Lo que dejaron hasta ahora las audiencias

Sabrina Guillino y Sebastián Alvarez buscan a su hermano desaparecido

Los testimonios de algunas enfermeras permitieron confirmar que Raquel Negro, secuestrada y desaparecida por la dictadura militar, dio a luz a mellizos en el Hospital Militar. Que la mujer fue trasladada de Rosario con los estudios previos ya realizados y que estuvo unos 15 días internada en el nosocomio castrense de la capital entrerriana. Los médicos civiles, en cambio, demostraron una sugerente amnesia al momento de hablar de nombres propios. Uno de ellos insistió en que el mellizo varón debe haber muerto.

 

Por Jorge Riani para El Diario

 

Los mellizos son el sujeto de una historia. De una historia negra, que como en toda tiene villanos, pero también héroes, algunos de ellos anónimas personas, sencillas personas, que se animaron a decir lo que otros quieren acallar. Los mellizos están en boca de todos los testigos. Que se los llevaron, que no se supo qué destino tuvieron, que uno de ellos estaba enfermo y quizás no haya sobrevivido, que a la madre a la mataron. La historia conmociona y más cuando con un simple giro de cabeza se puede ver a aquella niña nacida en cautiverio, hoy de 33 años, escuchando este relato, con la mirada en otro lugar, pero la atención bien puesta en lo que se dice y en lo que se calla.

En la semana que terminó, Sabrina Gullino, una de esos mellizos, habló de su historia: del modo en que se enteró de que sus padres biológicos son dos de las miles de personas que la dictadura militar hicieron desaparecer; del modo en que ella se convirtió en Gullino y cómo luchó por restituir su identidad de origen sin negar ni contradecir la identidad edificada a partir de su familia adoptiva.

La semana abrió con el testimonio de Sabrina y continuó con el de su hermano Sebastián Álvarez –primogénito de la detenida y desaparecida Raquel Negro–. En la siguiente jornada la nota fue puesta por una enfermera viejita, casi sorda, que con lenguaje familiero y desacartonado conmocionó con su relato, como se verá más adelante.

Quedará para los sociólogos, acaso para los epistemólogos, el intríngulis que se da –al menos en este juicio– entre la verdad, la mentira, la valentía, la cobardía, en vinculación con el status social, con el prestigio que otorga en su singular escala de valores una sociedad.

Dicho de otro modo, en este juicio son algunas enfermeras de las de antes, hoy viejitas jubiladas, las que hablan sin pelos en la lengua.

Quizás no entienden cuando el juez les pregunta si están “comprendidas en las generales de la ley” y hasta haya que traducirles al lenguaje cotidiano cada frase de rigor.

Pero no se pierden cuando les preguntan por datos concretos, nombres, fechas, hechos. No tienen detrás de sí una corporación que defender. No son militares, ni médicos de institutos privados. Son viejitas que acuden con sus nietos al Juzgado y que dicen sin tapujos que vieron a Raquel Negro, que llegó en un auto, que le hicieron los estudios en Rosario, que dio a luz en el Hospital Militar, que estaba golpeada y que un día se llevaron a madre e hijos.

 

PALABRAS Y SILENCIOS.

“Raquel Negro llegó y la pusieron en una sala de guardia médica. Me contó que venía de Funes, que tenía un nenito que estaba con los abuelos y que venían dos más”. El relato corresponde a la enfermera Natalia Krunn, que aportó datos certeros.

Otras frases textuales de la testigo que merecen ser subrayadas:

“El suboficial Vergara me mandó a que la atendiera (en referencia a Raquel Negro), le hiciera el aseo y cambiara la ropa de cama. Pero me dijo que no hablara con ella”.

“Cuando nació el varoncito se lo pusieron a la madre, lo abrazó, lo tocó, pero después se lo sacaron porque dijeron que no estaba muy bien”.

“Al chico no le vi ningún problema; ahora, si se descompensó después, yo no lo vi”.
La defensa de los procesados preguntó por qué sabía que la detenida se llamaba Raquel Negro. Sin titubear, la mujer respondió: “Porque me lo dijo ella misma”. Además reveló un dato que no quedó inadvertido: que la parturienta estuvo en el Hospital Militar unos 15 días antes del alumbramiento. ¿Puede estar más de dos semanas una detenida, con el movimiento extraordinario de custodia que implicaba, sin que los jefes de servicio, los médicos, los militares de alto rango supieran nada? No se trató de un caso aislado; reinó la conmoción por esos días en el Hospital Militar. ¿Pueden olvidarse de una atención tan atípica que se prolongó durante unos 15 días?

Los médicos Juan Luis Ferrarotti y Alfredo Berduc coincidieron en una frase repetida en no pocos pasajes de sus declaraciones: “No me acuerdo”. Muy atentos, despiertos, de buen léxico, pero de memoria endeble, los profesionales de la salud no aportaron datos de relevancia.

Pero quedó la sensación de que, en el caso de Berduc, primó un llamativo interés en dejar en claro que probablemente el mellizo varón –el hermano que nació junto con Sabrina Gullino y que nunca apareció– no haya podido sobrevivir.

El instancias anteriores el médico no recordaba ni el caso, hasta que se le refrescó la memoria en un careo, justamente con una enfermera. Por eso llegó hasta este juicio recordando el nacimiento de los mellizos, pero con una sugestiva desmemoria para aportar nombres. Y eso se patentizó en una de sus frases: “Me acuerdo del caso, no de los nombres”.

También resulta llamativo que después de no recordar el caso, en tiempos de la instrucción, esta semana sí haya podido precisar que el mellizo varón estaba cianótico y que por el cuadro que presentaba posiblemente haya padecido de una cardiopatía congénita severa.

Dio una clase magistral de cardiología, con léxico científico y notable capacidad para explicar el funcionamiento del sistema respiratorio y circulatorio. Aventuró que el mellizo de Sabrina habría muerto, pero –vale insistir– olvidó pasajes clave que podrían recrear la historia y saber el destino del niño perdido.

Por eso la advertencia que la jueza Lilia Carnero formuló tanto a Berduc, como antes a Ferrarotti, cobra importancia: “Le informamos que la búsqueda de ese menor prosigue. De modo que le pedimos que haga memoria”.

Algunos textuales del cardiólogo Alfredo Berduc:

“Dios quiera que (el mellizo) haya sobrevivido, pero creo que me dijeron que había muerto”.

“No recuerdo”, en alusión a quién le dijo que el niño había muerto.

“Tratamos de darle condiciones de vida para el traslado, pero con una cardiopatía de ese tipo (el paciente, para el caso el niño) no pasa los cuatro días”.

“No recuerdo”; en alusión a quién dio el alta a los mellizos y a la madre.

“Sí, pudo haber sobrevivido, pero con cirugía mediante. Esas cirugías se hacían en Buenos Aires y La Plata”.

“No recuerdo”; en alusión cómo estaban registrados los niños en las planillas de rigor.

“El doctor (Juan Antonio) Zaccaría cumplía funciones más bien administrativas” y “el doctor (Juan) Ferrarotti poco tuvo que ver con el caso”.

“No recuerdo”; en alusión a si los niños fueron trasladados al Hospital San Roque o al Instituto Privado de Pediatría.

¿Por qué tanto interés en dejar la sensación de que el niño de Raquel Negro y Tulio Valenzuela había muerto?

Queda por delante un mes y medio, quizás dos, de audiencias. Y a las esperanzas de que se haga justicia apuntando a las responsabilidades de quienes participaron de la obra macabra, se suman las de encontrar con vida al hijo de Raquel Negro. Porque sólo así la justicia será completa.