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Día 11: La emoción por la restitución de Sabrina y la defensa de Guerrieri del terrorismo de Estado
En la causa por robo de bebés, Francisco Gullino contó cómo fue la adopción de la hija de Raquel Negro. Jorge Negro contó sobre la búsqueda de Raquel y de los mellizos. Guerrieri se burló de las víctimas del genocidio.
por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
La undécima audiencia del juicio por la causa Hospital Militar contó con los conmovedores testimonios de Raúl Francisco Gullino, el padre adoptivo de Sabrina; y del hermano de Raquel Negro, Jorge Rogelio. También se destacaron las declaraciones de el coronel retirado Horacio Pantaleón Ballester, del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida), y de la directora del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), María Belén Rodríguez Cardozo. La reivindicación del genocidio tuvo su capítulo con la sobreactuada intervención del acusado Pascual Oscar Guerrieri, quien llegó a bromear con el Tribunal y a burlarse del dolor de las víctimas y familiares.
En otra parte de la audiencia de este jueves el presidente del Tribunal no admitió las quejas de los querellantes por las preguntas del represor Juan Daniel Amelong al testigo Ballester. A entender de los abogados, el acusado que ejerce su autodefensa estaba “alegando” en lugar de hacer preguntas. No sólo que no se hizo lugar al planteo, sino que el presidente del Tribunal, Roberto López Arango, amenazó con expulsar de la sala al representante de Abuelas de Plaza de Mayo, Álvaro Baella. Cuando al final de la audiencia Baella quiso manifestar su oposición a esa advertencia, porque expulsarlo no es facultad del presidente solo sino del Tribunal, se la rechazó por extemporánea.
“Creíamos que era otro el mecanismo”
“Nunca nos imaginamos que Sabrina era hija de desaparecidos. Siempre pensamos que el mecanismo era otro: que los militares se quedaban con los hijos de los desaparecidos o que se los entregaban a los conocidos”, contó este jueves ante el Tribunal Oral Federal el bioquímico jubilado Raúl Francisco Gullino, padre adoptivo de la hija de los desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela. En su declaración en el juicio por la causa Hospital Militar, confirmó que los primeros días de abril fue con su esposa a retirar a la beba por orden de la Justicia de Menores al Hogar del Huérfano de Rosario, donde había sido abandonada por los represores en el marco del plan para la sustracción de Sabrina y su hermano mellizo por el cual se juzga a Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Jorge Fariña, Walter Pagano, Marino González y Juan Antonio Zaccaría.
“Con mi esposa nos casamos en marzo de 1973 y la intención era tener un bebé. Lo estuvimos buscando un tiempo prolongado y el bebé no aparecía. Entonces decidimos empezar a hacer tratamientos de fertilidad, que en ese momento no eran como hoy en día en cuanto a la eficacia; y estuvimos tres años aproximadamente y no conseguimos el embarazo. En ese momento decidimos adoptar un bebé”, relató Gullino.
«Nos anotamos en un listado del Juzgado de Menores de los Tribunales de Rosario; tuvimos un periodo de espera en el cual nos hicieron entrevistas. Quedamos a mal espera de recibir noticias y un día estábamos almorzando con mi señora y en Canal de 3 de Rosario aparece un movilero que va a hacer una nota al Hogar del Huérfano, porque habían dejado abandonado un bebé. Hicimos el comentario: ‘A ver si es para nosotros esta beba’”, continuó.
Tres o cuatro días después, el matrimonio recibió un llamado de la Justicia avisándoles que había una niña que le correspondía a ellos por el orden del listado. Una vez en Tribunales, les confirmaron que se trataba de la misma criatura que había sido abandonada; les dieron la opción de ir a retirarla ellos al hogar y aceptaron.
“En el Hogar del Huérfano nos hicieron pasar, la madre superiora nos mostró a Sabrina y nos dijo que la habían dejado abandonada en la puerta; pero no vieron nada, no escucharon nada. Alguien que salía o que entraba se encontró con la bebé y la tuvieron a su cuidado. Estuvimos un rato con Sabrina, hicimos la parte legal y ya la llevamos”, recordó. Eso fue el 3 de abril del 78, una semana después del abandono.
En el juzgado les dijeron que la niña podía tener en ese momento entre 35 y 40 días. En base a ese dato sacaron como fecha probable de nacimiento el 27 de febrero. Después un médico les dijo que podía tener menos días, 30, y ese cálculo coincide con la fecha real de nacimiento en el Hospital Militar de Paraná, que sería el 3 o 4 de marzo. “El estado de salud era bueno. La misma tarde que la retiramos la llevamos a un pediatra, pesaba 2,400 kilos y lo único que tenía era la cola muy paspada, pero en dos o tres días se solucionó el problema”. Nunca tuvieron conocimiento ni sospecharon que fuera melliza.
Sabrina nunca desconoció su condición de adoptada, ya que sus padres se lo fueron haciendo saber desde muy chica. Pero nunca se imaginaban ellos que era hija de desaparecidos: “Siempre pensábamos que el mecanismo era otro”, acotó.
Emocionado, Gullino dijo que lo único que le ocultaron a su hija fue que había sido abandonada, como forma de protegerla. Recién se lo contaron días antes de que se realizara el análisis de ADN, cuando ya los habían llamado desde el Juzgado Federal de Paraná y tenían la firme sospecha, por la información que habían leído en la prensa, de que era la hija melliza de Raquel Negro y Tulio Valenzuela.
Finalmente, Francisco hizo un agradecimiento a “todos los que han ayudado a Sabrina en todo este proceso, llámese la organización HIJOS, Abuelas de Plaza de Mayo, Secretaría de Derechos Humanos, a sus hermano Sebastián y Matías, a toda la gente que nos ha tocado conocer acá en el Juzgado Federal de Paraná que nos han tratado en forma tan amable”.
El mensaje del hermano de Raquel
«Quisiera hacer un pedido y un deseo: que con todo esto haya alguna persona que se mueva, que le llegue, que le toque, y que diga algo sobre mi sobrino; que dé una noticia», dijo Jorge Rogelio Negro, hermano de la desaparecida Raquel Negro, al declarar en el juicio por la apropiación de niños en el Hospital Militar de Paraná. “Porque sería bárbaro, como fue hermoso encontrar a Sabrina, llegar a concretar esto con la llegada de mi sobrino. Por eso pido a quien sea que aporte algún dato para poder llegar al final de todo esto”, agregó ante el Tribunal.
“Y también quiero decir que yo a Tulio Valenzuela, el papá de Sabrina, lo vi una sola vez en mi vida, no puedo decir que lo conocí, pero si conocí bien a Marcelino Álvarez y a Raquel Negro: estoy seguro que los tres relamente estarían orgullosos de sus hijos, muy orgullosos, de haber llevado adelante todo esto y también el haberse conocido, haberse querido tanto y llevarse tan bien”, remarcó.
Jorge Rogelio Negro recordó que en enero de 1978 una persona dejó a Sebastián –el hijo mayor de Raquel– en su casa, con una carta de la madre que decía que se iba a tener que quedar allí por un tiempo prolongado.
En ese momento Raquel estaba detenida en la Quinta de Funes. Luego, un mes y medio después, él y su familia recibieron una carta de Tulio Valenzuela donde les contaba que los tres habían sido secuestrados en Mar del Plata el 2 de enero y detallaba la Operación México, de la cual él participó simulando complicidad con los represores para luego denunciarlos internacionalmente.
El testigo también remarcó que, luego de enterarse por esa carta del secuestro de Raquel, él y su padre fueron en reiteradas oportunidades a Rosario a intentar obtener información, pero nunca los recibieron. “Nos hacían quedar afuera sentados en un banco tipo plaza y nunca nos atendían. No recuerdo dónde era”, mencionó. También presentaron recursos de hábeas córpus que no tuvieron eco.
“Después, particularmente yo concurrí a muchas reuniones de familiares de desaparecidos, en casas particulares, tratando de saber algo, tratando de averiguar. Terminaban en siendo reuniones para sufrir, porque terminábamos todos mal. Entonces nos fuimos dejando de ver”, dijo.
La búsqueda llevó a la familia a realizar la denuncia ante la Conadep y luego a dar sus muestras de sangre para un eventual cotejo de ADN, que terminó sirviendo para la restitución de la identidad de Sabrina Gullino.
“Yo quisiera hacer un reconocimiento o una especie de homenaje a Emelina Paoletti y Jorge Negro, son mis padres, que al haberles pasado esto con todo su sufrimiento –yo en ese momento lo sufrí como hermano y por ahí no dimensionaba, o sí, pero no como ahora que soy padre, el sufrimiento que pueden haber tenido ellos– nunca vi que bajaran los brazos”,destacó, emocionado.
“Por más que el sufrimiento fue mucho, porque se notaba, nunca los vi dejar de luchar y tratar de salir siempre adelante.Nunca me demostraron que estaban destruidos como estuvieron, siempre trataron de salir adelante. Si por ahí hubo cosas que se podían haber hecho y no se hicieron, no puedo reclamarles nada, al contrario. Todo mi reconocimiento y amor hacia mis padres que han llevado esto de la mejor manera que han podido”, concluyó.
“Nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales»
El coronel retirado Horacio Ballester, titular del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida), aseguró que “nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales”, contradiciendo así la habitual estrategia defensiva de los represores de que cumplían órdenes de sus superiores. “El bien de servicio no es la tortura, ni la violación, ni el robo de bebés ni todas esas cosas que hemos visto”, aseguró.
Además manifestó que todo aquel que tenía una postura contraria al terrorismo de Estado, como en su caso, eran expulsados de las Fuerzas Armadas, detenidos o asesinados.
En cuanto al robo de bebés, dijo que la dictadura argentina siguió “el ejemplo de (Francisco) Franco en España, en la post guerra civil”, cuando “también se apropiaron de los hijos de los comunistas”.
Luego arrojó una hipótesis sobre el destino de los niños robados: “Las Abuelas de Plaza de Mayo están haciendo una tarea muy meritoria localizando gente. Creo que van a encontrar los chicos que les entregaron a los represores o a los que dejaron en algún orfanato, pero se deben haber vendido algunos o bastantes al comercio de bebés. A los rubios de ojos claros creo que no los van a encontrar nunca, estarán viviendo en Alemania, en Estados Unidos y no tienen la más mínima idea de quiénes son. Esta es una opinión muy personal”.
En un momento de esta testimonial, el imputado Amelong comenzó a realizar preguntas a Ballester en ejercicio de su autodefensa. Sus interrogaciones apuntaban a artículos de reglamentos militares, en lo que se parecía más a un examen que a un juicio. La situación irritó a la querella, que objetó la intervención del represor, porque en vez de preguntar estaba «alegando».
Sin embargo, el presidente del Tribunal, Roberto López Arango, permitió que el militar ya condenado por gravísimos delitos de lesa humanidad continuara con sus disresiones que nada tenían que ver con los delitos investigados, mientras que amenazó con hacer retirar de la sala al abogado de Abuelas de Plaza de Mayo, Álvaro Baella, por manifestar su disconformidad con la decisión del magistrado.
El militar democrático puso énfasis en la posibilidad de desobedecer las órdenes ilegales: “El militar no es un cumplidor de órdenes robótico, si cumple o no es un problema de conciencia”, afirmó. En otro pasaje citó ejemplos de órdenes a todas luces ilegales que se impartían durante la dictadura: “Un día asaltar una estación de servicio, otro día ir a violar a las detenidas en Ezieza”. La respuesta mereció un extenso aplauso de la sala y provocó la ira de los represores.
Finalmente, María Belén Rodríguez Cardozo, directora del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) con sede en el Hospital Durand, confirmó en el juicio el correcto procedimiento que se llevó a cabo para confirmar la pertenencia de Sabrina Gullino al grupo familiar Valenzuela-Negro. Dijo que “se arribó a lo que se llama probabilidad de parentalidad” con un 99,9999% de precisión, y aclaró que “el 100% nunca se puede obtener matemáticamente”.
La furia de Guerrieri
Pascual Oscar Guerrieri, el militar retirado de más alto rango de los enjuiciados por robo de bebés en Paraná, pidió ampliar su declaración indagatoria este jueves, irritado por las expresiones de su camarada democrático Horacio Ballester.
La furia de Guerrieri –ex segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario– alcanzó su clímax cuando, con una alta dosis de teatralidad, pidió al Tribunal que lo fusile. “Hoy todavía sigue la guerra contra nosotros, ha tomado el camino jurídico. En todos lados están juzgando militares por esto. En primera línea de la guerra jurídica están los jueces federales. Cuando cambiaron la ley de Obediencia Debida, ¿por qué no pusieron la ley de fusilamiento? Estaría contento de estar frente a un pelotón de fusilamiento. Si es posible que nos fusilen, le peticiono a las autoridades”.
En algunos pasajes de su declaración jugueteó con el dolor de las víctimas y familiares. Por ejemplo cuando dijo: “Jamás me hubiera puesto a ordenar robo de bebés. No lo hubiera aceptado nunca por formación moral. Tengo cinco hijos y ocho nietos, ¿para qué quiero un bebé más?¿Para venderlo a Alemania?”.
El represor intentó desligarse de la Doctrina de la Seguridad Nacional –sobre la que se había explayado Ballester– diciendo que como “soldado” no era “responsable de la política nacional que adoptan los gobiernos de turno”. Y agregó: “¿Qué podíamos hacer nosotros cuando el país adoptó una posición ideológica, política, en el bloque de naciones al que se adhirió?”.
Sin embargo, más adelante se refirió a esa Doctrina como una “mentira” y dijo: “Jamás he tenido en la mano ningún manual de la Doctrina de Seguridad Nacional, ni ningún norteamericano me vino a decir que hiciera esto. Lo hicimos en Argentina o lo hicieron los que lo tenían que hacer” .
15 Sep
Declaró el hermano de Raquel, un militar retirado y el padre de Sabrina
Jorge Rogelio Negro, hermano de Raquel Negro; Horacio Ballester, coronel retirado, titular del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida); Raúl Gullino, padre adoptivo de Sabrina; y la titular del Banco Nacional de Datos Genéticos, (BNDG) María Belén Rodríguez Cardozo, declararon en la continuidad del juicio. El imputado Pascual Guerrieri pidió ampliar su indagatoria.
[audio:http://mesajuicioycastigo.com.ar/causahospitalmilitar/files/2011/09/declaro-el-hermano-de-raquel-un-militar-retirado-y-el-padre-de-sabrina.mp3|titles=declaro-el-hermano-de-raquel-un-militar-retirado-y-el-padre-de-sabrina]
15 Sep
Guerrieri dejó ver toda su furia
El represor se sintió tocado por la descripción del terrorismo de Estado que hizo el titular del Cemida. Pidió que lo fusilen en vez de ser juzgado.
Pascual Oscar Guerrieri, el militar retirado de más alto rango de los enjuiciados por robo de bebés en Paraná, pidió ampliar su declaración indagatoria este jueves, irritado por las expresiones de su camarada democrático Horacio Ballester.
La furia de Guerrieri –ex segundo jefe del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario– alcanzó su clímax cuando, con una alta dosis de teatralidad, pidió al Tribunal que lo fusile. “Hoy todavía sigue la guerra contra nosotros, ha tomado el camino jurídico. En todos lados están juzgando militares por esto. En primera línea de la guerra jurídica están los jueces federales. Cuando cambiaron la ley de Obediencia Debida, ¿por qué no pusieron la ley de fusilamiento? Estaría contento de estar frente a un pelotón de fusilamiento. Si es posible que nos fusilen, le peticiono a las autoridades”.
El represor intentó desligarse de la Doctrina de la Seguridad Nacional –sobre la que se había explayado Ballester– diciendo que como “soldado” no era “responsable de la política nacional que adoptan los gobiernos de turno”. Y agregó: “¿Qué podíamos hacer nosotros cuando el país adoptó una posición ideológica, política, en el bloque de naciones al que se adhirió?”.
Sin embargo, más adelante se refirió a esa Doctrina como una “mentira” y dijo: “Jamás he tenido en la mano ningún manual de la Doctrina de Seguridad Nacional, ni ningún norteamericano me vino a decir que hiciera esto. Lo hicimos en Argentina o lo hicieron los que lo tenían que hacer” .
15 Sep
Raúl Gullino contó cómo fue la adopción de Sabrina luego de haber sido abandonada por los represores
El padre adoptivo de la hija de los desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela declaró en el juicio por la causa Hospital Militar. También lo hizo el hermano de Raquel, Jorge Rogelio Negro; el titular del Cemida, Horacio Ballester; y la directora del Banco Nacional de Datos Genéticos, María Belén Rodríguez Cardozo.
“Nunca nos imaginamos que Sabrina era hija de desaparecidos. Siempre pensamos que el mecanismo era otro: que los militares se quedaban con los hijos de los desaparecidos o que se los entregaban a los conocidos”, contó este jueves ante el Tribunal Oral Federal el bioquímico jubilado Raúl Francisco Gullino, padre adoptivo de la hija de los desaparecidos Raquel Negro y Tulio Valenzuela. En su declaración en el juicio por la causa Hospital Militar, confirmó que los primeros días de abril fue con su esposa a retirar a la beba por orden de la Justicia de Menores al Hogar del Huérfano de Rosario, donde había sido abandonada por los represores en el marco del plan para la sustracción de Sabrina y su hermano mellizo por el cual se juzga a Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Jorge Fariña, Walter Pagano, Marino González y Juan Antonio Zaccaría.
“Con mi esposa nos casamos en marzo de 1973 y la intención era tener un bebé. Lo estuvimos buscando un tiempo prolongado y el bebé no aparecía. Entonces decidimos empezar a hacer tratamientos de fertilidad, que en ese momento no eran como hoy en día en cuanto a la eficacia; y estuvimos tres años aproximadamente y no conseguimos el embarazo. En ese momento decidimos adoptar un bebé”, relató Gullino.
“Nos anotamos en un listado del Juzgado de Menores de los Tribunales de Rosario; tuvimos un periodo de espera en el cual nos hicieron entrevistas. Quedamos a mal espera de recibir noticias y un día estábamos almorzando con mi señora y en Canal de 3 de Rosario aparece un movilero que va a hacer una nota al Hogar del Huérfano, porque habían dejado abandonado un bebé. Hicimos el comentario: ‘A ver si es para nosotros esta beba’”, continuó.
Tres o cuatro días después, el matrimonio recibió un llamado de la Justicia avisándoles que había una niña que le correspondía a ellos por el orden del listado. Una vez en Tribunales, les confirmaron que se trataba de la misma criatura que había sido abandonada; les dieron la opción de ir a retirarla ellos al hogar y aceptaron.
“En el Hogar del Huérfano nos hicieron pasar, la madre superiora nos mostró a Sabrina y nos dijo que la habían dejado abandonada en la puerta; pero no vieron nada, no escucharon nada. Alguien que salía o que entraba se encontró con la bebé y la tuvieron a su cuidado. Estuvimos un rato con Sabrina, hicimos la parte legal y ya la llevamos”, recordó. Eso fue el 3 de abril del 78, una semana después del abandono.
En el juzgado les dijeron que la niña podía tener en ese momento entre 35 y 40 días. En base a ese dato sacaron como fecha probable de nacimiento el 27 de febrero. Después un médico les dijo que podía tener menos días, 30, y ese cálculo coincide con la fecha real de nacimiento en el Hospital Militar de Paraná, que sería el 3 o 4 de marzo. “El estado de salud era bueno. La misma tarde que la retiramos la llevamos a un pediatra, pesaba 2,400 kilos y lo único que tenía era la cola muy paspada, pero en dos o tres días se solucionó el problema”. Nunca tuvieron conocimiento ni sospecharon que fuera melliza.
Sabrina nunca desconoció su condición de adoptada, ya que sus padres se lo fueron haciendo saber desde muy chica. Pero nunca se imaginaban ellos que era hija de desaparecidos: “Siempre pensábamos que el mecanismo era otro”, acotó.
Emocionado, Gullino dijo que lo único que le ocultaron a su hija fue que había sido abandonada, como forma de protegerla. Recién se lo contaron días antes de que se realizara el análisis de ADN, cuando ya los habían llamado desde el Juzgado Federal de Paraná y tenían la firme sospecha, por la información que habían leído en la prensa, de que era la hija melliza de Raquel Negro y Tulio Valenzuela.
Finalmente, Francisco hizo un agradecimiento a “todos los que han ayudado a Sabrina en todo este proceso, llámese la organización HIJOS, Abuelas de Plaza de Mayo, Secretaría de Derechos Humanos, a sus hermano Sebastián y Matías, a toda la gente que nos ha tocado conocer acá en el Juzgado Federal de Paraná que nos han tratado en forma tan amable”.
El mensaje del hermano de Raquel
«Quisiera hacer un pedido y un deseo: que con todo esto haya alguna persona que se mueva, que le llegue, que le toque, y que diga algo sobre mi sobrino; que dé una noticia», dijo Jorge Rogelio Negro, hermano de la desaparecida Raquel Negro, al declarar en el juicio por la apropiación de niños en el Hospital Militar de Paraná. “Porque sería bárbaro, como fue hermoso encontrar a Sabrina, llegar a concretar esto con la llegada de mi sobrino. Por eso pido a quien sea que aporte algún dato para poder llegar al final de todo esto”, agregó ante el Tribunal.
“Y también quiero decir que yo a Tulio Valenzuela, el papá de Sabrina, lo vi una sola vez en mi vida, no puedo decir que lo conocí, pero si conocí bien a Marcelino Álvarez y a Raquel Negro: estoy seguro que los tres relamente estarían orgullosos de sus hijos, muy orgullosos, de haber llevado adelante todo esto y también el haberse conocido, haberse querido tanto y llevarse tan bien”, remarcó.
Jorge Rogelio Negro recordó que en enero de 1978 una persona dejó a Sebastián –el hijo mayor de Raquel– en su casa, con una carta de la madre que decía que se iba a tener que quedar allí por un tiempo prolongado.
En ese momento Raquel estaba detenida en la Quinta de Funes. Luego, un mes y medio después, él y su familia recibieron una carta de Tulio Valenzuela donde les contaba que los tres habían sido secuestrados en Mar del Plata el 2 de enero y detallaba la Operación México, de la cual él participó simulando complicidad con los represores para luego denunciarlos internacionalmente.
El testigo también remarcó que, luego de enterarse por esa carta del secuestro de Raquel, él y su padre fueron en reiteradas oportunidades a Rosario a intentar obtener información, pero nunca los recibieron. “Nos hacían quedar afuera sentados en un banco tipo plaza y nunca nos atendían. No recuerdo dónde era”, mencionó. También presentaron recursos de hábeas córpus que no tuvieron eco.
“Después, particularmente yo concurrí a muchas reuniones de familiares de desaparecidos, en casas particulares, tratando de saber algo, tratando de averiguar. Terminaban en siendo reuniones para sufrir, porque terminábamos todos mal. Entonces nos fuimos dejando de ver”, dijo.
La búsqueda llevó a la familia a realizar la denuncia ante la Conadep y luego a dar sus muestras de sangre para un eventual cotejo de ADN, que terminó sirviendo para la restitución de la identidad de Sabrina Gullino.
“Nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales»
El coronel retirado Horacio Ballester, titular del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida), aseguró que “nadie está obligado a cumplir órdenes ilegales”, contradiciendo así la habitual estrategia defensiva de los represores de que cumplían órdenes de sus superiores. “El bien de servicio no es la tortura, ni la violación, ni el robo de bebés ni todas esas cosas que hemos visto”, aseguró.
Además manifestó que todo aquel que tenía una postura contraria al terrorismo de Estado, como en su caso, eran expulsados de las Fuerzas Armadas, detenidos o asesinados.
En cuanto al robo de bebés, dijo que la dictadura argentina siguió “el ejemplo de (Francisco) Franco en España, en la post guerra civil”, cuando “también se apropiaron de los hijos de los comunistas”.
Luego arrojó una hipótesis sobre el destino de los niños robados: “Las Abuelas de Plaza de Mayo están haciendo una tarea muy meritoria localizando gente. Creo que van a encontrar los chicos que les entregaron a los represores o a los que dejaron en algún orfanato, pero se deben haber vendido algunos o bastantes al comercio de bebés. A los rubios de ojos claros creo que no los van a encontrar nunca, estarán viviendo en Alemania, en Estados Unidos y no tienen la más mínima idea de quiénes son. Esta es una opinión muy personal”.
En un momento de esta testimonial, el imputado Amelong comenzó a realizar preguntas a Ballester en ejercicio de su autodefensa. Sus interrogaciones apuntaban a artículos de reglamentos militares, en lo que se parecía más a un examen que a un juicio. La situación irritó a la querella, que objetó la intervención del represor, porque en vez de preguntar estaba «alegando».
Sin embargo, el presidente del Tribunal, Roberto López Arango, permitió que el militar ya condenado por gravísimos delitos de lesa humanidad continuara con sus disresiones que nada tenían que ver con los delitos investigados, mientras que amenazó con hacer retirar de la sala al abogado de Abuelas de Plaza de Mayo, Álvaro Baella, por manifestar su disconformidad con la decisión del magistrado.
El militar democrático puso énfasis en la posibilidad de desobedecer las órdenes ilegales: “El militar no es un cumplidor de órdenes robótico, si cumple o no es un problema de conciencia”, afirmó. En otro pasaje citó ejemplos de órdenes a todas luces ilegales que se impartían durante la dictadura: “Un día asaltar una estación de servicio, otro día ir a violar a las detenidas en Ezieza”. La respuesta mereció un extenso aplauso de la sala y provocó la ira de los represores.
Finalmente, María Belén Rodríguez Cardozo, directora del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) con sede en el Hospital Durand, confirmó en el juicio el correcto procedimiento que se llevó a cabo para confirmar la pertenencia de Sabrina Gullino al grupo familiar Valenzuela-Negro. Dijo que “se arribó a lo que se llama probabilidad de parentalidad” con un 99,9999% de precisión, y aclaró que “el 100% nunca se puede obtener matemáticamente”.
15 Sep
Una enfermera del IPP complicó a Torrealday
Una trabajadora del instituto privado contó que allí estuvo internado como NN un recién nacido que había sido derivado del Hospital Militar y dijo que su atención estuvo a cargo de uno de los directores de la institución. Si bien no dio precisiones, se presume que sería el mellizo varón de Raquel Negro y Tulio Valenzuela. Además, un militar retirado afirmó que otras mujeres detenidas fueron trasladadas a dar a luz en Paraná.
Fue una jornada de importantes revelaciones, desde la firmeza y contundencia del testimonio un periodista rosarino, hasta el sorpresivo relato de una enfermera del Instituto Privado de Pediatría y la estremecedora historia de un militar con un hermano desaparecido que fue amenazado por el dueño de la vida y de la muerte en esos años en la provincia para que deje de buscarlo. Fue, en resumen, una jornada intensa.
En el banquillo de los acusados, casi como una postal, estaban cinco de los imputados: Pascual Oscar Guerrieri, recostado contra la pared, en primera fila; detrás suyo, Jorge Alberto Fariña; al medio, adelante, Juan Daniel Amelong, siempre con dos pares de anteojos colgados de la nariz; a la izquierda, adelante, Marino Héctor González, con rostro malhumorado e inflando los cachetes; y más atrás el médico Juan Antonio Zaccaría, inmóvil, sin siquiera realizar un gesto. Walter Salvador Pagano sigue, como desde hace dos semanas, recluido en una sala del fondo y solo apareció por un momento, convocado por el tribunal para un reconocimiento que se le formuló a un testigo. La misma foto incluye a la esposa de Zaccaría, inquieta y charlatana.
La de ayer se presumía una audiencia sin mayores sorpresas, ya casi en el final de la etapa de testimoniales en el juicio por sustracción y sustitución de identidad de los hijos mellizos de Raquel Negro y Tulio Valenzuela, nacidos en el Hospital Militar de Paraná, durante el cautiverio de su madre, en una fecha imprecisa de marzo de 1978.
Pero dos enfermeras del Instituto Privado de Pediatría (IPP), al que fueron derivados los mellizos al día siguiente de su nacimiento, quebraron esa expectativa con importantes revelaciones sobre lo que pudo haber sido la estadía del mellizo varón en la institución
Por ese entonces, a principios de 1978, la flamante sala de neonatología del IPP estaba dividida en dos espacios, uno para incubadoras y otro para cunas, pero también tenía un codo en el que había una incubadora sin caparazón, separada del resto, cerca de la sala de enfermeras, donde se ubicaba a recién nacidos “con alguna situación especial o de mayor gravedad”, según explicó una de ellas, mientras que la otra agregó que allí se colocaba a los bebés “prematuros o de bajo peso”.
Sin embargo, la primera recordó el caso de un chico proveniente del Hospital Militar. “Al niño lo tenían separado, estaba aislado en otro sector de la sala de neonatología, en una incubadora de emergencia que se utilizaba para chicos en riesgo; eso me quedó grabado”, afirmó la mujer. Dos cosas le llamaron la atención a la enfermera: por un lado, que el nene “estaba bien, normal”; y, por el otro, que en la tarjeta de identificación que tenía la incubadora decía NN, en lugar del nombre, como era lo corriente.
La mujer dijo que mientras duró la internación de ese bebé “el que le daba atención era el doctor (Miguel Alberto) Torrealday”. Así, volvió a aparecer en escena el nombre de uno de los directores del instituto al que fueron derivados los hijos de Raquel Negro, a quien sus socios sindicaron como el que estaba a cargo de la sala de neonatología, y que la semana pasada, durante su declaración en el juicio, no pudo sino admitir la presencia de bebés internados como NN en el nosocomio privado.
Cuando preguntó al médico por qué la tarjeta del bebé decía NN, Torrealday “primero no quiso contestar y después dijo que la familia estaba viendo qué hacer con el bebé”. Luego de varias repreguntas –y hasta una intimación del tribunal, a pedido del fiscal José Ignacio Candioti, para que contestara–, la enfermera señaló que el médico le refirió que “los familiares del chico no sabían si le pondrían el apellido del padre o de la madre”, aunque ella entendió que fue “una respuesta medio confusa con la que me quiso conformar”, sentenció.
La maternidad. En la décima audiencia del juicio declaró también Joe Víctor Manuel Erbetta, un ex militar que se desempeñaba en el predio donde funcionaban los batallones de comunicaciones e ingenieros y el Hospital Militar de Paraná.
Joe es hermano de Victorio Coco Erbetta, que se encuentra desaparecido desde el 16 de agosto de 1976. Coco era militante peronista y fue secuestrado del edificio de la Facultad de Ciencias Económicas por efectivos de la Policía Federal que estaban vestidos de civil. Se sabe que estuvo un día en la delegación policial y luego fue trasladado a los calabozos del Escuadrón de Comunicaciones del Ejército. Un ex preso político declaró en sede judicial que una noche lo llevaron hasta la residencia del entonces arzobispo de Paraná, Adolfo Tortolo, y nunca más volvieron a verlo.
Joe dijo que el 10 de septiembre, menos de un mes después del secuestro de Coco, fue convocado por Juan Carlos Trimarco a su oficina. Allí el entonces jefe de la represión en la provincia lo amenazó apuntándole a la cabeza con un arma para que no busque más a su hermano; y a partir de ese momento tuvo limitados sus movimientos dentro del predio militar en el que cumplía funciones.
Sin embargo, el hombre supo, por comentarios de quien era entonces jefe del distrito militar y superior suyo, el coronel Ulises Schor, de la presencia de mujeres que eran trasladadas desde otros centros clandestinos de detención a dar a luz en Paraná. “Entraban mujeres embarazadas a parir en el Hospital Militar”, dijo sin poder precisar cuántas ni con qué frecuencia. “Schor tenía reuniones permanentes con Trimarco y a veces me comentaba que estaban pasando cosas raras, que ingresaban mujeres a tener familia y que luego esas mujeres desaparecían y los hijos tenían destino desconocido. Incluso en ese momento se mencionó mucho un parto de mellizos”, remarcó.
Asimismo, Erbetta contó que parte de sus tareas consistían en atender la guardia en la barrera de entrada al predio y que “en los primeros años (de la dictadura) ingresaban muchos agentes de inteligencia, pertenecientes a lo que en esa época se llamaban grupos de tareas. Llegaban desde Rosario, Santa Fe y Paraná y, por lo general, estaban vestidos de civil”, lo que da cuenta de una presencia constante de personal del Destacamento de Inteligencia 121 del Ejército en la capital provincial. De hecho, a pedido de los fiscales, Erbetta reconoció a Juan Daniel Amelong como uno de esos agentes.
Del Frade habló del rol de los procesados en el equipo represor
Jorge Riani
jriani@eldiario.com.ar
–¡Qué tal, cómo le va Del Frade! No nos vaya a fusilar, eh!
–No, yo no fusilo, Guerrieri.
La charla en un encuentro casual en el pasillo principal del edificio de la Justicia Federal en Paraná, sorprendió a los pocos testigos que escucharon el singular pedido del represor procesado al periodista rosarino que investigó los hechos de represión en el Litoral argentino.
Una agente de Gendarmería expresó su sorpresa en el gesto. Así, con ese encuentro informal, el periodista Carlos Del Frade comenzó su jornada en la sede judicial de Paraná, donde se desarrolla el juicio por el robo y sustitución de identidades de bebés recién nacido en el Hospital Militar, durante la última dictadura militar.
Investigación. Ya ante el tribunal, Del Frade abrió la jornada de audiencias, contando sobre las entrevistas periodísticas que realizó a Eduardo Tucu Costanzo, quien reveló datos precisos sobre el nacimiento de los hijos mellizos de Raquel Negro, la militante que estuvo detenida en la Quinta de Funes, en las afueras de Rosario y fue trasladada al Hospital Militar de Paraná para dar a luz.
El aporte central del periodista rosarino estuvo dado en que habló de los roles que tuvieron los procesados en el grupo represivo y secuestrador de los niños. En ese sentido, basándose en los diálogos con que mantuvo con Costanzo señaló a Jorge Fariña, Pascual Guerrieri y Juan Amelong como los principales responsables.
Los tres comparten condición de procesados en este juicio con Marino González, Walter Pagano y el médico Juan Antonio Zaccaría.
Tras indicar que las entrevistas con Costanzo se sucedieron entre 1997 y 2000 dijo que una de los reportajes los recuerda especialmente y volcó las revelaciones en el libro Matar para robar, luchar para vivir, de 2004, y en el libro El Rosario de Galtieri y Feced, de 2000. “Esa entrevista fue en la casa de Constanzo, en Rosario, muy cerca de la tristemente célebre Casita de los ciegos, donde se produjo un hecho de secuestro y usurpación de personas”.
“En esa oportunidad me ratificaba lo que había pasado en la Quinta de Funes. Constanzo hizo hincapié en las figuras de Guerrieri, Amelong y especialmente Fariña, como los principales responsables de lo que sucedió en la Quinta y en la Intermedia. Allí hablamos de los mellizos nacidos en Paraná y que a Raquel Negro la habían sacado para parir. Me habló de una nena y un nene, pero él había creído que uno de ellos había nacido muerto, estrangulado por el cordón umbilical”, declaró. Una serie de preguntas dejaron como respuesta que el colaborador de la represión no reveló ningún lugar específico donde se produjo el parto, e incluso que no se habló del Hospital Militar.
Manos con sangre. En su relato, Del Frade dijo que Costanzo le entregó una fotocopia de una carta que le envió al ex vicegobernador de Tucumán, Vicente Topa, donde le decía que tenía las manos manchadas de sangre por defender la Patria y que necesitaba plata”. La información brindada por el colaboracionista de la represión, según dijo el periodista rosarino, era que tenga repercusión nacional, cosa que se logró mediante una publicación en el diario Página/12, con un nota firmada por Miguel Bonasso.
“Después de esa publicación se produjo el encuentro más desagradable que tuve (con Costanzo). Frenó el remis en el que trabajaba, se bajó y me dijo: ‘te voy a cortar los huevos por lo que hiciste’. Se mostró molesto por la publicación”, relató Del Frade, a pesar de que su interés inicial era, precisamente, que tenga repercusión nacional su historia.
Motivado por una pregunta del presidente del tribunal, Roberto López Arango, el testigo afirmó que las declaraciones de su entrevistado, Costanzo, coincidieron con la verdad expresada por otras fuentes.
Carlos Del Frade sugirió que se incorpore un documento de 1976 del coronel Alfredo Sotera, donde alude a “los procedimiento por izquierda” que hacía el Ejército Argentino en la jurisdicción del Segundo Cuerpo.
“Allí se habla de procedimientos altamente irregulares, entre los cuales también se habla de menores, y de lo que llamaban BDTS, Bandas de Delincuentes Terroristas Subversivos. Todo eso estaba con el sello de secreto”.
“Cuando secuestran al hijito de la familia Ayastuey, de Gualeguaychú, cuando lo van a recuperar en una casa de menores en Buenos Aires, las llaves del auto del matrimonio se las entrega (Juan Carlos) Trimarco en Paraná a la familia de la mamá. Con esto quiero decir que estos hechos tienen una conexión y que Trimarco estaba al tanto de lo que se conocía como ‘botín de guerra’, es decir, dar al chico como objeto de intercambio”, agregó.
Desde su lugar, el defensor oficial Mario Franchi preguntó, e insistió, sobre los motivos que movilizaba a Costanzo para acceder a la entrevista. Si bien confirmó Del Frade que su entrevistado mostró interés por recibir dinero, afirmó que él se negó a pagarle pero igualmente las entrevistas se hicieron.
“Creo que se veía venir que se terminaba la impunidad de la cual gozaba en ese momento. Tenía una gran necesidad de blanquearse él y deslindar responsabilidades”, dijo. Fue allí cuando reveló que Costanzo fue asesor rentado del ex senador justicialista santafesino Luis Rubeo, pero que luego quedó cesante y desde entonces su situación económica no era buena.
Juan Cruz Varela
http://www.eldiario.com.ar/diario/entre-rios/19984-una-enfermera-del-ipp-complico-a-torrealday.htm
15 Sep
Guerreri se quebró ante el Tribunal y lamentó ser “como un delincuente”
“Con todo el calor de un soldado, me pregunto por qué no pusieron la ley de fusilamiento, porque sería como (Manuel) Dorrego un héroe nacional, y ahora soy un delincuente”, arremetió este jueves el represor Pascual Guerreri.
En una nueva jornada de testimoniales en el juicio oral por la Causa Hospital Militar de Paraná, el imputado amplió su declaración. Emocionalmente quebrado, negó la existencia de la Doctrina de Seguridad Nacional. Por otro lado, el hermano de Raquel Negro, Jorge, narró la llegada de Sebastián Álvarez a la familia. “En enero del ‘78 una persona lo dejó a Sebastián” en su casa de Santa Fe, “lo dejó con una valija que tenía ropa, fotos y una carta” de la detenida-desaparecida Raquel Negro. En el mensaje, la madre pedía que lo cuiden por “un tiempo prolongado”, relató entre recuerdos, conmovido hasta las lágrimas Jorge, el tío de Sabrina y Sebastián. Ante el Tribunal Federal de Paraná, el hombre agregó que semanas más tarde, recibió una misiva “de Tulio (Valenzuela, el padre de los niños) contando lo de la Operación México y lo que pasó en la Quinta de Funes”. También, testimonió el militar retirado, Horacio Ballester, miembro del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida). “Un país dependiente pone al enemigo en su propia población”, definió el hombre de la fuerza, quien fue expulsado por oponerse a la Doctrina de Seguridad Nacional. Luego de un cuarto intermedio, se encuentra aportando información Raúl Gullino, padre adoptivo de Sabrina. De ANALISIS DIGITAL
Por otro lado, se informó que Eduardo Rossi está internado en Terapia Intensiva de la Clínica España, con un cuadro de endocarditis. La familia del médico ratificó que “quiere declarar pero la salud no se lo permite”. En tanto, este viernes testificará a las 10.30 Jaime Dri desde teleconferencia ya que se encuentra en Panamá; por lo cual la audiencia de mañana comenzará a esa hora. También comparecerá el periodista Reynaldo Sietecase, quien entrevistó a algunos de los represores imputados.
Negro: “Sería bárbaro, como fue hermoso encontrar a Sabrina, llegar a encontrar a mi sobrino”
El hermano de Raquel relató que “en enero del ’78 una persona lo dejó a Sebastián” en su casa de Santa Fe, “lo dejó con una valija que tenía ropa, fotos y una carta” de la detenida-desaparecida de que debían “cuidarlo un tiempo prolongado”. Semanas más tarde, recibió “una carta de Tulio (Valenzuela) contando lo de la Operación México y lo que pasó en la Quinta de Funes”, y decía que “estaba todo a cargo de (Leopoldo Fortunato) Galtieri”.
Consultado por el fiscal José Ignacio Candioti, indicó que en la misiva que Valenzuela les envió desde Holanda les comentaba que Raquel “iba a tener familia en marzo del ‘78”. En cuanto si supo dónde fue el nacimiento, aclaró que tomó conocimiento de que el parto se produjo en Paraná con el inicio de las investigaciones. “Nos enteramos que habían sido mellizos por el libro de (Migual) Bonasso Recuerdo de la muerte”, confió.
Luego, se refirió a una carta que remitieron a la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep): “Hicimos la denuncia y explicamos un poco el caso de mi hermana. También hicimos referencia a Marcelino Álvarez, el papá de Sebastián”, precisó.
Por su parte, la abogada querellante Florencia Amore solicitó al testigo que se explaye sobre el proceso de búsqueda: “Enviamos la carta a la Conadep, hicimos una habeas corpus, fuimos varias veces a Rosario, pero nunca nos atendían en los tribunales. Después concurrí a muchas reuniones de familiares de desaparecidos, que nos encontrábamos en casas particulares tratando de encontrar algo, de averiguar. Lo que pasa es que esas reuniones terminaban como reuniones para sufrir, entonces nos fuimos dejando de ver. También dimos sangre en Santa Fe, mi madre y yo. Mis padres luego viajaron a Buenos Aires a reunirse con Abuelas y Madres de Plaza de Mayo”, detalló.
Paso seguido, mencionó: “En una época vivimos en Formosa, pero siempre que veníamos nos reuníamos con gente. Siempre hubo un comentario de que a mi hermana la habían visto en tal lado, por lo general afuera del país. Yo me juntaba con esa gente y en definitiva no se llegaba a nada. En ese momento había muchas versiones, que al final no fueron ciertas”.
“Después empezó todo esto, que lo tomó Sebastián. Y cuando apareció Sabrina siguieron ellos. Es todo mérito de ellos”, subrayó, al tiempo que narró que fue Sebastián quien se trasladó a su casa para informarlos sobre el hallazgo.
Por último, muy conmovido, Negro pidió expresar unas palabras: “Quisiera hacer un reconocimiento o una especie de homenaje a dos personas, que son mis padres. Que al haber empezado esto con todo su sufrimiento, porque yo en ese momento lo sufrí como hermano o por ahí no lo dimensionaba, ahora tal vez sí porque soy padre. Nunca vi que mis padres bajaran los brazos, por más que el sufrimiento sea mucho, porque se notaba. Nunca me desmoronaron que ellos estaban destruidos, como estuvieron”.
“Siempre trataron de salir adelante y si por ahí hubo cosas que se podrían haber hecho, no puedo reclamarles nada, al contrario. Todo mi amor hacia mis padres, que han llevado esto de la mejor manera que han podido”, continuó.
Además, expresó: “Desearía que con todo esto haya alguna persona que se mueva, que le llegue, le toque, que hable y diga algo, porque sería bárbaro como fue hermoso encontrar a Sabrina, llegar a encontrara a mi sobrino”. Por ello, pidió que “quien sepa algo aporte para llegar a la verdad de todo esto”.
“También quiero decir que a Tulio lo vi una sola vez en mi vida, entonces no puedo decir que lo conocí. Pero sí a Marcelino y a Raquel. Y estoy seguro de que los tres estarían muy orgullosos de sus hijos, de haber llevado adelante todo esto y de quererse como se quieren. Y creo que es el mejor homenaje que le pueden hacer a sus padres”, finalizó emocionado, tras lo cual fue aplaudido por los presentes en la sala.
http://www.analisisdigital.com.ar/noticias.php?ed=1&di=0&no=15327
15 Sep
Día 10: Las confesiones de Costanzo, la intervención de Torrealday y la impunidad de los asesinos
En el juicio por la causa Hospital Militar, Del Frade contó la versión de Costanzo de que Fariña se llevó a la hija mujer de Raquel Negro. El hermano de Coco Erbetta dio detalles de la impunidad de que gozaban los represores. Una testigo dijo que Miguel Torrealday le dio una explicación “medio confusa” cuando le preguntó por qué había un niño sin identidad en el IPP, proveniente del Hospital Militar, en 1978.
Por Alfredo Hoffman (especial para Mesa Juicio y Castigo)
En la décima jornada de debate del juicio oral y público por robo de bebés durante la dictadura se escucharon tres testimonios de peso: el del hermano del desaparecido Victorio Erbetta y militar retirado, que dio cuenta de la internación de embarazadas detenidas para dar a luz en el Hospital Militar de Paraná, lo que refuerza la hipótesis del funcionamiento de una maternidad clandestina; el de una enfermera del Instituto Privado de Pediatría que declaró haber atendido a un bebé NN proveniente del nosocomio castrense al que atendía el médico Miguel Torrealday; y el del periodista rosarino Carlos Del Frade, quien aseguró que durante, una entrevista, el represor Eduardo Costanzo le dijo que el imputado Jorge Fariña se había llevado a la hija mujer de Raquel Negro después del parto.
Por el robo de los mellizos de Negro –nacidos en el Hospital Militar entre febrero y marzo de 1978– y la sustitución de sus identidades, el Tribunal Oral Federal de Paraná juzga a seis represores: Fariña, Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Marino Héctor González, Walter Salvador Pagano y Juan Antonio Zaccaría.
Del Frade brindó un testimonio basado en las revelaciones que le hiciera Costanzo –miembro de uno de los grupos de tareas rosarinos– acerca del parto de Raquel Negro. Durante entrevistas periodísticas, el ex servicio de inteligencia que es testigo en la causa le contó que la detenida había tenido mellizos en Paraná, un varón y una mujer, y que el varón murió en el parto por estrangulamiento con el cordón umbilical. Esto se lo dijo Costanzo durante las entrevistas realizadas en la década del 90, cuando sólo se sabía que Raquel había sido traída a la capital entrerriana para el parto –por el libro de Miguel Bonasso, “Recuerdo de la muerte”– pero no se sabía nada sobre los niños. También Costanzo le dijo que “Fariña se la llevó” a la bebé mujer.
Asimismo, Del Frade dijo que entrevistó en dos ocasiones a Amelong en Rosario y en ninguna de las dos oportunidades el imputado quiso hablar sobre el caso de los hijos de Negro.
“He realizado entrevistas a Costanzo, en tres o cuatro oportunidades, sin grabación de por medio. Y he hablado con él sobre el tema de Raquel Negro. Las primeras entrevistas se dieron en 1997, las otras en 1998 y contactos informales a posteriori, probablemente en 1999 y 2000”, recordó.
“Recuerdo especialmente una nota con Costanzo porque la escribí en el libro ‘Matar para robar, luchar para vivir’, de 2004, y también en ‘El Rosario de Galtieri y de Feced’, del año 2000. Esa entrevista fue el 15 de diciembre de 1997. Particularmente la recuerdo porque fue en el domicilio del propio Costanzo en Pueyrredon al 2900 de Rosario; muy cerca de un lugar tristemente célebre que fue la Casita de los Ciegos, que fue un hecho de secuestro de personas de 1977. La entrevista fue al mediodía, Costanzo estaba con un traje marrón y exhibía una corbata con dibujos de Pluto, Mickey, Tribilín, esos dibujos clásicos de Walt Disney. Era contrastante la figura”, rememoró Del Frade ante el Tribunal.
“Costanzo me ratificaba la necesidad que tenía de hablar de lo que había pasado en la Quinta de Funes, porque en las entrevistas en la calle o en los bares cercanos a las radios donde yo trabajaba ya me había dicho su intención de contar mucho más que lo que había contado Bonasso en ‘Recuerdo de la muerte’. Siempre me decía si podía conseguir dinero de por medio y le dije que no. Después se dio cuenta de que dinero no tenía pero sí ganas de contar su versión”, continuó.
Durante aquella conversación el represor “hizo especial hincapié en las figuras de Guerrieri, Amelong y especialmente Fariña como los principales responsables de lo que sucedió en la Quinta de Funes y en La Intermedia”. Añadió que allí hablaron de los mellizos nacidos en Paraná y Costanzo le reveló que habían nacido un nene y una nena. “Pero él había creído, o por lo menos recordó y lo escribí así en los dos libros, que uno de ellos había nacido muerto como estrangulado por el cordón umbilical. Allí profundizó en la idea de que los responsables eran Amelong pero especialmente Fariña, de quien además me decía que había hecho mucho dinero con una agencia de seguridad que trabajaba o que tenía su oficina en frente del diario La Capital, en Sarmiento entre Santa Fe y Córdoba”.
«En aquel momento me dijo que nos íbamos a volver a ver después de las fiestas, que me iba a entregar un documento que quería que hiciera público en la prensa nacional. Después de navidad me entrega la fotocopia de una carta documento que le había enviado al entonces vicegobernador de Tucumán Vicente Topa, diciéndole que tenía las manos manchadas de sangre por defender la patria y que necesitaba ayuda económica. Eso lo publiqué en ‘El Rosario de Galtieri y de Feced’ con un facsímil y se lo envié a Miguel Bonasso para que lo publicara en Pagina 12, en los primeros meses de 1998. Es allí cuando tengo el encuentro más desagradable con Costanzo, después de la publicación, en Dorrego y Montevideo de Rosario: para el auto, porque trabajaba como remisero, se baja y me dice ‘te voy a cortar los huevos por lo que hiciste’. Le respondo: ‘querías que se publicara nacionalmente y se publicó’. Después sigue en el auto con la promesa de que iban a seguir las charlas”, relató.
El periodista subrayó que la mayoría de los hechos denunciados por Costanzo “a la larga se demostraba que si no eran químicamente precisos, terminaban siendo cercanos a la verdad” que expresaban sus fuentes. “Y eso se demostraba cuando uno comenzaba a revisar por distintos testimonios sobre el presente de Fariña, en aquel momento, de Amelong”, agregó.
“Las investigaciones nos llevaron a un documento que sugiero que se tenga muy en cuenta, que es el elaborado por el entonces coronel Alfredo Sotera, que en noviembre de 1976, según la causa ‘Agustín Feced y Otros’, habla de los procedimientos por izquierda que hacia el Ejército argentino en el área de jurisdicción del Segundo Cuerpo. En aquel momento Sotera era el jefe del Destacamento de Inteligencia del Segundo Cuerpo del Ejército y allí se habla de procedimientos altamente irregulares, entre los cuales se habla de lo que se hacían con los menores de los BDTS (Banda de Delincuentes Terroristas Subversivos). Tiene un sello que es estrictamente secreto y confidencial”, aportó.
También habló de la intervención en la represión ilegal del ex comandante del Ejército en Entre Ríos, Juan Carlos Ricardo Trimarco, declarado inimputable en la causa Hospital Militar: “El 12 de octubre del 76 hubo cambio de comandante, se había ido el que había organizado todo esto, Ramón Genaro Díaz Bessone, y había asumido Leopoldo Fortunato Galtieri; y aquí asumía Trimarco. Digo esto por un detalle de una investigación a posteriori, cuando secuestran al hijito de la familia Ayastuy, de Gualeguaychú, en Buenos Aires; cuando van a recuperar al chiquito se encuentran que está en una casa de menores en Capital Federal, pero las llaves del auto del matrimonio se la entrega Trimarco en Paraná a la familia de la mamá. Con esto quiero decir que estos hechos tienen una conexión, que sabía Trimarco perfectamente qué pasaba con lo que se llamaba el botín de guerra, tanto un chico como bienes materiales”.
Ante una pregunta de Fiscalía sobre el destino de alguno de los bebés de Negro, sostuvo: “Costanzo hacía especial hincapié en la figura de Fariña y, por el tono de la voz, lo ubicaba al lado de Fariña a Amelong”. Además recalcó que Costnazo dijo “se la llevó Fariña” en referencia a la nena Raquel, o sea Sabrina Gullino.
También el represor le contó sobre quiénes integraban el grupo de tareas: “A la cabeza Fariña; Amelong, Walter Pagano, los hermanos Isach, Costanzo como uno de los guardias, otro policía de apellido Torres. Con el tiempo percibí que formaban parte directamente del área de Inteligencia del Segundo Cuerpo. Le dijo también que Fariña era “uno de los principales responsables” de la Quinta de Funes, pero “habitualmente llegaban oficiales de más alto rango, como Guerrieri o en algún momento Galtieri”.
“A mí no me cabía duda de que Costanzo tenía vinculación con los hechos que manifestaba”, dijo, pero agregó: “Lo que aportaba tenía verosimilitud. Veníamos de haber leído la obra de Bonasso, donde lo ubicaba a Costanzo como uno de los guardias de la Quinta de Funes y también tenía conocimiento de La Intermedia, de la escuela Magnasco. Incluso me dice que jugaban al fútbol con los que estaban detenidos. A mí me producía una sensación muy perversa”.
“Sobre Raquel Negro dijo que tuvo mellizos y nada más. Porque en aquel momento mi búsqueda era que me dijeran el destino de los cuerpos de los desaparecidos y de los chicos secuestrados. Y hasta el día de hoy sigo con esos dos objetivos”, destacó. “A mí me dio la sensación que Costanzo sabía perfectamente lo que había ocurrido, en ningún momento me daba la sensación que fabulaba”, agregó.
Amelong, en cambio, no quiso hablar sobre los bebés de Raquel Negro: “Me dijo que había hecho lo que había hecho porque lo que él entendía como la subversión había matado al padre. No se abundó más”.
“Y… era el doctor Torrealday”.
Una enfermera que declaró este miércoles mencionó el nombre de Torrealday ante preguntas relacionadas con quién era su jefe y quién atendía a un niño derivado del nosocomio de avenida Ejército que ella vio en el servicio en 1978. “Me parece que sí, que había un bebé derivado del Hospital Militar, un niño, que estuvo internado un día y medio o dos”, dijo la testigo ante una de las primeras preguntas. Sobre quién le prestaba atención, indicó: “Y… era el doctor Torrealday”.
La mujer habló de un varón y no de mellizos, y según sus cálculos pesaba alrededor de 3 kilos, por lo cual no pensaba que hubiera nacido en un parto múltiple. Estaba bien de salud, pero de todos modos estaba alojado un sector reservado para casos complicados. “Lo recuerdo porque lo habían separado, lo tenían aislado en otro sector de neonatología, no sé por qué. Es como que me quedó grabado eso”.
El Tribunal insistió en preguntarle por qué recordaba el caso. “A mí me llamó la atención porque lo tenían separado”, sostuvo. Pero un poco más adelante, ante otra interrogación, surgió otra explicación: dijo que había visto en algunas ocasiones que en la tarjeta donde se identificaba a los pacientes decía “NN”, y deslizó: “Ese niñito tenía NN”.
“Se le ponía NN porque no habían dado con la familia, no había ningún familiar. En esa época no se podía preguntar mucho tampoco, porque no le informaban demasiado. Si una preguntaba no le informaban”, continuó. “¿A quién le preguntó?”, inquirió el presidente del Tribunal, Roberto López Arango. “Al doctor Torrealday, y me respondió que la familia, que iban a ver… que estaba la familia viendo lo que hacían con el niñito. No sabía bien el apellido, si iba a llevar el apellido de la mamá o del papá. Y el nombre todavía no lo habían confirmado”, dijo desordendamente. “Fue algo medio confuso, como que me quiso conformar y bueno, me dijo… Como queriendo decir eso”, siguió.
De todas maneras, ese niño permaneció identificado como NN hasta que abandonó la clínica: “No sé quién lo llevó ni cuándo. Se fue de alta, según me dijeron”. Esta afirmación se contrapone con el testimonio del neonatólogo paranaense, quien aseguró que tomó conocimiento de la internación de criaturas sin identidad recién en 1989, mientras revisaba el libro administrativo y leyó los registros de dos NN en julio de 1978 y de Soledad López y NN López en marzo.
Otra enfermera de neonatología que declaró ayer no aportó datos. Mientras tanto, el testimonio del socio del IPP que aún no compareció por problemas de salud, Jorge Eduardo Rossi, se fijó para el miércoles 21 a las 10.
La maternidad clandestina
Joe Erbetta declaró que quien era su jefe en el Distrito Militar Entre Ríos, Ulises Chort, le reveló sobre le traslado de detenidas al hospital para dar a luz. “Hizo referencia a que las mujeres desaparecían y los hijos tenían un destino desconocido”, agregó. Incluso señaló que “se mencionó mucho un parto de mellizos en ese momento”, en probable alusión a los hijos de Negro.
Erbetta también dijo que cuando realizaba guardias en el ingreso a los cuarteles constató la entrada de hombres que pertenecían a los grupos de tarea, que se dirigían a los centros clandestinos de detención del Batallón de Comunicaciones y de La Escuelita, donde se vienen realizando excavaciones en busca de restos de desaparecidos.
Joe tiene un hermano desaparecido, Victorio ‘Coco’ Erbetta, que fue secuestrado el 16 de agosto de 1976 cuando era estudiante de Ingeniería de la UCA. “Estuvo detenido en el Batallón de Comunicaciones Blindado II”, afirmó.
En su testimonio, relató los detalles que averiguó sobre el terrorismo de Estado: “Los hombres que estaban detenidos allí no eran asistidos, las mujeres sí, según mi jefe en ese entonces, el teniente coronel Chort. Sobre todo las mujeres que ingresaban detenidas embarazadas en el Hospital Militar.
Con el teniente coronel Chort teníamos una afinidad dado que también había sido jefe de mi padre, ambos eran del arma de Comunicaciones. La vedad que era un hombre que detestaba lo que se estaba viviendo”.
En otro pasaje describió cómo Trimarco lo amenazó de muerte: “El 10 de setiembre de 1976 el general Trimarco me hace llamar a sus despacho a los efectos de que no buscara más a mi hermano, que no intentara averiguar dónde estaba detenido y qué pasaba con él. Me hace saber que era un subversivo, que no lo buscáramos más ni yo ni mi familia. Y me amenaza con un arma apuntándome a la cabeza. Cuando regreso al Distrito Militar a los pocos días, Chort me llama al despacho y me dice que a partir de ese momento no me retirara a ningún otro sitio de la zona cuartes o al comando sin su conocimiento, que todo movimiento que hiciera lo hiciera bajo su conocimiento”.
Su jefe tenía reuniones semanales en la Brigada con el general Trimarco y el resto de los jefes a los efectos de recibir órdenes o transmitir novedades. “En esos momentos se comentaba estos temas de las detenciones. Estaba el director del hospital también. Y estos casos de embarazadas se divulgaba y él me lo contaba cuando tenía ganas de decírmelo; que estaban pasando cosas muy raras”, subrayó.
Chort también hizo referencia a que “las mujeres desaparecían y los hijos tenían un destino desconocido”. Agregó que las mujeres las traían de centros clandestinos de detención de todo el litoral, donde el Segundo Cuerpo tenía jurisdicción. Sobre el caso de Raquel Negro, indicó: “Se mencionó mucho un parto de mellizos en ese momento. Los nombres no los disponía”.
“Yo hacía guardia en la barrera, en el ingreso a la zona de cuarteles. Reforzaban todo el cordón del ingreso a distintas unidades con personal, un suboficial con 12 soldados. Esa gente a la noche, por lo general los suboficiales, comentaban lo que estaba pasando principalmente en Comunicaciones y en el hospital”, rememoró.
Cuando hacía guardia en la barrera, constataba el ingreso de “los servicios de Inteligencia, que se llamaba en ese momento grupos de tarea; se identificaban como personal de Inteligencia, de Rosario, Santa fe y Paraná, por lo general de civil”.
En ese momento la Fiscalía, con adhesión de la querella, propuso que mirara a los imputados y dijera si reconocía a alguno. Luego de la oposición de la defensa, el Tribunal hizo lugar y mandó a llamara a Pagano, quien viene estando ausente en la sala. El represor ingresó riéndose y haciendo bromas con sus ex camaradas. Erbetta miró fijamente uno a uno a los acusados y reconoció a Zaccaría como “médico del Hospital Militar” y dijo tener dudas sobre Amelong.
14 Sep
El periodista Del Frade contó sus entrevistas a Costanzo y Amelong
El periodista santafesino Carlos Del Frade, autor de varios libros sobre hechos sucedidos en la dictadura en su provincia, declaró por casi una hora en la décima jornada del primer juicio por delitos de lesa humanidad ocurridos en la provincia de Entre Ríos.
Consultado si conocía a los imputados, Del Frade explicó que, en el marco de su trabajo periodístico entrevistó a Juan Amelong, y también mencionó que reporteó a Eduardo Costanzo, testigo en la causa.
«Trabajo de periodista desde hace 25 años. Con Costanzo hablé en tres o cuatro oportunidades, algunas veces sin grabar. Las primeras entrevistas se dieron en 1997. Las otras se sucedieron en 1998 y los contactos informales a posteriori. Hay una charla que recuerdo especialmente porque la escribí en el libro Matar para robar, luchar para vivir, del año 2004, y también en el libro El Rosario de Galtieri y de Feced, del año 2000. La entrevista es del 15 de diciembre de 1997. La recuerdo particularmente porque fue en el domicilio de Costanzo en calle Pueyrredon al 2900 en Rosario. Fue al mediodía. Constanzo vestía un traje marrón y exhibía una corbata con dibujos de Pluto, Mickey, Tribilín y personajes de Walt Disney. Era contrastante», indicó.
«Me ratificó su necesidad de hablar de lo ocurrido en la Quinta de Funés. Antes, en entrevistas en bares o lugares cercanos a las radios donde yo trabajaba me había dicho que quería contar mucho más que lo que había contado Bonasso en Recuerdo de la muerte. Me decía si podía conseguir dinero y yo le decía que no, pero siguió hablando conmigo», continuó Del Frade.
«En esa entrevista hizo especial hincapié en las figuras de Guerrieri, Amelong y más especialmente Fariña, como principales responsables de lo que sucedió en la Quinta de Funés y en la intermedia. Allí hablamos de los mellizos nacidos en Paraná, de Raquel Negro. No me precisó lugar, me dijo que la habían sacado para parir, y me habló de dos: una nena y un nene. Él había creído que uno de ellos había nacido muerto, estrangulado por el cordón umbilical. Profundizó en la idea de que los responsables eran Amelong, pero especialmente Fariña, de quien además me decía que había hecho mucho dinero con una agencia de seguridad que tenía oficina enfrente del diario La Capital, en Rosario, en Sarmiento entre Santa Fe y Córdoba. Me dijo que nos íbamos a volver a ver después de las fiestas, que me iba a dar un documento que quería que lo hiciera público en la prensa nacional. Después de Navidad, me entregó la fotocopia de una carta documento que le había enviado al vicegobernador de Tucumán, diciéndole que ellos tenían las manos manchadas de sangre por defender la patria y que necesitaba ayuda económica. A eso lo publiqué como un facsímil en el libro y se lo envié a Miguel Bonasso para que lo publicara en Página/12, cosa que ocurrió en los primeros meses de 1998. Es allí cuando tuve el encuentro más desagradable con Constanzo luego de la publicación, nos encontramos en la calle Dorrego y Montevideo, de Rosario. Él paró el auto -trabajaba como remisero- y me dijo «te voy a cortar los huevos por lo que hiciste». Se fue con la promesa de que iban a seguir las charlas. Ese documento me permitió a mí acreditar la existencia de las entrevistas», expuso el testigo.
«La mayoría de los hechos denunciados por Constanzo, a la larga se fue demostrando que sucedieron. Se fue demostrando cuando uno empezaba a revisar testimonios sobre aquel presente de Fariña y Amelong. Las investigaciones posteriores nos llevaron a un documento que sugiero que se tenga muy en cuenta, elaborado por el entonces coronel Alfredo Sotera, que en la causa original «Agustín Feced y otros» habla de procedimientos por izquierda que hacía el Ejército en el área del II Cuerpo. Allí se habla BDTS, Bandas de Delincuentes Terroristas Subversivos, en 1976, y de irregularidades graves cometidas. Hay que recordar que el 12/10/1976 hubo cambio de comandante. Se había ido Ramón Genaro Díaz Bessone y había asumido Leopoldo Fortunato Galtieri y aquí asumí en Entre Ríos Trimarco. Digo esto no por excederme, sino por un detalle de una investigación a posteriori. Cuando secuestran al hijito de la familia Ayastuy, de Gualeguaychú, cuando lo van a recuperar se encuentran con que estaba en una casa de menores de Capital Federal, pero las llaves del auto del matrimonio se las entregó Trimarco en Paraná a la familia de la mamá. Con esto quiero decir que estos hechos tienen una conexión que vincula a Trimarco, que sabía perfectamente qué pasaba con el botín de guerra, sea tanto un chico como un auto», añadió.
Se le preguntó si Constanzo le dijo quién se había quedado con los bebés y Del Frade dijo que «hizo especial hincapié en la figura de Fariña e inmediatamente, por el tono de voz, lo ubicada en un menor relieve a Amelong».
– ¿Le dijo Constanzo qué funciones desempeñaba Fariña en 1978?
– Si, en realidad, lo que Constanzo relataba es lo que comenzó a ocurrir en 1977, cuando se alquila la propiedad de la Quinta de Funes. Comienza a funcionar entoncea y Fariña era uno de los principales responsables. Y dijo que habitualmente llegaban oficiales de más alto rango, como Guerrieri o Galtieri, como está en el libro de Bonasso.
– ¿De las personas que trabajaban junto a Fariña refirió algo Constanzo?
– Al que más mencionaba era a Amelong.
– ¿Le mencionó si lo conocía a Paul Navone?
– No.
– ¿Sobre Paraná no le dijo nada en especial?
– No me consignó lugar preciso, pero me dijo que habían nacido en Paraná. Luego con la publicación de Página/12 se cortó el diálogo y no tuve mayores precisiones.
– ¿Le mencionó el Hospital Militar?
– No.
– ¿Cuál fue para usted la motivación de Constanzo?
– Creo que se veía venir la impunidad. Él fue asesor rentado en el Senado nacional de Luis Rubeo. A mediados de la década del ’90, Rubeo lo dejó cesante. Y comenzó a buscar un sustento económico. Me contó que traía verdura de Tucumán, puso remises. Antes habló con los periodistas Acosta y Sietecase. Tenía necesidad de hablar. A mí se me acercó por cuestionamientos a un primer libro, en donde yo no hacía mención específica a Fariña y Amelong. Y él me preguntó si yo había arreglado con ellos.
– ¿Le aportó algún dato sobre Raquel Negro?
– No, me dijo que tuvo mellizos y nada más. Mi búsqueda era sobre el destino de los cuerpos de los desaparecidos y de los chicos secuestrados. Y hasta el día de hoy sigo con esos objetivos.
– ¿Sabe quiénes integraban el grupo de tareas de Funes?
– A la cabeza Fariña, Amelong, Walter Pagano, los hermanos Isach, Constanzo como uno de los guardias, un policía de apellido Torres, esos serían los más conocidos. Ese grupo de tareas, con el tiempo, percibí que formaba parte de Inteligencia del II Cuerpo. Otros grupos dependían de Informaciones de la Policía Federal.
– ¿No investigó si Fariña se quedó con uno de los bebés?
– Hice dos cosas. Constanzo me había dicho que la empresa de seguridad de Fariña trabajaba en la Bolsa de Comercio de Rosario. Fui allí a pedir los números, pero ya no trabajaba allí. También fue enfrente de La Capital, pero tampoco lo encontré. Lo que sí puedo agregar de Fariña es que tuvo mucha relación con Agustín Feced.
«Él decía: ‘A los chicos de Raquel Negro se los llevó Fariña. Ya te voy a contar. Y eso nunca llegó’. Los tiempos en las entrevistas son manejados por los entrevistados. Yo le preguntaba cada tanto, pero ese día nunca llegó», contó el periodista.
Amelong, en su carácter de defensor de sí mismo, intervino:
– Niego que hayan sido dos entrevistas, sino una. Que ratifique o rectifique y que diga el motivo.
– La primera fue telefónica Amelong, y la segunda personalmente en Tribunales.
– Eso fue la misma cuestión. Y la que refiere en segundo término fue un careo en el juicio por la causa Guerrieri y no una entrevista.
– Acabo de decir eso: que la segunda entrevista fue en Tribunales.
El intercambio y la insistencia de Amelong motivaron rumores entre el público y se dio por aclarada la cuestión.
– De acuerdo a sus investigaciones, ¿da crédito a que uno de los chicos nació muerto?
– Tengo claro que el nacimiento de los mellizos ocurrió. Y que el primero que lo dijo fue Constanzo. Es probable que haya tenido esa información de que nació muerto. Y después dijo que Fariña «se la llevó», aludiendo a la nena.
http://www.lt14.com.ar/noticias/23454-el-periodista-del-frade-conto-sus-entrevistas-a-costanzo-y-amelong.html
14 Sep
En la Noche y la Niebla
En las últimas audiencias declararon tres de los cuatro socios propietarios del Instituto Privado de Pediatría. Al igual que en el Hospital Militar, algunas enfermeras aportaron datos relevantes sobre la estadía de Sabrina y su hermano en aquel sitio, confirmando la atención a un paciente que provenía del nosocomio castrense e inscripto como NN. Las contradicciones en los testimonios llevaron a un careo entre Vainstub y Schroeder.
Martín Gerlo
La hipótesis de que el hijo varón de Raquel Negro sufría una cardiopatía congénita severa que le habría costado la vida fue seriamente cuestionada por las personas que tuvieron contacto con él en marzo de 1978: las profesionales del Instituto Privado de Pediatría (IPP) ratificaron que el niño estuvo en una de las “seis u ocho” incubadoras que poseía el lugar –número escaso como para no percatarse de la presencia de un paciente, como argumentaron los médicos- y que su estado de salud distaba mucho de ser el sospechado hasta el momento. Una enfermera negó taxativamente que el chico haya tenido esa patología: “No, para nada” respondió consultada por el Tribunal, sosteniendo que de haber sido así hubiese estado “encima de la criatura», cuando en realidad se le dio una atención normal. A su vez, de todos los testimonios no surge un solo indicio de que el hermano se Sabrina haya sido sometido a una cirugía, la cual –según Alfredo Berduc, quien habló con lujo de detalles sobre el cuadro clínico del niño- es indispensable para evitar su prematura muerte. Por si fuera poco, los mismos socios propietarios del IPP –que poco y nada aportaron a la investigación- afirmaron que si el niño egresó del Instituto, tiene que haberlo hecho con vida. En medio de la confusión, van surgiendo algunos elementos esclarecedores: el silencio, la omisión, el ocultamiento, las contradicciones y la lisa y llana mentira. Todos ellos también quieren decir algo.
El dueño de la vida y la muerte
La mujer trabajaba en el laboratorio del nosocomio castrense de la capital provincial hacía casi dos décadas, pero ese no sería un día más: iba a ver algo que la marcó de por vida. Fue llamada desde el quirófano, donde operaban de urgencia a un paciente NN.
Cumpliendo con su deber, comenzó a buscar un frasco con sangre 0+ y los demás elementos para clasificar a esa persona que se hallaba tendida en una camilla, y de la cual no se olvidaría jamás. Había llegado al hospital con muchas heridas y bañado en sangre, síntomas inconfundibles de un deliberado ataque. Mientras se disponía a consignar los datos del paciente, escuchó detrás suyo una voz que la dejó helada: “No es necesario, si ya se va a morir…”, le dijeron. “No importa, es mi trabajo”, alcanzó a responderle.
“¿Puede decirme quién es la persona que le dijo eso”? le preguntó el presidente del Tribunal, Roberto López Arango. “Sí -respondió nerviosa-: el último que Ud. nombró hoy”, afirmó, moviendo la cabeza hacia su derecha. “¿A quién se refiere?”, insistieron, para que no quedaran dudas. “Al doctor (Juan Antonio) Zaccaría”, manifestó al fin.
“Esa persona murió antes de finalizar la cirugía; lo habían traído como de urgencia. Esa situación me provocó tanta angustia que pensé: ‘¡qué vida desperdiciada!’”, confesó.
Luego de la traumática escena se dirigió a la Sala I del nosocomio castrense. Tomó el teléfono, pero fue inútil: no podía hablar. Nunca más pudo contarlo. Hasta el momento en que le tocó declarar…
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
14 Sep
Carlos Del Frade: “Costanzo estaba dolido porque lo dejaron afuera de muchos negocios”
El periodista dio hoy testimonio en el marco del juicio por la causa Hospital Militar, en el que se investiga el robo de bebés en Paraná durante la última dictadura cívico militar. Del Frade señaló que cree que el represor Eduardo Costanzo declarará. “Él tiene la necesidad de hablar”, dijo
El periodista Carlos Del Frade, declaró hoy en el marco del juicio por la causa Hospital Militar, en el que se investiga el robo de bebés y la existencia de una maternidad clandestina en Paraná. Por su parte, el periodista Miguel Bonasso también estaba citado para declarar hoy, pero posiblemente lo haga por videoconferencia el 22 de setiembre, junto con la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
Antes de ingresar a la sala del Tribunal Oral Federal de Paraná, Del Frade hizo declaraciones a UNO y otros medios de prensa, e indicó que su citación como testigo tiene que ver con una serie de entrevistas que le hizo al represor Eduardo Costanzo, después de la dictadura.
“La verdad es que (hablar con los represores) fue algo muy especial, porque estaban todos libres, y la cuestión no era tan sencilla. Fue interesante separar la paja del trigo en lo que decían e ir armando el rompecabezas que siempre supone la investigación periodística”, dijo.
Consultado sobre si cree que que Costanzo -quien también está citado como testigo- va a declarar en el juicio, Del Frade señaló: “Creo que no va a tener ningún problema en declarar porque tiene la necesidad de hablar, de separar las aguas, ya que él está convencido de que no tiene una relación tan directa con estos hechos como sí la tienen Amelong, Guerrieri y Fariña. Es difícil creerle, pero lo cierto es que está diciendo eso y está aportando muchos datos; y esos datos hay que investigarlos”.
Cabe recordar que en la etapa de instrucción, Eduardo Costanzo había declarado que los militares Juan Amelong y Walter Pagano fueron quienes abandonaron a Sabrina Guillino -uno de los dos bebés de la detenida desaparecida Raquel Negro y recuperada en 2008- en un convento de Rosario. Se espera que declare el miércoles 21.
“Costanzo sentía que se daba cuenta de que se terminaba la impunidad, aunque en ese momento estaba todavía la Ley de Obediencia Debida y Punto Final. Cuando yo lo entrevisté, él estaba trabajando como remisero y en el corretaje de verduras que traía de su provincia, Tucumán. Estaba muy dolido porque lo habían dejado afuera de muchos negocios. Decía que (Jorge) Fariña había hecho mucha plata con el tema de la seguridad privada en Rosario y a mí me daba la sensación que eso era lo que más le molestaba. Con el paso del tiempo, todo lo que decía Costanzo más o menos se fue comprobando. Es un testigo muy interesante a la hora de dilucidar lo que pasó”, destacó Del Frade.
Por otra parte, añadió que “así como hay médicos del Hospital Militar, hay médicos de la Policía de las seis provincias que componían el Segundo Cuerpo del Ejército -Santa Fe, Chaco, Formosa, Misiones, Corrientes y Entre Ríos- que ahora están trabajando en el ámbito civil, se han reciclado. No digo que sean responsables, pero sí deben conocer cosas y por lo menos hay que tomarles una declaración testimonial. Hay muchos civiles vinculados a esto, sino no se explica la permanencia durante siete años de la dictadura”.
Consultado sobre los posibles motivos por los que algunos testigos de la causa adujeron no recordar lo sucedido en torno al robo de bebés en el nosocomio castrense, Del Frade explicó que “hay dos cuestiones por las que todos dicen no recordar lo que pasó: primero, el miedo a perder la libertad, y segundo, el miedo a que se descubran los vínculos económicos que se movieron en la dictadura. Tanto militares, como la Policía y otras fuerzas armadas eran títeres macabros. El tema grande son los titiriteros, delincuentes de guante blanco, el poder económico de cada provincia, que es el mismo que permanece en la actualidad. Si estos muchachos hablan, va a empezar a verse la responsabilidad de los que están hoy en el poder económico de cada provincia de lo que fuera el Segundo Cuerpo del Ejército”.
En la causa están imputados los ex militares Juan Amelong, Marino González, Walter Pagano, Pascual Guerrieri y Jorge Alberto Fariña; y el médico anestesista Juan Antonio Zaccaría.
14 Sep