Un entrerriano sobreviviente de los centros clandestinos de detención rosarinos les pidió a los represores imputados que rompan el pacto de silencio. Además, contó que Raquel Negro fue trasladada a Paraná unos días antes del parto para realizarse chequeos médicos. En tanto, el periodista Reynaldo Sietecase refirió sobre la entrevista que le realizó a Eduardo Costanzo en la que por primera vez habló sobre el accionar represivo.

 

Emocionó a todos Jaime Dri. Las lágrimas y el aplauso ininterrumpido del final coronaron una declaración con una gran contundencia y claridad. Durante cincuenta minutos fue armando un relato preciso sobre los días en los centros clandestinos de detención rosarinos y los padecimientos que debían enfrentar los secuestrados. Conmovió su relato sobre la estoicidad de Tulio Valenzuela y Raquel Negro y más que presentara a los imputados por sus nombres de guerra.
“Los hechos son juzgados por la Historia y son evaluados. Los actores de años pasados, que participamos activamente en las luchas sociales y políticas, hemos producido hechos que hoy son parte de la Historia. Yo soy uno de los que habiendo hecho historia, estoy en el presente nuevamente con mi actitud haciendo historia. Lo mismo les digo a Jorge, Sebastián, Daniel y Sergio II que están ahora escuchándome. Hemos convivido en la Quinta de Funes, en la Escuela Magnasco y en La Intermedia, yo en calidad de prisionero y desparecido. Habiendo sido actores de una etapa de la Historia argentina es que les solicito que tengan un acto histórico y digan dónde está el hermano de Sabrina y Sebastián, que les digan a los familiares dónde está. Ese sería un hecho histórico. Rompan el pacto de silencio. La sociedad lo va a valorar y así podremos empezar a transitar una nueva etapa”. Las palabras de Dri retumbaron en la sala.
Oriundo de la localidad entrerriana de Chajarí, Jaime Feliciano Dri fue detenido en diciembre de 1977 en Montevideo e inmediatamente fue trasladado a la Escuela de Mecánica de la Armada. Su derrotero lo llevó luego por los centros clandestinos de detención rosarinos: llegó a la Quinta de Funes el 27 de diciembre y estuvo hasta el 19 de enero de 1978, cuando lo trasladaron a la Escuela Magnasco, por veinte días, y después a La Intermedia, hasta los primeros días de marzo. Entonces volvió a la ESMA y de ahí se fugó en julio de 1978.
En su declaración por videoconferencia desde Panamá limitó su relato a sus días en Rosario. Dice la historia que Raquel Negro y Tucho Valenzuela fueron secuestrados el 2 de enero de 1978 en la tienda Los Gallegos, en el centro de Mar del Plata, por una patota del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario. Al día siguiente llegaron a la Quinta de Funes, donde estaba alojada casi toda la cúpula regional de Montoneros.
En realidad, Dri no habló de Raquel Negro sino de María. Así la conoció en los centros clandestinos de detención. También por nombres de guerra conoció a sus verdugos y entonces refirió que la persona de mayor rango era el Mayor Jorge (Pascual Oscar Guerrieri), el jefe operativo era el Comandante Sebastián (Jorge Alberto Fariña) y les seguía en la cadena de mando el Teniente Daniel (Amelong); e identificó también a Sergio II (Walter Salvador Pagano) como otro de los integrantes de la patota.
Dri explicó que “en la Quinta de Funes había un grupo estable a cargo de los detenidos y la circulación de los prisioneros era muy restringida para aparentar que no hubiera muchas personas en el lugar” y acotó que nunca vio “uniformados allí, a pesar de que se sabía que había sido alquilada como una casa de descanso para militares”.
Una vez vio en el lugar a los generales Luciano Adolfo Jáuregui y Leopoldo Fortunato Galtieri, que eran los jefes militares en Rosario, previo a la Operación México. Tucho Valenzuela debía viajar al Distrito Federal y facilitar el asesinato o encarcelamiento de la cúpula de Montoneros; pero a pesar de que su mujer permanecía como rehén, una vez allí, huyó y denunció públicamente las graves violaciones a los derechos humanos que se cometían en los centros clandestinos de detención rosarinos.
Eso motivó el traslado de los prisioneros, primero a la Escuela Magnasco y luego a La Intermedia, una amplia casona de la familia Amelong ubicada a la altura del kilómetro 24 de la autopista Rosario-Santa Fe. Dri explicó que “después de lo de México hubo algunos cambios momentáneos en las guardias a raíz de que se demoraba la vuelta de Sebastián, según decían, porque estaba enfermo”. En rigor, Fariña y Amelong permanecieron varios días detenidos en México a raíz de la denuncia efectuada por Valenzuela, que reveló la presencia de agentes de inteligencia en una operación que no había sido comunicada a las autoridades de ese país, lo que produjo un incidente internacional.

Salidas. Dri contó que Raquel Negro fue trasladada tres veces durante su cautiverio. “La primera vez salió de la Quinta de Funes con un grupo de tareas, un domingo a la tarde. Fueron hasta Santa Fe para entregar al Sebas”, recordó en referencia a Sebastián Álvarez, el primer hijo de Raquel, que entonces tenía un año y ocho meses, y había sido secuestrado con ellos. El chico fue entregado a su familia por otra mujer, que lo dejó con una valija con ropa, fotos y una carta en la que Raquel les pide que lo cuiden, tal como manifestara el jueves su hermano Jorge.
La segunda vez que Raquel salió ya no estaba en la Quinta de Funes sino en La Intermedia y su destino fue el Hospital Militar. “En esa ocasión, viajó a Paraná a los efectos de un chequeo médico. Salió a la mañana y regresó ese mismo día a la tardecita o a la noche. A la vuelta me contó que estaba todo bien, pero que todavía faltaban unos días para el parto”, recordó Dri.
El hombre refirió, en ese marco, que a pesar de su condición, Raquel Negro no tenía trato preferencial en los centros clandestinos de detención e inclusive recibía la misma alimentación que el resto de los secuestrados.
“Pero a los pocos días hubo varios movimientos, nos reunieron a todos los detenidos y a María le comunicaron que sería nuevamente trasladada a Paraná. Ella me dijo, preocupada, que le parecía raro porque le habían dicho que todavía no estaba a tiempo para el parto y yo traté de tranquilizarla. Se la llevaron una mañana muy temprano y al poco tiempo uno de los represores me dijo: ‘Podés creer, este hijo de puta de Tucho tuvo mellizos’. Dijeron también que todo estaba bien y que en unos días la devolverían a La Intermedia”, continuó. Inclusive, ante una pregunta de los fiscales, agregó: “Si dicen que había tenido mellizos y que en pocos días los traerían junto a María, se presume que los dos estaban vivos”, echando nuevamente por tierra la versión de que el varón hubiera fallecido, como han querido instalar algunos médicos en este juicio.
“Nosotros tuvimos algunos momentos en los que pudimos hablar. Los dos teníamos la idea de fugarnos y ella me dijo que la espere a que diera a luz para fugarnos juntos”, recordó Dri. “La última vez que vi a María fue la noche anterior a que la lleven a Paraná”, sentenció. Pero fue devuelto a la ESMA antes de que Raquel Negro regresara.

Una mujer atada
En la décimo segunda jornada del juicio declaró también un fisioterapeuta que mientras realizaba la conscripción en los cuarteles del Ejército debió custodiar a una mujer que se encontraba en una sala de enfermeras, atada de pies y manos, para la que se había dispuesto de una guardia reforzada. El episodio ocurrió en una fecha que no pudo precisar entre abril de 1977 y marzo de 1978. El hombre dijo que permaneció durante toda una noche en la puerta de la sala y que en ese lapso no vio a nadie que acompañara a la mujer ni a médicos que se acercaran a constatar su estado general.

La primera vez de Costanzo
El periodista Reynaldo Sietecase se sentó frente al tribunal y contó que el 25 de junio de 1992 Eduardo Rodolfo Costanzo se presentó en la redacción de Rosario/12 para contar “algo muy importante vinculado con la represión ilegal”. Por primera vez un integrante de los grupos de tareas contó detalles de su accionar durante el terrorismo de Estado.
“El hecho generó una gran conmoción”, recordó Sietecase. Es que la nota se publicó en un contexto de plena vigencia de las leyes de obediencia debida y punto final y apenas un año después de los indultos menemistas que pusieron el cerrojo de la impunidad.
Costanzo se presentó como un agente inorgánico de inteligencia y contó sobre un operativo en el que habían sido ejecutados 14 o 16 presos políticos en una casa-quinta ubicada sobre la autopista Rosario-Santa Fe y dio los nombres de las víctimas –algunos solo por sus apodos– y de quienes habían cometido los asesinatos. Según dijo, “entonces no habló específicamente de Raquel Negro sino que la nombró como María. También mencionó a Tucho Valenzuela y la Operación México”.
Entre los perpetradores, mencionó a Luciano Adolfo Jáuregui, Alcides Juvenal Pozzi, Pascual Oscar Guerrieri y Jorge Alberto Fariña, que eran los responsables del Destacamento de Inteligencia 121. “Hasta ese momento, nadie los había involucrado directamente en el accionar represivo”, remarcó el periodista rosarino.
Asimismo, recordó que “Costanzo se autoexculpó diciendo que él no había matado a nadie, sino que envolvió los cuerpos con frazadas y los ató con alambres y que luego fueron arrojados al mar” y acotó que “todo lo que dijo en aquel momento, después empezó a cerrar; fue como una primera andanada de cuestiones sobre las que abundó unos años después”, recordó.

Sobre las motivaciones que llevaron a Costanzo a hacer esas declaraciones en un contexto en el que los derechos humanos no estaban en la agenda de los medios ni de los partidos políticos, Sietecase consideró que “no estaba arrepentido sino más bien enojado”.
Cinco años más tarde Costanzo dio más detalles del accionar represivo y en 2007 declaró en el Juzgado Federal de Paraná específicamente sobre el caso de Raquel Negro y los mellizos nacidos en el Hospital Militar. Tal vez el miércoles, cuando se presente en este juicio, pueda abundar sobre ello.

 

Juan Cruz Varela

http://www.eldiario.com.ar/diario/entre-rios/20260-dri-tengan-un-gesto-historico-y-digan-donde-esta-el-mellizo.htm