por Silvio Méndez para El Diario

 

Foto: Gustavo Vaccalluzzo

Colectivamente, las historias se pueden construir y desconstruir de distintos modos, con distintos “materiales” del sentido y el quehacer social a los que, precisamente, se eche mano. Es por esto que las interpelaciones a los hechos del pasado, no dejan de ser en cierto punto, interpelaciones a los acontecimientos y estado de la cuestión sobre el presente.
Los modos en que se narra la historia, las formas en que se elaboran los relatos, entonces, son también expresiones de las perspectivas sobre cómo encaramos el día a día.

Si hasta la memoria misma, este concepto que parece tan intangible, toma cuerpo en renovadas luchas y acciones de la vida cotidiana. Aunque la historia y los recuerdos no están exentos de quedar petrificados en evocaciones nostalgiosas y moralistas de un pasado mejor.

El juicio por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura que se lleva adelante en la ciudad, forma parte de este campo de tensiones y disputa de cómo se cuenta la historia, de cómo se recrea la memoria. Ya pudimos comprobarlo en los lúcidos testimonios de enfermeras que trabajaron en el Hospital Militar de Paraná que cuentan el sufrimiento de una parturienta secuestrada y la sustracción de sus mellizos, frente a médicos olvidadizos que sostienen todavía al día de la fecha esa antigua complicidad con las atrocidades cometidas por los represores.

Por eso este juicio, a su vez, da cuenta de qué valores y prácticas sostenemos socialmente. Porque siendo uno de los espacios institucionalmente más importantes, con él no sólo se dirimen los alcances que puede alcanzar la justicia en esta democracia luego del último genocidio cometido en Argentina. También se dirime una disputa de la indiferencia, el autoritarismo y el desprecio por la vida humana, frente a la solidaridad, el compañerismo y el compromiso con la libertad.

El desenvolvimiento de esta causa no debería ser dimensionado solamente por sus consecuencias jurídicas, sino cómo un posicionamiento ante una aparente indiferencia de una mayoría que observa la escena como ajena, como si no estuviera involucrada en algún vértice, como si fuera algo foráneo.

La consecución de este juicio —al que le preceden ricas experiencias de reivindicaciones y de luchas, junto a decididas medidas políticas—, constituye ya un “material” con el cual se pueden asentar mojones para narrar y reconocer nuestra historia. De alguna manera, casi en una dimensión pedagógica, el juicio por robo de bebés en la última dictadura en Paraná se inscribe contemporáneamente en una disputa persistente por sostener los derechos humanos y, sobre todo, en una herramienta que puede ser clave para dimensionar qué podemos esperar de nosotros mismos, colectivamente, de aquí hacia un mañana.