmó el alta médica en el Instituto Privado de Pediatría (IPP) del que él es cofundador, ex directivo y ex integrante de la planta médica.
El nombre del médico Torrealday estuvo en varios testimonios escuchados en lo que va del juicio oral y público que se desarrolla en Paraná para establecer responsabilidades en el secuestro y sustracción de identidad de los hijos de los militantes desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela.
Fue, precisamente, uno de los cuatro profesionales señalados como los responsables del instituto médico adonde fueron derivados los mellizos nacidos en el Hospital Militar. Incluso una de las enfermeras que prestó declaración en la audiencia de ayer no dudó en señalar que los niños pudieron haber sido atendidos por el propio Torrealday, Jorge Rossi o Ángel Luis Schroeder. “El que menos estaba era (David) Vainstub”, precisó. Esos cuatros profesionales eran los responsables del IPP en el año en que ocurrió la internación de los niños NN.
“Tuve la oportunidad de ver el libro de ingresos, y había allí un NN”, comenzó diciendo Miguel Torrealday. Relató que en oportunidad de prestar declaración en el juicio que se desarrolló en Rosario por el secuestro y desaparición de Negro y Valenzuela, se encontró con la fundadora y principal referente de la asociación Abuelas de Mayo, Estela de Carlotto, con quien –dijo– analizó el libro de administración en el que estaban consignados los ingresos y egresos de pacientes y que repararon en los mellizos.
Allí consta el ingreso de la nena como “López, Soledad” –hoy llamada Sabrina Gullino que sigue todas las jornadas con atención e interés de querellante– el 4 de marzo de 1978 y el varón como “López, NN” el 10 de marzo, procedentes del Hospital Militar, y el egreso de ambos el 27 de marzo e inclusive se dejó registrado que el costo de atención sería afrontado por la institución de la cual procedían.
“Nos llamó la atención que teniendo el mismo apellido fueran ingresados en fechas distintas y dados de alta el mismo día”, dijo Torrealday ante los jueces del Tribunal Oral Federal de Paraná.
En todo momento el médico y ex funcionario provincial del área de Salud en distintos gobiernos justicialistas intentó dejar claro su interés por aportar datos a la causa. Sin embargo, el tribunal le recriminó que no estaba brindando la información necesaria para poder dar con el paradero del mellizo.
Reprimenda. “Estamos comprometidos con la causa y queremos saber quién fue el médico que atendió a los niños. Nosotros tenemos 9.400 internaciones hechas al día de la fecha y esto es una cuestión de confianza. Lo que queremos, por nuestra historia y por nuestra militancia, es recuperar a esos chicos”, afirmó. Torrealday. Fue entonces cuando la jueza Lilia Carnero le dijo: “Usted dice que quiere encontrar al niño, pero son ustedes (por los médicos directivos del IPP) los que tienen la clave para saber la verdad, pero tienen que hacer memoria”, sostuvo. “Llama la atención que las enfermeras supieran y los médicos no”, le dijo más adelante el presidente del tribunal, Roberto López Arango, en referencia a la internación en el IPP de niños nacidos durante el cautiverio de su madre.
El recurrente olvido ante las preguntas de las partes terminó por generar una nueva intervención de la jueza Carnero:
“Creo que usted sabe lo que pasó y omite información; quién recibió, quién atendió y quién dio de alta a los niños”, apuntó.
“Ésa es la pregunta del millón”, apuntó sin contestar Torrealday. “No quiero ser parte de lo que consideran la corporación médica; si supiera lo diría”, agregó para mencionar finalmente un conjunto de médicos que prestaban servicio en neonatología del IPP.
Respecto del bebé que estaba registrado en el libro de ingreso como NN, consideró que “la identidad figuraba en la historia clínica”, pero luego precisó que esos documentos estaban archivados en un sótano que se inundó y, por lo tanto, se destruyeron.
El médico Miguel Alberto Torrealday estuvo ante el tribunal, confirmó que los niños nacidos en cautiverio bajo poder de la dictadura militar pasaron por el instituto privado, pero no aportó mayores datos y dejó la sensación en organismos de derechos humanos de que fue reticente con la información brindada.
“Dentro de un rato se va a morir”
La jornada de ayer sumó otros dos nuevos testimonios de empleadas del Hospital Militar. Una de ellas –de la que se omite publicar el nombre por recomendación de la Mesa de Juicio y Castigo acogida por este medio– dijo que prestó función en Laboratorio y Hemoterapia y que clasificaba sangre de NN, “por orden de la Dirección” del Hospital Militar.
Sostuvo que “de oído” sabía que las sangres que llegaban anotadas como de NN eran de detenidos políticos alojados en los batallones de Ingenieros y Comunicaciones.
Señaló puntualmente a uno de los empleados, del que dijo su nombre, como la persona que “seguramente extraía la sangre” de los detenidos, aunque éste –al momento de declarar– lo negó.
La mujer que prestó declaración se mostró muy emocionada al relatar otro episodio con una persona no identificada, registrada como NN. “Tuve oportunidad de atender una cirugía a un NN”, dijo la testigo. Contó que buscó los elementos para extraer sangre y establecer el RH y grupo y que el médico le dijo que “no hay necesidad de eso porque dentro de un rato se muere”, narró en alusión a la expresión que le dio el médico en el quirófano. Aseguró que igual lo hizo porque era su función y ante una pregunta sobre quién fue el profesional que le dio esa instrucción apuntó: “El doctor Juan Antonio Zaccaría”. A unos metros de allí, el galeno procesado no hizo gesto alguno ni movimiento.
Aseguró que estaban además en el quirófano los tenientes primero Mario Crocce y “otro de apellido” Zuino.
“Esa situación me provocó tanta angustia que pensé: ‘qué vida desperdiciada’. Llegué a la sala 1 y tenía tanta angustia que tomé el teléfono para hablar con una amiga, a pesar de que no se podían hacer llamadas, y cuando mi amiga me atendió no pude hablar. Nunca más conté nada sobre el asunto, ni siquiera a mi familia”, dijo tras tomar agua para atemperar el llanto.
El aire de la sala se tornó pesado con el testimonio. Y quedó la convicción de que se trataba de otro caso, ajeno a la causa, de víctima de la dictadura militar.
9 Sep
Día 8: El médico al que el Tribunal acusa de omitir información
Declaró Torrealday, uno de los socios del IPP, dijo desconocer quién atendió a los bebés de Raquel Negro y lo entregó a los apropiadores. Además, una empleada del Hospital Militar aportó a la investigación y habló sobre la relación entre el nosocomio y el terrorismo de Estado.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
La octava jornada del juicio oral y público por la causa Hospital Militar estuvo centrada en lo sucedido en el Instituto Privado de Pediatría (IPP). Uno de sus titulares, Miguel Torrealday, evitó dar precisiones sobre quién pudo anteder a los hijos de Raquel Negro y el Tribunal le reprochó estar “omitiendo información”. Dos enfermeras de esa clínica corroboraron que allí estuvieron internados los mellizos y una de ellas contó inclusive cómo fue el instante en que una pareja los retiró en una aparente adopción. Además, una empleada de laboratorio del nosocomio castrense dijo que tuvo conocimiento del caso por comentarios y contó detalles de la relación entre la institución y la represión ilegal, involucrando a Zaccaría.
El socio del IPP aseguró desconocer qué profesional atendió en esa institución a los hijos de la detenida-desaparecida Raquel Negro, en marzo de 1978, y quién los otorgó en una supuesta adopción que en realidad era parte del plan de sustracción de los represores.
Torrealday declaró este jueves como testigo. Visiblemente nervioso, respondió durante más de una hora a las preguntas tendientes a establecer precisiones sobre la derivación de los niños a la clínica que dirigía, desde la Terapia Intensiva del nosocomio castrense, y sobre cómo se produjo el robo de los mismos.
El testigo, quien juró por Dios y los Santos Evangelios, dijo estar “comprometido con la búsqueda de la verdad”, pero aseguró que no se acuerda de la internación de los bebés, sino que se enteró mucho tiempo después revisando los libros junto a la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carloto, donde aparecían registrados como NN López y Soledad López: “Yo no estaba en conocimiento de esto, para mí fue una sorpresa. Quienes participamos de esta sociedad (por los socios del IPP), estamos comprometidos y queremos saber quién fue el médico que atendió a estos pacientes. Si ingresaron por la guardia tienen que haber sido médicos diferentes, porque hacíamos guardia cada siete u ocho días; pero si fueron orientados hacia un médico en especial, él pudo haber tenido oportunidad de haberlos visto. Queremos saber quién fue el médico porque nos puede aportar la información para recuperar el niño perdido”.
—Usted no puede decirle al Tribunal “queremos saber”. Ustedes deben saber. Ustedes tienen la clave para saber, por eso tienen que hacer memoria –le advirtió la jueza Lilia Carnero.
—Trabajábamos muchos médicos, no sólo nosotros cuatro (por él y sus socios Vainstub, Schroeder y Rossi). La internacion era abierta y cada uno venía e internaba sus pacientes –respondió Torrealday.
Más adelante, el presidente del Tirbunal, Roberto López Arango, aseguró: “Me extraña que ninguno de los cuatro médicos supiera lo que sabían todas las enfermeras”. El testigo insistió en que no tenía conocimiento.
—Creo fervientemente que usted omite información. Yo creo que usted sabe –le increpó luego Carnero.
—En mi caso personal no es así –respondió.
Torrealday sostuvo durante su testimonio que durante aquellos años el IPP era una clínica “abierta”, en la cual cualquier médico de Paraná podía ingresar a su paciente cuando necesitaba los servicios de Neonatología. Ése es uno de los motivos por los cuales dijo desconocer quién estuvo a cargo de la atención y alta de los hijos de Raquel Negro. “Para nosotros es un problema de confianza. No quisiéramos que se repita esta situación”, señaló. Argumentó que “no había control de los profesionales”, que no los “chequeban”, porque se conocían.
Cuando le preguntaron qué profesional pudo haber tenido contacto con los niños, dijo: “Es la pregunta del millón. Ésa es una de las cosas que nos venimos preguntando permanentemente”.
Los datos verdaderos de los mellizos y del médico que los atendió, se debieron haber inscripto en las historias clínicas. Pero esta documentación, según manifestó, ya no existe: “En el año 80 se hizo el Sanatorio de Niño, ampliamos la sociedad y se unificó la administración. Las historias clínicas se depositaron en un sótano que se inundó y se inutilizaron”.
Tampoco existen las planillas de guardia, que permitirían saber quién los atendió. “No las tenemos a esas planillas. Me duele decirlo porque no quiero ser parte de lo que se dice, la corporación médica”.
Además de Torrealday, también declararon otros tres testigos vinculados al Instituto de Pediatría. Se trata de enfermeras de Neonatología, dos de las cuales aportaron datos de interés para la investigación.
Una de ellas aseguró que vio a un par de mellizos rotulados como NN en incubadoras. Sus expresiones permiten suponer con alto grado de certeza que se trata de los niños de Negro: dijo que eran un varón y una mujer, que «la nena era más gordita y el nene era más chiquito» y que nunca vio a los padres.
«Como no iban a visitarlos, a veces nosotros los agarrábamos como hijos y los teníamos de un lado y para el otro», explicó, haciendo el gesto de alzar un bebé y mecerlo.
La mujer dijo no saber qué pasó con los bebés, aunque supuso que «le habrán dado el alta». Esto echaría por tierra la versión de que el bebé varón falleció.
La otra enfermera del IPP que aportó datos habló de un bebé –no recordaba el sexo– que había sido derivado del Hospital Militar y estaba en una incubadora. Dijo que no era visitado por familiares, pero se decía que era «hijo de una extremista» y que lo «dieron en adopción».
La mujer relató un hecho que le llamó la atención: Lo que vi fue a la esposa del doctor Vainstub, con amigas o familiares, que fueron a verlo a través del vidrio. Tenían curiosidad porque era el bebé de una extremista».
Dijo no recordar comentarios de quién se llevó el bebé, pero sí que vio cuando lo sacó un médico y «se cerró la puerta y ya…» No recordó qué médico era, pero aseguró que era uno de los cuatro médicos.
Sobre los presuntos adoptantes, indicó: «Eran un hombre y una mujer, nosotros los veíamos del otro lado de la puerta, pero no sé exactamemente si eran ellos los que iban a adoptar al bebé».
«Yo siempre tuve deseos de hacer esta declaración porque si yo tenía conocimiento y no lo decía no me sentía bien. Entonces, para mí fue lo mejor», acotó.
Vox pópuli en el hospital
Este jueves declaró también una ex empleada de laboratorio del Hospital Militar, quien dijo que escuchó por comentarios el caso de Raquel Negro y el nacimiento de sus hijos.
La mujer dijo ante el Tribunal: «Yo me enteré después, de oídas, que habían nacidos mellizos de una persona NN que habían traído de Rosario y que los habían llevado a Terapia porque eran varón y mujer y el varón estaba con problemas. Después no supe más nada qué pasó. No puedo precisar de quién eran los comentarios, eran las enfermeras, eran comentarios que andaban ahí».
«Creo que también comentaron que los habían derivado porque en Terapia no había elementos necesarios para atender a los bebés y en Maternidad tampoco. Creería que el parto se produjo en Maternidad del Hospital Militar porque la trajeron para eso precisamente a esa señora. No fue mediante cesárea porque hubiera yo ido a hacerle transfusión si es que la pedían. Los habían derivado al Instituto de Pediatría, que en esa época que estaba en calle España», añadió.
«No sé cuál fue el destino de la mamá, ni el nombre ni si quedó internada ahí», explicó. Luego agregó: «Los nombres de los bebés no se sabían porque iban como NN. No creo que los hayan identificado con nombre a los bebés».
Sobre Raquel Negro, dijo que «los comentarios es que la habían traído detenida desde Rosario. No sé quién ni de qué manera llegó ni qué día la trajeron ni si la derivaron directamente a Maternidad».
“Dentro de un rato se va a morir”
La misma testigo expresó que durante la dictadura se hacían análisis de sangre a personas identificadas como NN que estaban detenidas en el Batallón de Comunicaciones, donde funcionaba un Centro Clandestino de Detención.
También dijo que en una oportunidad tuvo que asistir a quirófano a realizarle una transfusión a un hombre herido de gravedad, que «perdía mucha sangre».
Según la mujer el anestisista, que era el imputado Juan Antonio Zaccaría, le dijo que no era necesario que clasificara grupo y factor porque «dentro de un rato se va a morir». Ella le contestó que era su trabajo y lo tenía que hacer.
«Esa persona falleció en la cirujía», señaló, y añadió que luego escuchó por comentarios que la persona en cuestión había sido traída en el baúl de un auto hasta el Hospital Militar.
Además, en ese episodio dijo que tres cirujanos participaron de la intervención quirúrjica: los médicos militares Carlos Bautista Suino, Mario Sergio Crocce y un tercero que no pudo precisar quién era.
“Esa situación me provocó tanta angustia que pensé ‘¡qué vida desperdiciada¡’. Y salí del quirófano, pasé por la sala 1 y tomé el teléfono de la sala, aunque no se podían hacer llamadas al exterior, disqué el número de una amiga y cuando me contestó no podía hablar porque estaba muy angustiada. Después nunca más lo conté ni lo dije a nadie hasta que hice la declaración. Nunca lo mencioné, ni siqueira con mi familia”, sostuvo.
Luego declaró otro técnico de laboratorio, quien si bien no escuchó sobre el caso de Raquel Negro, avaló la posibilidad de que haya estado internada en la guardia médica, como declaró días pasados otra testigo, ya que las instalaciones del lugar lo permitían.
Además dijo creer en los testimonios que han brindado las enfermeras, de los cuales dijo estar al tanto a través de los medios, porque «eran muy buen personal».
8 Sep